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Toda neurosis tiene la consecuencia, y por tanto probablemente la tendencia, de expulsar al

enfermo de la vida real, de enajenarlo de la realidad.


El introducir el proceso de la represión {esfuerzo de desalojo y suplantación} en la génesis de la
neurosis nos ha permitido discernir ese nexo. El neurótico se extraña de la realidad efectiva
porque la encuentra insoportable.
Dentro de la psicología fundada en el psicoanálisis nos hemos habituado a tomar como el punto
de arranque los procesos psíquicos inconscientes. La tendencia principal a que estos procesos
primarios obedecen es fácil de discernir; se define como el principio de placer-displacer. Estos
procesos aspiran a ganar placer; y de los actos que pueden suscitar displacer, la actividad
psíquica se retira (represión). Nuestros sueños nocturnos, nuestra tendencia de vigilia a esquivar
las impresiones penosas, son restos del imperio de ese principio y pruebas de su jurisdicción.
El estado de reposo psíquico fue perturbado inicialmente por las imperiosas exigencias de las
necesidades internas. En ese caso, lo pensado (10 deseado) fue puesto {setzen} de manera
simplemente alucinatoria, como todavía hoy nos acontece todas las noches con nuestros
pensamientos oníricos. Sólo la ausencia de la satisfacción esperada, el desengaño, trajo por
consecuencia que se abandonase ese intento de satisfacción por vía alucinatoria. Así se introdujo
un nuevo principio en la actividad psíquica; ya no se representó lo que era agradable, sino lo que
era real, aunque fuese desagradable.

Este establecimiento del principio de realidad resultó un paso grávido de consecuencias.

1. Al aumentar la importancia de la realidad exterior cobró relieve también la de los órganos


sensoriales dirigidos a ese mundo exterior y de la conciencia acoplada a ellos. Se instituyó una
función particular, la atención, que iría a explorar periódicamente el mundo exterior. Es probable
que simultáneamente se introdujese un sistema de registro que depositaría los resultados de esta
actividad periódica de la conciencia -una parte de lo que llamamos memoria-.
En lugar, de la represión, que excluía de la investidura a algunas de las representaciones
emergentes por generadoras de displacer, surgió el fallo imparcial que decidiría si una
representación determinada era verdadera o falsa, vale decir, si estaba o no en consonancia con la
realidad; y lo hacía por comparación con las huellas mnémicas de la realidad.
La descarga motriz, se la usó para alterar la realidad con arreglo a fines. Se mudó en acción.
La suspensión, que se había hecho necesaria, de la descarga motriz (de la acción) fue procurada
por el proceso del pensar, que se constituyó desde el representar. El pensar fue dotado de
propiedades que posibilitaron al aparato anímico soportar la tensión de estímulo elevada durante
el aplazamiento de la descarga. Es probable que en su origen el pensar fuera inconsciente, en la
medida en que se elevó por encima del mero representar y se dirigió a las relaciones entre las
impresiones de objeto; entonces adquirió nuevas cualidades perceptibles para la conciencia
únicamente por la ligazón con los restos de palabra.

2. Una tendencia general de nuestro aparato anímico, que puede reconducirse al principio
económico del ahorro de gasto, parece exteriorizarse en la pertinacia del aferrarse a las fuentes
de placer de que se dispone y en la dificultad con que se renuncia a ellas. Al establecerse el
principio de realidad, una clase de actividad del pensar se escindió; ella se mantuvo apartada del
examen de realidad y permaneció sometida únicamente al principio de placer. Es el fantasear.
3. El relevo del principio de placer por el principio de realidad, no se cumple de una sola vez ni
simultáneamente en toda la línea. Pues mientras este desarrollo se cumple en las pulsiones yoicas,
las pulsiones sexuales se desasen de él de manera muy sustantiva. Las pulsiones sexuales se
comportan primero en forma autoerótica, encuentran su satisfacción en el cuerpo propio; de ahí
que no lleguen a la situación de la frustración, -esa que obligó a instituir el principio de realidad.
Y cuando más tarde empieza en ellas el proceso de hallazgo de objeto, este proceso experimenta
pronto una prolongada interrupción por obra del período de latencia, que pospone hasta la pubertad
el desarrollo sexual. Estos dos factores -autoerotismo y período de latencia- tienen por
consecuencia que la pulsión sexual quede suspendida en su plasmación psíquica y permanezca
más tiempo bajo el imperio del principio de placer, del cual, en muchas personas, jamás puede
sustraerse.
La eficacia continuada del autoerotismo hace posible que se mantenga por tan largo tiempo en el
objeto sexual la satisfacción momentánea y fantaseada, más fácil, en lugar de la satisfacción real,
pero que exige esfuerzo y aplazamiento. La represión permanece omnipotente en el reino del
fantasear; logra inhibir representaciones in statu nascendi, antes que puedan hacerse notables a la
conciencia, toda vez que su investidura pueda dar ocasión al desprendimiento de displacer.

