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“Por tanto, recibíos los unos a los otros como también Cristo nos recibió.”
Romanos 15:7
3.- Serviré en el ministerio de mi iglesia
*Descubriendo mis dones y talentos.
*Equipándome para servir por mi pastor
*Desarrollando un corazón de siervo.
“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros como buenos
administradores de la multiforme gracia de Dios.” 1 Pedro 4:10
“El mismo constituyó a algunos apóstoles; profetas; a otros evangelistas; a
otros pastores y maestros. A fin de perfeccionar a los santos para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” Efesios 4:11, 12
“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los
otros. Hay en vosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús,... quién se despojó
a sí mismo tomando forma de siervo.” Filipenses 2:4-5, 7
4.- Apoyaré el testimonio de mi iglesia
*Asistiendo fielmente.
*Viviendo una vida santa.
*Dando mi mejor ofrenda
*Diezmando
“No dejando de congregarnos como algunos lo tienen por costumbre.”
Hebreos 10:25
“Solamente que os comportéis como es digno del Evangelio.”
Filipenses 1: 27
“Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo según
haya prosperado.” 1 Corintios 16:2
“Indefectiblemente diezmarás…” Deuteronomio 14:22
EFESIOS 4:11-12
INTRODUCCION: Una de las verdades más importantes en el Nuevo Testamento y que ha sido
descuidada por los creyentes en todas las épocas es que Todos los creyentes somos
sacerdotes de Dios.
Por siglos, la iglesia había estado separada entre laicos y clero o casta sacerdotal. Con la
Reforma se volvió a tomar el tema del sacerdocio universal de todos los creyentes, pero en
pocos años las iglesias reformadas cayeron en el mimo problema de la iglesia romana:
Separaron a la congregación del grupo privilegiado de los “ministros”.
Nuestras iglesias sufren de este mal cuando piensan que el ministerio en la iglesia está limitado
a un grupo selecto que debe encargarse de las tareas en la congregación. Y se llega a creer
que solamente el pastor o los diáconos son los llamados a la tarea ministerial.
Pero la realidad es otra, y la Biblia nos dice que TODOS los creyentes somos sacerdotes de
Dios, y que por lo tanto, debemos ejercer el ministerio en la iglesia.
El texto que leímos dice que aunque algunos ejerzan ciertos ministerios de edificación en la
iglesia, tales como pastores, profetas, evangelistas, apóstoles y maestros; todos ellos están
para preparar a los santos para LA OBRA DEL MINISTERIO.
En la iglesia de Cristo, no todos somos pastores, pero todos los que formamos la iglesia
estamos llamados a ser ministros. Esto puede confundir a muchos cristianos que asocian el
titulo “ministro” con puestos de importancia en la iglesia, especialmente el puesto del pastor u
otro oficial.
Pero lo cierto es que todo creyente es un ministro de Dios. No es una cosa opcional para el
cristiano, sino una obligación que debemos cumplir con amor.
La palabra “ministro” es una palabra que se deriva del griego y quiere decir simplemente
“servidor”. No debemos asociar el ser “ministro” con tener poder o un lugar de importancia en
la iglesia. Ser ministro significa ser un servidor de Cristo.
Jesús dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir…” (Marcos 10: 45) Si
pretendemos ser seguidores de Jesús, nuestra actitud debe ser la misma que El tuvo hacia los
demás. Debemos servir, no buscar que nos sirvan.
Muchas veces, los ministerios así llamados “pequeños”, son los que hacen la diferencia. El
problema en las iglesias, es que vivimos el ministerio al estilo del mundo, en el que quien más
brilla es el más importante. En Dios, no es la estrella más brillante, la más importante, porque
Dios no tiene “estrellas del ministerio”.
No solamente cada ministerio es importante, sino que cada uno está conectado con los demás.
No existen los ministerios independientes o fuera del organismo que se llama iglesia. Eso es
como pretender que un brazo puede funcionar separado del cuerpo. Lo único que sucede
cuando un miembro se desconecta del cuerpo es que se descompone porque muere.
Ningún miembro puede realizara todas las funciones del cuerpo. De igual manera ningún
ministerio puede realizar todas las funciones que se deben hacer en la iglesia. Por eso es que
debemos depender los unos de los otros y cooperar los unos con los otros.
El pastor Rick Warren dice que “Los ministerios en la iglesia son como un rompecabezas, cada
pieza es necesaria para que el cuadro esté completo. Lo primero que se nota es la pieza que
falta”.
El pastor Maxwell dice que “La idea del llanero Solitario es un mito, no existe tal cosa. Uno es
demasiado pequeño como para pretender hacer grandes cosas solos”.
Por último debemos comprender que nuestro ministerio en la iglesia está determinado por la
forma o diseño único que Dios nos ha dado a cada uno. Cada uno ha sido creado o formado
por Dios de manera única para realizar ciertas cosas. Para ser buenos ministros, debemos
empezar por descubrir cuál es esa forma y qué dispuso Dios que yo haría con excelencia en
esta tierra.
El Salmo 139 13-16 nos habla de lo maravillosamente complejos que hemos sido creados, y
cómo Dios nos dio un diseño único para la vida.
Mucha gente no se toma el tiempo para entender el diseño único que Dios le dio y terminan
“ministrando” en áreas para las cuales no fueron creados. Hay maestros que no han sido
llamados a ser maestros. Ha cantores que no fueron hechos para ser cantores. Hay pastores
que Dios no creó para que fueran pastores. Etc. Por eso vemos gente que en lugar de ser
efectivos en el ministerio, son personas frustradas, amargadas, e inconformes con lo que hacen.
Es sencillo, no fueron diseñadas por Dios para tales tareas. Es como querer meter una figura
cuadrada en un agujero redondo. “Encaja” pero a la fuerza.
Nuestra forma o diseño único incluye varios factores que debemos descubrir para desarrollarlos:
Los dones espirituales que recibimos al nacer de nuevo.
La motivación particular de mi Corazón. Es decir, mis inclinaciones, deseos, e intereses
Las habilidades o talentos naturales con los cuales nací. Estas habilidades vienen de Dios al
igual que los dones espirituales. La diferencia es que estos talentos vienen conmigo desde el
nacimiento, mientras que los dones se reciben en el momento en que nazco de nuevo.
Mi personalidad, la cual es única y que incluye mi temperamento.
Las experiencias de la vida que han formado mi carácter y me sirven para ayudar a otros a
enfrentar ciertas circunstancias.