NUESTRA HISTORIA (*)

UCSP (*) En Cultura y Pueblo. Año 1, N° 3, Lima, julio-septiembre de 1964. p. 11-13.

¿Por qué hablamos de Historia? ¿Por qué pensamos en la Historia de nuestro

país?

Para responder a ambas preguntas es preciso airear el verdadero concepto de

la Historia. Todos los hombres, no sólo los que se dedican a la enseñanza de la
Historia, no sólo los que ven con especial cariño los temas históricos, todos los
MATERIAL DE ENSEÑANZA DEL CURSO: hombres, deben revisar su imagen de la Historia. No es la disciplina rutinaria,
«ANÁLISIS DE LA REALIDAD PERUANA» reunión fría y agobiante de nombres, de fechas y datos extraordinarios.
Tampoco es la Historia la nostalgia de un tiempo que se quiere revivir, ni el
anatema de alguna época dañina en la realidad o en la imaginación. No es,
asimismo, un museo, un objeto de admiración, un estímulo de la vanidad
personal o de la vanidad comunitaria. ¿Qué es entonces la Historia?
Lectura 6 La Historia persigue que el hombre, en su tiempo, comprenda el pasado. No es
la Historia la repetición del pasado. La Historia no es anacrónica. Muy al

Notas sobre la causa contrario, la Historia, en el tiempo, vive en nuestro presente no como un
recuerdo distante y extraño sino como parte de nuestra misma realidad.

de la Independencia
El pasado no es ajeno a nosotros. Aquí reside buena parte de la función rectora
y presente de la Historia. La Historia nos dice nuestro estilo, crea nuestro
estilo, señala nuestra vocación, acuña nuestro carácter, perfila nuestras
actitudes en la vida íntima y en la relación con los demás. Hacer Historia no es,

del Perú
pues, lujo, no es retórica. Hacer Historia es una excelente manera de conocer
la razón de muchas cosas y es al mismo tiempo una excelente manera de
conocer bien nuestra realidad y nuestros problemas.
(Extracto)
Hablamos de Historia porque el hombre en su incesante búsqueda de respuestas
a sus problemas y a las cuestiones que la vida le plantea quiere saber cuál ha
sido su camino y cuál su rumbo. La Historia, por último, le da al hombre
quietud, le concede un lugar en el tiempo y en el espacio. Pueblos y hombres
sin historia serían acaso una imagen absurda, pueblos y hombres perplejos,
inciertos, sin normas seguras en la actitud y sin un verdadero ideal, sin una
verdadera precisión en sus objetivos.
R E F E R E N C I A B I B L I O G R Á F I C A

 DE LA PUENTE CANDAMO, José Agustín La gestación del Perú

 Notas sobre la causa de la Independencia del Perú
¿Cuál es la Historia de la Nación Peruana? ¿Cuándo principia la existencia de la
 Studium. Lima, 1970. pp. 13-18, 27-28, 39-42, 53-56. Nación Peruana?

1
En primer lugar bien sabemos que una Nación es un estilo de vida, una
semejante actitud, un comportamiento humano determinado. Nadie puede
indicar el día del nacimiento del Perú. La sola pregunta es pueril y sin sentido.
Pero sí cabe plantear esta otra pregunta: ¿Cómo se forma la Nación Peruana?
¿Cuándo principia a formarse la Nación Peruana?
Este es tema del más profundo significado, tema apasionante de verdad. Aquí
igualmente se esclarece la verdadera entraña de nuestra Nación.
Siempre en los textos de Historia del Perú, desde nuestra enseñanza escolar,
escuchamos la narración del descubrimiento de América, del descubrimiento
del Imperio de los Incas y de la conquista del Imperio de los Incas. Pero hay
otro tema, mejor dicho, otra cara del mismo tema. Así como se habla del
descubrimiento de América, que es la imagen europea de la cuestión, importa
hablar del descubrimiento de Europa para el hombre del Imperio Incaico. E
importa pensar en ese doble, recíproco descubrimiento; ese contacto de verdad
inefable —que la palabra no puede decir, ni narrar— entre la cultura occidental
y cristiana que llega con los españoles y la cultura incaica. En ese mutuo
asombro, en esa mutua sorpresa y en ese diálogo cruento y de silenciosa
observación que más tarde lleva al diálogo creador del Virreinato, en ese
diálogo, está el principio de la nacionalidad.