4. Así como el yo-placer no puede más que desear, trabajar por la ganancia de placer y evitar el
displacer, de igual modo el yo-realidad no tiene más que aspirar a beneficios y asegurarse contra
perjuicios. En verdad, la sustitución del principio de placer por el principio de realidad no implica
el destronamiento del primero, sino su aseguramiento. Se abandona un placer momentáneo, pero
inseguro en sus consecuencias, sólo para ganar por el nuevo camino un placer seguro, que vendrá
después.

5. La educación puede describirse, sin más vacilaciones, como incitación a vencer el principio de
placer y a sustituirlo por el principio de realidad.

6. El arte logra por un camino peculiar una reconciliación de los dos principios. Pero él encuentra
el camino de regreso desde ese mundo de fantasía a la realidad; lo hace, merced a particulares
dotes, plasmando sus fantasías.

7. Mientras el yo recorre la trasmudación del yo-placer al yo-realidad, las pulsiones sexuales


experimentan aquellas modificaciones que las llevan desde el autoerotismo inicial, pasando por
diversas fases intermedias, hasta el amor de objeto al servicio de la función de reproducir la
especie. La forma que adquirirá después la enfermedad (la elección de neurosis) de la fase del
desarrollo del yo y de la libido en la cual sobrevino aquella inhibición del desarrollo,
predisponente.

8. El carácter más extraño de los procesos inconscientes (reprimidos), al que cada indagador no se
habitúa sino venciéndose a sí mismo con gran esfuerzo, resulta enteramente del hecho de que en
ellos el examen de realidad no rige para nada, sino que la realidad del pensar es equiparada a la
realidad efectiva exterior, y el deseo, a su cumplimiento, al acontecimiento, tal como se deriva sin
más del imperio del viejo principio de placer. Por eso también es tan difícil distinguir unas fantasías
inconscientes de unos recuerdos que han devenido inconscientes.
Lo Inconsciente (1915)
Introducción.

El psicoanálisis nos ha enseñado que la esencia del proceso de la represión no consiste en


cancelar, en aniquilar, una representación representante de la pulsión, sino en impedirle que
devenga Cc. Se encuentra en el estado de lo Incc y aun así es capaz de exteriorizar efectos,
incluidos los que finalmente alcanzan la Cc.
Lo reprimido es una parte de lo Incc ¿De qué modo podemos llegar a conocer lo Incc? Se
requiere que el analizado venza ciertas resistencias, las mismas que en su momento
convirtieron a eso en reprimido por rechazo de los Cc.
Justificación del concepto de lo Incc
El supuesto de lo Incc es necesario y legítimo, poseemos numerosas pruebas a favor de la
existencia de lo Incc. Es necesario porque los datos de Cc son en alto grado lagunosos: en
sanos y enfermos aparecen a menudo actos psíquicos cuya explicación presupone otros actos
de los que la Cc no es testigo.

Estos actos Cc quedarían inconexos e incompresibles si nos empeñásemos en sostener que la


Cc por fuerza ha de enterarse de todo cuanto sucede en nosotros en materia de actos anímicos
y en cambio se insertan dentro de una conexión discernible si interpolamos los actos incc
inferidos.

En cualquier momento dado, la Cc abarca solo un contenido exiguo, por tanto, la mayor parte
de lo que llamamos conocimiento Cc tiene que encontrarse en cada caso y por los periodos
más prolongados, en un estado de latencia, es decir es una estado de Inconsciencia psíquica.

