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O´DONNELL

ESTADO BUROCRATICO AUTORITARIO

IMPLEMENTACION DEL BA

Se da un golpe de estado derrocando al gobierno del Illia y asume un gobierno de facto al mando del General
Ongania. En las Fuerzas Armadas casi no hubo oposición al golpe. Este golpe contaba con la aceptación de gran parte
de la población. Sobre todo por parte del sector popular y el sector sindical. También por el propio Perón y por el
peronismo.

Desde 1955 el régimen político argentino no había logrado digerir la fuerza electoral del peronismo. Después de 55
la proscripción del movimiento peronista desplazo hacia los sindicatos el peso principal en ese movimiento. Esto
implico a su vez que la clase obrera adquiriera peso decisivo en el peronismo.

Perón, el movimiento peronista en su discontinua existencia y los sindicatos con su fortaleza organizacional se
colocaban en contra de las corrientes liberales y apartidas como del comunismo.

Las demandas de los sindicatos eran económicas pero su capacidad para articularlas aparecía como un obstáculo
para la estabilidad económica y el desarrollo. No sorprende por ello que la Burguesía exigiera con un tono cada vez
más tajante a partir del 58/59 que el gobierno doblegara a los sindicatos anulando su autonomía y despolitizándolos
es decir separándolos del apoyo que les daba el peronismo. Estos querían que se “domesticara a los sindicatos”.

Las ofensivas contra los sindicatos y los intentos de normalización económica (con sus consecuencias de fuertes
regresiones en la distribución del ingreso) eran contestados con olas de huelgas y movilizaciones populares. Esto
hacia parecer a los gobiernos desbordados por el desorden, y los ponía al borde de un golpe.

Además de presentar un obstáculo para el interés de garantizar una acumulación de capital estable, esta presencia
popular autónoma respecto el aparato estatal y de las clases dominantes aparecía como una traba para consolidar
algún tipo de dominación política.

Los gobiernos del periodo 55/66 nacidos con el pecado original de la proscripción del peronismo y obligados a
intentar la normalización de la economía no podían dejar de antagonizar al sector popular. Pero cuando se
acercaban las elecciones en las que no podía ignorar el peso del movimiento peronista y cuando debían hacerse
concesiones para amortiguar el desorden y alejar el riesgo de un golpe, lograban ponerse en contra la burguesía que
cada vez más insistentemente clamaba por un gobierno fuerte.

Los sindicatos aumentaron la actividad huelguística durante este periodo. La CGT lanzo el plan de lucha en 1964.

No se trataba solo de una clase obrera cuya capacidad de articulación de demandas trababa la acumulación, sino
también de una clase que podía movilizarse coordinadamente en dirección antagónica a los intereses de la
burguesía.

El gobierno hostilizo a los sindicatos. Poco alegraron a sus dirigentes los intentos gubernamentales por supervisar los
mecanismos de elección interna y por controlar el uso de los fondos sindicales. Por otro lado no se habría de admitir
el acceso al gobierno del peronismo por la vía electoral.

Los sindicatos aumentaron la actividad huelguística durante este periodo. La CGT lanzo el plan de lucha en 1964. Ya
no se trataba de una clase obrera cuya capacidad de articulación de demandas trababa la acumulación, sino también
de una clase que podía movilizarse coordinadamente en dirección antagónica a los intereses de la burguesía e
insinuaban fisuran en la dominación social. El gobierno para desocupar las fábricas y restablecer la “disciplina” opto
por presentarse a los tribunales pidiendo órdenes judiciales de la desocupación de las plantas. Era evidente que si se
ordenaba la desocupación directamente militar de las fábricas esto precipitaría el golpe de estado. Esto provocaba el
apoyo de la sociedad al golpe al ver que estado radical (Illia) no era siquiera capaz de garantizar el orden.

Para la burguesía el apoyo a este golpe apuntaba a resolver el problema de encontrar un estado que organizara
condiciones más estables para la acumulación y garantizara más firmemente su dominación de clase aparte que
también quería destruir el régimen que no había logrado digerir al peronismo y a través del cual se habían filtrado
gobernantes débiles.
Corrientes internas de las FFAA del golpe del 66, principales trazos de sus corrientes internas:

-“Paternalista”: cuyo representante más destacado fue Ongania. Estos buscan la integración social, que esperan
lograr mediante un corporativismo englobante no solo del sector popular sino también de una burguesía. Son
hostiles a la movilización política. Son conservadores, o mejor tradicionalistas. Partidarios del orden, la autoridad y la
despolitización.