La Nación Peruana comienza a germinar cuando principia la vida en común
entre el hombre incaico y el hombre español. Ese día principia el Perú. En el
Tahuantinsuyo, está parte del Perú, está nuestra comunidad de territorio, está
nuestra habilidad artística, está el sentido de disciplina y de autoridad, está la
comunidad de sangre, pero no está el Perú. En la España del siglo XV, tampoco
está el Perú; está la fe que llega con los misioneros a América, está el idioma
que nos une a la vida de Occidente, está la técnica moderna y está la
Universidad y está la imprenta naciente y está el libro, pero no está el Perú.
El Perú, pues, comienza a nacer cuando principia esa vida en común, vida en
común creadora del mestizo biológico y creadora del estilo mestizo de vivir. El
mestizaje en las costumbres, en la vida social, en la actitud, en la sensibilidad.
¿Qué no es mestizo en el Perú? Basadre bien recuerda en su artículo
"Experiencia Histórica Peruana" cómo lo esencial del tiempo del Virreinato no
se halla en la opulencia de Lima, ni en la vida de las minas, ni en el apogeo
intelectual; la Historia profunda de ese tiempo se halla en el nacimiento de una
nueva nación, se halla en esa virtud esencial de creación —dentro de los
errores, injusticias y defectos— del tiempo de la dominación española, nota
positiva y vigente que no se puede ignorar, como el hombre no puede ignorar el
paisaje que tiene ante sus ojos.
No es que la conquista cree la Nación Peruana. Es que la Nación Peruana es el
fruto de esa vida en común entre el hombre de España y el hombre del Imperio
Incaico, y esa vida en común, con tropiezos, con dificultades, con múltiples
problemas, no ofrece una réplica del Imperio Incaico, una nostalgia regresiva,
ni tampoco se descubre una España del otro lado del mar. Nace una nueva
Nación, que es incaica y que es española, vale decir, que es mestiza.
Y debernos afirmar con entusiasmo esa virtud nuestra del mestizaje. Es el
mestizaje la explicación de la Historia del Perú, es el mestizaje el testimonio
de la unidad de razas, es el mestizaje el testimonio de la creencia en la
igualdad entre todos los hombres, hijos de Dios y hechos a su semejanza. Y es
el mestizaje en sus múltiples expresiones de técnica, de paisaje, de arte, de
costumbres, una bella muestra de lo que puede la inteligencia del hombre y de
lo que puede la imaginación y la bondad de la gente.
La Independencia del Perú
El tema anterior nos lleva, como de la mano, a la causa de la Independencia.
Ya en nuestros años no se repite, como antiguamente, que la causa de la
Independencia del Perú está en la Revolución Francesa, en la Independencia
Norteamericana, en el resentimiento de los criollos, o en otros factores
externos. Hoy, día a día, gana más crédito en la historiografía contemporánea
esa visión, diría yo esencial, de la causa de la Independencia del Perú. Cuando
San Martín en Lima anuncia que el Perú es libre e independiente por la
voluntad general de los pueblos, dice una verdad que no la meditamos por la
frecuente repetición del texto. San Martín allí expresa que el peruano quiere la
Independencia, que la Independencia es el fruto de una actitud del hombre
nuestro; y aquí se presenta la interrogación: ¿Por qué la actitud del hombre
nuestro? El hombre nuestro quiere la Independencia porque sabe que el Perú es
una comunidad humana, una Nación con estilo; porque le tiene cariño a esta
Nación y porque conoce a la Nación que es el Perú, quiere, busca la
Independencia de esa realidad social y humana el Perú.
La Independencia de nuestro país tiene como causa auténtica la preexistencia
del Perú, como una realidad anterior a la guerra y anterior al Estado. Ese Perú
que nace en el tiempo de la colonización española, en los largos años del
Virreinato, ese Perú que, en el lenguaje de nuestro tiempo, siempre definimos
como comunidad mestiza, occidental y cristiana.
