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No supieron ser en su país los hombres de la "city" y la "city" fue extranjera.

Por la

estúpida vanidad de esa clase, el país frustró la ocasión de capitalizar para el desarrollo

nacional la oportunidad que la historia le brindaba. Dilapidaron en consumo superfluo la

parte de la renta nacional que la burguesía extranjera les dejó a cambio de la renuncia de su

función histórica; cuando la divisa fuerte se acabó dejaron de ser ''los ricos del mundo" y

volvieron para ser "los ricos del pueblo", no en razón de la riqueza que pudieron crear, sino

del privilegio que les permitió acumular su condición de titulares del dominio, en la

valorización de las tierras originada en la transformación y lo poco que invirtieron en la

producción primaria. Volvieron a cuidar aquí ese orden en virtud del cual, ya pobres en el

mundo, se les permitía ser ricos en el país por comparación con los más pobres, a condición de

garantizarle a la infraestructura extranjera de la producción el cómodo usufructo del

intercambio.

Así, la expansión agropecuaria, que fue la más grande oportunidad que tuvo el país de

capitalizarse, como consecuencia del fracaso de su burguesía sirvió para consolidar su

situación de dependencia.

En la medida que esa clase no cumplió el papel que correspondía a una burguesía, se

resignó a ser la fuerza interna dependiente cuya misión ha sido impedir toda modificación de

la estructura. Es lo mismo que pasa con los ejércitos en todos los países periféricos: o intentan

la realización nacional cumpliendo como tales con su destino histórico, o se convierten en una

1 Nada permite establecer la diferencia entre la actitud de la burguesía norteamericana y los


terratenientes argentinos,

como una referencia a las alianzas matrimoniales de las niñas "yanquis" y porteñas con los
poseedores de títulos nobiliarios

europeos.

Son conocidas las dotes aportadas por las hijas de los millonarios "yanquis".

He aquí algunas entre las más jugosas: Miss Forbes aporta en su matrimonio con el duque de
Choiseul 1.000.000 de

dólares; Miss Adela Simpson en su casamiento con el Duque de Tayllerand-Perigord "se pone"
con 7.000.000 de dólares;
2.000.000 de dólares aporta Miss Wimarelle-Singer en su matrimonio con el Príncipe de Scey-
Montboliard; Miss Gould aportó

al Conde Boni de Castellane una dote de 15.000.000 de dólares!

Las norteamericanas no hacen ningún misterio; por el contrario estaban orgullosas de


contribuir al dorado de los

blasones.

Una revista un tanto escandalosa, “Crapuillot”, que hace esta pequeña historia del amor
internacional dice a este

respecto: Las jóvenes norteamericanas introduciéndose en la vieja nobleza no experimentaban


el sentimiento de ser elevadas

a un rango social superior; entendían permanecer en las mismas y lucían el orgullo de aportar
por lo menos tanto como el

otro. No se sentían más pero no se sentían menos. Eran alianzas en el buen sentido y
compraban títulos públicamente como

públicamente los nobles pagaban el dinero con títulos. Tampoco éstos temían parecer
burgueses, porque en definitiva

opinaban como Madame de Sévigne: Les millions sont de bonne maison.

Tan clara era la posición de las jóvenes norteamericanas que Miss Gould, cuando el Conde
Boni de Castellane le

solicita que adopte su religión, le contesta, según versión del mismo conde: Jamás, pues es
muy difícil divorciarse cuando se

es católico. Era un affaire de negocios.

En cambio las argentinas, como jugaban la comedia de la aristocracia, necesitaban disimular la


naturaleza

financiera del pacto. Así tendremos que creer que el Duque de Luynes se casó con Juanita Díaz,
la hija de Saturnino Unzué,

a puro vigor de corazón. También el Conde de Bearn o el otro Boni de Castellane casados con
herederas argentinas.

