Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Magali: La tan insaciable como real y concreta vista del Prof. Aguilar Méndez Sergio,
postula que la cultura no es conocimiento inalcanzable para ciertas personas
privilegiadas, sino que es una educación diaria y común que está al alcance de todos. La
cultura es más que solo las corrientes artísticas y creativas de una identidad tan bien
abarco los ámbitos que uno como individuo adquiere conviviendo con una sociedad o
comunidad. La cultura normalmente con la civilización y el progreso: Cultura no es
sinónimo de civilización, es más bien una variante de ella; Y el significado de progreso
dependerá completamente del contexto determinado de una sociedad.
Por ejemplo, En China la exaltación de una pintura de la dinastía Hang. Se expresan
sentimientos hacia la naturaleza, budismo, filosofía del tao, la moral y el hombre en
armonía con la naturaleza y cosmología. Esta dinastía le genera satisfacción.
Así que cultura es todo lo que la gente hace y piense y que comparten día con día dentro
de una sociedad.
Tan así es que aquellos que prefieren a Mozart tienen cultura, así como aquellos que
disfrutan escuchar música popular.1
Chrystelle: Yo leí recientemente un libro ligado a esta pregunta tan importante. Se llama
“La conquista de la felicidad” y es de Bertrand Rusell.2 Y habla sobre como a través de los
años, todas las personas del planeta hemos perdido en cierta manera el gusto y la
felicidad por las cosas pequeñas desde hablar, una pequeña conversación. Sin embargo,
éste libro retoma la felicidad desde un punto de la cultura moderna y su constante
demostración en público. Si bien la cultura se encuentra en una práctica del día a día,
torna un punto en que de cierta forma, cultura es saber, cultura es conocer, sobre muchos
y variados temas, desde la general a una más “elegante” por así decirlo. Claro, que cada
uno pasado un tiempo toma la cultura que más nos apetece desde la cultura de las
“compras” hasta la de los “viajes”, todo eso engloba para cada uno distintos tipos de
saberes culturales adaptados a nuestros mayores gustos. Y eso, igual o distinto, al final
siento que nos hace felices.
1
Ensayo, “La cultura”, Aguilar Méndez Sergio, 2019
2
“La conquista de la felicidad”, Bertrand Russell, 2006
La conquista de la felicidad
No, no es que el genial filósofo y premio Nobel, autor de obras de gran calado
como Principia Mathematica o Historia de la filosofía occidental, decidiera en un
momento de su vida hacer sus pinitos en el género de la literatura de autoayuda.
Que no engañe el título de este pequeño pero gratificante libro que Russell escribió
como respuesta a unas determinadas circunstancias históricas.
Y es que Russell se enfrenta a toda una serie de filósofos que habían robado
a la Humanidad, de una forma u otra, la oportunidad de ser felices, desde
Schopenhauer hasta Jean Paul Sartre, pasando por Kierkegaard y Heidegger -en
España tuvimos a Umanuno-. Unos años antes de la aparición de La conquista de
la felicidad, publicada en 1930, Spengler escribe su famosa Decadencia de
Occidente, consecuencia lógica de la Primera Guerra Mundial y elemento que ya
anuncia la Segunda. En Europa, durante el período de entreguerras, se había
perdido la fe en la civilización y el progreso, y los intelectuales volvían los ojos hacia
civilizaciones más primitivas. Para otros pensadores, sin embargo, no había
salvación posible. Heidegger publica Ser y tiempo en 1927, mientras que Sartre no
publicará aún La náusea hasta 1938 y El ser y la nada hasta 1943, ya en plena
Segunda Guerra Mundial.
Russell hace hincapié en un tipo de infelicidad muy curiosa, pero más común
de lo que se podría pensar. Es lo que llama la infelicidad byroniana. Este tipo de
infelicidad es el que encontramos en artistas y pensadores, pero también en
adolescentes. Russell señala como antecedente directo de este tipo de infelicidad
el Eclesiastés de la Biblia, donde un sabio cuenta sus tribulaciones. Yo añadiría
además una interpretación incorrecta del concepto de catartis que Aristóteles
expone en la Poética al hablar de la tragedia. Esta falsa interpretación apoyaría la
idea de que las situaciones trágicas y dolorosas purifican nuestra alma. No voy a
entrar en la cuestión de si esto es o no verdad -porque sería meterme de lleno en
la Poética-, pero el caso es que los que tienen este tipo de infelicidad se sienten
orgullosos de ella y se creen por encima del resto de los felices y vulgares mortales.
Esta situación se fuerza en los artistas, porque existe la tendencia a pensar que las
grandes obras de arte sólo nacen del dolor; en los adolescentes, en cambio, sirve
para dar a su existencia unas dimensiones trágicas que hacen del nacimiento del
acné una auténtica historia edípica. La solución de Russell consiste en dejarse de
tanta tontería y en vivir la vida: «A todos los jóvenes con talento que van por ahí
convencidos de que no tienen nada que hacer en el mundo, yo les diría: «Deja de
intentar escribir y en cambio intenta no escribir. Sal al mundo, hazte pirata, rey en
Borneo u obrero en la Rusia soviética; búscate una existencia en la que la
satisfacción de tus necesidades físicas elementales ocupe todas sus energías»».
Ahora bien, el método que propone Russell para llevar a cabo esta propuesta
ya no me parece tan convincente. Si una persona tiene tendencia hacia alguna de
las causas de la infelicidad, no me parece tan fácil moldear la personalidad hasta
conseguir un nuevo individuo predispuesto a ser feliz. Para Russell esto se consigue
mediante la influencia de la parte consciente del ser humano sobre su parte
subconsciente. Defiende que una persona puede llegar a pensar con tal intensidad
en una idea que llegue incluso a cambiar una idea que estaba en el subconsciente.
Después de que hayamos pensado insistentemente en esta idea, debemos
olvidarnos de ella, y dejarla reposar durante un tiempo, para que haga su trabajo en
el subconsciente, lo que Russell llama «consultar con la almohada». No parece que
esta especie de método psicoanalítico sea fácil de poner en práctica.