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Viajes
1- Espero que cambie la luz y cruzo la calle. Cuando llego al otro lado aprieto
el botón en la máquina. Nada ocurre, o por lo menos eso es lo que parece.
2- Doblo la esquina. Allá adelante veo el cruce de los semáforos. Del otro lado
está el supermercado.
3- Caminó por la larga calle buscando la sombra de los árboles. Cuando llegue
al supermercado probaré si la máquina funciona.
4- Salgo de casa. El sol raja la tierra. Delante de mí, la calle es tan larga que
parece interminable. Pero en realidad dos cuadras más allá está la esquina,
luego el supermercado.
5- Estoy en casa. Pienso en matar dos pájaros de un tiro. Voy a hacer las
compras y aprovecharé la oportunidad para darle marcha a la máquina y
ponerla en funcionamiento en un entorno completamente cotidiano. La idea es
no perder tiempo.
6- Ya salí de casa. El sol raja la tierra y se ve el aire caliente flotando, como la
previa tensa a un espejismo. Busco la sombra de los árboles. La calle parece
no tener fin.
7- Busco la sombra. Camino rápido. Allá adelante por fin se ve la esquina.
8- Doblo la esquina. Se ven los semáforos. Cruzándolos llegó al
supermercado.
9- La luz cambia. Cruzo la calle y aprieto el botón en la máquina. Nada ocurre.
Protoviaje
Circular 1
Alejandría
Ptolomeo Soter retiró la vista del ventanal que daba al gigantesco faro en el
centro de la bahía. Había abierto los ojos hacía dos segundos, pero no lo sabía.
Caminó con paso decidido los seis metros hasta el ventanal opuesto
esquivando las cortinas de seda que agitaba el viento en un sereno vaivén. En
su rostro se leía el enojo apenas contenido. Cuando se asomó al amplio
ventanal abrió los ojos bien grande. Se arrimó hasta el borde mismo del balcón
exterior y vio la bulliciosa ciudad debajo con una expresión que por momentos
parecía de ira, aunque en realidad fuera de asombro. Había aprendido hacía
mucho, cuando comandaba las tropas que asaltaban Babilonia, que no debía
demostrar asombro. Un hombre adorado como un dios no podía mostrar esas
pasiones tan mortales. Miró a un lado y al otro, centró la vista y se refregó los
ojos. Debajo suyo resaltaba el Mausoleo, y más allá el tremendo Gimnasio,
pero cuando miraba a su derecha no daba crédito a lo que veía.
Apenas vio la Biblioteca con su techo acristalado, giró intempestivo como
si lo que hubiera visto le repugnara hasta lo insoportable. Pareció tomar aire
para hablar, como si quisiera escupir una tormenta.
—¡Arquitectos! Llamen de inmediato a mis arquitectos —gritó y nadie lo
escuchó en el interminable palacio vacío—. ¡Dioses! ¿Quién ha movido mi
biblioteca? ¿Qué desastre natural, qué oscura magia o demencia me invade
para ver tan trastocada mi ciudad? ¡Alejandro! ¿Qué han hecho con tu templo?
Y fue como si estuviera por romperse a llorar. Trastabilló y se tomó como
pudo del velo que caía de uno de los pilares de la cama.
—¡Arquitectos! —gritó una vez más agitando el brazo libre—. ¿Cómo es
posible…?
Y se congeló en seco. Toda la escena lo hizo. Permaneció con el brazo
levantado y la boca abierta a medio camino de terminar la frase. El viento
pareció dejar de soplar y la fuerza de gravedad anularse. Las cortinas flotaban
inmóviles en el aire. El bullicio de la ciudad se apagó. El rugido del mar fue
silenciado. Un aguilucho que había osado aproximarse a las alturas del palacio
quedó petrificado a medio vuelo, como si colgara del cielo pendiendo de un
hilo invisible. El inmenso y celeste cielo, apenas tamizado por alguna blanca
esporádica nube desapareció al instante siguiente. En su lugar quedó una
inmensidad de color verde. Dos rostros enormes miraban la ciudad como si los
dioses se hubieran apersonado ante el reclamo y las maldiciones del ilustre
mandatario. Dos gigantes enormes que dominaban medio horizonte. Uno tenía
el cabello rojo y la cara blanca plagada de pecas. El otro tenía una incipiente
calvicie que contrastaba con su rostro barbado. Ambos llevaban anteojos y sus
rostros estaban serios, en gesto exagerado de profunda reflexión. Debajo del
cuello, sobre la línea de las casas más bajas del barrio del Gimnasio, llevaban
un membrete con enigmáticos mensajes sobre un uniforme azul oscuro. En el
de uno decía: Prof. Lic. Eugene Dover, Realidad Virtual, Centro VRTaps; en el
del otro: Lic. Edgar Harris, Imitación de Personalidades, Centro VRTaps.
—La recreación de Ptolomeo es genial, licenciado… Ha reaccionado como
si se creyese real —dijo Dover sin sacar la vista del ventanal del palacio.
—Sí, ha sido un gran logro. Teníamos suficiente información para hacerlo.
Es una pena no poder decir lo mismo de la Biblioteca —respondió Harris y
sonó irónico.
Permanecieron unos segundos en silencio.
—Por lo menos ahora sabemos que ahí no estaba situada —pareció no
inmutarse el profesor—. Ahora la mejoraremos.
—Por supuesto -respondió el otro y ambos desaparecieron.
Al instante el cielo tomó de nuevo la tonalidad de un diáfano celeste, las
escasas nubes retomaron su camino, y el viento volvió a soplar desde el mar.
Futuros
El Hombre de la Bolsa
Conrados
El Milagro
Circular 2
Trenes
Sólo alguien que haya estado así de cerca puede llegar a entenderlo.
Cuando el tren pasa a medio metro de tu cara, no es el viento, ni el vértigo, ni
ninguna morbosa tendencia al suicidio. Son muchas otras cosas las que te
pasan.
De niño vivía a tres cuadras de las vías del tren. No había castigo que
surtiera efecto para que me alejara de ese cruce y con el tiempo dejaron de
castigarme, hasta que incluso casi no se me decía nada, como si nuestros
juegos fueran los mismos de todos los otros niños del mundo. Y es que era la
única complicidad verdadera en la que participábamos todos los chiquilines de
la cuadra. Inventábamos campeonatos de futbol para poder llegar hasta las vías
y ver la procesión de vagones, de monótonos pero salteados colores. Muchas
veces los juegos rondaban la travesura, pero la mayoría de las ocasiones nos
quedábamos sentados viendo como el tren pasaba. Con los años la distancia
desde donde se realizaba la contemplación se fue acortando y para la época en
que éramos adolescentes, parábamos a dos metros de la vía. Le conocíamos
todos los horarios y los conductores no saludaban a bocinazos desde varias
cuadras atrás. Eran saludos o advertencias, de cualquier forma poco podían
hacer para que alejarnos o para que dejáramos de competir para ver quien
apostaba más temerariamente la hombría o la vida, dependiendo la
perspectiva.
Una tarde, Octavio, un muchacho que vivía a media cuadra, me dijo algo
que por supuesto aún recuerdo, a pesar de que han pasado décadas. Dijo: el
tiempo es como un tren. Vemos como pasa pero nada sabemos de él. Yo no lo
comprendí sino hasta años más tarde, una noche a escaso medio metro de las
vías. Tuve que alejarme del cruce, hasta de mi barrio donde siempre viví. En
otra tierra, donde los trenes son trenes de verdad y no locomotoras viejas que
cargan cinco o seis monocordes vagones llenos de leña o piedra como si los
arrastraran por el desvencijado paisaje, como una castigo de épocas muy
alejadas, entendí que era necesario no verlo al tren, no distinguir sus detalles
más que la mancha que pasa y el viento que te abofetea. Sólo entonces es
posible comprender lo que quiso decir aquella vez Octavio, el muchacho alto
de la vuelta de la esquina. Su certeza es inapelable: en efecto, el tiempo es
como un tren. Pero uno veloz, que pasa y nos despeina y del cual apenas
intuimos su naturaleza. Porque lo mismo ocurre con el tiempo, el cual
sentimos pasar, a pesar de ser unos completos ignorantes en cuanto a cualquier
otra cosa que se le relacione. ¿De qué está hecho el tiempo? ¿Qué lo
compone? Nosotros percibimos de él una leve mascarada. Pasado, presente,
futuro, se nos presentan como una burda trasfiguración de los sentidos. Decir
que de eso está compuesto es como decir que la rojez, la amarillez o la
blancura, son características que resumen una rosa. Si se tratara de aquel
vetusto tren que pasaba a trecientos metros de la casa de mi infancia, yo podría
ver detalles de su interior, distinguiría el color de los asientos, su textura, hasta
podría saber cuáles son los más rotos, detalles de esos una millonada. Podría
ver unos supuestos pasajeros y hasta dilucidar a dónde se dirigen por la
calidad de sus vestimentas. Por eso sólo pude entender la frase de mi amigo
cuando otro tren me sacudió la cara. Nada pude ver de su interior, apenas una
mancha que cortaba el paisaje. El tiempo, como el tren, sólo se siente pasar,
pero su naturaleza, de llegar a existir, es un incomprensible misterio. Es como
que ahora a mí me dijeran que no hay ningún tren y que únicamente es viento,
o un producto de mi imaginación.
Volví a mi barrio una tarde de otoño, treinta años después. Al ir llegando un
escalofrío me recorrió la espina dorsal ya que todo lucía idéntico. Me sentí
presa de una extraña alucinación melancólica. Los mismos pastizales amarillos
llenos de abrojos que recordaba de mi infancia; el basural en la misma
esquina; las viejas chismeando en la vereda en barridas que duran toda la tarde
como sumidas en una eterno estado septuagenario producto de un pacto con
Dios o con el Diablo; el aire pesado con olor a siesta y a muerte rancia, a agua
estancada en las cunetas; cartuchos de belleza erguida que parece suplir la
ausencia total de olores endulzados; las moscas pegándose en la frente a pesar
de cualquier denodado esfuerzo por evitarlo. Luego supe que lo único que ha
cambiado es que el tren hace años no pasa y que poco a poco se han ido
robando la vía y los durmientes. Y que ahora hay un baldío largo y vacío,
donde ni los pungas vagabundean. Supe que hace mucho, poco después de mi
veinteañera partida, uno de esos trenes se llevó puesto a mi vecino Octavio
esparciendo su cuerpo hasta el barrio lindero. Nadie sabe muy bien si fue un
error de cálculo o algo premeditado, pero nada me llamó demasiado la
atención. Después de todo, como a cualquier otro, lo que se lo llevó fue el
tiempo.
