Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
503
Pedro ORTEGA RUIZ
tiene relaciones de interacción. Las emo- des intencionales, dejan fuera de con-
ciones contienen cierto contenido sideración aspectos que, aparentemen-
cognitivo, y este contenido es el que cau- te, son esenciales a aquéllas, en par-
sa una parte importante del comporta- ticular su fenomenología, su carácter
miento emocional. «Si las emociones se de experiencias. No en vano las emo-
limitaran a ser meros componentes ciones son también denominadas “sen-
“viscerales” no tendrían capacidades de timientos”, un término que destaca
acción a causa de la información que con- claramente su carácter de experien-
tienen» (Broncano, 2001, 48). cias, de estados que son “sentidos” por
un sujeto» (Moya, 2001, 23).
La tradición filosófica ha tenido siem-
pre dificultades para considerar los sen- Si la acción moral no se explica ade-
timientos desde el punto de vista de la cuadamente sin los sentimientos, la edu-
504
Sentimientos y moral en Horkheimer, Adorno y Levinas
cación moral que prescinda de ellos y bus- cas de cada cultura, como ponen de ma-
que «en otro lugar» fundamentaciones ra- nifiesto las diversas investigaciones
cionales o condiciones de validez de los antropológicas. «Las emociones básicas,
acuerdos para la argumentación ética, en cambio, no están modeladas para sa-
como la ética discursiva, se expone a de- tisfacer las exigencias particulares de una
jar al margen situaciones del hombre de determinada cultura, sino diseñadas para
hoy que reclaman actuaciones urgentes, ayudarnos a hacer frente a los desafíos
cuya demora podrían aumentar aún más fundamentales encarados por doquier por
el sufrimiento de muchos inocentes, y, los humanos» (Evans, 2002, 34). Castilla
entonces, ya no sólo no sería posible edu- del Pino (2000, 346) define los sentimien-
car, sino que no sería posible hablar a tos con estas palabras: «Estado del suje-
casi nadie. to caracterizado por la impresión afectiva
que le causa determinada persona, ani-
Pero, ¿qué son los sentimientos? «Emo- mal, cosa, recuerdo o situación en gene-
ción», «pasión», «afecto» y «sentimiento» ral». El sentimiento básicamente es una
son términos que suelen utilizarse indis- afección; es sentirse afectado por algo que
tintamente, aunque tengan matices di- nos saca de nuestra indiferencia, de nues-
versos: «A veces se llaman «sentimientos» tra pasividad para sentir alegría o triste-
a todas las emociones en conjunto, o al za, compasión, cólera o indignación,
origen de todas las emociones… A veces solidaridad o venganza, odio o amor. En
se llaman «sentimientos» a todas las afec- este sentido de «afección» entiende
ciones y efectos del sentir en general. Pero Spinoza (1982, 161) los sentimientos en
entonces pueden llamarse también «pa- su obra Ética: «Entiendo por Afecciones
siones» (Ferrater Mora, 1969, 649). Evans las afecciones del Cuerpo por medio de
505
Pedro ORTEGA RUIZ
506
Sentimientos y moral en Horkheimer, Adorno y Levinas
(1973) parece aproximarse a la posición que tenga como contenido las experien-
de Hume. El sentimiento de la belleza y cias reales de la vida de los seres huma-
de la dignidad humana están en la base nos en las circunstancias concretas en las
de la conducta moral. Es la belleza de la que les ha tocado vivir. Circunstancias
«naturaleza humana», el sentimiento de que, para estos autores, están inexora-
que es digna de respeto el principio uni- blemente vinculadas a la experiencia lí-
versal de la moralidad, el que mueve al mite del Holocausto. En este contexto,
ser humano a comportarse moralmente. para estos autores, la moral es: 1) resis-
Pero este sentimiento no va dirigido ha- tencia al mal ; 2) el impulso moral surge
cia una persona singular, concreta, (al de la experiencia de sufrimiento de las
hombre y mujer de aquí y ahora), sino a víctimas, del encuentro con el otro; 3) el
la «dignidad de la humanidad» que tras- impulso moral se traduce en compasión
ciende todas las culturas, todas las dife- y compromiso político para la transfor-
rencias y todas las singularidades. Kant mación de las estructuras sociales injus-
no evoca la dignidad del hombre o la dig- tas; 4) la moral es memoria.
