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Un tratamiento menos
No es la primera vez que la gonorrea esquiva a los fármacos. En los años cuarenta se trató
con sulfonamidas, en los años setenta con penicilinas y tetraciclinas, y en 2007, con
fluoroquinolonas. Pero la gonorrea termina por hacerse inmune a los tratamientos. Las
cefalosporinas son ahora mismo el único antibiótico recomendado para el tratamiento de
esta enfermedad. “Sin embargo, la sensibilidad a las cefalosporinas orales está
disminuyendo, y la eficacia de estos fármacos está amenazada”, concluye el estudio.
Julio Vázquez, investigador experto en microbiología del Instituto Carlos III tiene la clave
de por qué la gonorrea se vuelve resistente: “El gonococo es una bacteria muy promiscua,
es decir, intercambia mucho material genético con otras bacterias de su especie y
entorno. Los cambios son al azar, pero solo se estabilizan en su ADN aquellos que son una
ventaja evolutiva para las bacterias”. Eso explica por qué la sífilis se trata desde siempre
con penicilina y la gonorrea se escapa cada pocos años a su tratamiento. El gonococo es
una población de bacterias “claramente sexual” remacha Vázquez.
Cada año se estima que hay más de 700.000 casos de gonorrea en todo el mundo, es una
de las infecciones sexuales más comunes. En países como Australia, Francia, Noruega,
Suecia y Reino Unido no solo repunta el número de enfermos, sino los casos de
resistencia. Lola Bou, de la Asociación Española de Dermatología y Venereología, explica
que la pérdida de miedo ante el sida está haciendo que la gente se desproteja, por lo que
aumenta el número de enfermedades de transmisión sexual y no solo la gonorrea. Para
esta especialista, además de la protección son importantes dos factores más: “Hacer
seguimiento a los enfermos para asegurar la curación y que no solo sea una fase
asintomática y evitar automedicarse, fuente de la mayoría de las resistencias”.
Cada año se estima que hay más de 700.000 casos de gonorrea en todo el mundo
Lola Bou explica que las enfermedades venéreas están aumentando también en España.
Por ejemplo, en Barcelona reapareció con fuerza en 2011 el linfogramulona venéreo, una
infección que llevaba más de 20 años sin afectar a nadie en nuestro país. La sífilis creció un
16% durante 2010. La gonorrea se diagnostica por sus síntomas: secreciones, dolor al
orinar y en las gónadas o el bajo abdomen. A veces aparece sin síntomas, por lo que es
más difícil de diagnosticar. Entre sus consecuencias más feroces están la infertilidad y la
creación de otras infecciones como conjuntivitis o uretritis.