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Referencia bibliográfica:

 Zaborov, Mijail. (1985). Historia de las cruzadas. Madrid: Akal. Flori, Jean. (2003).
 La guerra santa. La formación de la idea de cruzada en el Occidente cristiano. Madrid:
Editorial Trotta.
 Tyerman, Cristopher. (2007). Las guerras de Dios. Una nueva historia de las cruzadas.
Barcelona: Crítica. (1175-1181).

Tema: Las cruzadas

Informe de lectura

Introducción

El presente escrito busca contextualizar y conceptualizar acerca de lo que, desde una perspectiva
histórica, fue el fenómeno de las cruzadas. Asimismo, esbozaré las posturas que algunos
estudiosos del tema han forjado para con el mismo. Por otro lado, también estará anexado al
presente trabajo mi análisis personal, a través del cual pondré en duda ciertas visiones que se
tienen acerca del fenómeno de las cruzadas, y, sumado a ello, daré mi posición personal, mi visión
frente a este respecto. Ahora bien, el texto se dividirá en dos partes, a saber: en primer lugar, se
presentará un desarrollo de lo que fueron las cruzadas, acompañado de las posturas que autores
como Mijail Zaborov, Jean Flori y Cristopher Tyerman tienen frente a este evento histórico y su
papel en el tiempo. En segundo lugar, presentaré mi análisis personal, a través del cual brindaré mi
visión, apoyándome en la lectura que Aurelio Pastori en el pasaje Las cruzadas, 1095-1291, Mijail
Zaborov en Historia de las cruzadas y Norman Cohn en En pos del milenio tienen con respecto a
este tema.

Desarrollo

 Historia de las Cruzadas, basada en lo propuesto por Zaborov

Múltiples intereses estuvieron de por medio en la puesta en marcha de la primera cruzada,


impulsada por la orden del papa Urbano II en Clermont, así como también en las posteriores
cruzadas. No fue en absoluto una simple puesta en práctica del mandato divino que alentaba a los
cristianos a difundir su religión, sino que, más allá de eso, tanto la iglesia como la nobleza
(occidentales) tenían intereses particulares, que rebasaban este ideal escatológico de la
cristiandad difundida por el mundo, y que les motivaron a llevar a cabo esta empresa sangrienta.
En otras palabras, detrás de las cruzadas había pretensiones políticas, sociales, económicas (es
decir, materiales), y no solamente religiosas (o espirituales). Otra forma de sintetizar lo anterior es
la que utiliza Zaborov en la siguiente cita: “[l]a cruzada contribuyó a crear un mundo nuevo,
ensanchando las fronteras de occidente y abriendo horizontes desconocidos a una multitud de
caballeros, de comerciantes y de clérigos por entonces desocupados”. (Zaborov. 1985. p. 12). Para
redondear, las cruzadas resultaban bastante convenientes para la sociedad europea y occidental, y
es que, gracias a ellas, “Occidente se enriqueció de un modo considerable”. (Zaborov. 1985. p. 15).

