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Homo Sapiens Ferus PDF
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Linneo afirmaba que las características del homo ferus eran las de “mutus,
tetrapus, y hirsutus”, es decir, mudos, que se mueven en cuatro patas y
peludos. Aunque la clasificación antropológica de Linneo está hoy día más que
descartada, es interesante notar la atención que ya en las primeras décadas
de 1700 tenía el tema de los llamados “hombres salvajes”, criados de manera
aislada de todo rastro de civilización. Para ilustrados como Linneo, era obvio
que estos no podían pertenecer a la misma especie a la que pertenecían los
hombres de la civilización de avanzada, caracterizada por la educación, la
cultura y el lenguaje. Desde luego, incluso ya en esos tiempos, no todos
concordaban con Linneo.
El filósofo Jean Jacques Rousseau aseguraba que el estado puro del ser
humano era el salvaje, por naturaleza bondadoso, y que era la civilización la
que corrompía el buen salvaje, volviéndolo educado pero hipócrita, culto pero
egoísta. Estas cuestiones filosóficas sobre la naturaleza humana son
imposibles de ignorar cuando se habla de un tema tan extraño pero que puede
decirnos tanto sobre nosotros mismos: las historias de niños salvajes, niños
abandonados a su suerte en bosques y junglas que de algún modo sobreviven
por años, siendo al parecer adoptados por animales como lobos, osos o monos,
y desarrollándose como individuos de esas especies más que como humanos.
Entre los casos documentados, los más antiguos datan de principios de 1300,
con reportes de “niños lobos” en Hesse, Alemania. Tal vez el caso más famoso
de la historia es el del niño salvaje bautizado como Víctor de Aveyron,
encontrado en 1797 y retratado en la película “El pequeño salvaje” de François
Truffaut. Víctor fue avistado por testigos desde 1794 en el bosque de Aveyron,
Francia, siendo capturado por un grupo de cazadores en 1797; escapó de
nuevo hacia el bosque siendo avistado varias veces más entre 1798 y 1799. En
1800 Víctor salió del bosque por voluntad propia. Su procedencia, edad y el
tiempo que vivió en el bosque son hasta el día de hoy un completo misterio.
Los ciudadanos de la época calcularon que Víctor tenía unos 12 años cuando
por fin salió del bosque. Debido a la cantidad de cicatrices en el cuerpo, sus
preferencias alimenticias (carne cruda) y su falta de expresión facial, se
sospechó que había vivido por años en el bosque, sino es que toda su infancia.
El joven feral fue adoptado por un joven médico llamado Jean Marc Gaspard
Itard. Después de ser estudiado por biólogos, médicos y naturalistas al ser una
posible prueba viviente de algunas hipótesis filosóficas sobre la naturaleza
humana (como la de Rousseau), Víctor fue educado por Itard, aunque nunca
aprendió a hablar. Víctor fue capaz de aprender a pronunciar lait (leche) y Oh,
Dieu (Oh, Dios). Víctor sin embargo, aprendió el significado de las acciones. Un
misterio para Itard fue el por qué Víctor nunca aprendió a hablar, a pesar que
se demostró que el niño no era sordo. Algunos investigadores, tales como la
psicóloga Uta Frith sugieren que Víctor pudo haber padecido de autismo,
explicando así su conducta extraña y su incapacidad para hablar. Víctor murió
en 1828, dejando una leyenda tras de sí.
Otro caso famoso fue el de las hermanas Kamala y Amala. Se presumía que
Kamala tenía 8 años mientras que Amala era una bebé de apenas 18 meses. Su
supuesto descubridor, el reverendo Joseph Amrito Lal Singh, aseguró haberlas
encontrado en una cueva con lobos en la década de 1920 en Bengala, India. El
reverendo Singh mató a la que se supone era la loba que había cuidado a las
niñas. Siendo rector de un orfanato, Singh escribió un diario sobre las
vivencias que tuvo con las “niñas lobo”. El diario consta de hojas sueltas,
algunas más viejas que otras y sin fechas. Las niñas murieron al poco tiempo
de estar bajo el cuidado de Singh, aunque vivieron lo suficiente para que el
reverendo describiera un comportamiento típico en las historias de niños
salvajes: Amala y Kamala rechazaban la comida cocinada, caminaban en
cuatro patas, desarrollando callos y durezas en manos y rodillas; se
mostraban indiferentes durante el día pero muy activas durante la noche.
Singh también afirmó que las niñas podían ver en la oscuridad mucho mejor
que cualquier ser humano promedio.
Pero, ¿en verdad es posible que existan niños salvajes criados realmente por
animales? De hecho, las historias de niños salvajes han sido altamente
cuestionadas. Desde el caso de Amala y Kamala hasta las historias recientes
como la de John Ssebunya. Ochota, sin embargo, ha utilizado el caso de
Ssebunya y otros para formar un perfil psicológico de los niños salvajes,
creando un sitio web dedicado exclusivamente a las conclusiones a las que ha
llegado. Ella parece estar convencida de la realidad de los niños salvajes.