Conversiones
Generales y Analistas
Circular 3
8 de la noche
Observé otra vez el charco de sangre que pasaba por debajo de la puerta del
armario y me sentí horrorizado. No había forma de acostumbrarse a la imagen.
No sé cuánto tiempo permanecí allí petrificado, aunque ya importara poco.
Ernesto había cumplido su temerosa proclama. No era un juego más, otra
desmedida manifestación de su narcisismo, realmente había asesinado a un
policía. Y había pretendido esconder el cuerpo en un armario de escaso metro
cuadrado.
Las cosas habían sido llevadas hasta el extremo y no había mucho que
hacer, sólo una cosa. Accionar la maquinaria.
Cabía en el hueco de una mano. Recuerdo pensé: cómo es posible que una
tecnología como esta se recicle en un tamaño tan compactado. Claro que se
debió pensar lo mismo de los primeros relojes de muñeca.
Luego, sin otro pensamiento profundo de por medio, la accioné. Otra vez
cerré los ojos como venía en las recomendaciones y sentí el flujo temporal que
como una brisa veraniega me rozaba la piel.
Cuando volví miré el reloj.
7:22 de la tarde
Estaba a tiempo. Ernesto aún no había hecho nada. Se escuchaba el ruido
de un patrullero acercándose. Sabía lo que ocurriría y podía evitarlo. O por lo
menos hacer el intento.
El patrullero se detuvo frente a la entrada.
—Hay que enfrentarlos —gritó Carlos.
—No podemos dejar que nos quiten la investigación —acompañó la
moción Ernesto—. No ahora que hemos tenido éxito.
—Un momento —grité llamando la atención—. Ya sé lo que va a ocurrir.
Todos me miraron.
—Esto ya ocurrió. Yo accioné la máquina a las ocho de la noche y regresé a
este tiempo. No nos tenemos que enfrentar.
—¿De qué estás hablando? Nos van a sacar del proyecto a la fuerza. Eso es
inaceptable —exclamó Ernesto y amenazó ir hacia la entrada.
—Esperá, Ernesto. Escucháme lo que te digo —intenté en vano sonar
convincente—. Esto termina mal.
—Si alguien entra por esa puerta yo le parto este fierro en la cabeza —dijo
blandiendo un tubo de metal con la mano derecha.
—Ya sé, ya sé —le dije—. Esto ya lo dijiste. Va a entrar un policía. Y vos
lo vas a golpear con tanta puntería como mala fortuna. Si matamos a un
policía no sólo nos van a sacar del proyecto.
Me miró como si yo estuviera delirando. Luego se deshizo de mi brazo y
salió de la sala en el preciso instante en que abrían la puerta del edificio.
8 de la noche.
Otra vez estaba frente al armario. Esta vez había permanecido más tiempo
observando la sangre brotar desde debajo de la puerta pues ya escuchaba las
sirenas de otros patrulleros llegando por las calles vecinas. Observé el gran
espejo que había frente a la entrada y que me devolvía una imagen difusa,
como si no fuera yo el que me observaba cabizbajo, como si el original se
hubiera perdido en los recovecos del tiempo y de paradojas sin sentido. Ese
que me observaba tenía para conmigo esa doble recriminación: era la sombra
de otra sombra.
Extraje con lentitud la máquina de mi bolsillo. Con auténtica resignación y
bastante menos motivado volví a apretar el botón.
7:22 de la tarde.
—No entiendo por qué salta 38 minutos.
—¿Cómo? —preguntó Carlos.
—Digo… Es la quinta vez que aprieto el botón de la máquina y que viajo al
pasado.
—¿De qué estás hablando? —se interesó Ernesto.
—Eso, lo que digo. No sé para qué me canso de repetirlo si nunca me
escuchan.
—¿Activaste la máquina? ¿Estás loco? ¿Cómo pudiste?
—Bueno, fue necesario. Era eso o ir preso.
Se escuchó el ruido del patrullero acercándose. Los otros dos se
sobresaltaron.
—Hay que enfrentarlos —dijo Carlos.
—¿No escucharon lo que les estoy diciendo? Esto ya ocurrió muchas veces.
—Estás loco. Nos van a sacar del proyecto —dijo Carlos.
—Si alguien entra por esa puerta yo le parto el fierro en la cabeza —
completó Ernesto.
—Uh, que genial. Y con eso cómo se evita que nos saquen del proyecto.
Me miró con ese gesto en la cara que ya empezaba a desagradarme y salió
por la puerta de la sala.
7:22 de la tarde.
—Rápido, Carlos...
—Te escucho.
—Quiero saber algo, rápido. Si la máquina fuera activada, y si saltara sólo
a 38 minutos, ¿a qué podía deberse eso? —dije tomándolo de los hombros.
—¿Qué querés decir con que la máquina fuera activada —se alarmó.
—No importa. Tómalo cómo una hipótesis. ¿A qué se debería que salte por
sólo 38 minutos?
—Bueno... —lo pensó—. Con seguridad a que ese es el calibre de la
máquina. Hay que calibrarla si se quiere ir hacia delante o hacia atrás y
también hay que programarle el tiempo que se quiere. La máquina ya está
calibrada.
El patrullero frenó aparatosamente afuera del edificio.
—La policía —dijo Ernesto.
Los dos se sobresaltaron. Yo los miré serio.
—Hay que resistirse —dijo Carlos.
—Enfrentarlos —lo corregí.
—Sí, hay que enfrentarlos.
Lo miré a Carlos.
—Escucháme. ¿Cómo hay que calibrar la máquina para que salte más de 38
minutos?
—¿Qué...? Es complicadísimo. Empezando que deberías desarmarla.
—¿Y cómo podría saltar más de 38 minutos sin calibrarla?
—Si alguien entra por esa puerta yo le parto el fierro en la cabeza —
profetizó Ernesto.
—Sí, sí, muy bien campeón. No le tengas piedad —le dije y lo miré a
Carlos—. Decíme qué hay que hacer —y sonó a orden.
—Bueno... Apretála más de una vez.
—¿Me estás hablando en serio? —le dije y ahora pienso que es absurdo
que no lo haya pensado antes.
Ernesto me mira y reproduce una vez más esa cara que se supone deba
darme miedo. Luego sale por la puerta de la sala.
Escucho una vez más el chirrido de la puerta del frente. Después un caótico
revuelo. El ruido del golpe. El pesado cuerpo que cae ya sin vida en el piso del
hall de entrada.
Carlos me mira desesperado. Pienso que tal vez es mi gesto de vulgar
aburrimiento lo que más desasosiego le produce, aún más que la situación; mi
cara de supermercado.
Ernesto vuelve luego de unos minutos, que a Carlos, transformado en
pétrea víctima de Medusa, le resultaron segundos. En las manos trae sangre,
nada comparado con el gesto de asesino que trae en la cara.
Carlos tartamudea una diez Q seguidas.
Yo los miro displicente.
Se escuchan múltiples sirenas casi desde todas las direcciones.
Ambos salen disparados, como si se hubiera activado una alarma de
incendios.
A los doce minutos yo miro el charco de sangre que sale por la rendija de la
puerta del armario, donde Ernesto escondió (más por un movimiento reflexivo
relacionado con la culpa, que como una previsión para no ser descubierto) el
cuerpo del policía al que le partió el cráneo de un único y desafortunado golpe.
8 de la noche.
Afuera se han sumado dos patrulleros. Saben con exactitud lo que ha
ocurrido y no buscan por ahora arrestar a nadie. Están parapetados. Y a lo
primero que se mueva lo van a llenar de agujeros.
Escucho disparos en la parte trasera del edificio que me sacan las dudas de
hacia dónde han huido mis compañeros.
La visión del charco de sangre que crece cada vez más me despabila.
Debo apretar el botón en la máquina, ahora más de una vez.
Cierro los ojos como me han aconsejado y siento el flujo temporal que
como una brisa veraniega me roza la piel.
Cuando vuelvo miro el reloj.
7:22 de la tarde.
—No es tan fácil apretar más de una vez el botón. Cuando lo hacés la
primera vez el flujo temporal literalmente te acaricia. Podría estar intentándolo
toda la eternidad. Aunque si en realidad lo que estoy haciendo es fabricar un
rulo temporal, y el tiempo transcurre siguiendo un círculo cerrado, nunca
podría hablar de eternidad.
—¿De qué estás hablando?
—Lo que yo quisiera saber es quién fue el imbécil que calibró la máquina
hacia atrás 38 minutos.
—Escuchá las sirenas —grita Ernesto.
—La policía —grita Carlos. En la primera versión de los acontecimientos
el que hacía este grito era yo, pero desde que apreté el botón por primera vez
se han turnado entre ellos.
—Hay que enfrentarlos —grita uno de ellos, ya no distingo cuál.
Me dejo llevar por mis propios pensamientos. Pasa Ernesto saliendo por la
puerta, pasa el revuelo y los ruidos de golpes, pasa cuando entra de nuevo,
cuando huyen, cuando salgo hasta el hall. Esta vez, hay lágrimas en mis ojos.
8 de la noche.
Me tranquilizo. Siento el olor metálico de la sangre que se asoma por la
rendija de la puerta y que parece desplazarse en mi dirección. Parece que cada
vez fuera más grande. Las sirenas. Es imperioso que apriete dos veces o más el
botón de la máquina. Escucho los disparos. Me concentro. Lo aprieto con los
ojos cerrados. Siento la brisa cálida. Espero un instante. Abro los ojos.
7:22 de la tarde.
Carlos me toma por los brazos y me sacude como un histérico. Tiene el
rostro desencajado.
—¡Apretálo otra vez! ¡Apretálo! ¡Apretálo ahora mismo! ¡Apretá ese puto
botón! —grita como un loco mientras me sacude.
8 de la noche.
—¿Qué ha ocurrido? ¿Dios mío qué ha ocurrido? —digo en voz alta.
Estoy en el hall, no hay sangre saliendo del armario. Las luces pulsantes,
azules y rojas, surcan como el haz de un faro doble sobre la pared que da al
auditorio.
Ernesto está tirado boca abajo en el medio del piso. Su sangre mancha las
baldosas blancas y no se mueve. La puerta de salida está medio abierta. Es la
pierna del policía, cuyo cuerpo descansa en una postura curiosa hacia afuera
del edificio lo que la tranca. Sale humo desde la vereda de enfrente. Se
escuchan sirenas desde todos lados. Provienen de patrulleros, pero también de
alarmas de incendios. Escucho disparos viniendo de mi derecha. Desde mi
izquierda responden el fuego. Veo gente corriendo por la calle. Se escucha el
ruido de una vidriera al romperse.
