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Etica Adela Cortina Emilio Martinez Navarro Mey | | | | El ambito de la filosofia practica 1.1. LA ETICA COMO FILOSOFIA MORAL Este libro trata de la Etica entendida como aquella parte de la Filosofia que se dedica a la reflexién sobre la moral. Como parte de la Filosofia, la Etica es un tipo de saber que intenta construirse racional- mente, utilizando para ello el rigor conceptual y los métodos de andlisis y explicacién propios de la Filosofia. Como reflexién sobre las cuestiones morales, la Etica pretende desplegar los conceptos y los argumentos que permitan comprender la dimensién moral de la persona humana en cuanto tal dimensién moral, es decir, sin reducirla a sus componentes psicolégicos, sociolégicos, econémicos o de cualquier otro tipo (aunque, por supuesto, la Etica no ignora que tales factores condicionan de hecho el mundo moral) Una vez desplegados los conceptos y argumentos pertinentes, se puede decir que la Etica, la Filosoffa moral, habra conseguido dar razén del fenémeno moral, dar cuenta racionalmente de la dimensién moral humana, de modo que habremos crecido en saber acerca de nosotros mis- mos, y, por tanto, habremos alcanzado un mayor grado de libertad. En definitiva, filosofamos para encontrar sentido a lo que somos y hacemos; y buscamos sentido para colmar nuestras ansias de libertad, dado que la falta de sentido la experimentamos como cierto tipo de esclavitud. LIL. La Etica es indirectamente normativa Desde sus orfgenes entre los filésofos de la antigua Grecia, la Etica es un. tipo de saber normativo, esto es, un saber que pretende orientar las acciones de los seres humanos. También la moral es un saber que ofrece orientaciones para la accién, pero mientras esta tiltima propone acciones concretas en casos concretos, la Etica ~como Filosofia moral— se remon- taa la reflexién sobre las distintas morales y sobre los distintos modos de justificar racionalmente la vida moral, de modo que su manera de orien- tar la accién es indirecta: a lo sumo puede sefialar qué concepcién moral es mas razonable para que, a partir de ella, podamos orientar nuestros comportamientos. Por tanto, en principio, la Filosoffa moral 0 Etica no tiene por qué tener una incidencia inmediata en la vida cotidiana, dado que su objeti- vo tiltimo es el de esclarecer reflexivamente el campo de lo moral. Pero seme- jante esclarecimiento sf puede servir de modo indirecto como orientacién moral para quienes pretendan obrar racionalmente en el conjunto de la vida entera. [Por ejemplo: supongamos que alguien nos pide que elaboremos un «juicio ético» sobre el problema del paro, o sobre la guerra, o sobre el aborto, 6 sobre cualquier otra cuestién moral de las que estén en discusién en nuestra sociedad; para empezar, tendriamos que aclarar que en realidad se nos est4 pidiendo un juicio moral, es decir, una opinidn suficientemente meditada acerca de la bondad o malicia de las intenciones, actos y consecuencias que estén implicados en cada uno de esos problemas. A continuacion, deberia- mos aclarar que un juicio moral se hace siempre a partir de alguna concep- cién moral determinada, y una vez que hayamos anunciado cual de ellas consideramos valida, podemos proceder a formular, desde ella, el juicio moral que nos reclamaban. Para hacer un juicio moral correcto acerca de alguno de los asuntos morales cotidianos no es preciso set experto en Filosoffa moral. Basta con tener cierta habilidad de raciocinio, conocer los principios bésicos de la doctrina moral que consideramos valida, y estar informados de los pormenores del asunto en cuestién. Sin embargo, el juicio ético propiamente dicho serfa el que nos condujo a aceptar como valida aquella concepcién moral que nos sitvi6 de referencia para nuestro juicio moral anterior. Ese juicio ético estara correctamente formulado si es la con- clusién de una serie de argumentos filosoficos, s6lidamente construidos, que muestren buenas razones para preferir la doctrina moral escogida. En gene- ral, tal juicio ético estd al alcance de los especialistas en Filosofia moral, pero a veces también puede manifestarse con cierto grado de calidad entre las personas que cultivan la aficién a pensar, siempre que hayan hecho el esfuerzo de pensar los problemas «hasta el final».] 1.2 Los saberes practicos Para comprender mejor qué tipo de saber constituye la Etica hemos de recordar la distincién aristotélica entre los saberes tedricos, poiéticos y prdc- ticos. Los saberes tedricos (del griego theorein: ver, contemplar) se ocupan de averiguar qué son las cosas, qué ocurre de hecho en el mundo y cudles son las causas objetivas de los acontecimientos. Son saberes descriptivos: nos muestran lo que hay, lo que es, lo que sucede. Las distintas ciencias de la naturaleza (Fisica, Quimica, Biologfa, Astronomia, etc.) son saberes teéri- cos en la medida en que lo que buscan es, sencillamente, mostrarnos cémo es el mundo. Aristdteles decta que los saberes tedricos versan sobre «lo que no puede ser de otra manera», es decir, lo que es asi porque asf lo encon- tramos en el mundo, no porque lo haya dispuesto nuestra voluntad: el sol calienta, los animales respiran, el agua se evapora, las plantas crecen... todo es0 es asi y no lo podemos cambiar a capricho nuestro; podemos tratar de impedir que una cosa concreta sea calentada por el sol utilizando para ello cualesquiera medios que tengamos a nuestro alcance, pero que el sol calien- te ono caliente no depende de nuestra voluntad: pertenece al tipo de cosas que «no pueden ser de otra manera». En cambio, los saberes poiéticos y practicos versan, segtin Aristdteles, sobre «lo que puede ser de otra manera», es decir, sobre lo que podemos controlar a voluntad. Los saberes poiéticos (del griego poiein: hacer, fabri- car, producir) son aquéllos que nos sirven de guia para la elaboracién de algin producto, de alguna obra, ya sea algtin artefacto util (como construir una rueda o tejer una manta) o simplemente un objeto bello (como una escultura, una pintura o un poema). Las técnicas y las artes son saberes de ese tipo. Lo que hoy Ilamamos «tecnologias» son igualmente saberes