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Masacre de Napalpí

La Masacre de Napalpí es el nombre con el que se conoce la matanza de 200 indígenas


de las etnias qom y mocoví a manos de la policía y grupos de estancieros, acaecida el 19
de julio de 1924 en la Colonia Aborigen Napalpí, Provincia del Chaco, Argentina.

Fue una de las masacres de mayor magnitud cometida en Argentina durante el siglo XX.

Antecedentes
Unos cuarenta años antes, el ejército argentino había lanzado una campaña militar para
someter a los pueblos indígenas del Chaco que dio como resultado la muerte de millares
de indígenas y la desintegración social y cultural de numerosas etnias en las actuales
provincias argentinas de Formosa y Chaco que en ese momento eran territorios
nacionales.

Se fundaron numerosos fortines con el fin de mantener a raya a los indígenas vencidos.
Sus tierras fueron vendidas a colonos europeos, en particular italianos y franceses,
quienes pronto las destinaron a la producción de algodón. Numerosas tribus fueron
confinadas en reducciones en donde fueron sometidas a un régimen de explotación muy
cercano a la esclavitud. Una de tales reducciones era Napalpí, nombre qom (toba) que
significa, precisamente, cementerio, fundada en 1921 y cuyo nombre actual es Colonia
Aborigen Chaco.

Los aborígenes de la reducción, de la etnia qom, se dedicaban al cultivo de algodón y


estacionalmente al cuidado de las haciendas de los colonos de estancias vecinas.

En 1924 las autoridades de la reducción dispusieron que los indígenas debían


entregarles el 15% de su producción de algodón. Esta quita compulsiva provocó gran
descontento entre los habitantes.

A ello, se le sumó cierto grado de efervescencia popular producido por el resurgimiento


en las comunidades de prácticas chamánicas asociadas con un cierto mesianismo.
Aparecieron líderes indígenas que aseguraban que los dioses volverían a la Tierra y les
devolverían la vida a los indios que habían sido «mal muertos por los blancos».

Empezaron a producirse enfrentamientos en los que grupos de indígenas comenzaron a


matar animales y saquear granjas de los colonos. En junio un chamán llamado Sorai fue
muerto por la policía en un confuso episodio y poco tiempo después, probablemente en
venganza, un colono francés fue muerto por los indígenas. El gobernador del Chaco,
Fernando Centeno, inició los preparativos para una feroz y brutal represión.

La masacre
El día 19 de julio de 1924 muy temprano, un grupo de unos 130 hombres, entre policías,
estancieros y civiles blancos de la zona, fuertemente armados con rifles Wínchester y
Máuser, rodearon el campamento donde se habían reunidos los indígenas alzados que,
armados tan sólo con palos, bailaban en una fiesta religiosa organizada por los
chamanes en la zona del Aguará, un área considerada sagrada por los qom ubicada
dentro de los límites de la colonia. Convencidos de que los dioses los protegerían de las
armas de fuego de los hombres blancos no pudieron ofrecer resistencia al fuego emitido
hacia el campamento durante cuarenta minutos. Luego los blancos entraron al mismo
para rematar a machetazos a los indígenas que quedaban, muchos moribundos, incluidos
mujeres y niños.

A finales de los años veinte, el periódico Heraldo del Norte recordó así el hecho:

Como a las nueve de la mañana, y sin que los inocentes indígenas hicieran un sólo disparo, [los
policías] hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios
(más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz
carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad.

El 29 de agosto —cuarenta días después de la matanza—, el ex director de la Reducción


de Napalpí Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta que fue leída en el Congreso
Nacional:

La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece
que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presente en la
carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión
Investigadora de la Cámara de Diputados.

En el libro Memorias del Gran Chaco, la historiadora Mercedes Silva, confirma el


hecho y cuenta que al mocoví Pedro Maidana, uno de los líderes de la huelga «se lo
mató de manera salvaje y se le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como
trofeo de batalla».

En el libro Napalpí, la herida abierta, el periodista Mario Vidal detalla: «El ataque
terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las
culturas indígenas en el siglo XX. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando
advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los
heridos fueron degollados, algunos colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron
muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos campesinos blancos que también
se habían plegado al movimiento huelguista».

Un reciente microprograma de la Red de Comunicación Indígena destacó:

Se dispararon más de 5000 tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de testículos, penes y
orejas de los muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la comisaría de Quitilipi. Algunos
muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros fueron quemados.

En el mismo audio, el cacique toba Esteban Moreno, contó la historia que es transmitida
de generación en generación:

En las tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron porque se
negaban a cosechar. Nos dimos cuenta que fue una matanza porque sólo murieron aborígenes,
tobas y mocovíes, no hay soldados heridos, no fue lucha, fue masacre, fue matanza, por eso
ahora ese lugar se llama Colonia La Matanza.
La Reducción de Napalpí había sido fundada en 1911, en el corazón del Territorio
Nacional del Chaco. Las primeras familias que se instalaron eran de las etnias Pilagá,
Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví.

En julio de 1924, Federico Gutiérrez (corresponsal del diario La Razón) escribió:


«Muchas hectáreas de tierra flor están en poder los pobres indios, quitarles esas tierras
es la ilusión que muchos desean en secreto».

Paradigma del despojo


Napalpí no fue una matanza aislada, sino una práctica recurrente del poder político y los
terratenientes - con la mano de obra policial o militar - para privar a los pobladores
originarios de su forma ancestral de vida e introducirlos por la fuerza al sistema de
producción. Todos los historiadores revisionistas coinciden en esa mirada y, en el libro
La violencia como potencia económica: Chaco 1870-1940, Nicolás Iñigo Carrera
afirma: «Los aborígenes de la zona chaqueña vivían sin la necesidad de pertenecer al
mercado capitalista. La violencia ejercida hacia ellos, por la vía política con la represión
y por la vía económica tuvo como objetivo eliminar sus formas de producción y
convertirlos en sujetos sometidos al mercado. [...] Se comenzó a privar a los indígenas
de sus condiciones materiales de existencia. Se inició así un proceso que los convertía
en obreros obligados a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir, premisa
necesaria para la exitencia de capital. Un modo de vivir había sido destruido».

Además de someterlos, el gobierno quería ampliar los cultivos, dar tierra a grandes
terratenientes y concentrar a los indígenas en reservas. Siempre la versión oficial,
«civilizadora y cristiana», hablaba de malones o enfrentamientos despiadados. Pero los
muertos siempre eran pobladores originarios. Acerca de estos imaginarios combates, el
historiador Alberto Luis Noblía remarca que «las naciones aborígenes chaqueñas no
practicaron el malón, usual en otros pueblos. Todo lo contrario, los inmigrantes llegados
de Europa nunca fueron perseguidos por los entonces dueños de las tierras. Al contrario,
el colono supo encontrar en el indígena mano de obra barata».

El 21 de julio de 1925 —un año después de la matanza—, el ministro del Interior,


Vicente Gallo, reconocía los deseos del presidente Alvear: «El Poder Ejecutivo
considera que debe encararse definitivamente, como un testimonio de la cultura de la
República, el problema del indio, no sólo por razones de humanidad y de un orden
moral superior, sino también porque una vez incorporado a la civilización será un
auxiliar valioso para la economía del norte del país».

Los testimonios de testigos oculares hablan de unos doscientos muertos. Las fuentes
coinciden en señalar que no hubo resistencia alguna por parte de los indígenas, por lo
que el hecho fue, en la práctica, un fusilamento masivo seguido de actos aberrantes:

...les extraían el miembro viril con testículos y todo, que guardaba la canalla como trofeo... Los
de Quitilipi declararon luego que estos tristes trofeos fueron exhibidos luego, haciendo alarde de
guapeza en la comisaría... Para completar el tétrico cuadro, la policía puso fuego a los toldos,
los cadáveres fueron enterrados en fosas... hasta ocho cadáveres en cada una... (y algunos
quemados).
Ninguno de los hombres que cometieron la masacre murió o resultó herido y nunca se
realizó una investigación ni se llevó a juicio a los culpables.

En la mañana del 19 de julio de 1924, 130 policías y un grupo de civiles


partieron desde Quitilipi hasta Napalpí, a 120 kilómetros de Resistencia,
Chaco. El historiador Favio Echarri reseñó que el entonces gobernador
del territorio chaqueño, Fernando Centeno, había ordenado: "Procedan
con rigor para con los sublevados". Según datos de la Red de
Comunicación Indígena, durante 45 minutos la policía descargó más de 5
mil balas de fusil sobre la reducción de Napalpí, palabra toba que
paradójicamente significa "lugar de los muertos".
Pedro Solans y Carlos Díaz indican que el total de víctimas fue de 423,
entre indígenas y cosecheros de Corrientes, Santiago del Estero y
Formosa. El 90 por ciento de los fusilados y empalados eran tobas y
mocovíes. Algunos muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros
sólo quemados. Se estima que lograron escapar 38 niños. La mitad
fueron entregados como sirvientes en Quitilipi y Machagai, mientras el
resto murió en el camino.
También se salvaron 15 adultos, entre ellos Melitona, una de las pocas
mujeres que tuvo la fortuna de no ser violada.
El relato de los historiadores es desgarrador. En el libro "Memorias del
Gran Chaco", Mercedes Silva señala que el mocoví Pedro Maidana fue
muerto de forma salvaje: "Le extirparon los testículos y una oreja para
exhibirlos como trofeo de batalla". Maidana había sido uno de los líderes
de la huelga que derivó en la matanza.
Los aborígenes y criollos reclamaban una justa retribución por la cosecha
de algodón o bien poder salir de la provincia para trabajar en los ingenios
de Salta y Jujuy, que ofrecían mejor paga. Para la versión oficial se trató
de una "sublevación indígena".

Una masacre que lleva 80 años de


memoria prohibida

Por Darío Aranda [2004]


darioaranda@yahoo.com.ar

En 1924 asesinaron a 200 aborígenes de


Napalpí, Chaco. Reclamaban por sus salarios. A
los descendientes ni siquiera les permiten
recordar el hecho en un acto en las escuelas.

El cacique José reclama una reparación histórica.