Busco en mi bolsillo la máquina. No encuentro nada.
Y escucho la risita alocada de Carlos dentro de la sala.
El Proyecto Aurora
1
Vilka Rinóv nació en Oslo, Noruega, el 13 de abril del año 2027. Una fecha en
el tiempo, un lugar, un personaje. Poco importan sus años de juventud; sólo
que se graduó en Cuántica en el 2045 en la Universidad de Lillestrom con
grandes honores. Hijo de un hombre acaudalado, dueño de grandes empresas
de forestación tanto en Escandinavia como en Canadá y en Groenlandia, no
demoró demasiado en irse a vivir a Ottawa. Allí se recibiría en Física, en el
2050, después de varios años en los que conseguiría el más envidiable
promedio de calificaciones. En el 2052 me conoció a mí, Aarón Stenbart, y al
año siguiente a Cintya Williams quién lo terminaría llevando a vincularse al
grupo después de lo ocurrido durante el Proyecto Mercurio.
El proyecto Mercurio se llevó a cabo en julio del 54. La idea era simple. No
entraré en términos técnicos así que sólo diré que se intentaba descubrir… o
implementar una nueva forma de energía; una energía que podría desdoblar la
continuidad espacial y darle al hombre un salto en teoría infinito hacia el
oscuro universo. Por supuesto que hubo importantes críticas de los sectores
públicos hacia este experimento, pero esto no afectó el continuo flujo de
capitales privados que en realidad lo posibilitaba. Se intentaría enviar una
sonda minúscula llamada "Adventer", desde una órbita terrestre en Base II
hasta una órbita gravitacional segura en torno al planeta Mercurio. Esto de por
sí sólo no representaba nada revolucionario, pero sí que se hiciera en un
espacio de tiempo como mínimo incomprobable. Se eliminaba de la ecuación
el elemento tiempo. El tiempo ya no era un problema. Y de ahí todas las
críticas de los conservadores, o de los bien llamados "einstenianos".
Todo ocurrió como debía. Se propició el desdoblamiento y la sonda
desapareció. El único detalle fue que a continuación nadie encontraba al
Adventer. No estaba en Mercurio ni en ninguna parte. Lo cierto es que este
suceso implico un rotundo fracaso. Todos los miembros del proyecto fueron
separados, la teoría del desdoblamiento espacial una vez más fue descartada, y
nadie volvió a hablar del Proyecto Mercurio.
Hasta que en el año 2058, Vilka, Cintya y yo, cursando Astrofísica, nos tocó
estudiar el Proyecto Mercurio. Mi amigo se obsesionó con el caso. Lo leyó
cientos de veces y comenzó a investigar.
Siempre resaltaré el espíritu vigoroso de mi buen amigo Vilka; eso lo
llevaría a ser un genio. Pasaba días enteros en investigaciones descabelladas y
cuando algo se le metía en la cabeza no paraba hasta conseguirlo. Nunca he
visto hombre más terco que él.
Terminamos con la presentación que nos correspondía en la Universidad y
de todos modos siguió investigando. Y así, con ese método alocado de probar
todas las posibilidades por más descabelladas que puedan parecer, llegó a una
increíble conclusión. El Adventer, la sonda del Mercurio, no había
desaparecido sino muy por el contrario se encontraba en una bodega del
gobierno... desde hacía cincuenta años.
Lejos de dar explicaciones, mi amigo, apenas ofrecida esta revelación se
puso en campaña para reunir a los que habían trabajado ideando el Proyecto
Mercurio. Encontró al doctor Slimov y a los profesores Keller y Dinapolis.
Los reunió en Montreal y les dijo lo mismo que a mí aquel día en la
Universidad, en las mismas escuetas palabras. Se le rieron en la cara. Keller se
incorporó y amagó en irse. Vilka les mostró fotos, fotos viejas; la primera de
ellas borrosa. Apenas la miraron y se siguieron riendo. Vilka les enseñó la
segunda y las tres sonrisas desaparecieron. La foto mostraba al Adventer
desarmado, empaquetado en varias cajas recién abiertas y cubierto de polvo.
—¿De dónde sacó esta foto Rinóv? —le preguntó Keller.
Vilka, con tranquilidad y haciendo gala del control de la situación, les
explicó que la procedencia de la foto no era lo realmente importante en todo
eso sino lo que mostraba. El "Adventer", lleno de polvo y en partes, en una
bodega en Boston desde el año 2012. Pidieron inmediatamente explicaciones y
Vilka explicó.
El Adventer había sido encontrado por el gobierno estadounidense a finales
del año 2011 en una órbita geoestacionaria a 32 kilómetros de la tierra. Los
técnicos lograron entender el sistema operativo y ante el hecho de que nadie se
hizo responsable por la sonda la bajaron a tierra. Fue de inmediato
desmantelada por órdenes gubernamentales y también de inmediato fue
empaquetada y guardada en esa bodega de Boston.
Keller le dijo a Vilka que 32 kilómetros era la distancia en la que estaba
Base II el lugar desde el que se había lanzado el Adventer.
—Exacto —fue su única respuesta.
—Pero la Estación Segunda es del año 2033 —recalcó Keller.
—Exacto —volvió a responder Vilka. Esta vez algo inusual estaba
ocurriendo en su rostro. Sonreía.
2
Mi amigo había descubierto ciertos documentos que demostraban la ubicación
del módulo Adventer en una bodega gubernamental desde hacía casi cincuenta
años.
El profesor Keller dijo que si bien era el impulsor teórico del proyecto, este
había sido ya ideado antes por otro hombre, el profesor Mathelson durante la
década del veinte. Aparentemente Mathelson había descubierto ciertos
conceptos avanzados para su época y por supuesto se había tomado el trabajo
de realizar su propio experimento de desdoblamiento espacial. Este
experimento también había fallado por las mismas a esta altura obvias razones
que fallaría (o que falló) el Proyecto Mercurio. Este hombre jamás había
hecho públicas las fuentes de su inspiración, mas Keller sabía de su propia
palabra que había descubierto en Boston un artefacto el cuál le había llevado a
idear aquel proyecto anterior al Mercurio.
Todo llevaba a una increíble paradoja. La sonda Adventer lanzada por el
Mercurio no había desdoblado el espacio en la forma esperada, había
desdoblado el tiempo. Y había aparecido en el año 2011 o aún antes. Por
razones bastante misteriosas, el gobierno estadounidense se tomó el trabajo de
bajar el artefacto para luego archivarlo sin siquiera haberlo ojeado. Años
después, en la década del 20, Mathelson lo descubrió mientras husmea en una
bodega desconocida de Boston. La tecnología de avanzada para la época del
Adventer, dirigida a la consecución del desdoblamiento espacial, lo inspiró
para formular una teoría y practicar un experimento. Este proyecto, treinta
años más tarde inspiró a su vez a un grupo de personas y de ahí surgió el
Proyecto Mercurio que terminaría lanzando Adventer hacia el pasado. La
causalidad conceptual ganaba una vez más una aguerrida batalla. El Adventer
había desaparecido en el 2054 malogrando el Proyecto Mercurio, para
propiciar su propia existencia; siendo el concepto el que se inspiraba y se
propiciaba a sí mismo.
Por primera vez en la historia conocida de la humanidad había acontecido
algo de la magnitud de un viaje en el tiempo. Por lo menos desde nuestra
perspectiva.
Pronto los curiosos datos del viaje circular del Adventer quedaron de lado
para darle lugar a todo el espectro de posibilidades que se habría para la
investigación. De inmediato se decidió crear un grupo de estudio con metas
futuras de una posible experimentación. Vilka exigió tener un rol ejecutivo en
el grupo y nos incluyó a nosotros dentro del proyecto. Nada podría salir a la
luz pública y el gobierno no debía tomar partido. Keller movió sus contactos
en Norteamérica y Dinapolis lo hizo en la Comunidad Europea.
Pronto el proyecto bautizado "Aurora" contaba con cuatro o cinco
fuertísimos capitales internacionales privados, por lo que se podía decir que en
teoría el dinero no constituía un problema para el desarrollo de las
investigaciones y experimentos que fueran pertinentes.
Todo partía de una idea simple, tales son los nuevos pilares de la
investigación científica instaurados luego de la Revolución Cultural del año
2025: El modulo del Mercurio había desdoblado en realidad tanto tiempo
como espacio. El Adventer había recorrido la distancia en el espacio que
separaba la Tierra del año 2054 y la Tierra del año 2011 en una fracción de
tiempo en teoría inexistente. Aunque sería más correcto decir improbable.
Había que entender que los dos puntos en el espacio estaban separados por 43
años de luz en continuo movimiento. Sabido era ya desde hacía mucho que
aquel que lograra recorrer esa distancia de 43 años-luz a la misma velocidad
de la luz, "alcanzaría" también ese momento en el tiempo. Un ejemplo claro de
esta divulgada teoría es el siguiente. Una estrella en el cielo brilla y nosotros
vemos la luz que ella emana. Esta estrella se encuentra a mil años luz de
distancia de modo que la luz que nos llega, su imagen, en realidad es vieja y
no nos dice nada del tiempo presente en torno a dicha estrella. Lo que nos dice
el espectro de luz proveniente de la estrella es cómo era hace mil años. Podría
ser que ya no esté ahí, que se halla extinguido y que lo que nosotros vemos (y
que veremos por el próximo milenio) sea una imagen del pasado viajando a
través del espacio. Un desdoblamiento espacial de los teorizados tanto en
torno al proyecto Mercurio como al proyecto de Mathelson, que nos llevara
hasta esa estrella sin desdoblamiento temporal intencional estimado con
anterioridad, nos llevaría mil años al futuro, a una estrella que en la Tierra aún
no existe tal como la veríamos. Por supuesto que en teoría, de la misma forma
podría hacerse hacia el pasado.
Por cierto creo adecuado hacer algún comentario pertinente para
contextualizar el modo de pensar de los científicos de mi época. Hace tiempo
se ha admitido la posibilidad del viaje en el tiempo, pero nunca se ha
conseguido. Las concepciones de destino por ejemplo, dominan la
idiosincrasia actual. De esta forma el futuro ya existe, igual que en algún
lugar, de algún modo también lo hace el pasado. Los campos dimensiónales,
sólo limitados por la luz y su trayectoria, plagan el Universo.
De igual manera, es justo decir también que en nuestra idiosincrasia ya no
existe la religión, y es de total conocimiento la repulsión de parte de la
Comunidad Científica durante la Revolución Cultural hacia todo lo referente.