que abarcan tanto la mera técnica —basada en conocimientos tedricos~ como la produccién artistica. Los saberes poiéticos, a diferencia de los saberes tedricos, no describen lo que hay, sino que tratan de establecer normas, c4nones y orientaciones sobre cémo se debe actuar para conseguir el fin deseado (es decir, una rueda o una manta bien hechas, una escultura, 0 pintura, 0 poema bellos). Los saberes poiéticos son normativos, pero no pretenden servir de referencia para toda nuestra vida, sino tinicamente para la obtencién de ciertos resultados que se supone que buscamos. En cambio, los saberes practicos (del griego praxis: quehacer, tarea, negocio), que también son normativos, son aquéllos que tratan de orien- tarnos sobre qué debemos hacer para conducir nuestra vida de un modo bueno y justo, cémo debemos actuar, qué decisién es la mas correcta en cada caso concreto para que la propia vida sea buena en su conjunto. Tratan sobre lo que debe haber, sobre lo que deberia ser (aunque todavia no sea), sobre lo que serfa bueno que sucediera (conforme a alguna con- cepcidn del bien humano). Intentan mostrarnos cémo obrar bien, como conducirnos adecuadamente en el conjunto de nuestra vida En la clasificacién aristotélica, los saberes prdcticos se agrupaban bajo el rotulo de «filosofia practica», r6tulo que abarcaba no sélo la Btica (saber practico encaminado a orientar la toma de decisiones prudentes que nos conduzcan a conseguir una vida buena), sino también la Economfa' (saber préctico encargado de la buena administracién de los bienes de la casa y de la ciudad) y la Politica (saber practico que tiene por objeto el buen go- bierno de la polis CLASIFICACION ARISTOTELICA DE LOS SABERES |teéricos (descriptivos): | poiéticos o productivos | practicos (normativos * ciencias de la naturaleza. | (normativos para un fin | para la vida en su concreto objetivado): | conjunto): Filosofia + la técnica, practica, es decir, + las bellas artes. + Etica, + Economia y + Politica. Ahora bien, la clasificacién aristotélica que acabamos de exponer puede ser completada con algunas consideraciones en torno al ambito de la Filosoffa practica que, a nuestro juicio, son necesarias para entender el alcance y los limites del saber practico: 12) No cabe duda de que la Etica, entendida al modo aristotélico como saber orientado al esclarecimiento de la vida buena, con la mirada puesta en la realizacién de la felicidad individual y comunitaria, sigue formando parte de la Filosofia practica, aunque, como vere- mos, la cuestién de la felicidad ha dejado de ser el centro de la refle- xién para muchas de las teorfas éticas modernas, cuya preocupacién se centra més bien en el concepto de justicia. Si la pregunta ética para Aristételes era «jqué virtudes morales hemos de practicar para lograr una vida feliz, tanto individual como comunitariamente?», en + En la actualidad, muchos economistas distinguen entre la «Econom(a normativa» y la «Economfa positiva»: mientras que la primera incluye orientaciones para la toma de deci- siones sobre la base de ciertas opciones morales que la propia Economia no puede justificar, la segunda trata de limitarse a la pura y simple descripcién de los hechos econémicos (véase Samuelson, P. A. y Nordhaus, W. D., Economia, Madrid, McGraw-Hill, 1993, 14° edicién, p. 11), No cabe duda de que la llamada «Economia normativa> es en realidad un capftulo de la Etica, concretamente un asunto de «Btica aplicada», a saber, el capitulo que trata de la cuestién de qué valores han de set fomentados con los recursos disponibles y de cémo han de disponerse las estructuras econémicas para servir a los intereses generales. la Modernidad, en cambio, la pregunta ética seria més bien esta otra: «jqué deberes morales basicos deberian regir la vida de los hombres para que sea posible una convivencia justa, en paz y en libertad, dado el pluralismo existente en cuanto a los modos de ser feliz». 2°) La Filosoffa politica sigue formando parte de la Filosofia practica por derecho propio. Sus preguntas principales se refieren a la legitimi- dad del poder politico y a los critetios que nos pudieran orientar para el disefio de modelos de organizacién politica cada vez «mejo- res» (esto es: moralmente deseables y técnicamente viables). 3°) La Filosofia del Derecho se ha desarrollado enormemente en los siglos posteriores a Aristételes, hasta el punto de que podemos considerarla como una disciplina del ambito practico relativa- mente independiente de la Etica y de la Filosofia politica. Su interés primordial es la reflexién sobre las cuestiones relaciona- das con las normas juridicas: las condiciones de validez de las mis- mas, la posibilidad de sistematizarlas formando un cédigo cohe- rente, ete. 4°) A las disciplinas recién mencionadas (Etica, Filosoffa juridica, Filosofia politica) hoy habria que afiadir, a nuestro juicio, la refle- xi6n filosdfica sobre la religién. A pesar de que todavia se sigue cla- sificando a la Filosofia de la Religién como una parte de la filoso- ffa tedrica o especulativa, creemos que existen buenas razones para que el fenémeno religioso sea analizado desde la perspectiva prac- tica en lugar de hacerlo desde la perspectiva tedrica. En efecto, hubo un tiempo en que la existencia de Dios era un tema de inves- tigacién «cientifica»: era cuestién de averiguar si en el conjunto de lo real se encuentra «el Ser Supremo», y en caso afirmativo inten- tar indagar sus propiedades especificas. Sin embargo, a partir de la Modernidad, y especialmente a partir de Kant, la cuestién de la existencia de Dios ha dejado de ser una cuestién propia del ambito «cientifico» para pasar a ser una cuestién de «fe racional» que se justifica a partir de argumentos exclusivamente morales. En cual- quier caso, la toma de posicién ante la existencia de Dios, sea para afirmarla, sea para negarla, o sea para suspender el juicio acerca de ella, se plantea hoy en dia mucho més como una cuestién vincula- da alo moral, al problema de la injusticia y del sufrimiento huma- no, que al problema de la explicacién del origen del mundo (aun- que todavia hay personas empefiadas en continuar esta tltima linea de investigacién) AMBITOS DE LA FILOSOFIA PRACTICA EN NUESTROS DIAS ETICAO FILOSOFIA FILOSOFIA DEL | FILOSOFIA DE FILOSOFIA MORAL | POLITICA DERECHO LA RELIGION (Incluye elementos (En perspectiva de Economia ética) Normativa) 1.2, EL TERMINO «MORAL» AQUI Y AHORA El término «moral» se utiliza hoy en dia de muy diversas maneras, segtin los contextos de que se trate. Esta multiplicidad de usos da lugar a muchos malentendidos que aqui intentaremos evitar examinando los usos mas fre- cuentes y estableciendo las distinciones que creemos pertinentes. Para empezar, obsérvese que la palabra «moral» se utiliza unas veces como sus- tantivo y otras como adjetivo, y que ambos usos encierran, a su vez, distin- tas significaciones segiin los contextos. 