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Guía de Interpretación de Citas

Teoría Sociológica III

Goffman, E (2009). La Presentación de la Persona en la Vida Cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu


Goffman, E (2012) Internados: Ensayo sobre la situación social de los enfermos mentales. Buenos Aires: Amorrortu
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Cita 1
“Por lo general, las definiciones de la situación proyectada por los diferentes participantes
armonizan suficientemente entre sí como para que no se produzca una abierta
contradicción. No quiero decir que existirá el tipo de consenso que surge cuando cada
individuo presente expresa cándidamente lo que en realidad siente y honestamente coincide
con los sentimientos expresados. Este tipo de armonía es un ideal optimista y, de todos
modos, no necesario para el funcionamiento sin tropiezos de la sociedad. Más bien, se
espera que cada participante reprima sus sentimientos sinceros inmediatos y transmita una
opinión de la situación que siente que los otros podrán encontrar por lo menos
temporariamente aceptable. El mantenimiento de esta apariencia de acuerdo, esta fachada
de consenso, se ve facilitado por el hecho de que cada participante encubre sus propias
necesidades tras aseveraciones que expresen valores que todos los presentes se sienten
obligados a apoyar de palabra. (...) Tenemos entonces una especie de modus vivendi
interaccional. En conjunto, los participantes contribuyen a una sola definición total de la
situación, que implica no tanto un acuerdo real respecto de lo que existe sino más bien un
acuerdo real sobre cuáles serán las demandas temporariamente aceptadas”.
(Goffman, 2009, p.21)

Cita 2
“Probablemente no sea un mero accidente histórico que el significado original de la palabra
persona sea máscara. Es más bien un reconocimiento del hecho de que, más o menos
conscientemente, siempre y por doquier cada uno de nosotros desempeña un rol...Es en
estos roles donde nos conocemos mutuamente; es en estos roles donde nos conocemos a
nosotros mismos. En cierto sentido, y en la medida en que esta máscara representa el
concepto que nos hemos formado de nosotros mismos –el rol de acuerdo con el cual nos
esforzamos por vivir–, esta máscara es nuestro «sí mismo» más verdadero, el yo que
quisiéramos ser. Al fin, nuestra concepción del rol llega a ser una segunda naturaleza y parte
integrante de nuestra personalidad. Venimos al mundo como individuos, logramos un
carácter y llegamos a ser personas”
(Goffman, 2009, p.31)

Cita 3
“En secciones anteriores de este capítulo se señalaron algunas características generales de
la actuación: la actividad orientada hacia tareas laborales tiende a ser convertida en actividad
hacia la comunicación; es probable que la fachada tras la cual se presenta la rutina sea
también adecuada para otras rutinas algo diferentes, y por lo tanto tal vez no se ajuste
totalmente a ninguna rutina en particular, se ejerce autocontrol suficiente como para
mantener un consenso de trabajo; se ofrece una impresión idealizada acentuando ciertos
hechos y ocultados otros; el actuante mantiene la coherencia expresiva poniendo mayor
cuidado en protegerse de faltas menores de armonía que el que el público podría imaginar
teniendo en cuenta el propósito manifiesto del a actuación. Todas estas características
generales de la actuación pueden verse como limitaciones de la interacción que se burlan
del individuo y el transforman sus actividades en actuaciones. En lugar de tan solo hacer su
tarea y dar rienda suelta a sus sentimientos, expresara la realización de su tarea y transmitira
sus sentimientos de manera aceptable. En general, entonces, la representación de una
actividad se alejará en cierto grado de la actividad en sí y, por lo tanto, la tergiversará
inevitablemente.” (Goffman, 2009, p.76)

Cita 4
“Los vínculos que unen al individuo a entidades sociales de diversas clases presentan
características comunes. La participación del individuo en la entidad, sea ésta una ideología,
un país, un oficio, una familia, una persona o un simple diálogo tendrá los mismos rasgos
generales. Le creará obligaciones: duras algunas, por comportar alternativas inevitables,
trabajos o servicios a cumplir, tiempo a insumir o dinero a gastar; más blandas y cálidas otras,
porque le exigirán que se sienta integrante de la entidad, que se identifique con ella y que se
exprese adhesión afectiva. La participación en una entidad social implica un compromiso y
al mismo tiempo una adhesión” (Goffman, 2012, p.177)

Cita 5
“Nos interesa el hecho que la actividad esperada por la organización presupone un concepto
del actor, y que esto permite encarar a la organización como un lugar donde se genera
supuestos en materia de identidad. Al trasponer el umbral del establecimiento, el individuo
se obliga a permanecer alerta a la situación, a fin de orientarse debidamente, y ocupar el
puesto que le corresponde. Al participar en una actividad del establecimiento, se
compromete instantáneamente a entregarse de lleno a esa actividad. Al orientar y
comprometer así su atención y su esfuerzo, fija de forma ostensible su actitud hacia el
establecimiento y hacia conceptos implícitos que puedan prevalecer en él acerca de sí
mismos. Por el solo hecho de intervenir en una determinada actividad con el ánimo
prescripto se acepta ser el tipo determinado de persona que habita en un mundo de un tipo
determinado. Ahora bien, si todo establecimiento social puede contemplarse como un
centro del que sistemáticamente surgen ciertos conceptos implícitos sobre el yo, podemos
llegar un poco más lejos y concebirlo como un lugar donde los participantes enfrentan
sistemáticamente estos conceptos implícitos” (Goffman, 2012, p.189-190).

Cita 6
“(...) una importante característica de los ajustes secundarios consiste en contribuir a la
estabilidad institucional; el participante que se adapta de este modo a la organización,
probablemente seguirá integrándola mientras pueda serle útil; y si se retira antes, lo hará en
una forma que facilite la transición, hasta su reemplazo. Este aspecto de los ajustes primarios
nos lleva a clasificar los secundarios en dos tipos: pertenecen al primero los ajustes violentos,
propios de los participantes que, con intenciones concretas de abandonar la organización, o
de alterar su estructura radicalmente, interrumpen en cualquiera de ambos casos su normal
funcionamiento; al segundo tipo pertenecen los ajustes reprimidos, que se amoldan, como
los primarios, a las estructuras institucionales existentes, sin introducir ninguna presión
enderezada hacia un cambio radical, y de hecho cumplen a veces la función obvia de
canalizar esfuerzos que, de otro modo, podrían ser destructores. Las partes más asentadas
y estables den la vida «subterránea» de una organización tienden, pues, a estar constituidas
primordialmente por ajustes reprimidos, y no por ajustes violentos.” (Goffman, 2012, p. 201-
202)

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