Se ha admitido, y ya es de creencia popular, que la peor calamidad para el
avance y la evolución del ser humano ha sido la religión. De esta forma la
Revolución Cultural dio a luz una cultura atea, dedicada al conocimiento y a la
reivindicación del ser humano como responsable y garante único de su propia
existencia y de su propia conciencia.
Pero acerca de todo esto yo sólo sé lo que me enseñaron en mis estudios y
no quiero versar en temas que no sean de mi profunda sapiencia, por lo que
pondré punto final a este respecto diciendo tan sólo que nuestra cultura es en
esencia liberal y a la vez moralista.
Vilka también tenía estos pensamientos en su cabeza, pero los tomaba de un
modo aún más fatalista. Decía lo mismo que yo acerca del retroceso que
produjo en la ciencia y por lo tanto en el hombre la religión durante el mucho
tiempo y pensaba que este retroceso se había dado en toda la historia de la
humanidad pero en diferentes grados dependientes del poder social que tuviera
la institución religiosa sobre las masas.
El avance cultural y científico entre la década del veinte y la actualidad ha
sido tan grande que deja más que de manifiesto el triunfo de la Revolución
Cultural. Abandonar a Dios y a la Iglesia, repito, fue lo mejor que le sucedió a
la humanidad desde la Teoría de la Relatividad.
3
El 3 de octubre del año 2058, en un recinto universitario en Montreal se reunió
el nuevo grupo. Nacía el Proyecto Aurora rodeado de un halo del más
tremendo secreto. Sólo seis personas en todo el mundo, por fuera de los que
estábamos en esa reunión, sabían a ciencia cierta acerca del proyecto.
No creo correcto aburrir al lector con detalles de las investigaciones
realizadas por lo que iré otra vez a los hechos. Al principio intentamos
verificar el error o descartarlo. No ocurrió ninguna de las dos cosas. El
Adventer había fallado en su intento de desdoblar el espacio físico inmediato
pero había desdoblado el tiempo, lo cual era de una magnitud mucho mayor ya
que más adelante también podrían quebrarse las barreras del espacio. El
Proyecto Mercurio había creado la primera máquina del tiempo y ahí
estábamos nosotros, con todo ese conocimiento en las manos. Se intentó en
vano localizar el Adventer. Mathelson no lo había guardado una vez fallaron
sus investigaciones y el artefacto se había perdido de nuevo. Esto no ofreció
un reto para el grupo; la tecnología del Mercurio aún se encontraba en Base II
y la cápsula no tenía en si misma ningún valor ni práctico ni científico.
Siempre podríamos fabricarla de nuevo lo cual no era del todo necesario.
Pronto todas las teorizaciones de Keller y Slimov se volvieron obsoletas,
necesitábamos experimentar, enviar una sonda a algún lugar y luego rastrearla.
Muchas preguntas se plantearon una vez tomada la decisión de realizar un
desdoblamiento. ¿Qué utilidad le debíamos dar a los conocimientos que
poseíamos? ¿De qué le podía servir a la humanidad viajar al pasado? Nunca
las cosas estuvieron mejor que en el presente así que... ¿Investigar? Muchos
datos curiosos aún nos faltan acerca del origen del hombre como raza
diferenciada y aún más del surgimiento de la inteligencia primero y la
civilización después. Pero... ¿Sería seguro un viaje al pasado? ¿No nos
arriesgaríamos a modificar el futuro de una forma irreparable? El viaje circular
del Adventer abría dos vertientes de pensamiento. Por un lado se deducía que
el pasado es modificable. La sonda irrumpió en un campo material que no le
correspondía pero igual fue absorbida y a partir de ese suceso los
acontecimientos se modificaron para propiciar de algún modo que ese hecho
anormal en la continuidad temporal fuera asimilado. Esta era una forma de
pensar las cosas, pero como ya he dicho también existía otra vertiente de
pensamiento y era la de la causalidad temporal. El Adventer había viajado al
pasado pues era lo que debía ocurrir, era lo que había ocurrido. No existía un
2012 sin el Adventer y nunca había existido. De esta forma cualquier posible
irrupción en el pasado que nuestras exaltadas mentes pudieran imaginar, en
realidad era un seguimiento del tiempo. En teoría, si alguien viajaba al pasado
no lo hacía como un intruso, porque este hecho ya había ocurrido en ese
pasado posible.
El 13 de julio del año 2059 la primer sonda del Aurora fue sometida a un
intento de desplazamiento espacial similar al que fue sometido el Adventer
años atrás. La diferencia esencial, foco de la nueva investigación, era que la
dirección del desplazamiento era una órbita cercana esta vez al planeta Urano.
El experimento fue un éxito en términos científicos. El artefacto se esfumó y
nunca apareció en las cercanías de su destino. Una repetición del único fracaso
del Proyecto Mercurio que se convertía en el primer éxito del Proyecto
Aurora. En vano buscamos la sonda en infinidad de archivos. Nunca había
aparecido en el 2012 lo cual era previsible dada la variante del experimento.
Con Vilka y Keller pensábamos (de acuerdo al fundamento de toda la teoría)
que el Aurora I había viajado aún más lejos en el tiempo, tal vez a finales del
siglo pasado. Finalmente un colaborador de Dinapolis encontró un artículo en
una publicación científica del año 1995 que relataba el accidente que había
acontecido al caer desde el espacio un artefacto desconocido (que se presumió
un satélite en desuso) sobre la cochera de una familia en Arkansas. De
inmediato se reconoció a la cápsula en la noticia. El artefacto había estado
cerca de un año y medio a 32 kilómetros de la tierra sin que nadie lo detectara
hasta que la gravedad hizo su final llamado. El experimento había sido un
éxito.
Tras este vinieron muchos más del mismo estilo. Hasta que se desarrolló un
sistema en que la sonda podía ser rastreada pues una vez llegaba a su destino
se disparaba en forma de pequeño proyectil una cápsula que perforaba el suelo
y se depositaba a una profundidad de 65 metros bajo la superficie. Esta
cápsula emitía una particular señal hasta que era rastreada en el futuro y así se
demostraba el éxito de la misión. Otro considerable avance en los años
venideros fue que la tecnología de desdoblamiento del Mercurio fue llevada a
tierra desde Base II hacia una sala de espacio virtual en nuestro Centro de
Investigaciones en Montreal. Esto, sumado a que el desdoblamiento temporal
había traído consigo al poco tiempo el logro tan ansiado del desdoblamiento
espacial, hizo que mandáramos un considerable número de sondas al pasado a
diferentes lugares. Este último descubrimiento fue mantenido en secreto pues
a ojos de las agencias gubernamentales que ya husmeaban en torno a nosotros,
hubiera significado el éxito de los fines oficiales del proyecto. De esta forma
todo el personal menos los cercanos investigadores creía que estábamos
enviando sondas al Montreal del pasado, pero en realidad las enviábamos a
lugares tan remotos como Kamchatka en Siberia en el año 1909, a Salem en
Oregón en 1889, Berlín del año 1967. Todo aquello había cobrado unas
dimensiones gigantescas. En un momento pensamos que podríamos recolectar
datos del clima de hace cien mil años haciendo que la cápsula que perforara el
suelo recolectara esos datos. Solamente habría que enterrarla a mayor
profundidad y proporcionarle unas celdas de energía suficientemente potentes
como para que la señal lograra durar todo ese tiempo hasta ser detectada en el
año 2060. Este experimento proporcionó datos valiosos a los científicos
climáticos, tal es esa vital preocupación de nuestros días, el clima.
Pronto las teorías que habíamos manejado y por qué no decirlo nuestro
espíritu crítico, quedaron de lado ante esa oleada fáctica. Cuando la segunda
cápsula climática, enviada 176.000 años al pasado, fue encontrada destrozada
por la presión terrestre, hubo ciertos reclamos de parte del grupo de
empresarios que mantenía el ya costosísimo proyecto en funcionamiento.
Nosotros pensamos que debíamos darle de nuevo un marco científico a todo el
asunto, ya que sospechábamos que de no ser así se nos escaparía de las manos
para ir a parar con seguridad a las del gobierno. Se planteó abandonar las
investigaciones en el plano del desdoblamiento espacial para intensificarlas en
el temporal. Se quería triunfar sobre la dicotomía anteriormente planteada. Por
un lado se tenía la ya clásica teoría de que un desplazamiento en el tiempo
sería tomado como una intrusión en su continuidad y por lo tanto esta
cambiaría, desatando una interminable ola de sucesos nuevos a partir de la
intrusión. Luego estaba la nueva teoría de la causalidad temporal. Muy
influenciada por la expansión cultural del concepto de destino, toma
estrictamente los mismos argumentos. Lo que ocurra en el pasado, ocurre
porque ya ha ocurrido, todo está escrito. O sea, según esta otra teoría, si un
hombre viaja cien años en el pasado y mata a alguien por ahí, este hecho no
desatará una nueva ola de hechos; no desatará nada. Y esto se deberá a que si
ese hombre viajó cien años en el pasado fue sólo y únicamente porque nunca
existió ese pasado sin él y era parte del destino escrito que realizara este viaje.
Vilka era ferviente partidario de la primera de las teorías y yo me debo
confesar a mi vez apasionado defensor de la segunda. Mis razones se vieron
fundamentadas cuando advertimos que las numerosas sondas que habíamos
enviado al pasado nada habían afectado en el futuro. Según la teoría que
defendía mi amigo, estas cápsulas habían actuado indefectiblemente como
intrusos, y aunque fuera en una pequeña forma debían de haber modificado lo
que se suponía ese pasado permeable. Vilka argumentó a su favor que la
cápsula había sido diseñada para no irrumpir y modificar el pasado, sino para
pasar desapercibida, y que si bien era necesario que según su teoría modificara
el pasado de alguna forma, esta debía de ser de tan poca magnitud en contra de
las tendencias de la naturaleza y de la ciencia, que había pasado por alto y no
había influenciado en nada. Ya he dicho que Vilka era un tipo terco, ¿no?
En torno a esto se organizó el nuevo pilar de la investigación: se buscaría
resolver el misterio de la continuidad temporal. Si la teoría de Vilka era cierta,
con seguridad no deberíamos enviar más nada al pasado. Pero si no lo era,
podríamos darnos el lujo de ser turistas de toda la evolución. El conocimiento
que estaría deparado para nuestra civilización y las venideras sería
inconmensurable, en teoría inacabable. Debo reconocer que al principio,
cuando comenzamos a trabajar en torno al desplazamiento temporal, me
fortalecía la idea de poder plegar un tanto la teoría de la relatividad; me
alimentaba el ego pensar en la revolución de la que éramos capaces de ser
partícipes. Pero más adelante, los vuelcos que fue dando todo y como se
volvió más complejo, provocó que abandonáramos todo mundano sueño de
grandeza y nos concentráramos a más no poder en seguir prendidos a esa
locomotora que bramaba y que nos sacaba el aliento. Tal había sido la pasión
que le poníamos que aquel sueño de quebrar un tanto la teoría de la
relatividad, pilar de toda la ciencia, fue pasado por alto una vez conseguido.
