Está en la página 1de 7

Julio Argentino Roca

(1843 – 1914)

Julio Argentino Roca, el conquistador del desierto y uno de los artífices de la


Argentina moderna, nació en Tucumán en 1843. Era el cuarto hijo de Don José
Segundo Roca y Agustina Paz. La familia Roca y la familia Paz se habían
destacado por su actuación en las filas unitarias. Don José Segundo había
participado en la campaña libertadora junto a San Martín, en la guerra contra el
Brasil y en las luchas civiles junto a Lavalle y al general Paz. En 1836 se unió a
las filas unitarias que intentaron derrocar al gobernador Felipe Ibarra en Santiago
del Estero. Sus fuerzas fueron derrotadas y José Segundo fue condenado a
muerte. Se salvó del pelotón de fusilamiento porque Agustina pidió y obtuvo el
indulto para que la pareja pudiera casarse.

Poco se sabe de la infancia de Roca. Parece que fue un muchachito travieso,


capaz de idear graves travesuras y declararse inocente. Posiblemente desde
entonces le quedó el apodo de "zorrito". Cuando Julio cumplió nueve años y se
produjo la batalla de Caseros con la consecuente caída de Rosas, la suerte de la
familia Roca cambió definitivamente. Don José Segundo se ganó la confianza de
Urquiza quien le pidió que se trasladara con su familia a Concepción del Uruguay.
Allí Julio ingresó al Colegio Nacional, uno de los más prestigiosos del país.

En 1858 y sin abandonar sus estudios ingresa al ejército de la Confederación con


el grado de subteniente. Al año siguiente tuvo su bautismo de fuego en la victoria
de Cepeda. Pero su nombre comenzará a sonar en la derrota de Pavón: cuando
ya se había producido la retirada del grueso del ejército urquicista, la batería a
cargo del teniente Roca siguió haciendo fuego hasta que su padre le ordenó
personalmente la retirada.

Tras la batalla de Pavón, Mitre se dispuso a organizar el país. En su estrategia,


la formación de un ejército era vital. Don Bartolomé era conciente de la resistencia
que iba a provocar en el interior la aplicación de las políticas de libre cambio y
apertura de la economía, que eran la piedra angular de su proyecto de país.
Convocó a los oficiales más aptos para la tarea. Entre ellos estará Julio Argentino,
quien participará en las campañas contra los montoneros del Chacho Peñaloza
y Felipe Varela, bajo las órdenes de su tío, Marcos Paz. En 1865 partirá junto a
su padre y tres de sus hermanos, Ataliva, Marcos y Celedonio a incorporarse a
las tropas de la Triple Alianza en la guerra del Paraguay. Esta guerra será trágica
para la familia Roca. Allí morirán Don José Segundo, Marcos y Celedonio. Para
Julio implicará el gran espaldarazo en su carrera militar.
En 1870, terminada la guerra, tras el asesinato de Urquiza por López Jordán,
Sarmiento le encomendó al Teniente Coronel Roca la represión de la
sublevación. La operación fue todo un éxito y en ella pudieron verse algunos
rasgos de la actuación del futuro conquistador del desierto: sangre fría y escasa
compasión para con los derrotados.

En 1872 fue nombrado comandante de fronteras en el sur de Córdoba. Allí


conoció a la que será la mujer de su vida, Clara Funes. Se casó con ella el 22 de
agosto de ese año. El matrimonio tendrá seis hijos: cinco mujeres y un varón, a
quien llamaron Julio Argentino, que, en la década del treinta del siglo XX llegará
a ser vicepresidente de la República.

En aquellos años cordobeses, Roca intensificó su relación política con su


concuñado, Miguel Juárez Celman y juntos comenzaron a tejer la complicada red
de alianzas entre los grupos de poder del interior y Buenos Aires que años más
tarde les permitiría llegar, a su turno, a la presidencia de la República.

