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CONCEPTO:
Las placas son parte integral (activa, no pasiva) de la convección. Entre las
pruebas que rechazan la vieja hipótesis de las celdas de convección en el
manto sublitosférico como motor de las placas tectónicas, se podrían citar
cuatro: 1) La evolución geométrica de las placas. En la hipótesis clásica, los
límites divergentes y convergentes de placas señalaban las ramas ascendentes
y descendentes de las corrientes de convección, respectivamente. Cuando una
placa tectónica, principalmente si está compuesta por litosfera oceánica,
reduce su tamaño hasta desaparecer, el cambio necesario en la geometría de
la celda de convección es físicamente imposible (celdas con una extremada
relación altura-anchura); 2) Los datos de la tomografía sísmica. Dichos datos
no muestran el patrón esperable en un manto con celdas convectivas que
mueven las placas litosféricas; 3) Los modelos físico-matemáticos de la
convección. Sistemáticamente apuntan hacia geometrías columnares para el
patrón convectivo del manto sublitosférico; 4) Los datos de las velocidades
absolutas de las placas. Que revelan una excelente correlación entre la
velocidad de las placas, la longitud de límites convergentes y la longitud de
dorsales, pero no con su área. Esta última prueba demuestra que las fuerzas
de rozamiento entre el manto sublitosférico y las placas no influyen en el
movimiento de las mismas. Por el contrario, tanto la parte subducida de las
placas (slab), como la levantada en las dorsales (ridges), ejercen fuerzas (slab
pull y ridge push, respectivamente) que favorecen activamente su
desplazamiento. De ahí la nueva imagen de las placas como elemento activo
que impulsa su propio movimiento y protagoniza, en lugar de sufrir, la
convección en el manto (Fig. 2). Esta idea es conocida hoy en día como el
modelo top-down y supone un gran cambio en los conceptos que rigen el
paradigma y un gran avance para poder entender de manera global el
funcionamiento dinámico de nuestro planeta.
b.1) Concepto
Las erupciones volcánicas son una clase de sismo. Los sismos volcánicos son
el 7% de los sismos y se presentan a menos de 20 Km. de profundidad. A
diferencia de los otros la aureola de daños es de pocos Km. porque el foco es
muy puntual y gran parte de la energía se libera en la atmósfera. Cuando las
burbujas del magma alcanzan la zona rígida de la corteza y los volátiles
disueltos cambian a la fase gaseosa, si la presión del fundido es suficiente, se
provoca el emplazamiento del magma en regiones superiores y el escape de
gases que deforman y fracturan la corteza.
b.2) Volcanes
Fig.6.
Esquema fases de la formación de un estrato volcán.
Son aquellos volcanes que se forman en zonas donde las placas tectónicas
divergen una con respecto a otra. En efecto, en esta zona la corteza oceánica
se estira y se separa, formándose una zona débil, por donde emerge el magma
generado en el manto superior. Este asciende impulsada por corrientes de
convección que operan en el manto. Un ejemplo es la dorsal del Atlántico
(véase la figura 7).
Fig.7. Zona de dorsal oceánica, con ascenso de magma y emplazamiento de
lavas.
En estas zonas, una placa tectónica subduce debajo de otra, con una
trayectoria oblicua hacia el manto superior, hasta que alcanza una profundidad
en la que la placa subducida se dehidrata o se funde, e inmediatamente se
forma el magma. Posteriormente, el magma asciende por fisuras y luego es
expulsada hacia la superficie en forma de erupción. Este es el caso de los
volcanes del sur del Perú (véase la figura 9).
Los productos emitidos por los volcanes activos durante los últimos 500 años
causaron enormes estragos a varios poblados, terrenos de cultivo y obras de
infraestructura (carreteras, canales de agua, etc.) localizados en sus
inmediaciones. En la época histórica, los efectos más trágicos sucedidos en el
sur peruano fueron generados por la erupción explosiva del volcán
Huaynaputina en el año de 1600 d.C, durante el cual murieron más de 1500
personas y se destruyeron más de 10 poblados menores localizados en sus
inmediaciones (Thouret et al., 2002).
Para las olas en aguas someras, como las de los tsunamis, la velocidad de
propagación horizontal depende únicamente de la profundidad del fondo
oceánico, siendo proporcional a este valor4 . Cuanto más profundas son las
aguas, más rápido van estas olas. Por ejemplo, en alta mar, donde la
profundidad puede ser de unos cuatro kilómetros, se propagan a una velocidad
de unos 700 kilómetros por hora. Sin embargo, cuando estas olas se acercan a
la costa la profundidad disminuye, y por lo tanto, también la velocidad. Lo que
ocurre en el momento de aproximación de la primera de las olas a la costa es
que esta se va frenando, reduciéndose la distancia hasta la siguiente ola. Por
otro lado, la disminución de la velocidad se ve compensada con el aumento de
la altura de la ola. De este modo las olas que en alta mar tienen amplitudes de
un metro, pueden llegar a tener amplitudes de veinte metros cerca de la orilla.
Finalmente, al llegar la ola a la costa, el agua continúa su avance con gran
fuerza por las zonas secas. Normalmente estas olas se observan en la costa
como una marea que evoluciona rápidamente, pudiendo repetirse este
fenómeno varias veces. Se llama altura de la inundación o “run-up” a la máxima
altura sobre el nivel medio del mar que alcanza el agua. Si la parte de la
primera ola que llega a la costa no es la cresta sino el “valle”, entonces se
observará que las aguas se retraen, dejando al descubierto zonas normalmente
inundadas y a continuación, el avance del agua tierra a dentro.
Evidentemente que las ciudades y países emplazados en estas zonas o cerca
de ellas están más propensos a recibir los embates de la naturaleza, con el
consiguiente daño en la población. Tal es el caso, por ejemplo, del borde oeste
de Sudamérica en que países como Chile y Perú, entre otros, son afectados
constantemente por movimientos telúricos que en ocasiones llegan a ser
grandes terremotos. En efecto, el registro histórico demuestra que a lo largo de
la historia geológica de esta porción de Sudamérica se han suscitado, casi con
una periodicidad sorprendente, una serie de sismos de gran intensidad.
Notables, por las consecuencias devastadoras, son los terremotos de
Concepción y Valdivia en la década de 1960, Y particularmente el terremoto de
Valdivia que alcanzó una intensidad superior al grado 8 en la escala de Richter,
lo que constituye la máxima intensidad alcanzada por un sismo del que se tiene
registro en el mundo. La configuración tectónica del borde oeste de
Sudamérica revela la existencia de un límite convergente de placas del tipo
placa oceánica-placa continental en el que la Placa de Nazca es subducida
bajo la Placa Sudamericana. Tal convergencia es la causante de la focalización
de terremotos y de la configuración de una cadena volcánica (Cordillera de Los
Andes) con la mayor concentración de volcanes activos del mundo.