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“UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTIN”

TRABAJO GRUPAL Nº1

CURSO:
ETICA Y MORAL

DESIGNACION:
EL ABORTO

GRUPO:
”B”- 2DO SEMESTRE

INTEGRANTES:
- OVIEDO CARPIO, María Gabriela
- SALAS PACO, Suzane Katherine
- SOSA RODRIGUEZ, Kathy Melany
- RODRIGUEZ BUTRON, Jania Jimena
- ZAVALA QUINTANA, María Alejandra

EL ABORTO
1. ¿Qué es el aborto?

La Medicina entiende por aborto toda expulsión del feto, natural o


provocada, en el período no viable de su vida intrauterino, es decir,
cuando no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir. Si esa expulsión
del feto se realiza en período viable pero antes del término del
embarazo, se denomina parto prematuro, tanto si el feto sobrevive
como si muere.

En el lenguaje corriente, aborto es la muerte del feto por su


expulsión, natural o provocada, en cualquier momento de su vida
intrauterino.

2. Clases de Aborto

El aborto puede ser espontáneo o provocado. El espontáneo se


produce o bien porque surge la muerte intrauterinamente, o bien
porque causas diversas motivan la expulsión del nuevo ser al
exterior, donde fallece dada su falta de capacidad para vivir fuera del
vientre de su madre. Si el aborto es provocado, se realiza o bien
matando al hijo en el seno materno o bien forzando artificialmente su
expulsión para que muera en el exterior.

En ocasiones se actúa sobre embarazos de hijos viables, matándolos


en el interior de la madre o procurando su muerte después de nacer
vivos. Esto no es, médicamente hablando, un aborto, y de hecho
muchas legislaciones que se consideran permisivas en la tolerancia
del aborto lo prohíben expresamente, porque lo incluyen en la figura
del infanticidio. Pero no ocurre así en otros casos, como por ejemplo
en España, donde el Código Penal no tiene en cuenta la viabilidad del
feto para que se dé el delito de aborto, y, en contrapartida, se puede
matar en algunos casos a fetos viables sin recibir ningún castigo
penal, al amparo de la legislación vigente precisamente en materia
de aborto. Por eso utilizaremos en estas páginas la definición de
aborto según el lenguaje corriente, de modo que la muerte provocada
de un feto viable también será considerada como aborto.

El asesinato de un bebé no nacido se produce, además de algunos


métodos domésticos, a través de los siguientes métodos:

- Por envenenamiento salino

Se extrae el líquido amniótico dentro de la bolsa que proteje al bebé.


Se introduce una larga aguja a través del abdómen de la madre,
hasta la bolsa amniótica y se inyecta en su lugar una solución salina
concentrada. El bebé ingiere esta solución que le producirá la muerte
12 horas más tarde por envenenamiento, deshidratación, hemorragia
del cerebro y de otros órganos. Esta solución salina produce
quemaduras graves en la piel del bebé. Unas horas más tarde, la
madre comienza “el parto” y da a luz un bebé muerto o moribundo,
muchas veces en movimiento.Este método se utiliza después de las
16 semanas de embarazo.

- Por Succión:
Se inserta en el útero un tubo hueco que tiene un borde afilado. Una
fuerte succión (28 veces más fuerte que la de una aspiradora casera)
despedaza el cuerpo del bebé que se está desarrollando, así como la
placenta y absorbe “el producto del embarazo” (osea, el bebé),
depositándolo después en un balde. El abortista introduce luego una
pinza para extraer el cráneo, que suele no salir por el tubo de
succión. Algunas veces las partes más pequeñas del cuerpo del bebé
pueden identificarse. Casi el 95% de los abortos en los países
desarrollados se realizan de esta forma.

- Por Dilatación y Curetaje

En este método se utiliza una cureta o cuchillo provisto de una


cucharilla filosa en la punta con la cual se va cortando al bebé en
pedazos con el fin de facilitar su extracción por el cuello de la matriz.
Durante el segundo y el tercer trimestre del embarazo el bebé es ya
demasiado grande para extraerlo por succión; entonces se utiliza el
método llamado por dilatación y curetaje. La cureta se emplea para
desmembrar al bebé, sacándose luego en pedazos con ayuda de los
forceps. Este método está convirtiéndose en el más usual.

- Por “D & X” a las 32 semanas

Este es el método más espantoso de todos, también es conocido


como nacimiento parcial. Suele hacerse cuando el bebé se
encuentra muy próximo de su nacimiento Después de haber dilatado
el cuello uterino durante tres días y guiándose por la ecografía, el
abortista introduce unas pinzas y agarra con ellas una piernecita,
después la otra, seguida del cuerpo, hasta llegar a los hombros y
brazos del bebé. así extrae parcialmente el cuerpo del bebé, como si
éste fuera nacer, salvo que deja la cabeza dentro del útero. Como la
cabeza es demasiado grande para ser extraída intacta; el abortista,
entierra unas tijeras en la base del cráneo del bebé que está vivo, y
las abre para ampliar el orificio. Entonces inserta un catéter y extrae
el cerebro mediante succión. Este procedimiento hace que el bebé
muera y que su cabeza se desplome. A continuación extrae a la
criatura y le corta la placenta.

- Por Operación Cesárea

Este método es exactamente igual que una operación cesárea hasta


que se corta el cordón umbilical, salvo que en vez de cuidar al niño
extraído se le deja morir. La cesárea no tiene el objeto de salvar al
bebé sino de matarlo.

- Mediante Prostaglandinas

Este fármaco provoca un parto prematuro durante cualquier etapa del


embarazo. Se usa para llevar a cabo el aborto a la mitad del
embarazo y en las últimas etapas de éste. Su principal “complicación”
es que el bebé a veces sale vivo. También puede causarle graves
daños a la madre. Recientemente las prostaglandinas se han usado
con la RU-486 para aumentar la “efectividad” de éstas.

- RU-486
Se trata de una fármaco abortivo empleado conjuntamente con una
prostaglandina, que es eficiente si se la emplea entre la primera y la
tercera semana después de faltarle la primera menstruación a la
madre. Actúa matando de hambre al diminuto bebé, al privarlo de un
elemento vital, la hormona progesterona. El aborto se produce luego
de varios días de dolorosas contracciones

3. EFECTOS FÍSICOS

• MUERTE:

Las primeras causas de muerte en relación con el aborto son


hemorragia, infección, embolia, anestesia, y embarazos ectópicos sin
diagnosticar [ undiagnosed ]. El aborto legal constituye la quinta
causa de muerte de gestantes en los EE. UU, aunque de hecho se
sabe que la mayoría de muertes relacionadas con el aborto no son
registradas oficialmente como tales.

• CÁNCER DE MAMA:

El riesgo de cáncer de mama casi se dobla después de un aborto e


incluso se incrementa aún más con dos o más abortos.

• CÁNCER DE OVARIOS, HÍGADO Y CERVICAL (cuello


uterino):

Las mujeres con un aborto se enfrentan a un riesgo relativo de 2.3 de


cáncer cervical, en comparación con las mujeres que no han
abortado, y las mujeres con dos o más abortos encaran un riesgo
relativo de 4.92. Riesgos igualmente elevados de cáncer de ovario e
hígado se ligan con el aborto único o múltiple. Estos porcentajes
incrementados de cáncer para el caso de mujeres que han abortado
se vinculan aparentemente a la interrupción no natural de los
cambios hormonales que acompañan al embarazo, así como a la
lesión cervical no tratada.

• PERFORACIÓN DE ÚTERO:

Entre un 2 y un 3 % de las pacientes de aborto pueden sufrir


perforación del útero; es más, la mayoría de estas lesiones quedarán
sin ser diagnosticadas ni tratadas a no ser que realice una
visualización mediante laparoscopia. Esta clase de examen puede
resultar útil cuando se inicia un proceso judicial por negligencia en la
práctica del aborto. El riesgo de perforación uterina se incrementa
para las mujeres que ya han tenido hijos y para las que reciben
anestesia general durante la realización del aborto. El daño en el
útero puede complicarse en ulteriores embarazos y eventualmente
puede acarrear problemas que requieran una histerectomía, lo que de
por sí puede conllevar diversas complicaciones adicionales y lesiones
que incluyen la osteoporosis.

• DESGARROS CERVICALES (cuello del útero):

En al menos un uno por ciento de abortos realizados en el primer


trimestre se producen importantes desgarros cervicales que
requieren sutura. Las laceraciones de menor envergadura o las micro-
fracturas, que normalmente no son tratadas, pueden también a la
larga perjudicar la función reproductiva. La lesión latente post-aborto
puede abocar a una posterior incompetencia cervical [ subsequent
cervical incompetence ], parto prematuro y complicaciones durante el
parto. El riesgo de lesión cervical es mayor en adolescentes, para
abortos realizados en el segundo trimestre, y cuando los facultativos
no usan laminaria (sic) para dilatar el cuello uterino.

• PLACENTA PREVIA :

El aborto incrementa el riesgo de placenta previa en ulteriores


embarazos (una circunstancia que pone en peligro tanto la vida de la
madre como su embarazo deseado), en una escala de entre siete y
quince. El desarrollo anormal de la placenta debido a lesión uterina
aumenta el riesgo de malformación fetal, muerte perinatal y efusión
excesiva de sangre durante el parto.

• RECIÉN NACIDOS DISCAPACITADOS EN POSTERIORES


EMBARAZOS:

El aborto se asocia con lesiones cervicales y uterinas que pueden


incrementar el riesgo de parto prematuro, complicaciones en el parto
y desarrollo anormal de la placenta en posteriores embarazos. Estas
complicaciones reproductivas constituyen las causas principales de
las minusvalías en recién nacidos.

• EMBARAZO ECTÓPICO:

El aborto está relacionado de forma importante con un riesgo añadido


de embarazos ectópicos posteriores. Los embarazos ectópicos, a su
vez, amenazan la vida y pueden llevar a un descenso en la fertilidad.
(10)
• AFECCIÓN INFLAMATORIA PÉLVICA [ pelvic
inflammatory disease (PID) ]:

Se trata de una enfermedad que puede poner en peligro la vida y


conllevar un riesgo añadido de embarazo ectópico y reducción de
fertilidad. De entre las pacientes que tienen una infección por
clamidia [ a chlamydia infection ] en el momento del aborto, un 23 %
desarrollará PID en cuatro semanas. Algunos estudios han arrojado
que entre un 20 y un 27 % de pacientes que abortan sufren una
infección por clamidia. Aproximadamente un 5 % de pacientes que no
han sido infectados por clamidia desarollan PID dentro de las 4
semanas posteriores a un aborto realizado durante el primer
trimestre. Es por tanto razonable suponer que cuantos practican
abortos previenen y tratan tales infecciones antes del aborto. (11)

• ENDOMETRITIS:

La endometritis representa un riesgo post-aborto para todas las


mujeres, pero en especial para las adolescentes, las cuales tienen
una probabilidad 2.5 veces mayor de contraer endometritis después
de un aborto que las mujeres con edades entre 20 y 29 años. (12)

• COMPLICACIONES INMEDIATAS:

Alrededor de un 10 % de mujeres que se someten a un aborto


provocado sufrirán complicaciones inmediatas, de las cuales
aproximadamente un quinto (2 %) tienen la consideración de riesgo
mortal. Las nueve grandes complicaciones más comunes que pueden
darse durante la práctica del aborto son: infección, efusión excesiva
de sangre, embolia, desgarro o perforación del útero, complicaciones
de la anestesia, convulsiones, hemorragia, lesión cervical y "shock"
endotóxico. Las complicaciones 'menores' más comunes incluyen:
infeccion, efusión de sangre, fiebre, quemaduras de segundo grado [
second degree burns ], dolor abdominal crónico, vómitos, problemas
gastro-intestinales, y sensibilización del Rh [ Rh sensitization ]. (13)

• RIESGOS AÑADIDOS PARA LAS MUJERES CON


MÚLTIPLES ABORTOS:

En general, la mayoría de los estudios arriba citados reflejan factores


de riesgo para mujeres que se han sometido a un solo aborto. Estos
mismos estudios muestran que las mujeres que tienen abortos
múltiples encaran un riesgo mucho mayor de sufrir tales
complicaciones. Este punto es especialmente digno de ser
mencionado desde el punto y hora en que alrededor de un 45 % de
todos los abortos se practican en mujeres que ya habían abortado
antes.

• RIESGOS AÑADIDOS PARA LAS ADOLESCENTES:


Las adolescentes, que suponen aproximadamente un 30 por ciento de
las mujeres que abortan, se exponen a un riesgo mucho más alto de
sufrir numerosas complicaciones relacionadas con el aborto. Esto reza
tanto para las complicaciones inmediatas como para los perjuicios
reproductivos a largo plazo. (14)

• PEOR ESTADO DE SALUD GENERAL:

En un estudio realizado sobre 1.428 mujeres, los investigadores


descubrieron que los embarazos malogrados y en particular los
debidos a aborto provocado se asociaban de manera significativa a
una salud general más deficiente. Los abortos múltiples
correspondían a una valoración todavía peor de la salud presente.
Mientras que la interrupción del embarazo por causas naturales iba
en detrimento de la salud, el aborto provocado resultó estar más
estrechamente relacionado con una salud deficiente. Tales hallazgos
confirman investigaciones anteriores que arrojaban que durante el
año siguiente a un aborto las mujeres visitaban a su médico de
cabecera un 80 % más por toda clase de razones y un 180 % más por
razones psico-sociales. Los autores también se encontraron con que si
hay un compañero presente y que no presta apoyo [not supportive],
el porcentaje de aborto natural se eleva a más del doble y el de
aborto provocado es cuatro veces mayor que si él está presente y
apoyando. Si el compañero está ausente, el porcentaje de aborto
provocado es seis veces mayor. (15)

• RIESGO AÑADIDO POR FACTORES QUE HACEN


PELIGRAR LA SALUD:

El aborto está en buena medida ligado a cambios de conducta tales


como promiscuidad, tabaquismo, abuso de las drogas y desórdenes
alimenticios que en conjunto contribuyen a incrementar los riesgos de
padecer problemas de salud. Por ejemplo, la promiscuidad y el aborto
están ambos relacionados con un aumento de las tasas de PID y
embarazos ectópicos. Cuál de los dos contribuye más es algo todavía
incierto, pero deslindarlo puede ser irrelevante si la promiscuidad es
de por sí una reacción al trauma post-aborto o a la pérdida de
autoestima.

4. EFECTOS PSICOLÓGICOS

• NECESIDAD DE TRATAMIENTO PSICOLÓGICO:

En un estudio realizado sobre pacientes post-aborto a sólo 8 semanas


de haber abortado, los investigadores hallaron que el 44 % se
quejaba de trastornos nerviosos, el 36 % había sufrido alteraciones
del sueño, el 31 % tenía arrepentimientos por la decisión tomada y al
11 % le habían sido prescritos fármacos psicotrópicos por su médico
de cabecera. (2) Un estudio retrospectivo que abarcaba un período de
cinco años en dos provincias canadienses detectó que el recurso a los
servicios médicos y psiquiátricos era sensiblemente mayor entre
mujeres que habían abortado. Lo más revelador fue la conclusión a la
que se llegó, según la cual el 25 % de mujeres que habían abortado
visitaban a los psiquiatras frente al 3 % del grupo de control [ 3 % of
the control group ]. (3) Las mujeres que han abortado tienen
bastantes más probabilidades que otras de requerir el ingreso
posterior en un hospital psiquiátrico. Adolescentes, mujeres
separadas o divorciadas, y aquéllas en cuya historia clínica figura más
de un aborto encaran un riesgo especialmente alto. (4)

Puesto que muchas mujeres tras un aborto recurren a la represión


como mecanismo de defensa [ as a coping mechanism ], puede darse
un largo período de negación antes de que una mujer requiera
tratamiento psiquiátrico. Estos sentimientos reprimidos son
susceptibles de causar afecciones psicosomáticas y psiquiátricas o de
conducta en otras facetas de la vida de la mujer. En consecuencia,
algunos asesores [counselors; al parecer, se refiere a ciertos peritos
de los procesos judiciales norteamericanos] informan del hecho de
que la angustia [ distress ] por un aborto que no se quiere reconocer
es lo que en realidad subyace en muchas de sus pacientes, incluso
aunque se hayan dirigido a ellos en demanda de terapias para
problemas que aparentemente nada tienen que ver con ello. (5)

• TRASTORNOS POR ESTRÉS POST-TRAUMÁTICO (en


inglés PTSD o PAS):

Un importante muestreo concluyó que al menos un 19 % de mujeres


que han abortado padecen trastornos por estrés post-traumático
(PTSD). Aproximadamente la mitad presentaba muchos de los
síntomas de PTSD, aunque no todos, y entre un 20 y un 40 por ciento
mostraban niveles de estrés que fluctuaban entre moderados y altos,
así como conducta evasiva respecto a sus experiencias abortivas. (6)
Puesto que nos hallamos ante una alteración grave que puede estar
presente en muchas demandantes, y que no es fácilmente
comprendida fuera de la profesión de asesor, el siguiente resumen
será más completo que otros apartados de esta sección. El PTSD es
una disfunción psicológica producto de una experiencia traumática
que anula los mecanismos normales de defensa de una persona,
derivando en miedo intenso, sensación de desvalimiento o de estar
atrapado, o en pérdida del control. El riesgo de que una experiencia
resulte traumática se incrementa cuando el hecho traumatizante es
percibido como susceptible de conllevar amenazas de lesión física,
violación sexual o presencia personal o participación en una muerte
violenta. Se da el PTSD cuando el hecho traumático produce la
hiperexcitabilidad [ hyperarousal ] de los mecanismos de defensa de
vuelo o lucha [ flight or fight ]. Tal hiperexcitación provoca que estos
mecanismos de defensa se desorganicen, desconectados de las
circunstancias presentes, y empiecen a funciona por su cuenta,
dando lugar a una conducta anormal y a graves transtornos de la
personalidad. A guisa de ejemplo de esta deconexión de funciones
mentales, puede ocurrir que alguna víctima de PTSD experimente una
intensa emoción, pero sin clara memoria del hecho; otros pueden
recordar cada detalle pero sin emoción; otros incluso pueden revivir
tanto el hecho como las emociones en furtivas y abrumadoras
experiencias de flashback. (7)

Las mujeres pueden interiorizar el aborto como una experiencia


traumática por varias razones. En muchos casos llegan a él forzadas
por maridos, novios, padres u otros. Si la mujer ha sido victima en
repetidas ocasiones de abuso de posición dominante, el aborto
forzado puede ser percibido como la violación definitiva en el curso
de una vida marcada por el abuso. Otras mujeres -sin importar cuánto
de imperioso tuviesen las razones por las que recurrieron al aborto-
pueden incluso percibir el final de su embarazo como la muerte
violenta causada a su propio hijo. El miedo, la ansiedad, el dolor y la
culpa asociada al procedimiento aparecen entreverados en esta
percepción de muerte violenta y grotesca. Algunas mujeres aun dan
cuenta de que el dolor del aborto, desatado sobre ellas por un
extraño enmascarado que asalta su cuerpo, se siente como idéntico
al de una violación. (8) En efecto, los investigadores han concluido
que las mujeres en cuya historia clínica constan agresiones sexuales
pueden sentir mayor angustia durante y después de la práctica del
aborto a causa de estas asociaciones entre ambas experiencias. (9)
Cuando el factor de estrés que conduce al PTSD es el aborto, algunos
clínicos lo denominan Síndrome Post-aborto (PAS).