Al finalizar el mandato de Sarmiento, se planteó el problema de la sucesión


presidencial. Sarmiento apoyaba a Nicolás Avellaneda, pero Mitre y su gente se
oponía a que otro provinciano ocupara el sillón de Rivadavia. Argumentando que
se había producido un fraude electoral escandaloso, Mitre se levantó en armas
contra las autoridades electas. Roca fue puesto al frente de las fuerzas leales a
Avellaneda y logró derrotar fácilmente a los mitristas en Santa Rosa, lo que le
valió su ascenso a general.

Al asumir Avellaneda la presidencia, designó como ministro de Guerra y Marina


a Adolfo Alsina. Roca, que ambicionaba ese cargo, declaró: "En cuanto a mi
ministerio, creo que aún hay mucho que pelear. Los alsinistas no quieren dejar
así nomás esa manija a un provinciano y menos a uno que no pertenece a su
círculo."

Pero nuevamente la suerte estuvo de su lado a fines de 1877. Al producirse la


muerte de Alsina, fue designado ministro de Guerra y Marina en su reemplazo.

Roca propondrá desde el ministerio un cambio radical de la política seguida con


los pueblos originarios por su antecesor. Su plan consistía en una ofensiva final
a cargo de un poderoso ejército equipado con los últimos adelantos de la industria
militar. Suprimió los sables y lanzas y los reemplazó por modernos fusiles a
repetición Remington.

La campaña fue un verdadero genocidio que dejó un saldo de miles de muertos


y más de 14 mil prisioneros. Lo importante para Roca y su campaña política no
eran las víctimas, que ni siquiera eran consideradas como tales por la sociedad
de la época, sino las millones de hectáreas "recuperadas" a los habitantes
originarios y su consecuente prestigio político militar.
Roca volvió de la campaña con el título de "Conquistador del Desierto" y sus
clásicos enemigos reconocieron que la acción del general tucumano los
beneficiaba enormenente. Roca aprovechó magistralmente esta circunstancia y
logró imponer su candidatura a la presidencia por el Partido Autonomista
Nacional. Con la ayuda de Juárez Celman en el interior y Carlos Pellegrini en
Buenos Aires, fue consolidando su posición hasta lograr imponerse en las
elecciones del 11 de abril de 1880.

El gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, y Bartolomé Mitre, que habían


quedado afuera de la alianza roquista, se sublevaron. Hubo varios
enfrentamientos armados entre las tropas insurrectas y las del presidente electo
hasta que finalmente Mitre negoció la rendición y Tejedor se vio obligado a
renunciar.

El 13 de junio de 1880 el colegio electoral le dio el triunfo a Roca quien asumió la


presidencia en octubre bajo el sugestivo lema de "Paz y Administración".

Roca se rodeó de figuras de gran prestigio intelectual y político a las que luego
se las conocería como miembros de la "generación del 80". En ella se destacan
personalidades de distinta edad y formación como Paul Groussac, Miguel Cané,
Eduardo Wilde, Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña y Joaquín V. González.

La idea de progreso en el campo social y la fe en los avances del capitalismo


industrial generaban una visión optimista del futuro humano.

Esta visión, propia del positivismo, requería la eliminación de los obstáculos que,
para los hombres del '80, eran principalmente la tradición tanto indígena como
hispánica y la falta de educación al estilo europeo. Bajo el impulso de los hombres
del ’80, Roca impulsará la sanción de las llamadas "Leyes Laicas", que
transformarán en estatales una serie de funciones vitales que, hasta entonces,
estaban en manos de la Iglesia.

Se creó el Registro Civil que llevó por primera vez un control estatal de
nacimientos, casamientos y defunciones, y le permitió al Estado manejar sus
propios padrones electorales y dejar de depender de la Iglesia para la realización
de los comicios.

Por iniciativa de Sarmiento, en su función de director general del Consejo


Nacional de Educación, el gobierno sancionó en 1884 la Ley 1420, que establecía
la enseñanza primaria gratuita, obligatoria y laica para todos los habitantes del
país.