Sale al paso una objeción: estos recuerdos latentes ya no deberían calificarse más de
psíquicos, sino que corresponderían a los restos de procesos somáticos de los cuales lo
psíquico puede brotar de nuevo. Es fácil replicar que, al contrario, el recuerdo latente es
indudablemente el saldo de un estado psíquico. Esa objeción descansa en la igualación entre
lo Cc y lo anímico.
Es legítimo: esa legitimidad se la aporta al supuesto de lo Incc.

Es más fácil conocer estos fenómenos Incc en otros que en nosotros mismos. Esto tiene que
ver con que lo Incc reprimido ha sufrido un rechazo y desalojo por parte de la Cc.

Al análisis apunta que los diversos procesos anímicos latentes gozan de un alto grado de
independencia recíproca, como si no tuvieran conexión alguna entre si y nada supieran uno de
otros. Debemos estar preparados, por consiguiente, a admitir en nosotros no solo la Cc
segunda, sino una tercera, y quizás una serie inacabable de estados de Cc desconocidos para
nosotros todos ellos y que se ignoran entre sí.
Por la investigación analítica, llegamos a saber que una parte de estos procesos latentes
poseen caracteres y peculiaridades que nos parecen extraños y aun increíbles y contrarían las
propiedades de la Cc que nos son familiares.
Rechazamos la designación de “subconsciencia” por incorrecta y descaminada.

Dentro del psicoanálisis no nos queda, más que declarar que los procesos anímicos son en sí
incc y comparar su percepción por la Cc con la percepción del mundo exterior por los órganos
sensoriales.

El psicoanálisis nos advierte que no hemos de sustituir el proceso psíquico Incc, que es el
objeto de la Cc, por la percepción que esta hace de él.
La Multivoracidad de lo Incc y el punto de vista tópico
Lo Incc abarca por un lado actos que son apenas latentes, incc por algún tiempo, pero en lo
demás en nada se diferencian de los cc, y por otro lado, procesos como los reprimidos, que si
devinieran Cc, contrastarían de la manera más llamativa con los otros procesos Cc.

Usamos la palabra Cc e Incc en el sentido descriptivo, en el sistemático, en cuyo caso


significan pertenencia a sistemas determinados y dotación con ciertas propiedades.

Como resultado del psicoanálisis un acto psíquico en general atraviesa por dos fases de
estado, entre las cuales opera como un selector una suerte de examen (censura). En la primera
fase Él es el Incc y pertenece al sistema Incc. Si a raíz del examen es rechazado por la
censura, se le deniega el paso a la segunda fase; entonces se llama Reprimido y tiene que
permanecer Incc. Pero si sale airoso de este examen entra a la segunda fase y pasa a
pertenecer al segundo sistema que llamaremos el sistema Cc. No es aun Cc, sino susceptible
de Cc. Puede ser objeto de ella, sin una particular resistencia toda vez que se reúnan ciertas
condiciones. En atención a esta susceptibilidad de Cc llamamos al sistema Cc también
“Preconsciente” si se llegara a averiguar que a su vez el devenir Cc de lo Prcc es
codeterminado por una cierta censura, deberíamos aislar entre sí, los sistemas Prcc y cc. Basta
con establecer que el sistema Prcc participa de las propiedades del sistema Cc y que la
censura rigurosa está en el paso del Incc al Prcc.

Si queremos tomar en serio una tópica de los actos anímicos, tenemos que formular 2
hipótesis, una tópica ¿Se trata de dos representaciones en diferentes lugares y una debe
transponerse, ser transcripta en otra para que la Cc se apropie de ella? Y una funcional ¿Se
tratara de una sola inscripción funcionando según reglas diferentes si está sometida al proceso
primario o secundario?

Se niega la posibilidad de localizaciones cerebrales de ninguna índole para estos fenómenos


que consisten en lo específicamente propio de lo psíquico.
Nuestra tópica psíquica nada que ver con la anatomía, se refiere a regiones del aparato
psíquico, situadas dentro del cuerpo, y no a localidades anatómicas.