1.2.1. El término «moral» como sustantivo A) Se usa a veces como sus culo determinado), para referirse a un conjunto de principios, preceptos, mandatos, prohibiciones, permisos, patrones de conducta, valores e idea- ntivo («la moral», con mintiscula y arti- les de vida buena que en su conjunto conforman un sistema mas 0 menos coherente, propio de un colectivo humano concreto en una determinada €poca histérica. En este uso del término, la moral es un sistema de conte- nidos que refleja una determinada forma de vida. Tal modo de vida no suele coincidir totalmente con las convicciones y habitos de todos y cada uno de los miembros de la sociedad tomados aisladamente. Por ejemplo, decir que los romanos de la época de la Reptiblica eran personas laborio- sas, austeras y combativas, no significa que no hubiera entre ellos algunos que no merecieran semejantes calificativos morales, y sin embargo tiene sentido mantener esa descripcidn general como sintesis de un modo de ser y de vivir que contrasta con el de otros pueblos y con lo que fueron los propios romanos més tarde, digamos, en el bajo imperio. La moral es, pues, en esta acepcién del término, un determinado modelo ideal de buena conducta socialmente establecido, y como tal, puede ser estudiado por la Sociologia, la Historia, la Antropologta Social y demas Ciencias Sociales. Sin embargo, estas disciplinas adoptan un enfoque netamente empirico, y 1A por lo tanto establecen un tipo de saber que hemos llamado «teérico», mientras que la Etica pretende orientar la accién humana (aunque sea de un modo indirecto), y en consecuencia le corresponde estar entre los saberes prdcticos. B) También como sustantivo, el término «moral» puede ser usado para hacer referencia al cédigo de conducta personal de alguien, como cuando decimos que «Fulano posee una moral muy estricta> o que «Mengano care- ce de moral»; hablamos entonces del cédigo moral que gufa los actos de una persona concreta a lo largo de su vida; se trata de un conjunto de con- vicciones y pautas de conducta que suelen conformar un sistema mas 0 menos coherente y sitve de base para los juicios morales que cada cual hace sobre los dems y sobre si mismo. Esos juicios, cuando se emiten en condi- ciones éptimas de suficiente informacién, serenidad, libertad, etc., son lla- mados a veces «juicios ponderados». Tales contenidos morales concretos, personalmente asumidos, son una sintesis de dos elementos: a) el patrimonio moral del grupo social al que uno pertenece, y b) la propia elaboracion personal sobre la base de lo que uno ha here- dado del grupo; tal elaboracién personal esté condicionada por cir- cunstancias diversas, tales como la edad, las condiciones socioeco- némicas, la biografia familiar, el temperamento, la habilidad para razonar correctamente, etc. Aunque lo tipico es que la mayor parte de los contenidos morales del cédigo moral personal coincida con los del cédigo moral social, no es for- {. De hecho, los grandes reformadores morales de la huma- z0so que sea nidad, tales como Confucio, Buda, Sécrates o Jesucristo, fueron en cierta medida rebeldes al cédigo moral vigente en su mundo social. Tanto la moral socialmente establecida como la moral personal son realidades que corresponden a lo que Aranguren Ilamé «moral vivida» para contraponerlas a la «moral pensada», de la que hablaremos a conti- nuacién. C) A menudo se usa también el rérmino «Moral» como sustantivo, pero esta vez con mayiiscula, para referirse a una «ciencia que trata del bien en general, y de las acciones humanas en orden a su bondad 0 mali- cia»*, Ahora bien, esta supuesta «ciencia del bien en general», en rigor no existe. Lo que existe es una variedad de doctrinas morales («moral catéli- ca», «moral protestante», «moral comunista», «moral anarquista», etc.) y una disciplina filosofica, la Filosofia moral o Etica, que a su vez contiene * Diccionario de la Lengua Espafola ce la Real Academia, 21° edicin, p. 1.400. una variedad de teorias éticas diferentes, e incluso contrapuestas entre sf («ética socrética», «ética aristotélica», «ética kantiana», etc). En todo caso, tanto las doctrinas morales como las teorfas éticas serfan modos de expresar lo que Aranguren llama «moral pensada», frente a los cédigos morales personales y sociales realmente asumidos por las personas, que constituirfan la «moral vivida». Hemos de insistir en la distincién entre los dos niveles légicos que representan las doctrinas morales y las teorfas éticas: mientras que las primeras tratan de sistematizar un conjunto con- cteto de principios, normas, preceptos y valores, las segundas constituyen un intento de dar razén de un hecho: el hecho de que los seres humanos se rigen por eédigos morales, el hecho de que hay moral, hecho que noso- tros en adelante vamos a denominar «el hecho de la moralidad». Esta dis- tincién no impide que, a la hora de elaborar una determinada doctrina moral, se utilicen elementos tomados de las teorias éticas, y viceversa. En efecto, las doctrinas morales suelen construirse mediante la conjuncién de elementos tomados de distintas fuentes; las mAs significativas de estas fuentes son: 1) las tradiciones ancestrales acerca de lo que esta bien y de lo que esta mal, transmitidas de generacién en generacién, 2) las confesiones religiosas, con su correspondiente conjunto de creen- cias y las interpretaciones dadas por los dirigentes religiosos a dichas creencias, y 