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Germán Martínez Masanet – Lengua alemana II

Thomas Bernhard – Relatos autobiográficos

Las cinco novelas cortas que conforman los, así llamados, Relatos autobiográficos, se
publicaron en Austria entre los años 1975-1982.

Esta pentalogía abarca aproximadamente una década de la vida de Thomas Bernhard (1931-
1989), haciendo hincapié en lo sucedido a lo largo de los años cuarenta y principios de los
cincuenta. Pese a su pretensión autobiográfica, varios estudios críticos han determinado que hay
ficción en ellos, tal y como hay mucho de autobiografía en la mayoría de sus escritos, que son,
en oposición, más ficcionales.

Los cinco volúmenes siguen un orden cronológico, exceptuando la última parte (Ein Kind) que
iría antes de la primera. A continuación expondremos un breve resumen de cada novela:

Die Ursache (El origen): Este volumen, dividido en dos, se centra, en primer lugar, en la
descripción de Salzburgo, ciudad a la que pertenece el internado donde acudió hasta que
terminó la Segunda Guerra Mundial, un lugar regentado por nacionalsocialistas que no nos
equivocaríamos en tildar de Hitlerjugend, donde los suicidios entre el alumnado eran frecuentes.
El propio Bernhard reflexiona acerca del pensamiento de suicidio, que una vez introducido,
impregna todos sus actos y constantemente le hace cuestionarse si vale la pena seguir viviendo.
Además de esto, también narra los bombardeos aliados que asolaron la ciudad, los cuerpos que
yacían en el suelo una vez terminaban los ataques, la muerte de su profesora de inglés a causa
de las bombas, y la frustración que sentía al no progresar en sus clases de violín.

La segunda parte, marcada por el fin de la guerra, se centra en un nuevo centro de estudios: un
internado católico donde todavía se podían ver conductas puramente nacionalsocialistas.

En esta parte, Bernhard ataca el sistema educativo (en especial, el de secundaria) que en su
opinión solo aniquila el espíritu, y cuestiona las enseñanzas católicas allí impartidas. Para él, la
figura de Hitler era un trasunto de la de Jesús; al menos con respecto a la adoración de sus
seguidores. También analiza el comportamiento de los alumnos y cómo la sociedad busca al
diferente para ridiculizarlo y someterlo. Para que acepten el rol que los demás quieren que
asuma: el de mártir.

En Der Keller (El sótano), Bernhard cuenta cómo, tras no poder superar el bachillerato, se pone
a trabajar para un comerciante en uno de los barrios con peor fama de Salzburgo, donde la
posguerra estaba haciendo más mella. Allí da cuenta de su individualismo precoz, afirmando
que siempre va en la dirección contraria a la multitud. Allí se siente, al fin, útil en la vida. En
esos pasajes se percibe la felicidad del, por entonces, todavía menor de edad Bernhard.

Con Der Atem (El aliento) Bernhard pone fin a ese periodo de tranquilidad debido a que un día
de invierno, mientras descargaba un camión de mercancía durante una tempestad de nieve, se
enfrió y, por no curarlo correctamente, y descuidarlo, derivó en una pleuresía húmeda,
consecuencia de una neumonía. Bernhard tuvo que ser hospitalizado, y estuvo muy cerca de la
muerte. En este volumen cuenta cómo, durante una operación, eligió el camino de la vida, eligió
seguir viviendo. Es aquí donde nos encontramos con el carácter de supervivencia del austriaco.
Die Kälte (El frío) se puede considerar una segunda parte del volumen anterior, donde, tras el
alta médica, relata su reclusión en un sanatorio a los pies de una montaña, de donde costaba
mucho salir porque sus residentes eran enfermos del pulmón crónicos; por lo general, enfermos
de tuberculosis. Tras conseguir salir de allí, Bernhard cuenta las operaciones a las que fue
sometido, y las vicisitudes con las que tuvo que lidiar, como la detección de una tuberculosis. El
volumen termina con su rechazo a regresar al sanatorio, dejando bien claro que quiere dedicar
su existencia al arte.

Finalmente, Ein Kind (Un niño) pone el broche final. Esta pieza va justo antes de Die Ursache,
y cuenta la infancia de Bernhard, que vivió con sus abuelos en un ambiente rural. Ahí se puede
observar la relación tan fraternal que compartieron Thomas y su abuelo, un anarquista que
transmitió sus ideas del mundo a su nieto. Bernhard hace hincapié en la carencia afectiva por
parte de su madre, que siempre lo atormentó, a lo que se suma el no haber conocido nunca a su
padre biológico, que los abandonó. También narra sus primeros años de enseñanza
nacionalsocialista, y la dureza de sus métodos, además de su visión de la guerra, por aquel
entonces con fascinación e inocencia. Algo muy distinto a lo que Bernhard experimentó con los
bombardeos en Salzburgo, poco tiempo después.

