Está en la página 1de 7

Hermanas y hermanos este día se me ha pedido hablar sobre el tema “Cómo honrar el día

de reposo y la Santa Cena”, para lo cual centraré la mayor parte del discurso en la lección
del capítulo 21 del manual las enseñanzas de los los presidentes de la iglesia
correspondiente al presidente Brigham Young que lleva el mismo título.

Antes de comenzar quiero agradecer al obispado esta oportunidad de aprender y


compartir el conocimiento del evangelio, porque mi percepción personal es que aquel que
discursa es el que más aprende. Pido a mi padre celestial revelación para poder utilizar
palabras que nutran nuestro espíritu, que ayuden a comprender el significado del día de
reposo y las bendiciones de participar en la santa cena.

En Mateo 7: 14 se dice “ Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la


vida, y pocos son los que la hallan”, y esta escritura me hace reflexionar en el número tan
grande de personas en que el día de reposo es otro día más de la semana,, para otros la
oportunidad de dormir muchas horas más o buscar diversión mundana. También el pensar
en los pocos hermanos que realizan un ayuno dispuestos a buscar la compañía del Espíritu
Santo y ayudar con un ofrenda generosa a los más necesitados..

¿Como enseño el presidente Brigham Young la relevancia del día de


reposo?

Un día después de haber llegado al Valle del Lago Salado, el presidente Brigham Young
habló brevemente al campamento pionero con respecto a la observancia del día de
reposo. Siendo que tenían que cultivar un desierto, sembrar cosechas y realizar otras
importantes tareas de la época, él “informó a los hermanos… que no debían trabajar los
domingos, que si lo hacían habían de perder cinco veces más de lo que conseguirían con
ello, y que no debían cazar ni pescar en ese día”. Les señaló que “se llevaría a cabo una
reunión cada domingo en este lugar o dondequiera que nos detuviéramos” (WWJ, 25 de
julio, 1847). El presidente Young exhortaba continuamente a los santos a guardar el día de
reposo “en memoria de nuestro Dios y de nuestra santa religión” (DBY, 165).

El presidente Young exhortaba continuamente a los santos a guardar el día de reposo “en
memoria de nuestro Dios y de nuestra santa religión” (DBY, 165).

En DyC 59: 9: 16 se nos enseña las bendiciones del día de reposo.

9 Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de
oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo;
10 porque, en verdad, este es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y
rendir tus devociones al Altísimo;
11 sin embargo, tus votos se ofrecerán en rectitud todos los días y a todo tiempo;
12 pero recuerda que en este, el día del Señor, ofrecerás tus ofrendas y tus sacramentos al
Altísimo, confesando tus pecados a tus hermanos, y ante el Señor.
13 Y en este día no harás ninguna otra cosa sino preparar tus alimentos con sencillez de
corazón, a fin de que tus ayunos sean perfectos, o en otras palabras, que tu gozo sea
cabal.
14 De cierto, esto es ayunar y orar, o en otras palabras, regocijarse y orar.
15 Y si hacéis estas cosas con acción de gracias, con corazones y semblantes alegres, no
con mucha risa, porque esto es pecado, sino con corazones felices y semblantes alegres,
16 de cierto os digo, que si hacéis esto, la abundancia de la tierra será vuestra, las bestias
del campo y las aves del cielo, y lo que trepa a los árboles y anda sobre la tierra.

Estás escrituras las interpretó el presidente Brigham Young como bendiciones:

Cuando se reúnan para adorar, todas las personas deben dejar atrás sus preocupaciones
mundanales; entonces su mente estará en condición de adorar al Señor, dirigirse a Él en el
nombre de Jesús y obtener Su Santo Espíritu a fin de que puedan comprender las cosas
como son en la eternidad y cómo apreciar las providencias de nuestro Dios. Éste es
momento para despejar la mente de modo que puedan percibir las cosas invisibles de
Dios que Él revela por medio de Su Espíritu (DBY, 167).

Toda persona debe permanecer en silencio cuando nos reunimos aquí para adorar a Dios.
Recuérdenlo y traten de mantenerse callados y no murmuren, no hablen ni restrieguen los
pies (DBY, 167–168).

Cuando a los fines de reunirnos para adorar a nuestro Dios abandonamos nuestros
sembrados, puedo asegurarles que nuestras cosechas serán mucho mejores que si
fuésemos a pasar todo nuestro tiempo en nuestros campos. Podemos irrigar y sembrar y
afanarnos, pero nunca debemos olvidar que es Dios quien da el crecimiento, y cuando nos
congregamos juntos nuestra salud y nuestros espíritus serán mejores, luciremos mejor y
las cosas de este mundo aumentarán a nuestro derredor, y sabremos cómo disfrutarlas
más (DBY, 167).

