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Sobre La Lectura y Sus Exigencias PDF
Sobre La Lectura y Sus Exigencias PDF
Sobre la lectura
y sus exigencias
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TRABAJO
PONENCIA
PRESENTACIÓN
DE
Unidos no pasa de la edad mental de los doce años. Más del 30% de la pobla-
MATERIAL
ción no logra entender una frase compleja: una que incluya una proposición
subordinada. Sospechamos que el progreso de la educación en Colombia ha
logrado un éxito parejo.
Pero más aún: en la Universidad se le pide el estudiante no sólo leer,
sino escribir sobre su lectura. Se le exige hacer escritos sobre otros escritos, ¡y
nunca se le ha enseñado a hacer comentario o análisis de textos —ni siquiera
reseñas!
Varios autores, como George Steiner, Umberto Eco, Leo Strauss, y
Wolfgang Iser, se han formulado en serio la pregunta —tratando también,
claro está, de responderla— ¿qué significa leer, y por qué nos es tan difícil?
Y otros, como Michel Foucault, Pierre Hadot, Alexander Nehemas, y Bru-
no Bettelheim —cada uno desde distintas perspectivas— han abordado el
problema de lo que conlleva la lectura como formación, como cultivo, como
cuidado de sí.
En estas breves anotaciones, nos limitaremos a intentar transmitir lo
que George Steiner, en un bello texto, “De la dificultad”,1 postula especialmen-
te respecto a la lectura de la poesía, pero que consideramos se puede generali-
zar también a la prosa expositiva y argumentativa.
¿Qué queremos decir cuando decimos “este poema, o este pasaje en este poe-
ma es difícil”? ¿Cómo puede el acto de lenguaje más cargado con la intención de
comunicar, de lograr tocar al oyente o al lector en su ser más íntimo, ser opaco,
resistente a la inmediatez y a la comprensión —si esto es lo que queremos decir con
dificultad? (p. 5)
Steiner encuentra cuatro tipos diferentes de dificultades que obligan
al lector de poemas a emplear recursos específicos e implementar estrategias
especiales para llegar a la comprensión del poema. Ahora bien, si el lenguaje
poético, con sus metáforas, sus palabras arcanas, nos desconcierta y obliga a
reflexionar y a buscarle su(s) sentido(s), esta operación no es diferente de la
que ocurre cuando nos enfrentamos a los conceptos y argumentos teóricos.
Todo texto exige ir más allá del deletreo, del sentido inmediato. Aunque se
nos aparezca como limpio y directo, tendremos que buscar sus supuestos, sus
intenciones segundas. Y ello con mayor razón, si de entrada nos hace sentir
ignorantes cuando, enfrentados al texto, intuimos que no estamos captando lo
que el autor dice. Por esta razón, consideramos que las dificultades que Stei-
ner encuentra en la lectura de poemas nos sirven para pensar por qué nos es
tan difícil leer textos teóricos.
Vamos a basarnos en primer lugar en Steiner para describir algunas de
las principales dificultades que plantean los textos y al mismo tiempo esboza-
remos las principales limitaciones que nosotros hallamos como resistencias de
los lectores al acto de lectura.
1 George Steiner, “De la Dificultad” Revista Poligramas Nº 12, agosto de 1994. Depto de Letras. Universi-
dad del Valle, Cali. (ps. 5 a 36) Publicación original en ingles en 1978. Traducción de Anthony Sampson
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MATERIAL DE
Texto Lector
Dificultades Limitaciones
1. Contingentes 1. Ignorancias
2. Modales 2. Insensibilidad
3. Tácticas 3. Impaciencia
4. Ontológicas 4. Inhibiciones
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ta que nos surge ante la lectura de poemas. El señala cómo el poema (texto)
puede haber sido escrito en una época en que la palabra que no entendemos
tenía un sentido que ahora ha caído en desuso, o puede ser una palabra poco
usual, o proveniente de otra lengua, o el nombre de un autor que nunca he-
mos oído mencionar.¿Qué se requiere entonces para lograr vencer esta pri-
mera dificultad? La solución es absolutamente elemental: vencer la pereza y
consultar de manera constante y disciplinada diccionarios de la lengua, dic-
cionarios especializados en la disciplina, enciclopedias, diccionarios en otras
lenguas, libros de referencia —como quien hace un ejercicio de traducción de
una lengua que conoce a medias. Es decir hay que admitir —sin ningún auto-
desprecio— la ignorancia, y buscar el saber faltante en los lugares apropiados.