Es claro: que en la Independencia del Perú, como en el planteamiento de su
causa, interviene el malestar de la época, el resentimiento de criollos y de
2
todos los peruanos por el mando de los extranjeros; interviene también el
factor de los errores en el gobierno; interviene asimismo la presión extranjera
que en diverso orden favorece a la Independencia. Todo esto es verdad. Pero la
causa profunda del resentimiento está en que el hombre americano, el peruano
en concreto, se siente el señor de aquí por nacimiento, por trabajo y por
esfuerzo —lo dice Mariano Alejo Álvarez en su famoso discurso—, y ese hombre
siente que tiene un mejor derecho al gobierno de sus propias cosas.
La legitimidad de la Independencia no procede de los errores ciertos de un
gobierno, procede esa legitimidad del nacimiento de una Nación. El
resentimiento es un factor coadyuvante, que estimula la lucha y la guerra, más
la causa de la lucha y de la guerra está en el ser del Perú y en el cariño al Perú.
El problema central se halla en la vocación del Perú. Así como la persona tiene
una vocación que realizar en su vida, la Nación tiene también una vocación
comunitaria, un propio fin, un destino en su vida, y esa vocación y ese destino
deben estar en manos de los hijos de esa nación para que ellos libremente
trabajen por el perfeccionamiento de la vocación nacional. Y esto no es
retórica, ni es tampoco entusiasmo frente a temas nacionales queridos por
nosotros, es verdad profunda.
La vocación del Perú
Y este es el Perú que llega a 1821. En 1821 se afirma la soberanía jurídica de la
Nación Peruana, es el principio del Estado Peruano, mas no es el principio de la
Nación. La Nación es la creadora del Estado. Pues bien, ¿cuál es la vocación del
Perú? ¿Cuál es el mensaje, el encargo, que recibe la República de la Nación en
el tiempo de la Independencia? La primera tarea que tiene el Perú entre las
manos, al principio de la vida independiente, es el perfeccionamiento de las
calidades del Perú, de esa Nación que tiene una Historia muy vieja, de esa
Nación que no es el Imperio Incaico sólo ni es la España exclusiva, de esa
Nación Incaica y Española, de esa Nación mestiza, occidental y cristiana.
Y, como lo expresa Sánchez Carrión, la Independencia busca una vida mejor; no
sólo la ruptura política con España; persigue el principio de una vida superior
para el hombre nuestro. No solamente se halla ese principio de vida mejor en
el derecho que tiene el hombre peruano al gobierno de su Nación, de lo suyo,
sino que espera que de ese gobierno se desprenda un mayor desarrollo, un
verdadero adelanto en la vida nacional. Aquí hay un distingo importante.
Algunos creen que nuestra Independencia es prematura porque el hombre
peruano no tiene preparación para la dirección de las cosas públicas, por falta
de habilidad, de experiencia en la vida política. Es verdad que el hombre
nuestro no tiene experiencia en la vida política. Pero la legitimidad de la
Independencia no viene de tener experiencia o no tenerla; la legitimidad de la
Independencia viene de la realidad del Perú, del ser del Perú. El hombre
peruano, no por hábil, ni por diestro en política, sino por ser peruano, tiene un
mayor derecho para el gobierno de las cosas del País. La falta de destreza en la
política ocasiona problemas en el gobierno pero no elimina el derecho que el
peruano tiene para gobernar al Perú.
Este ideal de vida mejor que recibe entre sus manos la Independencia es un
ideal que no olvida la República. Hay épocas de dolor, de incertidumbre, de
entusiasmo, y también de hondísima tragedia. Mucho queda por hacer. Pero no
es la República una visión dolorosa, negra, sin luz, sin esperanza.