nidad humana representada en la perso-
na concreta, sino la dignidad de la 1.1. La moral es resistencia al mal
humanidad, de la especie humana. No «No cabe la vida justa en la vida fal-
considera al hombre concreto, sino a la sa». Con estas palabras denuncia Adorno
especie capaz de progresar hacia un fu- (2004, 44) la hipocresía de una sociedad
turo mejor. En Kant no hay posibilidad burguesa que pretende alcanzar un nivel
alguna de «cohabitación» entre sentimien- de vida humana, moralmente digna, en
tos y razones, entre moral y emociones, complicidad con estructuras de domina-
507
Pedro ORTEGA RUIZ
508
Sentimientos y moral en Horkheimer, Adorno y Levinas
509
Pedro ORTEGA RUIZ
objetivo supremo del ser humano, es va- una conciencia colectiva, sino la necesi-
lioso en sí mismo y por sí mismo, ningún dad de un sujeto capaz de resistir a la
objetivo es, en cuanto tal, mejor que otro» injusticia y a la dominación, que haga
(Idem, 74-75). suya la causa histórica de los otros desde
la solidaridad. «Hay todavía algunas fuer-
Para Horkheimer y Adorno (1994), el zas de resistencia en el hombre» (Idem,
progresivo proceso de dominio del hom- 152). Pero esta posibilidad de emancipa-
bre sobre la naturaleza ha acabado por ción que rompe la lógica del dominio sólo
ahogar la esperanza de su emancipación. puede venir si se gana la intersubjeti-
Si el objetivo del proceso de racio- vidad y se establece un nuevo concepto
nalización en la Modernidad era la de sujeto-individuo desde la lógica de la
autoconservación del individuo, la lógica debilidad, desde el derecho de los exclui-
del dominio a lo que realmente ha lleva- dos. Estos son «los verdaderos individuos
510
Sentimientos y moral en Horkheimer, Adorno y Levinas
verdadero». Ni el conocimiento del bien, imagen cambiante del mundo, tal como
ni la «buena voluntad» nos impulsan a se desarrolla en relación con sus esfuer-
una conducta moral, sino la experiencia zos prácticos para su mejoramiento»
del mal, del sufrimiento del otro; el ros- (Idem, 152). Se trata de dar respuesta a
tro y la vulnerabilidad del «huérfano y la esperanza de los otros, de los exclui-
de la viuda» que demandan una respues- dos de la felicidad en las condiciones his-
ta «moral», es decir, responsable. La mo- tóricas presentes. Se resiste a la tentación
ral en Horkheimer y Adorno no deriva idealista de pensar la felicidad, la razón
de la razón, como en la moral kantiana. y la moral por encima o al margen de la
No es un hecho de la razón pura que se historia del sufrimiento, de la esperanza
impone como un imperativo categórico, malograda de las víctimas. No es cues-
absoluto. Por el contrario, el impulso mo- tión de resignación o consuelo, sino de
ral brota de la experiencia de sufrimien- justicia y solidaridad. La moral material
to de los seres humanos excluidos del de Horkheimer «desenmascara la moral
derecho a la felicidad, del sentimiento de kantiana y su núcleo, el imperativo cate-
solidaridad con los seres humillados. La górico, como «expresión perfecta, fiel re-
moral hunde sus raíces en el mismo sue- flejo de su tiempo», es decir, como
lo, en la misma historia de sufrimiento ideología de la moderna sociedad y eco-
de la que brotaron los anhelos de felici- nomía burguesa, en la medida en que ig-
dad, la exigencia de justicia plena, con- nora o no toma conciencia de su enraiza-
sumada, en «el anhelo de que todo el miento material y por eso encubre y legi-
horror que sucede en este mundo, el des- tima la escisión real entre individuo y
tino inmerecido y terrible de muchos hom- sociedad, entre intereses individuales y
año LXIV, n.º 235, septiembre-diciembre 2006, 503-524
bres no sea algo definitivo» (Horkheimer, bien común, entre felicidad y deber, esci-
2000, 210), «el anhelo de que no quede sión en la que consiste su «irracionali-
todo en la injusticia que atraviesa este dad» y que origina «el sufrimiento de la
mundo, que la injusticia no tenga la últi- mayoría de los hombres» (Sánchez, 2001,
ma palabra» (Idem, 194). La aspiración a 225).
