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Pobreza

 y  exclusión  social     Biblioteca  Virtual   Mauricio  Rojas  


Índice

Pobreza: concepto, historia y causas

I. Concepto

Los tres significados básicos del concepto de pobreza

La pobreza como falta de desarrollo humano

La pobreza absoluta

La pobreza relativa

La pobreza relativa como desigualdad

La pobreza como privación

II. Historia

La pobreza en las sociedades preindustriales

Progreso y surgimiento de la pobreza como problema

Redescubrimiento de la pobreza

III. Causas

Causas de la pobreza en las sociedades avanzadas

Enfoques que acentúan la dislocación estructural

Enfoques que enfatizan el dualismo estructural

Enfoques que enfatizan la exclusión institucional

Exclusión social: conceptos, realidades y mitos

Introducción

La atracción de un concepto ambiguo

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Historia del concepto: de Lenoir a Blair

Definiciones de la exclusión social

Midiendo la exclusión social: el fantasma escurridizo

La exclusión social profunda

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Pobreza: concepto, historia y

causas

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I. Concepto 1

Los tres significados básicos del concepto de pobreza

El concepto de pobreza, tal como el fenómeno que describe, posee una antigüedad
respetable. Su etimología nos lleva a la palabra latina paupertas, que remite
originalmente a la condición de pauperos que significa, literalmente, parir o
engendrar poco y se aplicaba al ganado y, por derivación, a la tierra pobre, es decir,
infértil o de poco rendimiento.2 De esta acepción de pobreza como falta de
potencialidad o capacidad de producir deriva un concepto distinto que apunta a la
carencia misma de una serie de bienes y servicios básicos. Este es el origen del
concepto de pobreza absoluta. También surgió tempranamente el concepto de
pobreza como contraposición al de riqueza, donde el sentido de cada uno de estos
términos se define por la relación misma entre ellos. De allí proviene el concepto de
pobreza relativa.

La pobreza como falta de desarrollo humano

El enfoque más moderno y en boga sobre la pobreza, es decir, aquel que lleva el sello
del premio nobel Amartya Sen3 se inspira en la acepción primigenia de pobreza como
falta de capacidad de producir o de realizar su potencial productivo. En este enfoque
el énfasis está puesto no tanto en el resultado (ser pobre en el sentido de no disponer
de ingresos o bienes suficientes) sino en el ser pobre como imposibilidad de alcanzar
un mínimo aceptable de realización vital por verse privado de las capacidades,
posibilidades y derechos básicos para hacerlo. Esta forma de ver la pobreza se inspira,
como Sen mismo lo destaca, en la filosofía aristotélica que define la “buena vida”
como aquella en que se han realizado o florecido todas las capacidades encerradas en
la naturaleza de los seres humanos (que según Aristóteles pueden ser muy diversas,

                                                                                                                         
1Los textos que se leerán a continuación han formado parte de las contribuciones del autor a
Wikipedia (“Pobreza” y “Exclusión social”).
2 Sus raíces son paucus (poco) y parire (engendrar).
3Véanse, por ejemplo, Sen, Amartya (1992). “Sobre conceptos y medidas de pobreza”, Comercio
Exterior 42:4 y Sen, Amartya (2003). “Capacidad y bienestar”, en M. C. Nussbaum y A. Sen, La
calidad de vida. México: FCE.

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como aquella que lleva a algunos a ser señores y a otros a ser esclavos). Esta
concepción es parte de la ontología o doctrina del ser de Aristóteles donde las cosas
tienen una naturaleza que determina y fija las finalidades o plenitud de su desarrollo.
Así, en La política nos dice que “la naturaleza de una cosa es precisamente su fin, y lo
que es cada uno de los seres cuando ha alcanzado su completo desenvolvimiento se
dice que es su propia naturaleza”. El pleno florecimiento humano requiere, según
Aristóteles, de la ciudad, como conjunto organizado y autosuficiente de hombres que
han realizado sus diversas naturalezas y las ponen al servicio unos de otros.

Este concepto de pobreza, actualizado por Amartya Sen y despojado de sus rasgos
incompatibles con una sociedad basada en la igualdad básica de los seres humanos,
podría ser definido como pobreza de desarrollo humano. Este es el enfoque que ha
sido instrumentalizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), estableciendo una serie de criterios de satisfacción de necesidades básicas –
esperanza de vida, logros educacionales e ingreso, que son la base del así llamado
Índice de Desarrollo Humano (IDH)– que formarían la base de recursos y
habilidades que permiten el “desarrollo humano, definido como el proceso de
ampliación de las opciones de las personas y mejora de las capacidades humanas (la
diversidad de cosas que las personas pueden hacer o ser en la vida) y las libertades”.4
A partir de ello el PNUD ha elaborado un Índice de Pobreza Humana (IPH) que se
describe de la siguiente manera: “En lugar de utilizar los ingresos para medir la
pobreza, el IPH mide las dimensiones más básicas en que se manifiestan las
privaciones: una vida corta, falta de educación básica y falta de acceso a los recursos
públicos y privados.”5 El problema de este intento de instrumentalizar el enfoque de
Sen radica en la reducción de sus elementos determinantes a algunas variables –
como la expectativa de vida, la escolarización o el ingreso disponible– que si bien son
relativamente fáciles de medir dejan fuera del análisis del desarrollo a otros
componentes esenciales del mismo como ser la libertad individual o los derechos
democráticos. Se reduce así la perspectiva de la pobreza de una manera que el mismo
Sen ha considerado inaceptable:

                                                                                                                         
4PNUD (2010). Orígenes del enfoque de Desarrollo Humano. Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo.
5 PNUD (2010), Índices de desarrollo humano, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

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“La pobreza económica no es la única que empobrece la vida humana. Para
identificar a los pobres debemos tener en cuenta, por ejemplo, la privación de
los ciudadanos de regímenes autoritarios, desde Sudán a Corea del Norte, a
los que se niegan la libertad política y los derechos civiles.”6

Esto muestra la dificultad de instrumentalizar satisfactoriamente el amplio enfoque


de Sen y puede llevar a absurdos como llegar a considerar que quienes viven bajo
regímenes fuertemente autoritarios o simplemente totalitarios gozan de mayor
“desarrollo humano” que quienes viven en sociedades que respetan los derechos y las
libertades humanas. Así, según el informe de 2009 del PNUD Kuwait permitiría a su
población un desarrollo humano más alto que por ejemplo Portugal o la República
Checa, y Cuba se ubica a este respecto en mejor posición que Costa Rica o Rumania.7

La pobreza absoluta

A esta forma previa de ver la pobreza, centrada en las capacidades para realizar las
propias potencialidades, se opone otra definición igualmente antigua, aquella que ve
la pobreza y la condición de pobre (pauper) como un estado de privación o falta de
recursos para poder adquirir una “canasta de bienes y servicios” necesaria para vivir
una vida mínimamente saludable. Este enfoque fue sistematizado a comienzos del
siglo XX por el británico Seebohm Rowntree en Poverty: A Study of Town Life
(1901), un estudio pionero sobre la pobreza que se transformaría en el punto de
partida y referencia de futuros estudios sobre el tema. La razón de ello es doble. Por
una parte, este estudio se basa en una amplia investigación empírica realizada en
York, la ciudad natal de Rowntree, que abarcó nada menos que 11.560 familias, lo que
equivalía a unas dos terceras partes de todas las familias de York. La segunda razón
es que para llevar adelante su investigación Rowntree elaboró una serie de conceptos
y métodos de medición que pasarían a formar instrumentos centrales en
prácticamente todos los estudios posteriores sobre el tema. Entre estos instrumentos
se destaca la elaboración de una “línea de pobreza”, que no sólo incluía la
alimentación sino además el acceso a la vivienda, a prendas de vestir adecuadas y
otros ítems absolutamente necesarios para mantener lo que Rowntree llamó “un
                                                                                                                         
6 Sen, Amartya. “Las distintas caras de la pobreza”, El País, 30 de agosto de 2000.
7PNUD (2010), Estadísticas del Informe de Desarrollo Humano. Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo.

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funcionamiento puramente físico”. Esto le permitió definir dos tipos de pobreza, la
“pobreza primaria” y la “pobreza secundaria”. En pobreza primaria vivían aquellas
“familias cuyo ingreso total no era suficiente para obtener el mínimo necesario para
mantener un funcionamiento puramente físico”.8 En pobreza secundaria vivían las
familias que podían alcanzar ese mínimo pero no disponían de excedentes.

Estamos aquí frente a lo que habitualmente se denomina pobreza absoluta y es aún


hoy la medida globalmente más usada para determinar la extensión de la pobreza, tal
como lo muestran los cómputos realizados por el Banco Mundial en base a una “línea
internacional de pobreza”. Esta línea fue tradicionalmente fijada en 2 dólares
estadounidenses de 1985 per cápita, en paridad de poder adquisitivo, para definir la
pobreza y en 1 dólar para definir la pobreza extrema. En agosto de 2008, la línea de
pobreza extrema fue reajustada a 1,25 dólares. Esta cantidad refleja el promedio del
ingreso mínimo necesario para sobrevivir en los diez a veinte países más pobres del
mundo.9

La pobreza relativa

Frente a este criterio o forma de medir la pobreza ha existido otro enfoque


igualmente clásico que apunta a la posibilidad de adquirir una canasta de bienes y
servicios que puedan asegurar una vida digna de acuerdo a las convenciones y
estándares de una sociedad determinada. En este caso tenemos la así llamada
pobreza relativa, que varía con el desarrollo social que va determinando, en cada
época y sociedad, aquel mínimo de consumo bajo el cual más que ver amenazada la
supervivencia se cae en un estado de exclusión o imposibilidad de participar en la
vida social. El ejemplo clásico de esta forma de pobreza fue dado por Adam Smith en
La riqueza de las naciones al escribir:

“Por mercancías necesarias entiendo no sólo las indispensables para el


sustento de la vida, sino todas aquellas cuya carencia es, según las
costumbres de un país, algo indecoroso entre las personas de buena
reputación, aun entre las de clase inferior. En rigor, una camisa de lino no es
                                                                                                                         
8 Rowntree, Seebohm (1908). Poverty: A Study of Town Life. Londres: Second Edition, Mcmillan.
9 Banco Mundial (2008). The Developing World Is Poorer Than We Thought, But No Less Successful
in the Fight against Poverty. S. Chen y M. Ravallion, Washington: Banco Mundial.