Los síntomas más importantes del "PTSD" son clasificados


generalmente en tres categorías: hiperexcitación [ hiperarousal ],
intrusión y constricción.

El primero consiste en una intervención inapropiada y crónica de los


mecanismos de defensa fight or flight. La persona se halla por lo visto
en permanente alerta frente a amenazas de peligro. Los síntomas de
hiperexcitación incluyen: respuestas exageradamente sobresaltadas,
ataques de ansiedad, irritabilidad, explosiones de ira o rabia,
conducta agresiva, dificultad para concentrarse, hipervigilancia,
dificultad para conciliar el sueño o mantenerse despierto, o
reacciones fisiológicas ante situaciones que simbolicen o se asemejen
a algún aspecto de la experiencia traumática (por ejemplo,
aceleración del pulso o sudoración durante un examen pélvico, o al
tiempo de oír el sonido de una bomba neumática).

La intrusión consiste en revivir el hecho traumático involuntaria e


inesperadamente. Los síntomas de intrusión en los casos de PAS
incluyen: pensamientos recurrentes e intrusivos sobre el aborto o el
niño abortado,flashbacks en los que las mujeres vuelven a vivir
momentáneamente un aspecto de la experiencia abortiva, pesadillas
sobre el aborto o el niño, o reacciones de intenso pesar o depresión
en la fecha del aniversario del embarazo abortado o del aborto.

La constricción consiste en paralizar los recursos emocionales o en


desarrollar patrones de conducta, de forma se que eviten los
estímulos asociados con el trauma. Se trata de la conducta evasiva
[ o de evitación: "avoiding ]; un intento de negar y de evitar las
sensaciones negativas de gente, lugares, o cosas que agraven las
sentimientos negativos asociados con el trauma. En los casos de
trauma post-aborto, la constricción puede incluir: incapacidad para
recordar la experiencia abortiva o partes importantes de ella;
esfuerzos por evitar actividades o situaciones que puedan excitar los
recuerdos del aborto; abandono de relaciones, en especial,
alejamiento de aquéllas que tuvieron que ver con la decisión de
abortar; evitación de hijos; intentos de evitar o negar pensamientos o
sensaciones relacionadas con el aborto; escasa presencia de
sentimientos relacionados con el amor o la ternura; visión del futuro
como en escorzo (p. ej. no esperar tener una carrera, casarse, criar
hijos o una vivir una vida larga); interés reducido por actividades con
las que antes se disfrutaba; abuso de drogas o alcohol; pensamientos
o actos suicidas y otras tendencias autodestructivas.

Como ya se mencionó, el estudio de Barnard identificó un porcentaje


del 19 % de PTSD entre mujeres a las que les fueron practicados
abortos entre tres y cinco años antes. Pero en realidad el porcentaje
efectivo es mayor con toda probabidad. Como la mayoria de los
estudios post-aborto, el de Barnard estaba lastrado por un porcentaje
de omisiones del 15 % [ a fifty percent drop out rate ]. La experiencia
clínica ha demostrado que las mujeres que menos suelen cooperar en
una investigación post-aborto son aquéllas a las que el aborto ha
causado mayor angustia psicológica. La investigación ha confirmado
esta intuición, demostrando que las características demográficas de
las mujeres que rechazan la evaluación posterior, coinciden en su
mayoría con las de las mujeres que padecen la angustia post-aborto
más acentuada. (10) La extraordinariamente alta tasa de negativas a
participar en estudios post-aborto puede ser interpretada como
evidencia de constricción o de conducta de evitación (no querer
pensar en el aborto) que es un destacado síntoma de PTSD.

Para muchas mujeres, el comienzo o la identificación inequívoca de


los síntomas del PTSD puede demorarse durante varios años. (11)
Hasta que una persona aquejada de PTSD ha recibido consejo y
logrado un adecuado restablecimiento, el PTSD puede dar lugar a una
incapacidad psicológica que impediría a una paciente de aborto
afectada interponer una demanda judicial dentro del período normal
establecido por la ley. Esta incapacidad puede, sin embargo, proveer
de base legal para obtener una prórroga de dicho plazo.

• DISFUNCIÓN SEXUAL:
Se llama disfunción sexual a la dificultad durante cualquier etapa del
acto sexual (que incluye deseo, excitación, orgasmo y resolución) que
evita al individuo o pareja el disfrute de la actividad sexual.

Entre un treinta y un cincuenta por ciento de mujeres que han


abortado declaran sufrir disfunciones sexuales, tanto de breve como
de larga duración, que comienza inmediatamente después de sus
respectivos abortos. En concreto pueden incluir uno o varios
problemas de los que se detallan a continuación: ausencia de placer
en las relaciones, dolor añadido, aversión al sexo o a los hombres en
general, o desarrollo de una forma de vida de tipo promiscuo.

• PLANTEAMIENTOS SUICIDAS E INTENTOS DE SUICIDIO:

Aproximadamente un 60% de mujeres que experimentan secuelas


post-aborto declaran albergar ideas suicidas, con un 28% que intenta
realmente suicidarse, de las cuales la mitad lo ha hecho en dos o más
ocasiones.
Investigadores finlandeses han identificado una estrecha relación
estadística entre el aborto y el suicidio en un estudio basado en
registros. Los 73 suicidios identificados se asociaban en el espacio de
un año a embarazos que acababan ya de forma natural, ya por aborto
provocado. La tasa media anual de suicidio femenino en general era
de 11.3 por cada 100.000. La tasa de suicidios asociados con
nacimientos era significativamente más baja (5.9). Las tasas para
interrupción del embarazo eran sensiblemente más altas. Para el
aborto natural, la tasa era de 18.1 por cada 100.000 y para el aborto
provocado de 34.7 por cada 100.000. La tasa de suicidio dentro del
año posterior a la práctica del aborto era tres veces más alta que la
tasa general femenina, siete veces más elevada que para las mujeres
que llevan a término su embarazo, y casi el doble de alta que la de
las mujeres que habían sufrido un aborto por causas naturales.
• REFUERZO DEL HÁBITO DE FUMAR CON LOS
CORRESPONDIENTES EFECTOS NEGATIVOS PARA LA SALUD:
El estrés post-aborto se vincula con una acentuación del tabaquismo.
Las mujeres que abortan tienen el doble de probabilidades de
convertirse en grandes fumadoras y de sufrir los correspondientes
riesgos sobre la salud. Las mujeres que han abortado tienen también
mayor probabilidad de continuar fumando durante los posteriores
embarazos deseados, con el riesgo añadido de muerte neonatal o
anomalías congénitas.

• ABUSO DEL ALCOHOL:


El aborto se vincula de forma significativa con un riesgo doblemente
añadido de abuso del alcohol entre las mujeres. El aborto seguido de
abuso del alcohol se vincula con conductas violentas, divorcio o
separación, accidentes de tráfico, y pérdida del puesto de trabajo.

• ABUSO DE LAS DROGAS:


El aborto se halla significativamente ligado a abuso posterior de las
drogas. Además de los costes psico-sociales que supone tal abuso, la
adicción las drogas se vinculan con riesgo incrementado de contraer
infecciones por VIH/SIDA, malformaciones congénitas y conducta
agresiva.
El uso del metotrexato durante el primer trimestre de gestación
puede provocar malformaciones fetales pesquisables en la evaluación
ultrasonográfica prenatal; el conjunto de estas malformaciones
congénitas asociadas al uso de metotrexato han recibido el nombre
de síndrome aminopterina / metotrexato.
Este síndrome se caracteriza por malformaciones evolutivas del
Sistema Nervioso Central, anormalidades esqueléticas y a largo plazo,
de manera inconstante, retraso mental.
*metotrexato: antimetabólico del ácido fólico que interfiere en la
síntesis del ADN y es utilizado en patologías oncológicas,
reumatológicas, dermatológicas y gineco-obstétricas.

• DESCUIDO DE
LOS NIÑOS O CONDUCTA
ABUSIVA HACIA ELLOS:
El aborto se vincula con mayores niveles de depresión, conducta
violenta, abuso del alcohol y de las drogas, embarazos 'de sustitución
o reemplazo', y relajación de los lazos que unen a las madres con los
hijos habidos posteriormente. Estos factores se asocian
estrechamente con el trato abusivo hacia los niños y parecen
confirmar particulares valoraciones clínicas que vinculan el trauma
post-aborto con abuso infantil subsiguiente.
• DIVORCIO Y PROBLEMAS CRÓNICOS DE RELACIÓN:

Para la mayor parte de las parejas, un aborto crea problemas


imprevistos en su relación. Las parejas que han recurrido al aborto
están más expuestas a divorciarse o a separarse. Muchas mujeres
que abortan desarrollan una mayor dificultad para establecer lazos
duraderos con un compañero. Esto puede deberse a que el aborto se
relaciona con reacciones tales como baja autoestima, mayor
desconfianza hacia los hombres, disfunción sexual, abuso de
substancias y niveles incrementados de depresión, ansiedad y cólera
pasajera. Las mujeres que se han sometido a más de un aborto (que
representan alrededor del 45 % de todos los abortos) tienen mayor
probabilidad de requerir ayudas públicas, en parte porque también
tienen más probabilidades de acabar constituyendo familias
monoparentales.

-Familia monoparental: aquella donde falta alguno de los padres


biológicos, bien por su ausencia definitiva del hogar, bien por muerte
o divorcio. Entre un 80 y un 90% de los hogares monoparentales
tienen a la madre (biológica o adoptiva) como responsable.

• ABORTOS DE REPETICIÓN:

Las mujeres a las que les ha sido practicado un aborto arrostran un


riesgo añadido de volver a abortar en el futuro. Las mujeres que
cuentan con una experiencia abortiva anterior tienen una
probabilidad cuatro veces mayor de volver a interrumpir
voluntariamente su embarazo que aquéllas que no tienen historia
abortiva previa.
Este riesgo incrementado se asocia con el aborto anterior por la baja
autoestima, un consciente o inconsciente deseo de llevar a cabo un
embarazo 'de sustitución', y una mayor actividad sexual post-aborto.
Los abortos posteriores pueden producirse por culpa de deseos
conflictivos de quedar embarazada y tener un hijo y presiones
continuas en favor del aborto, como puede ser el abandono por parte
del nuevo compañero.
Aproximadamente un 45 % de todos los abortos son ahora abortos de
repetición. Es más, puesto que las mujeres a las que se les ha
practicado más de un aborto se exponen a un importante riesgo
añadido de sufrir secuelas físicas y psíquicas, tales riesgos
cualificados deberían ser ampliamente comentados con las mujeres
que optan por abortar.

Estudios científicos revelan trastornos psicológicos en


mujeres que han abortado

Depresión, hostilidad y conducta autodestructiva son algunas de las


consecuencias psíquicas que sufren las mujeres que han abortado,
que en España suman ya más de 800.000. El "Síndrome Post-aborto"
(SPA) ha sido estudiado en países como EEUU, Canadá, Finlandia,
Francia, Suiza e Inglaterra. Un equipo de profesionales de salud
mental ha iniciado la primera investigación sobre el SPA en España.
Según un estudio de la Real Academia de Obstetricia de Inglaterra, el
59 por ciento de las mujeres que abortan tiene altas probabilidades
de sufrir problemas psiquiátricos graves y permanentes. Los
trastornos psíquicos derivados del aborto se conocen como Síndrome
post-aborto (SPA), un tipo de trastorno de estrés post-traumático
(PTSD). Algunos de los síntomas más frecuentes son ansiedad,
conducta agresiva, pesadillas, pensamientos o actos suicidas,
bulimia, anorexia, abuso de alcohol y drogas y ruptura de relaciones
de pareja.

--Daños a largo plazo:


El Síndrome post-aborto puede tardar años en manifestarse debido a
la represión a la que recurren muchas mujeres como mecanismo de
defensa. Según Juan Cardona, psiquiatra y académico de la Real
Academia de Medicina de Valencia y miembro del equipo investigador
español, «después del trauma que supone el aborto se deteriora la
afectividad, la capacidad de querer, la voluntad, y todo lo demás
viene en cascada: la ruptura con parejas sucesivas, la depresión y
otras consecuencias negativas».
En cuanto a la relación de pareja, la doctora Emily Milling halló que el
70 por ciento de las 400 parejas de su estudio se rompieron en el año
siguiente al aborto. Por otro lado, el doctor Phillip Ney, psiquiatra
infantil de la Universidad de British Columbia, descubrió que el aborto
aumenta el maltrato a los otros hijos. De hecho, en Estados Unidos el
maltrato infantil ha aumentado un 1000 por cien desde que se
legalizó el aborto.
También el suicidio aumenta notablemente entre las mujeres que han
abortado. Los investigadores finlandeses Speckhard y Vaughan
constataron que la tasa de suicidio en el año posterior al aborto era
tres veces más alta que la media femenina, y siete veces más alta
que la de las mujeres que habían dado a luz. El estudio más completo
sobre el SPA data de 1997, y fue financiado por el Gobierno de
Finlandia. Sobre una muestra de 9.129 mujeres, el estudio reveló que
las que abortaron tuvieron 4 veces más probabilidades de morir al
año siguiente que las que habían dado a luz.
Organismos internacionales que promueven el aborto han reconocido
la existencia de secuelas psicopatológicas. La Federación
Internacional de Planificación Familiar (Planned Parenthood) los ha
confirmado en su Plan Trienal del período 1990-1993: «Una serie de
estudios y encuestas de los opositores al aborto han mostrado que la
incidencia del trauma post-aborto puede llegar a afectar al 91 por
ciento de los casos. Algunos informes recientes del Instituto Alan
Guttmacher que no han sido publicados indican que el alcance del
problema puede haber sido correctamente calculado en dichos
estudios».
Hasta ahora, el único estudio que existe en España sobre este
Síndrome fue elaborado en 1993 por la Asociación Española de
Neuropsiquiatría, titulado «Mujer y salud mental». En él se señalaban
como rasgos de las mujeres que abortan más de una vez la
inmadurez, la inestabilidad emocional, la sexualidad dependiente, los
problemas de pareja y las tendencias de personalidad patológica
como esquizofrenia y psicopatía. Según datos oficiales, el 25 por
ciento de las mujeres que abortan ya habían abortado antes.

- EL SÍNDROME POST-ABORTO:
La segunda víctima del aborto es la mujer. Las millones de mujeres
que han caído en la trampa del aborto. Sólo en España son más de
800.000 las mujeres que han abortado desde que se despenalizó el
aborto en 1985, y casi todas ellas -por no decir todas-, tarde o
temprano - están sufriendo o sufrirán lo que se conoce ya como
"Síndrome Post-aborto". Así lo reconoce la organización abortista más
importante del mundo: la Federación Internacional de Planificación
Familiar. En su Plan Trienal y Programa de Objetivos a Largo Plazo
1990-1993 afirma que: "la incidencia del trauma post-aborto para
clientas de abortos quirúrgicos puede llegar a alcanzar hasta el 91%
de los casos."
El Síndrome Post-aborto toma su nombre del Síndrome Post-Vietnam,
porque fue en los años de esa terrible guerra cuando se legalizó el
aborto el EE.UU.
Como no había ya bastantes guerras en el mundo, quisieron declarar
la peor de todas, la de los poderosos contra los más débiles, la de los
nacidos contra los no nacidos, la de la madre contra su hijo, la de un
médico contra su paciente, la de un Estado contra su pueblo... la
guerra de las guerras.
Pero al igual que los soldados que volvían de Vietnam traían esa
guerra en sus entrañas para atormentarles el resto de sus vidas, así
las mujeres que abortaban empezaron a sufrir los mismos síntomas
que esos soldados, la misma angustia, la misma desesperación, la
misma culpa: pesadillas, insomnio, alcoholismo, agresividad o
depresión, psicosis... y suicidio.
Siete veces más suicidio entre mujeres que habían abortado
descubrió el Gobierno de Finlandia en un estudio de 1997 sobre una
muestra de 9.129 mujeres tomada de la base de datos nacional... un
estudio impecable y estremecedor. Además de la altísima tasa de
suicidios, descubrieron que en el año siguiente al aborto, esas
mujeres sufrieron 60 veces más muertes por causas naturales
(enfermedad) que las que habían dado a luz, 4 veces más muertes
por accidentes y 14 veces más muertes por homicidios.
Pero en las mujeres, este Síndrome que estremeció al mundo en los
rostros y las historias de esos pobres soldados, es mucho más grave
aún, porque es oculto, es secreto, es reprimido, es ignorado y es
tabú.
A los ojos del mundo, no les pasa nada porque el aborto es "legal", y
por definición, lo que es legal debe ser bueno, y lo que es bueno no
puede hacer mal. Ergo, a las mujeres que abortan no les puede pasar
nada, y si les pasa es su problema, es que, además, son idiotas o
están desequilibradas... pero no por el aborto, claro.
La sociedad no puede admitir que una mujer esté atormentada por
algo que la sociedad misma le ha procurado, no puede reconocer que
le ha dado veneno para beber y que por eso se está quemando por
dentro.
Y todos miran para otro lado mientras que las mujeres se vuelven
locas: 64% de ellas ingresaron en hospitales psiquiátricos tras su
aborto, según un estudio de la Universidad de Baltimore, USA, en
1984; "el 59% sufren trastornos psiquiátricos graves y permanentes
tras el aborto" según la Real Academia de Obstetricia de Inglaterra...
etc. etc. etc.
Cientos de estudios de muchos países abortistas como Estados
Unidos, Canadá, Francia, Inglaterra, Suiza, Australia, Dinamarca y
Finlandia han llevado este Síndrome a los manuales Psicología y
Psiquiatría de numerosas universidades.
Desde hace dos meses ya hay una página especializada en español
sobre el Síndrome Post-aborto y demás secuelas psicosomáticas.
Digo "demás secuelas psicosomáticas" porque otra de las graves
secuelas del aborto que se está descubriendo en estos últimos años
es el cáncer de mama.
Junto con el gran aumento de los cánceres del aparato reproductivo
de la mujer, el cáncer de mama ha sufrido un aumento espectacular
en los últimos 20 años en todos los países donde se ha generalizado
el aborto. Y no en mujeres en edad de la menopausia, como solía ser,
sino en mujeres cada vez más jóvenes.
Según un estudio de una doctora pro-abortista, Janet Daling, en 1994
publicado en el Journal of the National Cancer Institute en los casos
en que había antecedentes familiares y la mujer abortaba después de
los 30 años, el riesgo aumentaba un 270%.
Pero más aún, cuando la mujeres abortaba a su primer hijo antes de
los 18 años y tenían antecedentes familiares de cáncer, el riesgo
relativo llegaba ¡al infinito! De las 12 mujeres de su muestra con este
perfil, el 100% desarrollaron cáncer de mama antes de los 45 años.
Y en las mujeres sin antecedentes familiares, el aumento del riesgo
era de un 150%. En mujeres que ya habían llevado un embarazo a
término, el riesgo de cáncer de mama en las que abortaron era de un
50% más; entre ellas, las jóvenes menores de 18 años y mayores de
29 con aborto provocado aumentaron el riesgo más de un 100%.
¡Y los médicos siguen diciendo que el 50% de los factores de riesgo
del cáncer de mama son desconocidos!
Así lo oí con mis propios oídos en una Jornadas Municipales sobre
Prevención del Cáncer de Mama celebradas en Madrid en el año
2001. Y ¡se quedan tan anchos! Cuando desde 1953 hay estudios
como el del Dr. Segui en Japón sobre una población de 3.000 mujeres
que descubrió un 160% de aumento del riesgo en las que habían
abortado voluntariamente.
Actualmente hay más de 38 estudios epidemiológicos internacionales,
de los cuales 29 muestran una correlación positiva y significativa
entre aborto y cáncer de mama. De ellos, 5 estudios indican el doble
de riesgo… o más. No hay más que ver las estadísticas y los años en
que se ha producido el aumento de casos: pocos años después de la
legalización del aborto en cada país.
La Asociación Norteamericana de Psiquiatría, a principios de los años
80, identificaba la depresión, la hostilidad, el desinterés y aislamiento,
las imágenes recurrentes, el insomnio y pesadillas, y la incapacidad
de expresar sentimientos como secuelas psicológicas del aborto.
Otros estudios posteriores muestran un alto índice de intentos
suicidas, de alcoholismo, bulimia y anorexia, frigidez y disfunciones
sexuales, ruptura de relaciones de pareja (un 70%), de maltrato
doméstico y autolesiones, de incapacidad de concentración,
agotamiento y nerviosismo, crisis histéricas y agresividad.
En España, el único estudio existente es el informe de 1993 de la
Asociación Española de Neuropsiquiatría titulado "Mujer y salud
mental" que señalaba como rasgos de las mujeres que abortan más
de una vez la inmadurez, la inestabilidad emocional, la sexualidad
pasiva y dependiente, la aversión a los métodos anticonceptivos, los
problemas de pareja, conflictos con los padres, mala auto imagen,
vivencias negativas o traumáticas, y tendencia y rasgos de
personalidad patológica: esquizofrenia, paranoia y psicopatía.
Confrontando los datos oficiales, un 25% de las mujeres que abortan
cada año ya han abortado previamente.
Parece, pues, evidente la necesidad de investigar más a fondo la
existencia y características de este cuadro clínico en España, dado
que, por sus síntomas, podría constituir una variable oculta
subyacente al aumento espectacular de trastornos como la anorexia y
la bulimia, el abuso juvenil de alcohol y drogas, los malos tratos en el
hogar, así como las depresiones y suicidios juveniles y los brotes
psicóticos.
Concretamente, se observa un alarmante aumento de los malos
tratos en países con altos índices de aborto, que en Estados Unidos
ha sido contabilizado en un 500% de aumento en los años desde que
se legalizó el aborto.
También es evidente la cultura del "botellón" y las drogas de diseño,
que ha llegado a ser un grave problema social.
También ofrecemos a las mujeres que han abortado, la ayuda
especializada que les permita renacer de sus cenizas y no volver a
caer en el mismo error.
Toda la sociedad somos responsables, por activa o por pasiva, de
mantener abierta una trampa mortal para mujeres angustiadas y sus
hijos inocentes.
Por ello debemos, al menos, rescatar a las que han caído en ella y así
evitar que otras caigan también.
Pues las mejores defensoras de la vida son las que han pasado por la
muerte espiritual que supone el aborto. Así está ocurriendo en países
como Estados Unidos, donde son miles las mujeres de la Plataforma
No Más Silencio que piden la derogación de la Ley del aborto para que
nadie más caiga donde ellas cayeron.
Por desgracia, todos conocemos a alguna mujer que ha abortado y
podemos constatar la veracidad de estos datos.
Asimismo se está poniendo en conocimiento de las autoridades
españolas competentes, pero necesitamos la colaboración de los
lectores para difundirlo en su propio ámbito y conseguir así romper el
mayor muro de silencio que jamás haya existido.
Porque al ser el pecado más grande, es a la vez el más oculto, y por
ser oculto, el más difícil de sanar. Hay que sacarlo a la luz para
poderlo curar, y hace falta la ayuda de todos.
Una buena manera de colaborar es enviar esta información a la
sección de "Cartas al director" de los diarios de su zona, así como a
los Boletines de los Colegios de Médicos y Psicólogos locales por parte
de colegiados de los mismos.
Estamos convencidos de que el conocimiento de las secuelas del
aborto puede cambiar la marea negra del aborto en el mundo, como
ya la está cambiando en los Estados Unidos.
Los veteranos luchadores por el derecho a la vida de ese país han
comprobado cómo es el miedo al Síndrome lo que está haciendo bajar
cada año las cifras de aborto en EE.UU.
Por desgracia, lo que no consigue el amor lo consigue el temor, pero
al fin, se trata de conseguirlo: acabar con el monstruo del aborto.
Además, creemos que es un derecho de toda persona saber los
riesgos a los que se expone al realizar una acción, especialmente
cuando estos riesgos son ya conocidos y comprobados.
Así, es un derecho de la mujer saber a lo que se expone cuando
aborta, como lo están legislando varios Estados norteamericanos en
leyes de "Consentimiento Informado" que obligan a las clínicas
abortistas y hospitales a dar a la mujer un formulario informativo para
firmar antes de su aborto.
Si el tabaco ha levantado tamaña polémica y sus riesgos se anuncian
a bombo y platillo, ¿cómo no exigir lo mismo para algo infinitamente
peor como es el aborto?
ASPECTOS JURÍDICOS:

La legalizacion del aborto en el Perú

Desde una perspectiva de análisis de viabilidad como política pública


Las políticas públicas constituyen un juego de actores racionales, en
donde cada uno tiene una racionalidad distinta. Toda política pública
tiene una dimensión polémica pues siempre el resultado de ella se
inclinara a favorecer o perjudicar a determinados sectores según la
aplicación.

En la conformación de las políticas publicas encontramos un “Doble


juego entre los actores” El de los políticos frente a burócratas y el que
despliegan los políticos frente a electores, en pos de beneficiarse con
el apoyo de los últimos
La mayor motivación de los políticos en su actuar según este
enfoque, es conseguir beneficios frente al electorado, burócratas y
otros políticos.

La problemática del aborto en nuestro país


En lo esencial un aborto es la interrupción del embarazo, para ello se
pueden recurrir a diversos métodos entre los que son mas utilizados
destacan el medicamentoso con misoprostol y el quirúrgico. En el
Perú es ilegal esta práctica pues constituye un “delito contra la vida”.
El único caso de aborto no sancionado por la ley es el que se realiza
para salvar la vida de la mujer o evitarle un mal grave o permanente,
lo que se denomina aborto terapéutico.
Es vital identificar que la penalización del aborto significa un grave
problema de justicia social y de salud pública que el Estado debe
enfrentar con la eliminación de la normatividad punitiva, con políticas
adecuadas y los recursos correspondientes.

Posturas frente al aborto


Hay un prevalente doble discurso referido a la despenalización del
aborto. Por un lado encontramos a la Iglesia y sectores de la sociedad
“conservadora” que califican a este procedimiento como “terrorismo”
o “crimen contra la vida”. Sin embargo el doble discurso se pone de
manifiesto a través de las cifras que el Centro de la mujer peruana
Flora Tristán publica respecto de las 410 000 mujeres que durante el
2005 recurrieron al aborto.

La condición de clandestinidad en las que se someten a este


procedimiento expone a las mujeres a situaciones de grave peligro.
En especial a las mujeres pobres, las de zonas rurales, y las jóvenes
por razones económicas. La atención y los servicios de salud
reproductiva para las mujeres seguirán siendo deficientes e
insalubres si se continúa con la sanción a esta práctica.

Políticas Públicas en cuanto al Aborto


El aborto en el Perú esta calificado como ilegal, el Ministerio de Salud
(MINSA) reconoce que el aborto es un problema de salud pública que
afecta a toda la sociedad y en especial a las mujeres. Este problema
debe ser enfrentado por el Estado y por toda la sociedad civil, a
través de una adecuada educación sexual, acciones de planificación
familiar y la atención oportuna de sus complicaciones con la finalidad
de evitar muertes maternas. Sin embargo estas medidas preventivas
no son suficientes.

Costos de la ilegalidad
La criminalización del aborto no disuade a las mujeres de practicarlo,
una vez mas esto se evidencia en las cifras antes expuestas. El costo
de las mujeres que recurren a servicios médicos públicos luego de un
procedimiento mal aplicado es tan elevado que con el se podría cubrir
la atención oportuna de servicios de salud para las mujeres en
general, si existiera una política de salud adecuada
El estado al penalizarlo coloca a las mujeres en una situación de
inseguridad al obligarlas a participar de un circuito de criminalidad. El
Perú ocupa el segundo lugar entre los países de América del Sur con
el más alto índice de mortalidad materna y el aborto ocupa el cuarto
lugar como causa de muerte materna (7%), según el Ministerio de
Salud; sin embargo, numerosos estudios sostienen que dentro de las
muertes por hemorragias (60%) e infecciones (13%) se encuentran
subregistradas muchas muertes por aborto. En consecuencia, si
existiera un buen registro de las muertes maternas, el aborto
ocuparía posiblemente el primer lugar

PROTOCÓLO PARA LA INTERRUPCIÓN LEGAL DEL EMBARAZO


EN EL PERÚ

 La gerencia Regional de Salud de Arequipa, oficializó desde el


día martes 5 de febrero éste protocolo herramienta que será
utilizada por los médicos para salvar la vida de gestantes que
estén en peligro físico o mental sometiéndose a un aborto
terapéutico que hace 80 años es legal en el país.

 El 15% de las mujeres embarazadas fallecen en Arequipa pero


pueden salvar sus vidas con el aborto consentido.

 En el código penal: “Sostiene que el aborto no es punible


cuando es el único medio para savar la vida de la gestante o
para evitar un mal grave y permanente en la salud”.
CONTROL POBLACIONAL Y ABORTO

1.- ABORTO
Se estima que en el mundo se producen 53 millones de abortos al
año.
En la actualidad está permitido el aborto en 54 países, lo que supone
el 61% de la población mundial, sin contar los abortos ilegales que se
producen, los cuales se dan tanto en los países en que está legalizado
como en los que no.
Una cifra: en España se produjeron 60.000 abortos en el año 2000,
que se pueden considerar libres, de hecho y que con las últimas
reformas del gobierno popular ha aumentado un 29%.
En el mundo científico se considera ser vivo a cualquier tipo de célula
que existe en la naturaleza. Se busca vida en Marte buscando
moléculas de agua, pero esto no ocurre con los seres humanos. No se
considera una persona, una vida a un feto dentro del vientre materno,
sobre todo si es en las primeras semanas de gestación, a pesar de
que incluso antes de las 4 primeras semanas ya existe latido.
Para justificar el aborto terapéutico se habla de un peligro para la
salud de la madre, o de grandes malformaciones en el feto. La mayor
tasa de abortos, el 97%, se produce en mujeres entre 20 y 29 años,
que está descrita como la edad de menor riesgo de alteraciones
psicológicas.
La paternidad responsable no está fomentada debidamente, de modo
que esta debilidad de la familia es asumida por el Estado, o más bien,
los padres delegamos en el Estado, la responsabilidad de la
educación de los hijos. Este es el caso más llamativo de los jóvenes.
En vez de formación en valores y respeto a la dignidad de la persona,
a nuestros jóvenes, es más fácil darles condones, que ni siquiera
saben usar.
Está visto que este es un punto clave de ataque a la familia, célula
base de la sociedad. El ataque sistemático a la familia, ha llevado a
ésta a la pérdida de la transmisión de valores como la gratuidad, el
sacrificio, la solidaridad, el amor, la protección del débil, dejándolo en
manos del Estado donde prima el individuo sin responsabilidad, que
consume, que vive al día, que busca el bienestar y la comodidad por
encima de todo, que no lucha por los más débiles o contra las
injusticias.

Manipulación y mentiras que legalizaron el aborto en Estados


Unidos

A comienzos de 1970, Norma McCorvey alegó que ella había sido


violada por una pandilla y estaba embarazada. Las abogadas Sarah
Weddington y Linda Coffee, recién graduadas de la Facultad de Leyes
de la Universidad de Texas, necesitaban una "cliente" para poder
atacar la ley que desde hacía 100 años prohibía el aborto en Texas.
Ellas convencieron a Norma de que debería procurar un aborto en
lugar de tramitar la adopción para su bebé.

El caso fue litigado subsecuentemente varias veces hasta llegar al


Tribunal Supremo, con el resultado de que en 1973 se legalizó el
aborto en los 50 estados de la Unión. Mientras se litigaba el caso, la
bebé nació y fue dada en adopción. En 1987, McCorvey admitió que
ella en verdad no había sido violada y que el padre de su bebé era
una persona a la que ella conocía y había pensado que quería. El
relato de los pandilleros que la violaron era todo mentira.

Si bien el caso Roe vs. Wade legalizó el aborto, en la misma fecha


Doe vs. Bolton permitió el aborto a petición durante los nueve meses
de embarazo, y fue el medio legal que facilitó la aprobación del
Tribunal al establecimiento de más de 2.200 abortuarios en todo el
país.

- Sandra Cano fue "Mary Doe" en Doe vs. Bolton

Sandra Cano ahora dice que ella fue una participante ingenua del
fraude al nivel más alto de justicia del país. Sandra era una joven
madre de tres hijos, estaba embarazada y enfrentaba el trámite de
divorcio contra su esposo que estaba encarcelado por abuso de
menores. Los trabajadores sociales le habían quitado sus tres niños a
Sandra. Los estuvieron pasando de uno a otro mal ambiente. Sandra
quería mucho a sus hijos. Estaba casi al borde de la locura debido a
sus problemas y fue así que llegó a pedir ayuda a Legal Aid Services
[servicios de ayuda legal]. El ofrecimiento de los abogados de N.O.W.
para sacarle de encima todos sus problemas, obtener el divorcio y
recuperar la custodia de sus hijos sonaba demasiado bueno para ser
verdad.
Cuando los abogados le sugirieron que querían hacer un trato con ella
que incluyera abortar al bebé, Sandra manifestó claramente que
nunca haría eso. Pero los abogados no sólo ignoraron sus objeciones
sino que pasaron sobre ella. Cuando Sandra se dio cuenta que habían
usado su caso para legalizar el aborto a petición, dijo: " ¿...cómo
podía yo imaginarme un plan tan grotesco que tuviera como fin dar a
las personas de una sociedad civilizada permiso para matar a sus
propios hijos? ...En verdad yo nunca pensé que ellos usarían mis
angustias personales por recuperar a mis hijos para su plan de
legalizar el aborto a petición." Irónicamente, al igual que en el caso
del bebé McCorvey, el bebé Cano llegó a término, nació y fue dado en
adopción. Sin embargo, debido a estos dos casos, 35.000.000 de
bebés han perdido sus vidas por aborto.

- Sarah Weddington fue la abogada

Sarah Weddington, la abogada que litigó el caso Roe vs. Wade en el


Tribunal Supremo, pronunció un discurso en el Instituto de Ética de la
Educación, en Oklahoma. Allí explicó por qué defendió la improvisada
historia y los falsos cargos de violación de la mesera de Texas "Jane
Roe", hasta llegar al Tribunal Supremo: "Mi conducta pudo no haber
sido totalmente ética. Pero lo hice por lo que pensé fueron buenas
razones."

LA PÍLDORA DEL DÍA SIGUIENTE

¿Cómo actúa la Píldora del Día Siguiente?


Se han descrito tres mecanismos:
• Impide la ovulación, la maduración y salida del óvulo del ovario
(efecto anovulatorio)
• Dificulta el transporte de los espermatozoides
(efecto anticonceptivo)
• Impide la implantación del embrión en el útero
(efecto antiimplantatorio)

Este último mecanismo antiimplantatorio está ampliamente


fundamentado, no sólo por el mismo fabricante, sino por una extensa
bibliografía. Mas conociendo algo de fisiología del aparato reproductor
femenino podemos llegar a darnos cuenta de ello. Tan sólo hay que
recordar que los espermatozoides, cuando son depositados en la
vagina, pueden tardar de 2-3 horas hasta 4 días en ascender hasta el
tercio externo de la trompa de Falopio y fecundar al óvulo.
Imaginemos una mujer que tiene una relación sexual una noche, y
horas antes había ovulado. Al día siguiente va a la farmacia o al
médico, para que le proporcionen las dos tabletas de la píldora del día
siguiente. ¿Cómo actuará la píldora en este caso?
Está claro que los espermatozoides, habiendo pasado varias horas, ya
habrán podido fecundar al óvulo. Una nueva vida humana ha tenido
lugar.
La píldora en este caso no impide la ovulación, pues ya se ha
producido. Tampoco ha podido impedir que los espermatozoides
asciendan a la trompa y fecunden al óvulo. ¿Cuál es la finalidad de
tomarla entonces? Destruir o exterminar el ser humano recién
concebido, impidiendo que el embrión se implante en la capa interna
del útero. Si muere el embrión, no podrá haber embarazo. ¿Cómo lo
hace? Las dos píldoras en total contienen una dosis masiva de
hormona llamada levonorgestrel, a una dosis 50 veces mayor que la
de una minipíldora anticonceptiva normal. Tal carga de hormonas es
una auténtica agresión contra la maduración de la capa interna del
útero, el endometrio.

CONCLUSIÓN

Con la utilización de la píldora del día siguiente, en las 24 ó 72 horas


siguientes a las relaciones sexuales, se pretende que, si ha habido
fecundación, el ser humano concebido no llegue a anidar en el útero y
muera, siendo expulsado del cuerpo de la madre.

EL EMBRIÓN, EL ABORTO Y LA CONTRACEPCIÓN DE


EMERGENCIA

Es curioso que la polémica que se ha levantado a propósito de la


llamada “contracepción de emergencia”, haya terminado centrándose
sobre el “status” del embrión humano. Ha quedado una vez más de
manifiesto el vínculo profundo que liga a la contracepción con el
aborto. La promoción de un sistema muy eficaz para prevenir el
embarazo, induce primero a negar que él interfiera con la vida del
embrión y luego a reiterar que esta vida merece ningún respeto real.

Es sintomático que se use el artificio verbal de decir que no se puede


inducir un aborto donde no hay embarazo, y que el embarazo sólo se
da a partir de la anidación del huevo en la mucosa uterina. De esta
manera se deja desprotegido al embrión durante los primeros días de
su vida y se evita la acusación de que se está cometiendo un aborto,
ya que esta palabra resulta malsonante.

En el fondo se está intentando proceder como si el nombre, la


denominación fuera lo que hace la cosa. En vez de darle relieve a la
naturaleza misma de los hechos, tal como ellos se presenta a la
inteligencia y a los sentidos, se recurre a denominaciones arbitrarias
que pueden ser defendidas retóricamente, pero que no reflejan otra
cosa que la voluntad de quien las inventa.
Todo el mundo ha entendido siempre por “embarazo” el período de
tiempo en el cual el fruto de la concepción vive en el interior del
cuerpo de la madre. ¿Qué sentido tiene decir que el embarazo
empieza solo con la anidación del embrión? Cada uno de los seres
humanos que hoy día viven, incluidos por supuesto los autores de
estas redefiniciones, pasaron individualmente un período decisivo de
sus propias vidas desarrollándose y emigrando desde el pabellón de
la trompa hasta el útero. Ese lapso es tan parte de cada vida
individual como cualquier otro de la historia personal que se quiera
escoger. Y por eso, en buen sentido, él es parte del embarazo, y nadie
tenía por qué haberlo dudado. Da la impresión de que lo que en
verdad ocurre es que se quiere definir el embarazo desde el punto de
vista del aborto. Habría embarazo en el lapso en que no se puede
destruir el embrión sin actuar dañando aunque sea en mínima
medida, el cuerpo de la madre. Es la definición más negativa que se
puede discurrir. Pero además de negativa ella es engañosa porque
atiende sólo a la madre: ignora o desvaloriza hasta el extremo al fruto
de la concepción. Sin embargo todos sabemos que lo que ocurre
luego de la fecundación es que hay un ser humano en desarrollo. Y
decir un ser humano es decir alguien que necesita respeto y
protección. Debería ser esta afirmación la que gobernara las
decisiones en toda esta cuestión.

