Está en la página 1de 3

Álbum familiar

Mi madre comenzó a perder la memoria un día cualquiera. Y digo cualquiera porque no


importó cuándo, de hecho, no importó nada.

--

Quedamos fuera. Y no es que no nos reconociera, sabía quiénes éramos, pero olvidó nuestra
historia, la historia de sus hijos. Como si esa carga pesara demasiado para sostenerla un día
más, decidió abandonarla a mitad de camino.

--

Olvidó los detalles, cada uno de ellos, y prefirió seguir los rumbos que le donó su memoria
nueva.

--

No olvidamos al azar, decidimos qué recordar, y eso no tiene nada que ver con lo aleatorio que
es, sino con nuestra manera personal de recoger pedazos: de una anécdota, un sabor; de un
momento, un sonido; de una escena, una palabra. Los fragmentos nunca son iguales, incluso
entre personas cercanas.

--

Los pedazos con los que reconstruimos nuestra memoria marca la diferencia entre las
versiones que contamos. Y mi madre, al torcerle la mano a su memoria, decidió tener una
segunda oportunidad. La oportunidad de darle la espalda a la nostalgia.

--

Porque nosotros no hablábamos de lo que pasaba. De niños, nunca nos atrevimos a preguntar.

--

Todos y cada uno de los niños del régimen sin necesidad de que sus madres abrieran la boca
comprendían que los niños también desaparecían.

--

Los libros son como los muertos, pensaron. Que no los olvidarían nunca y cargarían con sus
cadáveres para siempre.

--

Como si comer y pervertirse fueran sinónimos en una sociedad dominada por los uniformes.

--

En la ciudad nunca peleábamos por la comida, pero en la casa del tío Juan aprendimos lo que
el hambre es capaz de hacer.
--

Uno crece tal como envejece: todos los días en movimientos imperceptibles. Sintiéndote más o
menos igual hasta que, de repente, todo es distinto.

--

Pero no me deshice de ese beso tan fácilmente. Quedó pegado a mis labios. Su cara, sus ojos,
su voz.

--

El beso de Camilo fue ganando territorio y él no paraba de mirarme.

--

Era como la fiebre. No quería ceder.

--

Ni rápido ni lento, la mano de Camilo acarició mi brazo, pude haberme corrido, pero me quedé
esperando el contacto de sus labios que apretó contra los míos. Creo que enrojecí, porque bajé
la cara y me sentí la más niña bonita del mundo.

--

Quería arrancar. Irse de la ciudad. A un lugar lejos, donde nadie lo conociera. Donde pudiera
contar otra historia, andar en bolas, si es que quisiera.

--

Con Camilo perdía la noción del tiempo; también aprendí las dimensiones de mi cuerpo, su
curvatura, su rigidez; descubrí el placer de mirarme recordando cada lugar en donde había
posado su mano. Soñando con los pasos que quizá daríamos al día siguiente. Tanto vértigo,
tanto calor.

--

Tantas veces he querido llegar al límite contigo. Perder el cuidado y romper esa fragilidad que
nos separa, alternarnos, tener conciencia de que el próximo paso que nos espera es la muerte.

--

Una pequeña fisura dejó escapar un río entero.

--

A veces me descubro sacando fotos, feliz. Como si esa máquina pudiese interpretar mejor la
imagen que quiero captar. Un recuerdo que quiero fijar.

--
Como en la escritura, un ejercicio que reclama un momento.

--

Así como las palabras, que reconocen espacios y sugieren formas de ver el mundo, los
recuerdos.

--

Mi tío Juan separaba a la gente entre los que vienen al mundo para ser felices y los que no
tienen posibilidad de serlo.

--

Al principio no la escuché. Me había acostumbrado a hablar conmigo misma.

--

Yo había tenido suficientes. Quería rehabilitarme. Quería, sobre todo, dejar atrás la rabia.

--

Dice Camilo que cuando nació, le bastó verla para saber que llevaría mi nombre; saberlo fue
como recibir una bofetada.

--

Ser un recuerdo. Acurrucarme, dormir, desaparecer. Hundirme para siempre. Como él y las
preguntas que quedaron en el aire.

--

Ideé un sistema para no olvidar, precisamente, porque sé lo que me espera.

Sara Bertrand no edulcora la niñez. En un lenguaje simple, pero profundo nos recrea la infancia
y la adolescencia de Elena y de su grupo familiar conformado por hermanos y primos, tíos
solitarios y enfermos, y padres desesperanzados. En una época oscura del país, ella pone la luz
en esos recuerdos.

Gran libro.

También podría gustarte