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necesaria para vivir. Los griegos y los romanos vivieron de una manera muy
confortable a pesar de que no conocieron el lino. Pero en nuestros días, en la
mayor parte de Europa, un honrado jornalero se avergonzaría si tuviera que
presentarse en público sin una camisa de lino. Su falta denotaría ese
deshonroso grado de pobreza al que se presume que nadie podría caer sino a
causa de una conducta en extremo disipada.”10

El riesgo de esta forma de ver la pobreza y, en general, de toda la idea de la pobreza


relativa ha sido bien apuntado por Amartya Sen, quién hace un llamado a no perder
de vista el “núcleo irreductible de privación absoluta en nuestra idea de pobreza”. El
riego es llegar a una relativización total de “la pobreza” siguiendo la famosa frase de
Mollie Orshansky acerca de que “la pobreza, como la belleza, está en el ojo de quien la
percibe”.11 Además, como las expectativas sociales se mueven constantemente,
elevando sucesivamente nuestra vara de medir el umbral de lo que Smith llamaba
“ese deshonroso grado de pobreza”. De esta manera se puede relativizar y hasta
banalizar el concepto de pobreza, hasta el punto de decir que, por ejemplo, en
Estados Unidos hay un porcentaje mayor de pobres que, en los países del África
subsahariana. También se puede llegar a la conclusión de que la pobreza aumenta al
aumentar el bienestar general de una sociedad ya que las expectativas sobre el
“mínimo socialmente aceptable” pueden aumentar más rápidamente que el bienestar
real de la población.

La pobreza relativa como desigualdad

Otra forma muy común pero altamente dudosa de usar el concepto de pobreza
relativa es simplemente hacerlo sinónimo de una cierta medida de la distribución del
ingreso en un país dado. Esta pobreza relativa aparente acostumbra a ser definida a
partir de un umbral de ingreso medido como porcentaje del ingreso medio del país
respectivo. Así por ejemplo, es usual llamar pobres o “en riesgo de pobreza” a todos
aquellos que disponen de menos del 60% del ingreso disponible medio de la sociedad
                                                                                                                         
10 Smith, Adam (1997). Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones.

México: FCE.
Mollie Orshansky es la creadora de la línea de pobreza estadounidense. M. Orshansky, Mollie (1969).
11

“How Poverty is Measured”, Monthly Labor Review 92:2.

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en que viven. Actualmente se aceptan comúnmente tres categorías derivadas de esta
forma de medir la pobreza: la población que dispone entre un 50 y un 60% del
ingreso medio es catalogada como “en riesgo de pobreza”, aquella que dispone entre
40 y 50% de ese ingreso es catalogada como “pobre” y la que dispone de menos del
40% se encontraría en “pobreza extrema”. En 2007 dentro de la Unión Europea, que
usa justamente estos porcentajes, el 6% de su población estaba en una condición de
“pobreza extrema” (menos del 40% del ingreso disponible medio), esta cifra se
elevaba al 10% si usamos la línea del 50% (pobreza) y al 17% si la línea se ubica en el
60% del ingreso medio. Esta es el mismo tipo de medición de la pobreza usada en
España y según el cual un 20,8% de los españoles se encontraba en una situación de
“pobreza relativa” o “riesgo de pobreza” el año 2010.12 Sin embargo, el poco sentido
que tiene este tipo de mediciones de la pobreza relativa aparente se hace evidente
cuando constatamos que en 2007 un luxemburgués se encontraba, según la UE, “en
riesgo de pobreza” pudiendo disponer de un ingreso de hasta 17.575 euros anuales,
mientras que el riesgo de pobreza de un rumano empezaba con apenas la décima
parte, es decir, con 1.765 euros anuales del mismo poder adquisitivo.13 Esta forma de
definir la pobreza puede llevar a resultados incluso más absurdos, como ser el poder
constatar un gran aumento de la pobreza (relativa aparente) durante épocas de fuerte
disminución de la pobreza (absoluta). Este es, por ejemplo, el caso de China durante
los últimos tres decenios, durante los cuales un crecimiento económico espectacular
ha sacado a más de 600 millones de chinos de la pobreza (absoluta) pero a la vez, en
razón de una mayor desigualdad en la distribución del ingreso, ha aumentado
rápidamente el número de pobres (relativos). En buenas cuentas, con esta medida de
la pobreza relativa aparente podríamos llegar a considerar al país más pobre de la
tierra como un país sin pobres si su distribución del ingreso fuese lo suficientemente
pareja.

                                                                                                                         
12 INE (2010). Encuesta de condiciones de vida 2010. Madrid: Instituto Nacional de Estadísticas.
Eurostat (2010). Combating poverty and social exclusion: A statistical portrait of the European
13

Union 2010. Bruselas: Comisión Europea.

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La pobreza como privación

Este mismo riesgo corre otro de los enfoques más influyentes sobre la pobreza, aquel
que usa el término de deprivation (privación) para definir la pobreza.14 Se trata de
una medida relativa, que indica la ausencia de ciertos atributos, recursos o estatus
que otras personas poseen. La privación relativa puede ser definida de manera
objetiva, como una medición del contenido real o material de ese “tener menos que
otros”, pero también de manera subjetiva, atendiendo fundamentalmente al
sentimiento de tener menos que otros. Como tal podría ser llamada una medida de la
envidia humana y de hecho, aplicando este criterio, prácticamente cualquiera podría
ser definido como pobre. Ahora bien, para transformar algo tan relativo en un
indicador que realmente tenga algo que ver con la pobreza o la vulnerabilidad se
requiere buscar un umbral de privación o de distancia respecto del nivel de vida
normal de una sociedad que impida mínimos satisfactorios de desempeño o
participación social. Peter Townsend apunta al respecto que es fundamental “definir
el estilo de vida generalmente compartido o aprobado en cada sociedad y evaluar si
[...] hay un punto en la escala de la distribución de recursos por debajo del cual las
familias encuentran dificultades crecientes [...] para compartir las costumbres,
actividades y dietas que conforman ese estilo de vida.”15

De esta manera estaríamos prácticamente de vuelta en la pobreza relativa, tal como


por Adam Smith la trató. Sin embargo, el uso de este concepto puede tener un valor
importante si lo aplicamos en el sentido más clásico del término, aquel de privación
relativa subjetiva elaborado por Robert Merton, ya que entrega elementos importante
para entender la dinámica de la formación de la conciencia y los conflictos sociales,
los que parten del sentimiento de privación más que de la privación o la pobreza en sí
mismas. Otro autor clásico que resumió muy bien esta idea es Karl Marx al escribir:

                                                                                                                         
14Autores como Robert Merton (1938, “Social Structure and Anomie", American Sociological Review
3), Walter Runciman (1966, Relative Deprivation and Social Justice. Londres: Routledge and Kegan
Paul) y Peter Townsend (1974, “Poverty as Relative Deprivation”, D. Wedderburn, Poverty, Inequality
and Class Structure, Cambridge: Cambridge University Press) han desarrollado, de diferentes
maneras, este concepto.
15Townsend, Peter (1974). “Poverty as Relative Deprivation”, D. Wedderburn, Poverty, Inequality and
Class Structure. Cambridge: Cambridge University Press.

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“Sea grande o pequeña una casa, mientras las que la rodean son también
pequeñas cumple todas las exigencias sociales de una vivienda, pero, si junto
a una casa pequeña surge un palacio, la que hasta entonces era casa se
encoge hasta quedar convertida en una choza […] y por mucho que, en el
transcurso de la civilización, su casa gane en altura, si el palacio vecino sigue
creciendo en la misma o incluso en mayor proporción, el habitante de la casa
relativamente pequeña se irá sintiendo cada vez más desazonado, más
descontento, más agobiado entre sus cuatro paredes.”16

II. Historia

La pobreza en las sociedades preindustriales

La pobreza no es algo nuevo en la historia de la humanidad. Su causa fundamental


radica en la baja productividad del trabajo en las sociedades preindustriales, a lo cual
hay que sumar la desigual distribución de la riqueza y el ingreso. Vivir en una
condición de premura material fue la situación normal del género humano hasta que
los progresos tecnológicos de la era moderna hicieron posible, para las amplias
mayorías, tener acceso a niveles de consumo, salud, educación y bienestar en general
impensables en épocas anteriores. Según los cálculos del historiador económico
Angus Maddison17 la renta per cápita promedio en las sociedades tradicionales ha
oscilado en torno a los 400/500 dólares (dólares estadounidenses de 1990 de igual
poder adquisitivo) anuales por persona. Esto equivale a lo que hoy,
internacionalmente, se considera la línea de pobreza extrema. Todavía para
economistas clásicos como David Ricardo la pobreza, definida como un nivel de
consumo que básicamente aseguraba la subsistencia, era el destino natural de las
clases trabajadoras industriales. Thomas Malthus profetizó, en su célebre Ensayo
sobre los principios de la población publicado en 1798, la necesaria pobreza de la
gran masa de los seres humanos dada la tendencia de la humanidad a reproducirse
                                                                                                                         
16 Marx, Karl (1957). Trabajo asalariado y capital. Moscú: Ediciones Progreso.
17Angus Maddison ha elaborado las mejores estadísticas históricas hoy existentes. Están disponibles
en: http://www.ggdc.net/maddison/content.shtml

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más allá de las posibilidades de la agricultura de producir alimentos a un ritmo que
igualase la rapidez del crecimiento poblacional. A mediados del siglo XIX, Karl Marx
basó su pronóstico sobre la necesaria caída del capitalismo en la pauperización del
proletariado industrial, hecho que él consideraba como una “ley férrea” del desarrollo
capitalista. Sin embargo, ya Marx veía esta pauperización como un hecho
básicamente social, determinado no por la falta de medios sino por la distribución
desigual de los resultados de la producción. Es por ello que su utopía comunista, hija
del optimismo tecnológico que va cundiendo durante el siglo XIX, postula la salida
definitiva de la humanidad de su estado de necesidad.