La primera de las hipótesis, que la fase Cc de la representación significa una transcripción


nueva en ella, situada en otro lugar, es sin duda la más grosera, aunque también la más
cómoda. La segunda hipótesis, la de un cambio de estado meramente funcional, es más
verosímil, pero menos plástica. Con el primer supuesto, se enlaza un divorcio tópico entre los
sistemas Incc y Cc y la posibilidad de que una representación este presente al mismo tiempo
en dos lugares del aparato psíquico y aun de que se traslade regularmente de un lugar a otro si
no está inhibida por la censura, llegado el caso sin perder su primer asentamiento o su primera
transcripción.

Si comunicamos a un paciente una representación que el reprimió en su tiempo y hemos


logrado colegir, no se cancela la represión, al contrario, no se consigue más que una
desautorización de la representación reprimida. De hecho el paciente tiene ahora la misma
representación bajo una doble forma en lugares diferentes de su aparato anímico; primero
posee el recuerdo Cc de la huella auditiva de la representación que le hemos comunicado y en
segundo término lleve a su interior el recuerdo Incc de lo vivenciado. La cancelación de la
represión no sobreviene hasta que la representación Cc, tras vencer las resistencias, entra en
conexión con la huella mnémica Incc. Solo cuando esta última es hecha Cc se consigue el
éxito. Por tanto para una consideración superficial parecería comprobado que
representaciones Cc e Incc son transcripciones diversas y separadas en sentido tópico de un
mismo contenido.
Sentimientos Incc

La oposición entre Cc e Incc carece de toda pertinencia respecto de la pulsión. Una pulsión
nunca puede pasar a ser objeto de la Cc, solo puede serlo la representación que es su
representante.

Si la pulsión no se adhiriera a una representación ni saliera a la luz como un estado afectivo,


nada podríamos saber de ella.
Puede ocurrir que una moción de afecto o de sentimiento sea percibida, pero erradamente.
Porque la represión de su representante genuino fue compelida a enlazarse con otra
representación y así la Cc la tiene por exteorización de esta última. Cuando restauramos la
concatenación correcta, llamamos Incc a la moción afectiva originaria, aunque su afecto
nunca lo fue, pues solo su representación debió pagar tributo a la represión.

Los destinos del factor cualitativo de la moción pulsional que son consecuencia de la
represión pueden ser tres: El afecto persiste como tal, o es mudado en un monto de afecto
cualitativamente diverso (en particular en angustia) o es sofocado, es decir se estorba por
completo su desarrollo.
Esta sofocación es la meta genuina de la represión y su trabajo queda inconcluso cuando no la
alcanza. En todos los casos que la represión consigue inhibir el desarrollo del afecto,
llamamos Incc a los afectos que volvemos a poner en su sitio tras enderezar lo que el trabajo
represivo había torcido. En la comparación con la representación Incc surge una importante
diferencia: tras la represión, aquella sigue existiendo en el interior del sistema incc como
formación real, mientras que ahí mismo al afecto Incc le corresponde solo una posibilidad de
planteo, a la que no se le permite desplegarse.

La diferencia estriba en que las representaciones son investiduras, mientras que los afectos y
sentimientos correspondes a procesos de descarga cuyas exteriorizaciones últimas se perciben
como sensaciones.

La represión puede llegar a inhibir la transposición de la moción pulsional en una


exteriorización de afecto. Esto nos muestra que el sistema Cc normalmente gobierna la
afectividad así como el acceso a la motilidad y realza el valor de la represión, por cuanto
revela que no solo coarta la Cc, sino el desarrollo del afecto y la puesta en marcha de la
actividad muscular. Con una formulación invertida podríamos decir: mientras el sistema Cc
gobierna la afectividad y la motilidad, llamamos normal al estado psíquico del individuo.

