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¡Venga tu Reino!

Plática - El Encuentro con Cristo

Apuntes de Afecto y Morada de Don Luigi Giussani

El encuentro con una realidad que impacta nuestra inteligencia (razón) y que pone en juego
nuestra libertad (voluntad). Se ha comenzado con el Encuentro porque todo parte de ahi;́
sin el Encuentro no hay nada... nuestra fe es paja que se lleva el viento, es tradición
heredada, es una moral impuesta, es un ritualismo vació , es una religión sin trascendencia...
es el intento fallido del hombre por darle un sentido a su vida sin realmente encontrarlo.

El Encuentro es un acontecimiento, es algo que sucede en la realidad, en el tiempo y en el


espacio. Es el encuentro con una belleza que te cautiva, es el esplendor de lo verdadero, de
lo justo, de lo amoroso... es el esplendor de Dios que se hace presente a través de ese
pretexto que son sus criaturas. Pero ese encuentro con la realidad concreta revela su
significado más profundo cuando experimentamos que esa belleza es incompleta, incapaz
de saciar el abismo infinito que es nuestro corazón, y entonces, por la fe, trascendemos al
misterio de Dios que es el autor de la belleza que nos sedujo... trascendemos en la búsqueda
de la Belleza misma que es Dios. Por la fe, sabemos que el amor, que la belleza se hizo
carne y habitó entre nosotros. Cristo es la belleza, el abismo infinito de amor que sacia
nuestro corazón.

El encuentro de los apóstoles con Cristo partió de la realidad de todos los días: con É l
pescaron, con É l caminaron por el día y velaron durante la noche; con É l pasaron hambre
y también disfrutaron de un buen vino y una buena cena; con É l lloraron, sufrieron y
también sonrieron... vivieron la vida como todos los días. Lo que hizo la diferencia fue que
no dudaron de que esas experiencias coincidían con los anhelos de su corazón. Su corazón
se los revelaba pues latiá de un modo distinto, a un ritmo divino, a un ritmo de eternidad...
no dudaron que esa Palabra que les hablaba era de otro mundo. Y sin embargo, seguían
con sus pies llenos de polvo, bien puestos en este mundo... el mundo en el que tú y yo hoy
caminamos. Dios ha venido a tú mundo para encontrarse contigo, para llevarte desde tu
realidad a la suya, desde tu humanidad hasta su divinidad, desde el tiempo hasta la
eternidad.

La fe es lo que nos permite ir más allá de lo que puedo oiŕ , ver, tocar, sentir... no niega el
atractivo de lo que escucho, veo, toco o siento sino que lo eleva, desentraña su significado
más profundo... desvela que tus deseos son deseos de Dios. La fe nos dice que la sed de
felicidad es sed del Dios vivo.

“He aquí que están por llegar días en los cuales enviaré mi hambre sobre la tierra: no un
hambre de pan, no de una sed de agua, sino hambre y sed de oír la palabra de Dios. Y ellos
irán errantes de un mar a otro, del Septentrión al Oriente; e irán aquí y allá buscando la
palabra de Dios, y no la encontrarán. En aquellos días desfallecerán de sed las muchachas
y los jóvenes. (Am 8,11-13)”.

Esto está pasando en nuestro tiempo: cuántos jóvenes hambrientos de sentido están
buscando una respuesta que explique su existencia... van de aquí para allá hambrientos y
sedientos de un amor.

¿Por qué van errantes? Porque somos libres y pecadores. Por la libertad, podemos no
adherirnos a la verdad que dicta el corazón, a esa intuición originaria, a ese eco que la voz
de Dios ha dejado en nuestro corazón. Erramos también porque heridos por el pecado
original y por nuestro pecado personal, la libertad se debilita para mantener su mirada más
allá de lo que tiene delante, para mantener los ojos en Dios; el pecado nos lleva a renunciar
a nuestros deseos originarios haciéndonos caer en la desolación que nos hace sentir
abandonados y nos lleva a creer que estamos condenados a conformarnos con pequeños
sorbos de agua pues la fuente inagotable no existe.

Cómo entonces caminar a nuestro destino, cómo alcanzar la fuente que es capaz de
satisfacer las exigencias más profundas del corazón humano. La libertad no conoce el
camino para adherirse a la fe: comprende a donde tiene que ir, pero no sabe cómo llegar a
ella.