Hay que devolverle optimismo a la gente peruana en la visión de lo nuestro y en
la imagen de nuestra Historia. En medio de sus yerros y de sus injusticias, la
República es fiel a múltiples y viejos encargos de los hombres y de la Nación. Si
bien sufre la totalidad de nuestro territorio, la unidad esencial de la Nación no
sufre quebranto. Con una geografía que invita a la mutilación y a la discordia,
la República es fiel a ese legado de unidad que nos viene desde los tiempos
incaicos. La República es fiel asimismo a esas notas de generosidad y señorío
que también nos vienen de los tiempos incaicos y de los tiempos virreinales, y
si bien la República aun tiene tareas inconclusas por realizar, ella no niega y
más bien en muchos momentos afirma y defiende, lo que es esencial al Perú lo
que no está en debate, es decir la entraña de la nacionalidad, el destino
mestizo, occidental y cristiano del Perú.
Mestizo el Perú en todos los órdenes de la vida, importa devolverle a la gente
optimismo, alegría, entusiasmo frente al mestizaje. Pensar que es mestizo el
hombre costeño de piel blanca y mestizo el indio de la puna, que puede tal vez
no conocer español, pero que, en muchos aspectos de la vida, pertenece al
ambiente mestizo de la cultura.
Es verdad que el mestizaje precisa un mayor perfeccionamiento para que algún
día llegue a la plenitud, mas esa imperfección del mestizaje actual, esa
posibilidad de pueblos distantes del mestizaje o aislados de él y la subsistencia
de algunas costumbres o formas de vida ajenas al mestizaje, no puede llevarnos
a negar la Historia mestiza del Perú y la realidad mestiza del Perú. El mestizaje
es una tarea dura, qué duda cabe: el mestizaje no ha concluido, también es
cierto; como es cierto que el Perú se ha hecho en lo mestizo y debe ser fiel a
su propia imagen.
Pienso aquí en una bella cita de Ramiro de Maeztu: "Querer ser otro es tanto
como querer dejar de ser". Querer ser otro es negarse uno mismo. El Perú para
3
ser fiel así mismo debe conocerse con un profundo examen de conciencia en
esa íntima imagen lejos de toda polémica estéril que exalte solamente lo
español o que exalte solamente lo incaico, el hombre peruano puede descubrir
como lo descubre el Inca Garcilaso en la plaza del Cuzco, cómo en el Perú la
visión nacional es ancha, es generosa, es fruto no del exterminio, sino de la
vida en común.
Y así la vocación del Perú nos exige hoy día una confirmación de nuestra unidad
que viene de la Historia. Y confirmar esa unidad en las empresas de justicia
social, de Estado técnico, de desarrollo de la educación, que vienen de la
Historia y que el espíritu nacional reclama a la vida peruana de nuestro tiempo.
Y en fin, que las urgencias y apremios de la época, en la mejor realización de
la justicia, renueven el destino irrevocable —mestizo, occidental y cristiano—
del Perú.
IDEAS INICIALES SOBRE LA INDEPENDENCIA
La Independencia del Perú hay que entenderla como un problema social,
humano, antes que una cuestión política y militar.
Esta idea simple nos permite entender no sólo el origen de nuestra guerra
contra España sino que nos explica, igualmente, el origen legítimo de nuestra
autonomía.
En los precursores y en los caudillos de nuestra guerra se advierte un común
denominador, anterior a la protesta política o al malestar por el error
administrativo. Existen en todos desde el cacique mestizo Túpac Amaru hasta
los profesores limeños de fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, una
clara idea del Perú.
Se puede discrepar en el orden político, se puede ver de distinta manera la
realización del porvenir del Perú, más hay una clara conciencia de ser del Perú,
de pertenecer al Perú. La prueba más clara, no la única desde luego, puede
verse en el Mercurio Peruano. Es habitual citar el primer artículo del número
primero del Mercurio: "El principal objeto de este papel periódico, según el
anuncio que se anticipó en el prospecto, es hacer más conocido el país que
habitamos, este país contra el cual los autores extranjeros han publicado tantos
paralogismos".