Cuando se cumplen 80 años de la matanza de 200 tobas y mocovíes, en Napalpí, Chaco, un


cacique reclama una reparación histórica que, desde hace décadas, es incumplida: un cartel
que indique que allí tuvo lugar la masacre ordenada por el gobernador chaqueño, Fernando
Centeno. El 19 de julio de 1924, a la mañana, la policía rodeó la Reducción Aborigen de
Napalpí, de población toba y mocoví, y durante 45 minutos no dejaron descansar los fusiles. No
perdonaron a ancianos, mujeres ni niños.

Asesinaron a todos y, como trofeos de guerra, cortaron orejas, testículos y penes, que luego
fueron exhibidos como muestra de patriotismo en la localidad cercana de Quitilipi. Los
asesinados fueron más de 200 aborígenes que reclamaban una paga justa para cosechar el
algodón de los grandes terratenientes. Para justificar la matanza, la versión oficial esgrimió una
"sublevación indígena". A 80 años de la masacre, no habrá actos oficiales, pero los pobladores
originarios la recordarán en cada comunidad.

En 1895, la superficie sembrada de algodón en el Chaco era de sólo 100 hectáreas. Pero el
precio internacional ascendía y los campos del norte comenzaron a inundarse de capullos
blancos donde trabajaban jornadas eternas miles de hombres de piel oscura. En 1923, los
sembradíos chaqueños de algodón ya alcanzaban las 50 mil hectáreas. Pero también debían
multiplicarse los brazos que recojan el "oro blanco".

El 12 de octubre de 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado en la presidencia


a Hipólito Yrigoyen y el Territorio Nacional del Chaco ya se perfilaba como el primer productor
nacional de algodón. Pero en julio de 1924 los pobladores originarios toba y mocoví de la
Reducción Aborigen de Napalpí –a 120 kilómetros de Resistencia– se declararon en huelga:
denunciaban los maltratos y la explotación de los terratenientes. Los ingenios de Salta y Jujuy
ofrecieron mejor paga. Hacia allá intentaron ir los pobladores, pero el gobernador Centeno
prohibió a los indígenas abandonar el Chaco. Los pobladores de Napalpí decidieron resistir. El
18 de julio, y con la excusa de un supuesto malón indígena, Fernando Centeno dio la orden.

A la mañana del 19 de julio, 130 policías y algunos civiles partieron desde


la localidad de Quitilipi hasta Napalpí. Después de 45 minutos de disparar CHACO Y
los Winchester y Mauser a todo lo que se movía, sólo quedó el silencio y la FORMOSA -
humareda de los fusiles. Los heridos –fueran hombres, mujeres o niños– COMUNIDADES
fueron asesinados a machetazos. El periódico Heraldo del Norte recordó el TOBAS,
hecho a finales de la década del ’20: "Como a las nueve, y sin que los WICHIS Y
inocentes indígenas realizaran un solo disparo, hicieron repetidas PILAGAS
descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios (más
mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz
carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad".

El 29 de agosto –cuarenta días después de la matanza–, el ex director de la Reducción de


Napalpí, Enrique Lynch Arribálzaga, escribió una carta que fue leída en el Congreso nacional:
"La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores;
parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes
en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión
Investigadora de la Cámara de Diputados".

El libro Memorias del Gran Chaco, de la historiadora Mercedes Silva, confirma el hecho y
cuenta que el mocoví Pedro Maidana, uno de los líderes de la huelga, corrió esa suerte. "Se lo
mató en forma salvaje y se le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como trofeo
de batalla", asegura.

En el libro Napalpí, la herida abierta, el periodista Vidal Mario detalla: "El ataque terminó en una
matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en el
presente siglo. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no
quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados,algunos
colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes
y algunos campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento huelguista".

Un reciente microprograma de la Red de Comunicación Indígena destaca: "Se dispararon más


de 5 mil tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de testículos, penes y orejas de los
muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la comisaría de Quitilipi. Algunos muertos
fueron enterrados en fosas comunes, otros fueron quemados". En el mismo audio, el cacique
toba Esteban Moreno contó la historia que es transmitida de generación en generación. "En las
tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron porque se negaban a
cosechar. Nos dimos cuenta de que fue una matanza porque sólo murieron aborígenes, tobas y
mocovíes, no hay soldados heridos, no fue lucha, fue masacre, fue matanza, por eso ahora ese
lugar se llama Colonia La Matanza."

La Reducción de Napalpí –palabra toba que significa lugar de los muertos– había sido fundada
en 1911, en el corazón del Territorio Nacional del Chaco. Las primeras familias que se
instalaron eran de las etnias Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví. El corresponsal del diario
La Razón, Federico Gutiérrez, escribió en julio de 1924: "Muchas hectáreas de tierra en flor
están en poder de los pobres indios; quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en
secreto".

A ochenta años de la masacre, el lugar está sólo habitado por una familia que dice escuchar los
lamentos de las víctimas cuando cambia el viento. El cacique Alfredo José dijo a Télam que
reclama una reparación histórica. Su antecesor, Angel Nicola, recordó con amargura las
promesas incumplidas de autoridades y legisladores. Reclaman que se coloque un cartel que
indique que allí, en Napalpí, ocurrió la matanza. José impulsó una ceremonia en la escuela de
Colonia Aborigen, pero no prosperó porque el tema no figura en los programas de estudios de
los descendientes de los masacrados. Una frustración más: los carteles oficiales de la Ruta
Nacional 16 ubican a Napalpí en otra parte, como otra muestra del olvido y ocultamiento.

Fuente: www.argentina.indymedia.org, 2004

La masacre indígena de Napalpí

Por Argenpress.info

El 19 de Julio de 1924 se produjo la masacre indígena de Napalpí, un


hecho histórico sangriento que la historiografía tradicional ha ignorado, y
que se inserta en la dramática vida de las naciones indígenas que sufrieron
diversas formas opresivas y discriminatorias.

La masacre ocurrida en el entonces territorio nacional del Chaco fue un ejemplo de cómo la
opresión indígena jugaba en aquellos años un rol en la acumulación capitalista mediante la
utilización de mano de obra barata en el trabajo agrario del norte argentino.

Tropas de la gendarmería y de la policía, con el apoyo de grupos privados, atacaron el


'campamento sagrado' de El Aguará, donde casi un millar de tobas, mocovíes y campesinos
blancos originarios de corrientes, se habían refugiado como respuesta a la tensa situación
social que acarreaba la explotación de los hacendados locales.

El ataque terminó con una matanza, una masacre brutal.

Ese trágico 19 de Julio de 1924, unos 130 hombres armados entre la policía y gendarmería,
atacaron El Aguará sin encontrar resistencia. Según los diarios de la época, y las denuncias
formuladas por los diputados socialistas en la cámara de Diputados de la Nación, los atacantes
sólo cesaron de disparar cuando 'advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no
estuviera muerto o herido'. Los heridos fueron degollados, los esfínteres de algunos de ellos
fueron colgados en palos. Entre hombres, mujeres y niños, se calculan doscientos muertos
aborígenes y algunos campesinos blancos.

La 'masacre de Napalpí' ha sufrido el silencio a lo largo de los años y muy pocos


investigadores, antropólogos y personas dedicadas al estudio de la historia indígena, le han
prestado atención. Entre los investigadores que han profundizado en la cuestión figura José
Picciuolo Valls. La ideología que fundamentó y motivó la resistencia fue claramente social-
religiosa, y, sobre todo, mesiánica, tocándoles a los chamanes tobas reelaborar el corpus
mítico de su cultura y adaptarlo a la situación colonial que vivían, proyectando sus alcances no
sólo dentro de su nación, sino sobre otros núcleos étnicos no indígenas. La nación toba -cuya
cultura era periférica del imperio incásico-, a partir del siglo XVII, gracias a la adopción del
caballo, comenzó a expandirse sobre otras étnicas del Chaco, rechazando a los europeos. Esa
supremacía decayó en el siglo XIX con el avance blanco, que derrotó militarmente a los tobas
redistribuyéndolos en 'reservas aborígenes', y arrebatándoles las tierras.

La explotación de la mano de obra indígena, la discriminación racial, la violencia contra los


tobas y otras naciones indígenas, el continuo apoderamiento ilegal de las tierras por parte de
los hacendados blancos, motivó el levantamiento político-religioso toba, que enfrentó a los
dominadores mediante la resistencia pasiva.

La razón de la matanza y de la posterior represión, encontró fundamento en el hecho de que


los aborígenes dejaron de trabajar la tierra para los hacendados chaqueños y generaron una
economía propia de subsistencia.

El ejemplo de los tobas podría extenderse a todo el norte argentino, movilizando por sus jefes
políticos-religiosos -los chamanes - y por una fuerte mítica escatológica basada en un
renacimiento de las tradiciones morales y religiosas indígenas.

El entonces gobernador Centeno, alentado por los hacendados, ordenó la represión de los
indefensos aborígenes que, hay que destacarlo, estaban ejerciendo su resistencia en forma
pacífica y en ningún momento recurrieron a las armas. Lo curioso de la terrible tragedia es que,
después de producida, el silencio más absoluto la ocultó por décadas, a pesar de las denuncias
parlamentarias que, muy pronto, también se acallaron.
El gobierno chaqueño pidió
perdón por la masacre de
Napalpí

Melitona Enrique, cuyo


cumpleaños 107 fue
celebrado en la plaza de
Machagai con la presencia del
gobernador Jorge Capitanich,
quien le pidió perdón y le
rindió un homenaje. En 1924
tenía 23 años, se salvó
escondiéndose en el monte
durante varios días, sin comida ni agua. Ella misma recordó en una oportunidad
que "los cuervos estuvieron una semana sin volar, porque seguían comiendo los
cadáveres".

Jueves, 17 de Enero de 2008. Machagai. El gobernador Jorge Capitanich, pidió


perdón en nombre del Estado chaqueño por la "Masacre de Napalpí" y declaró el
19 de julio Día de los Derechos de las Poblaciones Aborígenes, en el acto de
homenaje a Melitona Enrique, que se realizó en esta ciudad.

