Está en la página 1de 6

Aplicación del Desarrollo Humano

Durante el desarrollo de la década de los 50, con el nacimiento de la escuela de la


economía del desarrollo, bajo la influencia de los economistas Ragnar Nurske (1953),
Paul Baran (1957) y Arthur Lewis (1955), el eje fundamental del desarrollo era concebido
a través de la acumulación de capitales, esta construcción teórica era sostenida por el
modelo industrial de la economía moderna. Otros científicos, entre ellos (Rosenstein-
Rodan, 1943), expresaban que la forma de consecución del desarrollo humano, era
mediante la captación de la inversión de capitales, que fundamentaba el crecimiento
económico relacionado al aumento del producto bruto industrial.

En este mismo orden de ideas, a mediados de la década de los 70, surge otro
enfoque de desarrollo integral, bajo los postulados de la teoría de las necesidades básicas
del científico estadounidense, Paul Streeten, quien propugnaba lo siguiente:

“... el objetivo de los esfuerzos a favor del desarrollo es


proporcionar a todos los seres humanos la oportunidad de vivir una
vida plena...la incumbencia fundamental del desarrollo son los seres
humanos y sus necesidades” (Streeten, 1999)

A partir de estos postulados, se comenzó a relacionar el concepto de desarrollo


económico, con los aspectos inherentes a la satisfacción de las necesidades humanas,
como la educación y la salud, debido fundamentalmente a que estos factores incidían en
la productividad laboral, con la respectiva influencia de este fenómeno sobre la economía.

En tanto, para estudiar la aplicación del desarrollo humano, es imperioso abordar


lo relativo al Índice de Desarrollo Humano, que viene a ser la principal herramienta
teórica de utilidad en lo económico, político y social de este concepto. Esta magnitud
corresponde a un indicador del nivel de desarrollo de la población, que surge a raíz de la
insuficiencia del concepto de crecimiento económico a fin de exponer los factores de
avance de las naciones, esto último, deja al relieve la vinculación del concepto de
desarrollo humano con el de crecimiento económico.

De lo anterior, se puede inferir que los indicadores tradicionales del PIB per cápita,
no proporcionan la información suficiente para explicar el desarrollo de los países. Así,
pueden observarse naciones, en las que a pesar de los indicadores de ingreso per cápita
favorables, pueden sufrir variaciones sustanciales en la percepción de desarrollo cuando
se incorporan variables de otra naturaleza.

Asimismo, el concepto de desarrollo humano, supone la preeminencia de dos


enfoques económicos distintos en relación a su definición. Una de estas posturas, es la
defendida por el economista Robert Lucas, el cual sostiene que el desarrollo económico
es un área de la ciencia económica encargada de interpretar los patrones en los niveles y
tasas de crecimiento del ingreso per cápita, en relación a diferenciales de tiempo y
naciones (Lucas, 1988).

El eje central de estas concesiones teóricas, se refiere a la insuficiencia del acceso


a los bienes y servicios como fenómeno exclusivo para determinar el desarrollo humano,
tal y como argumentaban los utilitaristas clásicos, es decir, que la medición del bienestar
debe ser determinada por magnitudes extemporáneas. De esta forma, el enfoque
utilitarista carece de relevancia teórica y metodológica para explicar los fenómenos de
progreso de las sociedades. Así, el IDH, se sirve de la complementariedad del ingreso per
capita, y el acceso a los bienes y servicios con otras variables de interés social, que
expliquen a cabalidad los factores inherentes a progreso humano, en otras palabras, el
progreso integral y no solo referido a variables económicas, aunque cuantificables.

Asimismo, el IDH, evalúa la utilidad del desarrollo humano, a razón de los


conceptos de “funcionamientos” y “capacidades”, relacionados con esta construcción
teórica. En relación a esto, la adquisición de un bien o servicio, no está asociado a la
consecución de bienestar per se, sino que establece una vinculación con los
“funcionamientos” que este bien o servicio otorga al individuo. De esta forma, este
conjunto de atribuciones, posibilita en acceso a un conjunto más amplio de “capacidades”,
a raíz del consumo o utilización de este bien o servicio. A modo de ejemplificar esta teoría
de utilidad del IDH, se debe suponer la adquisición de un vehículo, el automotor no
representa un bienestar en sí mismo, sino la posibilidad de movilizarse, que viene a ser
su funcionamiento, relacionado a ello, el individuo pudiera desarrollar un cumulo de
actividades potenciales como el aumento de la socialización, capacidad de trabajo,
incremento de la recreación, participación social y política, entre otros supuestos, que
vienen a ser las capacidades, que repercuten directa o indirectamente en variables de
desarrollo, como autoestima, reputación social, entre otras. De esta forma, el individuo
valorará los “funcionamientos” que tiene a su disposición, así como la relevancia del
conjunto de habilidades asociadas sobre su bienestar.

De lo anterior se deriva la supremacía del concepto integral de desarrollo humano,


por sobre la concepción utilitarista, debido que revela la insuficiencia de la magnitud del
acceso a los bienes y servicios para explicar el desarrollo humano, debido a que vincula
las capacidades atribuidas a cada bien o servicio con la percepción de bienestar. A partir
de esto, se puede sentenciar que el fin último del desarrollo, es lograr el mayor cúmulo
de capacidades posibles para los individuos.

