Está en la página 1de 13

La napea del bosque.

Adoro perderme en la inmensidad de los bosques de este paramo. Hace mucho tiempo que
camino por estos rumbos oscuros, llenos de polvo y podredumbre, arboles inmensos donde
no puedes ni siquiera ver las copas de los mismos, la tierra está manchada de la lluvia que
todas las noches permanece, sin excepción, a veces en las madrugadas despierto y la lluvia
parece cambiar al color sanguinolento de la sangre, envenenada y calcinada por el
mismísimo infierno. Un lugar divertido si me lo preguntan a mí, el único inconveniente al
que uno se enfrenta, es que aquí se pierden muchas cosas que antes poseías, pierdes tu
nombre por alguna palabra que crees escuchar por el sonido del viento, pierdes cualquier
atisbo de lugar de origen, te engañas a ti mismo repitiéndote una y otra vez que tu madre
tenía el cabello castaño y otras veces te dices que era rojo… o negro, has olvidado el
camino que te llevo hasta aquí, porque… ¿para qué querer recordar aquellos caminos
asquerosos llenos de esclavitud, de gente odiándose unas con otras, pero aun así tomándose
de la mano? esa hipocresía que imperio en antañas ciudades caídas; si, el olvido parece ser
ese único regalo dado por Urano, que formulo el primer movimiento de los astros, ¿Acaso
no era eso lo que buscaba? No lo recuerdo, a decir verdad, todos mis viejos escritos se los
llevo el fuego de aquella noche donde el viejo Zeus sembró en el bosque un torrencial de
rayos que no ceso hasta quemar el ultimo nido de gorrión junto a sus huevos que esperaba
darían algo de vida a este lugar, pero el no quiso que fuese así. No me había atrevido a
volver a escribir desde entonces, ya que, solo pude rescatar algunos papiros que robé, creo
recordar, de un viajero incauto que con abrupto sobresalto me asusto mientras mi faca
atravesaba su pechera y gorgoteos de sangre brotaban de la misma; pero, esta era una
situación diferente, esta vez tenía algo que decir e intentar recordar, pensé que había
olvidado escribir, pero heme aquí haciéndolo y esta vez lo hago para no olvidar sobre la
noche en la que la lluvia se detuvo.

Mis piernas se movían con suma frialdad y lentitud entre el barro y las hojas que caían de
los árboles, la lluvia me ocultaba en mi caminar en busca de algún alimento que, por lo
menos, durase una semana antes de tener que salir de nuevo, ¿Por qué lo hacía de noche?
Bueno, eso no importa, lo importante de esto es que, en la búsqueda de alguna presa, mi
capa se atoro en alguna rama de un arbusto mientras saltaba unas rocas, produciendo mi
estrepitosa caída sobre las mismas, no tarde ni 2 min en volverme a levantar, de mi brazo
un hilo de sangre caía por la parte dorsal de mi mano izquierda, volví mi mirada hacia ese
punto y pude notar como una roca afilada yacía enterrada en la manga de mi viejo saco y,
por consiguiente, aferrada en mi piel, hiriéndola, tiritando un poco la tome con mi la mano
derecho y tire de ella, un grito mudo se dejó escuchar en el bosque, tome un poco de tela
que tenía ya lista para situaciones como estas en mi bolso, subí mi manga con un poco de
dificultad por el dolor a la altura de mi codo, la lluvia lavo un poco la herida y con la
manga del brazo derecho intente secar un poco las gotas de lluvia que caían después de un
par de sacudidas, posterior, coloque el vendaje improvisado, tome mi arco y 5 flechas que
llevaba conmigo y continúe mi camino en busca de alguna presa.

Ya llevaba cerca de 3 horas caminando y por alguna extraña coincidencia no encontraba


nada a mi paso, ni un solo alma se paseaba frente a mi ¿acaso ahora también mis presas
habían huido de mí? ¿acaso el Artemisa esta noche estaría lo suficientemente ocupada para
no querer que un fantasma como yo encontrase algo?

- ¡Maldición! - Grité en mi adentros- Ni un estúpido animal puede correr entre la


hojarasca para que yo pueda marcharme de aquí para poder descansar- alce mis
puños y golpe con tal ira el roble frente a mi persona que una ráfaga de lluvia cayó
sobre mi junto a hojas lo suficiente sueltas de su tronco para acompañarme.