La plaza central de la ciudad de Machagai fue sede del homenaje a Melitona


Enrique, única sobreviviente de lo que se conoce la Masacre de Napalpí, al
cumplir 107 años. "No basta con mirar hacia atrás. Hoy en nombre del Estado del
Chaco pido perdón por los crímenes de lesa humanidad que el 19 de julio de
1924 cometió el gobierno del entonces Territorio Nacional. Nuestro propósito va
mucho más allá de esta formalidad omitida hasta ahora", dijo el gobernador.
"Es posible construir otra justicia: Entre todos los hombres y mujeres de buena
voluntad podemos construir una justicia que repare ésa y otras heridas del
pasado: ése el objetivo del Gobierno el Chaco".Capitanich recordó que mucho de
lo que se sabe en la actualidad acerca de la Masacre de Napalpí se debe a lo
realizado en su momento por el ex diputado Claudio Ramiro Mendoza, quien
falleció el 12 de mayo de 2006. Tanto los libros "Napalpí, la herida abierta",
publicado por el periodista Vidal Mario en el año 1998, y "Crímenes en sangre",
del escritor chaqueño Pedro Solans, abrevian en la documentación aportada por
el diputado Mendoza.

RECUERDO PARA CLAUDIO MENDOZA


"La construcción de nuestra identidad no puede cometer omisiones, ni siquiera de
ese tipo, y por eso, hoy recordamos también que como legislador por el pueblo
del Chaco, Claudio Ramiro Mendoza logró que el 9 de junio de 1994 la Cámara
de Diputados de la Nación diera media sanción al proyecto de ley para declarar al
19 de julio el "Día de los Derechos de las Poblaciones Aborígenes Argentinas"",
señaló el gobernador. Capitanich destacó además, que el recuerdo del diputado
Mendoza responde a la necesidad de abordar la reconstrucción social a partir de
la verdad, sin mezquindades que obstaculicen la resolución de eventuales
problemas: "Es en ese sentido que destacamos la tarea que le cupo al diputado
Mendoza, quien trabajó mucho en legislación a favor del respeto a los Derechos
Humanos".

"HAY MUCHO POR HACER"


El gobernador resaltó que hay mucho por hacer para alcanzar el objetivo de una
provincia con "justicia para todos los chaqueños": "Pero una justicia que no sea
sólo palabras, sino que represente dignidad, un justicia que sólo se puede
conseguir con el desarrollo social y con el respeto por los derechos humanos, sin
exclusiones de ningún tipo", aseguró. Convocó a poner especial atención en el
trabajo junto a los sectores más débiles de la ciudadanía, para posibilitar también
su acceso a la salud, a la educación, a la vivienda, y al respeto por la diversidad
cultural, que expresan no sólo los aborígenes sino también otros sectores de la
comunidad. "Hoy festejamos el cumpleaños 107 de nuestra querida Melitona
Enrique, pero también pedimos perdón por lo que hizo el Estado Nacional contra
los chaqueños, aborígenes y criollos, en Napalpí en 1924, y le decimos a todos
nuestros comprovincianos que estamos trabajando, todos los días, para que todo
aquello que dijimos en la campaña electoral se transforme en hechos, porque el
Chaco Merece Más y lo vamos a lograr", concluyó el gobernador.

CASA PROPIA PARA MELITONA


Machagai (Agencia). El gobernador, cantando el feliz cumpleaños, entregó las
llevas de la nueva vivienda a la única sobreviviente de la Masacre de Napalpí. En
silla de ruedas, Melitona Enrique participó junto a su familia, con emoción, de su
casa propia, ya que hasta el momento no contaba con una unidad habitacional
Lugareños del El Aguará memoran los dramáticos hechos de 1924:

'Desde un aeroplano atacaron a la población'.

Buscando localizar el lugar de los dramáticos hechos que desencadenaron la masacre indígena
de 1924, penetramos en El Aguará bajo un sol abrasador y por caminos de tierra, algunos muy
estrechos.

Las dos versiones que logramos difieren en la interpretación: los dichos que corresponden a
descendientes indígenas, los de los criollos. En los primeros se mantiene inalterable el relato
que fueron reconstruyendo historiadores, antropólogos e investigadores, sobre el martirio de
esos hombres, mujeres, niños y ancianos inmolados por el odio y el miedo de quienes los
atacaron brutalmente. En cambio, la visión criolla repite el relato colonizado - como diría Franz
Fanon -, en donde los aborígenes debieron ser reprimidos porque estaban 'levantados' o
pensaban atacar a los centros poblados, cosa que nunca existió ya que se habían internado en
las entrañas de El Aguará rodeado de su mística político-religiosa y, conviene recalcar, se trató
de un levantamiento pacífico, no violento, y ese carácter adquiere verosimilitud si se tiene en
cuenta que durante los hechos sangrientos no cayó ningún blanco de los que formaban parte
del grupo agresor, y tampoco hay registros de ataques indígenas a zonas pobladas, urbanas o
semiurbanizadas en la época.

Recién cuando localizamos el lugar donde se habrían producido los sucesos, ubicado en el
límite entre El Agruará y Napalpí, pudimos establecer que se puede llegar a la zona (fue el
camino de regreso) por la ruta 16, hasta el kilómetro -aproximadamente- número 147, y allí
doblar a la izquierda por uno de los caminos de tierra y luego de avanzar otros cinco kilómetros
se llega a las chacras de los hermanos Angel y Agriano Verdán, actualmente un algodonal,
donde se desencadenaron los sucesos.

Otro dato interesante recogido de testimonios de habitantes de El Aguará - hoy una enorme
reserva indígena que a pesar de la pobreza cuenta dos escuelitas -, es la permanencia en la
conciencia popular de los mitos escatológicos animistas vinculados algunos de ellos con la
masacre que nos ocupa.

Pero lo que no fue un mito, sino una cruel realidad es lo que nos relató una mujer y luego nos
confirmo otro testimonio.

Durante la represión contra los indígenas, además de las fuerzas militarizadas armadas de
fusiles máuser y otros elementos bélicos de la época, fue utilizada una avioneta de
reconocimiento, elemento éste con lo que se trató de amedrentar a los rebeldes indefensos y
evitar cualquier resistencia. Ahora pudimos confirmar la utilización de esa avioneta o planeador
sobre la que tuvimos noticias a través del investigador Picciuolo Vals que estudió los hechos de
Napalpí hace ya varios años. Hay, con todo, un agregado, confirmado ahora por los testimonios
de los habitantes de la zona, de origen indígena o criollos: desde el aeroplano mediante la
utilización de alguna sustancia química o de otra clase, se incendió la toldería donde habitaban
los rebeldes.

Para tener una idea que nos ubique ante los hechos, según las reconstrucciones históricas, el
levantamiento toba-mocoví, tuvo una gran presencia milenarista y religiosa. Según las
costumbres autóctonas, el templo o templete para el culto religioso se construía fuera del lugar
donde se instalaban las viviendas indígenas. El ataque se habría producido cuando éstos
retornaban a su hogar en las primeras horas de la mañana, luego de un oficio religioso.

Según el antropólogo Picciuolo Vals, en el templete, levantado sobre una altura, y que consistía
en una rústica casita, se 'aparecía' el Dios indígena, o los dioses, que tomaban contacto con su
pueblo para fortalecerlos espiritual y materialmente. Era una relación directa sin mediación
chamánica, aunque estos jefes político-religiosos fueron guía del movimiento.

Testimonios recogidos en la reserva de El Aguará nos destacaron que cuando la 'seca' llega a
su fin y se produce una gran tormenta con sus fuertes lluvias, ante de los precipitaciones los
indígenas dicen escuchar los 'tambores' que ejecutaban los antiguos lugareños masacrados.
Mito, leyenda, animismo, los testimonios permiten advertir la persistencia del pensamiento
mágico y ritual propio de la cultura nativa y parte de su especificidad moral y espiritual,
elemento indispensable para sortear durante siglos la opresión blanca, el racismo, el olvido, la
discriminación e, incluso, junto al exterminio el proceso intenso de trasculturización cristiana
blanca.

En El Aguará pudimos advertir la inexistencia de iglesias católicas, salvo la presencia de


jóvenes misioneros católicos procedentes de Formosa, que en número de diez recorrían la
zona. En cambio, hay templos de la Iglesia de Dios, una confesión sectante, cuestionada tanto
por católicos como por las iglesias protestantes históricas. Es muy posible, que ese culto sin
imágenes religiosas permita a los aborígenes de El Aguará una práctica sincrética, sin adjurar
de sus propias creencias y concepciones.

Recorrido El Aguará nos fuimos acercando tras un viaje donde debíamos descorrer algunos
caminos hasta encontrar el lugar que nos interesaba: las chacras de Angel y Agriano Verdán.

Fue allí, según el testimonio de los pobladores, aborígenes o criollos, donde se produjeron los
hechos de violencia. Precisamente en la chacra de Agriano Verdán. Sobre un sembradío de
algodón se levantaban las tolderías de los rebeldes y allí cerca, sobre una altura que ya no
existe porque fue desmontada, se alzaba el templete religioso. Según nos dijo Angel Verdán
bajo la altura habían existido dos pistas de bailes indígenas, tal vez para bailes rituales o como
parte de la vida comunitaria y social. Angel Verdán nos relató que en los últimos años han
encontrado en la zona, durante la siembra o en las cosechas, bajo tierra, trozos de platos u
otros utensilios que habrían pertenecido a los infortunados indígenas asesinados. Nos expresó
también que en la cercanía, a la que no llegamos, había una fosa común donde se tiraron los
restos humanos después de la masacre. Nos preguntamos por qué no existe allí un monolito,
una placa, un señalamiento que recordara a los inmolados. Tal forma de recordación no forma
parte de las costumbres indígenas que recurren a la transmisión oral de sus símbolos y
creencias, pero sería obligación moral de las autoridades, partidos políticos, sindicalistas,
organizaciones religiosas y culturales, hacer un señalamiento para que no se borre de la
conciencia popular argentina un suceso que se emparenta en otra época y con distintos actores
a la masacre de Margarita Belén. Porque somos los blancos los que estamos en deuda con
aquellos que sufrieron el calvario a los que se refiere Santiago (V.1) cuando recuerda los que
'han condenado a los justos y ellos no se resistían'.

Incomprensión blanca del levantamiento

La tragedia indígena de Napalpí tuvo aspectos particulares que corresponde analizar a la luz de
esos hechos dramáticos.

No sólo alcanzó la incomprensión a los hacendados chaqueños que motorizaron la matanza,


sino a sectores ubicados en el campo progresista y vinculados al movimiento obrero de la
época.

