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NITROGLICERINA
La nitroglicerina fue el primer explosivo práctico producido nunca, más fuerte que el polvo negro. La
nitroglicerina fue sintetizada por el químico italiano Ascanio Sobrero en 1847, trabajando bajo
Théophile-Jules Pelouze en la Universidad de Turín. Sobrero inicialmente llamó a su pyroglycerine
descubrimiento, y advirtió enérgicamente en contra de su uso como explosivo. Más tarde fue adoptado
como un explosivo comercialmente útil de Alfred Nobel.
Nobel experimentó con varias formas más seguras para manejar la nitroglicerina peligrosa después de
que su hermano menor Emil Oskar Nobel y varios obreros murieron en una explosión de nitroglicerina
en la fábrica de armamentos del Nobel en 1864 en Heleneborg, Suecia.
Las operaciones en la industria de la nitroglicerina fueron siempre bastante peligrosas. Se llevan a efecto
en una serie de talleres establecidos en terrenos cuyas proximidades se consideran siempre como
peligrosas. Los edificios se sitúan a diferentes niveles y más bajos que las tuberías de plomo, forradas de
madera, por las que corre el líquido explosivo desde un taller a otro. En estas peligrosas construcciones
no debe emplearse ni el hierro ni ladrillos. Se hacen de madera, pues ésta ofrece mucha menos
resistencia que los materiales antes citados. Cuando, por desgracia, acontece una explosión, saltan los
costados y vuela la cubierta, cayendo destrozados y en pedazos sobre los muros deshechos. Si la
explosión ocurriere en un edificio de mampostería, los trozos de los materiales serían lanzados contra las
otras construcciones que le rodeasen.
En las fábricas de nitroglicerina se trata de evitar por todos los medios imaginables la posibilidad de
cualquier choque, por pequeño que sea, golpes de las herramientas metálicas con la piedra y la menor
perturbación o desorden que pueda producir una explosión.
Los obreros calzan zapatos de suela cosida, pues los clavos son más peligrosos que encender una cerilla;
todos los útiles se hacen de bronce o latón, y los edificios se aseguran con estaquillas y clavijas de
madera o clavos de bronce. Causas tan insignificantes, como, por ejemplo, el reflejo de la luz del Sol en el
agua contenida en un balde que habrá servido para lavar nitroglicerina, han dado lugar a diversas
explosiones.
Guerrero Malpica Oskar Alfonso 5AM3
Los obreros están obligados a cambiar el traje a la entrada en la fábrica, y no se les permite tener consigo
ningún útil o pieza de metal, cerillas o cigarros. No pueden volver a sus casas con la blusa de faena, pues
esto sería tan peligroso como el llevar un torpedo, que estalla al menor descuido.
Un termómetro indica la temperatura de la mezcla, debiendo tenerse especial cuidado en que ésta no
suba al grado que se considera peligroso, por efecto del calor desarrollado en la reacción. Alrededor del
tanque circula constantemente una corriente de agua para enfriar la mezcla.El aire comprimido también
sirve para rebajar la temperatura. La nitrificación dura unos treinta minutos, y una vez terminada, la
materia que podríamos llamar «nitroglicerina cruda» está en disposición de pasar al taller de separación.
Esta nitroglicerina es un líquido oleoso, pesado, de coloración pajiza pálida, con sabor azucarado y
cualidades venenosas: muchas personas, sólo con tocarlo, sienten dolor de cabeza; y por último,en
caliente explota con gran facilidad. Una vez en el taller de separación es menos peligroso.
El tanque separador tiene también una abertura, y según corren los desperdicios, ácidos desprendidos
de la nitroglicerina cruda, un obrero vigila también observando si aparecen vapores de color rojo vivo,
que es la señal de peligro. Si los humos van enrojeciéndose debe aumentarse la presión de la corriente
de aire para mezclar más intensamente la masa, pues esto es a causa de que el compuesto tiene una
temperatura superior a la precisa para que no se descomponga.
Esta descomposición es provocada por el agua, con la cual se lava la nitroglicerina dos o tres veces. Si el
vapor no disminuye y se teme, por tanto, pueda ocurrir una explosión, se abre rápidamente el cierre
entre los tanques de separación y sumersión. La nitroglicerina corre a este último, que es una amplia
cisterna refrigeradora instalada fuera de la caseta o taller.
Pero si la operación sigue su marcha normal, la carga, libre de ácidos y bien lavada con agua, corre por
tuberías de plomo al gran departamento de filtración. Aquí se hace pasar por dos franelas, y, recogida en
cubos de caucho, la analiza un químico. Muchas veces tiene que lavarse de nuevo, por no satisfacer a las
condiciones exigidas. Cuando cumple estas condiciones, se envía, también por tubería, al taller de
sedimentación, donde reposa un día o más, hasta que aparece el agua en la superficie.
Se cargan los cartuchos en casetas o chozas, en las que trabajan tres mujeres: una, en la prensa, que es
un cilindro con pistón de marfil que comprime la carga en el cartucho; las otras dos mujeres los
envuelven, y un chico recoge el peligroso producto cada diez minutos, transportándolo al almacén.
En la explotación de minas la dinamita ha sido en gran parte suplantada por la gelatina explosiva y varias
otras pólvoras especiales, en general conteniendo nitroglicerina, pues son más enérgicas, económicas,
menos sensibles a la acción de la humedad y más seguras. Muchas de las llamadas «pólvoras sin peligro»
son muy semejantes a la dinamita; pero contienen alguna otra substancia para reducir la temperatura y
longitud de la chispa en el momento de la explosión. Aunque esto disminuye la fuerza explosiva, es una
modificación conveniente, pues se ha comprobado que la acción de la chispa en una pequeña carga de
dinamita, sobre las cenizas o el polvillo de carbón, ha sido causa de desastrosos accidentes, ha dinamita
se va reemplazando en otros diferentes trabajos por varios tipos de explosivos estudiados especialmente
para las condiciones particulares de cada obra.
Es tan conocida por los especialistas la acción de los diversos ingredientes que entran en la composición
de la dinamita, que pueden preparar las mezclas de suerte que satisfagan a la calidad que se desee. En la
práctica moderna del empleo de explosivos hay en realidad muy poco peligro, si las personas que los
manejan son cuidadosas, pues todas las diversas calidades se ensayan de varias maneras antes de
lanzarlas al mercado. Generalmente los barrenos o explosiones industriales, en obras públicas y
explotaciones mineras, se descargan por medio de la chispa eléctrica y desde lugares distantes, al abrigo
de todo peligro.
Poco se deja a la casualidad, pues los hombres saben muy bien, por triste experiencia, la tremenda
fuerza que desarrollan los gases. Conocen también la manera de barrenar la roca o el carbón que desean
destrozar o arrancar, la profundidad y dirección que deben dar, así como la cantidad y clase de explosivo
necesario para conseguir determinado trabajo, que pueden fijar con exactitud completa. Algunos
explosivos rajan el material duro en que se utilizan, mientras otros actúan como grandes y potentes
martillos de vapor, por compresión, machacando y despedazando la roca.