Es aleccionador que la querella por la anticoncepción desemboque en


una querella por el embrión humano. Y esta no es cuestión de
consensos ni de disquisiciones legales. Me parece que si no se
clarifica esta cuestión de la naturaleza del embrión humano, lo que
estará mañana en peligro son los mismos derechos del hombre bajo
el doble aspecto de cuáles sean ellos y de quiénes serán sus titulares.

Son muy pocas las personas que han visto un embrión humano
precoz, y seguramente no son muchas las que han visto un embrión
de cualquier mamífero, por más que ahora se los suele encontrar
fotografiados en los medios de comunicación. Por lo mismo, la
caracterización o definición de un embrión humano precoz adolece a
menudo de vaguedad, y se formula, no sobre la base de experiencia,
sino que en un contexto filosófico determinado que no es siempre
explícito y que deja lugar a malentendidos.
Así por ejemplo, se encuentra uno a menudo que se habla de un
“ser”, una “vida”, un “individuo”, incluso una “persona”. Pero para
que nos pudiéramos todos entender, tendría que quedar claro cuál es
el contexto en que se emplean estos términos. “Persona”,
“individuo”, “ser”, “vida”, no significan lo mismo para todos, y tienen
resonancias muy variadas según el contexto en el que se los emplee.

Yo prefiero usar un contexto científico. Creo que es el más fácil de


entender para la gente de nuestro tiempo, que se presta a pocas
ambigüedades, y que permite avanzar bastante en la cuestión. Aún
cuando uno llega al punto en que la ciencia natural lo abandona, la
imagen científica natural bien depurada me parece la más correcta
aproximación al núcleo del problema.
Lo que quiero proponer parece bastante obvio, pero es una
afirmación preñada de consecuencias. El embrión humano es un
organismo perteneciente a la especie humana. He expuesto esta idea
con algún detalle en otro sitio, por lo que me contento aquí con
esbozarla.

Un organismo es desde luego un reactor bioquímico que intercambia


con el medio, materia y energía. Es propio de un organismo tener un
límite, borde o frontera que lo separa de su medio y lo relaciona con
él. En un individuo adulto, ese borde lo forman la piel y las mucosas.
En un embrión, la membrana celular y la zona pelúcida.

A continuación, es un hecho conocido que cada organismo sigue una


trayectoria de desarrollo que es propia de la especie a la que
pertenece, en tal forma que para cada momento del tiempo se puede
predecir cuál va a ser el estado en el que se va a encontrar, salvo por
supuesto que ocurran accidentes que terminen con su vida. La
trayectoria de desarrollo es: a) robusta, o sea tiende a mantenerse a
pesar de las perturbaciones del ambiente, y, b) es predictible, o sea
en cada momento de la vida se puede anticipar cuál será el estado
del organismo en un tiempo más, y se puede también determinar
bien exactamente en que estado o punto de desarrollo se hallaba el
organismo en las fechas pasadas que se quieran escoger.

La trayectoria de desarrollo dentro de una unidad espacial discreta o


limitada es una característica central de un organismo que dura hasta
su muerte y que se inicia en la fecundación.

Un embrión muy precoz, incluso unicelular, es básicamente distinto


de una célula cualquiera, precisamente porque él es un punto en una
trayectoria de desarrollo. A no ser que muera o que se interfiera con
él, si se lo mantiene en el medio que le es adecuado, él va a
desarrollarse hasta formar un individuo adulto en una secuencia de
estados perfectamente definida. No hay por supuesto ninguna otra
célula que sea capaz de esto, y, por lo mismo, la afirmación que se
escucha por ahí de que el embrión “no es más que una célula” revela
una notable superficialidad.

La trayectoria empieza cuando se fusionan las membranas del óvulo y


del espermatozoide y nos encontramos con un espacio bien
delimitado en cuyo interior interactúan en una sola trayectoria los
componentes bioquímicos de ambas células.

Podemos tomar dos ejemplos, que son la formación del llamado


pronúcleo masculino, y la primera división celular del embrión.
Recién entrado el espermatozoide, su envoltura nuclear se disuelve
casi por completo, y el aspecto compacto de su cromatina se va
perdiendo en el proceso que se llama la descondensación. Este
corresponde al hecho de que las protaminas, proteínas propias del
espermio son reemplazadas por histonas, otras proteínas
proporcionadas por el huevo. Posteriormente la cromatina vuelve a
condensarse, se forma una nueva membrana nuclear, y se produce la
síntesis de ADN espermático, gracias a la presencia dentro del
pronúcleo de enzimas proporcionadas por el óvulo. Este pronúcleo
“masculino” es pues el resultado de una acción coordinada de
elementos provenientes del óvulo y de otros provenientes del
espermio. Su constitución es parte de una trayectoria de desarrollo
del nuevo organismo que se produjo en la fecundación y no tiene
lugar sin ésta.

En cuanto a la primera división celular, en ella toman parte por


supuesto los cromosomas paternos y maternos. No hay que olvidar
sin embargo que la mitad del ADN “paterno” se ha sintetizado
después de la fecundación, y que en este proceso han intervenido
enzimos esenciales que son proporcionados por el óvulo. Pero hay
más y probablemente más importante. La primera división no se
podría realizar sin un órgano celular, el llamado centriolo que sirve
para organizar las “fibras” del huso mitótico. Este centriolo proviene
del espermatozoide por cuanto el óvulo carece de él. Así pues, la
primera división celular es una parte muy complicada de una
trayectoria de desarrollo en la que se entrelazan productos y
procesos de las dos células que se fusionaron en la fecundación.

Desde su primer momento el organismo muestra pues una trayectoria


de desarrollo. Se suele hacer caudal del momento en el que los
genomas correspondientes empezarían a expresarse. Lo único que
puede decirse es que en el primer momento de la trayectoria de
desarrollo los genomas están silenciosos. Lo que hay en el interior del
zigoto es la mezcla de ambos “proteomas”, los conjuntos de proteínas
del óvulo y del espermatozoide que son suficientes para desarrollar
un segmento fundamental de la trayectoria, sin necesidad (o casi) de
intervención del genoma. La unidad en la que se coordinan los
proteomas es una trayectoria única de desarrollo que lleva sin
interrupciones ni discontinuidades al momento en el que empezarán
a expresarse los genes – pero no por supuesto cualquier conjunto de
genes, sino precisamente aquellos que forman la dotación única de
ese organismo.

Parece entonces claro que, siendo yo un organismo de la especie


humana, mi desarrollo individual se inició en el momento de la
fecundación, en forma de una trayectoria continua. Si eso es así, yo
empecé entonces a ser un organismo, y no podría haber pertenecido
a otra especie que a la especie humana. Eso es otra manera de decir
que un embrión tiene vida humana, y que es una parte mínima, pero
real, de la humanidad. Eso es lo que lo hace acreedor a una actitud
especial que se merece el ser humano, que es el respeto, y por cierto
que el mínimo respeto es la obligación de todos de no atentar contra
su vida, ni siquiera poniéndola en riesgo con una especie de tiro a la
bandada.

Si no se acepta este criterio propuesto, hay que buscar otros, que son
puramente descriptivos, y que fijan puntos en la evolución del
embrión en su conjunto o de algunos de sus órganos, especialmente
el sistema nervioso. Cualquiera de ellos es adaptable a la necesidad
práctica que se tenga de disponer del embrión. Pero es además
necesariamente incompleto. Así el desarrollo inicial del sistema
nervioso humano, sólo tiene mayor significación que el de un
chimpancé porque ese pequeño órgano embrionario está inscrito en
la trayectoria de desarrollo del cerebro humano y su valoración como
signo de respetabilidad claramente prospectiva, se hace en función
de lo que va a ser, no de lo que es, o más bien se hace en función de
la trayectoria de desarrollo en la que está inscrito. Nadie ha podido
proponer un criterio objetivo para fijar el momento en que un
embrión, feto o recién nacido empezaron a ser “seres humanos”, y
dejaron de ser algún ente biológico indefinido. En cambio es claro que
segundos antes de la fecundación no existía el organismo, y que un
momento después de ella ya se encuentra funcionando en su
trayectoria de desarrollo.
Pensamos que el organismo de la especie humana existe desde el
momento de la fecundación, y pensamos además que él es digno de
respeto desde su constitución. En esta última afirmación nos
encontramos con las enseñanzas católicas sobre la vida humana.
Nosotros no creemos que tengamos una “vida animal” y que a ella se
le sobreponga un “alma humana”. Creemos que el “alma” es la vida
del hombre, del organismo humano, y que esa vida es inmortal así
como ese organismo está destinado a la resurrección. El respeto
instintivo que protege al hombre es el oscuro reconocimiento de esa
realidad.

TESTIMONIO DE MUJERES VIOLADAS

CASO 1: SRA. KAY ZIBOLSKY

"Fui violada a punta de un cuchillo a menos de una cuadra de mi


casa, cuando tenía sólo 16 años. Mi asaltante desconocido se perdió
en la noche, dejándome herida después de haberme amenazado para
que no le dijera nada a nadie. Por 27 años no lo dije nunca, excepto a
mi esposo muchos años después. Concebí y dí a luz a una niña
después de la violación, ella era preciosa, y es lo único bueno que
resultó de ésta.

Cuando Robin tenía 18 meses la dí en adopción, pero Dios tenía un


plan especial y nos conocimos cuando ella tenía 27 años, después
que mi propio proceso de sanación me había preparado. Sus primeras
palabras para mí fueron: ´caramba me alegro mucho de que no te
hayas hecho el aborto´. Robin resultó ser una parte importante del
proceso de sanación, y le doy gracias a Dios hoy en día porque no
hice nada en mi juventud por lo cual hubiera tenido que sufrir el resto
de mi vida, a que no le hubiera dado la oportunidad a mi hija de
decirme aquellas conmovedoras palabras. El mal llamado aborto
´legal y seguro´ la hubiera silenciado para siempre.

Hoy en día Robin tiene 33 años y está muy contenta de estar viva, y
yo estoy trabajando para ayudar a otras víctimas, llevándoles la
verdad y el poder de sanación que sólo Jesús da. Dios conoció a Robin
cuando era formada en mi vientre y conoce a todos los demás que
han sido concebidos a través de la violencia de la violación o el
incesto. Aún en estas circunstancias son todos preciosos para Él, y
tienen un sentido tan importante como el suyo y el mío, si sólo se les
da la oportunidad de probarlo.

El aborto es una segunda violación, pero más traumática aún


porque es un pecado, y la violación no lo es (para la víctima),
y tarde o temprano tenemos que dar cuenta de nuestros
pecados".

CASO 2: SRA. HOLLY M. DUTTON

"En realidad con todo lo mala que es la violación, perder al bebé es


mucho peor ... no importa cómo haya sido concebido el niño, escoger
la vida es la única manera de salvaguardar la auto-estima de l madre,
así como la dignidad del niño prenacido.

Mi aborto provocado a los 17 años no se debió directamente a la


violación que sufrí a los 12, pero fue la explosión de una bomba
emocional de tiempo que había sido activiada 5 años antes. Yo fui
arrebatada de mi propia cama y violada a dos cuadras de mi casa por
un extraño. Después de dos horas terribles él me dejó en mi hogar y
retorné a mi cama. Al otro día yo estaba tan callada y retraída que al
contarle a mis padres lo que había sucedido no me creyeron. Tenía
miedo de someterme a un examen médico, por lo que la violación no
fue reportada y el violador nunca fue encausado. Puesto que no había
podido convencer a mis propios padres de que estaba diciendo la
verdad, pensé que nadie me creería tampoco y no lo mencioné ni
siquiera al sacerdote de mi iglesia.

Debido a que sentía el deseo de vengarme de mis padres por no


creerme, y mis ataques epilépticos me impedían tomar drogas, pensé
que la única manera de hacerlo era salir embarazada. En febrero de
1973 a los 17 años al fin lo logré, pero casi inmediatamente me
recomendaron un aborto, el cual me hice cuando tenía dos meses de
embarazo. Lo que siguió fue una pesadilla: el Síndrome Post Aborto
durante 17 años.
Me obsesionaba la culpa, el dolor era abrumador, y aunque los
médicos habían justificado el aborto por mis ataques de epilepsia
todavía me sentía culpable de haber matado a mi bebé porque mi
inmoralidad había traído esta tragedia. Pensé muchas veces en
suicidarme, pero temía a la muerte por miedo al castigo divino. Con la
ayuda de otras personas, pude encontrar el amor y perdón de Jesús ...
el Señor lentamente fue liberándome de más de 20 años de tensión
debida a la violación y al aborto".

Mujeres que abortaron se arrepienten

A continuación aparecen extractos de las más de 1000 mujeres que


han ofrecido sus declaraciones juradas como parte de la apelación a
la Regla 60 (Rule 60). Una copia del documento completo está
disponible en la corte federal de Dallas.
(Las ciudades y las fechas corresponden al tiempo del aborto, no a las
residencias actuales).

• “Si imagino lo que el infierno es, tiene que ser tal como mi
vida era antes de encontrar asistencia y curación. Me volví
alcohólica, perdí mi deseo de vivir, odiaba a la vida en
general”. Lisa. Eugene, Or., Junio 1976 y 1980.

• “Me ha afectado emocionalmente. Era incapaz de


establecer vínculos con las personas. He sufrido de depresión.
Fue la causa de años de comportamiento auto-destructivo”.
Paula. Cleveland, Ohio, Julio 1978.

• “Incapacidad de formar relaciones profundas, sentimiento


de culpa y ataques de ansiedad. Por mucho tiempo fui incapaz
de sostener o estar cerca de bebés”. Shirley. Los Ángeles,
Calif., 1982; y Noruega, 1970.

• “He sufrido trastornos médicos que atribuyo a haber


abortado, incluyendo embarazos prematuros, paps y
menstruaciones anormales”. Susan. Fort Worth, Texas. Marzo,
1977.

• “Tuve una hija sustituta en 1979, que recientemente


también abortó (06/15/01), también afectó mi amor propio y
eventualmente me volví promiscua”. Kathleen. Port Chester,
NY, 12 de mayo de 1975; y Mamaroneck, NY, 3 de diciembre
de 1975.

• “Emocionalmente me siento rechazada por todos. Me


siento sola”. Grace. Jacksonville, NC, 1976.

• “Años de cambios repentinos de ánimo, desórdenes


alimenticios, promiscuidad, baja autoestima y problemas en la
relación con mis otros hijos”. Reatha. Baltimore, MD.,
noviembre 1979.

• “Pasé muchos años saltando de una relación a otra y me


volví más sexualmente activa. Alejada de la familia,
problemas en el colegio y antiguos amigos se ditanciaron”.
Aureen. Bridgeport, PA, enero de 1978. Filadelfia, PA, marzo
1979.

• “Diario arrepentimiento y pesar por la muerte de mis hijos


causada por mis propios actos”. Beverly. Atlanta, GA, 1974 y
1977.

• “Depresión severa, especialmente en enero, sabiendo que


mi hijo cumpliría un año más de vida”. Wendy. Howell, NJ,
1985.

• “Sufro de trastornos de pánico y de una baja autoestima


que degeneró en promiscuidad. Tomaba mucho e inhalaba
cocaína. Contraje el HPV, que daño mi cuello uterino – me
sometí a una operación para remover células pre-cancerosas.
Tengo problemas en mi colon y estoy en riesgo de tener
cáncer de mama (noticias – páginas web)”. Christina Grace.
Newark, Del, 1986; y Dover, Neb., 1988.

• “Diez años después del aborto estuve cerca de un colapso


nervioso. He sufrido emocionalmente por veinticinco años”.
D.E., Atlanta, GA. Agosto 1975.

• “Por algún tiempo me sentí vacía por dentro. También caí


en un espiral de comer compulsivamente que me ha dejado
en una situación de obesidad extrema”. A.D.C.H., San
Antonio, Texas. 22 de febrero de 1984.

• “De estar en la lista de las mejores alumnas del Decano


de la universidad, pasé a estar desaprobada, a dejar asuntos
incompletos y retirarme varias veces. Intenté suicidarme.
Estaba deprimida. El sentimiento de culpa era aplastante”.
H.A.K. Knoxville, Tenn. 12 de mayo de 1984.

• “He estado propensa al suicidio, deprimida, he tenido


ansiedad extrema, pesadillas, sufrido de pena y dolor y
conducta autodestructiva”. Candice. San Diego County,
California. Marzo de 1996.

• “Culpa – falta de habilidad para lidiar adecuadamente con


el amor verdadero y el sexo en el matrimonio”. L.D.M.
England, Setiembre de 1970.

• “Depresión,pesadillas, divorcio”. Darla. Memphis, Tenn.


Abril de 1986.
• “Mi aborto se llevó mi sentido de autovaloración y
seguridad personal. Me ha hecho dudar de mi capacidad de
tomar decisiones correctas”. A.C.N. New Orleans, La., 1981.

• “Es mi mayor arrepentimiento. Me ha causado depresión


y me ha hecho pensar en el suicidio. También me ha dado
complicaciones para quedar embarazada y cargar un niño”.
Kathryn. Kansas City, Mo., 1981, 1982 y 1983.

• “Ha dejado un vacío y un dolor que no me dejan nunca”.


Dianne. New Jersey. 15 de enero de 1979. “Siempre estoy
pensando en mi niño no-nacido”. Niria. Houston, Texas, 1995
y 1999.

• “He estado en terapias por ataques de ira. También fui


tratada por un desorden alimenticio que también me ha
afectado físicamente”. Rexene. Montgomery, Ala. 1991.

• “Dolor emocional y tormento durante años hasta que Dios


me perdonó y me curó. Me ha afectado en lo físico. Ya no
puedo tener hijos”. Dorothy. San Antonio, Texas, febrero de
1975.

• “Si el aborto hubiese sido ilegal, nunca hubiera tenido que


pasar por todo este dolor y culpa. Yo debería haberme
graduado en lugar de abandonar los estudios. El dolor y la
culpa del aborto causaron mi intento de suicidio...tal ves la
única razón por la que sobreviví fue para que pudiera contar
mi horrenda historia y poder hacer una diferencia”. H.A.K.
Knoxville, Tenn. 12 de mayo de 1984.

• “El aborto mata. No sólo al niño, también al espíritu


humano. El padre y la madre también son víctimas. Intenté
quitarme mi propia vida por la culpa y el remordimiento.
Sentía que era una tumba que caminaba”. Sheila Lynn.
Tallase, Fla. 7 de junio de 1985.

• “Escuchen las voces de quienes han experimentado las


consecuencias físicas y emocionales. Un gran segmento de la
sociedad –hombres y mujeres—están sufriendo porque
hicieron lo que estaba mal aún cuando era legal”. Shirley. Los
Ángeles, Calif, 1982; y Noruega, 1970.

