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Alisson Mateus
Paso, camino entre los umbrales de mi memoria, recuerdo mi infancia y esos momentos que se
han ido para jamás regresar, observo a mi madre sentada en su silla de madera elaborando
hábilmente con sus manos tejidos, collares, aretes y manillas, que nostalgia, que tiempos, que
vida.
Sigo caminando y paso junto mi colegio y pienso en mis compañeros y amigos, me pregunto
¿Cómo estarán? ¿Tendrán hijos? ¿Estudiarán?... y una cantidad de inquietudes sobre esos seres
que hacen parte de mi pasado y que hacen parte de mi historia, como Juan que siempre me
apreció porque le presaba mis tareas o Raúl quien era mi mejor amigo, fue mi paño de lágrimas
por años, éramos como hermanos y queríamos lo mejor el uno para el otro.
Las drogas, el sexo, el alcohol, lo vi por primera vez a través de la televisión y recuerdo haberlo
visto desde que tengo memoria, yo me preguntaba ¿Qué se sentirá vivirlo? Ese mundo tan
llamativo, lleno de diversión y locura que nos calman nuestras ganas insaciables de liberación de
nuestra cotidianidad que nos muestran los medios televisivos en esos programas juveniles, quería
vivirlo, por otra parte, escuchaba a mi madre decirme “ojo hijo, ojo, que la calle es peligrosa, ¿no
ha visto las noticias? Mire como matan a muchachitos, así como usted, yo quiero que estudie”
ella me mostraba esas páginas de los periódicos donde aparecía el muerto del día, pero yo
años, fiesta tras fiesta, veía cuerpos sensuales, el humo de la marihuana, el ardor de la nariz tras
inhalar perico, las luces de la discoteca tras oler Popper, el baile, el sexo y las mas de 50 llamas
perdidas de mi mamá, que al día siguente la veía parad en la sala, con ojos de preocupación y
ojeras de cansancio me decía “me tienes con el corazón en la boca”, mi padre mirándome
desilusionado, seguido de peleas, gritos y golpes, quería que me dejaran vivir mi vida.
Paso el tiempo y los excesos siguieron aumentando, era prisionero, hasta que un día mi padre
falleció, la alegría acabó, mi ánimo estaba por el suelo, mis estudios abandonados, estaba solo,
no me daban trabajo en ninguna parte y sin un solo peso, así que como medida desesperada
La primera vez que lo hice sentí temor, pues nunca había vendido ningún gramo o pepa, pero
funcionó, trabajaba para el pitufo, el mas malo del barrio, jibaro de jibaros, me hice famoso en
mi barrio en la venta del microtráfico, gane respeto y dinero, que era lo que necesitaba, mi madre
estaba contenta, pues había conseguido trabajo, que ingenua, pobre de ella que supo a lo que me
Entendí que mi madre no habla en vano, que la vida no es como lo pinta la pantalla, quize pedir
perdón, que me viera sonreir, que cumpliera su sueño, verme feliz, pero no hay marcha atrás,
desde ese dia soy un alma en pena que la acompaña en su soledad, que triste es que ella no me
pueda ver, pues ese dia el balazo en mi cabeza por parte del pitufo porque le debia una plata no
me permito regresar.