Progreso y surgimiento de la pobreza como

problema

Hasta comienzos del siglo XIX la pobreza era considerada como la norma de la vida
humana, tal como lo eran las enfermedades devastadoras, la falta de educación o de
libertad religiosa y política. Esta normalidad comenzó a cambiar durante la segunda
mitad del siglo XIX, cuando se fue haciendo evidente que la industrialización iniciada
en Gran Bretaña y luego replicada en diversas partes de Europa occidental estaba
haciendo posible un significativo mejoramiento de los niveles generales de vida. Fue
surgiendo así, paulatinamente, una nueva normalidad: la del bienestar como
condición no sólo deseable sino también posible de la vida humana. Con ello apareció
“el problema de la pobreza”, es decir, la pobreza considerada como algo atávico y
anormal, una reminiscencia de épocas pasadas que debía y podía ser superada en
sociedades dónde la abundancia se estaba convirtiendo en la regla.

En su estudio clásico de 1901, Poverty: A Study of Town Life, Seebohm Rowntree


llega a la conclusión de que el 27,84% de la población de la ciudad York, en
Inglaterra, vivía bajo la línea de pobreza, lo que venía a confirmar un estudio
publicado en 1886 por Charles Booth sobre la pobreza en Londres. Estos resultados
fueron chocantes para una opinión pública que ya comenzaba a ver el bienestar como
normalidad. Sin embargo, la perspectiva optimista de Rowntree es evidente y queda
plenamente reflejada en las palabras finales de su célebre obra:

“La oscura sombra de la filosofía maltusiana pertenece al pasado y ninguna


visión sobre el estado final de las cosas sería actualmente aceptada si en la

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misma una multitud de hombres y mujeres está condenada por una ley
inevitable a una lucha por la existencia tan severa como para atrofiar o
destruir la partes más elevadas de su naturaleza.”18

Posteriormente, Rowntree realizó dos nuevos estudios en York que mostraron con
claridad una tendencia hacia la disminución de la pobreza hasta llegar a
transformarse en un fenómeno marginal. En su estudio de 1936, Poverty and
Progress, la pobreza había disminuido al 18% y en el de 1950, Poverty and the
Welfare State, a tan sólo el 1,5%. Esto a pesar de que Rowntree había ampliado la
“canasta de bienes” que determinaba la línea de pobreza. Estos estudios coincidían no
sólo con la visión optimista del propio Rowntree sino con la idea, cada vez más
dominante durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, de que la
pobreza era un hecho residual destinado a desaparecer como fruto del rápido
progreso económico y las intervenciones del Estado del bienestar.

Redescubrimiento de la pobreza

La visión optimista respecto de la eliminación prácticamente automática de la


pobreza comenzó a ser desafiada en el país que era el epicentro mismo del desarrollo
y la afluencia económica: Estados Unidos. Movimientos afroamericanos militantes y
violentas revueltas urbanas obligaron a volver la mirada hacia el patio trasero de la
abundancia: los 40 millones de pobres que a fines de los años 1950 había en Estados
Unidos, lo que constituía casi una cuarta parte de su población. Entre los
afroamericanos (blacks en la estadística oficial) el porcentaje de personas viviendo
bajo la línea de pobreza estadounidense alcanzaba nada menos que el 55%.19 Este
redescubrimiento de la pobreza fue acompañado por una serie de estudios clásicos
sobre el tema, como los de Oscar Lewis (1959, 1961 y 1968) que desarrollaron el
concepto de “cultura de la pobreza”, el de John Kenneth Galbraith (1958) sobre lo que
él llamó “la sociedad opulenta” y el de Michael Harrington titulado The Other
America: Poverty in the United States (1962). En su discurso sobre “el estado de la
                                                                                                                         
18 Rowntree, Seebohm (1908). Poverty: A Study of Town Life. Londres: Second Edition, Mcmillan.
19 La pobreza se mide en Estados Unidos a partir de una línea de pobreza fija que define el ingreso

necesario para satisfacer las necesidades básicas de las personas. Se trata de una medida que parte del
estándar de vida estadounidense y, en comparación con otras latitudes, es muy alta. Así, el censo del
año 2000 mostraba por ejemplo que más del 70% de los pobres tenía coche, aire acondicionado,
nevera, microondas, etc.

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nación” de enero de 1964 el Presidente Lyndon B. Johnson hizo de la lucha contra la
pobreza una parte central de su programa de gobierno bajo el dramático nombre de
“Guerra contra la pobreza” (War on Poverty). Esto llevó, ese mismo año, a la
aprobación de una ley al respecto (Economic Opportunity Act) por el Congreso con la
consecuente creación de un ente federal (Office of Economic Opportunity) dedicado a
la lucha contra la pobreza. Después de esta iniciativa los estudios sobre la pobreza en
Estados Unidos aumentaron de manera exponencial, pero la situación inicial –
caracterizada por el chocante redescubrimiento de la pobreza– bien puede ser
descrita usando las palabras de Daniel Bell de 1968: “…cuando el tema de la pobreza
surgió, nadie estaba realmente preparado, nadie tenía ningún tipo de datos, nadie
sabía que hacer”.

Paradojalmente, el redescubrimiento de la pobreza se produjo en un periodo de


rápida disminución de la misma tanto en Estados Unidos como en otras sociedades
avanzadas. De acuerdo a la estadística oficial estadounidense, la pobreza disminuyó
de 39,5 millones de personas en 1959 a 24,1 millones en 1969. Por ello es que el
verdadero shock llegó en los años 70 cuando se constató que la incidencia de la
pobreza comenzaba de nuevo a crecer llegando a más de 35 millones de pobres en
1983, lo que correspondía al 15,2% de la población de Estados Unidos. Pero esta era
solamente la expresión cuantitativa de un fenómeno extremadamente complejo: la
patología de la exclusión social o marginalidad –según el concepto habitualmente
usado en esos tiempos para describir este fenómeno– que tomaba formas nuevas y
cada vez más peligrosas de expresarse, con un incremento dramático de las tasas de
criminalidad, la drogadicción, los nacimientos extramaritales, las familias de madres
solas y la dependencia de las ayudas sociales. La toma de conciencia acerca de lo que
fue llamado “la nueva pobreza” llegó a Europa más tarde que a Estados Unidos pero
el shock no fue menor. Las primeras estimaciones de la amplitud de la pobreza en la
Comunidad Europea dieron una cifra de 30 millones para 1975, cifra que luego se
vería incrementada por el fin definitivo del pleno empleo y el comienzo de una larga
fase de desarrollo europeo caracterizada por una escasa creación de puestos de
trabajo y un consecuente aumento de la exclusión laboral. Para 2007 Eurostat
calculaba que en la Unión Europea existían unos 80 millones de pobres, es decir,

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personas que “carecen de los recursos necesarios para cubrir sus necesidades
básicas”.20

III. Causas

Causas de la pobreza en las sociedades avanzadas

El redescubrimiento de la pobreza y la existencia de diversas formas de exclusión o


marginalidad social dieron origen a un amplio debate acerca de las causas de estos
fenómenos. Los diversos enfoques planteados toman su punto de partida en una serie
muy amplia de factores explicativos, entre los cuales destacan, combinándose de
diversas maneras: el cambio tecnológico, los aspectos institucionales, los conflictos
corporativos y los aspectos culturales. El mercado de trabajo ha estado en el centro
del debate, pero también el Estado del bienestar, los flujos migratorios, las relaciones
étnicas y raciales, la evolución o mejor dicho la disolución de la familia tradicional y
el proceso de formación de subculturas. Incluso los argumentos de tipo biológico han
jugado un papel importante en un debate que siempre ha tenido fuertes
connotaciones político-ideológicas. El tema más controversial del debate ha sido el
concepto de “underclass”, que alude a sectores degradados y excluidos socialmente
que ya no pertenecen a ninguna de las clases establecidas de la sociedad. Pensadores
sociales radicales como William Julius Wilson y Anthony Giddens lo han usado, pero
también críticos conservadores del Estado del bienestar como Charles Murray. En un
intento de capturar las ideas centrales de lo que ha sido un debate sumamente
complejo, en los acápites siguientes se agrupan las distintas formas de explicar las
causas de la pobreza en las sociedades avanzadas en tres grandes categorías: enfoques
que enfatizan la dislocación estructural, enfoques que enfatizan el dualismo
estructural, y enfoques que enfatizan la exclusión institucional.

