Está en la página 1de 10

FG

PROGRAMA DE
FORMACIÓN GENERAL

VIOLENCIA POLÍTICA EN EL
PERÚ Y DERECHOS
HUMANOS

2012 - 2

1
El 1 de octubre de 1990, Constantino Saavedra Muñoz, ex-teniente alcalde del distrito de Quinua, provincia de
Huamanga, fue interceptado por miembros del Ejército, junto a los señores Gilberto Aparicio y Plácido Juscamayta. Estos
últimos fueron liberados al día siguiente de la detención. Del señor Constantino Saavedra jamás se volvió a saber.
Constantino Saavedra Muñoz tenía 40 años y estaba casado con Maximiliana Rómula Quispe Montes de Saavedra,
con quien tenía cuatro hijos. La pareja había asumido, además, el cuidado de otros dos menores de edad (sobrinos de la
señora Maximiliana) cuyos padres habían sido asesinados en la selva.
Saavedra era ingeniero agrónomo y fue teniente alcalde del distrito de Quinua, provincia de Huamanga, en el
departamento de Ayacucho, durante el gobierno de Fernando Belaúnde. También era ex-dirigente de la Federación
Departamental de Campesinos de Ayacucho (FADA), base de la Confederación Campesina del Perú.
En la mañana del 1 de octubre de 1990, Constantino Saavedra se dirigió a la Oficina-Taller de la Corporación de
Desarrollo de la Ciudad de Huamanga (CORFA), en compañía de los señores Gilberto Aparicio y Plácido Juscamayta.
Estaban gestionando el alquiler de un tractor para labores agrícolas.
Al salir de la reunión en CORFA, los señores Saavedra, Aparicio y Juscamayta observaron que un grupo numeroso
de personas de los grupos de defensa civil de Acosvinchos, así como un camión y un carro del Ejército merodeaban la zona.
Sin embargo, prosiguieron su camino. En ese momento fueron interceptados por efectivos de Inteligencia del Ejército,
vestidos de civil, que se encontraban en los alrededores. Los efectivos les solicitaron sus documentos de identificación.
Luego los detuvieron y los introdujeron por la fuerza en la caseta del camión.
El vehículo se dirigió al Cuartel BIM 51 “Los Cabitos”. Al momento de ingresar al cuartel, los tres detenidos se
encontraban sin ningún tipo de venda, por lo que pudieron reconocer perfectamente el lugar a donde los estaba llevando. Al
pasar la primera tranquera del cuartel, los detenidos fueron obligados a cubrirse la cabeza con sus chompas. Una vez en el
interior las tres personas fueron registradas y separadas en recintos. Al poco tiempo los militares empezaron a interrogarlos,
a torturarlos y a presionarlos para que se declararan terroristas. A Constantino Saavedra le preguntaban, específicamente, si
conocía a Francisco Páucar.
El 2 de octubre de 1990, los militares liberaron a los señores Gilberto Aparicio y Plácido Juscamayta. Previamente
los amenazaron de muerte, tanto a ellos como a su familia, si contaban lo que habían visto en el cuartel. Antes de ser
liberados, oyeron la voz de Constantino Saavedra, quien se quedó detenido.
Mientras tanto, la señora Maximiliana Quispe buscaba desesperada a su esposo. Al enterarse, mediante sus
compañeros liberados, sobre las circunstancias relativas a su detención se dirigió de inmediato al cuartel “Los Cabitos” para
gestionar su liberación. Al llegar al cuartel, fue atendida por el general encargado de dicha Base Militar, quien negó que
Saavedra se encontrara detenido en ese lugar.
La señora Quispe realizó numerosas gestiones para obtener la liberación de su esposo. Denunció el caso ante el
Fiscal Superior de Personas Desaparecidas y de Derechos Humanos de Ayacucho, ante el Arzobispo de Ayacucho y ante la
Oficina Especial de los Derechos Humanos del Ministerio Público.
Pese a las numerosas gestiones ante autoridades locales y nacionales que realizaran los familiares de la víctima,
Constantino Saavedra nunca apareció.
APRODEH

1. ¿Cómo se llama el acto cometido por los militares?


RESPONDE 2. ¿Es legítima y legal el accionar de los militares
teniendo en cuenta el contexto histórico?
3. ¿Por qué crees que ocurrieron estos hechos?

2
.

1- VIOLENCIA POLÍTICA

Lo constituyen aquellas acciones de fuerza que son empleados en contra de personas o grupos de
personas, por razones de orden político, ya sea en medio de una disputa por el poder, o en el contexto
de un conjunto de luchas iniciadas por la población, con el fin de lograr el respeto de sus más elementales
derechos. La violencia política es ejercida y puesta en práctica, por grupos organizados, ya sea por grupos
alzados en armas, o por las fuerzas que representan al Estado, como es el caso de las fuerzas armadas y
policiales.

2- VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PERÚ

La violencia política en el Perú, tiene todo un proceso de desarrollo histórico, pues los episodios
más importantes y transcendentales de nuestra historia, están signados justamente por la violencia.
La invasión de América, y específicamente la invasión del territorio peruano, fue un episodio de
excesiva crueldad, signado por el asesinato, la tortura, la discriminación y por innumerables tipos de
vejación hacia los pobladores nativos que encontraron los invasores al llegar a estas tierras. La toma de
Cajamarca, que constituye el episodio simbólico con el que se inicia la invasión del territorio incaico y la
destrucción de tan grandioso imperio, fue en realidad una masacre, en donde los españoles tomando como
pretexto un hecho por demás comprensible por la diferenciación cultural (Atahualpa arroja la Biblia
católica al suelo), dieron inicio al asesinato de miles de indígenas, los mismos que fueron despedazados
literalmente por las “santas” espadas de los invasores españoles. Este acontecimiento sería replicado en
los diferentes lugares en donde los invasores fueron imponiendo su dominio.
En todo el proceso colonial, las muestras de violencia en contra los pobladores nativos son
indescriptibles, pues alcanzaron elevados niveles de crueldad.
Con el logro de la independencia del yugo español, y el establecimiento de la república peruana,
la violencia política podríamos decir que se institucionaliza, pues esta va ha ser una constante en nuestra
vida política, como consecuencia de las disputas por el poder, y de la inexistencia de una clase
gobernante fuerte y consolidada que hubiera podido asumir la conducción de nuestro país. Es así, que
solamente apenas iniciada nuestra vida republicana, los militares integrante del primer militarismo,
iniciaron una violenta disputa por el poder que duró largos años, y en las cuales las traiciones, los
asesinatos y las agresiones de toda índole, fueron la característica principal.
En los años posteriores del siglo XIX y mayor parte del siglo XX, si bien hubieron gobiernos
democráticos elegidos por la voluntad popular, lo que primó fueron los gobiernos dictatoriales salidos de
los constantes golpes de estado, y para los cuales la única de forma de consolidarse en el poder, fue
haciendo uso del asesinato y la persecución en contra de los que se oponía a estos procesos políticos. La
comisión de la verdad, en su informe final, señala que en los 50 años anteriores al inicio de la guerra
interna, es decir antes de 1980, solo durante 14 años tuvimos gobiernos democráticos, los demás
corresponde a periodos de regímenes dictatoriales.
Todo este largo periodo histórico de nuestra vida republicana, principalmente, signado por la
intolerancia, la violencia y los gobiernos nacidos de la fuerza de las armas, van a ser una de las causas que
va ha desencadenar uno de los procesos de violencia política más sangrientos de nuestra historia
republicana. La pobreza, la exclusión social y el olvido por parte del estado de los pueblos y gentes

3
alejados de la capital, confluirían para dar origen al periodo de guerra interna que nuestro país vivió
entre el año de 1980 y 2000.
En 1980 irrumpe violentamente en la escena política, el Partido Comunista del Perú, Sendero
Luminoso, para dar inicio a un periodo de confrontaciones, con el fin de intentar tomar el poder político
del Estado Peruano, y edificar un estado de corte socialista según sus planteamientos de orden marxista.
Dentro de las principales acciones violentistas que desarrollo el PCP- SL, se encuentra los aniquilamientos
selectivos de autoridades, dirigentes vecinales y miembros de las fuerzas armadas, sabotajes con coches
bombas, derribamiento de torres eléctricas de alta tensión, emboscada a las fuerzas del orden, etc.
Dichas acciones pusieron a nuestro país al borde del caos y la anarquía, por lo que el gobierno peruano se
vio en la necesidad de enviar a las fuerzas armadas para combatir esta amenaza a la seguridad nacional.
Pero las condiciones en que se desarrolló este enfrentamiento, caracterizado básicamente por una acción
guerrillera por parte de los miembros del PCP- SL, dio como resultado que en el desarrollo del conflicto se
ponga en práctica, una sistemática violación de los derechos más elementales del ser humano, como es el
caso del derecho a la vida. Las fuerzas armadas con el fin de contrarrestar el accionar guerrillero de las
fuerzas subversivas, recurrió a detenciones arbitrarias, torturas de inculpados, ejecuciones
extrajudiciales, asesinatos masivos de pobladores de las zonas andinas, etc; acciones por las que aun hoy
en día, muchos de los autores de tan execrables crímenes aun son procesados.
La violación de los derechos humanos, fue puesta en práctica tanto por las fuerzas subversivas del
PCP – SL, como por las fuerzas del orden, así lo recoge el informe final de la CVR , el mismo que
establece, por ejemplo, que de los 69 280 muertos, el 54% es responsabilidad del PCP – SL y el 1.5% del
Movimiento Revolucionario Tupac Amarú (MRTA), por lo que se deduce que el restante 44.5% sería
responsabilidad de las fuerzas del orden del Estado peruano, junto a los denominados Comités de
Autodefensa.