Túpac Amaru en su protesta fervorosa; Baquíjano y Carrillo que reclama la
justicia en el gobierno para realizar el bien común; Rodríguez de Mendoza que
insiste en la responsabilidad de la clase directora; Morales Duárez, Feliú
Álvares, que subrayan el derecho de los americanos para intervenir en la
conducción de lo que les pertenece; Sánchez Carrión en su entusiasmo por la
afirmación de la libertad política; Vidaurre que proclama la calidad mestiza del
peruano del siglo XIX y todos los conspiradores que desde los Silva en el tiempo
de Abascal, hasta los que sirven de vínculos con San Martín, sin olvidar a los de
Tacna, Cuzco, Huamanga, Tarapacá, Huánuco y tantos más que trabajan en
silencio o en lucha abierta por la patria, viven la realidad peruana, mestiza, en
la cual se ha formado el país. El Perú.
El Perú que San Martín proclama independiente el 28 de Julio de 1821, se ha
formado como estilo humano, como nación y precisamente por serlo es que
reclama la independencia.
Y el mestizaje que se desarrolla durante el tiempo de la colonización española
debe descubrirse no sólo en el orden biológico sino que además hay que
advertirlo en todos los campos de la vida. Puede hablarse, en verdad, de un
estilo mestizo, que es el estilo peruano de vivir. Como bien lo dijo Bartolomé
Herrera se ha formado un nuevo país. Pero ese nuevo país no es una
continuación de España ni es tampoco una réplica del Imperio Incaico. El nuevo
país, el Perú mestizo, el Perú definitivo, hay que reconocerlo en esta
transformación que se va a desarrollar en todos los campos de la vida.
Así como cambia la fisonomía externa de la persona y se advierte al mestizo en
el orden biológico, el mismo criollo, hijo de españoles, es espiritualmente un
mestizo en tanto que primero es peruano y después español; nuevas palabras,
fruto de la vida en nuestro ambiente enriquecen el idioma, son los
peruanismos; el barroco se transforma por la inspiración indígena y los motivos
americanos; la vida en las casas ha cambiado también; nuevos útiles
domésticos, muebles, adornos, comidas, vestidos, indican la unión de dos
estilos que crean uno distinto; la técnica agrícola ha cambiado el paisaje y
nuevas flores y frutos transforman la vida comercial, junto con la rueda que
acelera las transformaciones, y la cruz que aparece en los caminos, anuncia la
evangelización.
REFLEXIONES SOBRE LA EMANCIPACIÓN DEL PERÚ
No es tarea ociosa investigar con algún detenimiento la honda relación que
4
existe entre la emancipación del Perú y la historia y la vida de España. Háblase
con insistencia de la autonomía, más, generalmente se omite la visión española
de nuestra ruptura y se olvida el estudio de la observación que hacen de España
los Precursores y teóricos de la Emancipación.
Este trabajo pretende, únicamente, plantear los problemas y dar la respuesta
provisional que ofrece hoy en día la investigación histórica.
Que la serenidad espiritual de don Bartolomé Herrera —a quien, los
historiadores de Hispano-América le han tributado recientemente un muy justo
homenaje— presida estas investigaciones, de las que ha dicho: "Nosotros los
que intervenimos en esos memorables sucesos, y que gozamos de los bienes que
han producido, somos más a propósito para juzgarlos, que los que fueron
actores de ellos, salvo una que otra honrosa excepción. No somos indiferentes:
pero estamos libres de las exaltadas pasiones de esos tiempos" 1.
Antes de la “versión" española de nuestra emancipación es útil vislumbrar la
idea de España en los gestores principales de la autonomía del Perú.
En primer lugar hay que señalar que no existe un afán regresivo; no se da ni
siquiera la intención de retornar al Incario.
El grupo de Mercurio que afirmar la idea de Patria, la preocupación reformista
de Rodríguez de Mendoza y de Baquíjano, los proyectos de Vidaurre, las quejas
de Riva-Agüero, el planteamiento de Viscardo, el mismo concepto de nuestro
Talamantes en México, el espíritu polémico de Sánchez Carrión, las
intervenciones de Arce, Pérez de Tudela, Moreno y tantas otras, y los nombres
de Vega del Ren, Anchóriz, Zela, los Silva, entre muchos más, en la
incertidumbre de la conspiración, prueban, sin duda posible, el aliento criollo y
mestizo en la lucha por la singularidad del Perú.