Como ya he dicho, las magnitudes de todo el asunto se habían vuelto
gigantescas.
Las presiones de resultados concretos (los hombres que basan su vida en la
indiscriminada acumulación de capitales nada entienden de ciencia) hizo que
decidiéramos que el proyecto debía dar otro paso adelante. Necesitábamos
enviar a alguien. Esta decisión marcaría el destino del proyecto, o sería más
justo decir que eso era lo que tenía que ocurrir. Para poder realizar tal hazaña
sería necesario tomar en cuenta ciertas salvedades. Por ejemplo que el que
fuera, tenía que regresar. Había que intentar un viaje al futuro, al futuro
inmediato, para poder corroborar el viaje. No sé bien que fue lo que hicieron
Keller y Dinapolis, pero al poco tiempo dieron el visto bueno; teóricamente
era posible. Así es que el 8 de septiembre del año 2060 se mandó una pequeña
cápsula hacia el 3 de Enero del 2061. A continuación el proyecto ingresó en
una etapa de espera en la que fueron cesados los experimentos. Se prosiguió a
la elaboración de una teoría, que lo que estaba faltando en el proyecto.
Sucedieron una infinidad de noches acaloradas de largas discusiones. Había
sido un error manipular varias posibles teorías al principio, ya que ahora este
hecho parecía dar por sobreentendido que éstas podían cambiar casi que a
diario y que inclusive los miembros del proyecto podíamos tener teorías
opuestas y que nada ocurriría con ello Con seguridad cada uno de nosotros
hubiera deseado en ese momento poder hacer del proyecto lo que cada cual
quisiera.
Una noche de octubre, Vilka y Keller entablaron una fuerte discusión. El
tema había comenzado con la disertación de ambos acerca de cuál sería el
lugar de mayor relevancia para enviar una sonda tripulada y traerla de vuelta.
Vilka había comenzado explayando su argumento de viajar a algún momento
de la historia para detener el cristianismo. El profesor no pudo terminar de
pensar en su propio lugar elegido pues lo sacudió lo que pareció un fuerte
impulso de ira. De inmediato le respondió a mi amigo que lo que estaba
diciendo era una insensatez. Keller no estaba afiliado a ninguna de las dos
teorías temporales en especial, y podía creer en cualquiera de las dos. De él se
corrían rumores de que aún era religioso y que creía en Dios, situación que
hubiera significado su inmediata expulsión de los círculos científicos y
académicos de llegar a comprobarse. Tal vez hubiera significado incluso su
encarcelamiento. Vilka proponía aprovecharse de ello.
—¿Usted cree en Dios, profesor? —preguntó Vilka de improviso.
El otro quedó en silencio.
—Vamos, entre nosotros. Mire que no es ningún pecado.
—Si no existe. ¿Cuál es el drama? Las nuevas generaciones han creado el
concepto de Dios; en él mezclan muchos conceptos de varias religiones del
pasado —se recuperó Keller—. No se puede matar lo que nunca estuvo vivo.
—No es a Dios quien quiero matar. Dios no quemaba los libros, ni a las
personas, ni creaba con fuego las neurosis de las eras venideras. Fueron los
hombres... Ciertos hombres. Y tal vez, en un determinado punto de la historia,
algún acontecimiento relativamente banal que pueda ser cambiado le ahorre a
la humanidad ese pesado calvario. Yo no dije nada de matar a nadie. Eso lo
dijo usted.
Keller meneó su calva cabeza, nos miró y fingió reírse ridiculizando a
Vilka.
—Imagínense a la humanidad sin el cristianismo. Hubiéramos llegado a la
luna en el siglo... ¿dieciséis? La teoría de la Relatividad la hubiera postulado
algún romano o algún germano antes del medioevo —continuó excitado Vilka
—. Tal vez exagero, pero ¿comprenden el adelanto que hubiera sido para la
humanidad el tener hace siglos los ideales de la actual civilización?
—Tal vez no. Tal vez el hombre primitivo necesitó creer en algo, ampararse
en un sostén que le facilitara avanzar. Tal vez las cosas son como son por algo.
—Tal vez nada tenga sentido.
Keller lo miró consternado. Se le acercó y lo abrazó por el cuello.
—Muchacho, muchacho. Todos tenemos eso muy claro, es indiscutido.
Pero ¿quién nos da el derecho?
Vilka no pareció entender.
—¿Quién nos da el derecho de cambiar la historia, si esto fuera posible?
¿Quién nos daría el derecho de ser jueces del destino de todo lo que ha
ocurrido?
Por supuesto que la discusión no terminó en ese momento, muy por el
contrario continuó durante varias horas. No hubo forma de llegar a un acuerdo,
todos poníamos los puntos sobre ies diferentes. En ese momento creo que
comencé a pensar en la peligrosidad de todo el asunto. Si el grupo se separaba,
¿a dónde iba a parar todo el conocimiento que habíamos producido? ¿Qué
aprovechamiento se le daría al poder que emanaban esos conocimientos? Yo
pensé que de ser la teoría que defendía Vilka acertada, lo más correcto sería
enterrar todo el proyecto y sus resultados. Bien sabía yo que el poder atrae al
poder. Tarde o temprano algún hombre con las influencias correctas tendría
acceso al proyecto y las consecuencias que deduzco de eso sólo pueden ser
descriptas como catastróficas. El enredo en la continuidad temporal que haría
un hombre intentando cambiar algún hecho del pasado (siempre en la misma
línea de pensamiento) sería inconcebible. La teoría recalcaba que cualquier
hecho que cambiara en el pasado, por más insignificante que pudiera parecer,
acarrearía consigo toda una nueva continuidad. Nada sería lo mismo. Así,
como en el cuento de Bradbury, si uno viaja a la prehistoria y pisa una
mariposa que no debía morir toda la continuidad temporal cambia en función
de ese nuevo acontecimiento y al volver al futuro nada sería lo mismo.
Aplicando un poco el buen espíritu científico, y tomando en cuenta que la
teoría de Vilka tenía posibilidades de ser la correcta, todo el asunto volvía a
dimensionarse sobre sí mismo. Su argumento de que la tendencia de la ciencia
era demasiado fuerte como para que un hecho aislado y de relevancia nula
pudiera cambiar profundamente el acontecer, le daba fuerza y no le dejaba ver
las contradicciones que su propia manera de pensar iba creando.
4
Pasaron los meses y los miembros del grupo ya no nos veíamos tan seguido.
Evitando discusiones, varios subgrupos se habían formado y cada cuál
trabajaba desde su perspectiva de la teoría. Lo indiscutido era que si
encontráramos la cápsula en enero, en febrero mandaríamos a alguien al
pasado.
Un gran proyecto de infraestructura comenzó a desarrollarse en torno
nuestro. Se comenzó a construir un enorme artefacto.
La nave sería circular para literalmente cortar el aire en su caída desde los
5000 metros. Planearía y filmaría todo el trayecto que recorriera. Luego, sin
haber hecho ningún tipo de contacto con la superficie, volvería a los 5000
metros, encendería la maquinaría de desdoblamiento especialmente dispuesta
en el aparato y regresaría a la fecha más cercana a su lanzamiento posible.
Esto es... no sabíamos si el futuro existía. Si el experimento que acabábamos
de hacer funcionaba, cosa que recién averiguaríamos en enero, nos daría a
creer en forma afirmativa en este sentido y con seguridad programaríamos la
máquina para volver al día siguiente del lanzamiento. Pero si el experimento
fallaba, la continuidad del proyecto en nuestras manos era algo en realidad
incierto.
El 3 de enero, cuando encontramos la cápsula, el piso parecía temblar bajo
nuestras pisadas. Ninguna empresa parecía improbable. Nos sentimos los
hombres más poderosos del planeta. Pero en realidad no lo éramos, lo cual
quedó demostrado cuando la fecha hacia la que sería dirigida el lanzamiento
nos llegó desde las altas esferas que controlaban todo: 1947. Ninguno de
nosotros pensaba en una fecha tan próxima y nos sentimos sorprendidos.
Llegaron más técnicos, más científicos, más personal y el grupo vinculado al
proyecto ascendió a un nunca pensado centenar de personas.
No importa el nombre del piloto, sólo que no sabía casi nada del proyecto.
Se le informó que viajaría a territorio hostil en un vuelo de reconocimiento;
que debía viajar un tramo de 1300 kilómetros desde el este de Pensilvana hasta
una base aérea situada en algún lugar de Nuevo México.
No debía de intervenir ni de prestar atención a lo que viera en superficie, lo
único que debía hacer era seguir las ordenes al pie de la letra.
El 16 de febrero del año 2061, bajo una intensa lluvia venida del norte, el
primer viaje de la historia de un hombre en el tiempo comenzó a hacerse
realidad cuando la nave Aurora-23 desdobló el espacio y el tiempo. Una vez
desaparecida creo que nos sentimos aliviados, era como si nos hubiéramos
sacado un gran peso de encima. En ese momento Vilka, que pasaba todo el día
encerrado investigando por su propia cuenta, me dijo algo que no pudo menos
que hacerme sentir alertado. Dijo que esa nave tuvo que haberse enviado a
Toscana al año 1183 a matar al Papa Lucio III, para que no firmara el concilio
de Verona que terminaría estableciendo el poder de la Inquisición. No quise
seguirle el juego y no le respondí nada.
Esperamos impacientes a que llegara el día siguiente. Si las coordenadas
eran las correctas el artefacto debería de regresar alrededor de las seis de la
tarde. Para ese entonces todos estábamos en el laboratorio pero nada ocurrió.
El Aurora-23 no apareció en todo el resto del día, es más nunca lo volvimos a
ver. Buscamos la cápsula de rastreo y la encontramos en el año 1947. Al
instante un gigantesco grupo de investigación se puso en actividad para saber
qué había ocurrido. El informe llegó de inmediato: la cápsula de rastreo se
había enterrado en el terreno cuando la Aurora.23 se había estrellado de lleno
en las cercanías de un lugar llamado Roswell. La causas de este fatal accidente
se supusieron humanas ya que la maquinaría era inefable.
Pronto alguien asoció ideas y nombró el tan popular "incidente Roswell".