3- LOS DERECHOS HUMANOS EN EL CONTEXTO DE LA VIOLENCIA POLÍTICA PERUANA DE


LOS ÚLTIMOS AÑOS

Como lo señalamos líneas arriba, durante los 20 años de este conflicto interno, se puso en práctica
una sistemática violación de los derechos humanos, por parte de los actores involucrados en dicho
conflicto, es decir, las fuerzas subversivas, la Policía Nacional, Las Fuerzas Armadas y los denominados
Comités de Autodefensa. Veamos a continuación, como es que fueron violentados algunos de los derechos
más elementales del ser humano.

3.1- El Derecho a la Vida.


Por increíble que parezca, este elemental y principal derecho del ser humano, fue constantemente
vulnerado, prueba de ello lo son las 69 280 víctimas mortales que dicho conflicto generó según el informe
de la CVR.
Por el lado del PCP-SL, este recurrió a la ejecución de autoridades políticas, dirigentes vecinales,
miembros de las fuerzas armadas; mostrando en dichos actos una extrema de crueldad, con el supuesto fin
de dar escarmiento a quienes no estaban con ellos o se oponían a su proyecto político. De igual forma,
llevaron a cabo ejecuciones masivas de poblaciones campesinas que se atrevieron a oponerse a sus planes
políticos y militares, o que sencillamente se negaron a colaborar con ellos o que fueron obligados a prestar
a poyo a las fuerzas armadas. En aquellos casos, procedieron a la eliminación de hombres, mujeres y niños
de dichas comunidades campesinas, práctica que se llevó a cabo de la manera más cruel, pues en la mayor
parte de casos, las eliminaciones de las personas se hizo haciendo uso de arma blanca o de piedras. Tal es
el caso, por ejemplo, de la masacre de sesenta y nueve comuneros de la comunidad de Lucanamarca
ocurrida el 03 de abril de 1983, como represalia del PCP – SL, por la muerte de uno de sus mandos a manos
de estos mismos comuneros. Lucanamarca es un caso emblemático, pero las masacres de comunidades
campesinas fueron numerosas.
Por el lado de las fuerzas del orden, en su afán de
combatir a los miembros del PCP- SL, recurrieron de igual
forma a una práctica sistemática de violación de los DD.HH. A
las detenciones arbitrarias, le siguieron las ejecuciones
extrajudiciales de dirigentes, estudiantes y comuneros,
acusados de ser miembros o colaboradores del PCP-SL; hecho
que no pudo ser demostrado, porque los acusados terminaron
4
ejecutados y enterrados en fosas comunes clandestinas, las mismas que muchos años después han sido
localizadas y destapadas por las autoridades del Estado. Las fuerzas del orden, también cometieron
numerosas matanzas de miembros de las comunidades campesinas, acusadas de colaborar con SL.
Son emblemáticos los casos de detención arbitraria y posterior eliminación, de los estudiantes de la
Universidad la Cantuta y de los campesinos de la Localidad del Santa en Ancash. Dichas acciones
atentatorias en contra del derecho más elemental, el de la vida, fueron cometidas por el Grupo COLINA,
escuadrón paramilitar conformado por miembros activos de las FF.AA y con la anuencia y complicidad del
poder político de entonces. Los miembros del grupo Colina fueron también responsables de la mataza de
Barrios Altos, y se les atribuye también otras ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo en el centro del
país.
En las alturas de la sierra sur, las fuerzas del ejército y la policía, cometieron asesinatos masivos,
tal es el caso de los treinta y dos comuneros de la comunidad de Soccos, que en noviembre de 1983 fueron
ejecutados por miembros de la ex Guardia Civil; así sucedió también en la zona del alto Huallaga, en
donde efectivos de la marina allí destacados, llevaron a cabo detenciones arbitrarias y posterior
ejecuciones de pobladores de la zona. Prueba de esto, lo constituye la fosa clandestina desenterrada en
de 50 personas ejecutadas luego de haber sido sometidos a prácticas de tortura.