la felicidad no es objeto de revelación, ni
revista española de pedagogía
procede de una razón autónoma abstrac- Adorno (1975, 282-283) denuncia todo
ta, sino de las condiciones de miseria exis- intento de racionalizar el dolor y el sufri-
tentes «cuyas consecuencias transcurren miento para reducirlo a frases como: «No
exclusivamente dentro del mundo espa- torturarás, no montarás campos de con-
cio-temporal»(Horkheimer, 1999, 132). centración, a pesar de que todo eso siga
Pero no es un anhelo que busca el «con- ocurriendo en África y en Asia bajo el
suelo» como huida o escape de la mise- silencio de la humanidad civilizadora,
ria. La moral material, frente a la moral siempre inhumana contra los que
formal, no ofrece consuelo alguno. «No desvergonzadamente estigmatiza como
garantiza al que actúa políticamente ni incivilizados». La racionalización del su-
tan siquiera el consuelo de que alcanza- frimiento «negaría el impulso, la desnu-
rá necesariamente su objetivo; no es nin- da angustia física y el sentimiento de
guna metafísica de la historia, sino la solidaridad con los cuerpos torturables…
512
Sentimientos y moral en Horkheimer, Adorno y Levinas
La moral material de Horkheimer y de cada vivencia del mal y del dolor. Sólo
Adorno no se queda circunscrita al senti- el aprendizaje y la negación nos permi-
miento ante el dolor de las víctimas con- ten esbozar una moral. Más aún, podría-
cretas. Se encuentra inserta y forma mos afirmar que sólo con la acumulación
parte de un universo de significaciones de experiencias puede la moral ir adqui-
socialmente construido que trasciende el riendo progresivamente un carácter uni-
ámbito de lo privado. El dolor que se ma- versal que no lo será nunca de manera
nifiesta en la experiencia de los otros está definitiva. La moral es una historia que
producido por una estructura injusta que comienza con la experiencia y continúa
lo hace posible. «El sufrimiento, en últi- con la experiencia. El mejor de los ejem-
ma instancia somático, sólo puede ser plos es el desarrollo de los derechos hu-
algo más que un puro hecho bruto, si es manos que no es sino un proceso que
calificado moralmente como negatividad, avanza negando formas de injusticia. La
es decir si el espíritu viene en su ayuda» moral es una narración de la historia de
(Zamora, 2004, 266). El componente so- los seres humanos (Chalier, 2002).
mático del sufrimiento, indispensable
para el impulso moral, no puede conver- También Levinas se aparta del idea-
tirse sin más en el garante de la moral. lismo kantiano en la explicación de la
Esta no es una simple respuesta conducta moral. El impulso moral en
conductista del organismo frente al dolor Levinas (1993a, 147) se entiende como
ajeno, aunque «tampoco existiría si no se una exigencia de responder. «El otro se
hiciese cargo de las señales que proceden me impone sin que yo pueda dejar de ser
del sustrato somático, y que en la expe- responsable de su miseria. La conciencia
pierde su primacía». La moral en Levinas
año LXIV, n.º 235, septiembre-diciembre 2006, 503-524
diación de la razón sin la cual el impulso respuesta moral. «El rostro se me impo-
somático permanecería mudo y reducido ne sin que yo pueda permanecer hacien-
a pura facticidad sin capacidad crítica. do oídos sordos a su llamada, ni olvidarle;
La moral no se funda sólo en la razón, ni quiero decir, sin que pueda dejar de ser
tampoco en la indignación que nos pro- responsable de su miseria» (Levinas,
duce el sufrimiento de los inocentes, «en 1993b, 46). El imperativo de «responder»
todo caso, en una dialéctica entre ambos no va ligado a la reciprocidad o reconoci-
que no suprima la tensión, que no siente miento en el otro de la «ayuda prestada».
