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¡Despertad!

1988
g88 22/3 págs. 3-4

Si el pastor es amoroso, las ovejas se sienten


tranquilas
EN TIEMPOS bíblicos era proverbial la entrañable relación entre el pastor y sus ovejas. Por lo
general, el pastor era el propietario de las ovejas o bien un miembro de la familia a la que
pertenecían. Por la mañana se dirigía al aprisco, llamaba a sus ovejas y las sacaba de entre
los distintos rebaños recogidos en él. El pastor conocía a sus ovejas, y ellas conocían su
voz. No iba detrás de ellas aguijándolas, sino delante, y ellas lo seguían. Las conducía a
verdes prados y a manantiales de agua. En las noches desapacibles, las recogía de nuevo en
el aprisco o las resguardaba en una cueva. Cuando la temperatura era templada, pasaba las
noches bajo el cielo estrellado junto a ellas, tal como hacían los pastores en el otoño del
año 2 a. E.C., que “vivían a campo raso y guardaban las vigilias de la noche sobre sus
rebaños”. (Lucas 2:8.)

Si una oveja se extraviaba, el pastor iba en su busca hasta encontrarla. (Lucas 15:4.) No se
daba por satisfecho con las noventa y nueve hasta que no hallaba a la perdida.

La relación de un pastor oriental con sus ovejas era profundamente emotiva. Uno de ellos
dijo: “Perder una oveja me entristecía el alma. El que una de ellas enfermara o fuese vendida,
me hacía llorar, porque para mí era como perder un amigo por quien sentía afecto y que me
correspondía. Bajo el límpido y cálido cielo de las tierras bíblicas va creciendo entre el
pastor y su rebaño, como ocurrió en mi caso, una relación de apego y ternura. En la soledad
de aquellos parajes, sin ninguna otra persona cerca, el pastor y las ovejas experimentan una
vida en común en sus largas horas de quietud o peligros”.

El pastor fiel era un defensor audaz. Ahuyentaba a los ladrones que venían a robar y a los
animales salvajes que intentaban atacar al rebaño. Como el joven pastor David, era certero al
milímetro con la honda. (1 Samuel 17:34-36, 49; véase también Jueces 20:16.) Si una oveja
era devorada, el pastor rescataba los restos de huesos o de piel a fin de dar cuenta por el
animal perdido. Esto era particularmente necesario si el pastor era un asalariado, pues sin
esa evidencia pudiera sospecharse que la había robado. (Éxodo 22:12-15; véase también
Amós 3:12.)

Las ovejas confiaban en su pastor. A muchas se les ponía un nombre descriptivo, como por
ejemplo: la pinta, la rabigorda, la carinegra, la blanquita. Cuando el pastor las llamaba,
respondían. Un investigador se interesó en comprobar este dato cuando pasó junto a un
rebaño de ovejas. Dijo: “Le pedí [al pastor] que llamara a una de sus ovejas. Lo hizo, y al
instante la oveja abandonó el prado en el que se hallaba y a sus compañeras y corrió
sta te a o eja aba do ó e p ado e e que se a aba y a sus co pa e as y co ó
contenta hacia los brazos del pastor, con una presurosa obediencia como jamás había visto

en ningún otro animal. También es cierto que en este país ‘al extraño no seguirán, sino huirán
de él’”.

Lo que Jesús dijo cuando se identificó a sí mismo como el pastor excelente de sus ovejas,
es decir, sus seguidores, confirma una buena parte de esa descripción. Él comentó: “Las
ovejas escuchan su voz, y él llama a sus propias ovejas por nombre y las saca fuera [del
aprisco]. Cuando ha sacado todas las suyas propias, va delante de ellas, y las ovejas le
siguen, porque conocen su voz. A un extraño de ningún modo seguirán, sino que huirán de él,
porque no conocen la voz de los extraños. Yo soy el pastor excelente, y conozco a mis
ovejas y mis ovejas me conocen a mí, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y
yo entrego mi alma [mi vida] a favor de las ovejas”. (Juan 10:3-5, 14, 15.)

La expresión pastor no se emplea únicamente con referencia a Jesús, sino también a Jehová
Dios. El salmista dijo: “Jehová es mi Pastor”. En calidad de pastor, Jehová, así como Jesús,
muestra un interés amoroso por “las ovejas de su apacentamiento”. De Él se dice: “Como
pastor pastoreará su propio hato. Con su brazo juntará los corderos; y en su seno los llevará.
Conducirá con cuidado a las que están dando de mamar”. (Salmo 23:1; 100:3; Isaías 40:11.)

Pero a los falsos pastores que maltratan a su rebaño, Jehová les dice: “Libraré mis ovejas de
su boca, y no llegarán a ser alimento para ellos”. (Ezequiel 34:10.)

En vista del comportamiento y de las enseñanzas de los pastores religiosos de hoy, ¿cómo
los ve Jehová? El siguiente artículo ofrecerá la respuesta.

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