No se actúa, pues sobre la base del Tahuantinsuyo, como en las guerras entre
Huáscar y Atahualpa, se trata de la autonomía del Perú "español y cristiano",
autonomía que la persiguen hombres pertenecientes por estirpe, oficio y
1
"Gleba", Lima, Octubre 1959, No. 2.
* Este estudio tiene la estricta limitación del simple planteamiento de algunos de los
problemas históricos que se presentan entre el Perú y España frente a la guerra
emancipadora. Por ser un análisis parcial no se expone la totalidad de las fuentes, ni se
persigue una solución definitiva. En un trabajo posterior sobre el Perú y España frente a
la Emancipación, se concretará el desarrollo que ahora se inicia.
Los varios problemas que se estudian en estas reflexiones —y que pueden darle una
aparente inconexión— hay que observarlos vinculados al tema central: relaciones entre
la Historia de España y la Emancipación del Perú.
. Notas al Sermón del 28 de Julio de 1846. Escritos y Discursos, .t I, p. 92. Lima, 1929.
mentalidad, a la estructura virreinal que ellos mismos tratan de romper.
Esto no significa desconocer el aporte invalorable del indio nuestro en la guerra
por la Patria, ni olvidar el remoto enlace con Túpac Amaru y la más cercana
vinculación con Pumacahua y tanto guerrillero anónimo, sino afirmar el hecho
histórico que sobre todo son criollos los directores de la obra emancipadora en
el Perú.
Los sueños confusos de la mal llamada conspiración de Aguilar y Ubalde, niegan
—en este caso— toda seriedad a una presunta vinculación con el Incario.
Y ¿cuál es la estructura que se trata de romper?
No es el momento de efectuar el análisis profundo de este tema, que tratan
muchos con evidente autoridad, pero sí conviene precisar los presupuestos
doctrinarios sobre los que gravita la acción emancipadora. Son ellos, en
términos generales: el dogmatismo intelectual, la fidelidad monárquica, el
concepto de integrar el Imperio Español, la preocupación religiosa, la sumisión
política y el sentido paternalista en lo social.
Como la Conquista tiene un elemento humano, un territorio y una forma de
vida sobre los cuales se larva lentamente una nueva realidad, así, la empresa
emancipadora crea la verdad distinta y semejante al mismo tiempo, del Perú
republicano, al otorgarle a la forma occidental del virreinato el espíritu rebelde
y el aliento de Patria. No se trata de destruir lo pasado, es el advenimiento
necesario de una nueva "verdad histórica".
Mas, puede formularse esta objeción ¿cómo explicar la guerra, el encono, la
rivalidad, si no existe como objetivo la destrucción de la obra de España, de su
sistema, de su pensamiento?
¿Contra quién es la emancipación? ¿Que pretende destruir? ¿Cuál es su objetivo
doctrinario?
La carta de Viscardo formula diversas y muy interesantes apreciaciones sobre la
Historia de España. No niega al Conquistador, lo considera el genuino soberano
de América y afirma que la Corona ha usurpado sus derechos 2. Dice más tarde,
cuando se refiere al gobierno y problemas posteriores: "convertir el resplandor
de la más grande conquista, en una mancha ignominiosa para el hombre
español"3.
2
Carta a los Españoles Americanos. Boletín del Museo Bolivariano, Año I, N° 4, dic.,
1928, p. 82.
3
Ibid. p. 87.
5

También elogia el respeto a los fueros y libertades en la más auténtica
monarquía española4.
Cierto que en muchos precursores de nuestra guerra separatista es notoria la
preocupación por el análisis de los agravios inferidos por España, la exposición
de las quejas, etc., no obstante, la negación de la obra virreinal es un concepto
ajeno a la idea emancipadora del Perú. Herrera, a veintidós años de Ayacucho,
atrévese a sostener delante de Castilla, que los españoles "formaron el nuevo
Perú, el Perú español y cristiano cuya independencia celebramos. Muy segura
está ella de España, para que una ridícula timidez nos haga ser ingratos. No;
nuestra ingratitud no tendría ya ni la indigna excusa del miedo. Confesémoslo,
y confesémoslo con placer: mientras no se mude la naturaleza humana,
mientras conserve el sentimiento de lo sublime, los conquistadores excitarán la
simpatía, y serán el pasmo universal"5.