                                                                                                                         
Eurostat (2010). Combating poverty and social exclusion: A statistical portrait of the European
20

Union 2010. Bruselas: Comisión Europea.

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Enfoques que acentúan la dislocación estructural

Estos enfoques destacan, en general, la naturaleza disruptiva del desarrollo


capitalista y, en particular, la intensidad del cambio estructural, con su consecuente
impacto social, durante la transición de la sociedad industrial a la posindustrial. Este
tipo de enfoques podría ser llamado schumpeteriano –la principal metáfora
explicativa en esta perspectiva no es otra que el famoso “ventarrón de la destrucción
creativa” de Joseph Schumpeter– y plantea que la presencia de tendencias a generar
situaciones de pobreza, exclusión y vulnerabilidad es una expresión natural y
recurrente de la dinámica esencial del cambio en una economía capitalista. La base de
esta explicación está en el carácter cíclico del desarrollo de la economía de mercado,
que refleja grandes ciclos de transformación tecnológica que comportan una
reestructuración significativa de las economías y, consecuentemente, de las
sociedades modernas. Por ello es que el elemento recurrente o cíclico es central en
este enfoque, pudiendo el mismo verse agudizado por un elemento transicional de
mayor magnitud asociado al paso a una sociedad posindustrial cada vez más
globalizada y basada en la revolución de las tecnologías de la información.

Se trata, en lo fundamental, de un enfoque optimista acerca del desarrollo


contemporáneo, pero que no deja de ver los costos y las tensiones provocadas por los
períodos de intensa destrucción creativa y cambio estructural. Es a partir de esta
constatación que los defensores de este enfoque a menudo proponen una serie de
intervenciones correctivas o paliativas a fin de aliviar estos costos y tensiones que, de
no ser suavizados, podrían llegar a amenazar la supervivencia misma del conjunto de
la estructura social. En esta perspectiva, la pobreza y la exclusión social son
fenómenos recurrentes y connaturales del desarrollo económico pero no deben llegar
necesariamente a plasmarse en una clase o grupo social formado por personas
permanentemente empobrecidas o excluidas en la medida que se creen mecanismos
adecuados para facilitar su salida de estas situaciones. En otras palabras, se trata de
facilitar una gran movilidad social que haga de la caída en la pobreza o la exclusión
una situación meramente pasajera. Esta es, de hecho, la situación de la inmensa
mayoría de las personas que caen en la pobreza o el paro en economías dinámicas y
flexibles. Así por ejemplo, casi dos terceras partes de los estadounidenses adultos
caen en la pobreza por al menos un año en su vida pero sólo un ínfima parte ellos cae

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en la pobreza crónica. Como veremos más adelante, esta ha sido la línea de
argumentación predominante, pero no la única, dentro de la UE y sus antecesoras
sobre estos temas.

Enfoques que enfatizan el dualismo estructural

Estos enfoques pueden ser de naturaleza muy diversa, pero su diagnóstico sobre lo
que son la pobreza y la exclusión social así como sobre sus consecuencias son mucho
más pesimistas que en el caso del enfoque anterior. Esta perspectiva ha tenido
muchos de sus principales exponentes en una tendencia altamente crítica, a menudo
de inspiración marxista, al capitalismo o a la economía de mercado en sí misma. Lo
que aquí se postula es la existencia de una dinámica permanente de exclusión y
polarización que trae a la memoria el diagnóstico de Marx sobre el futuro del
capitalismo. Esta dinámica excluyente y polarizante se daría tanto a nivel de las
economías nacionales como del sistema económico internacional. La así llamada
Teoría de la Dependencia fue el exponente más contundente de este punto de vista en
lo que se refiere a la economía internacional. En el marco de las economías
nacionales avanzadas este enfoque ha estado representado por diversas teorías acerca
del mercado de trabajo fragmentado, segmentado o dual.

Este tipo de enfoques sigue, en lo fundamental, la idea de Marx acerca de la


necesidad de una reserva permanente de trabajo barato y flexible cuya función sería
tanto presionar los salarios a la baja como estar disponible en los momentos álgidos
del ciclo económico. Muchos de los defensores de este enfoque postulan que los
trabajadores en el “Tercer Mundo” así como los inmigrantes provenientes de países
pobres forman la columna vertebral de este “ejército de reserva” estratégico que le
ofrece al capitalismo global un bienvenido suplemento de trabajo barato, utilizable a
voluntad y bajo condiciones infrahumanas. De acuerdo con este enfoque, la exclusión
social en los “países ricos” forma parte de una dinámica global de polarización que,
usando las palabras de Anthony Giddens, puede ser descrita de la siguiente manera:

“Las clases marginales (underclasses) no son sólo bolsones de miseria dentro


de las economías nacionales, son también las líneas de contacto y de choque
entre el Tercer Mundo y el primero. El aislamiento social que separa a los
grupos sub privilegiados del resto del orden social dentro de los países refleja

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la separación entre ricos y pobres a escala global y está causalmente unida
con esa separación. La pobreza del Primer Mundo no puede ser abordada
como si no tuviera conexión con las desigualdades a una escala mucho
mayor.”21

En todo caso, la idea central de estos enfoques radicales es que la pobreza, la


desigualdad y la exclusión social son componentes funcionales del desarrollo
capitalista, generando categorías sociales permanentes y bien definidas, grupos o
regiones excluidas y oprimidas que se encuentran en una situación diametralmente
opuesta al resto de la sociedad o del mundo. Se trata de grupos excluidos del
bienestar y el poder pero a su vez incluidos en el sistema social como trabajadores
explotados o explotables. Al mismo tiempo, estos enfoques postulan que solamente
un cambio radical que afectase a la dinámica misma del sistema capitalista podría
resolver el problema de los oprimidos y excluidos. Otro enfoque radical, pero que a
diferencia del anterior ve la exclusión estructural como un componente disfuncional
del sistema capitalista moderno, es aquel que hace no mucho popularizó la idea del
“fin del trabajo”, es decir, de un cambio estructural de carácter tecnológico y
organizativo dentro del sistema imperante que llevaría a prescindir del aporte
productivo de un número creciente de personas.22 Estos marginados formarían una
periferia empobrecida y cada vez más amenazada de una estructura productiva que
no los necesita. Jeremy Rifkin profetizó el advenimiento de “un mundo casi sin
trabajadores”23 y Ulrich Beck pronosticó el surgimiento de “un capitalismo sin
trabajo”.24 Esto llevó a una serie de pronósticos de carácter abiertamente apocalíptico
sobre el destino del mundo, profetizando un futuro donde la misma supervivencia
física de los “prescindibles” estaba en peligro o un mundo plenamente
“brasilianizado”, es decir, brutalmente dividido entre la superabundancia y la
miseria.25

                                                                                                                         
21 Giddens, Anthony (1994). Beyond Left and Right. Cambridge: Polity Press, p. 148.

Una presentación crítica de este enfoque se encuentra en Rojas, Mauricio (2004). Mitos del
22

milenio. Buenos Aires: Cadal.

23 Rifkin, Jeremy (1995). The End of Work. New York: G. P. Putnam’s Sons, p. xv.
24 Beck, Ulrich (1997). Was ist Globalisierung? Frankfurt am Main: Suhrkamp, p. 85.
25 El más conocido es el formulado por Viviane Forrester en su libro de 1996 L’horreur économique.

París: Fayard.

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La idea de una exclusión estructural permanente no es, sin embargo, propiedad
exclusiva de los enfoques radicales o neomarxistas. Durante los años 90 una teoría de
la exclusión y la underclass basada en argumentos de carácter biológico fue
formulada por influyentes pensadores conservadores. Su expresión más provocativa
fue aquella que le dieron Richard Herrnstein and Charles Murray en su libro
altamente controversial titulado The Bell Curve, cuyo subtítulo resume bien el
mensaje de la obra: “Inteligencia y estructura de clase en la vida americana”.26 La
argumentación, tal como la resume Robin Marris en How to Save the Underclass27 es
la siguiente: La sociedad del conocimiento que está reemplazando a la sociedad
industrial le da a la “inteligencia innata” y a las prestaciones educacionales un papel
crucial en la determinación de las posibilidades de las personas de participar en la
vida social. Esta es la razón por la cual estamos presenciando un proceso de profunda
división de la sociedad en la que vemos una nueva “élite de los cerebros” ascendiendo
a la cumbre de la sociedad mientras que una clase marginal o infraclase (underclass)
es claramente discernible en el fondo de lo que cada vez más es una “sociedad
meritocrática”. Esta división puede ser mitigada pero no eliminada en la sociedad
moderna. La clase marginalizada, formada por aquellos que son más y más
innecesarios, aquellos excluidos “por un accidente de los genes, la fortuna o lo que
sea”, es un elemento disfuncional, un peso muerto que debe ser arrastrado, de
maneras más o menos decentes, por el resto de la sociedad.

Enfoques que enfatizan la exclusión institucional

Estos enfoques subrayan los factores institucionales que estarían generando pobreza
y exclusión. En este caso, lo determinante no es la tecnología en sí ni tampoco el
capitalismo, la globalización u otra fuerza semejante. Lo decisivo es el entorno
institucional mediante el cual diversas sociedades se relacionan con los fenómenos
antes mencionados, regulando así el acceso o la exclusión de distintos grupos sociales
a las posibilidades que cada época ofrece. Las formas de exclusión institucional así
generadas pueden ser inducidas o coercitivamente alcanzadas. El caso de la exclusión
institucional inducida fue paradigmáticamente presentado por Charles Murray en su

                                                                                                                         
26Herrnstein Richard & Murray, Charles (1984). Losing Ground: American Social Policy, 1950-1980,
Basic Books, New York.
27 Marris, Robin (1996). How to Save the Underclass, Macmillan, London.