CASO 3: SRA. "Yo sobreviví a un aborto"


Un santuario mariano en "computerland"

"Yo soy una sobreviviente del aborto. Y ya no puedo permanecer


callada".
- Audrey
Esta era la lacónica frase con la que concluía el crudo testimonio de
una anónima sobreviviente del aborto que aparecía en la página web
de la organización "Priests for Life" –Sacerdotes por la Vida- que dirige
el P. Frank Pavone, en Estados Unidos, en una sección dedicada a
personas que han sobrevivido a un aborto: allí están los testimonios
de Gianna Jessen, Heidi Huffman… y la enigmática "Audrey".
En efecto, a diferencia de los otros, que aparecen con fotografías y
nombres completos, el de "Audrey" es el único testimonio anónimo;
un testimonio de una mujer que sobrevivió al intento de aborto de su
madre, mucho antes que el aborto fuera legal en Estados Unidos. Es
decir, se trata de una mujer mayor que las jóvenes Heidi y Gianna.
Más que el hecho de que el acto hubiera sido entonces un crimen –ya
prescrito-, era la discreción y el temor de exponer a su madre lo que
llevaba a "Audrey" a proporcionar su testimonio sin su nombre
completo.
"Es un seudónimo, de una mujer que prefiere no darse a conocer a un
público masivo", explicaron en las oficinas de "Priests for Life". Las
puertas a ella, por tanto, parecen cerradas.
Sin embargo, desde que conoció la idea de poner juntos los
testimonios de sobrevivientes del aborto, el dinámico y ubicuo Padre
Pavone decide prestar su apoyo al proyecto; y su entusiasmo fue un
estímulo para solicitarle que caminara la milla extra: dar con "Audrey"
y pedirle que aceptara, por primera vez, darse a conocer y contar su
testimonio completo a un público amplio.
El P. Pavone aceptó involucrar a su equipo en la búsqueda de la
sobreviviente del aborto, pero advirtió que no sería fácil: "Audrey"
había cambiado de domicilio sin dejar rastros. El tiempo pasaba y el
equipo de "Priests for Life" multiplicaba llamadas para dar con ella...
en vano.
Hasta que un día sucedió lo inesperado: "Audrey" llamó cuando no
había nadie en la oficina y dejó un mensaje en la contestadora: "He
sabido que me están buscando. Pueden llamarme a..." y dejó señas
claras de cómo encontrarla en su nueva residencia en Sacramento,
California.
Las llamadas al nuevo teléfono daban con una contestadora
automática, hasta que, nuevamente, "Audrey" llamó amablemente,
preguntando el motivo de la búsqueda.
Enterada del proyecto, sorprendentemente, quien hasta entonces
había preferido mantenerse en el anonimato, aceptó, sin dudas ni
demoras, la propuesta de darse a conocer y de compartir su
testimonio completo.
"Audrey", nos informó, no era un seudónimo, sino su nombre de pila:
se trataba de Audrey Frank, una mujer sobreviviente del aborto con
una increíble historia que contar y que, a diferencia de Sara Smith o
Gianna Jessen, nunca había querido, hasta ahora, contar su historia
fuera de las limitadas audiencias con las que su actual trabajo
pastoral la pone en contacto.

El "sueño americano"
Los esposos Frank y Ana Kucharski, descendientes de inmigrantes
polacos, vivían en Trenton, en el estado de Nueva Jersey -muy cerca
de la costa Atlántica- en el marco de ese bienestar mesocrático -el
"sueño americano"- que les permitía trabajar duro y vivir con las
relativas comodidades que se puede permitir un padre "blue collar"
-El término "cuello azul" que se utiliza para describir a los
trabajadores manuales- que saca adelante una familia numerosa sin
que la esposa tenga que dejar el hogar y los hijos.
Ana, a los 39 años, se consideraba una mujer realizada en su vida
familiar: sus cinco hijos habían salido todos de la "edad difícil" y
llevaban vidas bien encaminadas. Dora, la mayor, y Elliott, tenían 22
y 21 años respectivamente, y ya estaban trabajando o en el College
siguiendo estudios superiores; mientras que Eugene, Lean y "Fred"
-Alfred, el menor de todos- de 20, 19 y 18 años estaban ya
encaminados respecto de sus intereses y se preparaban para salir de
la escuela.
Ana consideraba que estaba cerca de concluir su ciclo de "madre", y
que pronto podría dedicarse a disfrutar de aquellos años "en blanco"
que transcurren entre el ser madre y ser abuela.
De pronto, sus planes se vieron interferidos por un suceso que Ana
jamás hubiera esperado: estaba embarazada. ¡A punto de cumplir 40!
Tras los primeros momentos de desconcierto, siguieron el temor y la
duda… y para resolverlos, decidió buscar a sus amigas más cercanas
para decidir qué hacer.
Una de ellas la más influyente sobre su ánimo y ciertamente la más
decidida, no se anduvo con rodeos: "Ana tienes que olvidarte de
esto", le dijo, y le propuso enfáticamente, insistentemente, que debía
procurarse un aborto -entonces ilegal en Estados Unidos- porque con
cinco hijos ya mayores y a su edad, simplemente se vería "ridícula"
con un nuevo bebé.
Era 1952, 22 años antes que la Corte Suprema norteamericana
convirtiera el aborto en un derecho constitucional. Por eso, para
evitarse los riesgos legales de exponerse a buscar un médico
dispuesto a practicar abortos "por lo bajo" -de los que no faltaban-, la
"amiga" le enseñó a Ana un método casero para que pudiera hacerlo
en casa.
Ana estaba temerosa e insegura. Por un lado, sus convicciones y su
formación le decían que abortar estaba mal. Además, como madre de
cinco hijos, no se imaginaba a sí misma como una de "esas" que
abortan. Sin embargo, por otro lado, un bebé no estaba para nada en
sus planes, y psicológicamente consideraba que ya había concluido
con la exigente etapa de acompañar el crecimiento de una criatura. El
argumento del "ridículo" de una mujer mayor con un bebé no pesaba
tanto, pero ciertamente se sumaba en la lista de argumentos a favor
del aborto.
Por la inseguridad y la duda, Ana pospuso la decisión hasta que ya
tenía tres meses de embarazo. Entonces, la balanza en su mente
-presionada por las insistencias de su "amiga"- se inclinó contra la
vida y a favor de la idea del aborto.
Así, un día de junio, Ana se encerró, con la parafernalia recetada por
la amiga para acabar con su embarazo, en un baño de la casa que de
pronto se le hizo enorme y frío. Paradójicamente, aquel día escogido
por Ana para abortar, era el cumpleaños de su hijo Elliott. En el día en
que celebraba un año más de vida de uno de sus hijos, Ana decidía
acabar con otro.

Conociendo la verdad
A los 8 años, Audrey era una niña tranquila y relativamente normal,
aunque con algunos miedos secretos. Poco después de cumplir tres
años, en 1955, su hermano Elliott, entonces de 27 años, murió
trágicamente. Pese al evidente dolor, la desaparición del querido
hermano mayor no parecía haber dejado una secuela grave en la
niña. Por el contrario, a esa edad, Audrey se mostraba contenta con
su cambio de una escuela pública a la escuela católica "Saint Joan of
Arc", donde había conocido a nuevos amigos, y donde el ambiente
católico hacía todo más llevadero y gentil.
Sin embargo, pese al transcurso normal de su vida en la mayoría de
aspectos, una sombra alteraba su vida infantil: la pesadilla recurrente
de estar huyendo y no encontrar salida, excepto una, a través de una
ventana. Pero en esa ventana había un enorme cuchillo esperándola y
pese a que su madre estaba cerca, no hacía nada al respecto.
Además de la pesadilla, Ana había notado que Audrey se resistía a
dormir de otra forma que no fuera en posición fetal, acurrucada hasta
la tensión, y siempre en el extremo inferior de la cama, como si el
lecho fuera un lugar peligroso, o aguardara un peligro inminente. no
importaba cómo la acostaran ni cómo la dejaran durmiendo después
de contarle los cuentos de noche, la pequeña Audrey siempre
aparecía en la misma, tensa posición protectiva que tanto inquietaba
a sus padres.
"Nací prematuramente, un 21 de diciembre, cuando estaba previsto
que naciera un 21 de enero; pero vine al mundo sin ningún problema
médico, físicamente fui siempre una persona sana y lo sigo siendo
ahora", cuenta Audrey. "Creo que el daño fue más bien emocional, al
ver a mi madre sufrir tanto desde pequeña".
En efecto, Audrey no había conocido a la mujer jovial y enérgica de la
que hablaban sus hermanos mayores. Para ella, su madre era una
mujer triste, que lloraba con frecuencia, sin ella saber por qué.
Y fue justamente a los ocho años cuando Audrey, regresando un día
de la escuela -estaba en tercer grado- encontró en casa un clima
serio, casi solemne. Papá y mamá estaban en la sala y le dijeron que
tenían algo que contarle.
Así recuerda Audrey ese duro y revelador momento.
"Mis padres estaban allí sentados, me dijeron que tenían algo que
contarme y que me explicarían la razón de mis pesadillas y mi forma
de dormir. Todos los días, cuando mi madre iba a verme dormir, no
importaba cuánto ella tratara de que me enderezara o me pusiera al
centro de la cama, siempre me encontraba de esa manera en la
mañana. Decidió entonces decirme lo que a ella le torturaba cada día,
y especialmente cada vez que me veía en esa posición: que ella había
intentado abortarme".
La niña apenas entendía lo que eso significaba. Comprendía claro,
que el aborto era matar a alguien pequeñito; pero matar no era una
idea asociada con lo que hace una mamá, y menos con sus hijos. Sin
embargo, a pesar del desconcierto, la pequeña Audrey decidió seguir
escuchando, sobre todo porque entendía que lo que le estaban
tratando de comunicar era más importante para su madre que para
ella misma.
"Luego, -sigue Audrey- mi madre comenzó a contarme la historia de
su embarazo a los 40 años y lo que le dijo su amiga, luego que ella
confesara su horror frente a la idea de no poder 'vivir la vida', hacer
viajes, tener un coche...y todas esas cosas. Me contó luego que le
habían enseñado una técnica 'vieja y segura' y que el día 24 de junio,
en el día del cumpleaños de mi hermano mayor, ella abortó en un
baño de la casa."
Hasta allí, Audrey difícilmente podía comprender qué tenía que ver
ella con la historia y qué relación tenía todo esto con su curiosa forma
de dormir y con las terribles pesadillas que la desvelaban con
frecuencia. Pero decidió seguir escuchando el tenso relato que su
madre describía ante su padre silencioso.

CASO 4: Sara Smith

Una lápida sin cuerpo


El cementerio de Irvine, en el estado norteamericano de California, es
famoso no sólo por su belleza y su ambiente radiante y apacible, sino
también porque algunas estrellas de Hollywood, como John Wayne,
están enterradas allí.
Entre los imponentes bultos funerarios y las lápidas de hombres
famosos, muy pocos de los esporádicos visitantes reparan en una
sencilla placa de metal que, para quien no la busca deliberadamente,
podría pasar desapercibida. La pequeña plancha opaca está colocada
a ras de la tierra, rodeada por el extenso y verde pasto que alfombra
todo el campo santo y lleva un texto que dice:
Una ficha y una historia
La enfermera de aquel frío e impersonal hospital californiano pasó
mecánicamente la ficha médica con los datos de la paciente a un
doctor no menos indiferente. En la ficha era posible leer:
Noviembre 1970
Datos: Sexo Femenino, edad 35, madre de 5 niños de 16, 14, 12, 10 y
9 años.
Ocupación: empleada del Hospital Ward. Casada hace 17 años.
Ocupación del esposo: Pastor evangélico
Problema: Irregularidad/ ausencia de período menstrual
El doctor, que conocía a la paciente y a su familia, no necesitó mucha
más información para llegar a una conclusión sobre el "caso" que
tenía al frente. Así que, tras apenas un rápido auscultar del vientre de
la paciente y unas cuantas preguntas, pronunció la frase que nunca
dejaba de decir en aquellas circunstancias: "¡Felicitaciones, Betty, el
sexto está en camino!"
Pero la respuesta de la paciente embarazada, esta vez, no fue la
misma que en anteriores ocasiones.
- "Yo quiero un aborto", dijo Betty, hablando como una autómata y a
pesar que el aborto aún era ilegal en Estados Unidos.
- "No hay problema, Betty" respondió el doctor, sin variar un ápice la
misma voz zalamera con la que segundos antes la había felicitado por
la nueva vida en camino.
Con el paso del tiempo, Betty se ha hecho la misma pregunta que
muchos le harían en las numerosas conferencias y presentaciones
públicas a las que acompaña casi siempre a su hija Sarah: ¿Cómo la
esposa de un Ministro protestante podía recurrir a un aborto sin casi
dudarlo?
La misma pregunta se la hizo algunos años atrás la revista pro-vida
"Life Advocate" en el marco de un reportaje a ella y a su hija. Betty
explicó allí cómo la ignorancia y la presión social se confabularon en
su vida para inducirla a tomar la terrible decisión que más le pesaría
en su vida.
En aquel momento crítico del embarazo, con una nueva vida en
camino, Betty, en vez de considerar esta circunstancia como una
bendición, tal como le decía su formación cristiana, veía en su
fecundidad un motivo de vergüenza y hasta de profunda irritación. A
este sentimiento contribuía no poco la presión de su entorno, que
paradójicamente, incluía a las esposas de algunos pastores y otras
personas vinculadas a la vida de la comunidad cristiana.
"Con frecuencia me llamaban ‘coneja’", cuenta Betty. "El
sobrenombre me lo habían puesto cristianos; pastores amigos y sus
esposas y miembros del templo; creyentes", añade, no con tono de
censura, sino de pena. "Yo me sentía avergonzada y culpable, tanto
así, que en algún momento llegué a pensar que había hecho algo
malo al dar a luz a mis niños".
En efecto, cada embarazo para Betty había sido un verdadero
suplicio. Después del segundo hijo, cada vez que el vientre volvía a
abultarse con una nueva criatura en camino, los amigos y vecinos la
miraban con ojos entre compasivos y socarrones.
Pero aún más que las burlas y los comentarios irónicos indirectos a
media voz, a Betty le aterrorizaba la idea de morir dando a luz; un
temor que ella adjudicaba a un trauma de infancia: "Mi madre murió
al darme a luz –relata Betty a Life Advocate- y, esa pequeña niña que
es parte de mí, siempre creyó que yo era una asesina por matarla".
"Subconscientemente, en retrospectiva, yo creo que estaba
atemorizada porque creía que iba a morir al dar a luz, igual que mi
madre", recuerda.
Betty había tenido cinco hijos en un lapso de siete años, pero ya
habían pasado casi 10 años desde su último embarazo –el mayor de
sus hijos tenía 17 años- y hacía pocos meses finalmente había
logrado encontrar un buen empleo como asistente de enfermería en
el Hospital Ward. El nuevo trabajo había caído como una verdadera
bendición para la extensa familia que debía sostenerse con los
magros ingresos del ministro protestante de una comunidad no muy
extensa.
Por eso, cuando los indicios de su inesperado sexto embarazo
comenzaron a hacerse evidentes, y sus colegas en el hospital
comenzaron con las bromas respecto de su "ritmo imparable" de dar
a luz, Betty no dudó un segundo en prometer con una firmeza furiosa:
"yo NO voy a tener otro hijo".
Recordando aquel momento de frustración, miedo y
enceguecimiento, Betty no puede sino compararse a una situación
desesperada. "Te sientes que estás en un elevador que de pronto se
atraca y, en la desesperación, buscas una salida. Y la única que te
señalan es una que tiene un gran letrero rojo que dice ‘aborto’", dice.
No se presentaban, entonces, muchas opciones, o por lo menos, así le
parecía a Betty en aquel estado de ánimo y sintiéndose sometida a la
presión de su entorno. Una presión enemiga de la vida que Betty y
Sarah ven repetirse con igual o mayor intensidad hoy no sólo
alrededor de las jóvenes solteras embarazadas sino incluso frente a
las madres que cometen el "pecado" cultural de señalar que les
gustaría tener una familia numerosa.
Además, la convencida decisión de Betty de hacerse un aborto no
sólo venía de la rabia frente a las burlas y al repetido apodo de
"coneja" que volvía a flotar en el ambiente en torno suyo. Se
remontaba también a una lúgubre promesa que se había hecho casi
diez años atrás, cuando tenía ocho meses y medio de embarazo de su
quinto hijo.
"Otra Navidad estaba transcurriendo conmigo en cinta, embarazada,
incapaz de trabajar fuera de casa", recuerda Betty. "Viviendo de un
salario reducido de pastor protestante, éramos incapaces de tener
medios para hacer frente a muchas cosas, y yo temía que Dios no
quisiera satisfacer nuestras necesidades. Fue entonces que hice la
promesa de que mis hijos nunca más volverían a verse privados o
frustrados a causa de mi embarazo", cuenta hoy.
La promesa, en principio, se refería a no salir nuevamente
embarazada. Pero con el nuevo embarazo, confundida y presionada,
decidió mantener la palabra de entonces, incluso al costo de abortar.
Así, un jueves, aprovechando el feriado del día de Acción de Gracias
que celebran en Estados Unidos a fines noviembre -paradójicamente,
para dar gracias a Dios por la abundancia y la fecundidad de la tierra
norteamericana-, el esposo de Betty explicó a sus hijos que mamá
tenía que ir a la clínica para una "pequeña intervención", y luego,
después de comer, condujo a Betty al hospital donde, con toda
naturalidad, realizaban un acto que era entonces ilegal. Casi sin darse
cuenta, Betty se descubrió a sí misma sola, de pie en la fría sala de
recibo de la clínica, con una pequeña y vetusta maleta que contenía
sus artículos personales.
Betty entró a la habitación que le asignaron, se puso el camisón de
hospital que trajeron las enfermeras y, con ansiedad, buscó tres
pequeñas cruces entre sus artículos personales, que luego pegó
firmemente en el camisón. "Las enfermeras me prometieron que
podría llevarlas puesta durante la cirugía y yo sentí que ya estaba
lista".
Betty recuerda que camino a la sala de cirugía, "alguien me contó
que dos mujeres habían dado marcha atrás y se habían ido a casa". El
testimonio de las "arrepentidas" tocó cuerdas dolorosas en el fondo
de su alma, y no ayudó en nada a tranquilizar su conciencia sobre la
decisión que estaba tomando…pero ella no estaba dispuesta a dar el
paso atrás. Aunque algo le decía por dentro que estaba mal lo que
hacía, que no se trataba "simplemente de eliminar un tejido" como le
repetían una y otra vez quienes la alentaban al aborto, Betty no
estaba dispuesta a cambiar de decisión respecto del destino de la
vida que estaba en camino en su vientre. Ella se lo había prometido a
sí misma y de alguna forma, se lo había prometido también a quienes
se burlaban de ella, a quienes la llamaban coneja... Y ella estaba
dispuesta a pagar el alto precio de "demostrar" que no era una
coneja, que era también una mujer "moderna".
Hace algunos años, hablando con el periodista de Life Advocate, Betty
quedó pensativa, al contar su historia, y reflexionó sobre el
significado que, de pronto, tenían para ella las tres cruces que adhirió
a su camisón. "Tres cruces, igual que en el Calvario", reflexionó.
"Otras dos mujeres rescataron a sus bebés diciendo ‘no’, y yo, pude
haber sido la tercera. ¡Ay! tal vez Dios estaba tratando de decirme
algo con aquellas cruces", decía en la entrevista, evidenciando el
dolor que aún le producía en la memoria aquel momento de
decisiones y oportunidades perdidas.
Pero Betty recuerda que en el momento en que se enteró de las dos
"acobardadas", como queriendo evitar nuevas deserciones o mayores
dudas entre sus pacientes -o habría que decir más bien clientes-, los
médicos y enfermeras del establecimiento se apuraron en hablar
insistentemente en jerga médica, de tal manera que el
acontecimiento del aborto, con su verdadero significado, quedara
silenciado por la sordina de lo leve.
Betty recuerda, en efecto, que los médicos hablaban de un "feto", de
un "tejido sin valor" que sólo podía ser considerado como "viable"
cuando cumpliera los cinco meses en el vientre. "Se referían a ello
como si se tratara nada más que de un ‘pedazo de carne’", recuerda
Betty. Y es que ella no había visto nunca ecografías, no se había
hecho registros de ultrasonido, en suma, no había contado con las
pruebas científicas que hoy evidencian la verdad: que un no-nacido es
un ser independiente desde el momento mismo de su concepción.
Pese a las explicaciones, la conciencia de Betty no se quedaba
tranquila con el cuento de que el aborto no era más que una cirugía
"cosmética", algo así como la extracción de una protuberancia
incómoda y fea. Pero Betty, igual, cruzó el umbral de la sala de
operaciones… y las puertas se cerraron detrás de ella para llevar a
cabo aquella decisión sin vuelta atrás.
Tras la operación, cuyas características han quedado como borrosas
en la memoria, Betty recuerda haber sostenido una extraña
conversación, que se produjo cuando se encontraba aún bajo los
efectos del sedante. "Ahora recuerdo, años después del nacimiento
de Sarah, la voz suave pero clara de una mujer que me habló, desde
la profunda oscuridad y el vacío del cuarto de recuperación,
momentos después del aborto", dice Betty.
Se trataba de una voz que quería ser cálida y cordial, de una mujer
que parecía buscar en la conversación un vehículo para hacer pasar
ese momento de extraña tristeza. "¿Tiene usted otros niños?"
preguntó la voz.
"Me acuerdo –continúa Betty- que le respondí con balbuceos, casi
incoherentemente, tratando de contarle a esa voz femenina sin
rostro, cuán maravillosos eran cada uno de mis cinco niños en casa".
No fue hasta mucho tiempo después que Betty, repitiéndose las
inolvidables palabras de aquella mujer, que sólo podía ser una
enfermera –las únicas autorizadas a ingresar a la sala de
recuperación- se quedó atónita. "las palabras ‘otros niños’ me
indicaron que ella y el doctor sabían que habían sacado a una criatura
fuera de mí". Betty, en el simple desliz de la enfermera de preguntar
por "otros niños", y no simplemente por "niños", comprendió el
abismo de diferencia que existía entre lo que había hecho -eliminar la
vida de un hijo- y lo que los médicos y enfermeras decían antes del
aborto, que se trataba simplemente de un "tejido" sin valor.

