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PUENTE ALTO
Departamento de Lengua y Literatura
El romanticismo no tuvo sólo una impoftancia que hizo época, sino que tenía
también conciencia de que hacía época. Representó una de las variaciones más
importantes en la historia de la mentalidad occidental y fue consciente por completo de su
papel histórico. Desde elgótico, el desarrollo de la sensibilidad no había recibido un impulso
tan fuerte, y el derecho del artista a seguir la voz de sus sentimientos y su disposición
individual nunca fue probablemente acentuado de manera tan incondicional. EI
racionalismo, que seguía progresando desde el Renacimiento y había conseguido a través
de la llustración una vigencia universal, dominando todo el mundo civilizado, sufrió la
derrota más penosa de su historia.
El romanticismo fue no sólo un movimiento general de toda Europa, que abarcó una
nación tras otra y creó un lenguaje literario universal, el cual era al fin tan comprensible en
Rusia y Polonia como en lnglaterra y Francia, sino que acreditó ser al mismo tiempo una
de aquellas tendencias que, como el naturalismo del gótico o el clasicismo del
Renacimiento, han continuado siendo un factor permanente en el desarrollo del arte.
Efectivamente, no hay producto del arte moderno, no hay impulso emocional, no hay
impresión o disposición de ánimo del hombre moderno, que no deba su sutileza y su
variedad a la sensibilidad nerviosa que tiene su ongen en el romanticismo. Toda la
exuberancia, la anarquía y la violencia del arte moderno, su lirismo ebrio y balbuciente, su
exhibicionismo desenfrenado y desconsiderado proceden del romanticismo.
«El romanticismo tiene sus raíces en el tormento del mundo, y así se encontrará un
pueblo tanto más romántico y elegiaco cuanto más aciagas sean sus condiciones», dice un
crítico liberal del romanticismo alemán [179]. Los alemanes eran probablemente el pueblo
más desgraciado de Europa; sin embargo, inmediatamente después de la Revolución
ningún pueblo de Europa al menos la intelectualidad de ningún pueblo- se sintió ya
-o
cómodo y seguro en su propio país. (...) Este sentimiento asumió innumerables formas y
encontró expresión en una serie de intentos de fuga de los que el volverse al pasado fue
sólo el más característico. La fuga hacia la utopía y los cuentos, hacia lo inconsciente y lo
fantástico, hacia lo lúgubre y lo secreto, hacia laniñez y la naturaleza,hacia el sueño y la
locura, era una mera forma encubierta y más o menos sublimada del mismo sentimiento,
del mismo anhelo de irresponsabilidad e impasibilidad, un intento de huida de aquel caos y
aquella anarquía contra los que el clasicismo de los siglos XVll y XVlll luchó tan pronto con
furia y recelo como con gracia y agudeza, pero siempre con la misma decisión.
A los románticos no hay nada que se les ofrezca libre de conflicto. En todas sus
manifestaciones se refleja la problemática de su situación histórica y el desgarramiento de
sus sentimientos. La vida moral de la humanidad ha vivido desde siempre en conflictos y
luchas, por diferenciada que haya sido la vida social del hombre y por frecuentes y violentos
que fueran los choques entre yo y mundo, instinto y razón, pasado y presente. Pero en el
rómantióiSmo estos confiie it¡s se convierteir éñ iá iórnia eSerreiá do]á eóReiencia. Vicia e
intelecto, naturaleza y cultura, historia y eternidad, soledad y sociedad, revolución y
tradición ya no aparecen meramente como correlatos lógicos o como alternativas morales
entre las que hay que elegir, sino como posibilidades que se intenta realizar a un mismo
tiempo. Sin embargo, no están contrapuestas dialécticamente, no se busca una síntesis
que pueda expresar su interdependencia, sino que son simplemente experimentadas y
desarrolladas ambas a la par. Ni el idealismo y el espiritualismo, ni el irracionalismo y el
individualismo dominan sin oposición; más bien se alternan con una tendencia igualmente
fuerte al naturalismo y al colectivismo.
Goethe sentía como falsas las formas limitadas del arle sólo cuando las comparaba
con la riqueza concreta de la vida; los románticos, por el contrario, consideraban todo lo
unívoco y definido como algo menos valioso que la posibilidad abierta y no consumada aún,
a la que atribuían las características del desarrollo infinito, del movimiento eterno, de Ia
dinámica y la fecundidad de la vida. Toda forma sólida, todo pensamiento inequívoco, toda
palabra pronunciada, les parecÍan muertos y falaces; por esto se inclinaban, a pesar de su.
esteticismo, a la depreciación de la obra de arte como forma dominada y autosuficiente. Su
excentricidad y su arbitrariedad, sus mezclas y combinaciones de las artes, la naturaleza
improvisada y fragmentaria de su modo de expresión eran sólo síntomas de este sentido
dinámico de la vida al que debÍan toda su genialidad, su sensibilidad realzada y su
clarividencia histórica.