Lo que las autoridades descubrieron fue una historia de terror: resulta ser que
la familia de Genie vivió años de maltrato y aislamiento a manos de su padre
Clark Wiley. Genie fue quien la pasó peor. Cuando aún era un bebé, el médico
de la familia Wiley diagnosticó a Genie con problemas de aprendizaje y
posiblemente retraso mental. Clark Wiley (con fuertes tendencias depresivas
y autodestructivas) se tomó esto demasiado a pecho. Se especula que Genie
pasaba los días encerrada en una habitación, ataviada únicamente con un
pañal y atada a una silla-orinal. Cuando era de noche, su padre la colocaba en
una especie de bolsa de dormir, la ataba y la dejaba dentro de una jaula hecha
de alambre y madera, cuando no se le olvidaba y la niña pasaba las noches sin
protección alguna en la silla (de acuerdo al testimonio de su madre). Tenía
prohibido emitir sonidos o hacer ruido. Si llegaba a hacerlo, su padre la
golpeaba o le ladraba como un perro feroz para asustarla. Ni siquiera le
enseñó a comer o a ir al baño por sí sola. Su alimentación, hasta los 13 años,
consistió en comida de bebé, cereales y huevos cocidos, todos los cuales le
eran proporcionados de mano, sin entrenamiento.
Cuando Genie quedó bajo custodia de las autoridades, apenas podía entender
20 palabras, entre las cuales la mayoría eran de significado negativo. La
historia de Genie recuerda un poco a los niños salvajes, pero el punto central
en estos escalofriantes casos de maltrato es la corroboración sobre el
desarrollo del cerebro y la importancia que tiene en éste la socialización.
Eucla era un pueblo en medio de la nada habitado por ocho personas y rodeado
de unas cuantas casas. Se encuentra al occidente de Australia y está unido con
Ceduna por la autopista recta más larga en el continente.
Las noches (y también los días) debían ser muy aburridas, por lo que aquel
grupo de hombres comenzaron a maquinar lo que es todavía el mayor engaño
jamás perpetrado en Australia. La idea era en parte para poner en el mapa a
Eucla, pero también promover el hotel de Patupis.
De este modo, la historia de la ninfa fue un engaño con fines propagandísticos
y humorísticos. ¿Y qué pasa con otros casos como los de Amala y Kamala o más
recientes como el de John Ssebunya?
Si los casos de niños salvajes son engaños, ¿cómo se explican los casos como
los de Víctor o de las niñas lobo de Bengala? Algo que a menudo es criticado
en los casos de niños salvajes es, primero que nada, la manera tan acrítica que
tanto investigadores como medios de comunicación llegan a tratar los casos.
Algunos autores, como el investigador Luir Ruiz Noguez menciona en sus
escritos, cuestionan los casos debido a que los niños salvajes nunca
desarrollan el habla o no recuerdan nada sobre sus años en el mundo salvaje,
de modo que el testigo principal para saber qué ocurrió con ellos en su
infancia, se pierde en su memoria haciendo imposible asegurar con certeza
qué fue lo que vivieron durante su aislamiento o si realmente estuvieron
totalmente aislados, sin nadie que por lo menos, vigilara que siguieran con
vida. Esta crítica se aplica en casos como el Víctor.
Aroles investigó a fondo los diarios del reverendo Singh, junto con archivos y
fuentes poco consultadas por los investigadores. Lo que Aroles encontró le
hizo concluir que se trata de un fraude. Aunque las niñas en verdad existieron,
toda la historia de su procedencia resultó falsa. El reverendo Singh aseguró en
su tiempo que había escrito un diario que actualizaba todos los días al convivir
con las niñas lobas, cuando en realidad, el manuscrito original que se
identifica como el diario de Singh se escribió en 1935, seis años después de la
muerte de Kamala. Las fotografías tomadas a las niñas en las que se les aprecia
comiendo carne cruda y caminando en cuatro patas, en realidad fueron
tomadas en 1937, varios años después de la muerte de las niñas. La zona
donde se supone fueron encontradas las niñas, era una de las preferidas por
Singh para cazar, frecuentándola demasiadas veces como para que nunca se
hubiera percatado de la manada de lobos y las niñas que se encontraban en
ésta. De acuerdo con el médico encargado del orfanato, las niñas no
presentaban nada de lo que Singh informaba: desde la callosidad por caminar
en cuatro patas hasta colmillos más afilados, olfato desarrollado o visión
nocturna.
Parte de la razón por la que los niños salvajes han capturado mucho la
imaginación del público es que simbolizan la ambigua relación de la
humanidad con otros animales. Estos jóvenes humanos salvajes -como el
Bigfoot en cierto modo - nos fascinan porque viven en el crepúsculo entre lo
que no es del todo humano y lo que no es del todo animal.
Pero quizás nos revelan un poco más sobre nuestra naturaleza. Tal vez, la
principal lección que nos dan los niños salvajes es el cómo queda en evidencia
nuestro lado oscuro e inhumano (salvaje) en el que alguien como un padre es
capaz de abandonar a su hijo, dejando las hipótesis de Rousseau en el cesto de
basura de la filosofía y a nosotros los espectadores cautivados y a la vez
indignados por tan atroces crímenes contra seres humanos indefensos.