-Una segunda corriente es la “nacionalista” Levingston. Es también autoritaria y corporativista pero a diferencia de la
anterior, que es desmovilizarte y apolítica, esta tiene la ilusión de generar y manipular movimientos de masas que
apoyen sus consignas. Esta corriente alienta la ilusión de una unión entre el pueblo y las fuerzas armadas. Apoya a la
sociedad de masas. Quiere descubrir en el “empresariado nacional” la base de sustento política y económica de un
capitalismo nacionalista y estatista.

-La tercera corriente es la “liberal autoritaria” o “liberales” de la cual son parte Lanusse y Alzogaray. Estos se
consideran verdaderos demócratas. Provienen de la clase alta urbana. Son pro-capitalista sin reservas mentales y
entienden mucho mejor el funcionamiento de una economía capitalista.

-Un cuarto grupo probable es el de los “profesionales”, escasamente proclives a los liberales pero siempre alertas a
detectar y seguir la distribución de fuerzas dentro de sus armas.

Estas corrientes internas de las FFAA pudieron coincidir en dar por terminada la semidemocracia vigente en el
periodo 55/66 e inaugurar un nuevo sistema de dominación política que se proponía el logro de metas tan amplias
como recuperar la dignidad internacional y modernizar la argentina; “asegurar la unión nacional”, “posibilitar el
bienestar general” y “reencauzar al país por el camino de su grandeza”. Estas corrientes coincidían en que el líder
natural era Ongania.

Paternalista y liberales:

La revolución argentina se inicia con el anuncio de que habría de durar por tiempo indeterminado, el necesario para
que el país fuera modernizado y reencontrado con su destino y para que los males del periodo anterior, como ser, la
inflación, el escaso crecimiento económico, los conflictos sociales, etc. fueran erradicados. La sociedad tenía que ser
integrada y ensamblada con un estado que sería transformado en un eficiente conjunto de instituciones. Para ello
era indispensable realizar una tarea de “ordenamiento” que, permitía distribuir más equitativamente bienes y
oportunidades y la reaparición de la “actividad política” y de la “democracia representativa”.

Habría así tres tramos: Económico y el ordenamiento; lo Social apuntando a la justicia distributiva; y por último el
Político, articulado por un nuevo Estado. Estos tres tiempos corresponden a la ideología de Ongania. El tiempo
político sería el último ya que para Ongania esto significaba división de los argentinos y fomento del desorden y la
subversión. Es por esto que es primero necesario estabilizar y controlar la economía luego proceder a ordenar la
sociedad, controlar la comunidad y cuando se haya logrado la utopía de la comunidad organizada recién ahí habrá
partidos políticos pero ellos no representaran intereses sectoriales sino tendrán visiones integradoras del bien
común.

La coincidencia entre los liberales y los paternalistas era que el BA debía ordenar a la sociedad, fortalecer el aparato
estatal, inducir el aumento de inversiones y orientar su dominación por un largo periodo. Entre las disidencias a la
cual se suma el gran capital, si bien coincidían todos en que había que domesticar a los sindicatos, para los
paternalistas había que encapsular a toda la sociedad no solo al sector popular, para los liberales había que
domesticar al sector popular fomentando la expansión de la gran burguesía, y el gran capital no había que
subordinarse al aparato estatal.

Con respecto al golpe de 1966 que derroco a Illia: Con la burguesía entusiasmada, los dirigentes sindicales
manifestando su apoyo, Perón bendiciendo el golpe, diversos “ex” partidos políticos ofreciendo sus elencos al nuevo
gobierno y los radicales sin capacidad de oposición, el “desorden” del periodo anterior parecía haber desaparecido.
Solo quedaba como espacio conflictivo la Universidad, “politizada y pulgada de izquierdistas”. Muchos aprobaron la
intervención de la universidad.

En este periodo inicial el énfasis debía recaer sobre la implementación del orden en la sociedad y la reorganización
del Estado, había que hacerlo más eficiente: racionalizar la administración central y las empresas públicas.
Capítulo 3: PATERNALISTAS, LIBERALES Y NORMALIZACION ECONOMICA

Krieguer Vasena, respetado por la gran burguesía como un liberal suficientemente experto como para evitar
discordancias y dogmatismo, su designación fue el resultado de un verdadero plebiscito de la gran burguesía y sus
voceros.