CASO 5: Gianna Jessen

Buscando a Gianna
"Hola, haz llamado a ‘Alive! Ministries’ (Apostolado ‘¡Con vida!’). Si
dejas tu número de teléfono al escuchar la señal, te devolveremos la
llamada tan pronto sea posible".
No es fácil comunicarse con Gianna Jessen. Los números de teléfono
disponibles, o conducen a una compañía de representantes o
directamente a la grabación de ‘Alive! Ministries’. La voz pausada,
leve, es la de Gianna.
Gianna se toma su tiempo para devolver las llamadas. Y es que, pese
a que la joven de rostro pálido y sonrisa rápida es alegre, bromista y
extrovertida con los suyos; es prudente y casi tímida con la gente de
la prensa.
Alguien alguna vez comentó que esta prudencia se debe tal vez a que
las secuelas de su palasia cerebral –que incluyen una nada leve
cojera- la hacen insegura; pero esa es una hipótesis difícil de admitir
para cualquiera que ha visto la seguridad y humor con los que esta
frágil mujercita sobreviviente de un aborto enfrenta auditorios de
todo tipo alrededor del mundo.
Más plausible parece ser la hipótesis de quienes sostienen que
Gianna debe filtrar sus llamadas porque, junto con las multitudinarias
muestras de admiración, también ha sabido atraer oscuros e
inimaginables odios de quienes defienden el aborto. Que esa sea la
razón por la cual no contesta directamente el teléfono es solo una
hipótesis, y no algo que Gianna diga de sí. Sin embargo, que hay
personas que tienen un encono contra ella no es una hipótesis. Es
una increíble realidad.
¿Cómo es posible que esta mujer con cara de niña y andar frágil, que
ha convertido su vida en un testimonio a favor de la vida, desde cómo
sobrevivió a un aborto, cómo perdonó a su madre biológica y cómo
comprende a las mujeres que abortan, pueda atraer el odio de alguna
gente? Difícil saberlo. Los teólogos dirían simplemente "mysterium
iniquitatis", el misterio de la iniquidad. Para un periodista,
simplemente no hay explicación.
Pero los insultos, las burlas, los gritos furiosos y hasta las amenazas
que ha enfrentado Gianna en su vida pública no son una invención. Ni
han abundado, ni han sido parte importante de su vida, es cierto,
pero están allí, concretos, con su misteriosa y oscura presencia.
Gianna no pretende llevar estos episodios de su vida de imparable
promotora de la vida, ni como cicatrices ni como condecoraciones...
pero si una máquina contestadora puede ahorrarle algunos
encuentros con ese mundo de mezquindad, a buena hora... Aunque
eso haya influido en que fueren necesarias seis semanas y más de 50
llamadas para ponerse en contacto con ella.
Una sobreviviente ante el Congreso
"Mi nombre es Gianna Jessen. Tengo 19 años de edad. Soy originaria
de California pero ahora vivo en la ciudad de Franklin, en Tennessee.
Soy adoptada y sufro de Palasia Cerebral".
Alguien dijo alguna vez que la escena que sirvió de marco para estas
palabras se prestaba para un remake contemporáneo de "Daniel ante
el Foso de los Leones". Una exageración, sin duda, pero no una
invención. La que hablaba era una Gianna Jessen que aparecía
demasiado pequeña, demasiado leve frente al micrófono que
amplificaba su voz -en la primavera de 1986- ante el Subcomité de
Constitución del Congreso más poderoso del mundo en la ciudad de
Washington D.C.
Pequeña, pero ni temblorosa ni insegura. Ya no era la Gianna que a
los 14 años acabó su presentación ante un Comité similar en
California temblando y al borde del llanto, en medio de las burlas
vociferantes de un contingente de abortistas, tal vez prometiéndose
no volver más a un estrado. Gianna sonaba ahora serena, firme y
hasta bromista, dispuesta a contar su increíble historia.
"Mi madre biológica tenía 17 años y 7 meses y medio de embarazo
cuando decidió abortarme por el proceso de inyección salina. Yo soy
la persona que ella abortó. Viví en vez de morir", siguió el testimonio
de Gianna ante el Congreso. ¿Cómo apretar una vida tan peculiar, tan
llena de sorprendentes giros, en una exposición de breves minutos?
Eso es lo que Gianna intentaba hacer en el corto tiempo que le había
concedido el Comité para que diera su testimonio. Un testimonio que,
si producía el efecto deseado en los congresistas, podía llevar a una
legislación que salvara la vida de cientos de miles de niños en los
vientres maternos.
"Mi madre estaba en la clínica y programaron el aborto a las 9 de la
manaña -siguió Gianna con su relato-. Afortunadamente para mí, el
abortista no estaba en la clínica al yo nacer a las 6 de la manaña del
6 de Abril de 1977. Me apresuré. Estoy segura que si él hubiera
estado allí, yo no estaría aquí hoy, ya que su trabajo es terminar la
vida, no sostenerla. Hay quien dice que soy un ‘aborto fracasado’, el
resultado de un trabajo mal hecho", dijo Gianna.
Una mujer confundida
Gianna, por razones de tiempo y de política, se veía obligada a
sintetizar al máximo su testimonio ante el congreso, pero si hubiera
podido contar todo con calma, hubiera relatado con todos sus detalles
su conmovedora y sorprendente historia. Y es que la historia de
Gianna, la historia de una vida con un final feliz, comienza con un
largo capítulo triste, sin el cual hoy sería imposible comprender su
vida y su propio compromiso a favor de la vida: la historia de Tina.
La vida de Tina, la madre biológica de Gianna, no sería hoy conocida
si no fuera por la tenacidad de Jessica Shaver, una reportera pro-vida
norteamericana que no quiso concluir la primera biografía de Gianna
-un inspirador libro titulado "Gianna: Abortada… y vivió para contarlo"
sin contar con todas las piezas del rompecabezas. Y para dar con la
madre biológica de Gianna –la pieza clave que Shaver no quiso dejar
de lado en su reconstrucción biográfica-, no dudó en contratar a un
veterano investigador privado para reconstruir pacientemente la
azarosa vida de la joven de 17 años que en abril de 1977, confundida
y aletargada, llegó a una ciudad de Los Angeles amenazadora e
iridiscente para hacerse un aborto que, de haber concluido como
estaba previsto -y como concluyen la inmensa mayoría de los
abortos- hoy nadie podría contar la historia de Gianna.
Tras un paciente trabajo, y cuando parecía que era imposible
encontrar la aguja llamada Tina en la inmensidad del pajar
norteamericano, en marzo de 1992, el investigador privado se
comunicó con Shaver para darle la buena noticia, a la que la
periodista casi había renunciado: había encontrado a Tina. Más aún,
no sólo la había hallado, sino que actualmente estaba casada,
recordaba todo lo acontecido aquel día del aborto y tras algunos
momentos de duda y confusión, había aceptado llamar a Shaver y
concertar una cita para aportar su propio lado, el lado faltante del
inicio de la historia de Gianna y de las "razones" por las que estuvo a
punto de perder la vida.
Pero la periodista sólo pudo escuchar la tremenda historia de Tina en
abril de 1993, cuando ésta llamó a Shaver para decirle, no sin temor,
que se sentía lista para contar su historia.
Ambas mujeres se encontraron en un restaurante de la popular
cadena Denny’s y en medio del provocativo olor de patatas fritas, la
oculta historia de Tina fue, poco a poco, saliendo a la luz

CASO 6: Bridget Hooker

Una casa en el campo de hongos


Para llegar a West Grove, una pequeña ciudad en el estado
norteamericano de Pennsylvania, hay que recorrer en coche propio o
en taxi –no hay transporte público– por la carretera estatal Número 1
que pasa por las afueras de Philadelphia rumbo al oeste.
A los pocos minutos, los perfiles de la abigarrada y otrora elegante
"Philie", la antigua capital norteamericana y cuna de la
independencia, ceden a la vista de una extensa y apacible llanura que
parecería tomada de una secuencia de "La Pequeña Casa en la
Pradera", la serie televisiva que en la década de los 70 popularizó a la
Familia Ingalls.
Allí, donde la carretera ondula en leves colinas, se encuentra la casa
donde vive Bridget Hooker sin nada a la vista que no sea un prado
donde crecen los famosos hongos de Pennsylvania, "los más sabrosos
hongos del mundo", dice Bridget en un español perfecto y casi sin
acento norteamericano.
Los verdes ojos saltones y la risa fácil de esta aventurera graduada
en lenguas extranjeras en la famosa Universidad de Stanford, que ha
recorrido el mundo como becaria en Argentina, luego como secretaria
de la embajada del Perú en la ex Unión Soviética y como funcionaria
de la embajada norteamericana en Moscú, hacen difícil creer que ha
sufrido tanto en la vida, incluso desde el vientre materno, cuando su
madre intentó acabar con su vida varias veces.
Y sin embargo, esa casa de la pradera rodeada de hongos, ha sido
testigo de las increíbles vicisitudes que Bridget y su familia han
sobrellevado; pero no con una simple resignación, sino como un
camino de misteriosa pedagogía que, al ser acogida, los ha
convertido en un matrimonio ejemplar, que está ayudando a muchos
otros a comprender el misterio de la vida humana y el verdadero
sentido redentor del sufrimiento… cuando éste se contempla a la luz
de la esperanza.
Una pelea por teléfono
A Bridget no se le había pasado nunca por la cabeza que la habían
intentado abortar cuando se encontraba en el vientre materno. Y
aunque de niña presentaba los temores y fobias comunes en los niños
que han sobrevivido a un aborto, jamás se le había ocurrido pensar
que éstos tenían como raíz su dramática llegada al mundo.
Quizás la entonces sobresaliente estudiante jamás se hubiera
enterado de que era una sobreviviente del aborto si no fuera por el
inesperado desenlace de una de las frecuentes –y brutales– peleas
telefónicas entre sus padres divorciados.
En una de aquellas incontables ocasiones, cuando Bridget tenía 18
años, su padre al otro lado de la línea decidió "demostrarle" cuán
"perversa" era su madre –en el tristemente clásico esquema de
divorciado de volver a los hijos contra el excónyuge– haciéndole una
revelación: "tu madre cometió un aborto, pese a que como católica,
sabía que era algo muy malo". El mensaje era claro: tu madre es mala
y es una "falsa" católica. El padre sabía que tocaba un punto sensible:
desde pequeña, Bridget siempre había mostrado una marcada
sensibilidad religiosa y una cercanía estrecha a la vida de la Iglesia en
la que había sido bautizada. Consciente de la importancia que el ser
católico tenía en la vida de Bridget, el comentario del enardecido
padre equivalía nada menos que a un torpedo en la línea de flotación
de la imagen materna.
Bridget estaba acostumbrada a la relación disfuncional entre sus
padres, que se habían divorciado cuando ella tenía ocho años, pero
que a pesar de la violenta separación, en vez de distanciarse e
ignorarse –como cualquiera esperaría– se seguían viendo y llamando
por teléfono con la excusa de coordinar detalles de los hijos, pero en
la mayoría de ocasiones para agredirse y pelear ásperamente.
"Fue un divorcio muy amargo y aún hoy, lamentablemente, mis
padres siguen siendo enemigos brutales, aunque no peleen como
antes", dice Bridget, que en 1999 cumplió 34 años.
Sin embargo, esa llamada por teléfono, que nuevamente la tenía a
ella en el medio de una batalla verbal, no era "más de lo mismo". La
información la dejó totalmente sorprendida y, por unos segundos,
totalmente muda.
"La revelación de mi padre me sorprendió mucho y después de una
pausa, le pregunté como si no hubiera entendido: ¿cómo?".
"Sí, es verdad", contestó su padre. "Tu mamá tuvo un aborto cuando
tenías 4 años. Pregúntale a ella".
Bridget no recuerda si colgó el teléfono o simplemente dejó el
auricular, pero recuerda que entre asustada y sorprendida, fue
corriendo donde se encontraba su madre, para preguntarle si es que
era cierto lo que el padre le había dicho.
Su madre abrió primero unos enormes ojos y luego, pasando
violentamente de la sorpresa al dolor, rompió en un llanto imparable
y le confesó que era verdad.
Hablando entrecortadamente, le confesó: "Cuando tú tenías algunos
años, tu papá me obligó a ir a tener un aborto en Nueva York, porque
vivíamos en Chicago y en Chicago en esa época el aborto era ilegal",
relató la madre, entre lágrimas.
También le contó, profundamente dolida, que había pensado que,
abortando, tal como le pedía el esposo, ella salvaría un matrimonio
que ya venía naufragando desde hacía algunos años, pese a un
auspicioso noviazgo que nunca habría hecho pronosticar el final.
Bridget se mostró comprensiva y acogedora –en última instancia, ya
no era una niña–, pero no podía dejar de pensar en el hecho de que
un aborto había puesto fin a la vida de un eventual hermanito o
hermanita menor.
"Yo siempre le digo a los jóvenes que mi mamá pensaba que con el
aborto lograría salvar un matrimonio que ya iba mal", dice Bridget,
recordando aquella conversación, "pero lo curioso es que ella siempre
me dice que después de ese aborto se dio cuenta que ya no había
ningún futuro para ellos y para su relación de esposos". Lo que
parecía una solución, terminó siendo, así, el puntillazo de muerte del
matrimonio.
Los recuerdos de Marlene, la madre de Bridget, del episodio de aquel
aborto eran terribles, y se reflejaron aquel día de la confesión a su
hija. Entre sollozos le contó cómo tenía aún en la memoria el
episodio. Estaba sola, asustada y aturdida, y sangraba tan
profusamente que la hemorragia consecuencia de la operación mal
realizada casi le cuesta la vida.
Marlene le relató también que, justo antes de subir al avión para ir a
Nueva York, donde le realizarían el aborto, llamó a su propio padre y
le dijo: "mi esposo me dice que tenga un aborto, ¿lo hago?". El
propósito de la llamada era evidente. Como una mujer inerme
arrastrado a un abismo, buscaba una rama psicológica, alguna
saliente afectiva de la cual asirse para no caer. Pero no la encontró.
Su propio padre le dijo: "bueno está bien, es algo fácil". Y Marlene
tomó el avión que la llevaría al callejón sin salida.
"Fue evidente para mí que ella no lo hubiera hecho de no ser por la
presión de mi papá y también comprendí que lo hizo pensado que la
iba a ayudar en su matrimonio, porque ese tipo de decisiones no eran
parte del carácter de mi madre", comenta hoy Bridget.
Ese mismo día –el día en que Marlene confesó el aborto a Bridget–,
madre e hija hablaron por mucho tiempo, en un tono cada vez más
calmado. Y fue allí cuando la madre decidió confesarle algo más, que
resultaría aún más sorprendente y chocante para Bridget, pues se
refería a ella directamente. "Mi madre me confesó que, cuando
estaba embarazada esperándome a mí, mi papá también estaba muy
enojado con su embarazo, y esa fue la primera vez en que la había
obligado a abortar". Marlene, después de algunos tímidos intentos,
cedió a la presión, y decidió someterse a un aborto para eliminar la
vida de Bridget cuando recién comenzaba en el vientre.
Un hombre solitario y celoso
Pero para comprender lo desconcertante de ese doloroso episodio,
Bridget dice que es necesario volver atrás, y conocer la historia de
sus padres.
El Padre de Bridget, Peter Hylak, –que hoy es un buen amigo de ella–
era un hombre de una vida disciplinada, dura y solitaria, que había
estudiado durante 6 años ingeniería química en su natal Chicago, con
excelentes calificaciones y un rendimiento sobresaliente. Era un
"alumno modelo", pero a la vez, el típico estudiante solitario e
introvertido.
Según relata Bridget, Peter posiblemente encontró en el estudio un
refugio frente a la realidad de una familia no unida, de padres
trabajadores y poco comunicativos, en el que incluso la madre estaba
siempre ausente, en el trabajo.
"Según mi padre –relata Bridget– cuando él llegaba de la escuela,
incluso de niño, no había nadie que estuviera en casa para recibirlo.
Él incluso tenía llave para entrar solo, hacerse o servirse su propia
comida y ocuparse de diversas cosas domésticas como si en realidad
viviera totalmente solo".
La familia materna de Bridget, en cambio, era diferente, casi podría
decirse que lo opuesto. En efecto, la abuela materna era una persona
sensible, amorosa y acogedora. Cuando Marlene conoció a Peter y
comenzó con él una relación de enamorados, la cálida familia de su
madre lo acogió plenamente en el seno familiar. "Mi padre alguna vez
me confesó que sintió que por primera vez en su vida tenía una
mamá al conocer a mi abuela", dice Bridget. "Hace algún tiempo me
dijo que, pensando retrospectivamente, él cree que tal vez se
enamoró más de la familia que de mi mamá, porque él tenía una vida
totalmente opuesta, muy solitaria, con mucho éxito en los estudios
pero sin amigos. Y eso de no tener amigos lo conserva incluso hoy",
explica.
Y este hombre solitario que se sentía feliz al descubrirse por primera
vez acogido en el seno de una familia, se embarcó entusiasmado en
el matrimonio, y con un entusiasmo aún mayor, acogió el nacimiento
de su primer hijo.
Sin embargo, una suerte de patología inesperada, alguna mezquindad
oculta, afloró casi inmediatamente: la alegría se transformó en
irritación y el entusiasmo en malhumor, en la medida en que Peter
veía que la atención y el tiempo de su esposa se dividían para
atender al recién nacido. "Creo que se puso celoso de mi hermano
recién nacido, aunque no sé exactamente qué pasó", dice Bridget,
que siempre reflexiona extensamente sobre las dificultades que
enfrenta la mujer durante el embarazo y tras el parto; y sobre lo
importante que es que el esposo, en vez de encerrarse en sí mismo,
contemple esta compleja dinámica y aporte a resolverla con
generosidad.
"Hoy –dice Bridget– mi esposo me da mucho apoyo con mis hijos, y el
apoyo de un esposo durante el embarazo y después del parto es algo
fundamental, porque se trata de un momento ciertamente hermoso,
pero cargado de muchas cosas nuevas y de muchas dificultades",
agrega.
"Los nueve meses de embarazo, especialmente la primera vez,
cuando ves que tu cuerpo tiene tantos cambios, me han llevado a
decir de broma que si yo pudiera prestarle mi embarazo a otra
persona y esperar los 9 meses hasta que viniera el bebé, lo haría con
gusto", dice Bridget con una sonrisa, comentando así el período que
le tocó atravesar a su madre y que probablemente Peter no fue capaz
de comprender en aquel momento.
LA ETICA Y EL ABORTO

En este trabajo mi objetivo es justificar la elección, para una mujer,


de recurrir a un aborto voluntario, con base en razones morales. En
primer lugar explico brevemente el significado de "razones morales",
enseguida expreso una formulación ética y termino refiriéndome a los
derechos humanos de las mujeres producto del movimiento feminista.