Se puede distinguir que, en primer lugar, la iglesia católica (latina, romana, occidental) tenía
intereses con respecto al distanciamiento que con el tiempo se había dado entre ella misma y la
iglesia ortodoxa (griega, bizantina, con influencias orientales). La iglesia católica, dada la profecía
de su evangelio a través de la cual el cristianismo se tenía que esparcir, buscaba una especie de
reunificación de la religión, por medio de la cual la actual iglesia ortodoxa volviera su rumbo hacia
sus concepciones religiosas y políticas de mundo (las de la iglesia católica occidental), rompiendo
así el gran cisma y favoreciendo su poder político y religioso. Además de ello, la iglesia católica
buscaba conquistar las tierras santas (sobre todo Jerusalén) ubicadas en oriente, para reafirmar la
potestad de su propio movimiento religioso y sentar las bases de una nueva dirección espiritual.
Por otro lado, la sociedad europea buscaba nutrirse de la cultura y la agricultura orientales, para
así hacer crecer su riqueza interna: “[e]l caballero cruzado, cuando retornaba a casa, ya no se
avenía a vivir igual que antes. Lo robado no le duraba mucho, pero ahora deseaba cambiar su
grueso y áspero atuendo de estameña por las suaves y bellas vestimentas orientales”. (Zaborov.
1985. p. 215). Y es que el mundo occidental se ensanchaba con las riquezas orientales, como lo
dirá Zaborov en la siguiente cita: “[l]os cruzados hicieron posible el enriquecimiento cultural de la
sociedad cristiana de occidente por el contacto con el mundo clásico a través del islam”. (Zaborov.
1985. p. 15). Sumado a ello, los nobles buscaban aumentar sus riquezas saqueando y
apoderándose de territorios ajenos ubicados en oriente, para así alimentar sus ambiciones
feudales: “[l]os crueles francos, ávidos buscadores de riquezas, se hicieron merecedores, por
derecho propio, al odio y al desprecio de Oriente”. (Zaborov. 1985. p. 214).

Todo esto da cuenta de que no fue solo el ideal religioso el que motivó las cruzadas, sino que
tuvieron una gran influencia las condiciones materiales del contexto en el cual surgieron, así como
los bienes materiales y “botines” que de ellas se desprenderían. En este sentido, ese ideal religioso
servía como un medio para sustentar las mismas cruzadas y para llegar a un fin más terrenal y
ambicioso, lleno de pretensiones y avaricias egoístas.

de Oriente llegaron a Europa occidental, en los siglos XII-XIII cultivos hasta entonces desconocidos
en ese continente, como el arroz, el trigo sarraceno, los limones y los albaricoques (Zaborov. 1985.
p. 214).

Ahora bien, a pesar de que las cruzadas aceleraron este abastecimiento de la cultura y las riquezas
orientales, esto no justifica el hecho de que se hayan tenido que sacrificar millones de vidas por
ello. El saqueo, las matanzas y la violencia no garantizan que necesariamente bajo estos métodos
ruines este tipo de abastecimientos se puedan adquirir, sino que existían otras formas de darse,
sin llevar a cabo estos genocidios y guerras, en esencia, vacíos. Había formas de enriquecimiento
mutuo entre oriente y occidente que hubiesen sido mucho más preferibles, por ser más humanas:

El intercambio comercial, y no las sangrientas guerras de los caballeros occidentales contra los
pueblos musulmanes; el intercambio de ideas y de mercancías y no la exterminación recíproca en
nombre de ficticios objetivos religiosos, a eso se debió el provecho para occidente, y su contacto
con oriente (Zaborov. 1985. p. 215).

Una alternativa que habría hecho innecesaria esta vía hubiera sido la del proceso evolutivo
natural, sin este tipo de forzamientos extremistas y desmedidos, ya que este hubiera garantizado
éxitos políticos y sociales en la edad media, sin necesidad de las cruzadas (1958).

 Guerra Santa, Yihad y Cruzada, basada en lo propuesto por Fiori

El objetivo principal de las cruzadas era la liberación del Sepulcro de Cristo en Jerusalén, dado que
esta era su tierra primordial y esencial; allí el núcleo de toda su religión, donde todo había tenido
origen. Las sociedades occidentales, dirigidas por las instituciones eclesiásticas, solían creer que
estas, las cruzadas, estaban dadas por causa de una profecía, de una suerte de designio o mandato
divino. Las personas solían creer que recuperando las tierras santas iban a ser libradas de sus
pecados. Se creía que así Dios iba a retirar el castigo que había puesto sobre sus vidas, y, por el
cual, los infieles, los musulmanes, intentaban usurpar sus propias tierras sagradas, como Santiago
de Compostela, como si fuera una maldición. Entonces, lo que motivaba las cruzadas no era en sí
una malicia engendrada por un interés político o económico, sino el simple miedo que se le tenía
al incumplimiento del mandato divino, y el ideal de redención que se desprendía de la noción de
recuperar las tierras santas.