3.2- El Derecho a la seguridad e integridad personal.


Este es otro de los derechos que fue sistemáticamente violentado durante el proceso de guerra
interna de nuestro país.

La tortura
“Nadie será sometido a tortura ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes” reza el artículo 5 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, el mismo que también es recogido por nuestra constitución política.
Sin embargo, durante el conflicto interno de nuestro país, la tortura fue puesta
en práctica principalmente por miembros de las fuerzas del orden, con el fin
de lograr declaraciones inculpatorias o en interrogatorios que buscaban
obtener información que les permitiera la captura de cuadros dirigentes y
militantes del PCP – SL. Los testimonios recogidos por la CVR, dan cuenta de
prácticas aberrantes, contrarias a nuestra condición de seres humanos, en los
cuales hombres y mujeres eran sometidos a largos procesos de tortura que en
muchos casos terminaba con la muerte de las víctimas.
“La Comisión ha recibido miles de denuncias sobre actos de tortura y
otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes producidos durante el
período bajo investigación. Sobre 6,443 actos de tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes registrados por la CVR, el porcentaje más alto (75%) corresponde a acciones atribuidas a
funcionarios del estado o personas que actuaron bajo su autorización y/o aquiescencia1, el segundo lugar,
23%, corresponde al grupo subversivo PCP-SL, el tercero con un porcentaje bastante bajo lo constituyen
las acciones imputadas al grupo subversivo MRTA, 1% y el 2% a elementos no determinados”.
“La Comisión tiene evidencias que le permiten concluir que la tortura, así como otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes,
fueron perpetrados en forma
generalizada por miembros del PCP-SL
contra personas que eran consideradas
hostiles o insumisas, así como contra
sus familiares o allegados. Esta
práctica ocurría como paso previo al
asesinato de dichas personas en el
contexto de masacres; incursiones
armadas en poblados andinos y
amazónicos; en los pseudo procesos
denominados «juicios populares»; y en
los campamentos o «retiradas» que
constituyeron sobre la base del

5
desplazamiento forzoso de poblaciones.
Por su magnitud, esta práctica no podía ser ignorada por la dirigencia responsable del PCP-SL. La
Comisión considera que no hubo tan sólo tolerancia hacia esta conducta, sino que incluso se la consideró
necesaria para atemorizar a la población y desalentar a quienes no aceptaban las órdenes y la política del
PCP-SL.”

Las desapariciones forzadas.

Otra de las prácticas contrarias a los DD.HH, que los actores de la guerra
interna pusieron en marcha, fue el de las desapariciones forzadas. Cientos de
hombres y mujeres fueron detenidos por las fuerzas del orden según
testimonios recogidos por la CVR, recluidos en establecimientos militares o
policiales, pero nunca más se volvió a saber de ellos. Entre los desaparecidos,
figuran estudiantes, dirigentes sindicales y campesinos y pobladores en
general. Estos, fueron muchas veces sacados de sus propios domicilios y
conducidos a centros de reclusión de la policía nacional y de las fuerzas
armadas. De muchos de estos desaparecidos, fueron posteriormente
encontrados sus cadáveres, constatándose la ejecución extrajudicial de la que
fueron víctimas. La CVR ha registrado la desaparición de 10, 917 compatriotas
nuestros que ya no están y que figuran como desaparecidos, hoy, todos forman
parte de una lista que confeccionada por la CVR y que puede ser consultada por Internet.

3.3- El derecho a la libertad personal.