Después de tal rabieta pedí perdón a los dioses y en especial a Artemisa para que no me
dejase sin alimento todo el mes. Continué mi camino hasta desconocer por completo e
donde me encontraba, ya no veía en el las marcas que solía dejar en los arboles con mi faca,
algo estaba mal, me había alejado mucho, un escalofrió recorrió mi espalda con sumo
desprecio, como si una mano se hubiese deslizado por mi piel desnuda, volteé lo más
rápido que pude con la cuerda del arco más tensada que de costumbre, mi respiración se
agitaba y me pecho subía y bajaba, mi temor se pronunciaba más y más, las harpías, estoy
seguro que son ellas, las Euménides debieron encontrarme, pero ¿Cómo? Artemisa me
había dicho que aquí estaría seguro, creo recordar, así que, ¿cómo me habían encontrado?
¿Cómo esas malditas viejas sabían de este bosque? Imposible, no podía ser cierto, intente
pensar en eso, aun con mi arco tenso y apuntando a todas partes, mis pies se cristalizaron y
se sembraron en el piso, la lluvia pareció de nuevo tomar el color rojo, solo quería correr e
intentar huir, pero no podía, el terror de tener que topármelas me superaba, ¿cómo podía
hacerles frente con este arco y con un estúpido faca?

- Si tan solo tuviese mi espada o lanza – pensé con una ira que rayaba el respeto hacia
los dioses.

Pero no era tiempo de pensar en eso y lamentar mi suerte, tenía que correr, si, tenía que
moverme lo más rápido y regresar a casa, ¿Qué importa no comer durante un mes si es
necesario mientras pueda seguir con vida y lejos de tártaro?

Mi herida comenzó a punzar con mucho desdén por la fuerza que ocupaba para el arco que,
deje de tensar y baje, trate de agudizar mis oídos para escuchar el aleteo de sus asquerosas,
mojadas y calcinadas alas por bajar al tártaro, cuando a lo lejos un sonido extraño
interrumpió la calma que hasta ahora yo había alterado, calle, intentando hacer lo propio
casi con mi corazón de ser necesario para que no me escuchasen, cuando sucedió algo que
aun ahora perturba, solo de pensarlo, todo mi ser, la lluvia ceso.

Solté mi arco sin darme cuenta, levante mi mano derecha ora mi mano izquierda sin
importar el dolor del mismo, mis manos, no se mojaban, las mire estúpido un largo rato,
hasta que vi como las mismas tomaban su forma en la oscuridad a pesar de tenerlas a la
altura del dorso, las aleje lo más rápido que pude por el temor que me dio verlas en
tremenda oscuridad y aún más cuando se ilumino el suelo y pude ver la figura del arco en
él, entonces, por un impulso casi extraño ahora para mí, levante mi mirar y quite de mi
cabeza la capucha que tantas otras noches me había ocultado de la lluvia.

Mis ojos se expandieron, mientras mi cabello caía y se deslizaba por mis hombros, muchos
astros blancos se encontraban en la oscuridad, muchísimos algunos parecían tomar formas
de distintas cosas que ahora no recuerdo sus nombres, pero sobre todo uno de esos astros,
uno enorme llamaba mi atención, brillaba con menos poder que Helios, pero para mí
desprendía una belleza superior a Helios, ese astro en el cielo era hermoso e hipnotizante,
mis rodillas cedieron, posterior a no querer moverse, se derrumbaron ante el mirar de ese
astro en el firmamento, unas gotas de agua brotaron de mis ojos sin darme cuenta, pero sin
importarme, las deje rodar, era reconfortante, entonces ante mi nuevo descubrimiento.
El sonido que hace un momento escuche rompió el hechizo sobre mi persona e hizo que
mirada bajara, con cuidado limpié las gotas de agua de mi rostro y tome con mis manos el
arco que yacía tirado frente a mí, y con sumo cuidado me levante en busca de ese sonido,
Artemisa, se debió apiadar de mí y me ofrecía un regalo digno de ella, y antes de quitar la
mirada de aquel astro comencé a caminar.