Se multiplicaron entonces las escuelas estatales ocupando en la mayoría de los


casos el lugar de las escuelas parroquiales y de órdenes religiosas. Esto desató
una dura polémica que llevó a que la puja con la Iglesia se tensara de tal manera
que se llegó en 1884 a la ruptura de relaciones con el Vaticano.

La Argentina se integró al mercado mundial como compradora de manufacturas


y proveedora de materias primas.

El grupo dirigente del '80 adhirió al liberalismo económico, pero practicó un claro
conservadurismo político, reservándose el manejo de los mecanismos del poder
al considerarse los únicos aptos para detentarlo. El uso del fraude electoral fue
moneda corriente y se vio facilitado por el sistema de voto cantado, la inexistencia
de padrones oficiales y el ejercicio de la intimidación y la violencia.

Esto alejaba a la gente común de la política, que era vista como una farsa, donde
no cabía la representación de sus intereses ni la posibilidad de libre expresión de
sus opiniones.

Todas estas prácticas antidemocráticas y excluyentes eran comunes a las


diversas vertientes políticas que se alternaron en el poder.

A la elite no le interesaba invertir en la industria. No se preocupó siquiera en


instalar lavaderos de lana o frigoríficos. "Que lo hagan los ingleses", dirán con
dudoso orgullo.

Se sentían muy cómodos cobrando sus exportaciones en oro y pagando a sus


empleados en pesos devaluados. Haciendo gala de un irresponsable egoísmo,
suponían que todo lo que necesitaban lo podían importar. ¿Para qué producirlo
aquí?

Ante la falta de inversores locales, todas las tareas de infraestructura debían ser
encaradas por el Estado. Así lo anuncia el presidente Roca en un discurso ante
el Congreso: "Mi opinión es que el comercio sabe mejor que el gobierno lo
que a él le conviene; la verdadera política consiste, pues en dejarle la más
amplia libertad. El estado debe limitarse a establecer las vías de
comunicación y a levantar bien alto el crédito público en el exterior."

A pesar de su declamada actitud liberal, Roca y su gente no ven al estado como


un simple árbitro o guardián del orden público. Le asignan un papel central en la
formación de empresas privadas nacionales y en la instalación de compañías
extranjeras.

El estado nacional se constituyó en un verdadero desarrollador de la economía


argentina porque, entre otras cosas, creó un sector de contratistas del estado. La
mayoría de las obras públicas se hicieron con contratistas privados pero
financiadas por el estado nacional.
Durante el gobierno de Roca, aumentaron notablemente las inversiones
británicas en ferrocarriles, frigoríficos, bancos y tierras. Consecuentemente, a
cuatro años de asumir la presidencia, la Argentina destinaba casi la mitad de sus
ingresos al pago de las deudas contraídas con los bancos extranjeros.

En poco tiempo una verdadera telaraña de vías cubría la Pampa húmeda


llevando los productos agropecuarios a los puertos.

El país se transformaba con la llegada de cientos de miles de inmigrantes


atraídos por "el granero del mundo". El 90 por ciento se instaló en el litoral y de
ellos sólo una cuarta parte, en el campo. Esto desbordó la población de las
ciudades, que adquirió una nueva fisonomía.

Al concluir su mandato, Roca apoyaba la candidatura de Miguel Juárez Celman,


por entonces gobernador de Córdoba, quien gracias a este impulso y al uso de
la maquinaria estatal de fraude y coacción, accederá a la presidencia de la
Nación.

En su discurso de despedida decía Roca: "Os transmito el poder, con la


República más rica, más fuerte, más vasta, con más crédito y con más amor
a la estabilidad y más serenos y halagüeños horizontes que cuando la recibí
yo".

A poco de asumir Juárez Celman, se advirtió su alejamiento de Roca. Celman


parecía tener su propio plan y pretendió controlar al país y al partido con su grupo
de socios y amigos, excluyendo de los negocios públicos y privados a los
tradicionales beneficiarios del sistema.