3) los sistemas filoséficos (con su correspondiente Antropologia filo: fica, su Etica y su Filosoffa social y politica) de mayor éxito entre los intelectuales y la poblacién. Al intervenir el tercero de los ingredientes sefialados, no es de extrz fiar que las doctrinas morales puedan a veces confundirse con las teorfas éticas, pero en rigor légico y académico deberfa hacerse un esfuerzo para no confundir los dos planos de reflexién: las doctrinas morales perma- necen en el plano de las morales concretas (lenguaje-objeto), mientras que las teorfas éticas pretenden remontar la reflexién hasta el plano filo- s6fico (metalenguaje que tiene a las morales concretas como lenguaje- objeto). D) Existe un uso muy hispdnico de la palabra «moral» como sustantivo que nos parece extraordinariamente importante para comprender la vida moral: nos referimos a expresiones como «tener la moral muy alta», «estar alto de moral», y otras semejantes. Aqui la moral es sinénimo de «buena disposicién de dnimo», «tener fuerzas, coraje 0 artestos suficientes para hacer frente ~con altura humana~ a los retos que nos plantea la vida». Esta acepcién tiene una honda significacién filoséfica, tal como muestran Ortega y Aranguren’, Desde esta perspectiva, la moral no es sélo un saber, ni un deber, sino sobre todo una actitud y un cardcter, una disposicién de la persona entera que abarca lo cognitivo y lo emotivo, las creencias y los sen- timientos, la raz6n y la pasién, en definitiva, una disposicién de énimo (indi- vidual o comunitaria) que surge del cardcter que se haya forjado previamente. E) Cabe la posibilidad, por tiltimo, de que utilicemos el término «moral» como sustantivo en género neutro: «lo moral». De este modo nos estaremos refiriendo a una dimensin de la vida humana: la dimensin moral, es decir, esa faceta compartida por todos que consiste en la necesidad inevitable de tomar decisiones y llevar a cabo acciones de las que tenemos que responder ante nosotros mismos y ante los demés, necesidad que nos impulsa a buscar orientaciones en los valores, principios y preceptos que constituyen la moral en el sentido que hemos expuesto anteriormente (acepciones A y B). A) Modelo de conducta socialmente establecido en una sociedad concreta («la moral vigenten). B) Conjunto de convicciones morales personales («Fulano pose una moral muy rigida»).. C) Tratados sistematicos | C.1) Doctrinas morales sobre las cuestiones concretas («Moral morales («Moral»): catélica», etc.) “ORAL oe COMO a aunque lo correcto seria mds bien «ética aristotélica», etc.) D) Disposicién de animo producida por el caracter y actitudes adquiridos por una persona o grupo («estar alto de moral», etc.) E) Dimensién de la vida humana por la cual nos vemos obligados a tomar decisiones y a dar razén de ellas («lo moral») + J. Ortega y Gasset, «Por qué he escrito El hombre a la defensiva», en Obras Completas, Madrid, Revista de Occidente, IV, 1947, 72; J.L.L. Aranguren, Etica, Madrid, Revista de Occidente, 1958, p. 81 1.2.2. El término «moral» como adjetivo Hasta aqui hemos venido utilizando una serie de expresiones en las que el término «moral» aparece como adjetivo: «Filosofia moral», «cédigo moral», «principios morales», «doctrinas morales», etc. La mayor parte de las expresiones en que aparece este adjetivo tienen relacién con la Etica, pero algunas no: por ej., cuando decimos que tenemos «certeza moral» acer- ca de algo, normalmente queremos decir que creemos firmemente en ello, aunque no tengamos pruebas que lo pudieran confirmar o desmentir; este uso del adjetivo «moral» es, en principio, ajeno a la moralidad, y se sitéa en un Ambito meramente psicolégico. Sin embargo, en las demas expresiones citadas y en otras muchas que comentaremos més adelante («virtud moral», «valores morales», etc.) hay una referencia constante a esa dimensién de la vida humana que llamamos «la moralidad». Peto, jen qué consiste exacta- mente semejante dimensién humana? jqué rasgos distinguen lo moral de lo juridico o de lo religioso? Estas cuestiones seran desarrolladas en detalle mas adelante. Aqui sélo vamos a apuntar brevemente dos significados muy dis- tintos que puede adoptar el término «moral» usado como adjetivo. En principio, y siguiendo a J. Hierro, podemos decir que el adjetivo «moral» tiene sentidos distintos: A) «Moral» como opuesto a «inmoral». Por ¢j., se dice que tal o cual com- portamiento ha sido inmoral, mientras que tal otro es un comportamiento realmente moral. En este sentido es usado como término valorativo, porque significa que una determinada conducta es aprobada o reprobada; aqui se esta utilizando «moral» e «inmoral» como sinénimo de moralmente «correcto» e «incorrecto». Este uso presupone la existencia de algtin cédigo moral que sitve de referencia para emitir el correspondiente juicio moral. Asi, por ej., se puede emitir el juicio «la venganza es inmoral» y comprender que seme- jante juicio presupone la adopcién de algdn cédigo moral concreto para el que esta afirmacién es valida, mientras que otros cédigos morales ~digamos los que aceptan la Ley del Talién-, no aceptarfan la validez de ese juicio. B) «Moral» como opuesto a «amoral». Por ej., la conducta de los ani- males es amoral, esto es, no tiene relacién alguna con la moralidad, pues- to que se supone que los animales no son responsables de sus actos. Menos atin los vegetales, los minerales, o los astros. En cambio, los seres humanos que han alcanzado un desarrollo completo, y en la medida en que se les pueda considerar «duefios de sus actos», tienen una conducta moral. Los términos «moral» y «amoral», asf entendidos, no evaltian, sino que describen una situacidn: expresan que una conducta es, 0 no es, sus- ceptible de calificacién moral porque retine, 0 no retine, los requisitos indispensables para ser puesta en relacién con las orientaciones morales (normas, valores, consejos, etc.). La Etica tiene que dilucidar cudles son concretamente esos requisitos o criterios que regulan el uso descriptivo del término «moralidad». Esta es una de sus tareas principales, y de ella hablaremos en las paginas siguientes. Sin duda esta segunda acepcién de «moral» como