Al instante Vilka, Keller y Dinapolis parecieron terminar de volverse locos. Se
buscó en los archivos y todos quedamos atónitos ante la evidencia indiscutida
que se habría ante nuestros ojos. El Aurora-23 se había estrellado en un
remotísimo pueblillo de Nuevo México en el año 1947 y las autoridades lo
habían confundido con un platillo volador. Aunque por otro lado eso era el
Aurora23, un platillo volador. Tenía forma de platillo y volaba. Esto desató un
suceso que sólo puedo describir como paranoico. Todos corrían de un lado a
otro, hacían llamadas, juntaban los papeles que se les volvían a caer. Todo en
un elemental clima de caos generalizado. Yo sabía muy dentro de mí acerca de
sus pesares. Y me lamenté ante la idea de que había involucrados en el
proyecto mayor cantidad de partidarios de la teoría vieja del tiempo de los que
yo en realidad pensaba. Todos creían (por supuesto que nadie había razonado
nada hasta el momento) que habían dispersado de alguna forma la continuidad
temporal y que la ola de cambios era algo que pronto se avistaría en el
horizonte como un magma pesado. Ese pensamiento hubiera sido cuanto
menos lógico si nos encontráramos en el año 1947; pero no, en realidad
vivíamos el 2061 y nada había cambiado. De alguna forma la continuidad
temporal había reordenado las piezas y la intrusión había sido absorbida. En lo
que a mí respectaba, quedaba demostrada la segunda teoría del tiempo, la mía.
Es seguro de que por esto mismo no me tuvieron en cuenta. Pasaron por sobre
mi opinión diciéndome que si las cosas estaban como estaban era porque ellos
habían hecho algo, habían vuelto y lo habían arreglado. Yo les respondí que
con esa forma de pensar podrían hacerlo el año o la década siguiente y ellos se
rieron. Repito que no razonaron. Con seguridad encontraron a alguien
influyente, de los que manejaban el proyecto, que se unió a su club de
paranoicos y a los tres días una nueva nave fue preparada para ser enviarse al
1947. Vilka y los profesores habían analizado la historia y encontraban un
punto flojo. El artefacto que se estrelló en Roswell en 1947 fue encontrado por
unos granjeros que de inmediato dieron parte a las autoridades de la base aérea
cercana. Estos segundos, recogieron las partes y dieron la noticia a la prensa
de que no tenían ni idea de lo que era, pero que con seguridad fuera
extraterrestre. Y ahí viene el punto flojo de la historia, porque al día siguiente
llegó un grupo de personas desde Washington a la base aérea de Roswell.
Analizaron todo y avisaron sobre el error de la primera inspección: el artefacto
en realidad era un globo aerostático. Mi amigo y mis colegas se veían a sí
mismos en esos misteriosos hombres que hicieron desaparecer el artefacto.
Cuando vi cómo se preparaban para hacer todo, yo también vi en ellos a esos
oscuros personajes. Todo fortalecía mi idea; ellos tendrían éxito. Esconderían
al Aurora-23 para que no fuera encontrado, o por lo menos para que no saliera
a la luz pública. Yo pensé que si no se hubieran embarcado en ese nuevo viaje,
alguien lo habría hecho algún día. Alguien lo había hecho, pero no tenían por
qué ser ellos y no tenía por qué ser en ese momento. Cuando lo hicieron me
convencí del buen proceder de sus actos.
5
Con la idea de haber intervenido en el pasado, Vilka consideró que realizar el
segundo viaje, infiltrarse, burlar a todo el mundo y haber reparado la historia
basándose en los acontecimientos, era lo más productivo que había hecho en
toda su vida. Yo pensé algo parecido, pero con la salvedad de que me hacía
con mucha firmeza la idea de que ellos tan sólo habían estado ahí; era una
casualidad que justo ellos hubieran ido a encubrir al Aurora-23, como con
total seguridad también sería una casualidad cuando alguien algún día viajara
a encubrir a aquel Adventer que el gobierno enterró en una vieja bodega en el
2012. Recién en ese momento vino esa idea a mi cabeza. En el 2012 el
Adventer fue traído a la tierra, con lo costoso de esta tarea para ese año, tan
sólo para ser archivado y escondido. Ningún miembro ni del gobierno ni de la
comunidad científica haría algo así; era evidente que se había tratado de un
encubrimiento. Y quiénes más que nosotros podríamos hacer algo como eso.
¿Quiénes, repito, tendrán acceso a la tecnología del viaje en el tiempo en el
futuro? En teoría cualquiera, en cualquier era venidera pudo haber cubierto al
Adventer. Nosotros cubrimos al Aurora-23 porque eso era lo que estaba escrito
que haríamos. Mucho antes de que nosotros naciéramos, de que nuestros
padres se conocieran, ya estuvimos en esos hombres de negro hablando de
globos aerostáticos, empaquetando todo el artefacto para luego enterrarlo al
barranco de Sallinger.
Sea como sea, el Aurora-24 fue un gran éxito en todo sentido. Vilka, Keller,
Dinapolis y tres subalternos, prepararon en esos días todo el papeleo
necesario, copiando firmas, extrayendo sellos y permisos de los archivos
históricos. Se buscó las características de esos hombres de mando del año
1947, se copió las certificaciones y los permisos y se estudió toda la actuación
realizada en el pasado casi que de memoria. Luego se viajó el plan fue llevado
a cabo en forma puntillosa. Luego regresaron a nuestro tiempo. Fue un éxito.
De todas formas, basándome en mi teoría (que debo aclarar es la reconocida
por todos los consejos científicos posteriores a la Revolución Cultural, si bien
en la actualidad reina la dicotomía), siempre supe que su tarea sería llevada a
cabo con éxito, pues así había ocurrido. Nuca existió un tiempo 1947 sin los
Aurora-23 y 24. Y tampoco nunca existió sin un encubrimiento. Si eran ellos
quienes lo realizarían, con seguridad debían hacerlo con éxito.
Como ya he dicho, el Aurora-24, regresó y fue todo un suceso. Por primera
vez se había viajado en el tiempo y se había regresado. Pronto se olvidó esa
acertada idea de unificar las teorías en una sola en lugar de tener como pilar
teórico del proyecto una dicotomía, y cada cuál siguió trabajando en los suyo.
La fecha del tercer lanzamiento quedó a nuestro libre albedrío y creo que fue
lo peor que nos pudo haber ocurrido. A pesar de saber esto ahora, en ese
momento nos alegramos porque se nos daba el privilegio de ser la primera
espada de la ciencia. Por supuesto que no se llegaría a consenso por más que
se intentara.
Slimov propuso ir a la biblioteca de Alejandría a un año anterior al 642,
fecha en la que fue incendiada, y salvar todos los libros posibles antes de que
fueran devorados por las llamas. Se buscaría en los registros qué libros de los
setecientos mil con que contaba la biblioteca sobrevivieron al incendio y a
esos no se los tocaría. Pero sí se rescataría a la gran mayoría que luego sería
quemada, y se podrían sustituir; proceso ideado para no alterar la continuidad
del tiempo en lo más mínimo. Este planteo le resultó bastante interesante a
Dinapolis, pero Slimov expresó su idea de que también se podría viajar al
futuro y ver a qué lugares ellos viajarían; de este modo sólo debería cumplir
con el curso de los acontecimientos y no había ningún riesgo de alterar la
historia. Irían por ejemplo al año 2100 y buscarían en los registros cuáles
habían sido los destinos tomados desde el momento de ese viaje en el 2061 en
adelante. Esta segunda idea no le gustó nada a Dinapolis por lo que también
descartó la primera. Yo tuve que haber notado al ritmo que se iba degenerando
todo cuando comenzaron a manejar posibilidades absurdas.
Por su lado a Keller le seguía preocupando el tema del clima. Desde la
primera gran sequía en el Amazonas del año 2041 la temperatura promedio
global había aumentado dos grados y el nivel de los mares unos cuatro metros.
La primera sonda enviada al Salem del año 1889 demostraba que en esa fecha
el clima era ocho grados más frío. El planeta se había calentado y eso lo había
notado en su viaje a 1947 a Nuevo México que por ser un punto más cercano
al ecuador debería ser más caliente que Montreal y él lo había sentido más
frío. Decía en forma incesante que habría que viajar a algún punto de
mediados del siglo pasado para medir los elementos del calentamiento global
y sus cambios y así lograr que en el presente la política de reambientación
terrestre diera verdaderos resultados.
También se habló de dejar de lado los desdoblamientos esencialmente
temporales y volver a dedicarnos a los espaciales. Esta idea provenía de
Dinapolis que quería ver al hombre en un planeta fuera del sistema solar antes
de que le llegara la muerte y comenzó a hacer mecha en Keller, pero la firme
oposición presentada tanto por Vilka como por mí mismo terminó tirando esa
loca propuesta por tierra. Años más tarde, cuando lo que quedaba del Proyecto
Aurora cayera en manos gubernamentales, ya sin nosotros a cargo, se le
dedicaría especial atención a esta propuesta.
Yo por mi parte no tenía muy claro a dónde ir. Por supuesto que Vilka
seguía discursando sobre la necesidad de eliminar el cristianismo de la
historia. Su fanatismo científico le llevaba al punto de pensar en sacrificar
todo el acontecer, la historia de dos milenios en el beneficio de la ciencia. Yo
intenté convencerlo de mi teoría, de que nada podría ser cambiado, pero él no
escuchaba. Se había vuelto un hombre sin visión, enajenado, obsesionado en
una cruzada personal. Como los cruzados medievales que recorrían toda
Europa para salvar la tierra santa de los impíos, el arremetería contra la
historia para salvar a la santa tierra de los impíos cristianos. Su opinión no era
compartida por nadie del grupo, y ni que hablar de los empresarios encargados
del proyecto. Keller y Dinapolis se horrorizaban de la pasión que ponía Vilka
en todo eso. Les causaba temor el verlo tan convencido. Por su lado Slimov se
adhería a la teoría por mi defendida, y tenía una opinión muy similar acerca de
mi amigo.
El tiempo transcurrió de nuevo entre acaloradas discusiones y comenzamos
a temer que se nos quitara la responsabilidad de elegir la fecha del
desplazamiento ante nuestra falta de decisión y de gestión operativa. Muchos
lugares fueron propuestos, pero no se podía enviar un artefacto al pasado a una
fecha azarosa o falta de un significado histórico, debía de hacerse en torno a
un fuerte fundamento científico.
