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Agustín, el apasionado por la verdad…

Julián Felipe Peña


septiembre de 2019

Seminario Mayor Nuestra Señora de la Anunciación


II de discipulado
Historia de la filosofía medieval
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Contenido

Introducción ..................................................................................................................................... 3
Capítulo 1: Biografía ........................................................................................................................ 4
Vida .............................................................................................................................................. 4
La búsqueda de la verdad ............................................................................................................. 5
Filosofía y fe ................................................................................................................................. 6
Obras ............................................................................................................................................. 7
Capítulo 2: El hombre ...................................................................................................................... 8
Origen del alma ............................................................................................................................ 8
Sustancialidad del alma ................................................................................................................ 9
Conclusión ...................................................................................................................................... 10
Bibliografía..................................................................................................................................... 11
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Introducción

Hablar de Agustín de Hipona es algo realmente difícil, sobre todo por su dicotomía entre

ser un hombre libertino, guiado por placeres, lujos y desenfrenos, y luego, un cristiano convertido,

que llegó a ser obispo y doctor de una Iglesia naciente.

Lo que convirtió a Agustín en un eximio pensador fue su incansable búsqueda de la verdad,

ya que en las dos etapas de su vida (placeres, libertinaje-cristiano convertido) demuestra una gran

dedicación por encontrarla; y, por eso, lo que diferencia estas dos etapas son las formas en las que

él buscaba esa verdad.

En este contexto, se tratará de dar algunas pinceladas y datos sobre las dos fases por las que

pasó Agustín de Hipona, exponiendo también parte de su filosofar; a la vez, se tocará el tema

hombre-persona, que tiene no pocas dificultades en Agustín. Por un lado, al inicio de su vida fue

influenciado por el escepticismo y el maniqueísmo, y, por otro, por el platonismo, neoplatonismo

y cristianismo (que ayudaron a refutar el materialismo que había concebido en su filosofar), que

afectaron en gran medida la forma de concebir la “persona humana”.


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Capítulo 1: Biografía

Si se quiere enmarcar el pensamiento filosófico de San Agustín en una línea particular, se

debería hacerlo en la existencialista-vitalista, pues su reflexión se centra en la vida humana de una

manera especial, analizando los grandes aspectos que a ella pertenecen, clarificarlos y darles una

explicación concisa.

Vida

Nació en el 354 en Tagaste, norte de África. Sus padres eran dos polos opuestos: un patricio

pagano, y una cristiana, santa Mónica, que marcó profundamente toda su vida y pensamiento. Su

juventud en Tagaste y Cartago influyó mucho para que tuviera un estilo de vida bastante

desordenado, según era costumbre en su tiempo.

La obra que le inculcó el entusiasmo por los problemas filosóficos, y le hizo perder la

afición hacia las cuestiones formales y gramaticales, fue Hortensius, de Cicerón. Y, a partir de

haberla conocido, se esforzó en buscar de manera incansable la verdad. En un primer momento,

trató de buscarla uniéndose a la secta de los maniqueos (374); pero, el leer las “categorías” de

Aristóteles, le embargaron algunas cuestiones y dudas, que el maniqueísmo no fue capaz de

resolver (384). Y, por esa razón, diez años después, viaja a Milán, en busca de la verdad plena. Allí

conoció a Ambrosio, que le fascinó y le convenció de convertirse al cristianismo.

Leyendo las Enéadas de Plotino, comprendió, finalmente, contra la principal tesis de los

maniqueos, que Dios era incorpóreo. Y, más adelante, en el 87, recibió el bautismo y comprendió

que su tarea principal era anunciar la sabiduría cristiana a su pueblo de origen. Por eso, regresó a

Tagaste, donde fundó un monasterio con sus reglas; allí fue ordenado sacerdote en el 391, para ser,
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al poco tiempo, elegido como obispo de Hipona, donde murió en el 430, dos años después de la

invasión de los vándalos.

La búsqueda de la verdad

Las obras filosóficas de San Agustín manifiestan, en gran manera, su propia vida; es decir,

su reflexión es un fiel reflejo de su cotidianidad. Así, Agustín, viviendo en un contexto de crisis

política (ocaso del imperio romano), social (la aparición de nuevos pueblos y el cambio cultural

consecuente) y doctrinal (pues la religión del antiguo imperio romano se veía confrontada por el

cristianismo), ofrece las bases filosóficas-teológicas para construir una nueva época; bases que

ejercerían su influjo hasta finales del medievo.