adjetivo es mas basica que la primera, puesto que sélo puede ser calificado como «inmoral» 0 como «moral» en el primer senti- do aquello que se pueda considerar como «moral» en el segundo sentido. «certeza moral», etc. Usos ajenos a la Etica: | USOS DE «MORAL» JA) «moral» frente a «inmoraly como Usos que interesan Ee a la Etica B) «moral» frente a «amoral 1.3. EL TERMINO «MORALIDAD» A) Aunque el término «moralidad» se utiliza a menudo como referente de algtin cédigo moral concreto (por ej., cuando se usan expresiones como «dudo de la moralidad de tus actos» o «Fulano es un defensor de la morali- dad y las buenas costumbres»), este término también es utilizado con otros sentidos diferentes, de los cuales vamos destacar otros dos: B) Por una parte, se distingue «moralidad> frente a otros fenémenos humanos como «legalidad», «religiosidad», etc. En muchos contextos se usa el término «moralidad» para denotar esa dimensién de la vida humana ala que més arriba nos hemos referido como «lo moral»: se trata de esa forma comuin a las diversas morales concretas que nos permite reconocerlas como tales a pesar de la heterogeneidad de sus contenidos respectivos. En este sentido, «moralidad» seria sinénimo de «vida moral» en general. Morales ha habido muchas a lo largo de la historia, y hoy en dia es evi- dente la existencia de una pluralidad de formas de vida y de cédigos dit tintos coexistiendo —no siempre conviviendo- en el seno de nuestras com- plejas sociedades modernas. Sin embargo, pese a la diversidad de contenidos, puede rastrearse lo moral o la moralidad en una serie de rasgos comunes a las distintas propuestas morales. (Qué rasgos son ésos? En una primera aproximacién, podemos decir lo siguiente: * Toda moral cristaliza en juicios morales («esa conducta es buena», caquella es una persona honrada», «ese reparto ha sido justo», «no debes agredir al préjimo», etc.) © Los juicios morales correspondiente a morales distintas presentan ciertas afinidades: — En el aspecto formal, los juicios morales hacen referencia a actos libres, responsables e imputables, lo cual permite suponer en noso- ttos, los seres humanos, una estructura biopsicolégica que hace posi- ble y necesaria la libertad de eleccién y la consiguiente responsabi- lidad e imputabilidad: una «moral como estructura» en términos de Aranguren, también llamada «protomoral» por D. Gracia. — En cuanto al contenido, los juicios morales coinciden en referir- se a lo que los seres humanos anhelan, quieren, desean, necesi- tan, consideran valioso o interesante. Sin embargo, es conve- niente distinguir entre dos tipos de juicios segdn el contenido: Ios que se tefieren a lo justo y los que tratan sobre lo bueno. Los primeros presentan un aspecto de exigibilidad, de autoobligacién, de prescriptividad universal, etc., mientras que los segundos nos muestran una modesta aconsejabilidad en referencia al conjunto de la vida humana. Estos dos tipos de juicios no expresan nece- sariamente las mismas cosas en todas las épocas y sociedades, de modo que cada moral concreta difiere de las demas en cuanto al modo de entender las nociones de lo justo y de lo bueno y en el orden de prioridades que establecen en cada una. Vemos, pues, que la moralidad es un fenémeno muy complejo, y que por ello admite diversas interpretaciones; pero no debemos perder de vista el hecho de que tal variedad de concepciones morales pone de manifiesto la ALGUNOS USOS DEL TERMINO «MORALIDAD» ‘A) Como sinénimo de «moral en el sentido de una concepcién moral con- creta («Eso es una inmoralidad» = «Eso no es moralmente correcto» [segtin determinado cédigo]). B) Como sinénimo de «lo moral: una dimensién de la vida humana identifi- cable entre otras y no reductible a ninguna otra (la vida moral, tal como se manifiesta en el hecho de que emitimos juicios morales, hecho que nos remite a la existencia de ciertas estructuras antropolégicas y a ciertas tra- iciones culturales) C) En Ia contraposicién filoséfica de raiz hegeliana entre «moralidad» y «eticidady. existencia de una estructura comtin de los juicios en que se expresan, y que esta estructura moral comtin esté remitiendo a un dmbito particular de la vida humana, un Ambito distinto del juridico, del religioso, o del de la mera cortesia social: el ambito de la moralidad. C) Por otra parte, se le ha conferido al termino «moralidad» un sentido netamente filosdfico (segtin una distincién acufiada por Hegel), que con- icidad». Este tiltimo sentido sera siste en contraponer «moralidad» a «e explicado mas adelante, en relacién con las clasificaciones éticas. 14, EL TERMINO «ETICA» A menudo se utiliza la palabra «ética» como sindnimo de lo que ante- riormente hemos llamado «la moral», es decir, ese conjunto de principios, normas, preceptos y valores que rigen la vida de los pueblos y de los indivi- duos. La palabra «ética» procede del griego ethos, que significaba origina riamente «morada», «lugar en donde vivimos», pero posteriormente pas6 a significar «el cardcter», el «modo de ser» que una persona 0 grupo va adqui- tiendo a lo largo de su vida. Por su parte, el término «moral» procede del latin «mos, moris», que originariamente significaba «costumbre», pero que luego pas6 a significar también «cardcter» o «modo de ser». De este modo, «ética» y «moral» confluyen etimoldégicamente en un significado casi idén- tico: todo aquello que se refiere al modo de ser 0 cardcter adquirido como resul- tado de poner en practica unas costumbres 0 habitos considerados buenos. Dadas esas coincidencias etimolégicas, no es extrafio que los términos «moral» y «ética> aparezcan como intercambiables en muchos contextos cotidianos: se habla, por ej., de una «actitud ética» para referirse a una acti- tud «moralmente correcta» segtin determinado cédigo moral; o se dice de un comportamiento que «ha sido poco ético», para significar que no se ha ajus- tado a los patrones habituales de la moral vigente. Este uso de los términos «ética» y «moral» como sinénimos esté tan extendido en castellano que no vale la pena intentar impugnarlo. Pero conviene que seamos conscientes de que tal uso denota, en la mayorfa de los contextos, lo que aqui