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Nuestra Señora de París, el incendio anterior: una mirada desde la literatura

En el año 1831, Victor Hugo, uno de los más reconocidos escritores franceses, publicó la
novela Nuestra Señora de París.

Si bien la historia gira en torno a una gitana, un jorobado y un diácono, la intención del autor
es poner a la gran catedral, y a todo el pueblo, como protagonistas.

La obra estimuló la preservación histórica de la arquitectura neogótica. En el año 1845, se


aprobó una ley a favor de la restauración. Por ejemplo, hubo una importantísima remodelación
dirigida por el gran arquitecto Eugène Viollet-le-Duc. No solo la refaccionó, sino que le agregó la
tercera torre en forma espiralada.

Volviendo a la obra, es de destacar la descripción de un gran incendio, en el que dos gárgolas


“vomitaban sin cesar una lluvia ardiente”.

¿Otra anticipación de la literatura? Leamos el fragmento:

Todas las miradas se dirigían a la parte superior de la catedral y era algo extraordinario
lo que estaban viendo: en la parte más elevada de la última galería, por encima del rosetón
central, había una gran llama que subía entre los campanarios con turbillones de chispas, una
gran llama revuelta y furiosa, de la que el viento arrancaba a veces una lengua en medio de una
gran humareda.
Por debajo de aquella llama, por debajo de la oscura balaustrada de tréboles al rojo, dos
gárgolas con caras de monstruos vomitaban sin cesar una lluvia ardiente que se destacaba contra
la oscuridad de la fachada inferior. A medida que aquellos dos chorros líquidos se aproximaban
al suelo, se iban esparciendo en haces, como el agua que sale por los mil agujeros de una regadera.
Por encima de las llamas, las enormes torres, de las que en cada una se destacaban dos
caras, una toda negra y otra totalmente roja, parecían aún más altas por la enorme sombra que
proyectaban hacia el cielo. Sus innumerables esculturas de diablos y de dragones adquirían un
aspecto lúgubre y daba la impresión de que la inquieta claridad de la llama les insuflara
movimiento. Había sierpes que parecían reír, gárgolas que podría creerse que aullaban,
salamandras que resoplaban en las llamas, tarascas que estornudaban por el humo; y entre todos
aquellos monstruos, despertados así de su sueño de piedra por aquella llama y por aquel clamor,
había uno que andaba y al que, de vez en cuando, se le veía pasar por el frente de la hoguera
como un murciélago ante una luz. Seguramente aquel extraño faro iba a despertar, a lo lejos, al
leñador de las colinas de Bicetre, temeroso al ver temblar sobre sus brezos la sombra gigantesca
de las torres de Nuestra Señora.

Por último, cabe destacar, que luego del incendio, se “disparó” la venta de la novela:
“La novela de Victor Hugo Nuestra señora de París se ha colocado como número uno de
ventas este martes en la plataforma de Amazon Francia, al día siguiente del incendio que devastó
parcialmente la catedral de París”1.
Una muestra más de los vínculos entre la literatura y la realidad.

1
https://elpais.com/cultura/2019/04/16/actualidad/1555408947_874026.html

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