un primer principio ni anticipe una re- El otro lo reclama, y cueste lo que cues-
conciliación a expensas de uno de los po- te, no puede pasar indiferente delante de
los» (Idem, 268). La moral hay que él. «El lazo con el otro no se anuda más
construirla partiendo de experiencias con- que como responsabilidad, y lo de menos
cretas, avanzando por negación a partir es que sea aceptada o rechazada, que se
514
Sentimientos y moral en Horkheimer, Adorno y Levinas
515
Pedro ORTEGA RUIZ
516
Sentimientos y moral en Horkheimer, Adorno y Levinas
517
Pedro ORTEGA RUIZ
querido y tampoco inevitable. Pero este está «cargado de razón», no es una reac-
«otro» tiene un rostro, es alguien y su ción espontánea irreflexiva, está siempre
sufrimiento es también concreto, ligado mediado por la razón y brota cuando se
a situaciones históricas que hacen impo- atiende no sólo a la vulnerabilidad física
sible vivir en dignidad. En Levinas del otro, sino, además, a su dignidad he-
(1993b, 133), la moral encuentra en la rida. El otro es digno de compasión por
«compasión» su momento más completo: su dignidad atropellada o incumplida; es
«Para mí el sufrimiento de la compasión, sujeto de compasión por ser alguien a
el sufrir porque otro sufre, no es más que quien no se reconoce como sujeto huma-
un momento de una relación mucho más no o moral. Es una compasión nacida del
compleja, y también más completa, de hecho de la injusticia y de la conciencia
responsabilidad respecto del otro». La de tal injusticia, aspira al ensanchamien-
compasión supone una relación intersub- to o recuperación de la dignidad del otro,
518
Sentimientos y moral en Horkheimer, Adorno y Levinas
y por ello es una compasión para la jus- «El lenguaje, como presencia del
ticia, es una compasión política. La mo- rostro, no invita a la complicidad con
ral material es una moral de la el ser preferido, al «yo-tú» suficiente y
inmanencia radical y, por ello, es una mo- que se olvida del universo; se niega
ral que se toma en serio el carácter defi- en su franqueza a la clandestinidad
nitivo de la inmanencia y rechaza del amor en el que se pierde su fran-
cualquier intento idealista o teológico de queza y su sentido… El tercero me
«banalizarla». La moral, en Horkheimer, mira en los ojos del otro… La epifa-
es una moral de la felicidad pendiente, nía del rostro como rostro, introduce
«pues el sentimiento moral abre la razón la humanidad… El rostro, en su des-
no a una intersubjetividad formal, simé- nudez de rostro, me presenta la indi-
trica, sino a la intersubjetividad herida» gencia del pobre y del extranjero»
(Sánchez, 2001, 243). Y por eso, a dife- (Levinas, 1987, 226).
rencia de la moral idealista y formal, es
una moral política. No está desligada de El «tercero», ese siempre otro próxi-
los problemas que acucian a la humani- mo que no está ahí por casualidad, sino
dad, sino que brota de ellos y, por tanto, que está ya ahí inevitablemente. La éti-
no está desligada de la realización de la ca es siempre vivida en plural: cualquier
moral, ni la cuestión de la justicia desli- decisión relativa a este prójimo tiene re-
gada del derecho a la felicidad. «Más bien percusiones inevitables para el tercero.