En Sáenz Peña y otras ciudades y pueblos chaqueños tenían cierta influencia en aquellos años
el Partido Socialista y núcleos de ideologías libertarias y anarquistas. Sin embargo, estos
sectores, ganados por concepciones eurocentristas no apoyaron en un primer momento ni
comprendieron el significado del levantamiento pacífico indígena, principalmente toba.

La razón puede encontrársela en la concepción agnóstica de esas fuerzas políticas, ajenas a


las ideas religiosas, incluidas las indígenas. La fuerte motivación religiosa-animista de aquella
resistencia toba que llegó a extenderse a sectores mocovíes, la acción de los chamanes -jefes
religiosos y políticos- y el renacimiento nacional indígena, abortado por la masacre hizo que
socialistas y anarquistas no tomaran una participación directa en la lucha, que, por otra parte,
no comprendían. Otro tanto ocurrió con el incipiente movimiento obrero chaqueño.

Sin embargo, hubo un aliado indígena, algunos comerciantes de origen árabe que actuaban en
la venta de productos, tanto a blancos como a indígenas. Tal vez su no adscripción al
pensamiento eurocentrista y racionalista tradicional, hizo que aquellos inmigrantes árabes
entendieran el significado político, social y religioso del levantamiento toba-mocoví. Cuando la
violencia se desató sobre los indefensos indígenas cobrando sus vidas, recién allí fue cuando
el Partido Socialista, intelectuales y sindicalistas libertarios advirtieron el error anterior y se
movilizaron a favor de esos sectores irredentos. En la Cámara de Diputados de la Nación,
diputados socialistas como Antonio De Tomaso y Mario Bravo denunciaron el genocidio
indígena y reclamaron al gobierno nacional del presidente radical Marcelo Torcuato de Alvear,
para que detuviera nuevas masacres.

Fuente: Argenpress.info

Una sobreviviente de la
masacre de Napalpi cuenta su
historia
Por Pedro Jorge Solans*

Melitona Enrique también apeló al


silencio para salvarse. Tuvo su prueba
de fuego cuando la arrastraron hacia el
corazón del monte bajo la balacera
policial. Tenía que aguantar el dolor.

Las espinas, los arbustos y no sé


cuántas cosas más, marcaron su
cuerpo como en una yerra. Nada podía
ser más fuerte que su vida. Sólo gesto. Nada de gritos. Nada de llantos.

Su tío le dijo que el silencio era tan importante como esconderse. Si era necesario había que
olvidar.

Ella, una hermosa joven toba de 23 años, no sabía cómo borrar lo sucedido esa mañana.

Esa mañana de sábado, 19 de julio de 1924, cuando esos hombres blancos mataban y
mataban desde un aparato que volaba. Aquellos labios de aquellas bocas con aquellas
dentaduras. Aquellos hombres blancos, hombres blancos con gafas negras, que miraban y se
reían desde arriba.

¡Cómo olvidarlo!

Se reían como diablos, y gritaban como lobos.

Abrían la boca. Abrían la boca. Se reían, y festejaban, cuando caían los niños, las mujeres, los
ancianos…

¡Cómo olvidarlo! ¡Cómo olvidarlo!

Y después los policías a caballo que disparaban y los de a pie que degollaban con tanta furia
que los uniformes reventaban. No parecían seres humanos.

¿O sí?

¡Cómo olvidarlo! ¡Cómo olvidarlo! ¡Cómo olvidarlo!

"Crímenes de sangre", un libro de Pedro J. Solans

"Crímenes en sangre" es un relato que desnuda en forma de novela los trasfondos de un


episodio aberrante que sucedió en el Territorio Nacional del Chaco el 19 de julio de 1924,
cuando fueron asesinados centenares de peones rurales aborígenes.

Se abordan las nefastas consecuencias de aquella trágica matanza y se alerta sobre "el actual
genocidio de los pueblos originarios, que ocurre a silencio, sigilosamente, a fuego lento, en
forma casi desapercibida para la opinión pública".

Se pone de relieve, seguidamente, cómo los episodios actuales ratifican la vigencia de los
sucesos trágicos de Napalpí y, a través de distintos testimonios, se revelan los intereses

Pedro J. Solans, cuyo abuelo fue uno de los civiles que participaron del ataque a los
aborígenes "sublevados", es oriundo de Quitilipi pero larga radicación y trayectoria en el
campo del periodismo y de la literatura cordobesa. Fundó y dirige actualmente "El Diario
Cordobés" y "El Diario de Carlos Paz", respectivamente.

Su última publicación fue "Agua, Tierra y Aire", un libro de investigaciones periodísticas.


Es miembro del Instituto de Historia y Letras de Villa Carlos Paz. Trabajó y colaboró en
medios periodísticos televisivos, gráficos y radiales regionales, provinciales, nacionales
e internacionales.
Fuente: Datachaco, 05/09/07
ocultos que hay detrás de la desaparición de los aborígenes. El libro, finalmente, se convierte
en una reflexión acerca de la deuda que existe con las naciones aborígenes.

Pero el miedo exterminó el párrafo más triste:

Corrían hacia el monte con desesperación. Caían y se arrastraban entre cadáveres de


familiares, de amigos, entre los truenos de las armas, entre los gritos, entre los sollozos.

Durante el mediodía de ese maldito sábado, el avión recorrió varias veces la zona para ver si
quedaban aborígenes vivos. Sobrevolaba el lugar de la masacre.

Aquella mañana, Melitona corría hacia el monte, y cayó, y entre todos la arrastraron. Estuvo
días sin comer. Ella y su madre no probaron bocado. No tenían nada, ni agua. Varios días,
varias noches.

Melitona se salvó. Anduvo escondida por los bosques hasta que se hizo olvido, y con el olvido a
cuesta pudo llegar a Quitilipi. En el peregrinar perdió los abuelos, los tíos, los primos. Pero
recordó al tío; el silencio era la salvación y el olvido, la eternidad.

Luego pasó a Machagai, donde el olvido se le hizo más profundo, tan profundo como el miedo.

Y así, sí, mansamente, emprendió el regreso al paraje El Aguará. Llegó como un fantasma,
como si lo vivido hubiese sido una leyenda. La angustia se había hecho hueso en las entrañas
de Melitona. Su piel empezó a oler distinto. La mujer había cambiado para siempre.

Sobreviviente.

El Aguará es triste cuando llueve. Llueve y el carro que va de cuneta a cuneta, como tractor,
hace huellas en el barro intransitable.

El fuego late apenas en el rancho de los hermanos Irigoyen. El fuego late apenas, entre
cenizas que prolongan el gris de la cabellera de Melitona, que alguna vez fue azabache.

La toba qom vive aún ahí con dos de sus doce hijos, postrada en algo semejante a un catre,
donde pelea un lugar con los animales, las garrapatas, los insectos y con quien quiera
compartir sus 106 años. Esos años que le enseñaron que su historia, la historia de su pueblo,
se había reducido a derrota.

Mueve constantemente sus manos como si estuviera hilando algodón. Aquel algodón que tanto
apetecían los ingleses, los norteamericanos; pero que ella sólo sabía de capataces y colonos
blancos. Acaricia un trapito azul agradeciendo la única suavidad que conoció sus agrietados
dedos. Se limpia con una precisión horaria, a cada rato, sus ojos profundos. Esos luceros que
se humedecían automáticamente y parece que siguen llorando a cuenta de tanto horror que
vio. Se limpia con el mismo trapito azul la boca que se abre buscando oxígeno y para dibujar
palabras después de tanto silencio.

Sobrevive aquella terrible masacre que soportaron tobas y mocovíes a manos de policías,
gendarmes y vecinos chaqueños.

El padecimiento de Napalpí amasó


silencio de víctimas, y más silencio de
victimarios. Años y años en silencio. Años
y años de crónicas distorsionadas. De
lechuzas malagüeras, de quitilipis heridos.

Napalpí sigue siendo impunidad, miedo,


resignación.

La vida siguió dura, durísima, cruel para


los aborígenes. A tal extremo que no
parece vida para ellos.

Los descendientes de las víctimas dicen


que vivirán un eterno Napalpí. Un Napalpí actualizado, un Napalpí vigente.

La masacre de todos los días.

Melitona enfermó y no le quedan fuerzas. Ya no tiene aquella fuerza que usó aquella mañana
cuando los policías del Territorio del Chaco ametrallaban y ametrallaban.

Y no puede escapar a tiempo como escapó con su madre.

"Los policías andaban a caballo. Pero la infantería ametralló primero." Todavía tiene miedo a
los uniformados.

De tanto olvido, ahora está olvidada, lejos del pavimento, reducida a un cofre donde hay
silencios, o cosas sencillas, o sabiduría que no cotizan en el mercado de valores.

Hoy sigue el hambre, pero come, come al compás del salto de un caballo en el ajedrez y tiene
medicamentos, cuando hay gasoil para la F100 de la posta sanitaria de El Aguará.

Se refugiaron en la casa de don Segundo donde protegían a los refugiados. Allí se enteraron
que desde el aparato que volaba mataron a sus abuelas, y los policías a caballo asesinaron a
los abuelos.

Melitona tenía los crímenes en la sangre cuando se casó con Dalmacio Irigoyen. Sus doce hijos
heredaron el miedo y se debilitó la dignidad qom de los caciques Dialrochií y Juanalraí.

Prevaleció la
derrota.

La sangre se
estiró
inevitablemente y
como brazos
infinitos, de aquí
en más,
sobrevivirá.

Licuada.

Mezclada.

Extinguiéndose
en una lengua
muda.

Hace poco se
enteró que sus hijos y sus hermanos están desparramados por Buenos Aires, por Santa Fe, por
Chaco, y nunca más los vio.

Otro dolor que está vivo.

Las piernas no le responden. La sacan afuera cuando hay lindo día, para que camine un poco,
para que vea con esos ojos llorosos el campo, para que no pierda el suspiro de belleza que es
soñar, aunque sea, por una ayuda.

Melitona no está acostumbrada a usar la memoria. La mantuvo quieta, casi agonizante mucho
tiempo. Pero, de a poco, naturalmente, su memoria quiere resucitar. Y en esos espasmos
memoriosos, habló, recordó que trabajaban los hombres y las mujeres todo el día. Había
organización. Las mujeres se ocupaban de los quehaceres en el rancho y en la cosecha. Dijo
que se escaparon muchos y, prácticamente, no sabe porqué vinieron a matarlos ese día de
crespón negro. Piensa que ellos no tenían ninguna culpa.