- LA ÉTICA

Referirse a las razones morales significa analizar una acción desde la


perspectiva de la ética práctica, la reflexión filosófica sobre la
moralidad vigente. Estas razones fundamentales se determinan con
base en los valores o intereses personales que se prefieran. La
reflexión filosófica analiza la legitimidad de la decisión moral,
enmarcada en un sistema de creencias y jerarquías axiológicas. El
principio básico que subyace a la razón práctica es que la persona
posee el derecho de determinación sobre sus decisiones morales,
derecho que la constituye como persona.

El análisis filosófico legitima o no la decisión moral en cuestión. Los


pasos de tal legitimación son los siguientes: el primero es la
consideración de los aspectos del lenguaje de la formulación de la
decisión, para lograr mayor neutralidad en el uso de los conceptos y
evitar caer en discusiones meramente semánticas.

Consideremos dos posibles formulaciones de una decisión moral de


abortar. "Mujer que interrumpe un embarazo no deseado" vs. "madre
que asesina a su hijo no nacido". La discusión semántica sería, por
ejemplo, argumentar si el hecho en cuestión se trata de dar muerte,
cometer un asesinato o someterse a una interrupción voluntaria de
embarazo. En términos de mayor neutralidad afirmamos que el
aborto voluntario significa la interrupción artificial de un embarazo no
deseado, por razones morales. El segundo paso es considerar la
validez de las razones morales con base en la reflexión de la razón
práctica. Las razones morales que legitimen el aborto voluntario en
los embarazos no deseados pueden ser:

1. por ser el embarazo producto de una violación


2. por fallas en el uso de anticonceptivos
3. por conocimiento verificado de malformaciones irreversibles del
producto
4. por incapacidad moral y psicológica de la mujer para enfrentar un
embarazo no deseado

En todos los casos la razón fundante es el punto 4. Por razón moral


queremos indicar que se asume una incapacidad humana de
enfrentar un evento para el cual no se está preparada moral y
psicológicamente. Moral, porque se es incapaz de conferir el valor
que corresponde al producto del embarazo como ser humano, y
psicológicamente, por la incapacidad de enfrentar el sufrimiento
concomitante a un nacimiento no deseado.

Los seres humanos somos seres constitutivamente morales, es decir,


libres y dignos. Libres porque poseemos la capacidad de elegir
nuestra conducta con base en razones; para el caso que nos ocupa,
razones de la 1 a la 4. Dignos, porque elegimos con base en valores
que confieren sentido a nuestra existencia. Nuestra dignidad se
construye con base en las decisiones morales valiosas. Nadie nos da
ni nos quita dignidad más que nosotras mismas. Esto se encierra en
la expresión de Sócrates: "Nadie daña a la persona de bien". Lo único
que nos daña o nos confiere dignidad son nuestras propias acciones
libremente asumidas.

Siguiendo con el análisis filosófico, es necesario considerar la


expresión "producto del embarazo". El producto de un embarazo
humano es obviamente un ser humano, genéticamente tal a partir de
la concepción, como puede ya comprobarse empíricamente. En este
momento del análisis conviene formular la cuestión: ¿es moralmente
válido para una mujer eliminar a un ser humano en un embarazo no
deseado, con base en su incapacidad moral y psicológica de enfrentar
tal embarazo?

En el caso de contestar negativamente, se cree que tal decisión sólo


puede ser legitimada por la autoridad religiosa o civil de su
comunidad. Si se acepta fundante esta última razón, no se considera
que una mujer sea persona con la capacidad y el derecho de tomar
decisiones morales sobre su cuerpo y el producto de éste, todo lo que
le confiere su posición de ser humano moral, libre y digno, es decir,
de ser persona que elige su existencia con base en sus valores y
creencias y que está dispuesta a aceptar la responsabilidad de tales
decisiones.

- LA EXCLUSIÓN FEMENINA

Si a una mujer se le priva de su derecho de separar su sexualidad de


la procreación, es una esclava de sus maternidades. Tal como el caso
de las esclavas africanas de las plantaciones sureñas
estadounidenses y las indígenas mexicanas en el tiempo de la
conquista española. Su cuerpo no le pertenece, y si no somos dueñas
de nuestro cuerpo ¿de qué somos dueñas?

Dado que su cuerpo no le pertenece, por tanto el himen de las hijas


es el capital simbólico de la familia patriarcal. El padre "entrega" o
vende a las hijas cuando le conviene económicamente el intercambio.
Una vez unida a ese hombre, él pasa a ser el dueño del cuerpo de la
mujer (Bourdieu, 2000).

- LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES

La maternidad voluntaria confiere a las mujeres el derecho a la


sexualidad, los deseos, el erotismo y el placer. La tesis básica de esta
comunicación es la siguiente:
Las mujeres tienen el derecho, como personas, de disponer
libremente y sin coacción de su propio cuerpo y de su afectividad, de
acuerdo con una previsión inteligente e informada de las
consecuencias de su acción.

Indudablemente que la conciencia moral puede equivocarse. Es por


ello importante educar moralmente a las personas, para no caer en lo
que Jean Paúl Sartre llama "la mala fe", es decir, culpar a otras(os) de
las propias decisiones morales.

Las razones válidas, como apuntamos arriba, se fundamentan en la


propia jerarquía de valores asumida conscientemente, además de que
la persona se responsabiliza de las consecuencias de la propia
decisión moral.

En nuestro país, las causales aceptadas para llevar a cabo un aborto


voluntario varían de acuerdo con el código legal de los estados. Unos
más estrictos que otros.

Las feministas hemos luchado desde los años 70 para liberalizar la


reglamentación del aborto; hemos tenido avances y a veces
retrocesos, de acuerdo con los partidos políticos dominantes.
Sabemos que el dilema ético que aquí se enfrenta es respecto de la
ética institucional y la ética personal. También sabemos que todas las
madres somos madres solteras, estemos casadas o no. Nosotras nos
hacemos cargo de la infancia en el presente estado de cosas. En vista
de ello, nos toca a nosotras tomar la decisión de continuar o terminar
un embarazo no deseado.

La legalización del aborto en México significa que el Estado asume su


responsabilidad de atender las necesidades de la población con base
en el reconocimiento de los derechos humanos; en el caso a
discusión, los derechos humanos de las mujeres, básicamente la
posesión de su cuerpo.

Se argumentan posiciones religiosas y metafísicas en contra de


conceder tal derecho, por ejemplo, que el producto es un ser humano
o que el alma adviene al cuerpo del producto en un determinado
momento. Por ejemplo, Santo Tomás aceptaba el aborto en los
primeros meses, dado que tenía la creencia de que el alma humana
no se originaba con el cuerpo. Los creacionistas, por el contrario,
pensaban que desde la creación del ser humano éste ya posee alma.

Yo pienso, como dije al principio, que la legalización del aborto


deseado con base en las razones aducidas es el iceberg de la
exclusión femenina. Se trata no tanto de garantizar que todo
embarazo, deseado o no, llegue a su término, sino más bien de
asumir el control del placer erótico femenino, porque creo, como
Lezek Kolakowski, que "el que controla tu placer te controla a ti". Y
ésta es la forma básica de control para el cuerpo femenino: unir
irremediablemente el placer erótico femenino a la procreación.

Este artículo tiene por objetivo introducir y someter a discusión un


aspecto generalmente omitido por completo en los debates más o
menos ilustrados acerca de la penalización o despenalización del
aborto, situación que llamó poderosamente nuestra atención, ya que
se trata de un argumento que, sin lugar a dudas, está presente en el
imaginario social y en las apreciaciones de sentido común más
inmediatas y evidentes, al menos dentro de los países en vías de
desarrollo, acosados por el flagelo de la pobreza y la exclusión social.
Sin embargo, no es común recurrir a él en los debates académicos o
jurídicos.

El argumento al que apelaré puede haber sido desatendido por dichos


sectores en la medida en que no se funda en una cuestión de
“principios”, sino que adquiere su peso a partir de la constatación de
una realidad fáctica, cada vez más cercana y abrumadora. De allí que
el “paradigma ético” al que apelaremos, en la medida en que puede
proporcionarnos una justificación filosófica de la importancia de tomar
en cuenta seriamente este argumento, será aquel que propone el
filósofo y especialista en temas bioéticos Peter Singer.

Este adopta una posición fundada en el utilitarismo o


consecuencialismo y la aplica al conflicto entre dos tipos de valores
que a menudo aparecen como irreconciliables: el valor de la vida,
defendido de modo incondicional por la tradición judeo-cristiana, y el
valor de la calidad de vida, entendida como la permanente búsqueda
de bienestar y alejamiento del dolor, que de ningún modo se agota en
la mera satisfacción de necesidades biológicas o en la conservación
de signos vitales.

Los defensores de la “santidad de la vida humana” adoptarán una


postura deontológica según la cual la vida, que se extiende desde el
momento de la concepción hasta el de la muerte natural, es un bien
en sí mismo y como tal merece nuestro absoluto e incondicional
respeto, lo cual implica que ningún otro ser humano, bajo ninguna
circunstancia, tiene derecho a ponerle fin intencionadamente, o a
impedir su actualización (en el caso de se considere al feto humano
como una persona en sentido “potencial” y no actual). De allí que
desde esta postura no se admitan en ningún caso prácticas abortivas
ni eutanásicas.

Los partidarios de tomar en consideración de modo esencial la


variable “calidad de vida”, en cambio, adoptarán una posición
consecuencialista, según la cual el valor de una decisión moral debe
estar dado por las consecuencias que acarrea a las personas
directamente implicadas, en términos de beneficios -incrementar el
placer- y perjuicios -evitar el dolor-. En consecuencia, se inclinarán
por una posición situacionista, en virtud de la cual sería razonable
atender a las particularidades de cada caso en lugar de proporcionar
recetas universalmente válidas para ser utilizadas indistintamente en
cualquier situación.

Aplicada a la cuestión relativa a las decisiones acerca de la vida y


la muerte, esta posición parte del reconocimiento explícito de que la
vara con la cual juzgamos el valor de cada vida humana varía en
función de diversos criterios, y que un criterio legítimamente ético al
que debemos apelar (y de hecho apelamos) es nuestra consideración
acerca de la calidad de vida (o lo que comúnmente entendemos por
“vida digna”).

Ahora bien, nos resulta un tanto llamativo el hecho de que tanto los
defensores del aborto, quienes por lo general apelan a argumentos
consecuencialistas, como sus detractores, quienes suelen sostener en
la mayor parte de los casos posiciones deontologistas, dan por
supuesta la existencia de un conflicto de intereses básico entre la
madre y el feto, en virtud del cual siempre el beneficio de uno acarrea
el perjuicio del otro, y a la inversa. De este modo, ambas posiciones
suelen coincidir en que la prohibición del aborto acarrea un beneficio
para el feto, pero un perjuicio para la madre; mientras que su
permisión implica un beneficio para la madre y un perjuicio para el
feto.

Entre los perjuicios ocasionados a la madre suelen mencionarse el


hecho de coartar su libertad de elección al obligarla a asumir una
responsabilidad no deseada y eventualmente poner en peligro su
integridad física, sus posibilidades laborales o de desarrollo personal,
etc. dependiendo de cual sea el caso o la clase social de que se trate.
En cuanto al feto, se entiende que se le concede un beneficio cuando
se le otorga el derecho de acceder a la vida, y un perjuicio cuando se
le coarta dicho derecho. Es en este punto en el que quiero
detenerme.

Es sabido que las normas que nos autoimpartimos se fundan a su vez


en valores, de allí que nuestra consideración universal del derecho a
la vida en tanto norma fundamental se funde sin duda en nuestra
elevada estimación de la vida, a la que percibimos también como un
valor supremo. Sin embargo, una cosa es considerar a la vida como
un derecho inalienable, derecho que nadie puede tener la atribución
de violar; y otra cosa es valorar universalmente la vida como un bien
en sí mismo, es decir, como algo que vale la pena en todos los casos,
puesto que siempre acarrea un beneficio a su portador, cualquiera
sea la circunstancia o las condiciones en las que viva. Mientras que
desde el punto de vista normativo resulta completamente lícito y
razonable (tanto en el terreno jurídico como en el ético) respetar y
proteger el derecho a la vida de cualquier ser humano, es un hecho
que en el plano de nuestras valoraciones no consideramos a toda vida
como igualmente “buena”, en el sentido de digna de ser vivida.

A modo de ejemplo, podríamos traer a colación el reciente y resonado


caso de Terri Schiavo, como tantos otros de su tipo. La decisión de
privar de agua y alimentos a dicha mujer con el fin de acabar
deliberadamente con su existencia estaría violando el mandato
universal según el cual debemos respetar incondicionalmente la vida
de cualquier ser humano inocente, pero dicha trasgresión adquiere su
fundamento en nuestra valoración de la vida de Terri como carente
de sentido, en la medida en que la joven es, en apariencia, incapaz de
experimentar estado consciente alguno, con lo cual su acceso al
cúmulo de experiencias específicamente humanas, tales como la
posibilidad de sentir placer o dolor, de tener un proyecto de vida, etc.
le estaría vedado. Y aun cuando de hecho experimentara algún tipo
de sensación, esto probablemente no nos impediría seguir juzgando
su vida como indigna de ser vivida.

Este ejemplo nos permite ilustrar la circunstancia de que sólo


entendemos por “vidas dignas” aquellas capaces de satisfacer un
gran cúmulo de necesidades, que van desde los instintos de
supervivencia más elementales, hasta factores psicoafectivos
complejos. La excesiva complejidad y especificidad del aparato
psíquico humano nos lleva a no contentarnos con la mera
conservación biológica de la vida como meta final. Nuestra verdadera
meta es el “buen vivir”, entendiendo por tal la búsqueda del placer y
la evitación del dolor, o, dicho en términos más humanos, la
búsqueda de la felicidad. ¿Hay alguna persona a la que no le interese
ser feliz, o al menos vivir dignamente?
De allí que, mientras la mayoría de las posiciones éticas estarán de
acuerdo con la validez universal del derecho a la vida, son pocas las
concepciones (entre las que podemos citar la tradición eclesiástica y
la filosofía kantiana, ambas defensoras de posiciones deontologistas)
que consideran además la vida como un deber, es decir, que
contemplan el vivir como una obligación moral, cuyo no cumplimiento
debe ser objeto de condena (Aunque suene paradójico, durante la
edad media el suicidio estaba prohibido y era castigado con la pena
de muerte. Incluso en la Argentina el Código Penal contempla una
sanción para el intento fallido de suicidio).

La relativa aceptación de prácticas como el suicidio y la eutanasia son


formas de legitimar la creencia de que, si bien todos tenemos
derecho a vivir, nadie tiene el deber de hacerlo si considera que su
vida bajo las condiciones actuales no es digna de ser vivida, o bien si
tenemos razones de mucho peso para aplicar dicha consideración a
seres humanos incapaces de ejercer su propia autonomía.

Ahora bien, dado que el criterio de la calidad de vida sólo puede ser
aplicado a la valoración o evaluación de vidas efectivamente
existentes, pues en apariencia sólo nos es lícito emitir juicios con
algún grado de corrección acerca de lo que es o existe y no acerca de
lo que aun no existe, la pregunta que pretendo formular aquí es la
siguiente ¿es lícito tomar decisiones fundadas en el criterio de una
posible calidad de vida futura, aplicadas a los fetos en tanto
individuos potencialmente existentes?

En los hechos, los únicos casos en los que se aplica efectivamente tal
criterio son aquellos en los que se detecta algún tipo de malformación
genética o problema en el embarazo que permite predecir de modo
casi determinístico una discapacidad grave que impedirá al niño
llevar una vida normal, pero en tal caso la predicción suele no dejar
lugar a dudas, de modo tal que la evaluación de la futura calidad de
vida de ese niño puede ser en cierto modo equiparada con la
evaluación de la calidad de vida de un sujeto existente que padezca
la misma enfermedad. Lo que pretendo aquí es evaluar si en alguna
medida sería legítimo aplicar esta consideración, fundada en
predicciones acerca de la posible calidad de vida futura del feto,
cuando la misma no se basa en cuestiones genéticas sino
ambientales.

En otras palabras, teniendo en cuenta el contexto social en el que


vivimos, signado por la marginalidad y la pobreza extrema, con todos
los flagelos que suelen acompañarla (desnutrición explotación
infantil, violencia familiar, excesiva negligencia y falta de contención
paterna, adicciones, delincuencia, etc.), la inquietud es si cabe
plantearse seriamente la legitimidad ética de la interrupción de
embarazos teniendo en la mira el “beneficio” o mejor dicho, el intento
de evitar un perjuicio mayor al hijo por nacer. Me resulta
enormemente llamativo que el grueso de los argumentos abortistas
(al menos los que están circulando mayoritariamente en la
actualidad, sobre todo a través de los medios) insista siempre en el
beneficio que el aborto acarrearía a la madre, mientras que la
cuestión de “proteger” al niño de futuras condiciones de vida indignas
por lo general no es usada como argumento, cuando no me cabe la
menor duda de que dichas consideraciones están “en la cabeza” de la
mayoría de la gente. Este hecho me obliga a pensar si mi alegato es
efectivamente sostenible desde el punto de vista filosófico. En
principio, advierto que contiene dos tipos de problemas, los cuales
pueden ser formulados mediante las siguientes preguntas:

1. ¿Es lícito suponer que estamos “beneficiando” a alguien


-lo que en este caso debe entenderse en el sentido de
“evitándole un mal mayor”- al impedirle su acceso a la
existencia, siendo que quien no accede a la posesión de una
vida no puede literalmente ni beneficiarse ni perjudicarse,
pues simplemente no existe?

Dicho de otro modo, no es posible afirmar que el no vivir nos


beneficia en el sentido de incrementar nuestro placer o bienestar,
puesto que quien no está vivo nada puede sentir. Pero tal vez sí sea
posible afirmar que el no vivir evitaría el sufrimiento o dolor de una
persona, de modo tal que podemos valorar su no existencia, lo que
implica ausencia total de sensaciones y estados conscientes, como
un mal menor si se la compara con una posible existencia miserable.

