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Anna
Me gustaría pensar que conocía a mi hermana, pero pasamos mucho tiempo separadas.
Un tiempo en el que ella estuvo sola, envuelta en dolor y miedo. Eso es lo que tuvo que
afectarle tanto. Pero es que... ¡Estaba tan llena de vida cuando volvimos a reunirnos! Yo
pensaba que volvería a ser la niña que recordaba de pequeña, la que me protegía y
estaba siempre a mi lado. Pero me equivoqué. Aunque nadie lo habría podido adivinar,
al menos al principio.
Una vez que el Reino volvió a la normalidad y nos deshicimos de ese cabrón de Hans y
del duque de Wesil... lo que sea, todo presagiaba que podríamos ser felices, que todo
sería maravilloso. Después de pasar años sola, me encontré con que volvía a tener a Elsa
a mi lado. Además tenía a Kristoff, mi amor verdadero, y a Olaf y Sven alborotando por
todo el castillo. ¿Quién podría haberse imaginado lo que sucedería? Pero todo eso no
fue más que un espejismo.
Pero un día sucedió lo inevitable, algunos de los reinos vecinos vieron a Arendelle como
una amenaza y formaron una alianza con la que conseguir derrotarnos. Mi hermana
enfureció. No le había visto así desde nuestro encuentro en su Palacio de Cristal. No
podía entender que nos atacaran después de toda la prosperidad que había traído a todo
el país. Si he de ser sincera, en ese momento temí que sus poderes se desataran de
nuevo, pero ahora sé que eso no volverá a ocurrir. Lo que hizo, en cambio, nos pareció
bien a todos entonces. Para minimizar las víctimas, congelaría parcialmente el fiordo
para obligarlos a luchar ante la fortaleza.
Una vez, entraran en él las tropas enemigas, lanzaría contra ellas un enorme ejército de
hombres nieve que debería desarmarlos y acabar con las disputas. Parecía razonable...
Pero el día de la batalla llegó y no pudo ser más funesto. Al mando de los reinos
coaligados vino el duque de Wesilton o como sea, nunca me aprenderé el maldito
nombre, pero no vino solo, trajo con él una veintena de niños de los pueblos vasallos de
Arendelle amenazando con matarlos allí mismo si la bruja no se entregaba
inmediatamente y Arendelle se rendía incondicionalmente. Todos ardimos de furia.
Todos menos mi hermana, cuyo corazón terminó por congelarse. Ya no volvió a atender
a razones. Antes de que nos diéramos cuenta, un inmenso puente de hielo se creó desde
nuestras almenaras hasta donde estaban el duque y sus aliados. Ante mis ojos también
apareció un enorme carruaje de nieve y hielo. Nunca había visto nada que me produjera
tanta atracción y miedo a la vez, había algo en él que me destrozaba los nervios. Elsa se
montó en él sin dar tiempo a nadie a seguirla y se puso en marcha, parecía divertida,
como si acabara de darse cuenta de algo que había estado delante suya durante
demasiado tiempo. A mi lado, Gran Papi suspiró, quizá fuera el único que pudo verlo
venir. Oh Dios mío, me siento tan sola...
Nunca me habría imaginado que el huérfano criado por trolls acabaría prometido a una
princesa. Pero tampoco pensé nunca que acabaría desterrado, que tendría que huir de mi
país para salvar el pellejo. Pero aquí estoy, ejerciendo prácticamente de rey sobre los
refugiados de Arendelle que consiguieron dejar el reino antes de que fuese imposible