Al amparo del Estado de Emergencia al que fue sometido gran parte del territorio nacional, miles de
personas fueron detenidas arbitrariamente y encarceladas, en algunos casos sin motivo alguno, y en otros
como consecuencia de la expresión de sus ideas o consideraciones políticas, o por el simple hecho de
protestar por abusos cometidos por autoridades del estado o por el reclamo de derechos laborales o de
otra índole. Por esta causa, muchos ciudadanos tuvieron que huir del país, y vivir en calidad de asilados
políticos en países principalmente de Europa. Muchas personas fueron detenidas injustamente y privados
de su libertad, por el simple hecho de haber coincidido en el lugar y hora en que se produjeron acciones
subversivas; otras, fueron detenidas como consecuencia de supuestos testimonio de “arrepentidos”, que
con el fin de acogerse a beneficios que otorgaba una ley expresa dada para el caso, no dudaron en
señalar como miembros de los aparatos subversivos a ciudadanos que nada tenían que ver con dichos
actos.
Esta práctica atentatoria en contra de la libertad
personal llegó a extremos tan altos, que el propio gobierno de
Alberto Fujimori se vio en la necesidad de reconocer dichos
“excesos” y nombrar una comisión especial para que investigue
dichos casos, y de ser el caso ordenar su libertad inmediata.
Durante el trabajo realizado por la comisión presidida por el
padre Huber Lancier, se determinó la detención injustificada
de cientos de personas, a quienes se ordenó su inmediata
libertad. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Muchas de
estas personas perdieron sus empleos, vieron truncados sus
estudios y planes personales, y les fue muy difícil retomar su vida con normalidad. Aun hoy en día, se
presume de la existencia de personas que aun padecen carcelería, sin haberse demostrado su culpabilidad
en los hechos que se les imputa.
3.4- Derecho al debido proceso.
Con el fin de combatir de manera “eficiente” los delitos de terrorismo, como fueron tipificados por
nuestra legislación aquellos actos derivados de la práctica de los grupos alzados en armas, el Estado
recurrió a la realización de una serie de modificaciones en nuestra legislación vigente, las mismas que por
no estar sujetas a la naturaleza de la normatividad para tal fin creada, se constituyeron en atentatorias
del derecho al debido proceso. Entre estas acciones tomadas por el estado, tenemos:
 La penalización de los actos de colaboración para la comisión de delitos de terrorismo, de esa manera
termina calificando como delitos lo que constituyen según la doctrina actos preparatorios del mismo.

6
 Las excesivas atribuciones otorgadas a la policía, para investigar e incluso encausar a los detenidos,
hecho que no podía ser revisado por la autoridad judicial.
 La Ley 25651 determinó que “los condenados por terrorismo no tendrán derecho a libertad
condicional, semilibertad, libertas vigilada, redención de la pena por el trabajo o el estudio o
conmutación. Se eliminaron así los beneficios penitenciarios .
 La recurrencia al derecho penal premial. Por la cual se le reducía la pena o se le podía otorgar la
libertad a quienes, estando en las filas subversivas, decidiera abandonarlo voluntariamente y delatara
a los miembros de esta.
 La detención por sospecha, sin que medie una orden del juez o existencia de flagrante delito.
 La incomunicación absoluta de los detenidos, por periodos que la policía considere necesarios.
 La limitación del derecho a la defensa consagrado en nuestra constitución y en la legislación
internacional, al establecer que en los delitos de terrorismo, los acusados podía nombrar su abogado
defensor, pero que solo podía intervenir a partir del momento en que el detenido rindiera su
manifestación ante el Ministerio Público. La Constitución Política de 1979 y la de 1993, así como la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos consagran el derecho a la defensa desde el momento en que una persona es intervenida o
detenida por la autoridad policial, por lo tanto ninguna norma legal puede establecer expresa o
implícitamente una restricción al ejercicio de ese derecho en las condiciones establecidas.
 La ampliación de los plazos de detención hasta por un periodo de treinta día, situación que según la
norma, era determinado por la propia policía y no por alguna autoridad judicial.
 El juzgamiento de civiles en tribunales militares en procesos sumarios, hecho que a su vez violaba el
derecho a un tribunal independiente e imparcial.
 Los tribunales sin rostro: la violación del derecho a ser juzgado por un tribunal competente,
independiente e imparcial
 El derecho a obtener la comparecencia de testigos y a interrogarlos.
La norma antiterrorista dictada para tal efecto, declara que “en la instrucción y en el juicio oral no se
podrán ofrecer como testigos a quienes intervinieron por razón de sus funciones en la elaboración del
atestado policial”. Un elemento fundamental del principio de igualdad de condiciones y del derecho a
la defensa, es el derecho que le asiste al acusado a hacer comparecer a testigos y a interrogarlos.
Esto, a decir del Comité de Derechos Humanos, tiene por objeto garantizar al acusado las mismas
facultades jurídicas para obligar a comparecer a testigos e interrogarlos.
El derecho a obtener la comparecencia de testigos y a interrogarlos garantiza a la defensa la
oportunidad de hacer preguntas a los testigos que prestan declaración a favor del acusado y a refutar
el testimonio de los que lo hacen en contra105.
 El derecho a hallarse presente en el proceso. No cabe duda que una de los dispositivos legales más
violatorios de las garantías del debido proceso fue el Decreto Ley 25728109, por el cual se estableció
la facultad de los órganos jurisdiccionales para condenar en ausencia al establecer que “para el
juzgamiento de los delitos de terrorismo y traición a la patria previstos en los Decretos Leyes 25475 y
25659, dada la naturaleza de éstos y el grave daño que causen al país, los órganos jurisdiccionales
correspondientes están facultados para condenar en ausencia a quienes sean responsables de la
comisión de estos ilícitos penales”.
Estos y otros ilícitos cometidos por el mismo estado en contra del derecho al debido proceso, dio
como resultado que una ves restablecido el Estado de Derecho (pues las prácticas descritas determinaron
el quebrantamiento de este), la mayor parte de lo actuado en los procesos contra los acusados por
terrorismo, fue anulado y sus procesos volvieron a reiniciarse dentro de un clima de respeto al debido
proceso. Las sentencias dadas por los tribunales sin rostro y los tribunales militares fueron anuladas, y los
acusados fueron nuevamente procesados. Quienes resultaron culpables, fueron drásticamente
sancionados, pero dentro del respeto del Estado de Derecho, demostrando de esta manera, que se puede
impartir justicia sin atropellas los derechos elementales de las personas.