Una tarde de mayo, en la puerta de la Universidad, junto a la majestuosa
estatua de Jhon Dewey, Vilka me dijo que había pensado tal vez eliminar a
Constantino en el 312 para que la descendencia de Majencio, iniciada en
Diocleciano, continuara en el poder y Roma nunca se convirtiera al
catolicismo. Luego dijo que en realidad la forma de terminar con el
cristianismo era viajar al pasado, al año 27 de nuestra era. Le pregunté
distraído el porqué de la fecha y me sorprendió con su respuesta.
–Porque en ese año Jesús de Nazaret se recluyó en el desierto del Gólgota y
es un momento y un lugar ideal para asesinarlo.
Yo me reí de la sorpresa.
—Para borrarlo. Un balazo en la cabeza y a otra cosa... —dijo sonriendo.
Los dos nos reímos a carcajadas
—En serio... —le seguí la gracia pensando que era una broma.
—No, en serio —dijo aun sonriendo—. Piensa bien: ¿a quién habría que
matar para que el cristianismo nunca existiera?
Yo lo miré aún sorprendido; la sonrisa se iba desdibujando de mi cara.
—A Jesús.
—Claro. Ningún Papa fue tan importante. Pensé en Pedro o en Pablo. Pero
no… Es a Jesús.
—¿Y por qué no a Moisés, o a David..., o a Salomón? —le pregunté ya
decidido a tirar por tierra todos su argumentos.
—Porque son mucho más difíciles de rastrear. Sabemos con certeza que
Jesús estuvo en el Gólgota en el año 27. ¿Por qué no ir y darle un balazo?
Además ninguno de todos los personajes del judeo-cristianismo tiene la
trascendencia del Cristo crucificado y resucitado.
—¿Te das cuenta que es una estupidez, no? —dije ya perdiendo la batalla.
—¿Por qué? No hay nada que perder. Piénsalo por este lado. Si la teoría esa
estúpida que no te cansas de repetir es cierta, nada va a ocurrir, nadie va a
matarlo. Pero si no...
—¿Si no qué...? ¿Vas a cambiar toda la historia desde Cristo hasta ahora?
¿Vas a eliminar toda la Edad Media, todo el...? —me detuve vacilante.
—Sí, voy a eliminarlo todo —concluyó triunfante
Volvió a repetir ese argumento que yo también comparto del estancamiento
de la ciencia a causa de la religión y le repetí varias veces que no era un
argumento admisible para una acción como la que proponía. Él me dijo que el
Cristo mártir en la cruz era la imagen que necesitó el cristianismo para
expandirse. Si eliminaba a Jesús, nunca hubiera existido Pedro, sino Simón. Y
Pablo hubiera continuado sin creer en ese profeta que desapareció en el
desierto. Jesús murió como mártir y una vez muerto fue Cristo, el verbo hecho
carne. De esta forma Vilka quería matarlo en el desierto, donde nadie lo viera,
donde no pudiera ser mártir de nada. "Un día entra, al otro no sale. No va a ser
la primera vez que alguien no sale de ese desierto." Yo intenté seguirle la
corriente y la línea de pensamiento, por lo que durante un momento decidí
tomar como cierta su teoría de la continuidad temporal. En su forma de
razonar, eliminar a Jesús traería toda una ola de cambios que dejaría un mundo
ateo. Porque Vilka pensaba vaya a saber a través de qué extraño proceso, que
eliminando al cristianismo en sus orígenes eliminaba a todas las otras
religiones. Y también que adelantaría dos milenios la necesidad humana de
sólo creer en aquello que puede comprobar. Yo le dije que las cosas no eran
tan sencillas, que el surgimiento de un profeta con el apoyo popular en la
Israel ocupada por el ejército romano, obedecía a ciertas causas políticas y
culturales. De la misma forma, la declaración de Constantino del cristianismo
como religión oficial del Imperio Romano y la realización el primer Concilio
de Nicea que terminó con las persecuciones y matanzas de cristianos
organizadas, obedeció a una necesidad social y cultural de la Roma del 325. Si
Vilka creía que las pequeñas intrusiones en el pasado no modificaban nada
porque la tendencia de la ciencia y de la cultura era más fuerte que su
influencia, debía admitir que este también podía ser el caso y que las cosas no
eran tan simples como las planteaba. Él me dijo, con mucho acierto, que matar
a Cristo no era ninguna pequeña intrusión. Yo, desesperado, le dije que tenía
que tomar mi teoría como una posibilidad cierta, por el buen espíritu de la
ciencia. Él se me rio en la cara y puso fin a la conversación al darse vuelta y
ponerse en camino hacia el interior del recinto. Intenté alcanzarlo y le grité
que se detuviera. Debo confesar que es posible que el tono de mi voz haya
salido con cierta exasperación, pero la reacción de Vilka me decepcionó en
gran manera.
—¡No me jodas! —me gritó sin darse vuelta.
Nunca recibí unas disculpas por este acontecimiento y por supuesto no
espero recibirlas. Lo cierto es que desde ese momento nos distanciamos. Yo no
compartía sus ideas y el no compartía las mías. Nada más productivo para la
ciencia podría surgir de otra situación que no fuera esta, pero no. Sólo tiempo
después, y con el peso de la experiencia, Vilka podría admitirme que se había
equivocado.
6
El proyecto entró en una etapa nula. Ninguna idea surgía de todas esas cabezas
desconectadas. Entonces llegó la orden de arriba: otra climática, al año 1970.
Keller había ganado y el proyecto, al menos en mi entender, daba un paso
hacia atrás en lugar de hacerlo hacia adelante.
Vilka se enfureció y amenazó con dejar el proyecto. Este hecho era de gran
implicancia de llegar a consumarse. Nadie podía abandonar el proyecto.
Ningún conocimiento podía salir a la luz pública, así se había planteado desde
un principio. ¿Qué pensarían Keller y Dinapolis acerca de lo que haría Vilka al
salirse del grupo? ¿Qué pensaba yo? No había forma de que alguien
abandonara el proyecto. El ambiente en realidad se tensionó. Vilka sabía de
sus limitaciones y cuando la violencia parecía ser algo probable, mi amigo
desistió y aprobó la propuesta de Keller.
Los preparativos para este tercer viaje tripulado comenzaron de inmediato.
Vilka pareció serenarse, como si se hubiera resignado. "La desilusión de no ser
el más fuerte" recuerdo que pensé yo y ahora pienso que fui un imbécil. Mi
amigo tramaba algo y yo confieso que en el momento no me di cuenta. Con
seguridad movió algún hilo, manipuló a alguien poderoso que tenía los
mismos pensamientos que él, convenciéndolo con los mismos argumentos que
habían llevado nuestra amistad a un punto muerto. Porque fue él mismo el
elegido para tripular esta tercer nave. A todos nos extrañó. Vilka era el más
sensible del grupo y también el más inestable. Nadie podía estar seguro a
ciencia cierta del buen estado de sus procesos mentales. Se argumentó el éxito
del segundo viaje y el detalle de que mi amigo no había dejado ningún punto
al azar, hecho que en teoría lo convertía en la persona más idónea para realizar
cualquier experimento de esa clase. De ahí en adelante todo fue
complicándose aún más.
Se podría decir que los días siguientes fueron especialmente tensos para mí.
Todos sospechaban de las intenciones de Vilka, pero nadie como yo. A decir
verdad, mi nerviosismo aumentaba en proporción directa a la aparente
tranquilidad de mi amigo. Cuanto más tranquilo lo veía deambular por los
pasillos, manejando papeleo, trabajando para dejar a punto todo lo referente al
viaje, más intranquilo me ponía yo. No podía ser que Vilka se entusiasmara
tanto de ir a recoger datos climáticos al año 1970.
Yo, a pesar de darme cuenta de todo esto, no podía decir nada a las
autoridades del proyecto. Sin la influencia de mi amigo a mi lado, yo tenía
mucho más que perder que él. Seguí mentalizado de que mi teoría era la
correcta y que nada iba a cambiar a pesar de lo que pudiera hacer Vilka. Así,
me deje llevar por el curso de los acontecimientos.
Pronto el módulo estuvo listo y un sonriente Vilka se esfumó en el tercer
desdoblamiento temporal tripulado de la historia.
No hace falta decirle al ávido lector que mi amigo no apareció en 1970. Los
aparatos encargados de la detección de la cápsula de rastreo, preparados para
buscar en el siglo pasado, no la encontraban por ninguna parte. En las esferas
altas del proyecto se manejó la posibilidad de una falla técnica y de un
accidente trágico, pero en el círculo de investigadores cercanos sabíamos de lo
inefable del sistema operativo y no nos costó mucho hacernos la idea de qué
había ocurrido en realidad.
Esa misma noche, en el medio de un caos generalizado llegó una misiva a
mi nombre. Era de Vilka y había dejado especificaciones muy precisas para
que me fuera entregada recién en ese momento. En pocas y escuetas palabras,
tal era su peculiar estilo, mi amigo nos confirmaba a todos nuestras sospechas.
Le había hecho un motín al proyecto y se había robado el Aurora-25. Había
tomado la seria decisión de eliminar al cristianismo de la historia y prometía
hacerlo con la mayor sutileza posible. Yo sabía que la mayor sutileza posible
en Vilka implicaba a alguien muerto y se me subió la sangre a la cabeza
cuando consideré que su teoría podía ser correcta. Pero a pesar de esto nada
había cambiado. Miré desesperado por una ventana del laboratorio central y
me alivió el ver la gran iglesia roja del prado, con sus altos campanarios bajo
el plomizo cielo urbano.
No tenía idea cierta del destino de mi amigo. Me lo imaginaba degollando
al apóstol Santiago el Menor en las simas del templo para destruir el obispado
de Jerusalén y para luego morir bajo las lanzas; o raptando a Elías; o dándole
un mensaje a Ezequiel desde un carro de fuego. No podía imaginármelo en
otra situación. Para encontrarlo debía rastrear los hechos de este estilo porque
ya era obvia la invalidez de la teoría defendida por Vilka.
Lo cierto es que el proyecto se clausuró y amenazó con desaparecer en las
manos de unos pocos hombres poderosos. El abundante material fue
confiscado y se hizo todo lo posible para que no volviéramos a trabajar juntos.
No volví a saber nada de Vilka hasta el 3 de agosto del año 2065, cuando unos
soldados del ejército irrumpieron en mi habitación y me ordenaron que me
presentara con el general Thompson en el cuartel de mando de Montreal. El
proyecto recién había caído en manos del gobierno y habían detectado dos
cápsulas de rastreo: una enterrada en el año 2060 y otra en una fecha muy
anterior en la historia de la que no me quisieron decir nada. Me habían
mandado llamar más que nada porque en la primera cápsula había un mensaje
dirigido a mi persona, y luego porque me iban a meter preso por ocultar datos
de estado y por realizar investigaciones científicas de vanguardia sin dar parte
al gobierno. Confieso que ante esta apremiante situación poco me importó el
contenido del mensaje, a pesar de lo cual igual me lo leyeron.
