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SOBRE LA ILUMINACION

¿Qué tipo de persona se requiere para llegar a estar iluminado o para comenzar el
camino de la iluminación? Se requiere la siguiente persona: una que esté lista y deseosa de
haberse adueñado de todo su pasado. ¿Y eso qué dice acerca de la persona? Que la persona no
posee nada ni está poseída por nada. No hay nada del pasado con lo que esté endeudada;
endeudada no simplemente en cuestión de dinero, sino a través del dolor y la adherencia
emocional. Es un ser que está deseosa de tener una actitud diversa y diferente a la de su pasado.
Cuando la persona ya no está poseída por el ayer, cuando no hay nada que le atraiga, —
ya no hay sueños, no hay obligaciones, no hay nada que posea y nada que deba— cuando eso
se ha logrado, la persona tiene una actitud virgen, y esa actitud, entonces, está madura para
desarrollarse.
¿Y cuál es la tercera? Que la vida es para siempre. Cuando ya no tienes miedo a morir,
entonces el concepto de la vida eterna está siempre presente. Así pues, si una persona ya no
teme a la muerte, entonces, ¿a qué le teme? No le teme al ostracismo público. No le teme a la
reprobación social. No le teme a ser ni famoso ni desconocido.
Entonces, ¿cuáles son esas tres cosas? ¿Qué son? No tener pasado, una actitud virgen,
y vida eterna. En resumen: ni muerte ni miedo. Eso es lo que conforma a un Cristo.
La conciencia del iniciado, la nueva actitud, dice: «Por fin, estoy encontrando mi
salvación, porque, en verdad, ha estado dentro de mí todo este tiempo. Esta opresión que siento,
yo sé de dónde viene». Y si no lo sabes, sopla esa opresión, y la próxima secuencia de la imagen
aparecerá hasta que la respuesta solitaria se vislumbre ante ti. Y todo lo que tienes que hacer
es traerla ante ti; traerla. ¿Por qué? Tráela y aparecerá como algo mágico en tu vida, en forma
de personas del pasado, del presente; en forma de cosas, en forma de una carta, una palabra.
Aparecerá, y entonces estarás iluminado. Y cuando veas esto con una nueva conciencia dirás:
«¡Ah! Por fin soy libre, pues ahora entiendo». Y con esa gloria y un gran grito, se consume en
sabiduría, y la conciencia se limpiará para siempre del drama eterno.
Tomar la responsabilidad de nuestra vida no es una medida simple, te lo aseguro, pero
es la parte espiritual más valerosa quien lo hace, sin importar lo doloroso que pueda ser. ¿Y
sabes qué es el dolor? Es el regreso a casa del hijo pródigo de la energía. A esto lo llamamos,
entonces, la noche oscura del alma. Todo ese sufrimiento está ahora sobre nuestras espaldas,
porque es energía que regresa a la fuente. Pero a través de ese sufrimiento nos purificamos,
porque una vez que la energía traspasa la barrera del cuerpo emocional —y el cuerpo emocional
se perturba y se agita, y el corazón late muy rápido, se corta la respiración y las lágrimas
empiezan a correr—, eso significa que la energía está regresando y pasa a través de la barrera
del cuerpo emocional, causando una tormenta. Y tienes que vivir en medio de la tormenta. Es
la naturaleza del hijo que regresa a casa. Y cuando cesa la tormenta, la energía —que ha sido
purificada a través del cuerpo emocional— ha regresado después de un ciclo completo, y su
regreso a casa es un ingrediente necesario para definir el Yo, aquello que somos.
Y es difícil permanecer en la noche oscura del alma sin un estímulo para salir de ella. Pero ¿por
qué querrías salir de ahí? Se trata de tirar de esa energía que está en esos lugares dolorosos, lo
que debe pasar por tu cuerpo emocional. Ahí es donde está el verdadero sufrimiento, pero es
también donde está la purificación. Mitigarlo o deshacerse de ello sería negarse a uno mismo
la purificación y, por lo tanto, la sabiduría.
Entonces, cuando estamos en la luz, comenzamos a ver cómo nuestras intenciones han
afectado profundamente a todos, y cómo, si tenemos motivos ulteriores de cualquier tipo en
cualquiera de nuestros actos, siempre esos motivos ulteriores son el crimen que domina y
somete. Motivo ulterior —ulterior, el motivo real detrás de cada acción— ahí es donde se nos
juzga. Nunca se nos juzga por lo superficial; se nos pesa y se nos juzga por nuestro motivo
ulterior; el ulterior. Es por eso que ser impecable es una asignación tan importante. ¡Sé
impecable! No tengas un motivo ulterior. Si lo tienes, deshazte de todas las florituras y échale
un vistazo. Eso es lo que tenemos que refinar, no las florituras, sino el motivo ulterior detrás de
nuestras acciones. Ser impecable es vivir desde ese lugar ulterior, porque ese es el motor de
nuestra vida y el motor que hay detrás de cada cosa que hacemos. La complicación en una
revisión en la luz es que es el motivo ulterior lo que nosotros, como personalidad, llegamos a
experimentar. El engaño es lo que experimentamos como el objeto de nuestro motivo ulterior,
y el engaño es la intención que no es impecable.

«Si estás cambiando, y en el flujo del cambio ese flujo se manifiesta en tu vida,
si te has elevado sobre el prejuicio y el odio para entender la sabiduría de por qué estás
teniendo esta prueba
—si puedes decir:
Oh, Dios mío, entiendo que yo he creado esto, no me dejes perder de vista mi propósito aquí—
, un día serás capaz de dejar este lugar, porque te has salido de la prisión.»

“Oh, mi amado Dios,


en este día he contemplado mi crecimiento espiritual.
Y en cuanto a esta noche, deseo saber dónde estoy en mi crecimiento.
Te suplico que me envíes una señal,
que esta señal me indique el nivel de mi crecimiento
y, en verdad, el nivel de mi aceptación espiritual.
¡Que así sea! Por la vida...”

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