7
Presentación del Informe Final de la CVR ante el
pueblo de Ayacucho y ante toda la Nación
Queremos, pues, rendir cuentas ante ustedes, y para hacerlos, nos toca decir, antes que nada, que no nos
hemos erigido en jueces ni en fiscales. Solamente pretendemos ser eco de la sensibilidad moral de miles de
peruanos asombrados e indignados por las grandes injusticias sufridas en nuestro país durante veinte años. Al
mismo tiempo, admitimos, como lo hemos hecho ya antes, que no venimos libres de deudas, de culpas
propias, individuales, de las que somos conscientes.
Conclusiones
1. Son cerca de 70 mil los peruanos y peruanas muertos o desaparecidos en esos años. Buena parte de
ellos han estado ausentes de la memoria nacional, han sido peruanos olvidados, hechos a un lado por el
Estado y la sociedad oficial, personas a las que hoy también – incluso fallecidas - se quiere hacer de lado
exigiéndoles como prueba de su paso por el mundo y de su muerte, una documentación oficial que
probablemente nunca tuvieron. Será necesario, entonces, frente a ese escepticismo, iniciar prontamente el
penoso trabajo por el cual se pueda extraer de más de dos mil doscientos sitios de entierros debidamente
verificados los restos de esos compatriotas que esperan digna sepultura.
2. La Comisión ha encontrado en esa violencia un segundo motivo de escándalo y de indignación: la
manera en que la desigualdad acompaña la existencia de los peruanos no solamente en la vida, sino también
en la muerte. El 75 por ciento de las víctimas fatales tenían como idioma materno el quechua. La gran
mayoría de ellos eran campesinos, habitantes de las comunidades de este departamento, así como de
Apurímac y Huancavelica. Es sobre esa población que la violencia se abatió con la mayor intensidad, y eso
nos llama también a preguntarnos, con dolor, con consternación, si no habrá sido esa la razón por la que los
gobiernos permitieron que la violencia alcanzara cotas tan elevadas.
3. La Comisión ha encontrado, asimismo, que la violencia de las organizaciones subversivas, así como la
de las fuerzas del Estado, se ejerció durante largos años sin hacer diferencias entre inocentes o culpables, ni
siquiera entre evidentes inocentes y posibles culpables. Niños y ancianos, mujeres embarazadas o
adolescentes, población desarmada, todos fueron blanco de la misma barbarie que, si bien de origen distinto
– la agresión de Sendero Luminoso en un caso; la necesaria respuesta del Estado, en el otro – se unieron
muchas veces precisamente en esa cualidad: la de ser actos bárbaros ejecutados contra seres humanos
indefensos; la de ser crímenes de lesa humanidad que la Comisión, como todos los peruanos de buena fe,
condena en los términos más enérgicos.
4. Esta violencia tiene responsables muy concretos, y así es señalado en el informe final que la Comisión
entrega a la Nación:
5. El primero y principal culpable, desde todo punto de vista, es la organización terrorista
autodenominada Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso. Lo es porque fue quien desencadenó la
violencia, precisamente cuando los peruanos recuperábamos la democracia; lo fue porque quiso imponernos
mediante la práctica del terrorismo un modelo de organización social supuestamente superior, cuando los
peruanos veníamos transformando nuestra sociedad, haciéndola más humana, más plural, más equitativa, en
un proceso lento, es cierto, pero fundamentalmente pacífico y participativo.
6. La Comisión ha encontrado en los militantes del autodenominado Partido Comunista del Perú-Sendero
Luminoso, y de manera principal en sus jefes ideológicos y políticos, su Comité Central y sus principales
órganos de conducción, responsabilidad por graves y numerosos crímenes de lesa humanidad, practicados
con una crueldad inaudita en la historia de nuestro país. Sería ocioso, seguramente, pretender explicar a
ustedes, compatriotas de Ayacucho, la magnitud y crueldad de esos crímenes que ustedes conocen mejor que
el resto de peruanos: el reclutamiento forzado de niños y adolescentes, las prácticas de torturas para castigar
y aterrorizar a la población, los aniquilamientos selectivos y las masacres de comunidades campesinas, el
abuso sexual contra las mujeres, esa suerte de deleite que parecían sentir en ocasionar sufrimiento a sus
víctimas. La Comisión ha encontrado que la dirección política y militar del PCP-SL es responsable de
8
violaciones de los derechos humanos practicadas de manera sistemática y generalizada como parte de su
estrategia de poder.
7. ¿Cómo explicar la degradación de una agrupación de seres humanos hasta ese nivel de crueldad? Será