El único modo de llegar a nuestro destino es caminando detrás de É l que es el Buen Pastor,
caminando junto con É l que es la luz que nos permite caminar por la verdad y el bien;
caminando en É l que es el Camino. En otras palabras viviendo la vida por É l, con É l, y en
É l pues É l es la vida; É l es la vida en abundancia: la vida abundante de sentido, abundante
de Amor que da sentido a nuestra existencia.

El camino que debemos recorrer es el mismo que siguió Cristo: es el de la obediencia del
corazón.

La gente seguía a Jesús a tal punto que se olvidaban de su cansancio, del comer, de todo
“lo importante de sus vidas”. Llevaban casi 3 días ya con É l y no se cansaban de escucharle.

¿Por qué aquella gente tenía esa hambre y esa sed de sus palabras? “Porque nunca habían
oído a nadie decir las cosas que É l decía” Tienes hambre de que se te haga justicia (porque
es injusto que no tengas una buena relación con tus Papás o con tu esposo; porque es injusto
que te juzguen sin conocer o es injusto que no tengas pan siquiera para comer) yo te saciaré.
Tienes sed de perdón, porque te arrepientes de lo que has hecho, porque fuiste débil o te
dejaste engañar... yo tengo ese perdón que buscas... Buscas consuelo por haber perdido al
amado, o a tu hijo o a tu madre... Yo soy la Resurrección y la Vida. Yo Soy el Amor que
ama hasta el extremo, hasta la locura.
No habían escuchado que alguien se presentara con esa seguridad, con esa transparencia y
con esa autoridad que convence el corazón. “É l decía aquello para lo que esa gente había
nacido, para lo que sus madres los habían dado a luz. Habían nacido para escuchar aquellas
palabras, pero nadie se las decía”. Y tuvo compasión de que no supieran que su destino era
precisamente ser los pequeñitos, los hijitos muy amados de Dios. Tuvo compasión de que
vivieran como huérfanos, y por eso les hablaba de su Padre que está en los cielos. Y los
sació con su Palabra y con pan.

La gente al día siguiente le fue a buscar a causa del milagro del pan multiplicado. Yo les
daré un pan y una bebida que da la vida eterna. Así no volverás a tener hambre ni sed. Así
no morirás jamás. “En verdad, en verdad les digo: Si no comen la carne del Hijo del
Hombre, y no beben su sangre, no tendrán vida.”

Entonces se escandalizaron y se marchó la mayoría de sus seguidores.

Pero te pregunto ¿Cuántas veces te has escandalizado de Cristo? ¿De su Palabra que cada
día te invita a algo más? Quizás como los judíos has reducido el cielo, tu felicidad, el gran
regalo de Dios a un pedazo de Pan (el pan es cualquier criatura que no es Dios) y te niegas
a ver más allá.

Para qué esperar hasta casarnos, hagamos el amor con plena libertad. Yo te seguiré pero
no me pidas dejar a mi familia o a mi novia. Yo creo en ti pero no en la Iglesia, porque qué
si me divorcio y ya no me puedo casar. O no puedo tener relaciones sexuales sin
preservativos. Creo en que tú eres Dios, pero quiero un Dios a mi medida. Te escandaliza
lo que Cristo ha propuesto y te propone a cada día cuando tienes que ser fiel al amor, a la
verdad, a la justicia.

¿Realmente te has decidido a seguirlo, te has decidido a jugarte toda la vida por É l? ¿Te
has dejado transformar por É l de tal modo que É l se ha convertido en tu

criterio con el que juzgas todo? ¿Porque entonces nos cuesta tanto ponerle en primer lugar,
porque nos cuesta tanto ser fieles a sus enseñanzas, porque nos cuesta dar la vida?

Porque es fácil reconocer con la fe que aquello que te propone y te asegura es demasiado
hermoso, es lo que corresponde a tu corazón. Pero el seguimiento implica la obediencia y
no siempre resulta fácil seguir algo distinto del propio Yo; sobre todo cuando aquello que
el Otro te propone no logras comprenderlo.

Para seguir el plan de Otro es necesario seguir el ejemplo de Cristo. San Pablo nos enseña
que es necesario llegar a tener los mismos sentimientos de Cristo. Los mismo sentimientos
que Cristo hombre tuvo respecto a su Padre.

Cristo se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz.