Pero la burguesía argentina constituida así en aristocracia, ha contribuido a resolver uno de los
problemas

más serios de Francia: la hija del Duque de Luynes y Juanita Díaz se casó con el Príncipe de
Murat. De tal modo con la
alianza de la casa de Luynes, con la casa de Murat, se ha sellado la unión de la nobleza
borbónica con la bonapartista.

Anotémosle este punto a los terratenientes argentinos que tal vez nos compensen de su
fracaso como burgueses.

.com.ar

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mera policía del orden conveniente a los de afuera. Esa diferencia que hay entre el soldado y

el cipayo ocurre en el orden económico según la burguesía cumpla funciones nacionales o

simplemente sea un sector dependiente.

LOS "PROGRESISTAS" DEVIENEN ANTIPROGRESISTAS

Cuando la producción agropecuaria llegó a los topes previsibles y la población siguió

creciendo, ya no sólo dejó de cumplir su papel como burguesía, ante el peligro de que la

realidad, imponiendo las leyes de la necesidad, alterase la estructura a que se ligaba. De la

euforia del progreso y su hipertensión, que vivió tirando manteca al techo, pasó a la lipotimia

del miedo a la grandeza.

Quiero aquí recordar la frase de ritual de la vieja oligarquía que he dicho al principio

de la nota: '"Cien millones de argentinos conducidos por la azul y blanca ante el trono del

Altísimo". Y agregar dos citas que no me cansaré de reiterar, porque definen los dos extremos

entre la euforia de los triunfadores y la derrota de los sometidos que quieren someter el país.

En 1956 el Dr. Ernesto Hueyo, ex ministro de la Década Infame y personaje

representativo de su clase, sostiene en un artículo de "La Prensa" que el país tiene exceso de

población y sólo se le ocurre una solución: que emigre el excedente de argentinos innecesario

para la economía pastoril. En 1966 el presidente de la Sociedad Rural, Sr. Faustino Fano —un

nuevo incorporado a la alta clase— expresa el pensamiento de la misma diciendo en el

habitual banquete de la prensa extranjera —donde los primates del país van a dar examen de

buena conducta e higiene mental— que la población conveniente a la República está en la

relación de cuatro vacunos por cada hombre. Ajustándonos al cálculo de este último, y

partiendo de una existencia presumible de 45 a 50 millones de vacunos, hoy no debería tener


más de 12 millones de habitantes. Si tiene 25 millones se ha excedido en el 100 por ciento. ¡A

esto ha llegado la élite que se dice continuadora de la que jugaba a los 100 millones de

habitantes y los prometía ante el trono del Señor!

Y lo terrible es que tiene razón si el esquema económico argentino ha de ajustarse al

destino que le tienen reservado al país los que se creen sus dirigentes por derecho propio, los

que habitualmente sacan al Ejército de sus cuarteles, los que habitualmente vuelven a meterlo

en los mismos y los que ponen al frente de la economía a los expertos profesionales que se

turnan en su dirección.

EN LOS LIMITES DE LA PAMPA

En 1914 —y no en 1930, como lo entiende Ferrer— el país ha llegado al límite potencial

de su riqueza agropecuaria. Habrá coyunturas circunstanciales, como la excepcional demanda

posterior a la primera guerra o la falta de competencia internacional, o condiciones climáticas

extraordinarias que permitan en algunos años superarlo.

De todos modos se sumará a los factores adversos la cada vez más adversa relación de

los términos del intercambio; ya ni el préstamo internacional ni los saldos favorables de la

balanza comercial podrán compensar la demanda creciente del mercado interno, que, además,

afecta los saldos exportables, ni tampoco el servicio de amortizaciones y de intereses. Todo lo

que el país avance sólo dependerá de la expansión del mercado interno —de lo que el país sea

capaz de producir y consumir para sí, es decir, de la diversificación de la producción y el alza

de los niveles de consumo generada por el desarrollo de las fuerzas internas, de la producción

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al salario—, de su capacitación para integrar una economía nacional que

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