No interesa recargar el trabajo con citas que subrayen puntos de vista
semejantes; el corolario es lógico: los forjadores doctrinarios de la
emancipación peruana actúan —sin renegar de él— sobre el presupuesto
necesario de la Conquista. No existe pensamiento regresivo.
El espíritu crítico es una nota esencial del alma española y muéstrase constante
en el minucioso enjuiciamiento de sus actitudes. Pues bien, el afán crítico y
una notoria tendencia a la reforma y a la modificación, adquieren a finales del
siglo XVIII y comienzos del XIX carácter agudo y persistente. Ya no es la común
censura a una institución o a una norma, es la queja contra todo un sistema.
Viscardo afirma que el Virreinato ha sido: "ingratitud, injusticia, servidumbre,
desolación"6. Reitera luego: "Cuando a los horrores de la crueldad sucede el
reino de la razón, de la justicia, de la humanidad" 7. Se opone al procedimiento
del comercio a la postergación de los criollos en los puestos públicos y ataca a
los malos funcionarios que se sienten impunes por la distancia que los separa
del Monarca.
En esta nota de oposición, de crítica, Riva-Agüero es quien ahonda con mayor
fuerza y pasión. Afirma que el Virreinato ha estado "sostenido únicamente por
la astucia, el monopolio, la hipocresía, la superstición y el fanatismo" 8; "que
4
Ob. cit., p. 87.
5
Ob. cit., p. 76.
6
Ob. cit., p. 82.
7
Ibid. p. 92.
toda ilustración pública es prohibida" 9; "que la nobleza está igualmente
estropeada por los déspotas y sus satélites"10.
Todo el minucioso análisis de las "causas" tiene una profunda tendencia
negativa; llega a sostener que existe "aborrecimiento y odio entre españoles y
americanos"11. Y Viscardo confirma el ánimo de separación cuando dice de
España: "un país que nos es extraño" 12, "que nos sacrifica enteramente a los
intereses y conveniencias de España"13.
Ya se establece la ruptura, se afirma la dualidad de realidades y de intereses 14.
A la crítica que puede llamarse política se agrega la afirmación de
independencia de criterio que realiza Baquíjano en el "Elogio" de Jáuregui, y,
sobre todo, se halla la obra del Convictorio Carolino donde Rodríguez de
Mendoza afirma con gallardía que no hay que temer a lo nuevo.
Llega pues el tan discutido siglo XIX con una nota común para el Perú y para
España, la circunstancia histórica del mundo es de revisión y de análisis, se
acercan momentos de incertidumbre intelectual, y lógica consecuencia, de
inquietud política.
Más, aún no puede hablarse con precisión de un concepto separatista peruano.
Sin embargo hay dos elementos que al unirse adquieren un poder excepcional:
a la preocupación por la reforma se agrega lo que podría llamarse el afecto por
lo peruano, la defensa de lo "nuestro", lo que inspira al Mercurio, lo que
expresa en su artículo primero "Idea General del Perú".
España no observa —por una indudable falta de visión de sus gobernantes— que
el gesto del reconocimiento de la emancipación, como resultado de la
singularidad americana, no sólo elimina el rencor y el desgaste de la guerra,
sino que con el acto de justicia adquiere evidentes ventajas materiales.
8
Manifestación Histórica y Política de la Revolución de América. Boletín del Museo N°
14, p. 59.
9
Ibid. p. 68.
10
Ibid. p. 68.
11
Ibid. p. 68.
12
Ob. cit. p. 82.
13
Ibid. p. 86
14
Como se indica en otro lugar sólo se ofrecen los testimonios que tienen mayor
claridad.
6

Otros "reformistas", de más corta mirada, consideran únicamente el mal que
representa para la Metrópoli la existencia del funcionario injusto y odiado por
los americanos y creen que su retiro y el cambio de sistema son suficientes para
obtener la tranquilidad de América.