Cabe destacar, que la acumulación de “capacidades” alude a factores de distinta


naturaleza, como las condiciones sociales, institucionales, políticas, cognitivas y
económicas, que condicionan su ejercicio por parte de los individuos.

En aras de profundizar sobre la aplicación del desarrollo humano, es necesario


examinar la definición que sobre este tema aporta el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (en adelante, PNUD), la cual expone que “se refiere al proceso de
expansión de las posibilidades electivas de las personas, con el objeto de ampliar el
conjunto de oportunidades para la consecución de una vida creativa, saludable y con los
medios el desenvolvimiento en un ambiente acorde con la dignidad humana”. De esta
forma, la gestión del bienestar social y económico, se vislumbra como una tarea de que
engloba distintas áreas de estudio.

Hasta este punto, queda claro que las variables de ingreso, no contemplan todos
los factores inherentes al proceso de desarrollo humano. En este sentido, es común
observan en los informes sobre desarrollo humano, en comparativa de los distintos países,
que las posiciones que ocuparían en relación al PIB per cápita, son diferentes cuando se
adicionan otros factores importantes en la determinación del desarrollo humano.

Así, el subdesarrollo está marcado por la ausencia de capacidades en lugar de la


ausencia de ingreso per se. Según los economistas, (Anand & Ravallion, 1993), “la
introducción del enfoque de las capacidades en sustitución del enfoque del ingresos se ha
abordado no sólo a nivel conceptual, sino en la implementación de acciones
multidimensionales para el desarrollo”.
Ahora bien, se debe destacar, que la evidencia empírica devela una correlación
sustancial, entre la disminución de ingresos y la ausencia de capacidades, lo que supone
que la dimensión económica sigue siendo trascendental en la consecución del desarrollo
humano.

En términos de cuantificación, el Programa de las Naciones Unidas para el


Desarrollo, ha determinado tres dimensiones fundamentales en el cálculo del IDH, a
saber, el ingreso, a través de PIB per cápita en dólares estadounidenses, la salud, medido
por medio de la esperanza de vida al nacer, y la educación, medido mediante una
combinación de dos terceras partes de la tasa de alfabetización de adultos y una tercera
parte de la tasa de matriculación a educación primaria, secundaria y terciaria. Estas
dimensiones son valoradas referencialmente, a través de valores arbitrarios, para
considerar las desviaciones con respecto a las condiciones óptimas de desarrollo. Es
particularmente destacable, que para la determinación del IDH, se agregan los valores
determinados en cada dimensión de forma paritaria.

Sin embargo, existes criticas de orden conceptual y mitológicas a la determinación


del IDH, que se sustentan, principalmente en la falta de precisión para ponderar factores
derivados de la educación y la salud, por lo menos en términos teóricos.

Además, una de las aplicaciones del desarrollo económico, a través del IDH, es la
de proveer información comparativa para el estudio de los procesos de desarrollo humano,
lo cual en términos de los diferenciales entre países, la técnica se muestra muy efectiva,
sin embargo, cuando se toma en comparación con las magnitudes en un mismo país en
periodos de tiempos distantes, se comprueba una dificultad derivada de la constante
modificación de los enfoques metodológicos.

En este caso, si bien las criticas tienen supuestos teóricos que merecen ser
estudiados a profundidad, es imperativo resaltar que la importancia y utilidad del Índice
de Desarrollo Humano, ha sido verificado empíricamente. De hecho, el IDH sirve de
sustento para el abordaje de la gestión del desarrollo por las autoridades de gobierno de
la mayoría de los países del mundo, a parte, de servir de modelo para el estudio de otros
aspectos de interés público.
En este orden de ideas, existe evidencia científica de la relación de la escolaridad,
la accesibilidad de la salud sobre el aumento del ingreso, lo que en resumen, se traduce,
por lo menos indirectamente, en el aumento del desarrollo humano.

En conclusión, el estudio del proceso de desarrollo humano, y su aplicación en la


orientación de las políticas de Estado, supone en primera instancia, un instrumento de
análisis que permite relacionar el ingreso con otras variables, a fin de establecer los
niveles de prosperidad y bienestar de los individuos.

Además, incluye el abordaje de áreas que no están encuadras directamente en las


dinámicas del mercado, como la vida, la salud o el tiempo de ocio, lo que implica mayor
amplitud en el estudio del proceso de desarrollo.

Por último, queda por sentado, que los ingresos económicos de los individuos de
una nación, no es el factor exclusivo en la consecución de niveles de vida acordes con la
dignidad humana, lo que ha incentivado a los Estados, a indagar sobre las medidas
integrales, no solo de ingresos, que desemboquen en un ambiente confortable, de
seguridad y bienestar para los ciudadanos.
Referencias

Anand, S., & Ravallion, M. (1993). Human Development in Poor Countries: On the Role
of Private Incomes and Public Services. Journal of Economic Perspectives, 133-
150.

Lucas, R. E. (1988). On the mechanics of economic development. Journal of Monetary


Economics, Vol. 22, 3-4.

Rosenstein-Rodan, P. (1943). The Problems of Industrialisation of Eastern and South-


Eastern Europe. The Economic Journal Vol.53.

Streeten, P. (1999). Futura estrategia para el desarrollo. Importancia del desarrollo


humano. Finanzas y desarrollo: publicación trimestral del Fondo Monetario
Internacional y del Banco Mundial, ISSN 0250-7447, Vol. 36, Nº 4., 30-34.

También podría gustarte