Al tiempo que los liberales conquistaban el aparato económico del Estado, los paternalista reducían su papel a
conservar el “orden” que permitiría cumplir un “tiempo económico” a cargo de los liberales que habían logrado el
control de la política económica y social. Quedaba en manos de los paternalistas reprimir y cargar con los costos
consiguientes, hacer “auténticamente representativos” a los sindicatos, “jerarquizar” la educación y seguir
incurriendo en una oratoria que reavivaba las preocupaciones “democráticas” de los liberales.

Entre tanto quedaba vigilar que no se filtraran motivaciones antinacionales. Para que esto no ocurriera se montó un
elenco en la Secretaria General de la RESIDENCIA DE LA Nación, encargado de supervisar las decisiones enviadas
para la firma del general Ongania. Así quedo a este y a su sector un poder de veto que produjo abundantes roces,
pero que presuponía haber abandonado, toda capacidad de iniciativa en las desiciones económicas hacia las cuales
se desplazó el centro de gravedad de la Revolución Argentina.

Lo fundamental es que no hay BA sin normalización de la economía, y que esta requiere un papel protagonizo del
gran capital local y transnacional.

Paternalista y nacionalista solo pueden imponer desde el aparato estatal sus ambigüedades sobre la economía, al
precio pírrico de naufragar con el BA. Pero para sobrevivir, su política económica solo puede ser dejar que la hagan
los liberales. Para paternalistas y nacionalista puede quedar espacio no insignificante en el sistema institucional del
estado: ciertas empresas públicas, gobiernos provinciales, embajadas, etc. pero los nudos decisorios de a
acumulación de capital son controlados por los liberales y por lo que ellos contribuyen como ligazón orgánica con el
gran capital local y transnacional.

La gran derrota sindical:

Después de iniciales ilusiones, los sindicatos se vieron empujados hacia la oposición. En febrero de 1967 la CGT se
lanzó a un curso de acción que habría de precipitar la derrota sindical que esta estaba en el aire. Con demandas tan
moderadas como la de un inespecífico cambio de política económica, la CGT anuncio el lanzamiento de un “Plan de
acción”. Este se concretaría en paros nacionales, con un escalonamiento de “campañas de esclarecimiento “y
“movilizaciones”, ocupaciones de fábricas, etc.

Esta fue la constante táctica del sindicalismo, en especial del sector que a lo largo del periodo tuvo, el control de los
principales sindicatos: el vandorismo.

La meta era fortalecer sus propias organizaciones y penetrar el aparato estatal para influir las opciones más
determinantes de la política económica y social, basada en una pragmática estrategia de alianzas con otras fuerzas
sociales. Este sindicalismo estaba habituado a presionar, a veces con violencia, para negociar pragmáticamente, y a
producir condenadas contra políticas económicas, pero rodeándolas con una vaga versión de capitalismo
“nacionalista” en el que se articularían con “justicia el capital y el trabajo.

La respuesta al anuncio del Plan de Acción fue severa. Acusada la CGT de incurrir en “técnicas subversivas”, se reunió
el Consejo Nacional de Seguridad, que advirtió que la decisión de la CGT “afecta a la seguridad nacional al pretender
subvertir el orden interno y amenazar la paz social” y estaba influida por “grupos comunistas”, por lo que las
instrucciones policiales y militares, “interrumpida toda clase de dialogo”, se aprestaban a iniciar la adopción de las
medidas propuesta con el escalonamiento y el orden de prioridad previstos. Al mismo tiempo se congelaron los
fondos de varios sindicatos, y se anunció que todo trabajador estatal que adhiriera a los paros seria despedido sin
indemnización.

Por fin, luego de años de gobierno demasiado débiles para imponerse a la CGT, parecía posible lograr una central
aspiración de la gran burguesía: los sindicatos podían ser subordinados al aparato estatal y podían ser atomizados
mediante la imposición de la “libertad” de formar varios sindicatos y confederaciones sindicales, de afiliarse y de
contribuir a cualquiera de ellos.
Atacada por quienes explicitaban sus antagónicos intereses de clase, y amenazada por un gobierno que contaba con
amplio apoyo para “domesticarla”, la CGT se encontró ante el dilema de continuar un camino en el que solo
encontraría una represión cada vez más severa, o someterse a una rendición incondicional.