Me movía despacio, el sonido incrementaba y mis manos apretaban el arco con fiereza y
confianza, Artemisa estaba conmigo. Caminé un tramo más y vi luz emergiendo de un claro
del bosque, cuando le vi… No sé cómo describir eso que vi, pero lo intentare con las
palabras más humanas que pueda, una joven tocaba la lira iluminada por el astro grande del
cielo, pero era aún más hermosa que aquel astro que acaba de descubrir, gozaba de un
cabello corto pero perfectamente cuidado y de color oscuro como el firmamento recién
descubierto, sus parpados almacenaban celosamente sus ojos, su piel era tersa y blanca
como la leche recién ordeñada y lista para beber, brillaba con cada movimiento que hacia al
son de la canción, su figura era pequeña como la de una chica de, al menos, unos 15 años,
poseía un lunar extremadamente vistoso cerca de su pecho derecho, su boca era pequeña y
de labios un poco delgados, pero lo suficientemente carnosos para besar y dejarse besar
dibujando una sonrisa que encendía dentro de mi algo que no sabría describir, su figura era
preciosa, perfecta, estilizada y forjada, al parecer, por el mismísimo Hefesto, que como
algunos dicen, sus manos son tan hermosa que solo ellas podrían hacer algo tan perfecto
como esta joven, sus pechos se movían con suma gracia a cada movimiento eran como dos
montículos bellos y llenos de vida, unas piernas extremadamente lisas y sedosas y unos pies
pequeños y agraciados encallados en una roca en la que esta chica posaba sentada y
desnuda, en ese momento toda la belleza del bosque perdió su encanto y todo se centró en
ella, carajo si lo hizo, no había más, mis pupilas se ciñeron en esa diosa recién descubierta,
de pronto sentí como el color rojo se posaba en mis mejillas y en mi rostro, esta era la
primera vez que podía ver algo así, era la primera vez que yo, alguien como yo podía
posarse, oculto entre la maleza, frente a un cuadro tan atractivo como lo era ella, sus
delicadas manos jugueteaban con esa lira y un murmullo sacudió mi ser, ella era como ver
por primera vez un cuadro, pintado por el mejor pintor, de la figura del fuego que Prometeo
le regalo a los seres humanos, de pronto por obra de mi estupidez o el hechizo impuesto por
este ser, me moví un poco hacia ella haciendo el ruido necesario para que esa lira se
detuviese.

Sus parpados recéselos se abrieron por primera vez mostrando un precioso par de gemas
glaciales imbuidos con la grandeza de alguna diosa en ellos, que si me lo preguntara diría y
repetiría una y mil veces que era la encarnación de la codiciada Afrodita, pero ella era de
ojos verdes y esta bella dama los tenia color café como un campo lleno de avellanas.

Nuestras miradas se cruzaron y parecía como si un muro de cristal nos separara, mentiría si
dijera que mi corazón se aceleró como hace algunos momentos relate, pero no, mi corazón
se sintió detener por una brevedad de segundos, sentía como si Cronos estuviese jugando
con el tiempo en ese momento e hiciera que todo fuera despacio y contorsionado, ella se
posó en la roca antaño hacia sentada y comenzó a caminar hacia mi persona, puso el pie
derecho, ora el izquierdo, ora el derecho… Era una danza, era como si la punta de sus pies
no tocasen el piso, camina lento y seguro, el mover de sus caderas fascinante como un
fuego, no, no era la pintura de un fuego, no, era el fuego mismo, el arco de su pie descalzo
era lo más sensual que yo hubiese tenido el poder de visualizar en mi vida, ese caminar para
mí era eterno, me sentía cayendo de cabeza a estrepitosa caída hacia algún lugar del tártaro,
pero sin poder apartar la mirada de aquella joven, su pequeña figura se comenzó a acercar
lenta y sensual, parecía como si solo me llegase al pecho, su cabello aunque corto parecía
ondear por el poco viento que corría en ese claro. Era delgada y, como dije, pálida perfecta
como la aquel astro del cielo, nunca en mi existencia había visto un rostro tan dulce, gentil
y benigno y a la vez, una boca tan hecha para besar, posando en ella una sonrisa curiosa y
escurridiza relajando los labios y entreabriéndolos, su presencia rompía poco a poco el
muro de cristal hasta no quedar más que una minúscula película del mismo parecido a la
escarcha de inviernos anteriores sobre los troncos y lagos, el aire y el pasto a su alrededor
de estremecía, hasta que la tuve la suficientemente cerca de mí, para poder oler su cabello a
frutas del bosque y bañado en océano, ella levantada su mirada curiosa ante tal intruso que,
si hubiese querido, hubiese acabado con su vida con la misma facilidad con la que solemos
aplastar a las hormigas. Sus ojos chocaron con los míos, yo estaba inmóvil ni un solo
musculo parecía responderme, ella levanto su brazo derecho y con sumo cuidado poso su
mano sobre mi pecho y me estremecí.
Aún sin poder moverme, vi cómo está joven esbozo aún más esa sonrisa suya y sus labios
posterior a un mirar continuo entre ambos, articulo algunas palabras