Tales comparaciones axiológicas entre vida indigna y ausencia de


vida parecen ser más claras y plausibles en el caso del suicidio o la
eutanasia. Si bien el argumento de que una persona “va a estar mejor
muerta” entraña cierta falacia, puesto que quien no está vivo no
puede estar ni bien ni mal (en buenas cuentas lo que se está
confrontando no son dos estados físicos y anímicos diferentes, sino
un estado existencial determinado con la ausencia de estado alguno)
en los casos de suicidio o eutanasia estamos comparando una
existencia real y efectiva, que deja pocas o ninguna duda acerca de
sus características, con una situación proyectada en la que
desaparecerá la vivencia presente de ese sufrimiento.

Aplicado al aborto, en cambio, lo que se está comparando es la no-


vida del niño (en caso de evitarla interrumpiendo el embarazo) no con
una situación existente sino con la suposición virtual de que su vida
futura sería para él peor que la no existencia. Y esto nos remite al
problema siguiente:

1. ¿Es fácticamente posible –por un lado- y éticamente lícito –


por el otro-, predecir de un modo cuasi-determinístico las
condiciones de vida futuras de ciertos niños en función del
contexto social en el cual se insertarán? ¿Semejante
predicción podría oficiar de condición necesaria y suficiente
para tomar una decisión tan drástica como la de interrumpir
una vida?

Tal vez estas objeciones sean en el fondo insalvables, de allí que


probablemente sean muy pocos los que se atrevan desde el terreno
filosófico-jurídico a poner abiertamente de manifiesto tales
cuestiones, pese a que sin duda muchos pensemos en ellas.

Peter Singer es un ferviente defensor del criterio de la calidad de


vida, y reflexionó profundamente sobre estos temas desde una
perspectiva filosófica, pero ni siquiera él abordó dicha noción aplicada
al pronóstico de las futuras condiciones ambientales de un niño por
nacer. Sólo tuvo en cuenta la predicción de enfermedades fatales
basada en estudios genéticos, evaluación fundada, por lo tanto, en
parámetros exclusivamente médicos. Es probable que esto en parte
obedezca al contexto social de pertenencia de dicho pensador, quien
al estar inserto en un entorno de "primer mundo", no asocia
primariamente la calidad de vida a factores socio-económicos, de
escasa gravitación en su país, sino a problemas de salud. Pero es
posible también que haya advertido la imposibilidad de principio de
juzgar de antemano, sin margen de error, la posible calidad de vida
futura de un niño sobre la base de las condiciones presentes en su
entorno inmediato.

Otra objeción evidente que debe sumarse a las anteriores, y que


torna tan polémicas mis afirmaciones, es la de que nuestro deber
moral es procurar cambiar el mundo a fin de modificar las indignas
condiciones de vida de millones de niños, en lugar impedir su
nacimiento. Por otra parte, mis argumentos son perfectamente
razonables si se orientan a fomentar la anticoncepción, la
planificación familiar y la procreación responsable, pero ¿es posible
valerse de los mismos para justificar algunos casos de aborto?

Si bien reconozco que mi planteo parece no sostenerse desde el


punto de vista filosófico, al hacer agua en muchos aspectos, cabe
recordar que al reflexionar sobre estas cuestiones no nos situamos en
el plano de la mera especulación teórica, sino en el de la apremiante
necesidad de intervenir en el terreno de la práctica, tomando las
decisiones “menos peores posibles” en el marco de situaciones reales
intrínsecamente problemáticas que en ningún caso admiten
soluciones ideales o carentes de desventajas y conflictos. Allí reside
justamente la naturaleza de la Bioética, con el extenso e interminable
debate que promueve: si nos resulta tan difícil y engorroso tomar
decisiones en estos terrenos es porque sabemos de antemano que
nos enfrentamos ante situaciones límites en las cuales no hay ni
habrá nunca una “solución ideal”, que acarree todos los beneficios y
ningún perjuicio para todos los actores involucrados en el asunto.
Una de las principales tensiones que gravitan en torno de estas
decisiones, y que aparece claramente manifiesta en el caso del
problema que estamos abordando, es la que se produce entre el “ser”
y el “deber ser”, es decir, entre aquello que consideramos correcto y
apropiado en sí mismo, y los datos de la realidad que por lo general
se presentan como abrumadoramente distantes de nuestro ideal de
mundo. En el marco de este “tironeo”, la ética propuesta por Peter
Singer, y la defendida en términos generales por la mayoría de los
partidarios de la despenalización del aborto (al menos en ciertos
casos) supone que quien se empeña en sostener incondicionalmente
determinados preceptos ignorando por completo los datos de la
realidad, padece de una especie de ceguera o necedad moral, puesto
que la defensa de dichos preceptos conduce en última instancia a la
toma de decisiones prácticas que ocasionan muchos más perjuicios
que beneficios a la mayoría de los sujetos involucrados.

Las réplicas pro-abortistas cargaron todas las tintas en los perjuicios e


inconvenientes que acarrea a la mujer un embarazo no deseado ni
planificado. Sin entrar en detalles sobre estos aspectos, cabe señalar
que sus posturas, de fuerte raigambre "feminista", no carecen de
justificativo, ya que adquieren su sustento en la condición
históricamente desfavorable de la mujer, pero aun así siguen siendo
argumentos fundados en motivaciones egoístas, ya que anteponen el
valor de la libertad de elección de la madre (teniendo como mira el
beneficio que esta libertad puede reportarle) al valor de la vida del
feto, cuyo beneficio o perjuicio pasa a segundo plano o no es
directamente tomado en cuenta.

La diferencia entre estos alegatos y el que yo propongo reside en que


en este último la decisión de abortar se fundaría, siguiendo el mismo
criterio que inspira a las prácticas eutanásicas, en motivaciones
altruistas, y, por lo tanto, éticas, ya que lo que se tendría en la mira
es el beneficio del futuro niño más que el beneficio de la madre o la
comunidad. Este argumento no se centra entonces ni en los intereses
de los padres y las familias, ni en los intereses planetarios de frenar la
explosión demográfica, ni en los intereses del Estado de evitar el
crecimiento de la población marginal a fin de reducir los gastos en
políticas sociales, sino que procura centrarse exclusivamente en los
intereses del feto por nacer.

Si esta afirmación suena paradójica y hasta irónica; abramos los ojos


a la realidad, práctica que se nos impone en mayor o menor medida,
dado que dicha realidad nos afecta hoy en día directa o
indirectamente a todos. Pensemos en el hipotético caso de un
Juancito cualquiera. Nace en condiciones sépticas y precarias, hijo de
una niña violada por su padre borracho y golpeador. Padece
desnutrición y enfermedades infecciosas, producto del hacinamiento,
falta de higiene y abandono. Sufre castigos físicos, se ve obligado a
escapar, termina viviendo en la calle donde conoce las adicciones y la
delincuencia, alterna reformatorios donde sigue aprendiendo de
maltrato y corrupción, y así hasta que muere a corta edad víctima de
un tiroteo con la policía, del hambre, del frío o de cualquier otra causa
por el estilo. Luego de conocer su historia ¿no es una actitud natural y
lógica preguntarnos qué sentido tuvo la vida de ese niño? ¿No surge
espontáneamente el pensamiento de que se le hubiera hecho un
favor al impedir que naciera? La descripción parece un golpe bajo,
pero ¿tenemos idea de cuantos Juancitos hay actualmente en el
mundo?¿Tenemos idea de cuántos niños en el mundo son vendidos
como esclavos, obligados a prostituirse o a realizar trabajos forzados,
cuántos son víctimas del SIDA, cuántos son refugiados de guerra?

Insisto en que no estoy queriendo decir que el aborto sea la solución


a estos problemas, es evidente que nuestra labor es reclamar hasta el
cansancio el respeto por los derechos del niño, pero siendo francos
¿qué perspectivas existen a corto plazo de solucionar los gravísimos
problemas sociales responsables de esta infancia completamente
desprotegida, generación que en el futuro estará a cargo de regir los
destinos de la humanidad? Resulta paradójico que, mientras en
aquellos países capaces de garantizar un futuro digno a las nuevas
generaciones en razón de su elevado nivel socio-económico la
natalidad se haya reducido a niveles extremos; en los países más
pobres el número de nacimientos sigue aumentando en proporciones
desmesuradas, y dicha explosión demográfica afecta justamente a los
sectores más postergados de la sociedad.

Por otra parte, este artículo está inspirado también en la necesidad


de ampliar cualitativamente la noción de “calidad de vida” propuesta
por Singer, a fin de analizar sus múltiples alcances, de modo tal que
la misma no quede reducida, o bien a cuestiones de salud (aspecto en
el que insiste primordialmente el autor), o bien a la mera satisfacción
de necesidades materiales básicas. Lo que se defendió aquí es que un
acercamiento humano y directo a la realidad de quienes sufren, en
lugar de las frías estadísticas, nos revela que “no sólo de pan vive el
hombre”. Por el contrario, la constitución de una personalidad
psicoafectivamente sana, equilibrada y feliz, requiere de la
confluencia de una enorme suma de factores.

A menudo se trivializa el problema suponiendo que con evitar la


desnutrición infantil garantizando la alimentación básica estamos
salvando el futuro de los niños, y nos olvidamos de las múltiples y
complejas necesidades psicológicas y emocionales de seres tan
desvalidos e incompletos: necesidad de afecto y contención paterna,
de cuidados específicos para preservar su salud, de un ambiente libre
de violencia física y simbólica, del resguardo de su inocencia
mediante el no sometimiento a situaciones que su mente infantil no
está en condiciones de “digerir”, de educación, de recreación, de no
tener que asumir responsabilidades laborales adultas, de no
discriminación ni marginación social, etc. La Declaración Universal de
los Derechos del Niño constituye una expresión aproximada de los
múltiples factores que cabe tomar en consideración a fín de
garantizar la estabilidad emocional del niño, esencial para poder
hablar de una calidad de vida digna en el marco del carácter
extremadamente evolucionado y complejo de la especie humana.

- ARGUMENTOS A FAVOR Y EN CONTRA DEL ABORTO

Hay muchos argumentos que se han difundido insistentemente,


especialmente en aquellos países donde, con cualquier motivo,
intentan buscar la legalización del aborto o ampliarlo allí donde ya se
ha legalizado alguna de sus formas.

Es inhumano no legalizar el "aborto terapéutico" que debería


realizarse cuando el embarazo pone a la mujer en peligro de
muerte o de un mal grave y permanente

La Verdad: En este caso el término "terapéutico" es utilizado con el


fin de confundir. "terapia" significa curar y en este caso el aborto no
cura nada. Actualmente, la ciencia médica garantiza que
prácticamente no hay circunstancias en la cual se deba optar ente la
vida de la madre o la del hijo. Ese conflicto pertenece a la historia de
la obstetricia. Ya en 1951, el Congreso de Cirujanos del American
College dijo que "todo el que hace un aborto terapéutico o ignora los
métodos modernos para tratar las complicaciones de un embarazo o
no quiere tomarse el tiempo para usarlos" . El temido caso de los
embarazos "ectópicos" o que progresan fuera del útero materno
están siendo manejados médicamente cada vez con mayor facilidad.
por otro lado, el código de ética médica señala que en el caso de
complicaciones en el embarazo deben hacerse los esfuerzos
proporcionados para salvar a madre e hijo y nunca tener como salida
la muerte premeditada de uno de ellos.

Es brutal e inhumano permitir que una mujer tenga el hijo


producto de una violación, por ello, para estos casos, debería
legalizarse el aborto llamado "sentimental".

La Verdad: En primer lugar los embarazos que siguen a una


violación son extremadamente raros. En Estados Unidos, por ejemplo,
la violación es un serio problema, aproximadamente 78,000 casos
fueron reportados en el año 1982. Esta cifra es más importante si se
tiene en cuenta, que del 40% al 80% de las violaciones no se
denuncian.

En estos casos los embarazos son extraordinariamente raros, por


varias causas. Por ejemplo, las disfunciones sexuales en los
violadores, cuya tasa es extremadamente alta. En tres estudios se ha
constatado que el 39, el 48 y el 54% de las mujeres víctimas del
ataque no habían quedado expuestas al esperma durante la violación.

En otro estudio se comprobó que el 51% de los violadores


experimentaron disfunciones que no les permitieron terminar el acto
sexual. Otra causa por la que son extremadamente raros los
embarazos por violación: la total o temporal infertilidad de la víctima.
La víctima puede ser naturalmente estéril; puede ser muy joven o
muy vieja, puede estar ya embarazada o puede haber otras razones
naturales.
El 43% de las víctimas se encontraba en estas categorías. La víctima
puede estar tomando anticonceptivos, tener un DIU o ligadura de
trompas, el 20% se situaba en esta categoría. Así, sólo una minoría de
las víctimas tienen un potencial de fertilidad.Además de la infertilidad
natural, algunas víctimas están protegidas del embarazo por lo que se
ha llamado stress de infertilidad; una forma de infertilidad temporal
como reacción al stress extremo.
El ciclo menstrual, controlado por hormonas, es fácilmente
distorsionado por un stress emocional y puede actuar demorando la
ovulación; o si la mujer ya ha ovulado la menstruación puede ocurrir
prematuramente.Un estudio determinó que se registraron solamente
el 0.6% de embarazos en 2190 víctimas de violación.

En una serie de 3,500 casos de violación en 10 años en el Hospital


San Pablo de Minneapolis, no hubo un solo caso de embarazos puede
ocurrir.Procurar una legislación en base a una excepción en vez de
una regla es totalmente irracional desde el punto de vista jurídico. Es
obvio que el espantoso crimen de la violación es utilizado para
sensibilizar al público en favor del aborto, al presentar al fruto
inocente de una posible concepción brutal como un agresor. Es claro
que la mujer ha sufrido una primera espantosa agresión, la de la
violación. Presentar el aborto como una "solución" es decir que un
veneno hay que combatirlo aplicando otro.
El aborto no va a quitar ningún dolor físico o psicológico producido en
una violación. Al contrario, le va a agregar las complicaciones físicas y
psíquicas que ya el aborto tiene de por sí.Por otro lado, el fruto de
este acto violento es un niño inocente, que no carga para nada con la
brutal decisión de su padre genético. Por otro lado, los legisladores
más expertos señalan que legalizar el aborto "sentimental" es abrirle
la puerta a serias complicaciones jurídicas: prácticamente cualquier
unión, incluso consensual, podría ser presentada como contraria a la
voluntad de la mujer y, por tanto, una violación. Finalmente, el
argumento más importante, es que el aborto por violación no es
siquiera aceptado por sus verdaderas víctimas, las mujeres violadas.
Pueden leerse estos duros pero reveladores testimonios.

El aborto debe ser legal porque todo niño debe ser deseado.

La verdad: Este es un argumento absurdo. El "deseo" o "no deseo"


no afecta en nada la dignidad y el valor intrínseco de una persona. El
niño no es una "cosa" sobre cuyo valor puede decidir otro de acuerdo
a su estado de ánimo. Por otro lado, el que una mujer no esté
contenta con su embarazo durante los primeros meses no indica que
esta misma mujer no vaya a amar a su bebé una vez nacido.
Se ha podido comprobar que en los países donde el aborto está
legalizado, se incrementa la violencia de los padres sobre los niños,
especialmente la de la madre sobre sus hijos aun cuando sean
planificados y esperados. La respuesta a esto es que cuando la mujer
violenta su naturaleza y aborta, aumenta su potencialidad de
violencia y contagia ésta a la sociedad, la cual se va haciendo
insensible al amor, al dolor y a la ternura.

El aborto debe ser legal porque la mujer tiene derecho a


decidir sobre su propio cuerpo.

La verdad: Pero no cuando el sentido común y la ciencia moderna


reconocen que en un embarazo hay dos vidas y dos cuerpos. Mujer,
según definición de diccionario, es un "ser humano femenino". Dado
que el sexo se determina cromosómicamente en la concepción, y más
o menos la mitad de los que son abortados son "seres humanos
femeninos"; obviamente NO TODA MUJER TIENE DERECHO A
CONTROLAR SU PROPIO CUERPO.

Con la legalización del aborto se terminarían los abortos


clandestinos.

La verdad: Las estadísticas en los países "desarrollados" demuestran


que esto no es así. Por el contrario, la legalización del aborto lo
convierte en un método que parece moralmente aceptable y por
tanto, como una opción posible que no es igualmente considerada allí
donde no es legal.

Pero dado que la gran mayoría de abortos no son por un motivo


"sentimental", "terapéutico" o "eugenésico", sino por un embarazo
considerado "vergonzoso", no es extraño que la mujer -especialmente
si es adolescente o joven- busque igualmente métodos abortivos
clandestinos por la sencilla razón de que una ley, aunque quite la
pena legal, no quita la verguenza y el deseo de ocultamiento. Por otro
lado, esta mentira se basa en el mito según el cual los abortos legales
son más "seguros" que los clandestinos. Un ejemplo: Una
investigación realizada en 1978 en Estados Unidos arrojó que sólo en
las clínicas de Illinois, se habían producido 12 muertes por abortos
legales.

El aborto debe ser legal porque la mujer tiene derecho sobre


su propio cuerpo.

La Verdad: ¿Tiene una persona derecho a decidir sobre su propio


cuerpo? Sí, pero hasta cierto punto. ¿Puede alguien eliminar a un
vecino ruidoso sólo porque molesta a sus oídos? Obviamente no. Es
igual en el caso del aborto. La mujer estaría decidiendo no sobre su
propio cuerpo, sino sobre el de un ser que no es ella, aunque esté
temporalmente dentro de ella.
El aborto es una operación tan sencilla como extraerse una
muela o las amígdalas. Casi no tiene efectos colaterales.

La Verdad: Las cifras desmienten esta afirmación. Después de un


aborto legal, aumenta la esterilidad en un 10%, los abortos
espontáneos también en un 10%, y los problemas emocionales suben
del 9 al 59%. Además, hay complicaciones si los embarazos son
consecutivos y la mujer tiene el factor RH negativo. Los embarazos
extra-uterinos aumentan de un 0.5% a un 3.5%, y los partos
prematuros de un 5% a un 15%. También pueden darse perforación
del útero, coágulos sanguíneos en los pulmones, infección, y hepatitis
producida por las transfusiones, que podría ser fatal.

Además, cada vez más investigaciones tienden a confirmar una


importante tesis médica: que la interrupción violenta del proceso de
gestación mediante el aborto afecta las células de las mamas,
haciéndolas sensiblemente más propensas al cáncer. Algunos
partidarios del aborto incluso han llegado a plantear que el aborto es
menos peligroso que un parto.

Esta afirmación es falsa: el aborto, especialmente en los últimos


meses del embarazo, es notablemente más peligroso. En los países
ricos mueren dos veces más mujeres por aborto legal que por
disfunciones del parto. Por otro lado, algunas mujeres tienen
problemas emocionales y psicológicos inmediatamente después del
aborto, otras los tienen muchos años después: se trata del Síndrome
Post Aborto.

Las mujeres que lo padecen niegan y reprimen cualquier sentimiento


negativo por un periodo promedio de al menos cinco años. Después
surgen una variedad de síntomas, desde sudoraciones y palpitaciones
hasta anorexia, alucinaciones y pesadillas. Los síntomas son
sorprendentemente similares a los del Síndrome de tensión post
traumático que sufrieron algunos veteranos, 10 años o más después
de haber combatido en una guerra.

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