se decide en ella la moral en la praxis Es verdad que Levinas no usa los térmi-
que lleve a cumplimiento ese derecho, en nos extranjero, viuda y huérfano en modo
los impulsos que apunten en esa direc- referencial o denotativo para decir algo
sobre sus características socioculturales,
519
Pedro ORTEGA RUIZ
duce la razón moral a razón instrumen- nos vincula el diálogo, sino la memoria»
tal y relega el sentimiento moral, el (Tafalla, 2003b, 205). Para Horkheimer
«pathos» y la compasión como un resto y Adorno la justicia en este mundo es
de la «mitología» (Horkheimer y Adorno, una tarea siempre por hacer, incomple-
1994). ta; la moral es un anhelo de felicidad
plena, teñido de dolor por la suerte de
1.4. La moral es memoria los excluidos presentes y la de aquellos
«Hítler ha impuesto a los hombres un que sucumbieron en el camino de una
nuevo imperativo categórico para su ac- esperanza malograda. Por ello, la moral,
tual estado de esclavitud: el de orientar en estos autores, no es nunca afirmación,
su pensamiento y su acción de modo que sino crítica de lo dado. Cualquier futuro,
Auschwitz no se repita, que no vuelva a cualquier esperanza de una sociedad jus-
ocurrir nada semejante» (Adorno, 1975, ta, llega ya tarde porque la humanidad
365). Hasta ahora, el discurso moral ha que emerja no podrá ayudar ya a aque-
estado centrado, preferentemente, en la llos que quedaron en el camino (Hork-
cualidad moral del acto momentáneo, en heimer, 1986). La construcción de la
la responsabilidad del yo frente a los de- «nueva sociedad» no puede hacerse sin
más que conviven con nosotros. La rela- tener en cuenta las aportaciones de las
ción moral frente a las generaciones generaciones anteriores, sin atender al
venideras y a las que nos han precedido pasado. Y éste está atravesado por los
ha encontrado escaso eco en nuestro dis- éxitos y fracasos, por la generosidad y el
curso, si exceptuamos la obra de H. Jonas egoísmo, por la compasión y el olvido, por
(1995). Frente a los ausentes, pasados o la justicia y la opresión. Esta herencia
forma parte de lo que hoy somos como
año LXIV, n.º 235, septiembre-diciembre 2006, 503-524
mandan una comprensión de la justicia dar «lo pasado» sería tanto como conver-
que desborde los estrechos límites del tirnos en cómplices del mal. «Una cultura
tiempo y del espacio en la que permane- y una subjetividad totalmente amnésica
cía encerrada desde sus inicios» (Mate, es cómplice del horror. Después de la ex-
2003, 105). La moral del contrato por el periencia de Auschwitz no hay lugar para
que se pactan intercambios de prestacio- una razón comunicativa que no tenga pre-
nes, donde los individuos se respetan para sente de algún modo una razón anam-
ser respetados y se ayudan para ser ayu- nética» (Mélich, 2004, 43). La moral de
dados coincide con los límites de una éti- la memoria pretende una justicia univer-
ca de la reciprocidad. «Pero la ética se sal, para todos, como «reconocimiento del
extiende más allá de la reciprocidad para derecho de todos y cada uno de los hom-
incluir a seres humanos con los que la bres, también de los muertos y fracasa-
reciprocidad es imposible. Con ellos no dos, a la recuperación de lo perdido»
520
Sentimientos y moral en Horkheimer, Adorno y Levinas
(Mate, 2003, 113). No es posible enten- (Tafalla, 2003a. 241). La memoria que
der el presente, situarse en él sin tener aquí se reivindica no hace de Auschwitz
en cuenta el camino recorrido para lle- un hecho irrepetible; no lo contempla
gar hasta aquí, sin la memoria de los como un «absoluto» del Mal que nos im-
acontecimientos pasados. Nuestra liber- pida ver otros horrores. El Auschwitz his-
tad es una laboriosa conquista de las ge- tórico, singular es también un símbolo
neraciones que nos han precedido y está del horror de los otros escenarios de ex-
enraizada en su sufrimiento; y recordar- plotación y de muerte vigentes en nues-
lo, traerlo a nuestra memoria es cimen- tro mundo (Mélich, 2004). Millones de
tar nuestra propia libertad y la de personas viven todavía en condiciones que
quienes vengan detrás de nosotros. Res- recuerdan mucho a los campos de con-
ponder a la pregunta ¿quién soy? es siem- centración; otros tantos pierden su vida
pre relatar la historia de la vida de una en campos de refugiados desplazados o
comunidad y reconocerse en ella. «No hay huidos de la guerra; ingentes masas de
verdadero presente sin contemporaneidad seres humanos de los países pobres hu-
con el pasado o, lo que es lo mismo, el yen de la miseria y de la muerte agol-
relato de mi identidad no puedo edificar- pándose a las puertas de los países ricos.