- ¿A quién estas buscando? – Pregunto.


- A nadie – Respondí con mucho temor a que este sueño se terminase.
- ¿Estás seguro de ello? No muchos llegan a este lugar sin buscar algo a cambio.
- Estoy seguro, solo me he desviado un poco del camino y …
- Oh, tendrás que buscar una excusa mejor si no quieres que ahora mismo el bosque
te devore – me interrumpió, mostrando ahora el brillar de sus ojos, lo decía enserio,
lo note.
- De verdad, me he perdido y he avanzado lo suficiente para encontrarte aquí tocando
la lira de manera tan excepcional y posando tu belleza en este bosque tan sombrío y
oscuro, no fue mi intención molestar tu taciturna cita contigo misma, solo busco un
poco de alimento para esta noche…

Bajé poco a poco mi voz ya que vi que su atención no estaba puesta sobre las palabras que
pronunciaba intentando salvarme de tan atroz destino que ahora pendía en las manos de esta
joven hermosa. Su atención se posaba ahora en la sangre que comenzaba a brotar de nuevo
del vendaje bajo mi manga, ella acerco su rostro sobre mi brazo dejándome ver la palidez
de su espalda, delicada y suave, si, definitivamente era trabajo de Hefesto.

- ¿Qué a sucedió? – pregunto con curiosidad.


- Oh, eso, no es nada, solo la herida de una tonta caída mía
- ¿Puedo verla? – extendiendo su mano sobre la misma

Me extraño mucho eso, pero al no saber que decir solo levante la manga de mi saco,
removiendo la venda, ella tomo mi brazo y la inspecciono con sumo interés, como si nunca
hubiese visto algo como eso, me doy cuenta que el único extraño no soy yo.

Me tomo de la mano y jalo de mí, esa sensación, prefiero guardarla solo en mi memoria,
pero carajo, era la cosa más suave que he tocado y, joder, mi mano manchada del fango
debía de ser un insulto para ella que no pensé en otra cosa que azotarme en cuanto tuviera
la oportunidad por tal osadía, en mi mente solo paso pedirle perdón al grandioso Hefesto y
quizá, Afrodita, por mancharles a esta joven con mi suciedad ahora arrastrada hasta sus
aposentos.

Hizo que me sentara en a roca de antes y ella camino entre la misma como buscando algo,
se agazapo y entonces se levantó y entre sus manos sostenía una cuantas yerbas y me hizo
la seña de estirar el brazo, que yo sin pensarlo lo hice, entonces se puso a trabajar, limpio la
herida con la lluvia acumulada de una hoja del árbol de al lado y posterior puso las yerbas
en mi brazo y sosteniendo con fuerza comenzó a recitar unas palabras que yo no podría
pronunciar ni con los mejores estudios en la escuela de Atenas, cuando termino retiro las
plantas del brazo, no tenía dolor y por encima de eso me di cuenta que la herida había
sanado, ni rastro que hace apenas algunas horas me había herido con una roca. Comencé a
mover mi brazo y ella con mirada triunfal me miro directamente a los ojos, mientras yo
intentaba articular algo hasta que pude decir

- ¿Qué eres? – Mientras guardaba la venda en mi bolso – Mejor dicho, ¿Quién eres?
- Me miro y dijo – Soy la napea de este bosque.
- ¿Una napea? Vaya eso explica muchas cosas, no sé cómo no pensé en eso – Lo dije
con un poco de dureza, pero no hacia ella, sino hacia mí que mientras guardaba la
venda comenzaba a tomar mi faca en caso de que fuera una bruja - y ¿Cómo te
llamas?
- El nombre con el que ustedes los humanos me llaman no lo recuerdo, pero el
nombre con el que nací es Endy
- ¿Endy? – Era un nombre hermoso y propio de una ninfa de bosque, le quedaba bien,
me gustaba
- ¿Tú tienes algún nombre?
- Esa pregunta hizo que me perdiera, dado que no, no tenía uno, así que solo dije la
primera palabra que se me pasara en la cabeza – Si, me llamo Garl
- Nunca había escuchado ese nombre, definitivamente eres alguien diferente