La importancia del sistema Cc para el acceso al desprendimiento de afecto y a la acción nos


permite también comprender el papel que toca la representación sustitutiva en la
conformación de la enfermedad. Es posible que el desprendimiento de afecto parta
directamente del sistema Incc, en cuyo caso tiene siempre el carácter de la angustia, por la
cual son trocados los afectos reprimidos. Pero con frecuencia la moción pulsional tiene que
aguardar hasta encontrar una representación sustitutiva en el interior del sistema Cc. Después
el desarrollo del afecto se hace posible desde este sustituto Cc, cuya naturaleza determina el
carácter cualitativo del afecto. En la represión se produce un encuentro de sus destinos
separados. Un afecto no hace su aparición hasta que no se consumado la irrupción en una
nueva subrogación del sistema Cc
Tópica y dinámica de la represión

La represión es en lo esencial un proceso que se cumple sobre representaciones en la frontera


de los sistemas incc y Prcc. Ha de tratarse de una sustracción de investidura (predominando
acá, el supuesto funcional, sobre el tópico)

La representación reprimida sigue teniendo capacidad de acción dentro del Incc; por lo que
debe haber conservado su investidura. Entonces la represión solo puede consistir en que a la
representación se le sustraiga la investidura Cc que pertenece al sistema Prcc. La
representación queda desinvestida o recibe investidura Incc o conserva la investidura Incc que
ya tenía. Hay sustracción de la investidura Prcc o conservación de la investidura Incc o
sustitución de la investidura Prcc por una Incc. Notemos que el paso desde el sistema Incc a
uno contiguo no acontece mediante una transcripción nueva, sino mediante un cambio de
estado, una mudanza en la investidura.

El aludido mecanismo de sustracción de una investidura Prcc no funcionaría cuando estuviera


en juego la figuración de la represión primordial, es que en ese caso está presente una
representación Incc que aún no ha recibido investidura alguna del Prcc y por tanto ella, no
puede serle sustraída

Aquí necesitamos de otro proceso que el primer caso mantenga la represión y en el segundo
cuide de su producción y de su permanencia.

La contrainvestidura representa el gasto permanente de energía de una represión primordial,


pero es también lo que garantiza su permanencia. Es el único mecanismo de la represión
primordial, en la represión propiamente dicha se suma la sustracción de la investidura Prcc. Y
es muy posible que la investidura sustraída de la representación se aplique a la
contrainvestidura.

Proceso de represión en las tres neurosis de transferencia: en el caso de la histeria de


angustia la angustia surge sin que se persiga ante qué. Cabe suponer que por dentro del Incc
existió una moción de amor que demandaba transponerse al sistema Prcc, pero la investidura
volcada a ella desde este sistema se le retiro al modo de un intento de huida y la investidura
libidinal Incc de la representación así rechazada fue descargada como angustia.

La investidura Prcc fugada se volcó a una representación sustitutiva que a su vez, por una
parte se entramo por vía asociativa con la representación rechazada y por la otra, se sustrajo
de la represión por su distanciamiento respecto de aquella (sustituto por desplazamiento) y
permitió una racionalización del desarrollo de angustia todavía no inhibible. La
representación sustitutiva juega ahora para el sistema Cc el papel de una contrainvestidura, en
efecto, lo asegura contra la emergencia en la Cc de la representación reprimida. Por otra parte,
es el lugar de donde arranca el desprendimiento de afecto, ahora no inhibe y en mayor
medida, al menos se comporta como si fuera ese lugar de arranque.

En la segunda fase de la histeria de angustia la contrainvestidura desde el sistema Cc ha


llevado a la formación sustitutiva. El mismo mecanismo, tiene un nuevo empleo, como
sabemos el proceso de represión no está todavía concluido, tiene un cometido ulterior: inhibir
el desarrollo de angustia que parte del sustituto.

Estas precauciones solo protegen, contra excitaciones que apuntan a la representación


sustitutiva desde fuera, por la percepción, pero jamás contra la moción pulsional que alcanza a
la percepción sustitutiva desde su conexión con la representación.

La expresión de la huida frente a la investidura Cc de la representación sustitutiva son las


evitaciones, renuncias, y prohibiciones que permiten individualizar a la histeria de angustia.
La tercera fase repite el trabajo de la segunda. El sistema Cc se protege contra la activación de
la representación sustitutiva mediante la contra-investidura de su entorno. De ese modo
encuentra su prosecución la formación sustitutiva por desplazamiento.