Como ya se mencionaba antes, Agustín enfocó todos sus esfuerzos en la búsqueda de la

verdad, pero no simplemente como “una curiosidad académica ni un prurito intelectual, sino como

una exigencia personal, convertida en pasión existencial” ( (Merino, 2011), que sólo se podría

hallarse, encontrarse, por medio de una interiorización filosófica profunda. En este camino de

interiorización Agustín tuvo dos influencias: por un lado, el platonismo, que le inspiró y le mostró

la necesidad de la reflexión interior; y, por otro lado, el cristianismo que le dio a conocer la forma

de practicar esa interiorización.

A diferencia de los platónicos, la interiorización agustiniana era para todos los hombres, y

no sólo para los sabios. Agustín creía que todo hombre “tiene un poder desiderativo que le impulsa

hacía más allá de sí mismo y a trascenderse” (Merino, 2011). En línea consecuente, la gran

diferencia entre la interiorización platónica y la propuesta agustiniana es en el concepto de Dios:

el Dios cristiano y el Dios griego. Por eso se subraya que Agustín no es un neoplatónico, sino que

un cristiano que sirve de conceptos platónicos para explicar la realidad.


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Sus constantes incertidumbres, interrogantes y dudas sobre la realidad, lo llevaron primero

a adoptar una especie de escepticismo, que, en pocas palabras, “concebían que se debe dudad de

todo, y que ninguna verdad podía ser comprendida por el hombre” (Merino, 2011)…Pero Agustín,

hombre apasionado por la verdad y la certeza, no podía instalarse en la duda y la incertidumbre del

escepticismo; por lo cual lo supera y lo rechaza, por medio de lo que serán los fundamentos de toda

su filosofía posterior: “tú sabes que vives, tú sabes que existes, tú sabes que entiendes”, que, en

suma, quiere decir que la misma realidad humana demuestra la certeza, la verdad de las cosas.

Filosofía y fe

Si se quiere ahondar más en el pensamiento agustiniano, se podría plantear la siguiente

pregunta: ¿Cuál es el acontecimiento que marcó definitiva y profundamente el filosofar de

Agustín? Y habría que responder sin dudarlo que fue su conversión al cristianismo, aunque sin

demeritar los otros influjos: como el platonismo o el maniqueísmo. Pero este acontecimiento, como

señala Merino, “no es un simple cambio filosófico que es necesario reajustar cada día, sino un

instante biográfico y existencial que hace irrupción en la propia vida y da un nuevo fundamento a

la misma interioridad, a los juicios de valor y al mismo existir” (Merino, 2011). Aún con todo el

mérito que Agustín le daba a la fe, él no descuidaba por eso la razón: la fe estimula la razón y la

promueve más allá de sí misma.

Así, en la búsqueda de la verdad agustiniana, la fe constituye el fundamento principal. Pero

no hay que olvidarse que, para Agustín, la verdad se halla utilizando toda la persona, no solo las

facultades más altas. Por eso, la fe y la razón están unidas recíprocamente, y no se oponen una a la

otra; por el contrario, se complementan mutuamente para llegar a la verdad plena: Dios. De ahí,

estas palabras de Agustín: “Intellige, ut credas” (comprende para creer), “Crede, ut intelligas” (cree

para comprender). Sin lugar a dudas, ahí se demuestra la íntima unión entre fe y razón.
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Obras

San Agustín tiene una producción literaria que supera con creces la de muchos autores

contemporáneos a su época; por eso, sólo se hará mención de la más relevantes, sobre todo en el

ámbito filosófico, y no tanto teológico: Contra académicos (386), sobre el escepticismo, que ya

mencionábamos atrás; De vera religione (388), sobre la relación entre ciencia y fe; De civitate Dei

(413-427), filosofía de la historia; Retractationes (426-427), donde Agustín hace un recorrido de

su obra escrita hasta entonces y matiza algunas de sus tesis anteriores.


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Capítulo 2: El hombre

Después de haber señalado algunos datos biográficos de Agustín de Hipona, es preciso

señalar, que, en toda su reflexión filosófica, deja un lugar especial para el hombre. Analizó, por un

lado, su realidad existencial, y, por otro, el problema ontológico de la unión entre cuerpo y alma.

Para él sí existe una unidad entre cuerpo y alma, pero el cuerpo no forma parte constitutiva ni es

del mismo rango del alma. Es claro de quién sacó esta concepción sobre la unión entre cuerpo y

alma (influjos platónicos), pero es de aclarar, que ya el cuerpo no era considerado como la cárcel

del alma, sino que el alma es era una sustancia racional que existe para dominar el cuerpo; es decir,

que el alma le da vida al cuerpo, y se sirve de él para realizar sus funciones intelectivas.

Esta concepción agustiniana influyó en la desvalorización del cuerpo durante toda la edad

media, siguiendo la línea de Orígenes, que se castró, porque el cuerpo era sólo una cárcel que

corrompía el alma. Aunque, de todas formas, es deber subrayar que la escolástica posterior

promoverá una unidad substancial entre el cuerpo y el alma, que considerará el cuerpo con la misma

importancia que tiene el alma.