En ese momento el astro mayor pronuncio una luz maravillosa sobre nosotros que fue tonto
no voltear a verle un poco para poder recibir directamente sobre ti su belleza y su
iluminación, quedándome un poco tonto antes de voltear a ver a la verdadera belleza que
tenía delante de mí, al hacerlo pude divisar como ella tenía puestos sus dulces ojos sobre
mí, eran como el crepúsculo de un amanecer que nunca había visto hasta ese momento

- ¿Sabes el nombre de ese astro gigante que reluce sobre los otros? – Pregunte sin
quitarle la vista de encima a ella, posterior ella volteo a verle y pronuncio
- ¿Te refieres a Selene? – Me miro con cierta incredulidad - ¿Cómo es que no sabes
ni su nombre?
- Me disculpo, hacía tiempo que ese nombre no escuchaba que ni siquiera hacía eco
en mi persona. Pero ahora que me dices, si, Selene, ese hermoso astro tiene ese
nombre, es realmente bella, pero, no tan hermosa como a la bella napea que tengo
frente a mi persona, tu definitivamente no tienes nada que envidiar a cualquiera de
las diosas del olimpo.

Su mirada por primera vez bajo y pude ver como el color carmesí se apoderaba de su rostro
de niña, definitivamente, el destino me había traído hasta este lugar para conocerle, no sé a
qué se debe, por todo lo que había pasado, ahora venir a encontrar a una mujer tan perfecta
frente a mi tenía que ser obra del destino, tenía que amarle, lo sé, tenía que posar mis labios
sobre los suyos esta noche y dejar que mis instintos y los suyos se llevaran de la mano hasta
el lecho que ella decida y me preste para poder permanecer a su lado una y mil noches si
fuese necesario, lastimosamente sé que no podría ser así, dado que la vida de nosotros los
humanos es demasiado corta a comparación de las de ellas, era joven, por lo menos, esta
ninfa debía de tener unos 1000 años hasta mi visita, y aun mantenía ese aspecto tan
sublime, que me hace perder la razón, me hace querer posar mis manos despacio sobre su
piel desnuda y jugar de apoco con delicadeza entre sus manos.

Entonces levanto su mirada y me miro, no sabía que decir, cuando de pronto comenzó a
correr, me que estupefacto por unos instantes sin reacción propia hasta que comencé a
seguirle entre la maleza esquivando arbustos, saltando las rocas mientras le gritaba por su
nombre ¡Endy! Repetía, pero a ella parecía no importarle y solo corría con apresurado pie,
si tuviera que describir esta escena tendría que decir que es como el rapto de Hades con
Perséfone, yo la seguía y ella se iba, se ocultaba y saltaba corriendo de nuevo, era sensual
como sus piernas se movían entre los árboles, se ocultaba y salía a darme la cara, pero
continuaba con su huida, hasta llegar a otro claro de bosque donde un riachuelo recorría el
tramo iluminado por la luz de Selene, el pastizal me llegaba hasta las rodillas, era un lugar
hermoso y podía perderme pero entonces, vi a Endy tratándose de ocultar, así que de un
salto la tome de la cintura e hice que cayera, permanecí sobre de ella contemplando su
lindura natural, un buen rato, mientras callaba seduciéndome con sus delicados ojos
iluminados por la mismísima Selene, mi mano se posó sobre su rostro y ella con una risilla
estrepitosa tomo mi capa con fuerza y me tiro por el borde para caer en el rio.