Para ellos, la cruzada se convirtió entonces por sí misma en el cumplimiento histórico de las
profecías que, como ellos demostraron, las anunciaban (Fiori. 2003. p. 343).

Las matanzas, los genocidios, las torturas, las conquistas, se daban a causa de este fanatismo
religioso, que producía en las personas provenientes de occidente una especie de invidencia ante
la humanidad de los pueblos orientales: los consideraban como demonios a los que, o les
convertían a la luz de Cristo, o les mataban. Por esta razón, dado que “era entendible, pero no
justificable” no se podría atribuir un señalamiento de culpabilidad a las sociedades occidentales,
dado que actuaban bajo la ignorancia y la invidencia que supuraban sus visiones celestiales y
evangélicas, y que les inundaban los más profundos rincones del ser. Es, pues, este el factor que
diferenciaba a las cruzadas de las guerras santas genéricas: la mediación de un factor tan
importante como la lucha por su primera e imprescindible tierra sagrada, a saber, Jerusalén: “[l]a
cruzada fue algo más que una guerra santa, cuyos caracteres, sin embargo, comparte. Difiere de
ella esencialmente por el hecho de que su meta era la liberación del Sepulcro de Cristo en
Jerusalén, el lugar santo por excelencia”. (Fiori. 2003. p. 349).

 Una nueva historia de las cruzadas, basada en lo propuesto por Tyerman

A las Cruzadas no las impulsaba meramente el vigor religioso de una sociedad occidental, sino que
también eran impulsadas por un utilitarismo material en muchos sentidos, a través del cual se
manipulaban este tipo de fenómenos, las cruzadas, para generar tales o cuales efectos en la
política y la sociedad. Las condiciones políticas, sociales y económicas, desde las perspectivas de
las élites occidentales, se prestaban para que las cruzadas tomaran lugar de la manera en la que lo
hicieron. Al cambiar estas condiciones, al ya no ser necesarias las cruzadas y encontrarse otros
métodos de acción política, económica, social y religiosa, entonces, las cruzadas se dejaron de lado
por las mismas sociedades políticas e instituciones eclesiásticas: “[e]l cristianismo prosperaba,
pero la cristiandad estaba muerta, y con ella murió una de sus características más distintivas, la
cruzada”. (Tyerman. 2007. p. 1178).

Las convenciones estatales y cívicas tomaron forma en Europa, y entonces los regímenes religiosos
occidentales pasaron, en cierta medida, a un segundo plano, dejando de lado la imposición de una
religión universal como el cristianismo. Fue así como se establecieron en Europa los estados laicos,
y como dejaron de ser necesarias las Cruzadas: “en el ámbito de la justicia, así como en el de
gobierno, la autoridad laica se erigió en árbitro, guardián y ejecutor de la ley”. (Tyerman. 2007. p.
1177). Fue así como las sociedades occidentales y orientales descansaron de las cruzadas, y de
toda la sangre que era derramada gracias a estas, y es que: “[l]a cruzada, por mucho que
derrochara vidas y tesoros […] configuraba un ideal que inspiraba sacrificio, cuya intensidad
alcanzaba en ocasiones un grado inimaginable”. (Tyerman. 2007. p. 1180).

Análisis personal

las Cruzadas fueron un producto notable de una sociedad feudal caracterizada tanto por la
violencia y la guerra como por una profunda religiosidad, constituyendo en cierta medida una
síntesis trabajosa de ambos elementos (Pastori. 2010. p. 429).