1. Cómo es posible esto, cómo es posible ser obediente. Cristo es el hombre obediente
“Vir ob-audiens”.
2. Qué significa ser hombre obediente
a. Ser hombre: con todo lo que ello implica, con todo lo que la afectividad juega
dentro de las relaciones humanas.

b. Ob-audire significa escuchar bien, con plena atención, al que tengo delante.

i. Retomamos aquí el tema de los encuentros. El encuentro es el pretexto por el cual el


Tú de Dios se me pone enfrente, me interpela, me habla. Si yo no logro ir más allá
de la belleza que me impacta y despierta el deseo originario del corazón, no puedo
llegar a ver ni escuchar a Dios.
ii. Qué es lo que el corazón escucha cuando se abre a Dios: escucha el dulce sonido de
esa voz que pronunciando tu nombre te revela que nadie te conoce ni te conocerá,
nadie te acepta y te aceptará, que nadie te posee ni te poseerá en el amor como aquel
que en ese momento te llama... El encuentro es ese abrazo silencioso en donde toda
tu existencia es “abrazada” por la eternidad, es colmada de amor eterno.

Esto es lo que experimentó Pedro cuándo Cristo le miró y le habló por primera vez
diciéndole: Tú eres Pedro. Esto experimentó Mateo cuando le miró y le dijo Sígueme. Esto
fue lo que llevó a san Juan en la última cena a descansar su existencia en aquel pecho
inflamado de amor por É l.

Por ello, los Apóstoles nos enseñan cómo puede la libertad del hombre adherirse
completamente a Cristo aun cuando parece que É l rompe todos nuestros esquemas, nuestras
ideas de felicidad, nuestros criterios de realización de la vida.

1- Lo primero que debemos tener en cuenta es que el seguimiento de Cristo nace del
afecto, nace de una actitud afectiva más que racionalista que busca seguridades
humanas.

El hecho de compartir la vida con Jesús, todo eso que vieron en É l, todo lo que É l decía y
obraba. Estos hombres reconocieron que todas esas experiencias correspondían a las
exigencias de su corazón. Como dice Von Balthasar sólo el amor es digno de fe. Estos
hombres se veían ligados existencialmente a este otro hombre que era completamente
distinto a los demás. “Señor, adónde iremos Tú solo tienes palabras de vida eterna”,
solamente Tú me haces entender quién soy y para qué existo. Literal es importante esta
frase, no nos quedamos con sus proyectos (porque muchas veces no los entendemos)
nos quedamos con él.

Porque É l es la vida, É l es el Amor, É l es la salvación, É l es para quien hemos sido creados.


Sólo en Dios se aquieta mi alma.
2- El seguimiento implica mirar a uno que va delante de ti. Lo miras para poder
comprender. Comprender significa captar que la correspondencia profunda que hay
entre lo que se te dice y tu yo, las exigencias de tu yo, las exigencias profundas de tu
corazón, las exigencias profundas de tu vida. No se trata de un “Sí Señor”, vivo mi fe
pero no entiendo nada. El seguimiento equivale a obedecer. Ob-audire: escuvhar bien
al que tienes delante. Qué es lo que te dice Cristo: tú eres mi hijo amado, tu eres
precioso para mí, yo seré para ti un padre y tú serás para mí un hijo, tú eres mi amigo
por el que doy mi vida. EL QUE QUIERA CONSERVAR SU VIDA LA PERDERÁ,
PERO EL QUE LA PIERDA POR MÍ LA ENCONTRARÁ

3. Cuando uno comprende entonces comienza a imitar al que va delante. Le imita


siguiendo sus pasos, hasta que en un determinado momento ya no dependes de que te
lo diga sino que haciéndose uno contigo, es como si te siguieras a ti mismo. Esto es la
formación de la conciencia. La conciencia formada por un Encuentro.

4. Para poder comprender e imitar se necesita un trabajo arduo, es el trabajo de un corazón


sencillo que sea capaz de reconocer la correspondencia entre lo que Cristo dice y lo que
tu corazón necesita.

¿Por qué es razonable seguir a Otro en vez de seguirse a uno mismo? ¿Por qué valdriá la
pena obedecer si yo soy libre?

El seguimiento de Cristo consiste en ser sincero con É l, en ser leal a ese hombre que te ha
salido al encuentro. Es ser congruente con lo que tu corazón te dice cuando se planta delante
del rostro del Amor de Dios revelado en Jesús.

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