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Luis Calles
Anglada

T02. CONSTITUCIÓN DE 1812

INTRODUCCIÓN

El texto propuesto es un conjunto de fragmentos de la


Constitución Española promulgada en Cádiz en 1812. Es, por tanto,
una fuente histórica primaria de índole jurídico-política.

Esta Constitución fue redactada por los diputados de las Cortes de


Cádiz de 1810-14, en su mayoría liberales (hecho que se refleja en el
contenido del texto), y estaba destinada a todos los ciudadanos
españoles “de ambos hemisferios”, de los cuales se erigieron
representantes. Se publicó en marzo de 1812, en plena Guerra de la
Independencia, estando ocupada por el ejército francés (aunque con
gran resistencia popular) toda la península a excepción de Lisboa y
Cádiz, gracias a su defensa y suministro por parte de la flota
británica.

En el texto se resumen los principales rasgos de la Constitución de


Cádiz: soberanía nacional, división de poderes según el modelo de
Montesquieu, mantenimiento de la monarquía y la religión católica
(para intentar enlazar la tradición católico-realista con el liberalismo),
reconocimiento de derechos y libertades, igualdad jurídica, etc. Estas
medidas reflejan el programa de los liberales, protagonistas de las
Cortes Constituyentes.

Aunque la Constitución no se llegase a aplicar en su momento por


causa de la guerra y, una vez terminada esta, fuese rechazada por
Fernando VII, este primer desafío al absolutismo en España sería muy
importante en el futuro por servir de modelo no sólo a los liberales
españoles (llamados por ello “doceañistas”), sino también a europeos
(de hecho, los revolucionarios napolitanos de 1820 la tomaron como
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propia) y americanos. Por último, es importante señalar que fue la


primera ley fundamental aprobada por un Parlamento Nacional en
España.

DESARROLLO DEL TEXTO

Tras la invasión francesa de España y la coronación de José I


como rey por su hermano Napoleón en 1808, el pueblo español no
consideró legítimo el nuevo gobierno y se autoconcedió el poder
soberano, en ausencia del rey Fernando VII, mediante la creación de
juntas. Para coordinar la acción política y militar de las juntas contra
la ocupación, se creó la Junta Suprema Central, primero con sede en
Aranjuez y después, huyendo del avance francés, en Cádiz. Esta Junta
contaba con importantes personajes de la política española, como los
ilustrados Floridablanca y Jovellanos, y decidió convocar Cortes a fin
de redactar una Constitución que contrarrestase el Estatuto de
Bayona, ley fundamental impuesta por José I al comienzo de su
reinado.

Sin embargo, las Cortes de 1810 no se celebraron conforme a la


tradición. Se estableció que debían ser unicamerales, es decir, que no
hubiera división por estamentos. Los diputados de todas las
provincias, incluidos los de ultramar, fueron buscados entre los
residentes en Cádiz, dada la imposibilidad de hacer elecciones por el
estado de guerra y ocupación que se vivía en España. Esto dio una
gran ventaja a los liberales, puesto que la población gaditana estaba
formada en su mayoría por burgueses de clase media con tendencias
progresistas. Así pues, la mayoría liberal en las Cortes no se
correspondía en absoluto con la ideología profundamente
conservadora de la mayoría de la población, que aclamará a Fernando
VII cuando restaure el absolutismo.

Además de los liberales, también estuvieron presentes en Cádiz los


“jovellanistas”, que pretendían establecer un compromiso entre la
nación y el rey a través de unas Cortes Estamentales, siguiendo el
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modelo inglés, y los absolutistas, que pretendían mantener el statu


quo. Pero la Constitución de 1812, inspirada en la francesa de 1791,
siguió fundamentalmente los principios del Liberalismo.

Como vemos en el texto, se proclama la soberanía nacional, el


fin de los privilegios fiscales y la división de poderes. Se recogen
también algunas exigencias de los más conservadores, como el
establecimiento del Catolicismo como única religión aceptada en el
Estado. Pero los absolutistas verán ignoradas sus ideas en el Título IV,
que restringe fuertemente los poderes del rey: este habrá de contar
con el consentimiento de las Cortes, a las que no puede disolver, a la
hora de abdicar o ausentarse del país (quizá por el temor de los
españoles a que se volvieran a repetir los sucesos de Bayona de
1808), así como para ceder parte del territorio nacional o sus bienes,
firmar alianzas o incluso contraer matrimonio. Tampoco podrá
imponer contribuciones, conceder privilegios, expropiar o privar de su
libertad a nadie. Vemos así cómo se reconocen indirectamente ciertos
derechos individuales (a la libertad, a la igualdad jurídica y a la
propiedad) aunque no exista una Declaración como en el caso de
Francia.

El principal error de esta Constitución sea quizá su


tratamiento a las colonias americanas. El no reconocerles derechos
de autonomía ni cederles parcelas de soberanía probablemente
disuadió a los liberales hispanoamericanos de intentar llevar a cabo
las reformas deseadas sin romper con la metrópoli. La abolición de
esta Constitución y los graves problemas internos que vivió España
durante el nefasto reinado de Fernando VII alejaron definitivamente
los destinos de ambas orillas del Atlántico.

Por otra parte, uno de los pasajes más relevantes de esta


Constitución es el juramento que debe formular el monarca antes de
comenzar su reinado. Por primera vez en la Historia aparece una
Constitución, es decir, una ley formulada por los representantes del
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pueblo, como fuente legítima de poder, aunque sumada al derecho


divino (“por la gracia de Dios y la Constitución”). Se reconoce además
el derecho a la rebelión y a la desobediencia civil en caso de que el
monarca incumpla su parte del contrato.

En definitiva, este documento supone la irrupción de las ideas


de la modernidad (razón, contrato social, libertad, derechos
individuales) en la política española, hasta entonces anclada en la
tradición propia del Antiguo Régimen. Nos encontramos, por tanto,
frente al primer paso hacia la Democracia en nuestro país.

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