Hay toda una máquina de cine instalada en la posmodernidad que sigue un
filum desde que se inventaron las imágenes movimiento, desde que se inventara lo que Bergson llamara la imitación del movimiento. Es una máquina que ha entrado en apogeo en lo que Deguy llama la sociedad del espectáculo. La imagen espectacularizada no es lo que interesa sino el cine como herramienta, las piezas que funcionan como una potencia de real, un artefacto agenciador de universos, y a la vez imitador de realidades.