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tiempo de la consolación. Atravesamos, quizá más que nunca, una crisis humana, un
tiempo marcado profundamente por la angustia y la confusión, de ahí ese retorno filosófico
hacia la consolación. Michael Foessel, a través de su título, diríamos que propone una
solución: consolar. Consolar la tristeza de los hombres, he aquí una tesis que, no obstante,
es planteada a contra-corriente. En una época en que las poblaciones reclaman, cueste lo
que cueste, tratamientos de choque, principalmente en la cuestión de la política más
cotidiana, desplazándose hacia el interés y el respaldo delirante a los extremos de todo
género, pensar la consolación es, sin duda, una originalidad. Los contornos del nuevo
mundo se dibujan a veces con las pinceladas del antiguo, en la creencia de que las lágrimas
de los tiempos pasados se han secado definitivamente. Una bella ingenuidad en apariencia
emana, en el sentido positivo del término, de esa renovación filosófica de la consolación –
una especie de Renacimiento de la com-pasión por la desolación.
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consolación no es solamente una “técnica de sí” [3] que, en sí misma está siempre limitada
a lo singular. El proyecto parece humanitario, tendiendo a lo general y a su interés. La
proposición política pierde quizá su fuerza en este punto: consolar es re-afirmar la
predominancia del individuo, de suerte que la consolación no se considerará más que a esta
escala. ¿Se puede hacer realmente una consolación de la comunidad o de la humanidad en
su totalidad? En efecto, la consolación demanda una proximidad del ser-ahí, al ser-ahí, y es
en este punto que sobrevienen los problemas: ¿consolar una presencia singular vuelve
posible la consolación del mundo entero en ese mismo gesto? Una política de la
consolación parece compleja, limitada. Foessel da la impresión, después de haberlo tocado
abundantemente en la introducción, de abandonar poco a poco esta idea política, para
mostrar (¿involuntariamente?) que la única política soportable históricamente y
concretamente destinada a la edificación de un conjunto tendría las formas dibujadas y los
colores más vivos de la reconciliación: “porque la modernidad ha engendrado una
exigencia más alta que la de la consolación: la reconciliación. Llamamos ‘reconciliación’ al
proyecto filosófico, pero también político, de imponerse sobre lo que hemos perdido” [4].
A despecho de los reproches juiciosos que señala Foessel frente a esta forma de
reconciliación, él expone, quizá a pesar de él mismo, una reconciliación que sea
concretamente viable. Las paginas avanzan y la consolación, en su perspectiva política, es
dejada en las cotas de la utopía, en provecho ciertamente de un análisis interesante de su
narración, de su enunciación, de su gramática. Esta bifurcación en sub-suelo actúa sin
embargo como una pequeña frustración en el lector, a quien se le prometió una auténtica
política de la consolación.
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primer nivel describe el sentimiento de venganza del último hombre. ¿Qué quiere decir?
Cualquier hombre afligido, triste, decide hacer sufrir a otro, entonces está tentado de
conseguir el resto de potencia y consolarse con el poco de poder que queda sobre el mundo
que lo rodea. El segundo nivel estima al nuevo hombre, el superhombre, es decir que
cualquier hombre afligido, triste, comprende su desgracia como un “castigo"[8] y un medio
de escapar en parte a su destino. Cesa entonces de querer hacer sufrir al prójimo, pues en el
descubrimiento que hace encuentra una nueva satisfacción que lo consuela. La fuerza de
Nietzsche consiste en comprender que la consolación es una etapa de la curación, pero que
el cuerpo [Leib] que hace existir al hombre es el lugar que es necesario curar, comenzando
por promover la rehabilitación del cuerpo. De nada sirve ser únicamente médico del alma
en la línea de Epicuro: el filósofo debe hacerse simultáneamente médico del cuerpo del
hombre sufriente. Foessel dirige su atención a los “moretones” del alma, e intenta
confrontarlos reactivando los grandes textos filosóficos y literarios. Pero después de ese
gran momento que constituye El tiempo de la consolación, un tiempo de la curación podría
completar el proyecto trabajando la aproximación corporal y carnal de la consolación.
Abriendo los campos de reflexión sobre la obra maestra de Jacques Derrida Le toucher (El
tocar), Jean-Luc Nancy ha encontrado la ocasión para inscribir el rol del cuerpo en la
técnica de la consolación.
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Jonathan Daudey
http://strassdelaphilosophie.blogspot.com.co/2015/12/le-temps-de-la-consolation-
michael.html
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