imposible, de seguro, ofrecer una respuesta completa. Pero la Comisión considera que los crímenes de lesa
humanidad cometidos contra el pueblo ayacuchano, contra los pueblos de los andes peruanos, contra el Perú
en general, no hubieran sido posible sin la voluntad obstinada de un grupo de personas, aferrados a una
ideología totalitaria que despreciaba el valor de la vida humana y que se expresaba en un culto delirante a su
líder, Abimael Guzmán Reinoso, ese líder que pedía a sus militantes pagar una cuota de sangre por la
revolución, que los inducía al sacrificio de sus vidas para provocar al Estado, que les exigía llevar la vida en
la punta de los dedos. Ese líder, en suma, que nunca abandonó la tranquilidad de sus refugios urbanos y que
apenas sintió en peligro su vida no vaciló en abandonar todas las consignas guerreras con las que había
empujado a la muerte a sus jóvenes militantes y propuso un inverosímil acuerdo de paz.
8. Para la Comisión, por la magnitud de sus crímenes, y por su naturaleza criminal, por su práctica
recurrente del terrorismo, el Partido Comunista del Perú no puede tener un lugar en la sociedad democrática
que queremos construir.
9 En escala menor, pero no por ello menos grave, el llamado Movimiento Revolucionario Túpac Amaru
(MRTA) también incurrió en crímenes de lesa humanidad que condenamos enérgicamente, como asesinatos
selectivos y secuestros, y sobre todo contribuyó a mantener un clima de zozobra que, a su vez, agravaba la
situación de violencia en el país.
10. La Comisión considera, asimismo, que el Estado y la sociedad peruanos tenían no solamente el
derecho sino también la obligación de responder en los términos más enérgicos a la agresión que sufrían de
parte del autodenominado Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso. Los Poderes del Estado, los
partidos políticos que ocupaban el gobierno central y los gobiernos locales, los cuerpos de la policía, las
fuerzas armadas del Perú, todos ellos tuvieron el deber de actuar contra la violencia armada de las
organizaciones subversivas, y en esa acción muchos perdieron la vida o sufrieron graves lesiones.
11. Como lo hemos manifestado muchas veces a lo largo de nuestro trabajo, la Comisión expresa su
solidaridad con las víctimas y con sus familiares sin distinción alguna. Se refiere así a todas aquellas
personas que sufrieron actos prohibidos por nuestro ordenamiento jurídico, las normas de Derechos
Humanos o del Derecho Internacional Humanitario. Miles de hombres y mujeres han perdido la vida o
desaparecido, cubriendo de luto y de dolor miles de hogares, dejando familias deshechas, niños y niñas
privados de sus padres. Son también miles quienes han quedado inválidos o disminuidos para siempre como
resultado de ataques, atentados o torturas.
12. La Comisión también ha señalado en su Informe Final su reconocimiento a quienes enfrentaron la
subversión en estricto cumplimiento de sus deberes y respetando lo prescrito por la Constitución Política del
Estado y normas de Derechos Humanos. Estos funcionarios, miembros de la Policía Nacional del Perú y de
las fuerzas armadas peruanas, o de los Comités de Autodefensa y rondas campesinas que defendieron el
Estado de Derecho sin violar las normas que lo sustentan, merecen nuestra admiración, reconocimiento y
homenaje sin reservas.
Crímenes de lesa humanidad
13. Y sin embargo de lo dicho, es muy cierto que no todos cumplieron sus deberes cabalmente o con
rectitud, y es nuestra obligación decir, también, la verdad sobre eso.
Hemos encontrado grandes y graves responsabilidades en los gobiernos civiles electos que gobernaron
durante el periodo de la violencia. Aunque variadas y complejas, esas responsabilidades pueden resumirse en
la deplorable abdicación que esos gobiernos hicieron de la autoridad y las facultades constitucionales que el
pueblo les había dado, autoridad que no vacilaron en ceder a las fuerzas armadas para que ellas enfrenten la
subversión sin el obligado control del poder civil. Mediante la declaración de estados de emergencia no
reglamentados debidamente; mediante la constitución de comandos político-militares investidos de poderes
cada vez más amplios sobre la población; mediante la tolerancia, la indiferencia y el encubrimiento de
violaciones de derechos humanos ampliamente denunciadas, esos gobiernos – el del arquitecto Fernando
Belaúnde Terry, el del doctor Alan García Pérez y, especialmente, el gobierno autoritario que merece
singular repudio del ingeniero Alberto Fujimori Fujimori – han incurrido en una gravísima responsabilidad
política por los atropellos sufridos por la población ayacuchana, por la población andina y por la población

