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Algunas veces participo de foros donde alguien pregunta por un arte marcial efectivo para la

defensa personal o pregunta por consejos para defensa personal. Mi respuesta es muy
repetitiva: estudiar boxeo seis meses, estudiar judo seis meses o un año, tomar un mes de
karate. Les hablo de entrenar potencia con pesas y de trotar media hora tres veces por
semana. Generalmente, mis respuestas no agradan a quienes formulan la pregunta. No los
culpo: ellos quieren respuestas fáciles. Movimientos que se puedan aplicar para salir
rápidamente del problema. Yo podría mencionarles esos movimientos y explicarles cómo
ejecutarlos, pero esa no es la solución que ellos necesitan. El enemigo de esas personas está
dentro de ellas, no afuera; es su inseguridad, es su miedo.

El miedo es un regalo de la naturaleza: nos permite estar alertas, nos da fuerzas para luchar o
huir; y si no somos aptos para defendernos, puede llegar a enajenarnos mientras somos
agredidos para ahorrarnos sufrimiento. El miedo es algo que siempre nos acompañará y lo más
adecuado para el individuo común, es aprender a vivir con él. Es aquí donde fallan las fórmulas
fáciles que se dan por internet: cuando hay miedo, se pierde coordinación motora fina y se
razona poco. Aunque yo les mencionara y explicara cómo se aplican esas técnicas, el miedo les
impediría ejecutarlas con eficacia. Lo que necesitan es un acondicionamiento mental basado
en confrontaciones físicas, que les permita actuar de manera efectiva en los momentos de
crisis.

Los departamentos de bomberos, las fuerzas armadas (incluyendo las Focas Marinas, La Fuerza
Delta y Los Boinas Verdes) y del orden, los cuerpos de rescate... son sólo algunas de las
entidades que aplican el principio de reproducir recrear situaciones que permitan a sus
operativos, poner en práctica los procedimientos establecidos para esos casos de emergencia.
El resultado: más efectividad y mejores resultados en los momentos de crisis. Se reduce el
tiempo de ejecución y la toma de decisiones. Es cierto que la realidad es variable y difícilmente
exacta a lo planeado, pero la capacidad de reacción bajo presión se mejora, hay mayor
dominio emocional y la capacidad de improvisación no se entorpece, porque hasta en los
ensayos hay que improvisar.

Deportes de combate como el boxeo y el judo, tienen prácticas de combate libre que permiten
recrear la tensión del combate, perfeccionar respuestas estudiadas y desarrollar la capacidad
de improvisación. Contrario a las artes marciales orientales basadas en golpes y patadas que
generalmente no permiten contacto, en las sesiones de sparring de boxeo se realizan con
contacto y equipo protector. Esto permite minimizar los riesgos de lesión y reproducir con más
realismo el rigor de una pelea: recibir golpes, pelear bajo una lluvia de puñetazos, esquivar,
cortar distancia, realizar ataques combinados, agotamiento, tensión. Todo esto permite sentir
la descarga de adrenalina y obliga a pelear bajo sus efectos, a depurar su técnica y a
desarrollar su capacidad estratégica Entre más sparring tenga el individuo, menos incómodo se
sentirá ante una situación agresiva.

Una limitación que tiene el boxeador, es que sólo se le permite atacar con sus puños. Debido a
eso, alguien que trate de aplicar derribes puede desconcertarlo. Una forma de prepararse para
esta situación, es practicar esos deportes que enfatizan los derribos y volteos: lucha, judo,
jujutsu brasileño. Yo me inclino por el judo, porque tiene un arsenal muy variado (volteos,
inmovilizaciones, estrangulaciones, llaves a las articulaciones) y permite atacar hasta en
posiciones de desventaja; pero, sobre todo, porque los clubes de judo son más abundantes y
baratos que los de jujutsu brasileño. La lucha libre también es otra buena elección. Lo
interesante de estos deportes, es que desarrollan la sensitividad de un modo sorprendente,
permitiendo al individuo predecir el ataque del rival, en el cuerpo a cuerpo, sin necesidad de
verle y reaccionar sin siquiera pensar.

La práctica libre de judo, lucha o jujutsu brasileño; debe desarrollar en el individuo la


capacidad de mantenerse en pie cuando traten de derribarlo, la capacidad de derribar al
adversario cuando se presente la oportunidad, la capacidad de escapar de una posición
comprometedora si la lucha va al suelo, y la habilidad de acabar con el adversario en el suelo si
se presenta la ocasión. No se trata de llegar a ser experto, sino de acondicionamiento mental y
desarrollar habilidades básicas de combate en corta distancia. Es el mismo beneficio que se
busca con el ejercicio del boxeo, pero en la distancia de los puños. Se dice que en seis meses se
puede desarrollar la capacidad de noquear con un solo golpe y es un tiempo aceptable para
quien se aproxima a este deporte interesado en la defensa personal. Seis meses o un año,
también pueden dar una buena base en judo, jujutsu o lucha; y es posible mantenerse activo
en su ejercicio durante toda la vida.

Una vez terminado el estudio del boxeo y del judo (o lucha), yo recomiendo el estudio y
ejercicio del karate shotokan o shito ryu durante un mes. ¿Por qué? Contrario a lo que se
pueda pensar, no recomiendo karate por preferencias personales, sino por motivos
pragmáticos: el shotokan es el sistema más difundido y será más fácil encontrar una escuela de
este arte; pero el shito ryu, entrena mejor el acondicionamiento físico. Pero no solamente por
eso recomiendo el karate de estos sistemas. Hay otra razón: el karate contiene posiciones,
bloqueos, golpes de mano y patadas que servirán de base para el estudio autodidáctico. El
boxeo no contempla defensa contra ataques armados ni en grupo, pero el karate tiene
técnicas que pueden ayudar a encarar esas situaciones. También tiene técnicas básicas para la
distancia de pateo. Además, se ha observado que es más fácil aprender con videos y libros
cuando ya se ha practicado un arte marcial. Y una de las realidades de la vida es que
difícilmente hay un arte marcial que prepare para todo. En un mes de karate ya uno se
aprende el repertorio básico. Perfeccionarlo, ya es otra cosa.

Terminado el estudio de las tres disciplinas (boxeo, judo y karate), el individuo descubrirá que
el miedo ya no es un problema, porque ha tenido suficiente exposición a él durante las
sesiones de sparring y randori. Ya sabe de lo que es capaz y puede enfocarse en evitar una
pelea, porque ya no tiene que probarse a sí mismo si es capaz de pelear; y si la pelea es
inevitable, sabrá cómo resolverla. Tal vez, ya no sienta la necesidad de profundizar más y viva
feliz. Sabrá distinguir la prudencia de la cobardía; el valor de la temeridad. Posiblemente,
nunca en su vida tendrá que pelear, porque habrá conquistado el miedo.

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