7
El 23 de agosto del año 2065 fui encerrado en la cárcel del estado de Montreal
con una pena irreducible de 140 años. Tanto Dinapolis como Slimov aún están
prófugos en algún lugar de la Comunidad Europea y creo saber que Keller
falleció de pulmonía el año pasado en un hospital militar en Chicago. Por otro
lado nada sé de Cintya desde que el proyecto fue cancelado. Poco importa el
ver comprobada mi teoría, ningún crédito al respecto puedo esperar dada la
situación en la que me encuentro. Ahora, varios años después, sólo espero el
momento preciso en que vea entrar a mi antiguo amigo Vilka Rinóv a través
de las puertas que me separan del exterior. Al fin y al cabo él es tan
responsable como yo de todo esto, y no creo que sea visto de otra forma por
las autoridades de este gobierno de facto que gobierna los estados
norteamericanos desde aquella Revolución Cultural del año 2025.
Al comienzo del primer mes de lluvias del año 2156, dos facciones
controlaban la máquina, por lo que la tecnología amenazó propagarse con
libertad; o dicho de otra forma, gratis. Esto no era algo que fuera a permitirse
y nada faltó para propiciar el inicio de la guerra entre los dos laboratorios, los
cuales se sirvieron de la ausencia de legislación referente al viaje en el tiempo
para cometer atrocidades temerarias. Los laboratorios eran los de Eidrancht y
Durmond, de los más avanzados del mundo y vinculados a la misma
gigantesca corporación. Todos los ataques se realizaron en la red temporal,
ninguno en el presente (entendiendo presente como el momento de partida del
primer viaje), por lo que las autoridades no pudieron hacer nada al respecto.
Eidrancht fue el primero en tomar acciones agresivas. Un grupo
especialmente entrenado pero al que evidentemente le faltaba imaginación,
viajó al año 2130 y asesinó al padre del principal científico del laboratorio
rival. Lo hizo a plena luz del día y sin miramientos, por lo que la historia y el
misterio que se generó a partir de ella eran cosas por todos conocidas. Generó
una realidad paralela perjudicial, ya que ninguno de los laboratorios existían
de regresó al punto de partida. Escandalizados y sin poder hacer mucha otra
cosa, entablaron un segundo viaje al 2130 pero unas horas antes de la primera
intervención. Buscaban encontrarse con ellos mismos para advertirse de las
consecuencias de sus actos y así poder evitarlos. Le daremos al grupo que
realizó el primer viaje y asesinó al padre del científico de Durmond, la
denominación de grupo Alpha, y al otro, el que viajó a unos horas antes en la
misma realidad paralela intentando evitarlo, la de Beta, sólo para poder
entendernos bien desde este punto en adelante.
El grupo Alpha notó que los estaban siguiendo. Se trataba del grupo Beta,
pero el otro no lo sabía por lo que le tendió una improvisada emboscada.
Todos iban armados hasta los dientes. El número 2 de Alpha asesinó al
número 3 de Beta, el 1 al 2, y por último, el 1 de beta salió corriendo
despavorido. Fue a parar a la autopista, donde se perdió bajo el insoportable
resplandor del sol. El crimen del padre del científico no se cometió, porque
entre tanto tiroteo a Alpha no le alcanzó el tiempo. También porque en el caos
un subgrupo se separó y persiguió durante una hora a Beta 1. Y porque cuando
se dieron cuenta de lo que habían hecho más de uno se paralizó por el espanto.
Se habían matado entre ellos mismos.
De cualquier forma, al volver a la primera realidad paralela y al punto de
origen en el año 2156, los dos laboratorios existían y acababan de dar inicio a
la guerra como si nada hubiera ocurrido. Salvo que 1, 2, y 3 del grupo de
investigación de Eidrancht eran otras personas. Por esto, los primeros, o sea
los Alpha, que habían viajado en primer término, no tenían un empleo efectivo
y ni siquiera figuraban en la nómina del laboratorio. A pesar de esto se los
pasó a retiro aun tratándose de hombres en plena edad de trabajo. Esto parece
demostrar que nada son los individuos detrás de las instituciones, principio
que se cumple en todas las épocas.
Unas horas más tarde del ataque de Eidrancht, Durmond tomaría sus
primeras acciones. Nada había registrado la historia oficial del paradojal
proceder del otro laboratorio, ya que las únicas consecuencias habían sido el
cambio de los integrantes del grupo de avanzada, cosa que había pasado
desapercibida. Al ser las nuevas personas más calmas y menos
temperamentales que sus predecesores, las acciones cobraran un tinte más
conservador y nadie parecía muy dispuesto a escuchar teorías conspirativas
descabelladas. Por lo menos en un comienzo.
El grupo de vanguardia (que ya denominaremos Durmond Primero, o D1)
debatió durante una noche entera la mejor acción a tomar. A la mañana ya se
había decidido. Cuanto más lejos se viajara al pasado, mayor el espectro que
alcanzaría la ola de cambios propiciados por una simple variable. Aunque se
cambiara algo muy pequeño, si se hacía muy hacia el pasado, los cambios
podían ser tremendos en el presente. De esta forma se buscaría hacer cambios
inmediatos, lo más cercano al tiempo presente posible.
Alguien tuvo una idea fatídica. Un temerario plan secreto se fue orquestando.
Todos sus ángulos fueron analizados. Cambiaba radicalmente el paradigma. Se
trataba de efectuar una serie de viajes encadenados, el primero de ellos, quince
minutos hacia el futuro. Sólo uno de ellos entendía con seriedad lo que estaban
haciendo. Dejaré que sea él mismo el que continúe el relato.
Narración de Arthur G.
La política del laboratorio había sido radicalmente diferente a la de nuestros
rivales y competidores, tal vez como resultado de una posibilidad impensada
de que ambos modelos convivieran y se repartieran el mercado. Así, nosotros
poseíamos una máquina efectiva, una maquinaria rimbombante y estrafalaria.
Debíamos sincronizar nuestro chip vital a la computadora central y tomar
asiento en unas sillas ergonométricas especialmente preparadas. Luego
aguardábamos unos segundos lo más relajados posibles, para lo que la
máquina estaba autorizada a alterar nuestro estado de ánimo vía chip de llegar
a ser necesario. Nada sabía yo de los motivos del viaje quince minutos hacia el
futuro, pero podría hacer interminables conjeturas al respecto. Otro hombre
había diseñado el plan de viaje.
Narración de Orson Glove II.
—Partimos a las tres de la tarde. Nuestro destino: el mismo vector
tridimensional, pero de las tres y cuarto. Es decir quince minuto hacia el
futuro. Poco importan las razones de ese cambio de estrategia, porque al llegar
allí todas nuestras anteriores consideraciones se vieron anuladas.
—¿Qué ocurrió?
—Víctor dijo que no estábamos allí. Y aún recuerdo esas simples palabras
como un eco eterno gravado en mi memoria. A partir de entonces todo sería
diferente.
Nueva
El 3 de enero del año 2332, la nave Menkhara, frenada en las fronteras del
Sistema Solar, volvía a emitir una señal que hacía tres años había cesado. Esto
sorprendió a algunos y despabiló a otros. Pero de una forma u otra, el mundo
entero se puso sobre alerta. Esta nave, constituía el primer gran paso del
hombre en su expansión a otros mundos, y había salido de la Tierra en el año
2080 rumbo al grupo de estrellas de Alpha Centauri. Los astrónomos habían
confirmado la presencia de un planeta habitable para la raza humana en torno
a la estrella más importante de las tres, apenas mayor que el sol y de un
idéntico tono amarillo. El viaje hacía este nuevo mundo era de 4,5 años luz,
distancia que la nave había recorrido, ida y vuelta, en poco más de 31 años. En
la Tierra, mientras tanto, había transcurrido un cuarto de milenio.
Muchas anomalías acompañaron al viaje de los pioneros. Habían salido del
sistema solar en la forma prevista y sin presentar ningún tipo de
inconveniente, pero apenas superaron la distancia de 800 unidades
astronómicas, considerado el límite exterior de la nube de Oort, se había
perdido contacto con la nave. Las centrales de recepción en la Tierra se dieron
cuenta de que esto ocurría recién dos años después, cuando la ausencia de
señal se hizo evidente al dejar de recorrer la tremenda distancia. Esto ya estaba
previsto por lo que se habían tomado medidas previsoras. La dilación del
tiempo, viajando tan rápido como un cuarto de la velocidad de la luz, era algo
que se había previsto. No recibir señales de la nave durante breves lapsos era
esperable, así como que ésta operara independientemente de lo que ocurriera
en la Tierra. De esta forma fue que la atención pública se olvidó de la nave y
de su destino. Trascurrieron las décadas y el hombre no volvió a pensar en las
lejanas estrellas, ni a recibir señales desde lo profundo del espacio...
Mucho tiempo después, en el año 2183 se recibió una señal del Menkhara.
Habían llegado a su destino y procedían a volver. El revuelo que produjo no
pudo ser más inesperado. La sociedad entera se volcó hacia las tecnologías
que habían sido dejadas de lado. Después de todo, la solución a todos los
problemas humanos estaba a la vuelta de la esquina. Un mundo nuevo, virgen
en lo referente a la vida inteligente y, como confirmaba el mensaje del
Menkhara, habitable. En todo este tiempo las tecnologías habían evolucionado
hasta puntos impensados, y el nuevo siglo fue bienvenido en el mundo con la
idea y la confirmación del segundo gran paso en la carrera intergaláctica. Se
comenzó a construir un gigantesco ingenio, una nave descomunal, que llevaría
a unos 4000 colonos en proceso de crío-hibernación hasta Alpha Centauri en
la mitad de tiempo que su antecesora. Todo se calculó para que fuera realizado
en la fecha de mayor aproximación. Los técnicos calculaban que en escasos 9
años la humanidad podría estar colonizando un nuevo mundo. Pero en ese
momento la señal de la nave volvió a dejar de ser recibida. Y el proceso se
volvió a detener.
Anomalía
Consulta Relativa
La Alteración Druj
Circular 4
Sólo consentí en Anna eso de que en esa sala el tiempo juega extrañas
trampas, la mayoría de las veces volviéndose un círculo. Luego abandoné su
cama, presuroso. Supe por el reflejo de un espejo junto a la puerta trasera, que
mientras la dejaba, por la delantera entrábamos tomados de la mano.
Viajes (2)