9
peruana en general, y así lo explicamos en los capítulos correspondientes y en las conclusiones de nuestro
informe final.
Todo esto no debe hacernos olvidar la existencia de líderes políticos locales y nacionales que se
enfrentaron al terror y que cayeron como víctimas en cumplimiento de la responsabilidad que sus vecinos les
habían otorgado. Mencionemos a los alcaldes Jáuregui, de Acción Popular; Fermín Azparrent, de Izquierda
Unida, y Raúl Yangali, del Partido Aprista Peruano, y también al dirigente de este partido, Marcial
Capelletti.
14. La Comisión ha encontrado, asimismo, responsabilidades muy grandes en los mandos de las fuerzas
armadas que, en representación de sus instituciones, y siguiendo doctrinas y estrategias propias de éstas,
cometieron, propiciaron o avalaron atropellos a los derechos fundamentales de la población.
15. Debemos decir, en primer lugar, que es insostenible, casi una afrenta para las víctimas, insistir en que
solamente se cometieron excesos. Un exceso es una extralimitación en el cumplimiento de las funciones. Y
la Comisión no ve cómo, de qué manera, pueden considerarse como tales las numerosas violaciones de
derechos humanos que se cometieron principalmente en las zonas bajo dominio de los comandos político-
militares.
16. Debemos decir, en segundo lugar, que esos crímenes fueron variados y que en ciertos lugares y
periodos tuvieron carácter generalizado o sistemático, hecho que tiene que ser aceptado y asumido por la
sociedad y el Estado peruanos. La Comisión ha constatado que las violaciones de derechos humanos más
graves cometidas por agentes de las fuerzas armadas fueron la ejecución arbitraria, la desaparición forzada de
personas, las torturas, tratos crueles, inhumanos o degradantes. Entre estos, quiero decirlo en voz alta,
merece nuestra condena particular la violencia sexual contra la mujer en la modalidad de violación sexual,
acto abominable que deshonra a quienes fueron sus culpables directos y a quienes, eventualmente, en su
calidad de superiores jerárquicos, los instigaron, permitieron o encubrieron. La Comisión considera que es
una necesidad de la Nación que actúe la justicia en estos casos, pues la impunidad es incompatible con la
democracia y la legalidad que buscamos reconstruir en nuestro país.
17. La Comisión no puede dejar de mencionar una secuela terrible de la violencia que se expresa en los
desplazamientos masivos por los que la gente tuvo que abandonar sus tierras para evitar el exterminio. La
canción que se suele cantar por estas tierras lo expresa en su letra de modo elocuente: “Ayacuchano,
huérfano pajarillo, ¿a qué has venido a tierras extrañas?”.
18. Hemos encontrado, también, que muchas organizaciones sociales cumplieron un papel invalorable en
la defensa de las personas afectadas por la violencia. Rendimos especial tributo al movimiento de derechos
humanos, a las organizaciones de familiares que tienen como emblema a ANFASEP y las organizaciones de
mujeres como FEDECMA. Son organizaciones que desde muy temprano señalaron atropellos cometidos y
culpables y que lucharon, incluso con riesgo de sus vidas, por los suyos, familiares, amigos, vecinos,
compoblanos.
(…)
Salomón Lerner Febres
Presidente
Comisión de la Verdad y Reconciliación
Lima, 29 de agosto de 2003
1. ¿Quiénes sufrieron más la violencia política?
2. ¿Quiénes son los principales responsables de la
RESPONDE A LAS SIGUIENTES violencia política en el Perú?
INTERROGANTES 3. ¿Cuál fue el papel del estado peruano en el desarrollo
de la violencia política?
4. ¿Cuál fue le papel de la sociedad civil en este proceso
de violencia?

10

También podría gustarte