venimos Ila- mando «la moral», es decir, la referencia a algtin cédigo moral concreto. No obstante lo anterior, podemos proponernos reservar -en el contex- to académico en que nos movemos aqui- el término «Etica»* para referir- 4 Adoptamos aqui la convencién de escribir ef término «Etica» con maydscula cuando nos referimos a la disciplina filos6fica en general, y escribirlo con mindscula cuando habla- mos de alguna teorfa ética en particular (ética kantiana, etc.) a1 nos a la Filosofia moral, y mantener el término «moral» para denotar los distintos cédigos morales concretos. Esta distincién es til, puesto que se trata de dos niveles de reflexién diferentes, dos niveles de pensamiento y Ienguaje acerca de la accién moral, y por ello se hace necesario utilizar dos términos distintos si no queremos caer en confusiones. Asi, lamamos «moral» a ese conjunto de principios, normas y valores que cada generé cién transmite a la siguiente en la confianza de que se trata de un buen legado de orientaciones sobre el modo de comportarse para llevar una vida buena y justa. Y lamamos «Etica» a esa disciplina filossfica que constituye una teflexién de segundo orden sobre los problemas morales. La pregunta basica de la moral seria entonces «jqué debemos hacer?», mientras que la cuestidn central de la Etica serfa mas bien «jpor qué debemos?», es decir, «iqué argumentos avalan y sostienen el cédigo moral que estamos acep- tando como guia de conducta?» 1.4.1. La Etica no es ni puede ser «neutral» La caracterizacion de la Etica como Filosofia moral nos conduce a subra- yar que esta disciplina no se identifica, en principio, con ningtin cédigo moral determinado. Ahora bien, esto no significa que permanezca «neu- tral» ante los distintos cédigos morales que hayan existido o puedan existir. No es posible semejante «neutralidad» 0 «asepsia axiolégica», puesto que los métodos y objetivos propios de la Etica la comprometen con ciertos valores y la obligan a denunciar a algunos cédigos morales como «inco- rrectos», o incluso como «inhumanos>, al tiempo que otros pueden ser rea- firmados por ella en la medida en que los encuentre «razonables», «reco- mendables» o incluso «excelentes». Sin embargo, no es seguro que la investigacién ética pueda levarnos a recomendar un tinico cédigo moral como racionalmente preferible Dada la complejidad del fenémeno moral y dada la pluralidad de mode- los de racionalidad y de métodos y enfoques filoséficos, el resultado ha de ser necesariamente plural y abierto. Pero ello no significa que la Etica fracase en su objetivo de orientar de modo mediato la accién de las per- sonas. En primer lugar, porque distintas teorfas éticas pueden dar como resultado unas orientaciones morales muy semejantes (la coincidencia en ciertos valores basicos que, aunque no estén del todo incorporados a la moral vigente, son justificados como validos). En segundo lugar, por- que es muy posible que los avances de la propia investigacién ética lle- guen a poner de manifiesto que la misién de la Filosofia moral no es la justificacién racional de un tnico cédigo moral propiamente dicho, sino més bien de un marco general de principios morales basicos dentro del cual puedan legitimarse como igualmente validos y respetables distintos cédigos morales mas o menos compatibles entre sf. El marco moral gene- ral sefialarfa las condiciones que todo cédigo moral concreto tendria que cumplir para ser racionalmente aceptable, pero tales condiciones podri- an ser cumplidas por una pluralidad de modelos de vida moral que riva- lizarfan entre sf, manteniéndose de este modo un pluralismo moral mas ‘o menos amplio. 1.4.2. Funciones de la Etica A nuestro modo de ver, corresponde a la Etica una triple funcién: 1) acla- sar qué es lo moral, cuales son sus rasgos especificos; 2) fundamentar la mora- lidad, es decir, tratar de averiguar cudles son las razones por las que tiene sen- tido que los seres humanos se esfuercen en vivir moralmente; y 3) aplicar a los distintos ambitos de la vida social los resultados obtenidos en las dos pri- meras funciones, de manera que se adopte en esos mbitos sociales una moral critica (es decir, racionalmente fundamentada), en lugar de un cédigo moral dogméticamente impuesto o de la ausencia de referentes morales. A lo largo de la historia de la Filosoffa se han ofrecido distintos modelos &ticos que tratan de cumplir las tres funciones anteriores: son las teorfas éticas. La ética aristotélica, la utilitarista, la kantiana o la discursiva son buenos ejemplos de este tipo de teorfas. Son constructos filoséficos, gene- ralmente dotados de un alto grado de sistematizacion, que intentan dar cuenta del fenémeno de la moralidad en general, y de la preferibilidad de ciertos cédigos morales en la medida en que éstos se ajustan a los princi- pios de racionalidad que tigen en el modelo filoséfico de que se trate. De la exposicién de las algunas de las teorias éticas més relevantes nos ocupare- mos en un capitulo préximo. 14.3. Los métodos propios de la Etica La palabra «método» (del griego methodos, camino, via), aplicada a cualquier saber, se refiere primariamente al procedimiento que se ha de seguir para establecer las proposiciones que dicho saber considera verdade- ras, o al menos, provisionalmente aceptables (a falta de otras «mejores»). Distintos métodos proporcionan «verdades» distintas que a veces incluso pueden ser contradictorias entre si, de modo que la cuestién del método seguido para establecerlas cobra una importancia capital, si es que se quie- re aclarar un determinado Ambito del saber. [La cuestién del método no es una cuestién que sdlo interese a los investi- gadores profesionales de las distintas disciplinas cientificas y filoséficas, sino que también se refleja en la vida cotidiana. Por ejemplo, supongamos la iguiente conversacién entre Ana (A) y Bruno (B). A: —Bruno, a tu padre le acaban de conceder el premio Nobel. B: —jestés segura’, cémo lo sabe: A: —He pasado toda la noche sofiando que hoy ocurre B: —iY sélo con haberlo sofiado ya estés segura de que es cierto? Vamos Ana, tii eres una persona razonable, y sabes que no basta con sofiar algo para darlo por