lo sobre el vacío, sino sobre la memoria» Estos son otros tantos «Auschwitz» de
(Mélich, 2004, 44). nuestro tiempo. Sólo la memoria de to-
das las víctimas nos puede hacer recupe-
Recordar, hacer memoria es dar vida rar la dignidad moral, hacerles justicia y
a los que ya han muerto, hacerlos pre- construir el futuro.
sentes en la continuación de aquello por
lo que ellos vivieron «porque la diferen-
521
Pedro ORTEGA RUIZ
BELLO, G. (1997) La construcción ética del otro (Oviedo, MARÍAS, J. (1993) La educación sentimental (Madrid, Alian-
Nobel). za), quinta reimpresión.
CHALIER, C. (2002) Por una moral más allá del saber. Kant MÉLICH, J. C. (2004) La lección de Auschwitz (Barcelona,
y Levinas (Madrid, Caparrós). Herder).
EVANS, D. (2002) Emoción. La ciencia del sentimiento (Ma- MOYA, C. (2001) Sentimientos y teoría de la acción,
drid, Taurus). Isegoría, 25, pp.19-40.
FERRATER MORA, J. (1969) Sentimiento, en Diccionario de ORTEGA y GASSET, J. (1973) Obras Completas. Vol. VI
Filosofía. Vol. II (Buenos Aires, Ed. Sudamericana). (Madrid, Revista de Occidente).
HORKHEIMER, M. (2002) Crítica de la razón instrumental ayer y hoy, en AA.VV. Homenaje al Profesor Alfonso
(Madrid, Trotta), trad. de J. Muñoz. Capitán (Murcia, Servicio de Publicaciones), pp. 379-
405.
HORKHEIMER, M. y ADORNO, Th. W. (1994) Dialéctica de
la Ilustración (Madrid, Trotta), trad. de J. J. Sánchez. SÁNCHEZ, J. J. (2001) Compasión, política y memoria. El
sentimiento moral en Max Horkheimer, Isegoría, 25,
HUME, D. (1977) Tratado de la naturaleza humana (Madrid, pp. 223-245.
Editora Nacional), t. 2, ed. de F. Duque.
SCHOPENHAUER, A. (1993) Los dos problemas fundamen-
JONAS, H. (1995) El principio de responsabilidad (Barcelo- tales de la ética (Madrid, Siglo XXI). Traducción,
na, Herder). introducción y notas de P. López de Santa María.
KANT, E. (1973) Observaciones sobre el sentimiento de lo SEOANE, J. (2004) Del sentido moral a la moral sentimen-
bello y lo sublime (México, Porrúa), trad. de A. Sánchez tal (Madrid, Siglo XXI).
Rivero.
SPINOZA, B. (1982) Ética. Tercera parte: Del origen y de
LEVI, P. (1989) Los hundidos y los salvados (Barcelona, la naturaleza de las afecciones (Buenos Aires, Aguilar),
Muchnik). Octava edición. Trad. de A. Rodríguez Bachiller.
522
Sentimientos y moral en Horkheimer, Adorno y Levinas
523