Mediante el mecanismo de defensa puesto en acción ha conseguido proyectar hacia fuera el


peligro pulsional

En general, los intentos de huida frente a las exigencias pulsionales son infructuosos y el
resultado de la huida fóbica sigue siendo, a pesar de todo, insatisfactorio.
[1º Fase: angustia surge sin que se perciba ante que

2º fase: Representación sustitutiva, se le sustrae al representante que vamos a reprimir una


investidura. (La va a tomar otra represión que trabaja como contrainvestidura)
3º Fase: parapeto fóbico, fobia evitaciones, renuncias, prohibiciones)]

Histeria de conversión: La investidura pulsional de la representación reprimida es traspuesta a


la inervación del síntoma. El papel de la contrainvestidura que parte del sistema Cc es nítido,
sale a la luz en la formación de síntoma. La contrainvestidura es lo que selecciona aquel
fragmento de la agencia representante de pulsión sobre el cual se permite concentrase a toda
la investidura de esta última. Ese fragmento escogido como síntoma satisface la condición de
expresar tanto la meta desiderativa de la moción pulsional cuanto los afanes defensivos del
sistema Cc, así es sobre investido y apoyado desde ambos lados, como sucede en el caso de la
representación sustitutiva en la histeria de angustia. La fuerza de la represión se mide por la
contrainvestidura gastada y el síntoma no se apoya solo en esta, sino además en la investidura
pulsional condensada en el que viene del sistema Incc.

Neurosis Obsesiva: La contrainvestidura del sistema Cc procura la primera represión y en ella


se consuma más tarde la irrupción de la representación reprimida.

Las propiedades particulares del sistema Incc

El núcleo del Incc consiste en agencias representantes de pulsión que quieren descargar su
investidura, por tanto en mociones de deseo. Estas mociones pulsionales estas coordinadas
entre sí, subsisten unas junto a las otras sin influirse y no se contradicen entre ellas. Cuando
son activadas al mismo tiempo dos mociones de deseo cuyas metas no podrían menos que
parecernos inconciliables, ellas no se quitan nada ni se cancelan recíprocamente, sino que
concluyen en la formación de una meta intermedia, de un compromiso.

Dentro de este sistema no existe negación, no existe duda, ni grado alguno de certeza. Todo
esto es introducido solo por el trabajo de la censura entre Incc y Prcc.
Por el proceso de desplazamiento, una representación puede entregar a otra todo el monto de
su investidura y por el de condensación, puede tomar sobre si, la investidura integra de
muchas otras. Estos son dos procesos del proceso primario. Dentro del sistema Prcc rige el
secundario.

Los procesos del sistema Incc son atemporales, no están ordenados con arreglo al tiempo.
Están sometidos al principio de placer, su destino no solo depende de la fuerza que poseen y
de que se cumplan los requisitos de la regulación de placer – displacer.

El comercio entre los dos sistemas

Seria erróneo imaginarse que el Icc permanece en reposo mientras todo le trabajo psíquico es
efectuado por el Prcc. El Incc es algo vivo, susceptible de desarrollo y mantiene con el Prcc
una seria de relaciones, entra ellas, la de cooperación. El Incc se continúa en los llamados
retoños, influye de continuo sobre el Prcc y a su vez está sometido a influencias por parte de
este.

Entre los retoños de las mociones pulsionales Incc, hay algunos que reúnen dentro de sí, las
notas contrapuestas. Por una parte presentan una la organización, y por la otra son Incc. Por lo
tanto pertenecen al sistema Prcc, pero de hecho al Incc.

Las fantasías a pesar de su alta organización, permanecen reprimidas, se aproximan a la Cc y


allí se quedan imperturbadas mientras tienen una investidura. Otros tantos retoños del incc de
alta organización son las, que logran irrumpir en la Cc merced a una relación favorable.
A todo esto se lo presenta como lo Prcc. Un sector muy grande de este Prcc proviene de lo
Incc, tiene que el carácter de sus retoños y sucumbe a una censura antes que pueda devenir
Cc. Otro sector del Prcc es susceptible de Cc sin censura. Esto nos lleva a contradecir un
supuesto anterior. Antes situamos la censura entre el Incc y el Prcc, ahora nos es sugerida
entre el Prcc y la Cc. Vamos a suponer que una nueva censura corresponde a todo paso de un
sistema al que le sigue, queda desechado con relación e ellos el supuesto de una renovaciones
continuada de transcripciones.

Por lo tanto, ni con los sistemas ni con la represión mantiene la Cc un vínculo simple. La
verdad es que no solo lo reprimido psíquicamente permanece ajeno a la Cc, también una parte
de las mociones que gobiernan nuestro yo.