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famosa obra Losing Ground – American Social Policy, 1950-1980.28 Según Murray,
el sistema público de ayuda social (welfare system, según la terminología
predominante en Estados Unidos) es el responsable de que la gente voluntariamente
elija tanto la exclusión como la dependencia del Estado y formas altamente
destructivas de vida y organización familiar. Ayudas sociales excesivas o mal
construidas han creado fuertes incentivos a no elegir la participación laboral o formas
de familia más “normales”, es decir, biparentales. El mismo enfoque ha sido aplicado
al caso británico por James Bartholomew en su obra The Welfare State we’re in.29
Según este autor, el Estado del bienestar con sus sistemas y beneficios
contraproducentes es el causante, entre otros males, del desempleo masivo, de una
mayor criminalidad y amoralidad así como de la disolución creciente de la familia
tradicional.

Este tipo de argumentos acerca de una pobreza y marginalidad o exclusión inducida


ha sido criticado pero a veces también complementado desde un punto de vista
institucionalista por un enfoque que pone su énfasis en el elemento coercitivo o
forzoso que conduce a la pobreza y la exclusión. Se trata de argumentaciones en las
cuales estas situaciones no son una opción sino el resultado impuesto a quienes las
padecen por una serie de obstáculos institucionales creados por coaliciones u
organizaciones corporativas que tratan de defender su propios beneficios o privilegios
excluyendo posibles competidores que pudiesen de alguna manera amenazar su
posición en el mercado de trabajo o en la vida económica y social en general. En
teoría económica se conoce esta situación como un conflicto entre insiders, o grupos
establecidos, y outsiders, o grupos que buscan entrar en un determinado mercado, ya
sea laboral o de otro tipo. Un mercado de trabajo fuertemente regulado es visto, en
este enfoque, como un típico ejemplo de la creación de reglas defensivas por parte de
las organizaciones que representan a los insiders a fin de otorgarles una situación
privilegiada respecto de aquellos sectores que pugnan por entrar en el mercado
laboral formal o conseguir formas más estables y mejor remuneradas de trabajo,
como ser inmigrantes o jóvenes. Desde este punto de vista, la pobreza y la exclusión
social son fenómenos que deben ser atacados por medio de reformas institucionales y

                                                                                                                         
28 Murray, Charles (1984). Losing Ground: American Social Policy, 1950-1980, Basic Books,

New York.
29 Bartholomew, James (2004). The Welfare State we’re in, Politico’s, London.

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legales que eliminen los obstáculos a la creación de mercados de trabajo más
dinámicos, abiertos y menos discriminatorios. Este tipo de análisis forma la base de
aquel diagnóstico que definió el problema del retraso relativo de Europa occidental
respecto a otras economías avanzadas como “euroesclerosis”, es decir, como un
exceso de regulación y rigidez que impedía la rápida adecuación a las circunstancias
siempre cambiantes del mundo actual. Importantes documentos de la UE, como ser
el Libro blanco de 1993 titulado Crecimiento, competitividad, empleo - Retos y pistas
para entrar en el siglo XXI y la Agenda 2000, han basado gran parte de su
diagnóstico sobre los logros tan poco satisfactorios de Europa en materia de
crecimiento económico y creación de empleo en este tipo de argumentos. En muchos
casos, elementos de los tres enfoques aquí analizados se mezclan de formas muy
variadas y a veces incluso contradictorias.

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La exclusión social:

conceptos, realidades y mitos

“Como concepto, es descrito de la manera más elocuente


en la bibliografía como nebuloso, equívoco, polivalente y
polimorfo.” Naciones Unidas, 2007, Panorama
bibliográfico de la exclusión social30

“A pesar de toda la bibliografía disponible sobre la


exclusión social, no existe una clara definición o
indicadores definidos sobre la exclusión social.” Banco
Mundial, 2007, La exclusión social y la Agenda de
Inclusión Social de la UE31

                                                                                                                         
Naciones Unidas (2007). Literature Review on Social Exclusion in the ESCWA Region, ESCWA,
30

Naciones Unidas, Nueva York, p. 1.


31 Banco Mundial (2007). Social Exclusion and the EU’s Social Inclusion Agenda, World Bank, p. 13.

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Introducción

Pocas veces se ha visto un concepto tan poco claro hacer una carrera tan meteórica en
el mundo político, burocrático y académico como el de exclusión social. Desde que la
Unión Europea hace un par de décadas lo adoptase como una de sus entelequias
preferidas se ha instalado en nuestro discurso político así como en nuestras
administraciones y centros de investigación de aquella manera característica de los
conceptos ambiguos y altisonantes, especialmente cuando se transforman en llaves
para acceder al financiamiento y el reconocimiento públicos.

El riesgo de semejante éxito es que, finalmente, terminemos creyendo que realmente


existe una especie de amenazante monstruo “nebuloso, equívoco, polivalente y
polimorfo”, para usar nuevamente las palabras del estudio de Naciones Unidas, que
se reproduce como una hidra y hay que combatir para no ser devorados por el mismo.
Así, 2010 fue proclamado como Año europeo de lucha contra la pobreza y la
exclusión social. La ocasión sirvió para que se celebrasen incontables conferencias, se
hiciesen discursos emotivos y se clamara por más acción y, no menos, más recursos
para cazar y aniquilar a este nuevo fantasma que recorre a Europa.

Esto no quiere decir, sin embargo, que todo lo que se ha dicho sobre la exclusión
social sea una pura patraña. Hay algo de recuperable e interesante es este cajón de
sastre conceptual en el que se ha convertido la exclusión social y no sería cuerdo tirar
el niño con el agua sucia de la bañera, como dice el viejo proverbio alemán. Para ello
hay que dilucidar qué hay de realmente sustancial detrás de toda esta algarabía
conceptual y determinar, con alguna precisión empírica, a qué fenómeno real
estamos apuntando cuando usamos el término exclusión social. Esta es la finalidad de
este ensayo, donde se comienza analizando el concepto y su historia para luego
adentrarse en su contraste con los estudios empíricos y, finalmente, discutir su
capacidad de captar algún elemento significativo de la realidad social.

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La atracción de un concepto ambiguo

El concepto de exclusión social tiene una historia muy corta y en su novedad e


indefinición está tal vez una de las principales explicaciones de su notable éxito. Era,
en comparación con otros conceptos como el de pobreza, un terreno abierto para
incursiones tanto de investigadores como de políticos deseosos de hacerse con una
parcela de un territorio aún virgen. Las palabras de la socióloga de origen danés Else
Øyen de 1997 parecen todavía hoy bastante acertadas para describir el ambiente de
“excitación” que rodeó la introducción de este “concepto todavía por definir” y el
comportamiento de sus entusiastas adherentes que con el nuevo concepto entre sus
manos van “corriendo por todas partes, organizando seminarios y conferencias
para buscar un contenido investigable en un concepto paragua (umbrella concept)
que tiene una base teórica limitada”.32

Ahora bien, después de un par de decenios de entusiasmo y amplio uso del concepto
de exclusión social seguimos esperando una definición relativamente coherente y
compartida y, aún más, una implementación como instrumento de medida y estudio
empírico de aquella realidad que el concepto dice denominar. Esto es lo que
constatan los estudios tanto de Naciones Unidas como del Banco Mundial citados
inicialmente. Según una excelente revisión bibliográfica realizada para la
Organización Mundial de la Salud en 2008, las definiciones del concepto de exclusión
social se cuentan por decenas y sus puntos en común no pasan en realidad de algunas
banalidades sobre sus características dinámicas, multidimensionales y relacionales,
como si hubiese algún hecho social que no lo fuese.33 Es por ello que Hilary Silver,
una de las más destacadas analistas y proponentes del concepto de exclusión social,
concluye su análisis de 2007 sobre el desarrollo del concepto diciendo:

“El término es vago, ambiguo y disputado en cuanto a su contenido,


permitiendo así su aplicación acomodaticia y flexible en contextos muy

                                                                                                                         
32 Øyen, Else (1997). “The Contradictory Concepts of Social Exclusion and Social Inclusion”, C. Gore y

J. Figueiredo, Social Exclusion and Anti-Poverty Policy, International Institute of Labour Studies,
Geneva, p. 63.
33Mathieson, J., J. Popay, E. Enoch, S. Escorel, M. Hernández, H. Johnston y L. Rispel (2008). Social
Exclusion: A review of literature, SEKN, Organización Mundial de la Salud.