Debemos observar [el día de reposo] por nuestro propio bien temporal y nuestro
bienestar espiritual. Cuando vemos a un agricultor que se apresura a cuidar su cosecha,
recoger el heno, construir cercos o recoger su ganado en el día de reposo, personalmente,
yo considero que es un hombre débil en cuanto a su fe. Él ha perdido, en mayor o menor
grado, el espíritu de su religión. Para trabajar, seis días son suficientes [véase Éxodo 20:9–
11], y si queremos jugar, juguemos dentro de esos seis días; si deseamos salir en una
excursión, tomemos uno de esos seis días, pero en el séptimo día, vayamos al lugar de
adoración (DBY, 165).

En vez de permitir que nuestras labores ocupen el día de reposo, …debemos trabajar lo
menos posible; si es necesario que cocinemos una comida, hagámoslo; pero si aun esto
pudiésemos evitar, sería mucho mejor.
Bajo el nuevo convenio, no debemos olvidarnos de conservar sagrado un día de la
semana para el descanso, en conmemoración del descanso del Señor y el descanso de los
santos; asimismo, para nuestra conveniencia temporal, porque ha sido instituido para el
expreso propósito de beneficiar al hombre. En este libro (la Biblia) se ha escrito que el día
de reposo fue hecho por causa del hombre. Es una bendición para él. En ese día debe
trabajarse lo menos posible; debe apartarse como un día de reposo, para congregarnos en
el lugar indicado de acuerdo con la revelación [véase D. y C. 59:10–12], para confesar
nuestros pecados, traer nuestros diezmos y ofrendas, y presentarnos ante el Señor (DBY,
164).

No olvidemos, hermanos míos, que aquellos que se van a patinar, a andar en coche o
salen en excursiones en el día de reposo, y hay muchos que practican estas cosas, son
débiles en su fe. En forma gradual, poco a poco y paso a paso, el espíritu de su religión va
desagotándose de su corazón y de sus afectos y, con el tiempo, empiezan a encontrar
defectos en otros, en las doctrinas de la Iglesia, en su organización, y terminan por
abandonar el Reino de Dios y se destrozan a sí mismos. En verdad quiero que no se
olviden de esto y que se lo digan a sus vecinos (DBY, 165).

No importa que seamos pobres o ricos, si nos despreocupamos de nuestras oraciones y de


nuestras reuniones sacramentales, descuidaremos el Espíritu del Señor y nos acometerá
un espíritu de tinieblas (DBY, 170).

Tenemos la necesidad de congregarnos aquí todos los días de reposo y, en reuniones de


barrio, …enseñar, hablar, orar, cantar y exhortar. ¿Para qué? Para continuar recordando a
nuestro Dios y nuestra sagrada religión. ¿Es necesaria esta costumbre? Sí, porque somos
tan propensos a olvidar, tan expuestos a extraviarnos, que es menester que el Evangelio
se nos repita una, dos o tres veces por semana, no sea que nos volvamos a las cosas del
mundo (DBY, 165).

El Señor nos ha dotado de un atributo divino; y ese inmortal espíritu divino requiere que
se le alimente. ¿Es el alimento material la respuesta para ello? No; sólo conservará con
vida este cuerpo mientras el espíritu permanezca en él, lo cual nos brinda la oportunidad
para hacer el bien. Ese atributo divino que poseemos necesita el alimento de la Fuente de
donde provino. No es de la tierra, terrenal, sino del cielo. Los principios de vida eterna, de
Dios y de santidad son los únicos que alimentarán la aptitud inmortal del hombre y le
otorgarán verdadera satisfacción (DBY, 165).

Es una insensatez venir a este Tabernáculo para adorar y cumplir con la voluntad de Dios
un solo día por semana y acceder a nuestras propias inclinaciones y hacer lo que nos
plazca en todo otro momento; de nada aprovecha y es una burla en cuanto a servir a Dios.
Debemos hacer la voluntad de Dios y dedicar todo nuestro tiempo a la realización de Sus
propósitos, ya sea en este Tabernáculo o en cualquier otro lado (DBY, 166).
Debemos dedicar los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábados a la gloria de Dios
tanto como los domingos, o fracasaremos en lograr nuestro objetivo [véase D. y C. 59:11]
(DBY, 166).
El primer domingo de cada mes nuestro día de reposo se convierte además en día de
ayuno.