"Nadie avisó que querían pelear. Estábamos durmiendo porque la noche anterior tuvimos
fiesta. Los administradores y los capataces se habían ido."

Su tío se volvió loco. Pegaba cabezazos a la tierra, a los árboles, y corría de un lado para otro.
Enloqueció cuando regresaba al lugar de la matanza y en el camino vio como los cuervos
destrozaban los cuerpos de su madre y de su hermano.

Vuelve a la memoria, y en un qom contaminado de castellano primitivo, dijo que su marido


también se había escapado de Napalpí. Irigoyen trabajaba de boyero, y contó:

"Los aborígenes se amontonaban para el reclamo. Le pagaban muy poco en el obraje, por los
postes, por la leña, y por la cosecha de algodón. No le daban plata. Sólo mercadería para la
olla grande donde todos comían. Por eso se reunieron, y reclamaron a los administradores, y a
los patrones. Y se enojaron los administradores y el Gobernador.

Le pagaban con la comida. No conocían ropa nueva.

Trabajaban para la Administración y ahí por eso, seguramente, se enojaron y nos mataron.
En el Aguara éramos como mil aborígenes cuando atacaron. En las tolderías no había armas
de fuego. Y nos mataron más de doscientos: hombres, mujeres, ancianos, ancianas, y niños.
Los hombres queríamos volver a las tolderías pero éramos perseguidos por la policía. Nunca
hubo malones. Querían sacarnos las tierras y eliminarnos.

Querían eso. Eliminar a todos los aborígenes y meter gente criolla, gente gringa. Mis hijos
aborígenes. Y los aborígenes queremos trabajar en agricultura."

Melitona se hunde en el qom y Mario y Savino Irigoyen, los hijos que más la cuidan, se hunden
con ella, pero desde una profundidad milenaria nace una voz, imposible de saber si era de la
anciana sobreviviente o de los hijos, pero la esencia era una sola:

"Queremos trabajar como aborigen. Los aborígenes no somos malos. Los blancos nos quieren
eliminar; y yo pregunto: ¿Por qué? Sí todos somos iguales."

Silencio.

Vuelven del silencio.

Ella espera.

Ella necesita.

"Al techo de su rancho le pusimos una frazadita por la calentadura del sol"; explicó Savino
Irigoyen.

Verano en el Chaco adentro.

*Autor del libro "Crímenes de sangre"


Fuente: www.misionesonline.net, 13/07/07
Fotos: Santiago Solans

Masacre de Napalpí: una historia de sangre


Por Norma Edith Giménez*

El día sábado 15 de noviembre de 2008, el Diario Norte de Resistencia,


Provincia del Chaco, dio la siguiente información: "Murió Melitona Enrique.
Era la última de los sobreviviente de la Masacre de Napalpí. Tenía 107 años
y falleció ayer luego de varias internaciones e intentos por preservar su ya debilitada salud.

Aunque este año por primera vez un gobierno provincial le rindió homenaje y le obsequió una
vivienda, su partida fue como la mayor parte del tiempo vivido: en la pobreza y exclusión."

¿Quién era Melitona Enrique? Una aborigen de la etnia QOM (Toba),sobreviviente de la


Masacre de Napalpí. Una historia de sangre que muchos chaqueños desconocíamos.

Luego, gracias a las investigaciones realizadas por el historiador Pedro Solans y el periodista
Mario Vidal, se conocieron datos de esta parte de la historia cruel y sangrienta.

Napalpí es una localidad del interior de la Provincia del Chaco. Este contexto era habitado y
dominado por los indígenas.

¿Qué sucedió en Napalpí? El 19 de Julio de 1924, se produjo la acción represiva a cargo de la


policía del Territorio. Los responsables de su organización fueron el Gobernador Fernando
Centeno, el comisario de Resistencia Sáenz Loza y quien en la ocasión actuaba como su
lugarteniente, el comisario de Quitilipi José B. Machado.
La propia gobernación, mediante una nota al Presidente del "Aero Club Chaco" Dr. Agustín
Cabal (h), solicita la cooperación de su entidad facilitando uno de los aviones que posee. En la
misma explícita la tarea encomendada:"que iría tripulado por el experto piloto Sargento
Esquivel, con el fin de practicar una exploración detenida de los parajes en los que indígenas
se hallan reconcentrados, y poder informar a este Gobierno con exactitud cantidad de los
mismos y elementos de que disponen, datos estos, de indiscutible importancia para poder
tomar las medidas necesarias que el momento y circunstancias requieran"- Fechado el 17 de
julio de 1924.

El primer registro que se encuentra de esta historia, aparece publicado en la edición


extraordinaria del diario de la época: Heraldo del Norte de junio de 1925. Describe en 60
páginas, de la siguiente forma los ocurrido en Napalpi la mañana del 19 de julio:

"Cuando la policía se vio segura avanzó en jauría hacia los toldos y aquello fue espantosa
escena que repugna narrar. Indio que se hallase con vida, sin respetar sexo ni edad, era
ultimado, acribillándosele a balazos o a machetazos. Parece que los criminales se hubieran
propuesto eliminar a todos los que se hallaron presente en la carnicería del 19 de julio, para
que no puedan servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de
Diputados.

La caza del indio continuó por parte de la policía. Había que exterminar...a todos. Durante un
mes -nos dice uno de los conocedores de la tragedia- se persiguió a los indígenas que
pudieran escapar con vida, a los que se les mataba en donde se les encontraba y hasta para
no dejar rastro, se les quemaba" - Heraldo del Norte. Edición Extraordinaria. Año IX, N. 652,
27/06/1925. Napalpi IV.p.51 .(38)

Esta historia se confirma, además, desde la recopilación de los testimonios de los


sobrevivientes, entre las que se encuentra Melitona Enrique. Contaron a sus familiares lo
vivido, a pesar del miedo que se buscó instalar con la persecución de los meses posteriores:
"Un día antes (de la masacre) un avión sobrevoló la reducció porque todos decían que iba a
haber una guerra contra los aborígenes. Salió de acá, de Resistencia, y cuando los aborígenes
lo vieron le saludaban contentos. El avión fue a ver donde estaban ubicadas las tolderías y si
ellos estaban preparados para la guerra, pero ellos no tenían armas, sí algunas escopetas y un
Winchester.

Por eso las tropas de línea no recibieron ningún daño. Mi hermano contaba que uno solo fue
herido pero no era de gravedad, sólo un raspón acá en los dedos". ‘Todo fue un arreglo del
gobernador y del jefe de la Policía del Territorio, cuando se pusieron firmes para la destrucción
del indio.

Ciento cinco soldados fueron apostados a 500 metros de las tolderías. Vino un avión que les
echó caramelos y masitas para que se junten, y para mirar si tenían trinchera.

La primera descarga tiraron arriba y la siguiente haciendo blanco. Fue en pocos minutos que la
toldería quedó en silencio con humareda...".

Según expresan los relatos ya registrados por varios investigadores del tema, el avión se
apareció en el lugar y: "...al oír el ruido del motor de la máquina, los indígenas salieron al
descampado sin saber que la policía los acechaba, cuando de pronto se produjeron cerradas
descargas. Se asegura que se dispararon 5.000 cartuchos.

Tras las descargas las tropas, avanzaron sobre los toldos y dieron muerte a balazos y
machetazos a los que habían quedado con vida, y luego prendieron fuego a las pobres
‘huestes’ (López Piacentini)

"...130 hombres descargan con sus fusiles Máuser y Winchester, más de 5.000 cartuchos en
menos de dos horas, sin tener una sola baja. Sáenz Loza ordena que degüellen a los muertos y
heridos. Como trofeo de guerra les arrancan las orejas y los testículos y cortan y mutilan los
pechos de las mujeres" (Romero.F).
"El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de
las culturas indígenas en el presente siglo.

Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no quedaba un
indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados, algunos colgados. Entre
hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos
campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento"(Mendoza,M).

Muchos de los cadáveres fueron quemados junto con tolderías, otros quedaron expuestos por
días y fueron garrapiñados por los buitres, otros relatos hablan de los enterramientos. "...al otro
día sale la policía a juntar persona para sepultar los muertos. Tenían 38 personas que
trabajaban en la toldería. Había dos pozos de agua y allí fueron sepultados 75 en un pozo y en
el otro 70 más.

Noventa días anduvo la comisión con ese trabajo de matar a los que encontraban en el monte."
Relato de la madre de Gonzalo Leiva. "...mi papá ayudó a enterrar a los muertos. El contaba
que hacían zanjas, tiraban a los muertos y los quemaban. Cuando terminaba con ese grupo,
traían a otro." Relato de Lino Fernández.

Estos relatos se confirman ya en el Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación


del 11 de septiembre de 1924, ya citado. En el informe de la Comisión, se señala que "...un
detalle de este crimen en gran escala, es el siguiente: los muertos que enterró la policía
estaban degollados".

En enero de 2008, el Estado provincial, en la voz del Gobernador, reconoció públicamente la


Masacre de Napalpí y pidió perdón a los pueblos originarios.

Esta es una historia que debemos conocer todos, para la reivindicación de los pueblos
primitivos, cruelmente discriminados, aún en la actualidad. Debemos recordar que: no hay
culturas superiores a otras, sino, DIFERENTES.

Tampoco hay seres humanos superiores a otros, solo DISTINTOS. Y ocupamos lugares en la
sociedad solo TEMPORALMENTE.

¡Descansa en paz, junto a los tuyos, hermana MELITONA ENRIQUE!

* Lie. en Ciencias de la Educación

Fuente: www.nuevarioja.com.ar, correo de lectores

Masacre indígena de Napalpí: 80 años de impunidad


Por Darío Aranda
darioaranda@yahoo.com.ar

El gobernador chaqueño, Fernando Centeno, ordenó: "Procedan con rigor


para con los sublevados". El 19 de julio de 1924, a la mañana, la policía
rodeó la Reducción Aborigen de Napalpí, de población toba y mocoví, y durante 45 minutos no
dejaron descansar los fusiles. No perdonaron a ancianos, mujeres ni niños. A todos mataron y,
como trofeos de guerra, cortaron orejas, testículos y penes, que luego fueron exhibidos como
muestra de patriotismo en la localidad cercana de Quitilipi. Los asesinados fueron más de 200
aborígenes que se negaban a seguir siendo explotados, que reclamaban una paga justa para
cosechar el algodón de los grandes terratenientes.