En primer lugar, habría que razonar por qué decidió Bernhard esta secuenciación en concreto, la
de colocar Ein Kind al final y no al principio. El hecho de poner el principio al final hace que
siempre nos falte una pieza del puzle, y es interesante comprobar después de haber leído acerca
de su adolescencia y madurez cómo todo provenía de su infancia; la importancia que su abuelo
tuvo en su pensamiento posterior; y la trascendencia de sus carencias afectivas por parte de su
madre (y la ausencia paterna). Además del auge del nacionalsocialismo que marcó su devenir.

Por todos es conocido el éxito comercial que ha gozado esta literatura referente a los nazis y a
los campos de concentración. Bernhard rehúye así de esta literatura, en ocasiones,
sensacionalista y oportunista, porque nunca persiguió el éxito comercial. Y es que al escritor no
le interesa hablar de hechos en concreto, sino de pensamientos, de su manera de ver las cosas.
Su cosmovisión de la realidad es duramente crítica y original, sobre todo hacia su país, Austria,
y lo hace apegado a su profundo anarquismo, misantropía e individualismo, sin olvidar la ironía
que impregna toda su obra, y que sin ella sería muy pesimista y funesta.

Es este uno de los aspectos más reseñables de Bernhard: su sentido del humor. No importa lo
escabrosa que sea la situación que describe, siempre consigue resaltar un detalle que provoque
la risa en el lector. Sin esta característica su lectura sería muy ardua, ya que en cada escrito saca
a relucir el lado más oscuro del alma humana, y puede producir incomodidad en el lector.

El austriaco se incorpora así al canon existencialista que inauguró Goethe, y en el podríamos


establecer ciertos trazos que incluyen a Dostoievski, Kafka, Proust, y finalmente Beckett.

Las novelas de Bernhard se basan, por lo general, en monólogos interiores pertenecientes a


sujetos trastornados, apartados socialmente, abyectos, o simplemente diferentes al resto de la
sociedad, razón de su rechazo, que nos recuerdan a los protagonistas de Dostoievski, con sus
contradicciones y comportamientos hiperbólicos (fieles reflejos de la irracionalidad humana);
con una visión de la sociedad que nos recuerda a la alineación kafkiana; o a las memorias de
Proust insertadas dentro de À la recherche du temps perdu.

El estilo de Bernhard es elaborado mediante el uso de largos periodos oracionales, repletos de


subordinaciones, que, pese a su dificultad inicial, pronto resultan familiares e, incluso, adictivas.
En ellas presenta una estructura, más que en circular, en espiral, como una larga improvisación
de jazz (dando vueltas hasta llegar al estribillo), o como con la música clásica, con largas
digresiones; todas acerca de temas recurrentes en él (la maldad de la sociedad, el suicidio, la
enfermedad crónica...) que convierte pronto en leitmotivs y vuelve una y otra vez a ellos, como
si de algo obsesivo se tratase. Guarda muchas similitudes con Das wohltemperierte Klavier de
Bach, que se basa en el mismo ciclo de preludios y fugas, tocado en todas las tonalidades de la
gama cromática, dando lugar a piezas muy similares, pero con matices que las hacen únicas por
sí mismas. Del mismo modo se comporta la prosa bernhardiana. Podríamos afirmar que solo
otro escritor de su época abordó el lenguaje de una manera tan radical como Bernhard , y ese es
Samuel Beckett.

Su influencia en las letras desde su irrupción literaria ha sido enorme. Es el escritor austriaco
más importante de la segunda mitad del siglo XX junto con Peter Handke. Se podría decir que
es un escritor de escritores, tal y como lo pudo ser Faulkner para todos los escritores del boom
sudamericano. Se pueden citar varios novelistas, con pocas similitudes entre sí, que han
utilizado algunos de los recursos del austriaco, como por ejemplo el norteamericano William
Gaddis, el húngaro László Krasznahorkai, la Nobel y también austriaca Elfriede Jelinek, o el
español Javier Marías.

Para concluir, podemos considerar esta obra de Bernhard como un canto al individualismo, el
ejemplo de una vida que, por muchos obstáculos que se le presentaron, siempre superó. Con una
visión que, más de cincuenta años después, aún sigue sorprendiendo por su radicalismo y por su
vigencia.

Esta pentalogía destaca sobre todos esos manuales de auto-ayuda que tanto abundan y que tanto
éxito gozan en la actualidad, cuya superficialidad se pone de manifiesto tras la lectura de
cualquier libro de Bernhard. Una obra sobre la resiliencia, de verdadero valor ético y estético.

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