La corrupción, las privatizaciones fraudulentas y los negociados llevados


adelante por Celman y su grupo, empujaron al país a fines de 1889 a la cesación
de pagos de sus obligaciones externas y a una crisis sin precedentes. En este
contexto estalló la Revolución del ’90, dirigida por Leandro N. Alem y Bartolomé
Mitre, líderes de la Unión Cívica. Roca no participó del movimiento pero lo vio con
buenos ojos. La Revolución fracasó, pero Celman debió renunciar. Asumió la
presidencia el vicepresidente, Carlos Pellegrini, quien nombró a Roca en un
puesto clave, ministro del Interior.

Tras la Revolución del ’90 surgió la primera oposición orgánica al régimen: la


Unión Cívica Radical.

Durante la década de 1890 se produjo el ascenso revolucionario del radicalismo


y el despertar de las luchas obreras, producto directo de la inmigración. Esto llevó
a las clases dirigentes a pensar que el hombre indicado para ocupar el poder era
Julio Argentino Roca. Así en 1898, volvía Roca al gobierno. Frente al movimiento
obrero, Roca adoptará una política enérgica, que consistió en el ataque a las
concentraciones obreras y el dictado de leyes represivas, como la Ley 4144,
conocida comúnmente como la Ley de Residencia, que permitía la expulsión del
país de los activistas gremiales.

Como contrapartida, su ministro Joaquín V. González impulsó un moderno código


nacional de trabajo que fue rechazado tanto por los sindicatos socialistas y
anarquistas, que se oponían a la intervención estatal, como por las patronales,
que lo veían como demasiado favorable a los trabajadores.

En 1901, por iniciativa del ministro de Guerra, Pablo Riccheri, se sanciona la ley
de servicio militar obligatorio para todos los ciudadanos de 20 años. Así, los
jóvenes comenzaron a correr, limpiar y barrer”, lo que derivaría en el nombre
"colimba".

En el orden internacional, Roca debió enfrentar graves problemas limítrofes con


Chile, que estuvieron a punto en transformarse en un conflicto armado.

Un sector del grupo gobernante comenzó a considerar que la prosperidad


alcanzada podía peligrar de no atenderse los reclamos de la oposición. De este
modo, se mostraron dispuestos a considerar la introducción de reformas
graduales en el sistema electoral con el fin de evitar conflictos sociales.

Esto condujo a una ruptura entre Carlos Pellegrini, representante de estos


sectores, y el presidente Roca, que mantenía su postura ultraconservadora y
fraudulenta. Sólo aceptó una reforma en el sistema de elección de diputados,
llamada "uninominal" por circunscripciones. Esto permitió que en 1904 fuera
electo por el barrio de La Boca, el primer diputado socialista de toda América, el
Dr. Alfredo Palacios.

Al concluir su mandato, en 1904 Roca apoyó la candidatura de Manuel Quintana


a la presidencia.

Luego se retiró de la vida pública y, en 1905, partía en viaje hacia Europa en


compañía de sus hijas. Allí recibirá grandes honores y será recibido por reyes y
primeros ministros. Durante casi dos años, se radicará con su familia en París.

Regresó a Buenos Aires en 1907, durante la presidencia de José Figueroa


Alcorta, pero al encontrar un clima hostil y al notar que su figura política ya no
encontraba el lugar de árbitro al que estaba acostumbrado, partió nuevamente
hacia Europa en 1910.

En 1913, el presidente Roque Sáenz Peña le encomendó una misión diplomática


en Brasil. Allí permanecerá por algunos meses firmando acuerdos de limitación
de armamentos navales.

En octubre de 1914, a los 71 años, se trasladó a su estancia La Argentina,


dispuesto a pasar allí sus últimos años. Un repentino ataque de tos, al que no le
dio importancia, pese a la advertencia del doctor Luis Güemes, era el síntoma de
que algo andaba mal. El 19 de octubre, a las ocho de la mañana, otro ataque
brusco le hizo perder el conocimiento. A las dos horas moría Julio Argentino
Roca, dando paso a la polémica sobre su figura que aún hoy continúa.

También podría gustarte