Para justificar la matanza la versión oficial esgrimió "sublevación indígena". Era el mismo
período de las masacres de obreros en la Patagonia, años en los que en el norte argentino
solía hablarse de rebeliones indígenas para justificar el asesinato de pobladores originarios que
resistían su inclusión definitiva a un mercado de trabajo que exprimía vidas a bajo precio. A 80
años de aquella masacre, no habrá actos oficiales, pero los pobladores originarios recordarán
la matanza en cada comunidad.

En 1895 la superficie sembrada de algodón en el Chaco era de sólo 100 hectáreas. Pero el
precio internacional ascendía y los campos del norte comenzaron a inundarse de capullos
blancos donde trabajaban jornadas eternas miles de hombres de piel oscura. En 1923 los
sembradíos chaqueños de algodón ya alcanzaban las 50.000 hectáreas. Pero también debían
multiplicarse los brazos que recojan el "oro blanco".

El 12 de octubre de 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado en la presidencia


a Hipólito Yrigoyen y el Territorio Nacional del Chaco ya se perfilaba como el primer productor
nacional de algodón. Pero en julio de 1924 los pobladores originarios toba y mocoví de la
Reducción Aborigen de Napalpí a 120 kilómetros de Resistencia se declararon en huelga:
denunciaban los maltratos, la explotación de los terratenientes. Los ingenios de Salta y Jujuy
ofrecieron mejor paga. Hacía allá intentaron ir los pobladores, pero el gobernador Centeno
prohibió a los indígenas abandonar el Chaco. El indio no podía trabajar su propia tierra, su
única alternativa era seguir cosechando como esclavo, pero igual se resistía. El 18 de julio, y
con la excusa de un supuesto malón indígena, Centeno dio la orden.

A la mañana del 19 de julio, 130 policías y algunos civiles partieron desde la localidad de
Quitilipi hasta Napalpí. Después de 45 minutos de disparar los Winchester y Máuser a todo lo
que se movía, hubo silencio y humareda de los fusiles. Los heridos -fueran hombres, mujeres o
niños- fueron asesinados a machetazos. El periódico Heraldo del Norte recordó, a finales de la
década del 20, el hecho: "Como a las nueve, y sin que los inocentes indígenas hicieran un sólo
disparo, hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios
(más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz
carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad".

El 29 de agosto --cuarenta días después de la matanza--, el ex director de la Reducción de


Napalpí Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta que fue leída en el Congreso Nacional:
"La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores;
parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presente
en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión
Investigadora de la Cámara de Diputados".

En el libro "Memorias del Gran Chaco", de la historiadora Mercedes Silva, se confirma el hecho
y cuenta que el mocoví Pedro Maidana, uno de los líderes de la huelga, corrió esa suerte. "Se
lo mató en forma salvaje y se le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como trofeo
de batalla", asegura.

En el libro "Napalpí, la herida abierta", el periodista Vidal Mario detalla: "El ataque terminó en
una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en
el presente siglo. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos
no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados, algunos
colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes
y algunos campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento huelguista".

Un reciente microprograma de la Red de Comunicación Indígena destaca: "Se dispararon más


de 5000 tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de testículos, penes y orejas de los
muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la comisaría de Quitilipi. Algunos muertos
fueron enterrados en fosas comunes, otros fueron quemados". En el mismo audio, el cacique
toba Esteban Moreno, contó la historia que es transmitida de generación en generación. "En las
tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron porque se negaban a
cosechar.

Nos dimos cuenta que fue una matanza porque sólo murieron aborígenes, tobas y mocovíes,
no hay soldados heridos, no fue lucha, fue masacre, fue matanza, por eso ahora ese lugar se
llama Colonia La Matanza".
La Reducción de Napalpí -palabra toba que significa lugar de los muertos- había sido fundada
en 1911, en el corazón del Territorio Nacional del Chaco. Las primeras familias que se
instalaron eran de las etnias Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví. El corresponsal del diario
La Razón, Federico Gutiérrez, escribió en julio de 1924: "Muchas hectáreas de tierra flor están
en poder los pobres indios, quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto".

A ochenta años de la Masacre de Napalpí, aún nadie fue sancionado, el crimen permanece
impune y las escasas tierras que permanecen en manos aborígenes les siguen siendo
arrebatadas.

-Paradigma del despojo

Napalpí no fue una matanza aislada, sino una práctica recurrente del poder político y los
terratenientes --con la mano de obra policial o militar-- para privar a los pobladores originarios
de su forma ancestral de vida e introducirlos por la fuerza al sistema de producción. Todos los
historiadores revisionistas coinciden en esa mirada y, en el libro "La violencia como potencia
económica: Chaco 1870-1940", Nicolás Iñigo Carrera afirma: "Los aborígenes de la zona
chaqueña vivían sin la necesidad de pertenecer al mercado capitalista. La violencia ejercida
hacia ellos, por la vía política con la represión y por la vía económica tuvo como objetivo
eliminar sus formas de producción y convertirlos en sujetos sometidos al mercado".

"Se comenzó a privar a los indígenas de sus condiciones materiales de existencia. Se inició así
un proceso que los convertía en obreros obligados a vender su fuerza de trabajo para poder
subsistir, premisa necesaria para la exitencia de capital. Un modo de vivir había sido destruido",
destaca Iñigo Carrera en su libro.

Además de someterlos, el Gobierno quería ampliar los cultivos, dar tierra a grandes
terratenientes y concentrar a los indígenas en reservas. Siempre la versión oficial, "civilizadora
y cristiana", hablaba de malones o enfrentamientos despiadados. Pero los muertos siempre
eran pobladores originarios. Sobre los imaginarios combates, el historiador Alberto Luis Noblía
remarcó que "las naciones aborígenes chaqueñas no practicaron el malón, usual en otros
pueblos. Todo lo contrario, los inmigrantes llegados de Europa nunca fueron perseguidos por
los entonces dueños de las tierras. Al contrario, el colono supo encontrar en el indígena mano
de obra barata".

El 21 de julio de 1925 --un año después de la matanza--, el ministro del Interior, Vicente Gallo,
reconocía los deseos de Alvear: "El Poder Ejecutivo considera que debe encararse
definitivamente, como un testimonio de la cultura de la República, el problema del indio, no sólo
por razones de humanidad y de un orden moral superior, sino también porque una vez
incorporado a la civilización será un auxiliar valioso para la economía del norte del país".

Fuente: www.argentina.indymedia.org, 2004

Napalpí: "Paraje de la Matanza..."


Por Arturo M. Lozza (12/08/04)

(ACTA) De los montes boscosos de El Impenetrable, en Chaco, poco


queda, va desapareciendo quemado para ser convertido en llano sojero
bajo el dominio de compañías privadas. Se trata de la tercera etapa de una
conquista que comenzó con la misma creación de la actual provincia y de la fundación de su
capital Resistencia, en 1874, cuando la campaña militar "al desierto" del norte -que inició en
Santa Fe el general Obligado- aniquiló a miles de indígenas o los congregó en reducciones
para dar paso a las compañías forestales que exterminaron los quebrachales.

Hacia mediados de los años 1920, ya terminados los quebrachos, comenzó la segunda etapa,
la que impuso el reinado de los grandes señores del algodón que tomaron al indio como mano
de obra esclava.

Fue en este período que los indios tobas y mocovíes asentados en la reducción de Napalpí -a
130 kilómetros de Resistencia- se negaron a trabajar en las plantaciones porque la paga era
miserable y porque se resistían a perder la cultura originaria. El líder de las familias de Napalpí
fue el chamán mocoví Pedro Maidana, al que los hacendados no tardaron en catalogar de
"bandolero" y "criminal".

A instancias de los señores del algodón, desde Quitilipi se organizó una patrulla policial
reforzada con capataces de las plantaciones y armada de fusiles Máuser y Winchester. El
ataque a Napalpí fue sorpresivo y en 45 minutos no quedó ningún toba o mocoví vivo. Los
heridos, sin distinción de sexo o edad, fueron degollados. En total, 130 muertos. Al chamán
Maidana le extirparon una oreja y los testículos, que fueron exhibidos en la Comisaría de
Quitilipi. Ocurrió el 19 de julio de 1924, pero los asesinatos en los bosques cercanos y en las
diversas regiones de El Impenetrable se extendieron por cuarenta días más.

La reducción había sido fundada en 1911 y ya entonces la bautizaron Napalpí, que en toba
significa "lugar de los muertos". Hoy continúa existiendo, es un pueblo pequeño y pobre, pero al
sitio exacto adonde cayeron los indígenas de Maidana se lo denomina "Paraje de la Matanza".

A ochenta años de aquella masacre se ha abierto la tercera etapa de la conquista, la que está
arrasando sin misericordia los montes naturales y los pocos vestigios de las culturas
guaraníticas, para instalar los reinos de la soja.

La historia del Chaco está manchada de destrucción de riquezas naturales, y de sangre


indígena y de peones golondrinas, de hacheros desaparecidos en los quebrachales o en las
plantaciones de algodón.

Pasaron 130 años de la primer conquista, pero Chaco sigue siendo territorio de injusticias y de
impunidad.

Fuente: www.causapopular.com.ar
Las masacres indígenas de Formosa y Chaco en la agenda
nacional
Por Gabriela Sosa (Red de Comunicación Indígena, 28/04/06)

Las causas judiciales por las masacres de Rincón Bomba y Napalpí


ingresaron a la agenda nacional. La Federación Pilagá, junto con sus
abogados, Julio García y Carlos Díaz se entrevistaron con distintos funcionarios nacionales y
con el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, para exponer la situación judicial y
buscar apoyo para continuar la investigación.
Fotos de Germán Pomar

En Rincón Bomba (Formosa) hace casi 60 años fueron asesinados un número aún no
determinado de indígenas del pueblo pilagá. Los testimonios hablan de mil personas ultimadas
por la gendarmería nacional. En Napalpí (Chaco), en 1924, también se toparon con la muerte
indígenas del pueblo qom, entre 450 y 700 de ellos. El número de víctimas no está determinado
porque las excavaciones para rastrear las fosas, en el caso de Formosa, recién se iniciaron, y
hasta el momento se encontraron unos 27 cadáveres. En el caso del Chaco, no empezaron
nunca. En ambos casos, fue el Estado nacional, a través de sus fuerzas de seguridad, el
responsable de las matanzas. Hoy los pueblos indígenas piden justicia, que implicaría el
reconocimiento de la verdad histórica, recuperar los cuerpos de sus muertos y un resarcimiento
a las comunidades. Son, como lo definen los abogados de las causas, los dos genocidios
indígenas más importantes del siglo XX.