Porque lo que constituye la dificultad contingente es precisamente la carencia
de saberes fundamentales.
Por supuesto que a esto se le puede agregar un consejo más: leer los
clásicos. Formarse en la tradición de la cultura a la que se pertenece, familia-
rizarse con el vocabulario literario, con los autores que han forjado nuestra
sensibilidad.
Si bien la poesía especialmente hace “vibrar” al lector, los textos teóricos tam-
bién exigen que el lector se ponga a tono con la voz del autor y con los senti-
mientos que evocaban en su público las palabras que emplea. Nos referimos
a lo siguiente: un mismo término puede designar conceptos y sentimientos
muy diferentes según el momento histórico. Así, las expresiones “amor conyu-
gal” o “amor filial” no tienen el mismo sentido en los Padres de la Iglesia que
en un texto contemporáneo; palabras tan sencillas como “persona”, “alma”
poseen sentidos muy diversos, según las épocas, y exigen que el lector sepa
cuáles de ellos el texto evoca.
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dad”. Hay que aprender a descentrarse, a aceptar que en otras épocas y en otras
culturas se ha pensado y sentido de otra manera, aunque se usen las “mismas”
palabras para expresar lo que es radicalmente diferente. Por ello, leer a Platón
no exige solamente traducciones al lenguaje contemporáneo sino leerlo de la
mano de aquellos pensadores contemporáneos que han descifrado cómo era
el mundo griego de su época, cómo se vivía, qué ideas circulaban y a cuáles
se opuso su pensamiento, cómo era la organización de la ciudad y el mane-
jo del poder y del saber. Así mismo, leer a Freud, exige saber a quienes leyó
Freud y cómo los leyó, cuál era la mentalidad de su época y cómo se pensaban,
interpretaban y trataban las enfermedades mentales, qué idea de lo psíquico
se tenía y cómo se reaccionaba frente a los trastornos psicológicos, cómo se
manejaba la sexualidad y qué implicaba hablar de la sexualidad en el mundo
victoriano, qué implicaba como judío lanzar un sistema nuevo de pensamien-
to en el Imperio Austro-húngaro. En fin, leer a Freud exige contextualizarlo
y leerlo desde el mundo que le dio origen y no desde lo que hoy somos, sa-
bemos y lo que ya nuestra sensibilidad acepta como lógico (por ejemplo, la
sexualidad infantil).
Las dificultades contingentes provienen de la obvia pluralidad e individuación
que caracterizan al mundo y a la palabra. Las dificultades modales tienen su sede
en el que los contempla. Una tercera clase de dificultad tiene su fuente en la vo-
luntad del escritor o en el fracaso de adecuación entre su intención y sus medios
de ejecución (Steiner, p. 22).
A este carácter enigmático del texto, se opone una limitación del lector: la im-
paciencia. Es decir, la falta de docilidad, la distracción, la tendencia a evadir la
dificultad dejándose llevar por las propias fantasías.
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4. Se trata aquí de las dificultades ontológicas, las cuales “nos confrontan con
preguntas terminantes respecto a la naturaleza del habla humana, respecto del
lugar de la significación”, respecto a la necesidad y propósito de escribir. El
autor busca conscientemente la oscuridad; pero no sólo para evitar la banali-
zación de la producción teórica en una sociedad que confunde los textos con
el papel de reciclaje, que publica y divulga a un ritmo acelerado sin criterio
alguno. Algunos autores eligen entonces volverse crípticos, en parte para que
su discurso no se vulgarice y se corrompa, pero también porque su oscuridad
misma es un cuestionamiento de la supuesta transparencia de la comunica-
ción y la falacia de la referencia inmediata.
¿Cuál es la limitación del lector? En lugar de sumergirse en el texto y
dejarse llevar por él, surge la inhibición bajo la forma del “no puedo”, el ejer-
cicio del poder precisamente para oponerse, para no poder. Son mecanismos
psicológicos de oposición, de negación los que el lector pone en acto, negán-
dose a seguir la argumentación por sus sinuosidades y meandros. En lugar
de leer y releer buscando el sentido, cierra el libro diciendo “es muy difícil, no
puedo”.
Ahora bien, los textos, como las amadas inalcanzables de los tiempos
del amor cortés, no se entregan con el primer requiebro, hay que conquis-
tarlos. Son fortalezas que requieren de estrategias e instrumentos para lograr
acceder a ellas. Y como en la conquista de toda fortaleza, el asedio es largo.
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