El día de ayuno se ha instituido para ayudar a los necesitados y fortalecer


los testimonios.

En lla actualidad es el primer domingo] es nuestro día de ayuno. ¿Cuántos de ustedes aquí
presentes conocen el origen de esta fecha? Antes de que se pagaran los diezmos, a los
pobres se les ayudaba con donaciones. Acudían a José, en Kirtland, para pedirle ayuda y él
dijo que debería haber un día de ayuno, el cual se estableció entonces. Debía observarse
una vez al mes, como se hace ahora, y todo lo que normalmente se consumía ese día, ya
sea harina, carne, mantequilla o fruta, o cualquier otra cosa, había de llevarse a la reunión
de ayuno y ponerse en manos de una persona elegida para el propósito de cuidarlo y
distribuirlo entre los pobres (DBY, 169).
En nuestras reuniones de ayuno, los santos se congregan para expresar sus sentimientos y
fortalecerse mutuamente en cuanto a su fe en el sagrado Evangelio (DBY, 169).
¿No reciben acaso ustedes mucho del espíritu de la inteligencia, del espíritu del
conocimiento y de la influencia consoladora del Espíritu Santo al ver que hay personas que
se ponen de pie y testifican en cuanto a las cosas de Dios que ellas conocen y de lo que
han experimentado por sí mismas? ¿No les hace reconocer eso la bondad del Señor al
revelarles las verdades del Evangelio? ¿No les fortalece eso la fe, aumentándoles la
confianza y el testimonio de que son hijos de Dios? Por supuesto que sí.
Por lo tanto, cuando alguien testifica en cuanto a las cosas de Dios, fortalece a sus
hermanos, precisamente como sucedía en la antigüedad cuando observaban el consejo de
“comunicaos a menudo los unos con los otros”, “fortalece a tus hermanos”, etc. (DBY,
170).

El ayuno además permite ayudar a los más necesitados.

Pero además de fortalecernos mediante testimonio el ayuno tiene como objetivo el poder
ayudar a los necesitados ya que él desea bendecir a Sus hijos espiritual y temporalmente;
Cuando socorremos a alguien, el Salvador lo considera como si lo hubiéramos socorrido a
Él.

El presidente Henry B. Eyring, consejero de la primera presidencia. En sus mensaje


titulado “¿No es [éste] más bien el ayuno que yo escogí?” Describe de manera muy
bonita lo que ocurrirá cuando tengamos una entrevista muy especial.
Imaginemos el día de nuestro regreso con el, para no no decir nuestra muerte y poner
triste a algunos de nuestros hermanos. El concluir nuestra vida en este mundo significará
una entrevista con el El Señor.

Jesucristo describió esa entrevista futura a Sus discípulos, y ella delinea lo que anhelamos
con todo el corazón que nos suceda a nosotros, lo podemos ver en Mateo 25: 35-45.

“Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad
el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui
forastero, y me recogisteis;
“estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis
a mí.
“Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te
sustentamos?, ¿o sediento y te dimos de beber?
“¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos?, ¿o desnudo y te cubrimos?
“¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?
“Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de
éstos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.

Por lo tanto, el Señor nos ha dado algo que cada uno de nosotros puede hacer. Es un
mandamiento tan sencillo que hasta un niño puede entenderlo; es un mandamiento con
una promesa maravillosa tanto para quienes están necesitados como para nosotros.
Se trata de la ley del ayuno. Las palabras en el libro de Isaías son la descripción que el
Señor hace del mandamiento y la bendición que está al alcance de los que pertenecemos
a Su Iglesia:
“¿No es más bien el ayuno que yo escogí: desatar las ligaduras de la maldad, soltar las
cargas de opresión, y dejar libres a los quebrantados y romper todo yugo?
“¿No consiste en que compartas tu pan con el hambriento y a los pobres errantes alojes
en tu casa; en que cuando veas al desnudo, lo cubras y no te escondas del que es tu propia
carne?
“Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se manifestará pronto; e irá tu rectitud
delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.
“Entonces invocarás, y te responderá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitas de
en medio de ti el yugo, el señalar con el dedo y el hablar vanidad;
“y si extiendes tu alma al hambriento y sacias al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu
luz, y tu oscuridad será como el mediodía;
“y Jehová te guiará siempre, y en las sequías saciará tu alma y dará vigor a tus huesos; y
serás como huerto de riego y como manantial cuyas aguas nunca faltan”.
De modo que, el Señor nos ha dado un mandamiento sencillo con una promesa
maravillosa. Actualmente, en la Iglesia se nos ofrece la oportunidad de ayunar una vez al
lmes y dar una ofrenda de ayuno generosa por medio del obispo o el presidente de rama
para el beneficio del pobre y del necesitado. Algunas ofrendas se emplearán para ayudar a
quienes los rodean, incluso tal vez a algún miembro de su familia. Los siervos del Señor
orarán y ayunarán para recibir revelación a fin de saber a quién ayudar y qué tipo de
ayuda ofrecer. Lo que no se precise para ayudar a las personas en su unidad local se
pondrá a disposición para bendecir a otros miembros de la Iglesia alrededor del mundo
que tengan necesidades.