cierto. —iNo has ofdo hablar de la intuicién femenina? Me ffo mucho de mis Propias corazonadas, y esta vez tengo una muy fuerte de que hoy le conceden ese premio a tu padre B: —Yo no estoy en contra de que tengas todas las corazonadas que quie- ras, y tengo muy buena opinién de la intuicién femenina, pero esta- rds de acuerdo conmigo en que los suefios y las corazonadas no son el método adecuado para estar seguro de lo que queremos saber. A: —Bueno, por supuesto que hay que buscar otros métodos pata confirmar que efectivamente ha ocurrido lo que esperabas, pero incluso si los otros métodos desmienten mi corazonada, seguiré a la espera de que antes o despies lo que suefio se cumple; me ha pasadovotras veces B: —Al menos has admitido que se necesitan otros métodos y que si esos otros métodes no confirman tu corazonada, aunque sea por el momento, te ves obligada a afirmar lo que se descubra mediante ellos. A: —Si, de acuerdo, hacen falta otros métodos para confirmar una infor. macién, asf que ya puedes comprar el periédico o sintonizar la radio y veras como yo tenia razén...] > En cuestiones de Etica, como en cuestiones de Filosofia en general, es vital que el filésofo avale las afirmaciones que propone con una clara exposicién del método que est4 utilizando para establecerlas, aunque lamentablemente abundan quienes juegan a las corazonadas y no se atie- nen minimamente al rigor de los métodos razonables; estos personajes suelen acusar de dogmaticos a quienes se atienen a un método determi- nado; pero no podemos menos que preguntarnos si no seré mucho més dogméatico decir cualquier cosa que a uno se le ocurra sin atenerse a método alguno. Porque dogmatizar es inmunizar cualquier afirmacién frente a la critica racional, y eso es precisamente lo que hace quien pres- cinde de todo método: puesto que no reconoce las reglas de juego de los métodos razonables, sus afirmaciones son mera palabreria que aspira a ser aceptada de un modo acritico, por simple persuasién retérica. En cambio, quien se atiene a un método determinado en sus investigaciones y expo- ne con claridad los procedimientos utilizados para afirmar lo que afirma, no se comporta dogméaticamente, sino todo lo contrario: pone sus cartas boca arriba exponiéndose a la critica argumentada de los demés, y posi- bilitando de este modo la deteccién de errores, inconsistencias y cuales- quiera otros fallos que puedan contener sus afirmaciones. Asi pues, es pre- ciso adoptar métodos rigurosos si se quiere hablar en serio en cualquier mbito del saber. Ahora bien, en el ambito filosdfico existen una multiplicidad de méto- dos distintos, correspondientes a otras tantas maneras diferentes de entender la misién de la Filosofia y su lugar en el conjunto de las actividades huma- nas. Por nuestra parte, entendemos que el saber filosdfico tiene como misién expresar por medio de conceptos los contenidos que otros modos de saber expresan de otras maneras: pléstica ¢ intuitivamente (el arte) o representa- tivamente (la religién). La Filosofia tiene la misién de aclarar y justificar racionalmente las pretensiones humanas de acceder a la verdad, al bien ya la belleza. En otras palabras, la Filosofia, en iiltima instancia, tiene que poner de manifiesto si tiene sentido, o no, que prosiga el esfuerzo humano por alcanzar algo que merezca propiamente los nombres de «verdad», de «bien» y de «belleza», cuyo significado tiene que desentrafiar ella misma. Esta pretension de aclarar las cuestiones relativas a lo verdadero, a lo bueno ya lo bello, es una pretension de universalidad que constituye uno de los rasgos clésicos de la Filosofia frente a las «ciencias particulares»; en efecto, cada una de éstas (tanto las formales -Matematicas-, como las naturales -Fisica, Biologia, etc.-, como las sociales —Historia, Sociologia, etc.) cons- tituye un 4mbito muy delimitado del saber, y no puede traspasar sus limites en cuanto al objeto y método de estudio sin propasarse en sus atribuciones. En cambio, la Filosoffa aspira a dar cuenta de la totalidad de lo real lo ver- dadero y lo bueno- aunque sélo en el nivel de los principios. Es verdad que esta pretensién universalista ha sido puesta en duda por algunas corrientes del pensamiento contempordneo, concretamente por las corrientes posmodernas, que acusan a la tradicién filosdfica de Occidente de encarnar «el mito de la razén total», esto es, de adoptar un modelo de raz6n que pretende comprenderlo todo més alla de las contingencias espa- cio-temporales. Dichas corrientes posmodernas han calificado a la tradi- cién universalista de «totalizante» e incluso de «totalitatia», al tiempo que abogan por un tipo de racionalidad «fragmentaria», ocupada en compren- der las cosas en su contexto especifico sin 4nimo de formular principios que pretendan validez universal y necesaria, puesto que éstos, supuestamente, se situarfan més alla de la historia’. Sin embargo, a pesar de tales eriticas, ‘Cf. A. Wellmer, «Zur Dialektik von Moderne und Postmoderne» en Zur Dialektik von Moderne und Postmoderne, Frankfurt, 1985, pp. 48-114; G. Vattimo, Las aventuras de la dife- rencia. Pensar después de Nietzsche y Heidegger, Barcelona, 1986; El fin de la modernidad. Nikilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, Barcelona, 1986. ec creemos que existen buenas razones para mantener y prolongar la concep- cién occidental de la Filosoffa a través de una concepcién que podemos Ila- mar «Filosofia de la Modernidad Critica», que sostiene la viabilidad de considerar que el objeto de la Filosoffa es lo verdadero, lo bueno y lo bello, y por tanto, la forma légica que corresponde a la Filosofia es la de la uni- versalidad®. Hegel observ que también el arte y la religién son formas de saber que expresan contenidos universales, pero lo hacen a través de una forma intui- tiva o representativa, mientras que lo peculiar de la Filosofia es expresar los contenidos universales de un modo conceptual. La forma del saber filosé- fico es el concepto. Esta forma puede parecer algo muy débil y alejado de la vida frente a la fuerza arrolladora que puede revestit el arte (con sus meté- foras) y el sentimiento religioso (con