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La cicatriz

Más que marca de los pasado


más que memoria, huella, añoranza
es el signo de la angustia.

La herida, en la ebullición de las células


se ha sustraído a un presente en el que se efectuó
y ha terminado por emborronar un hecho
con su presencia cargada de instantes.

Se conglomeran los instantes en los que brota la sangre


se conglomeran aquellos en los que palpita
se conglomera con aquellos en las que es acariciada con una mano distraída.
Los instantes quieren reabrirse
Los instantes podrían redesfallecer.

Amenaza condensada
Carne, irreverentemente sólo carne,
beso del pavor de la muerte.

En la cicatriz las fuerzas plosibas opuestas están agregadas.


“Es menester cerrarla [la herida]”
pero es imposible cerrarla del todo.
la eterna huida.

El hombre es el animal permanentemente herido,


abierto, violentado.
Sensiblemente está tirado en las rocas;
aguardando que algo más llegue y se le incruste como un cáncer
Su piel, como tal, está llagada.

“… sin una atención constante,


fundamentada por la angustia,
[la herida] no puede permanecer cerrada1”.

1
El Erotismo, Bataille
En la semi-oscuridad
en el barranco sin fondo
un fantasma mestizo corre por las paredes grises en busca de orificios:
un ombligo en el cuerpo
la pupila en medio del ojo
la hinchazón bultosa de mi vagina
rígidas de nata y sonido de televisor.

En la semi-oscuridad
en la pequeña llanura
que rodea mi no-fondo junto al fantasma que se acurruca cerca de un cuerpo
¿mi cuerpo?
que yace parcamente desnudo
sin ombligo ni perforación

Yace
con los ojos cerrados,
no hay nada que ver
en esta casa muerta
en esta habitación tumba
en este espacio capaz de devorarse a sí mismo.

Yace
en el televisor
junto al muerto en vida
ni enigma ni capa
sin caparazón o alma,
una silueta sin destino,
que busca, monótona, la salida del laberinto.

El cuerpo envejece, a cada segundo,


y una vida imaginaria chupa a mi hado, a mi destierro
lo hace agitarse ¡pobres de mis brazos iracundos!
-los hace dormir siesta sin descanso
-los hace comer fiesta sin dicha
-los hace sudar perder la única sal.
Esta poesía es al silencio,
al que sigue a cada grito
para que sepa que no lo he olvidado
desdichada fractura imposible de lo real.

No la he olvidado, no
No la he perdido, no
No la he encumbrado
No la entiendo
no lo olvido
no lo pierdo
no lo encumbro
no, es humo.
Se escalonan todas a pesar de uno
y una como madre de todas
las mentiras
las falsas divagaciones, (cárceles sin la mano dura del amo)
las imágenes a realizar perdidas como mariposas en el huracán.
¿y para qué,
toda esta caricatura de lo irreal?
¿Para qué perseguir nombrar una y otra vez a la nada?
Lo inútil se apila sobre el escombro.
En la habitación que moro con el fantasma mestizo
acecha lo muerto con una voz infantil,
una risilla que oscila en el tormento
del excesivo vacío dentro de la cámara.
Suplicio sugerido por mí mismo en las vanas estaciones de mi cristal.

¿Será posible desmembrar al fin el nudo


y a la música retirarle su parálisis
para caer en el eterno resplandor de lo silencioso?
Entre las carcajadas se escucha que por supuesto que no.

No, no, habitación sin fallas


puerta escurridiza
ventana sin tapadera que asoma al abismo.
Miasma de lo irreal.
Habitación del miedo.

Habitación fácil: cúbica, prácticamente vacía, permanentemente con el mismo tono.


de lo que parece una cigarra o la lluvia que cae una vuelta cada destino.
Mono-sono de la habitación.
Mono-tema de lo descalzo.

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