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variados al precio de su precisión conceptual. Las dificultades para definir la
exclusión social la hacen difícil de medir.”34

Amartya Sen, en una amplia reseña del concepto y su evolución no le ve ninguna


diferencia ni ganancia sustancial respecto de los análisis acerca de la pobreza como
privación de capacidades, excepto en cuanto a su acento sobre el carácter relacional
del fenómeno que el concepto de exclusión naturalmente conlleva:

“… la real importancia de la idea de la exclusión social yace en la enfatización


del rol de los fenómenos relacionales en la privación de capacidades y por
ello en la experiencia de la pobreza […] La utilidad del enfoque de la exclusión
social no reside […] en su novedad conceptual, sino en su fuerte énfasis en el
papel que los hechos relacionales juegan en la privación.”35

Este aspecto es evidentemente central. La pobreza puede ser vista como algo dado, un
estado en el cuan ciertas personas se encuentran por diversas razones, entre ellas las
deficiencias personales, los accidentes del destino o condiciones objetivas
impersonales como el bajo nivel de desarrollo de una sociedad o las inclemencias del
clima. La exclusión social, por su parte, apunta al “ser excluido por otros” y como tal
denuncia un proceso social en el cual una parte de la sociedad estaría activamente
determinando la exclusión de otra parte. Como dice Hilary Silver, “la exclusión
implica por necesidad la existencia de los que excluyen (excluders), incluyendo
instituciones y políticas de exclusión”.36 Se trata, por lo tanto, de un discurso que
fácilmente se hace condenatorio, con víctimas y victimarios, y por ello con una
importante carga potencial de crítica social o incluso anti-sistema.

En fin, no cabe duda de que estamos frente a una entelequia de difícil definición y,
por ello, apta para “todo uso”. Sin embargo, el éxito del concepto y su importancia
crucial dentro del pensamiento de la UE nos obliga a estudiarlo con mayor
acuciosidad tratando de entender sus méritos.

                                                                                                                         
34 Silver, Hilary (2007). The process of social exclusion: The dynamics of an evolving concept, CPRC

Working Paper 95, Brown University, United Kingdom.


35Sen, Amartya (2000). Social exclusion: Concept, application, and scrutiny, Asian Development
Bank, Manila, pp. 6 y 8.
36 Silver, ibid., p. 3.

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Historia del concepto: de Lenoir a Blair

Empecemos haciendo un poco de historia del concepto. Sus orígenes se ubican en


Francia, donde su uso explícito comienza ya a mediados de los años 60 del siglo
recién pasado en un informe escrito por el Comisario General del Plan Pierre Massé,37
para consagrarse a partir del libro publicado en 1974 por René Lenoir, Secretario de
Estado para la Acción Social del gobierno gaullista francés, bajo el título de Les
exclus: Un Français sur dix.38 En su libro, Lenoir presenta una larga lista de sectores
vulnerables y elementos “socialmente desadaptados” que formarían la categoría de
los excluidos: delincuentes, drogadictos, alcohólicos, asociales, inválidos,
discapacitados mentales, familias monoparentales o con múltiples problemas,
minorías étnicas mal integradas como los franceses musulmanes, etc. Tanto para
Massé como para Lenoir y otros influyentes escritores del período (entre ellos
Raymond Arond con Les désillusions du progrès de 1969) se trataba de los olvidados
del progreso, aquellos que habían quedado marginados en una sociedad cada vez más
exitosa y con los que ya era hora de compartir los frutos del crecimiento económico.

El surgimiento en Francia de expresiones como “exclusión social” o “los excluidos” no


es casual sino que apunta, como bien lo ha mostrado Hilary Silver, a un ideal
republicano que gira en torno a la idea de cohesión social y los problemas de la
urbanización y la modernización como fuente de un eventual debilitamiento de los
lazos que mantienen funcionando el tejido social. El exponente clásico de esta
reflexión es Émile Durkheim, pero la misma encuentra su contraparte en el alemán
Ferdinand Tönnies, ambos activos a fines del siglo XIX. Es importante eso sí indicar
que lo que aquí está en cuestión no es el tema de la pobreza, que de por sí no impide
una fuerte cohesión e inclusión social, sino los factores que llevan a una ruptura del

                                                                                                                         
37 Según, entre otros, Hmaid Ben Aziza (2004). “Exclus et exclusion: Réalité et processus”, Cahiers de

la Méditerranée, volumen 69) Pierre Massé usa el término en su informe Les dividendes du progrès
(Rapport du Secrétaire General du Plan, París, 1964). Un año después se lo encuentra en el título
mismo del libro de J. Klanfer L’Exclusion sociale: Étude de la marginalité dans les sociétés (Bureau de
Recherches sociales, París, 1965). Para estudios sobre el nacimiento del concepto véase, entre otros, H.
Silver (Social exclusion and social solidarity: Three paradigms”, International Labour Review, 133,
1994), J. Estivill (Panorama de la lucha contra la exclusión social: Conceptos y estrategias, OIT-
STEP/Portugal, Ginebra, 2003) y D. Béland (“The social exclusion discourse: ideas and policy change”,
Policy & Politics vol. 35:1, The Policy Press, 2007).
38 René Lenoir (1974). Les exclus: Un François sur dix, Le Seuil, París. Lenoir ha dicho que el genial
título de su obra no fue invención suya sino de su editor.

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sentido de pertenencia a una determinada sociedad. No se trata de una perspectiva
vertical o “clasista” –pobres-ricos, dominantes-dominados, burgueses-proletarios,
señores-siervos, etc. – sino horizontal; no de un estar arriba o abajo en la estructura
social sino adentro o afuera, incluido o excluido.

Este es el sentido a mi parecer legítimamente distintivo del concepto de exclusión


social, que en parte se ha perdido al tratar de asimilarlo o, peor aún, sustituir al de
pobreza que alude a otro tipo de problemática que si bien puede combinarse con la
exclusión no coincide con ella ni, aún menos, es su sinónimo. Efectivamente, y a
pesar de toda su nebulosidad y dificultad para articularse empíricamente, la exclusión
social en su acepción clásica define un terreno de investigación y preocupación social
pleno de sentido, tal como fácilmente lo observamos al estudiar, por ejemplo, los
conflictos nacionalistas/regionalistas, la temática de la inmigración, los guetos
urbanos o el surgimiento de subculturas en las sociedades actuales. Pero para que
esto sea así debe mantenerse la especificidad del concepto y no reducirlo a lo
económico, haciéndolo un sinónimo de pobreza o de la falta de trabajo (“exclusión del
mercado laboral”). Ya veremos que el concepto de exclusión social ha corrido
justamente esta suerte al difundirse de Francia a la UE y luego a otros países u
ámbitos culturales. Se puede decir que conquistó un protagonismo internacional
nunca antes ni siquiera soñado pero al precio de perder su alma y transformarse en
esa nebulosa que es hoy por hoy.

En todo caso, si bien el concepto de exclusión fue acuñado en los años 60 y 70 no


sería hasta la segunda mitad de los 80 cuando realmente cobraría su importancia en
la escena política francesa. Se trata de los debates en torno a la propuesta, finalmente
aprobada por el parlamento en diciembre de 1988, de crear el Ingreso Mínimo de
Inserción (Revenu Minimum d’Insertion – RMI). Es en este contexto que el tema de
la exclusión/inclusión madura como para, bajo el impulso de Jacques Delors y sus
asesores, pasar a ocupar un rango privilegiado en el pensamiento de la Comunidad
Europea llegando a reemplazar totalmente, por un tiempo al menos, al concepto de
pobreza.

Desde la poderosa plataforma de la Comunidad Europea el concepto de exclusión


social iniciará una rápida expansión tanto en los Estados miembros de la misma
como en una serie de organismos internacionales, como ser las Naciones Unidas, la

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Organización Internacional del Trabajo y el Banco Mundial.39 En términos políticos,
el ascenso de Tony Blair al gobierno británico le dará un nuevo empuje muy
significativo, que se concretará en la creación en diciembre de 1997 de la Social
Exclusion Unit (SEU, “Unidad para la Exclusión Social”) como parte integrante de la
Secretaría del Gabinete del Primer Ministro y en el nombramiento, el año 1999, de un
ministro para la exclusión social. Según Melissa Benn, la SEU era “la joya de la
política laborista, su hijo administrativo preferido”.40 Nunca antes ni tampoco
después un gobierno le ha dado tal prominencia a la perspectiva de la exclusión
social. Además, la iniciativa política de Blair implicará, al menos temporalmente, una
ruptura del “frente anglo-sajón” que tradicionalmente se ha mantenido escéptico
respecto del nuevo concepto y firmemente anclado en las investigaciones clásicas
sobre la pobreza.

Sin embargo, el concepto nunca logró implantarse en Estados Unidos ni tampoco en


Asia, y su presencia ha sido muy limitada en África o América Latina. En general se
puede decir que, fuera de Europa, el concepto de pobreza ha ganado el pulso que le
entabló, hace ya un par de décadas, el de exclusión social. Incluso en la UE, si bien se
sigue hablando mucho de exclusión social de hecho se sigue pensando en y midiendo
la pobreza, la privación y la vulnerabilidad. Un hecho sintomático es que en el nuevo
programa estrella de la UE, Europa 2020, la iniciativa emblemática respecto de la
lucha contra la pobreza y la exclusión se llame simplemente Plataforma europea
contra la pobreza.41 Otro hecho que retrata el debilitamiento de la en su día tan
prominente presencia del concepto de exclusión social es la degradación de la
posición de la Unidad para la Exclusión Social dentro del gobierno británico en mayo
de 2002 para luego, en junio de 2006, ser transformada en un organismo de mucho
menor peso y rango llamado Social Exclusion Task Force (SETF, “Fuerza Operativa
para la Exclusión Social”) que finalmente desaparecería de la escena gubernamental
británica sin pena ni gloria.

                                                                                                                         
39 J. Estivill, ibid.
40Melissa Benn (2000). “New Labour and Social Exclusion”, The Political Quarterly 71:3, p. 309. La
idea de crear la SEU fue lanzada en el verano de 1997 por Peter Mandelson en un discurso donde
hablaba de 5 millones de personas viviendo en exclusión social y otros 3 millones más en condiciones
de dramática privación. Véase R. Levitas (2005). The Inclusive Society? Social Exclusion and New
Labour, second edition, Palgrave-Macmillan, Londres.
41Com (2010/2020), Europa 2020: Una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e
integrador, Comisión Europea, Bruselas, pp. 4 y 25.