Considero, en concordancia con lo anteriormente propuesto por Zaborov y, en parte, por


Tyerman, y ahora con la cita de Pastori, que había intereses burocráticos, diplomáticos, políticos,
sociales y económicos que impulsaron el fenómeno de las cruzadas, más allá de ser simplemente
la manifestación de un espíritu religioso que tuvo lugar en occidente. En este sentido, resulta
coherente poner en duda lo expuesto por Fiori al decir que las cruzadas se definen como aquella
guerra santa, engendrada en occidente, que tenía como objetivo único la liberación de Jerusalén,
llevada a cabo por una profunda religiosidad con epicentro en Europa. Decir esto, sería olvidar las
pretensiones y ambiciones que tomaban lugar entre los nobles cruzados, que partían hacia tierras
orientales con el único fin de poseer nuevos terrenos y establecer nuevos y grandes feudos. Me
parece que intereses de esta naturaleza resultan ser por mucho más materialistas y utilitaristas
que espirituales o místicos. Por parte de la iglesia también había grandes intereses de por medio
(como la unión religiosa), y no una simple sed de llevar a cabo los mandatos divinos con
vehemencia y obediencia, como lo muestra un ejemplo claro, citado por Fiori a continuación, en
relación con las cruzadas:

Es muy probable que en Clermont el papa sólo hubiese tenido en mente una expedición de
medianas dimensiones, constituida exclusivamente por la nobleza feudal, es decir por los
profesionales de la guerra de entonces, destinada a ayudar militarmente al imperio Bizantino, para
mejorar las relaciones con éste y eventualmente superar el cisma de 1054
(Pastori. 2010. p. 406).

Ahora bien, no quiere decir que esta enajenación religiosa no sucediera, sino que, en un sentido
más utilitarista, era utilizada para persuadir de unirse a las cruzadas a las personas menos
favorecidas por las clases sociales: ladrones, mendigos, pueblerinos, pobres, etc. Se les prometía a
estos el ideal de salvación, de la expiación de sus pecados, o bienes espirituales por parte de la
iglesia, para que estos, “desgraciados”, partieran hacia las cruzadas a sacrificar sus vidas en busca
de una salvación, un edén, u otra vida. Esta fue la razón por la cual se dio ese intento de cruzada
que terminó en un genocidio masivo hacia las clases bajas de Europa, y que fue dirigido por Pedro
el ermitaño. Incluso después, eran estas masas de personas enviadas a hacer el trabajo sucio:
generar masacres, matar niños, mujeres y ancianos musulmanes en las tierras colonizadas,
llevados por la falsa concepción de que estos eran demonios, y que este hecho les daría la
salvación, al estar en concordancia con la profecía, mientras los nobles solo miraban. Es como lo
diría Cohn en la siguiente cita: “[l]as multitudes interpretaron con fiera energía una fantasía
común que, aunque engañosa, les ofreció un escape emocional tan intenso que sólo podían vivir
gracias a él, estando totalmente dispuestos a matar y morir por él” (Cohn. 1981. p. 87). En otras
palabras, las elites políticas y religiosas, en muchos casos, solo señalaban y observaban, mientras
los pobres, ignorantes, caían, daban sus vidas, mataban, morían. En conclusión, considero que
muchos fenómenos fueron determinantes en las cruzadas, más allá de ser un simple evento de
naturaleza espiritual, y que tuvo terribles consecuencias en materia de vidas humanas, que pudo
haberse llevado de una mejor manera, si se hubiera dejado de lado tanto egocentrismo de por
medio, si todo se hubiera dejado desenvolver de manera natural, como menciona Zaborov (1985).

Bibliografía

—Zaborov, Mijail. (1985). Historia de las cruzadas. Madrid: Akal.


—Flori, Jean. (2003). La guerra santa. La formación de la idea de cruzada en el Occidente cristiano.
Madrid: Editorial Trotta.
—Tyerman, Cristopher. (2007). Las guerras de Dios. Una nueva historia de las cruzadas. Barcelona:
Crítica. (1175-1181).
—Pastori, Aurelio. (2010). Cuestiones de historia medieval (Volumen 1). Las cruzadas 1095- 1291.
Argentina: Universidad Católica Argentina. Ediciones Selectus SRN.

—Cohn, Norman. (1981). En pos del milenio: Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos
de la edad media. Ciudad de España: Alianza editorial.

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