El empleo de antidepresivos para el tratamiento de los trastornos depresivos se
generalizó a partir de los años 50. Existen varios grupos de antidepresivos. Entre los cuáles se encuentran los anticonceptivos heterocíclicos y afines, los inhibidores de la monoamino oxidasa (IMAO), los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina bloquean la reabsorción (recaptación) de serotonina en el cerebro, lo que hace que haya más serotonina disponible. Los siguientes inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) son los aprobados para tratar la depresión: Citalopram, Escitalopram, Fluoxetina, Paroxetina, Sertralina, Vilazodona. Los antidepresivos como los inhibidores de la monoaminooxidasa alivian la depresión afectando a los mensajeros químicos (neurotransmisores) utilizados en la comunicación entre las neuronas cerebrales. La Administración de Alimentos y Medicamentos aprobó estos IMAO para tratar la depresión: Isocarboxazida, Fenelzina, Selegilina, Tranilcipromina En los estudios se ha comparado la eficiencia entre los antidepresivos tricíclicos, los ISRS y otros nuevos y se concluye que no existen diferencias de forma general entre ellos. Pese a que estadísticamente los Tricíclicos tienen ventaja aunque su significado clínico es incierto. Antes de iniciar el tratamiento es preciso recoger episodios previos, edad de inicio, duración, tratamiento utilizado previo, patología médica asociada y tratamientos concomitantes por riesgos de interacciones.
Se deben considerar los antecedes personales y familiares de éxito
en tratamiento con un fármaco determinado, lo que lo convertiría en un tratamiento de primera elección. En general debemos utilizar un fármaco a dosis suficiente y durante el tiempo necesario antes de considerar su falta de efectividad. El tiempo mínimo para considerar su falta de efectividad en el caso de los antidepresivos es de cuatro a seis semanas, hecho que debe ser conocido por el paciente. En caso de mejoría parcial considerar un escalado hasta la dosis máxima terapéutica. Pero si en dos a cuatro semanas no se aprecia mejoría alguna sobre síntomas diana, considerar otras estrategias como cambios de antidepresivos (El cambio dentro de la misma familia sólo parece ser eficaz en el caso de los ISRS. Habitualmente la sustitución directa de un ISRS por otro es bien tolerada, ya que al actuar sobre los mismos receptores no se producen síntomas de discontinuación), asociación racional de un segundo fármaco antidepresivo, o estrategias de potenciación (Litio, olanzapina, risperidona). En caso de combinación, atención al riesgo de hipomanía farmacógena y de síndrome seretoninérgico (variables: ansiedad, confusión, inquietud, temblor, incoordinación, mioclonías, riesgo de mortalidad). En caso de un fracaso considerar un antidepresivo IMAO. Ante un paciente que no responde al tratamiento siempre reevaluar, verificando cumplimiento en dosis adecuada y el tiempo necesario, se debe considerar un diagnóstico diferencial (incluyendo causas somáticas). Los secundarismos se pueden minimizar iniciando con dosis bajas durante los primeros días y con escalada posterior, informando sobre su posible aparición. Son más leves los ISRS (de tipo gastrointestinal, cefalea e inquietud) con diferencias entre ellos, mientras que los antidepresivos tricíclicos presentan más efectos adversos por bloqueo muscarínico, adrenérgico e histaminérgico, boca seca, retención urinaria, estreñimiento, hipotensión, sedación y aumento de peso. La mayoría puede inducir disfunción sexual, siendo el bupropion una opción alternativa. Tras la remisión en un primer episodio el tratamiento antidepresivo de mantenimiento, a dosis efectiva, debe mantenerse entre seis y doce meses, en función de la evolución del paciente. Esto debería realizarse a la misma dosis efectiva con la cual se obtuvo la remisión. Tras el segundo episodio se debería plantear tratar al menos durante dos años. La retirada debería ser lenta por el riesgo de síndrome de descontinuación (ansiedad, inquietud psicomotriz), sobre todo con fármacos de vida media corta, un ejemplo: paroxetina. los pacientes deberán conocer que los antidepresivos no crean dependencia, no necesariamente crean un tratamiento de por vida y no generan tolerancia. El cumplimiento debe ser diario. El fármaco no resolverá los problemas vitales del paciente, pero contribuirá en su reducción de sufrimiento. El uso de benzodiacepinas debe plantearse solo por un tiempo limitado. Se recomienda evitar benzodiacepinas con perfil de posible dependencia (ejm: alprazolam, de alta potencia y vida media corta) sobre todo en pacientes de riesgos. Pueden causar confusión en ancianos así como efectos paradójicos, por lo que en general en este grupo deberían evitarse. Esto debido a su metabolización lenta, en todo caso utilizar lorazepam.