sus narraciones y ritos); sin embargo, aun concediendo que es inevitable que el concepto se encuentre més ale- jado de la vida que la metéfora’ o que la narraci6n religiosa, también hay que notar que el concepto presenta otras ventajas: posibilita la argumenta- cién y la critica, evitando el riesgo de dogmatismo. En efecto, si el dogmatismo consiste en inmunizar determinadas afirma- ciones o prescripciones, haciendo depender su valor de verdad 0 validez, 0 bien de la autoridad, o bien de la presunta evidencia (arbitraria), o bien de su conexién con los sentimientos, o bien de su cardcter metaférico, enton- ces es posible dogmatizar esas afirmaciones o prescripciones recurriendo a esos parapetos, con los cuales se pretende evitar todo esfuerzo de argumen- tacion y toda posible critica. Pero lo opuesto al dogma es el argumento, a pesar de las opiniones de los criticos de la racionalidad occidental, a la que acusan de totalitarismo. No hay totalitarismo en exigir argumentacién seria y critica razonada. Es totalitario, sin embargo, el dogmatismo de la mera autoridad, el de las presuntas evidencias (no las evidencias racionalmente necesarias), el de las emociones 0 el de las metéforas. Si se afirma que no existe una forma de saber racional intersubjetivo, argumentable, producto de una racionalidad comtin a todo ser humano, entonces se esta afirmando que el dogmatismo no se puede superar. Pero entonces, esta misma conclu- sién invalida —por dogmatico— todo lo que afirmen los que defienden tal cosa. Por ello afirmamos que la Filosoffa trata de expresar contenidos “Cf. J, Habermas, «La filosofia como vigilante ¢ intérprete» en Conciencia moral y accién comunicativa, Peninsula, Barcelona, 1985, pp. 9-30. 7 Sobre esto es interesante recordar lo que dice F. Nietzsche en su opisculo titulado «Sobre verdad y mentira en sentido extramoral>. universales a través de una forma que se pretende universal, es decir, pre- tende establecer argumentativamente unos principios universales (de cardcter muy general, pero orientadores del conocimiento y de la accién) que puedan aspirar a ser comprendidos y aceptados por todos. La comuni- cabilidad constituye la raiz de la raz6n y, por tanto, también de la Filosofia, como muestran claramente las aportaciones de Kant y de la teorfa de la accién comunicativa’. Ahora bien, aunque filosofar consista en argumentar, cabe plantearse el problema de cual sea el mejor argumento. Segtin Hegel, el mejor argumen- to seria el que pudiera dar cuenta légicamente de un mayor numero de datos, De ahi que, a la hora de investigar los métodos propios de la ética, habremos de reconocer que existen tantos como métodos filoséficos. Es decir, que deberfamos contar, por ejemplo, con el método empfrico-racional (disefiado por Aristételes y asumido por los filésofos medievales), los méto- dos empirista y racionalista (nacidos en la Edad Moderna), el método tras- cendental (creado por Kant), el método absoluto (de clara procedencia hege- liana), el método dialéctico-materialista (acufiado por Marx), el peculiar método nietzscheano, el método fenomenolégico (creado por Husserl y apli- cado a la ética por Scheler y Hartmann), el método del andlisis del lenguaje (dentro del cual cabrfa contar con el intuicionismo de Moore, el emotivis- mo de Stevenson y Ayer, el prescriptivismo de Hare, 0 el neodescriptivis- mo, representado —entre otros— por Ph. Foot) y mas recientemente el méto- do neocontractualista (representado de modo eminente por J. Rawls). 15. EL TERMINO «METAETICA» Los representantes de la filosofia analitica introdujeron a mediados del siglo XX una nueva distincién en el seno de los saberes que versan sobre la praxis moral: la distincién entre la Etica y la Metaética. El término «meta- ética» serfa sinénimo —para estos autores— de «anlisis del lenguaje moral», mientras que el término «ética» serviria para expresar lo que aqui hemos venido llamando «la moral», es decir, las concepciones morales concretas que adoptan los grupos e individuos para orientar sus comportamientos. Sin embargo, no parece acertada esta distincin porque en ella se establece una seria limitacién para la Filosoffa moral (que ellos laman «metaética») al * Véase I. Kant, Critica de la razén pura, A 820, B 848. circunscribir su tarea exclusivamente al andlisis de las expresiones morales —aunque ese anilisis es muy dtil como instrumento para la reflexin ética. Por nuestra parte, creemos que el término «metaética» deberfa ampliar su Ambito tematico. Siguiendo las sugerencias de A.M. Pieper y otros, propone- mos entender por «metaética» un metalenguaje ocupado en dilucidar los pro- blemas tanto lingiifsticos como epistemoldgicos de la ética. La metaética seria un modo de reflexién y de lenguaje, centrado sobre el modo de reflexién y len- guaje éticos, cuya cientificidad, suficiencia, caracteres formales, situacién epis- temolégica, etc. deberfa tratar de discernir. La reduccién al andlisis del lengu- je ético desvirttia las funciones que podria cumplir una auténtica metaética’. Paw Cee Bete Peery Toda la Filosofia moral entendida como anilisis «Metaétican del lenguaje moral | Filosofia moral «Eticay Concepciones morales de la vida cotidiana Concepciones morales «Moral» Q de la vida cotidiana BIBLIOGRAFIA ARANGUREN, J.L-L., Etica, en Obras completas, vol. Il, Trotta, Madrid, 1994. Cortina, A., Etica minima. Introducci6n a la filosofta practica, Tecnos, Madrid, 1986, Gracia, D., Fundamentos de Bioética, Eudema, Madrid, 1988. HABERMAS, J., Conciencia moral y accién comunicativa, Peninsula, Barcelona, 1985. HIERRO, J., Problemas del andlisis del lenguaje moral, Tecnos, Madrid, 1970. Hortat, A., Btica. vol.l. Los autores y sus circunstancias, Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 1994. MUuGUERZA, J., La raz6n sin esperanza, Taurus, Madrid, 1976. Pieper, A. M., Btica y moral. Una introduccién a la filosofia practica, Critica, Barcelona, 1990. Savarer, F, Invitacién a la ética, Anagrama, Barcelona, 1982 * Cfr., por ej. A.M. Pieper, Etica y Moral. Una introduccién a la filosofia préctica, Barcelona, Critica, 1990, pp. 69-72.

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