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Definiciones de la exclusión social

La evolución anteriormente descrita nos permite acercarnos a las definiciones


actualmente en boga del concepto de exclusión social para luego ver qué nos dicen las
investigaciones empíricas acerca de su utilidad.

En términos generales, las definiciones se mueven en un eje que va desde el sentido


original francés del término, que se centra en la ruptura de lo que Durkheim llamaba
lien social (“lazo social”) y que en sí mismo poco tiene que ver con la pobreza, a un
sentido más inglés del concepto, en el que exclusión social se define como una suma
de situaciones de privación o pobreza que se supone son, en sí mismas, componentes
y causas de la exclusión.

Una definición plenamente “francesa” de exclusión social es la siguiente que nos da


Hilary Silver en un reciente repaso del desarrollo del concepto:

“Habitualmente, la exclusión social es definida como un proceso dinámico de


ruptura multidimensional del lazo social a nivel individual y colectivo. Por
lazo social entiendo las relaciones sociales, las instituciones y las identidades
imaginadas de pertenencia que constituyen la cohesión, la integración o la
solidaridad social. La exclusión social impide la plena participación en las
actividades normativamente prescritas de una sociedad determinada y niega
el acceso a la información, los recursos, la sociabilidad, el reconocimiento y la
identidad, erosionando la autoestima y reduciendo las capacidades para
alcanzar metas personales.”42

Como fácilmente se observa, componentes como la pobreza o la privación material


juegan un rol muy limitado en esta definición, siendo en todo caso vistos como
resultados y no como causas de la exclusión. En contraste, se incluyen de manera
central elementos como la identidad, el sentimiento de pertenencia o la autoestima,
propios de una definición verdaderamente clásica de la exclusión.

                                                                                                                         
42 Silver (2007). Ibid., p. 1.

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Una conceptualización de tinte inglés, donde exclusión social y pobreza se hacen
términos intercambiables, la encontramos en el Poverty Site de la Joseph Rowntree
Foundation:

“Hasta la llegada en 1997 del gobierno laborista, el término exclusión social


había sido raramente o nunca usado para discutir temas de política social en
el Reino Unido […] una de las consecuencias de introducir el término
exclusión social fue que llevó a algunos a asumir que los bajos ingresos y la
alienación eran fenómenos que estaban esencialmente desconectados y que,
al desarrollar medidas políticas, se les podía (y debía) considerar
separadamente. Esto, a su vez, llevó a la tendencia en ciertos círculos de
devaluar la importancia de abordar temas relacionados con los bajos
ingresos […] Como una reacción contra todo esto, esta página virtual usa
siempre el término ‘pobreza y exclusión social’ sin hacer diferencias entre
ellos.”43

La adopción por parte de la Comunidad Europea del término exclusión social a fines
de los 80 se caracterizó por una mezcla ecléctica de ambos enfoques, donde la idea
original francesa fue pasada por el cedazo inglés. Así describen H. Silver y S. M.
Miller este proceso:

“Cuando la UE adoptó la terminología de la ‘exclusión social’ del francés, su


significado cambió sutilmente. Los expertos británicos de los Programas de la
Pobreza trataron, por ejemplo, de reconciliar el énfasis francés en la
exclusión social y cultural con su propio énfasis tradicional en la privación
material y en los derechos sociales de la ciudadanía, viendo la pobreza como
un impedimento para la participación plena en la sociedad […] El trabajo
conceptual le cedió el paso a un compromiso político […] Dicho lisa y
llanamente, la UE reformuló la exclusión como una inhabilidad para ejercer
los ‘derechos sociales de los ciudadanos’ a obtener un estándar básico de vida

                                                                                                                         
43Joseph Rowntree Foundation (2010). Relative Poverty, absolute Poverty, and social exclusion,
Poverty Site, Joseph Rowntree Foundation.

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y como barreras a la ‘participación’ en las principales oportunidades sociales
y ocupacionales de la sociedad.”44

Este compromiso, donde el tinte inglés ha sido más marcado que el francés, es el que
nos permite entender las diversas definiciones que la UE ha ido dando del término
exclusión social hasta llegar a la actualmente usada, tal como fue presentada en el
Informe conjunto sobre la inclusión social de 2003:

“Exclusión social es un proceso que relega a algunas personas al margen de


la sociedad y les impide participar plenamente debido a su pobreza, a la falta
de competencias básicas y oportunidades de aprendizaje permanente, o por
motivos de discriminación. Esto las aleja de las oportunidades de empleo,
percepción de ingresos y educación, así como de las redes y actividades de las
comunidades. Tienen poco acceso a los organismos de poder y decisión y, por
ello, se sienten indefensos e incapaces de asumir el control de las decisiones
que les afectan en su vida cotidiana.”45

Ahora bien, más allá del énfasis que se le dé a diferentes componentes del concepto
de exclusión social todos los enfoques acentúan ciertas características del mismo, en
particular el tratarse supuestamente de un fenómeno multidimensional y
acumulativo, es decir, en el que coincidirían, reforzándose mutuamente, una serie de
procesos y situaciones de privación y exclusión que empujan a individuos y grupos “al
margen de la sociedad”, amenazando así el lazo o la vinculación que los une con el
resto de la comunidad. Además, la gran mayoría de los autores hacen de la pobreza y
la falta de acceso al trabajo el elemento central de esta “multidimensionalidad
acumulativa”.

                                                                                                                         
44 H. Silver y S. M. Miller (2003). “Social Exclusion. The European Approach to Social Disadvantage”,

Indicators, vol. 2:2, p. 7.


45Com (2003/773). Informe conjunto sobre la inclusión social en el que se resumen los resultados del
examen de los planes nacionales de acción en favor de la inclusión social (2003-2005), Comisión
Europea, Bruselas, p. 9.

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Midiendo la exclusión social: el

fantasma escurridizo

Este tipo de presuposiciones teóricas ha sido el punto de partida de una serie de


análisis empíricos que han tratado de medir la existencia, características y extensión
real de la exclusión social. A ellas les daremos ahora una mirada para ver si estamos
ante algo más que un nuevo “fantasma que recorre Europa”, causando alarma
generalizada, llenando seminarios y creando una armada de investigadores, expertos
y funcionarios cuya misión es combatirlo.

Para realizar esta reseña de los resultados de las investigaciones empíricas me basaré
en el trabajo de Hilary Silver al respecto,46 en el cual se resumen las conclusiones de
siete estudios sobre la exclusión social que usan ampliamente las fuentes de datos
estadísticos disponibles.47 Estas investigaciones tienen como base común datos
reunidos por estudios longitudinales tipo panel, basados en una muestra de hogares
e individuos que son seguidos durante una serie de años, permitiendo así captar la
dinámica real del desarrollo social. El estudio más importante a este respecto es el
European Community Household Panel (ECHP), llevado a cabo entre 1994 y 2001.48
En este estudio se recopiló una amplia serie de datos longitudinales estandarizados,
lo que permite seguir en el tiempo las trayectorias de los individuos y hogares
estudiados y, además, comparar los resultados obtenidos en diversos países. Se trata
                                                                                                                         
46 Silver (2007). Ibid.
47 Se trata de R. Muffels y D. Fouarge (“Social Exclusion and Poverty: Definition, Public Debate and

Empirical Evidence”, en D. G. Mayes, J. Berghman y R. Salais, Social Exclusion and European Policy,
Edward Elgar, Northampton, 2001), R. Tsakloglou y F. Papadopoulos (“Aggregate level and
determining factors of social exclusion in twelve European countries”, Journal of European Social
Policy, 12:3, 2002), E. Apospori y J. Millar (The Dynamics of Social Exclusion in Europe: Comparing
Austria, Germany, Greece, Portugal and the UK, Edward Elgar, UK, 2003), M. Barnes y otros
(Poverty and Social Exclusion in Europe, Edward Elgar, UK, 2002), D. Gallie y S. Paugam (Welfare
Regimes and the Experience of Unemployment in Europe, Oxford University Press, Oxford 2000), C.
Whelan, R. Layte y B. Maitre (“Multiple deprivation and persistent poverty in the European Union”,
Journal of European Social Policy, 12:2, 2002) y T. Burchardt, J. le Grand y D. Piachaud (“Degrees of
exclusion: developing a dynamic, multidimensional measure”, en J. Hills, Understanding Social
Exclusion, Oxford University Press, Oxford, 2002), este último studio está basado en el British
Household Panel y todos los anteriores en el European Community Household Panel.
48 Este estudio involucró inicialmente a unas 130.000 personas adultas de doce países de la

Comunidad, a los que luego se sumaron Finlandia, Austria y Suecia. El ECHP recogió información
sobre una amplia serie de aspectos: ingreso, situación laboral, logros educacionales, relaciones sociales
de distinto tipo, situación de salud y familiar, vivienda, seguridad social, satisfacción en relación a
diversas materias, etc.

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por ello de una base de información óptima para estudiar procesos supuestamente
multidimensionales y acumulativos.