Interés nacional

Durante dos días de presencia en Buenos Aires, el 24 y 25 de abril, los representantes


indígenas y sus asesores jurídicos se reunieron con funcionarios de la Secretaría de Seguridad
Interior, la Subsecretaría de Derechos Humanos, la Defensoría del Pueblo, el delegado de la
OIT y el Subprocurador del Tesoro de la Nación. El propósito: Sensibilizar y comprometer a los
representantes del Estado en las causas judiciales.

La Subsecretaría de Derechos Humanos propuso a la delegación la constitución de una


comisión de investigación. A esta propuesta, el abogado Carlos Díaz, respondió con el pedido
que participe como querellante. "En los casos de violación de derechos humanos durante la
última dictadura, el Estado se presentó como querellante. No podría sospecharse que habría
diferencias entre los derechos humanos de los blancos y los derechos humanos de los
indígenas", señaló.

En la Procuración, se presentó la denuncia contra ese mismo organismo por la contestación a


la demanda por la causa de Napalpí. En ella, según comentó Díaz, se exceden los términos
reestablecer el equilibrio, con nosotros, con la madre naturaleza, estos son los desafíos, en un
mundo materialista que privilegia el capital financiero sobre el humano".

"Esperamos- dijo- que los indígenas se unan. Que tengan voz propia, nosotros vamos a
acompañar pero a través de la voz de los mismos indígenas, porque sino sería entrar en un
proceso de re-colonizacion. Los indígenas tienen voz propia y tienen que hacer valer su voz y
vamos a acompañar la reivindicación de sus derechos".

Contactos con la Red de Comunicación Indígena:


NEA: 03722-421600. Catamarca 436, Resistencia, Chaco.
red.comin@infovia.com.ar
NOA: 0388-4238787. Comandante de la Corte 505, San Salvador de Jujuy, Jujuy.
rcinoa@arnet.com.ar

La Nación rechazó demanda


por la masacre de Napalpí
Por El Diario Digital / Posadas -
29/04/06

La Procuración del Tesoro de la


Nación solicitó el rechazo de la
millonaria demanda por la "masacre
de Napalpí" en términos denunciados
por diversas organizaciones
aborígenes como "innecesariamente
ofensivas a los pueblos originarios".
La Asociación Comunitaria de Colonia
Aborigen Chaco, Asociación
Comunitaria La Matanza y la
Federación del Pueblo Pilagá
repudiaron la respuesta dada a la
demanda y anticiparon que
denunciarán el hecho ante el propio
presidente Néstor Kirchner.

Según dichas organizaciones, la


respuesta del Procurador del Tesoro
Nacional "ha provocado estupor y
repudio por su virulencia,
discriminación, racismo e
inhumanidad". El funcionario nacional niega que los tobas constituyan una etnia, niega que "el
pueblo toba pueda ser indemnizado por daño moral" y desconoce, para el caso de Napalpí, la
aplicación del fallo sobre "la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad dictado por
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el 2005". Niega, finalmente, que la población
toba tenga el más alto índice de mortalidad infantil y analfabetismo.

De esta manera ingresa a una nueva instancia una historia que comenzó en 1998 con la
aparición del libro "Napalpí, la herida abierta" de Vidal Mario (cuya tercera edición fue lanzada
recientemente por Librería de la Paz) rescatando del olvido la masacre ocurrida el 19 de julio
de 1924. En octubre de 2004, 80 años después, se inició una demanda por 116.000.000 de
dólares ante el Juzgado Federal de Resistencia, en el marco del expediente caratulado
"Asociación Comunitaria La Matanza c/Estado Nacional - Poder Ejecutivo -s/Daños y perjuicios,
lucro cesante, daño emergente y moral".

En relación a ello, el comunicado emitido por las mencionadas organizaciones aborígenes


expresa: "Contestó la demanda en nombre del Estado Nacional Argentino la Procuración del
Tesoro de la Nación Argentina, que ha provocado estupor y repudio de las organizaciones
indígenas por su virulencia, discriminación, racismo e inhumanidad, que recuerda a las épocas
más oscuras del holocausto de los pueblos originarios de América. La Procuración del Tesoro
de la Nación desconoce "la calificación de la comunidad toba como etnia", o sea la propia
existencia de un pueblo originario (punto 4 de la contestación de la demanda). Niega que por la
masacre "el pueblo toba pueda ser indemnizado por daño moral‘ (punto 5 del escrito de la
contestación de la demanda). Desconoce para los indígenas la aplicación del fallo sobre la
imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad dictado por la Corte Suprema de Justicia
de la Nación el 14 de junio del año 2005 en el caso Simón sobre crímenes sucedidos en la
última dictadura cívico militar entre los años 1976/1983" (punto 6 del escrito de contestación de
la demanda)".

El comunicado sigue diciendo que la Nación "minimiza la masacre, como si la pérdida de una
sola vida no fuera ya una tragedia, aduciendo con total ligereza que el número de afectados
ascendía "sólo a más de cincuenta". Si así fuera, ¿no es un gran crimen asesinar a "más de
50" ? (punto 7 del escrito de contestación de la demanda). Justifica lo injustificable al decir
textualmente que la masacre de Napalpí fue como reacción a "determinados actos de violencia
que habían acaecido como consecuencia del accionar de los indios tobas, así como de las
demás etnias que habitaban la provincia, wichís y mocovíes. Al principio hubo una resistencia
pasiva por parte de algunos, con la protesta de los que no entregaban y la de los más ladinos,
que aconsejaban la resistencia, invitando a los otros a consultar al comerciante proveedor,
etcétera. Y aquí aparece el dios de los indios. La administración nada hizo para resolver el
conflicto y entonces los indios empezaron a reunirse al lado del titulado dios. De todos los
rumbos empezaron a llegar indios; de Resistencia, Colonia Popular, Benítez, del norte y del sur
llegaban grupos de indios a escuchar la palabra santa. Así fue que llegó también un grupo de
mocovíes (resaltado en negrita del escrito original de contestación de la demanda, punto 7).
Niega que sean "ciertas las afirmaciones en cuanto a que la población toba tenga el más alto
índice de mortalidad infantil y analfabetismo. Más aún, sin sustento fáctico ni jurídico se oponen
terminantemente a desenterrar las fosas comunes negando el derecho al duelo y a dar humana
sepultura a sus antepasados, lo que denota una actitud racista y discriminatoria que no tiene
parangón en la justicia argentina. Así lo dice con todas las letras en el punto 12 del escrito de
contestación de la demanda: "Oposición a que en el predio conocido como "Reducción" y
"Colonia Aborigen Napalpí" se realicen y finalicen los estudios antropológicos forenses de
zonas donde estarían fosas conteniendo cadáveres de indígenas argentinos asesinados.
Oposición a que se proceda a realizar excavaciones y estudios en lugares donde se cree que
existen enterrados en fosas comunes cadáveres de indígenas argentinos asesinados en el
lugar señalado".

Finalmente niega la Procuración del Tesoro de la Nación Argentina que los cientos de muertos
en esa masacre tengan valor económico alguno y solicita, en consecuencia, el rechazo de la
demanda".

En el tramo final del documento conjunto se termina consignando: "La contestación de


demanda repudiada, por lo innecesariamente ofensiva a los pueblos originarios, excede, por el
contenido y las adjetivaciones, los límites del ejercicio del derecho de defensa, porque el
Estado Nacional Argentino tiene obligaciones éticas y jurídicas asumidas por los tratados
internacionales de Derechos Humanos, como así también por la Resolución 169 de la
Organización Mundial del Trabajo. En consecuencia, presentaremos denuncias al Presidente
de la Nación Argentina; al Instituto Contra la Discriminación y el Racismo, a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, al Defensor del Pueblo de la Nación Argentina, ante la
Organización Internacional del Trabajo convenio N 169 y ante otros organismos tanto
nacionales como internacionales".

Viernes 28 de abril de 2006

Fuente: www.voxpopuli.com.ar
"El Gobierno se ha opuesto a que se sigan excavando las
tumbas"
Por La Señal de la Paloma (91.3 Mhz) 16/09/06
lanageq.socoto@gmail.com (0341) 4325261 / 156522026 Virasoro 5606,
Rosario, Santa Fe

Julio Cesar García, uno de los abogados de las demandas contra el Estado por las masacres
de Napalpí (1924, Chaco) y Rincón Bomba (1947, Formosa), denuncia racismo y groseras
contradicciones por parte del Gobierno nacional en el tratamiento de las mismas. En ambas
matanzas se estima que murieron unas 1500 personas de los pueblos toba y pilagá, en lo que
son considerados los dos mayores genocidios indígenas del siglo XX. Lee y escuchá la
entrevista realizada en vivo durante la emisión del miércoles 13 de septiembre de La Señal de
la Paloma (Aire Libre Radio Comunitaria).

- ¿En qué estado se encuentran estas causas? El Estado argentino ya ha respondido en


ambas demandas.

JG: Sí, básicamente en la causa de Napalpí contestó la Procuración Nacional, y en la causa de


Rincón Bomba - que es en la que yo estoy actuando - contestó el Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos. Aún así, a pesar de que son distintos organismos del Estado, han
mantenido el mismo perfil en la contestación de la demanda, que es negar la existencia de los
hechos, atacar la personería jurídica de las comunidades indígenas - le niegan el carácter de
pueblo o de organización de las comunidades indígenas -, piden que se acredite el cáracter de
heredero forzoso, cuando ellos saben básicamente que los indígenas han estado excluídos de
todo el sistema normativo hasta aún hoy, y también impedido del acceso al sistema de justicia.