Notamos que retoños del Incc devienen Cc como formaciones sustitutivas y como síntomas,
por lo regular tras grandes desfiguraciones respecto de los Incc.

Lo Incc es rechazado por la censura en la frontera de lo Prcc, sus retoños pueden sortear esa
censura, organizarse en un nivel más alto, crecer dentro del Prcc hasta una cierta intensidad de
investidura pero después, cuando la han rebasado y quieren imponerse a la Cc, puede ser
individualizados como retoños del Incc y reprimidos otra vez en la nueva frontera del censura
situada entre el Prcc y Cc, así la primera censura funciona contra el Incc mismo, la segunda
contra los retoños Prcc de él.

La censura entre Prcc y Cc nos advierte que el devenir Cc, no es un mero acto de percepción,
sino que puede tratarse de una sobre investidura.

En las raíces de la actividad pulsional los sistemas se comunican entre sí de manera más
amplia. Una parte de los procesos ahí excitados paran por el Incc como una etapa
preparatoria y en la Cc alcanzan la conformación psíquica más alta. Otra parte es retenida
como Incc. Pero el Incc es alcanzado también por las vivencias que provienen de la
percepción exterior.

El contenido del sistema Prcc proviene en una parte, de la vida pulsional y en la otra de la
percepción.

Una cooperación entre una moción Prcc y un Cc, aun reprimida, puede producirse cuando, la
moción Incc pueda operar en el mismo sentido que una de las aspiraciones dominantes. La
represión queda cancelada para este caso y la actividad reprimida se admite como refuerzo de
la que está en la intensidad del yo, sin que en los demás se modifique para nada su represión.

Una división tajante y definitiva del contenido de los dos sistemas no se establece, hasta la
pubertad.

El discernimiento de lo Incc

Hay diferencias entre las neurosis de transferencia y la esquizofrenia En el caso de la


esquizofrenia se nos impuso el supuesto de que tras el proceso de la represión la libido
quitada no busca un nuevo objeto, sino se recoge en el yo; aquí se resignan las investiduras de
objeto y se reproduce un estado de narcisismo primitivo.

En la esquizofrenia se exterioriza como Cc mucho de lo que en las neurosis de transferencia


solo puede pesquisarse por medio del psicoanálisis.

En la esquizofrenia se observa una seria de alteraciones del lenguaje, las frases sufren una
desorganización sintáctica que las incompresibles para nosotros.

Las palabras son sometidas al mismo proceso que desde los pensamientos oníricos latentes
crea las imágenes del sueño y por desplazamiento se transfieren unas a otras sus investiduras
completamente.

En la esquizofrenia, la investidura de las representaciones palabras de los objetos se


mantienen. Lo que pudimos llamar la representación objeto Cc se nos descompone ahora en la
representación palabra y en la representación cosa que consiste en la investidura, si no de la
imagen mnémica directa de la cosa, al menos de huellas mnémicas más distanciadas,
derivadas de ella. De golpe creemos saber ahora donde reside la diferencia entre una
representación Cc y una Incc. Ellas no son como creíamos, diversas transcripciones del
mismo contenido en lugares psíquicos diferentes, ni diversos estados funcionales de la
investidura en el mismo lugar, sino que la representación Cc abraca la representación cosa
más la correspondiente representación palabra y la Incc es la representación cosa sola. El
sistema Incc contiene las investiduras de cosas de los objetos que son las investiduras de
objeto primeras y genuinas, el sistema Prcc nace cuando esa representación cosa es sobre
investida por el enlace con las representaciones palabra que le corresponden.

La representación no aprendida en palabras o el acto psíquico no sobre investido, se quedan


atrás, en el interior del Incc, como algo reprimido.

La representación palabra proviene por su parte, de la percepción sensorial de igual manera


que las representaciones cosa.

[Representación cosa: no es la imagen, es la materialidad del fonema vaciado de su enlace de


significación. Es aquello que puede descomponerse en silabas.
Representación palabra: Es la organización de una cierta significación.

El sistema Prcc nace cuando la representación cosa es sobre investida por el enlace con la
representación palabra que le corresponde]

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