Como pude me levanté del mismo, incorporándome con dificultad, Endy reía a carcajada
suelta, mientras decía

- Pobre Garl, ahora que te has mojado tendrás que zafarte de esos harapos que cargas
- A decir verdad, lo hice gustoso al final de cuentas hacia bastante que no me bañaba

Ella rio aún mas

- Bueno, entonces ahora tendrás que agradecerme, Garl y disculparte hacia mi


persona
- ¿Disculparme? ¿Por qué tendría que hacerlo? – Mire intrigado a Endy – Según yo
no he hecho algo que ofenda a tan hermosa dama del bosque
- Por eso debes de disculparte, por soltar esas mentiras tan maravillosas hacia mi
persona, a la vez que osas posarte en mi presencia con esas envestiduras que los
humanos usan – Se refería a mi ropa estaba claro
- Oh, ya veo la magnitud de mi ofensa, si, debo de ser castigado, está bien ahora
corregiré eso – Mientras decía estas palabras comenzaba a desprenderme de mi capa
y ropa, sin importar el que, solo quería complacerla, solo quería amarle un poco
más, antes que mi tiempo me ganara, enamorarme de un ser que solo sabía de
historias – Solo que sí, de mis palabras dichas jamás me arrepentiré, porque sé que
son verdad, las digo sinceramente, ya que mi honor como guerrero de Tebas,
descendiente de los Espartos, no me permite decir mentiras, así que mi querida
ninfa, eres todo lo que el destino quiere que posea, eres algo más que ahora pueda
poseer, definitivamente eres el regalo de alguno de los dioses para mis anteriores
desventuras.
Ella no dijo nada en ese punto, solo se le iluminaba más y más con el paso de mis palabras
y la posterior disertación de palabras hacia su persona hasta que ella me invita extendiendo
sus brazos a posarme sobre de ella.

Sus manos se posaron en mi cabellera enredándose, dando tirones de los mismo


acercándome una y otra vez hacia ella, sus labios contorneados y deliciosos que cumplían
el factor de agua de alguien que hacía días sin gota de agua, su lengua juguetona e inquieta,
mojándose con la mía y danzando juntas a la vez que su aliento entra en mi boca
llenándome de vida, sus pechos rozando contra mi pecho, caliente y expectante, y su dulce
olor mezclándose con el mío, haciendo una entera combinación de pasto recién cortado y al
olor de la primera cosecha de uvas de Tebas.

No vacilo ni por un instante, la tomo entre mis brazos y poco a poco mis manos se resbalan
con suavidad por el tacto de su piel hasta su muslo, tomándolo con fuerza, posterior
tomando su cintura y ella se retuerce debajo de mí, suspirando una y otra vez, con su pecho
levantándose una y otra vez, me abraza con las piernas, arquea la espalda y su delicadas
manos se agarran de mis brazos, se sostienen de mi espalda con fuerza hasta sentir el calor
de heridas recién hechas, pero a Endy no le gusta estar expectante, no, ella toma el control y
se sienta sobre mí, se mueve más salvaje que la primera vez que dome un caballo, pero esta
vez, sabía que no podría hacerlo, no podría domar a ser tan salvaje, yo era su diversión de
esta noche, echa la cabeza hacia atrás y con espasmos temblorosos grita en el antiguo
idioma de los dioses, hay suspiros, estoy acelerado, sus movimientos se vuelven más
frenéticos aun y en un espasmo la tomo de la cadera y parece que nuestro ritmo toma una
nueva dirección, igual, llevado de la mano por ambos y como si un rayo de Zeus cayera
desde lo alto, todo se detiene, estoy adolorido, estoy quebrado y temblando.

Ella baja de mí y se recuesta a mi lado, no sé si era más hermosa antes o después de lo


sucedido, el sudor resbalaba por su piel manchada de mis caricias, su pecho comenzaba a
nivelar las respiraciones y su corazón poco a poco se tomaba un descanso.

Le mire, quería decirle que le amaba y quería estar con ella por el resto de tiempo que
tuviera de mi finita humanidad. Antes de poder pronunciar cualquier palabra, Endy, poso
sus dedos en mis labios haciéndome la seña que callara, yo sin prestar atención le beso y
permanezco a su lado, Endy, sabe que estaré con ella por siempre, pero ella sabe que yo
debo de marchar también ya que ella es una de las doncellas de Artemisa y sabe del trato
que hice con ella a cambio de librarme de las Euménides.