Los resultados de las investigaciones reseñadas por Silver no dejan de sorprender y


pueden sintetizarse en los siguientes puntos: a. la correlación entre pobreza, en
particular la pobreza crónica, y otros indicadores de privación y exclusión es
escasamente significativa, señalando que se trata de fenómenos distintos; b. la
correlación entre distintos indicadores de exclusión o ruptura social tampoco queda
corroborada empíricamente; c. la existencia de procesos acumulativos de privación y
exclusión parece ser un fenómeno muy poco común; d. la privación no es
habitualmente múltiple sino que se trata de un solo factor; y e. no existe una base
empírica para hablar de una “underclass”, es decir, un grupo considerable de
personas permanente desaventajadas.

Este es el resumen que la propia Silver hace de su reseña:

“… uno de los hallazgos más consistentes de los estudios sobre la exclusión es


que ciertas facetas de la ruptura social no están asociadas con otras. Esto
implica que los procesos de desventaja acumulativa –círculos viciosos,
espirales descendentes, etc. – son más raros de lo que muchos suponen. Una
cosa queda clara, la exclusión social es distinta de la pobreza crónica […] sólo
una pequeña proporción de los pobres permanente están expuestos a
privaciones múltiples […] Más gente es pobre o vive en privación de una
manera que los que viven la privación de una manera múltiple […] La
correlación imperfecta entre las dimensiones de la exclusión social ilustra el
hecho de que mucha gente está en trayectorias que, a diferente ritmo, los
llevan o sacan de una situación social dada.” Todo esto conduce a nuestra
autora a una conclusión decisiva: “El hallazgo reiterado de una débil
correlación entre las diversas dimensiones de la vida social contradice la
antigua noción de una clase marginalizada (‘underclass’), un núcleo duro de
gente permanentemente desaventajada. A lo más, esto caracterizaría un
porcentaje muy pequeño de la población de los países occidentales
industrializados.”49

                                                                                                                         
49 Silver (2007). Ibid., p. 12.

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En suma, parece que la tan mentada exclusión social no era más que un fantasma,
una especie de ilusión colectiva creada por los alarmistas de siempre así como por
nuestros miedos y la estadística habitual –que nos da cifras puntuales sobre algún
fenómeno pero nada dice sobre si año a año se trata de los mismos individuos– cuya
certeza se disipa al seguir trayectorias reales de vida. Ni la multidimensionalidad, ni
los procesos acumulativos, ni la privación múltiple, ni la coincidencia de la pobreza
con la exclusión, ni la formación de una clase permanente de excluidos, nada de esto
ha podido ser comprobado. Todo lo contrario, la evidencia indica con toda claridad
que se trata de momentos en la vida de los individuos durante los cuales éstos se ven
afectados por una u otra privación o falta de inclusión que no los condena a caer en
un círculo vicioso de degradación y exclusión ni a formar parte de una especie de
clase de marginados o excluidos. En suma, se trata de lo que ya sabíamos acerca de la
pobreza en las sociedades modernas, es decir, que es mayoritariamente una situación
temporal en el seno de sociedades constantemente cambiantes y con altos niveles de
movilidad social, sociedades en las que, usando el clásico ejemplo de los Estados
Unidos, la gran mayoría son pobres alguna vez pero sólo muy pocos lo son para
siempre.

La exclusión social profunda

Estas constataciones no pueden sino dejarnos atónitos frente a la algarabía general


causada por la exclusión social. El grito de combate lanzado ya en 1989 por la
Comunidad Europea –recuérdese el dramático título de su primer documento oficial
al respecto: Combatir la exclusión social50– no parece encontrar una justificación en
la estadística pura y dura. Sin embargo, la conclusión que a mi juicio corresponde
sacar de lo dicho es doble. Por una parte, no hay duda que se ha exagerado sin límites
sobre el tema de la exclusión social bajo el impulso inicial de aquella retórica, tan
común en los años 80, acerca de lo que se llamó “la sociedad de los dos tercios” y
perpetuada luego por una especie de inercia burocrático-institucional que fue
creando, a través de subvenciones y oportunidades de promoción, un círculo

                                                                                                                         
50C (1989/277). Resolution of the Council on Combating Social Exclusion, Official Journal of the
European Communities, No C 277.

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creciente de interesados en mantener y ampliar la nueva perspectiva aún a falta de un
sólido asidero empírico. Por otra parte, y a pesar de lo indicado, considero que sería
un error descartar en su conjunto la idea de la exclusión social ya que, si bien con
proporciones mucho más limitadas que las anunciadas por diversos pronósticos
agoreros, apunta a un fenómeno cualitativamente importante en las sociedades
contemporáneas.

Se trata de bolsones de privación y exclusión que, justamente por ser globalmente


muy acotados y minoritarios, no pueden ser detectados ni menos aún estudiados
mediante el tipo de herramientas usadas por los estudios antes mencionados. En
muestras representativas de una sociedad en su conjunto los individuos que forman
parte de estos bolsones de exclusión se diluyen quedando reducidos a excepciones
individuales. Sin embargo, cuando estas excepciones viven agrupadas se producen
procesos que es necesario no perder de vista ya que pueden llegar a tener una
significación social que es muy superior a la importancia meramente cuantitativa de
las persones que componen esos bolsones.

Este punto es crucial no sólo desde el punto de vista de los métodos de investigación
sino sobre todo para comprender lo que en otro contexto he llamado exclusión social
profunda,51 que siempre es colectiva y que se diferencia radicalmente de la vivida
individualmente. Una cosa es ser desempleado o pobre, o tener un acceso limitado a
una serie de recursos básicos y vivir una vida de gran aislamiento social pero hacerlo
como una excepción en ambientes sociales mayoritariamente compuestos por
personas que no viven esas situaciones; otra cosa muy distinta es hacerlo como parte
de un colectivo que abrumadoramente comparte esas características. En el primer
caso tenemos un individuo en una situación difícil, que además vivirá bajo el estigma
de una cultura ambiente donde la inclusión y participación social son la norma. En el
segundo caso, se forma una cultura de la exclusión y formas colectivas de vida y
movilización social que reflejan la situación de exclusión. En el primer caso estamos
ante un hecho lamentable y sin duda digno de atención pero de limitada relevancia
social; en el segundo estamos ante un hecho que, aunque en su conjunto no abarque a

                                                                                                                         
51 El tema lo he tratado teórica y empíricamente en las tres versiones del Mapa de la exclusión

publicadas en Suecia entre 2004 y 2006. En ellos se estudia una amplia serie de áreas segregadas de
Suecia. Ver M. Rojas (2006). Utanförskapets karta (“Mapa de la exclusión”), tercera edición,
Folkpartiet, Estocolmo

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demasiadas personas, puede dar origen a conflictos sociales de gran trascendencia y
transformarse en una real amenaza para la cohesión social. Se puede producir así
una verdadera ruptura del lazo social, pero no tanto bajo la forma de la “anomia” de
que hablaba Durkheim sino como la formación de una especie de cultura alternativa o
incluso de una contracultura, una forma de aquella “cultura de la pobreza” de la que
Oscar Lewis estudió ya en los años 50 del siglo pasado.52 Esta es la perspectiva que a
mi juicio permite entender hechos como los dramáticos motines urbanos que
asolaron tantas ciudades francesas a fines del año 2005.

Dicho esto no hay que olvidar que el mismo problema estadístico ya antes comentado
se da en el caso de las áreas de alta segregación, privación y exclusión. La imagen que
nos da la estadística habitual oculta una de las características más destacadas que a
menudo muestran estas áreas, a saber, el alto nivel de recambio poblacional de las
mismas. Este hecho es muy conocido gracias a los estudios estadounidenses ya
clásicos sobre los sorprendentes cambios que ha ido experimentando la composición
poblacional y étnica de los guetos urbanos,53 si bien su validez para ciertos grupos,
como ser los afroamericanos, ha sido cuestionada.54 Estudios realizados en Suecia
muestran la misma característica: el recambio anual de población oscila entre una
quinta y una cuarta parte de los habitantes de los barrios más destituidos,
especialmente cuando tienen una alta o muy alta proporción de población
inmigrante.55 El “gueto” es por ello, en realidad, algo muy distinto de lo que la misma
palabra gueto sugiere. No es un área cerrada y aislada sino el escenario de muchas
aves de paso, a menudo de llegada reciente, que encuentran en las áreas más pobres
de la geografía urbana su primera residencia para luego continuar su viaje. Sin
embargo, la investigación también muestra que en las áreas de alta vulnerabilidad y
privación va quedando un remanente permanente que sí puede ser descrito como
“los excluidos” y que le dan su particular atmósfera social y cultural a esas áreas.

                                                                                                                         
Oskar Lewis (1959). Five Families: Mexican Case Studies in the Culture of Poverty, Basic Books,
52

New York.
53 Véanse por ejemplo los estudios reunidos en Robert Park (1925). The City, Chicago University Press,

Chicago.
54 Véase como ejemplo R. Massey y N. Denton (1993). American Apartheid, Harvard University Press,

Cambridge.
55Roger Andersson (2000). ”Rörligheten i de utsatta områdena” (La movilidad en los barrios
vulnerables), en Hemort Sverige, Integratiosverket, Norrköping.

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En todo caso, la existencia de bolsones de exclusión que hoy por hoy toman la forma
de guetos urbanos con altas concentraciones de inmigrantes o minorías étnicas forma
un objeto de estudio y atención pública de alta relevancia, en el cual confluyen más y
más los temas de la inclusión y la integración social. Por ello es que es pertinente que
se siga trabajando en el tema de la exclusión social, pero para que este esfuerzo tenga
sentido es necesario, por una parte, abandonar las exageraciones hasta ahora
cometidas y, por otra, disponer de un diagnóstico correcto de la “exclusión social
profunda” basado en herramientas de estudio y de medición adecuadas.

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