Sinceramente lo que nosotros creemos es que el Estado lo que está haciendo es, en los
hechos, negar todo el discurso de derechos humanos que tiene para con la sociedad en
general.

- ¿Qué pruebas hay de que efectivamente ocurrieron estos hechos?

JG: Bueno, lo primero en el caso de Rincón Bomba, hay testigos de la Get eSnips
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masacre vivos, o sea hay indígenas que eran niños, adolescentes o widget
details
DNA
jóvenes, que al momento en que ocurrieron los hechos de Rincón
Bomba, eran miembros de familia y vieron diezmadas sus grupos familiares. Mayor evidencia
que esa es imposible.

En segundo lugar, hay un informe realizado por expertos sobre el descubrimiento de por lo
menos cinco tumbas comunes, y el Estado Nacional se ha opuesto a que se sigan cavando
estas tumbas, y también se ha opuesto a que se conserven las mismas, con una serie de
herramientas que si bien son jurídicamente idóneas, porque impiden que se siga la
investigación, éticamente en un caso de derechos humanos que esto lo realice el Estado es
aberrante. Así que nosotros lo que creemos es que hay un discurso del Gobierno nacional para
con la cuestión de los derechos humanos cuando no están en juego los pueblos indígenas;
cuando están en juego los derechos indígenas en realidad las políticas son otras.

- En una nota periodística se habla de una comprobación de los peritos de que los restos
encontrados fueron muertos por armas de fuego. Después hay otro dato fáctico que son los
cuerpos encontrados en distintos lugares, vos hablabas de 5 fosas, lo cual en otra nota se
refiere como el "sendero de la muerte". Podés explicarnos qué es esto y cuántas personas se
estima que murieron en este espacio.

JG: Bueno, un primer dato de la realidad que nosotros tenemos es que el pueblo pilagá, que
fue víctima de esta masacre, está en un proceso de extinción, tiene muy pocos miembros, esto
lo reconoce el propio Estado nacional al contestar la demanda. Eso es el primer dato.

El segundo dato es que los hechos empezaron un día, pero después a los sobrevivientes y a
los testigos o posibles testigos del hecho, los fueron aniquilando y los fueron tirando como
marionetas a fosas comunes cavadas por la propia Gendarmería. Y el informe que vos te
referís, es el informe del consultor que en ese entonces era Enrique Prueger, y el informe del
perito oficial designado por el juez federal Marcos Bruno Quinteros. O sea, la información que
hay está acreditada en la causa, no ha sido desvirtuada por el Estado nacional, pero a pesar de
eso, el Estado nacional en la contestación habla de un enfrentamiento - que a nosotros nos
hacía acordar a la época de la dictura cuando se hablaba de enfrentamientos con la guerrilla' ,
siempre comillas, esos comunicados que lanzaba la dictadura -, con un herido por parte de las
fuerzas de Gendarmería y 500 o 1000 muertos del lado de los indígenas.

- En la respuesta a la demanda no sólo se habla de un 'enfrentamiento', justificando la


masacre, sino que además se dice de que en caso de que hubiese consecuencias jurídicas
para el Estado, estas consecuencias estarían 'vencidas' por el tiempo que transcurrió.

JG: Si, es otra verguenza. El Estado nacional acaba de firmar el año pasado, y lo aprobó el
Congreso de la Nación, el convenio internacional de imprescriptibilidad de los delitos de lesa
humanidad. Lo que alega la abogada defensora del Estado nacional es que ese tipo de
imprescriptibilidad puede ser alegada solamente para los crímenes de lesa humanidad
cometidos por la dictadura militar. Falso. Esto es absolutamente falso, porque la
imprescriptibilidad del convenio internacional no tiene plazo retroactivo, debe ser aplicado a
todas las masacres o hechos cometidos por el Estado nacional que no tuvieron investigación.

Y también, seamos sinceros, los indígenas no han podido acceder al sistema de justicia,
porque el sistema de justicia les niega el acceso sistemáticamente al tratarse de una minoría; y
de hecho alega sus propias torpezas el Estado en no instrumentar un ordenamiento jurídico
conteste con la realidad que viven los pueblos indígenas, invoca esas propias torpezas en
cabeza de los indígenas para impedirle nuevamente el acceso al sistema de justicia. Así que a
nosotros nos parece sinceramente una burla a los intereses de los pueblos indígenas.

- No estamos hablando solamente de un caso que se inscribe en lo legal, porque estos hechos
y su gravedad y su resonancia tienen que ver con lo que es la memoria histórica, no solamente
de los pueblos indígenas sino además de toda nuestra sociedad. Es bastante sorprendente
esta declaración, de que aparentemente las violaciones a los derechos humanos las cometen
solamente los Gobiernos dictatoriales y no otros sujetos, es bastante indefendible. ¿Porqué te
parece que el Estado está respondiendo esto, que es de una torpeza enorme?

JG: Mirá, no sólo que le da un tiempo determinado, sino que además dice que no la cometió el
Estado sino que la cometieron sus funcionarios en exceso de sus facultares, cuando todos
sabemos que era una política genocida. Es lo mismo que nosotros sostengamos este principio
en cuanto a lo que hizo la dictadura militar; que no era responsable el Estado argentino o sus
representantes, en ese entonces de facto. Había un plan para eliminar a un determinado grupo
de personas con determinadas caractísticas ideológicas. Si nosotros no asumimos eso,
estaríamos exculpando actualmente con ese discurso a los genocidas de la última dictadura
militar. Entonces es una contradiccion fruto de la desidia que existe para con los pueblos
indígenas, no hay otra explicación, yo hablo de desidia por no decir racismo, discriminación,
continuidad histórica del genocidio o del etnocidio.

- Lo que viene a la cuenta es el caso reciente del intendente de Villa Río Bermejito, en el
Impenetrable chaqueño, que también es denunciado por racismo. Por ahí no estamos hablando
de la misma gravedad, porque no hay muertos en este caso en manos de Gendarmería, pero
las denuncias no cambian mucho. Mismo en Formosa, en la provincia que sucedió Rincón
Bomba, el ataque policial a la comunidad Nam Qom sucedido hace 4 años atrás también ha
quedado sin ningún tipo de culpables. Hay una continuidad, ¿verdad?

JG: Sí, sí, para nosotros eso es clarito, por eso creemos que estas no son causas - coincido
con vos - solamente judiciales, sino que tienen un fuerte contenido político y que tienen que ver
con la relación histórica entre pueblos indígenas y Estado.

- En un documento ustedes afirman que en la contestación del Estado a la demanda por la


Masacre de Rincón Bomba se confunden los hechos con la Masacre de Napalpí. ¿Cómo es
esto?
JG: Sí, fruto de la haraganería del colega que corta y pega de la contestación de la demanda
del colega de Chaco. Recordémosle a tu audiencia que la diferencia que existe entre una y otra
masacre es que una tuvo una investigación de la propia Cámara de Diputados de la Nación de
ese entonces, de 1924, y también hubo una causa judicial, que es reprochable en su resultado,
en su investigación, pero existió. En el caso de Rincón Bomba no existió. Lo que nosotros
como abogados estamos seguros - y quienes acompañamos este proceso - es que hay
testimonios vivos y por esos testimonios vivos que nos impulsan y por la justicia del reclamo
por sus muertos, nosotros sinceramente estamos convencidos de la legitimidad y justicia de la
demanda.

- ¿En qué confunde el Estado ambas masacres?

JG: El Estado confunde básicamente el pueblo toba con el pueblo pilagá, confunde la cantidad
de años que sucedió en una y otra masacre, da datos erróneos, cuando habla de los pilagá
habla en realidad de los tobas y cuando habla de los tobas habla de los pilagá; no tenía nada
que decir en la contestación de Rincón Bomba sobre los tobas y lo dice; así que para nosotros
fue que le giraron un archivo de la contestación de Napalpí y de ahí cortó y extrajo algunas
conclusiones. En general, la mayoría de las conclusiones y la estrategia legal se condice con la
de Napalpí, es la misma, el mismo perfil.

- ¿La causa por Napalpí qué avance ha tenido? En Rincón Bomba hay excavaciones, han
encontrado restos, hay en ese sentido un avance que deja algún tipo de esperanzas, más allá
de la respuesta que de el Estado. ¿En el caso de Napalpí se ha iniciado algún tipo de
investigación?

JG: Bueno, en Napalpí hay un impedimiento no salvado por parte de juez federal [Carlos]
Skidelsky, que dice que si estuvieron varios años pueden estar más años esperando los
cuerpos en ese lugar. Eso está apelado ante la Cámara, eso es una medida cautelar que había
pedido el doctor Díaz. Y en el día de mañana [jueves 14 de septiembre] se va a llevar a cabo
una audiencia testimonial, como prueba anticipada, en Machagai, muy cerquita de donde vivían
las comunidades indígenas de Napalpí, por parte de una anciana, y va a actuar de traductor
Orlando Sánchez, un maesto que ha sido reconocido hace pocos días por el Gobierno nacional
como un ejemplo de lucha de los pueblos indígenas. Así que nosotros sinceramente estamos
tratando de avanzar en ambas causas, pero en el caso de Napalpí es muy muy a paso de
tortuga.

- Muy bien, Julio, te agradecemos por toda esta información, vamos a estar comunicados para
poder seguir dándole cobertura a este tema. En Rosario es importante habiendo la comunidad
toba numerosa que hay en esta ciudad, así que te agradecemos mucho.

JG: No, yo les agradezco a ustedes, y otra novedad que existe es que nosotros habíamos
hecho una presentación administrativa, a la Gendarmería pidiéndole que se abrieran los
archivos y que pida perdón por la Masacre, y nos contestaron que sí...a la apertura de los
archivos. Así que dentro de unos días vamos a estar viendo si existen, si están, si han sido
conservados los archivos de la Masacre de Rincón Bomba que tenga la Gendarmería Nacional.

- Muchísimas gracias, te agradecemos y vamos a continuar siguiendo esta información.

JG: Muchas gracias a ustedes y a su audiencia. Un saludo.

- Así escuchamos a uno de los abogados patrocinantes de las comunidades indígenas en las
causas por justicia para las masacres de Rincón Bomba y Napalpí. Denunció racismo,
contradicciones y groseras torpezas de parte del Estado nacional en el tratamiento de las dos
causas.

Fuente: www.argentina.indymedia.org, 2004


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