- Tu sangre esta maldita, oh, Garl, esta noche has llegado demasiado lejos del lugar
donde debes de guarecer, temo saber que esta será la única vez que yo pueda ser
tuya y tu mío, porque este no es tu destino.
- No puedes decir eso, este es mi destino al menos conocerte antes de partir de vuelta
a mi rincón del bosque, del otro lado, cuidando tu sabes muy bien qué.
- Lo sé mejor que nadie y desde el momento en que te posaste arrodillado a la señora
virginal Artemisa, supe que debía de estar contigo a pesar de conocer la inmensidad
del pecado que guardas en tu memoria esculpido a fuego y cincel hasta el último
rincón.
- No quiero marcharme no quiero, tu eres lo que necesito, no me importa saber si
existirán otros hombres, no lo sé y no me importa, te quiero y te deseo a ti, te deseo
mi hermosa, Endy, dama del bosque que me ha dejado dormir en su lecho, curo mis
heridas y a calmado mi sed desde el momento que pude tenerla frente mí.

Ella callo y de ella brotaron unas gotas de agua.

- ¿Qué es eso? – Pregunte


- ¿Qué? ¿Las lágrimas? Son algo común cuando uno está triste como ahora yo en este
momento – Sus manos se posaron en su rostro enrojecido, pero ya no de lujuria,
ahora de un temor y de un dolor impensable en su pecho
- Volveré – Repuse – Cuando el encargo de la señora este cumplido, yo volveré.
- Ya tienes que irte… - El sol comenzaba a salir.
- Lo sé. – Respondí.

En ese momento recordé por qué salía solo en la noche, ella era una napea de bosque, pero
nocturna y el salir a cazar era solo una excusa para poder topármela, ya que en más de una
ocasión había vislumbrado su figura en las noches antañas recorriendo mi vieja casa, pero
ahora tenía que marchar, algunos recuerdos regresaban despacio, el recuerdo de haber
cruzado palabras con ella, posterior al encuentro con Artemisa y conocer un poco de su
naturaleza salvaje.
Después de eso sabía que mi estancia en ese lado del bosque había terminado y debía de
marchar de regreso a mi lado, me levante a la mirada expectante de ella, ordene mi bolso y
para mi sorpresa posaban en el 3 conejos realmente frescos, tome mi ropa y comencé a
incorporarla de nueva cuenta en mí, ella presurosa se levantó y poso sus manos en mi capa
y ayudo a ajustarla, pase mis dedos por mi cabello y lo acomode entre dicha capa, Aurora,
conmovida por nuestra situación parecía no querer salir aun, pero a pesar de ello debíamos
apresurarnos.

Me volví y vi a Endy, con gesto triste, de pie la que fue nuestra cama esa noche, por un
momento pensé que abogaría para que no me marchase, pero no solo vino hacia mí y
termino de meter mi cabello a la capucha, como el cariño de una madre que quiere proteger
a su hijo de la oscuridad de la noche.

Me guío por el bosque durante algunas horas, sin mediar palabras, hasta llegar a un árbol
que conocía y tenía la marca de mi faca, en ese momento puso su mano sobre la mía y me
obsequio 3 monedas de oro.

Me volví hacia ella

- Mi Endy – Dije – No tengo nada para darte en este momento.


- Solo tu palabra de guerrero de Tebas que regresaras ante mí.
- Sonreí – Me refiero a algo material para regalarte, mi Endy.
- El poder poseerte una noche es más que suficiente por el momento – Una sonrisa
cálida se dibujó en su rostro de niña

Cerré los ojos y le besé con la intensidad con la que todos debemos de besar antes de partir
las mujeres, enredado con un último adiós a la deriva.

Y comencé a caminar, repitiéndome en no voltear, pero la visión de mi Endy, me partía el


corazón solo de recordar su nombre, parecía tan hermosa, tan joven y tan dócil entre los
árboles que mis ganas de volver se incrementaron, pero sabía que si lo hacía, incumpliría en
contra de mi trato y ella recibiría el castigo del tártaro por prestarse con un mortal y
estúpido guerrero como yo, quería besarla una última vez, quería sentir su calor una última
vez, pero no, con todo el esfuerzo cerré mi corazón y devolví la mirada a mi bosque, no sé
cómo lo hice, pero continúe caminando presuroso por entre los árboles y al volver a voltear
ahora era Aurora quien me esperaba y el recuerdo de la magia de una Napea, y si, unas
lágrimas brotaron de mis ojos.

Fin.

También podría gustarte