Origen del alma

Aunque tenía influjos platónicos, Agustín rechaza la teoría que señala una preexistencia de

las almas, y tampoco cree que sean emanadas de Dios, según una postura neoplatónica. Pero se

genera la incertidumbre: el alma fue creada, pero, ¿cómo fue creada?

Tres son las teorías que su pueden subrayar respecto al origen del alma en Agustín. En

primer lugar, la teoría de generacionismo, que atestigua la creencia de que las almas individuales,

particulares, proceden de un alma primera, creada por Dios: el alma de Adán. En segundo lugar, se

halla el creacionismo, que, como ya su nombre lo indica, defiende la idea de cada alma fue creada
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directamente. Y, por último, otra teoría consiste en creer que las almas existen desde siempre en

Dios, y luego son puestas en cada uno de los cuerpos de forma temporal y gradual (esta es la postura

neoplatónica de la que se hablaba en el párrafo anterior). Agustín está en una encrucijada, pero se

inclina por la teoría del creacionismo, siempre y cuando se pueda explicar la transmisión del pecado

original, según señala en una carta escrita a san Jerónimo.

Sustancialidad del alma

Antes se mencionaba cómo Agustín había superado el escepticismo, descubriendo, al

reflexionar sobre su propia consciencia, un yo como realidad indudable de la consciencia. Esta

consciencia del yo tiene tres características: primera, la realidad del yo; es decir, que existe no

como un sueño o una fantasía, sino como una realidad pensante. Segunda, la independencia del yo,

que, al confrontarla con los actos, manifiesta que el hombre posee unos actos, y no que significa

unos actos; en otras palabras, el yo existe y se distingue de sus facultades: “yo soy el que por la

memoria recuerdo, yo soy el que por el pensamiento pienso, yo soy el que por el amor ama”

(Merino, 2011). Y, por último, la permanencia del yo, que el yo no solo se distingue de las

facultades, sino que perdura a través de ellos como una realidad única, idéntica y constante. Este

yo es el alma, que es una sustancia real, independiente y permanente.

A partir de que el alma puede percibir objetos que no son materiales ni corpóreos, es que

Agustín asevera la inmaterialidad del alma. Además, la eternidad del alma es asegurada por medio

de la estructura tríadica de tres facultades que le corresponden –memoria, entendimiento, voluntad-

que remite a la Trinidad; y, por ende, esa misma cualidad de ser imagen del Dios trino garantiza la

inmortalidad del alma (Merino, 2011).


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Conclusión

La vida y el pensamiento de Agustín de Hipona tuvo, sin dudarlo, muchos semblantes; pero

quedémonos sólo con uno: Agustín, el apasionado por la verdad…Porque no se puede negar que

la incansable búsqueda de la verdad es el centro de la filosofía agustiniana. En esa búsqueda, pasó

primero por un materialismo (influenciado por el maniqueísmo y el escepticismo, y, luego, por un

espiritualismo (influenciado por el platonismo y el cristianismo).

Su vida, aunque parece contradictoria, es muy rica, y deja vislumbrar la meta del filosofar

humano: el esfuerzo, la perseverancia, el no conformismo, entre otros… Pero lo que más impacta

de su pensamiento es la capacidad para dar una explicación, aunque flexible, pero concisa y seria,

sobre la realidad, teniendo en cuenta la diversidad de experiencias pasadas como punto de partida

fundamental.

En esta búsqueda de la verdad y explicación de la realidad, como eje fundamental está la

interiorización. Ésta le ayudó a dar su concepción sobre el hombre: 1. hay una unidad entre el alma

y el cuerpo; pero el cuerpo no es parte constitutiva, sino sólo una ayuda para que el alma exprese

todas sus facultades. 2. El alma fue creada directamente por Dios; ese es su origen. 3. El alma es

una sustancia inmaterial, que tiene tres características fundamentales: es real, es independiente y

es permanente.

En síntesis, se puede decir con Canals Vidal, que Agustín “cumple por primera vez el

llamamiento del conócete a ti mismo” (Vidal, 1985). Con su interiorización lega los rasgos más

esenciales de la filosofía del medievo: concepto de persona, de libertad, de moralidad, de Dios, del

mundo… En fin, nos deja una gran riqueza filosófica que explica de una manera brillante la realidad

existente.
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Bibliografía

Merino, J. M. (2011). Historia de la Filosofía Medieval. Madrid : Biblioteca de Autores


Cristianos.
Vidal, C. (1985). Historia de la Filosofía Medieval. Barcelona : Herder .

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