Así fue como el secretario de la CGT suspendió las medidas subsiguientes del Plan de Acción y cito a la máxima
autoridad del organismo, el Comité Central Confederal, para “realizar un profundo análisis del problema”. Fueron
levantados los paros, y las restantes medidas del Plan de Acción. La derrota de la CGT era completa. Esta derrota
arrastraba a sus representados y aprecian abrir camino para la ofensiva de la gran burguesía implicada por las
políticas que mientras tanto elaboraba el nuevo equipo económico.

Para Ongania y su corriente era un gran triunfo y muy necesario. Se había demostrado, que ahora había una
“autoridad” en disposición y capacidad de imponer el orden. Pero pronto se manifestarían las divergencias entre
paternalistas y liberales acerca de la “cuestión sindical”.

El programa de normalización:

Después de la rendición de la CGT, Krieger Vasena anuncio un conjunto de medidas de gran transcendencia, que
consistieron en: a) una devaluación de casi el 40 del valor del peso; b) impuesto a los tenedores de divisas y
retenciones a los precios de exportaciones de productos agropecuarios; c) disminución de gravámenes para la
importación; d) la liberalización del mercado de cambios; e) el anuncio de diversas medidas orientadas al
saneamiento del gasto público. Ellas eran las primeras acciones destinadas a reducir la inflación y las bases de un
desarrollo con estabilidad. Otras medidas fueron la suspensión de las convenciones colectivas de trabajo y el
otorgamiento de los trabajadores del sector privado de un aumento; la terminación del régimen de prórrogas
automática y congelación de los arrendamientos rurales; acuerdo voluntario de precios en el que se comprometían a
congelar los mismos; establecimiento de líneas especiales de créditos para la financiación del consumo y
reparaciones de viviendas.

Estos intentos lograron mejorar transitoriamente la situación de balanza de pagos; pero debido a la devaluación, y a
la elevación de la tasa de interés a que llevaba la restricción crediticia y monetaria, alimentaron la inflación que
supuestamente iban a eliminar.

Krieger Vasena, su equipo y sus principales apoyos sociales no eran ni “oligarcas” ni “antiestatales”.

El BA y la normalización:

Las medidas adoptadas por el equipo de Krieger Vasena apuntaban a lo que he llamado la “normalización” de la
economía. El BA enfrento dos problemas: uno de ellos es la imposición del “orden”, expresado en la aplicación de
coerción apuntada a suprimir la amenaza planteada por los procesos previos a la emergencia de ese Estado. Esto se
concreta en los intentos de desactivar el sector popular. El éxito de estos intentos implica la exclusión política del
sector popular, cuya contrafaz es la apariencia de “paz social”.

La segunda tarea del BA, la normalización económica. Consiste fundamentalmente de: 1) reducción de las fuertes
fluctuaciones; 2) reversión de la tendencia negativa alrededor de la cual solían producirse esas fluctuaciones; 3)
modificación de las expectativas de los acotes dotados de mayor capacidad para determinar la situación económica;
4) terminación de la economía de saque del periodo anterior para retomar en el futuro los patrones de creciemitno
normal de estas economías; 5) reconversión de la estructura económica y 6) la reconexión de esa estructura
económica con el capital trasnacional luego de la crisis previa del BA.

Más allá de las políticas antiinflacionarias y de balanza de pagos, la particular “normalización” de estos capitalismo
entraña, dos aspectos fundamentales. Primero la restitución de la supremacía de sus unidades oligopólicas y
transnacionalizadas, cuya acumulación vuelve a gobernar el dinamismo de la economía y a subordinar la
acumulación de otras unidades económicas. En el periodo siguiente a la implementación del BA el gran problema es
revertir la situación de manera que la gran burguesía vuelva a cumplir su papel de normal en estas economías.
Cuanto más honda ha sido la crisis económica y política previa, el BA tendrá más empinada y larga cuesta que tendrá
que remontar hasta que se haya logrado algo parecido a un funcionamiento nomal de estas economías.

El segundo problema económico del BA es la balanza de pagos, lo importante es que tanto la política
antiinflacionaria como la balanza de pagos, las maneras de lograr la normalización están codificadas (reducir el
déficit fiscal, control de salarios, control de oferta monetaria y crédito, eliminar subsidios, libre movimiento de
capitales desde y hacia su mercado, etc).

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