Al participar de la Santa Cena, recordamos al Salvador y renovamos


nuestros convenios con nuestro Padre Celestial.

Les digo, hermanos y hermanas, en el nombre del Señor, que es nuestro deber, y así lo
requiere nuestro Padre Celestial mediante el espíritu de nuestra religión y por nuestros
convenios con Dios y con unos y otros, observar las ordenanzas de la casa del Señor, y
especialmente en el día de reposo participar de la Santa Cena del Señor. Y entonces asistir
a las reuniones del barrio y de los quórumes (DBY, 171).
En la ordenanza [de la Santa Cena] prestamos atención… demostramos a nuestro Padre
que recordamos a Jesucristo, nuestro Hermano Mayor; le testificamos que estamos
dispuestos a tomar sobre nosotros Su nombre. Cuando estamos haciéndolo, quiero que
esté aquí nuestra mente tanto como lo está nuestro cuerpo. Cuando asista a estas
reuniones, quiero que el hombre esté presente por completo (DBY, 171).
Quisiera exhortar a mis hermanos y hermanas a recibir esta ordenanza todos los días de
reposo cuando se reúnan… Les ruego, mis hermanos y hermanas, que observen
cabalmente esta ordenanza y procuren de todo corazón que el Señor les conceda las
bendiciones prometidas a quienes la obedecen. Enseñen a sus hijos esta observancia;
incúlquenles su importancia. Esta observancia es tan necesaria para nuestra salvación
como cualquier otra ordenanza y mandamiento que se han instituido para que toda
persona pueda ser santificada, para que Jesús pueda bendecirla y concederle Su espíritu y
guiarla y dirigirla con objeto de que pueda lograr la vida eterna. Inculquen en la mente de
sus hijos el carácter sagrado de esta importante ordenanza (DBY, 171–172).
Nosotros [participamos de la Santa Cena] en memoria de la muerte de nuestro Salvador;
es algo que se requiere de Sus discípulos hasta cuando Él regrese, no importa cuándo haya
de suceder esto. No importa cuántas generaciones vengan y se vayan, se requiere que los
que creen en Él coman el pan y beban el vino [o, en la actualidad, el agua] en memoria de
Su muerte y Sus sufrimientos hasta que Él vuelva otra vez. ¿Por qué se nos requiere esto?
Para dar testimonio al Padre, a Jesús y a Sus ángeles de que creemos en Él y queremos
seguirle en nuestro renacimiento, guardar Sus mandamientos, edificar Su reino, honrar Su
nombre y servirle con devoción, con el fin de que seamos dignos de comer y beber con Él
en el reino de Su Padre. Es por eso que los Santos de los Últimos Días participamos en la
ordenanza de la Cena del Señor (DBY, 172).
¿En qué consiste el beneficio que obtenemos de esta ordenanza? Consiste en obedecer
los mandamientos del Señor. Cuando obedecemos los mandamientos de nuestro Padre
Celestial, si tenemos un entendimiento correcto de las ordenanzas de la Casa de Dios,
recibimos todas las promesas que acompañan a esa obediencia de Sus mandamientos
(DBY, 172).
Una de las mayores bendiciones que podemos disfrutar es presentarnos ante el Señor, Sus
ángeles y unos y otros para testificar que recordamos que el Señor Jesucristo murió por
nosotros. Esto le demuestra a nuestro Padre que recordamos nuestros convenios, que
amamos Su Evangelio, que nos agrada cumplir Sus mandamientos y que en la tierra
honramos el nombre del Señor Jesucristo (DBY, 172).

También podría gustarte