Fernández Almagro hace un análisis de las diversas propuestas hechas al Rey
para solucionar el problema americano; en muchas de ellas se manifiesta la
urgencia de una reforma substancial15.
Sin embargo de su limitada apreciación, estos "reformistas" tienen frente a los
"utópicos" la ventaja de admitir la existencia de un mal y la necesidad de su
corrección. El problema estriba en hallar el "mal de América".
Actitud común y lógica frente a toda posible disminución del dominio español
en América es la del uso de la fuerza, la respuesta beligerante y decidida. Si es
cierto que absolutistas y liberales consideran el pasado de España frente al
nuevo continente en una forma distinta, ambos —salvo excepciones disidencias
que se producen sobre todo en la primera etapa del debate—coinciden en el
uso de la fuerza considerándolo como panacea segura para la dominación de las
Indias.
Los periódicos de la época recogen opiniones que persiguen la lucha, y, sobre
todo, la tónica del gobierno es la beligerancia inquebrantable. La posición
"utópica", que se refiere antes, encuentra su lugar natural.
Los "constitucionalistas" entienden a la Carta de 1812 como el nuevo y salvador
planteamiento de la diferencia con las posesiones de Ultramar. Establecen una
separación entre el despotismo anterior y la etapa de las Cortes; coinciden con
el punto de vista de muchos americanos que censuran el procedimiento
tradicional, más se diferencian por la creencia esencial de estos últimos en una
nueva realidad americana.
La Memoria que presenta a las Cortes el Secretario de la Gobernación de
Ultramar Don Antonio Porcel, el 18 de julio de 1820 expresa: "Para el que
conoce la verdadera situación política de las provincias de Ultramar no es un
vaticinio lisonjero, sino una verdad demostrada, el asegurar que nada les puede
15
No es el caso de referir algunas pruebas que presenta Fernández Almagro y que se
encuentran dentro de la tendencia reformista, más, interesa para la finalidad de este
estudio la segura afirmación que son numerosas, y de orígenes diversos, las propuestas
para obtener una reforma de la situación americana.
ser más grato y halagüeño que el sistema constitucional" 16, y luego refiere todas
las ventajas prácticas de la Carta Política. Esta actitud es la clásica del que
sólo observa en la situación de las Indias un problema de queja y un asunto de
reclamación; empero, la Constitución en tanto no llegue a lo hondo del
problema —y no llega por ignorancia y por interés— nada serio aporta a la
solución del debate entre los pueblos hispánicos17.
Con base semejante, pero con más violenta orientación doctrinaria, los
liberales extremos, afrancesados auténticos y relacionados con la masonería, al
oponerse al absolutismo y negarse a marchar a la guerra en América —en el
caso de Riego— coadyuvan poderosamente al triunfo americano que algunos
consideran justo.
No obstante, sobre este tema resta investigar en periódicos y documentos de la
época para alcanzar una conclusión con mayor fundamento científico 18.
Fernández Almagro reproduce un acápite de las Memorias de José García de
León y Pizarro, que dice: "así es verdad que la pérdida de nuestras provincias
americanas no es hija sino de la naturaleza de las cosas y no culpa de
nadie..."19; lo interesante se halla en ver el fundamento de la "fatalidad"; si
éste se encuentra en la singularidad espiritual de América puede aceptarse la
posición fatalista.
Dice un periódico de la época: "La América toda fermenta: no valdrá más dirigir
la inundación que dejar que rompa sin dirección por muchas partes a un
tiempo"20.
Hay acuerdo entre los historiadores al afirmar que no es popular ni provoca
mayor entusiasmo la guerra de América; hábito de dominio, espejismo de la
distancia, la difusión de noticias favorables y el hecho de haber sofocado
anteriores revoluciones de Ultramar, son factores que intervienen en una cierta
despreocupación por el caso de América: no se vive en España la guerra de la
Emancipación.
16
Melchor Fernández Almagro, La Emancipación de América y su Reflejo en la
Conciencia Española, Madrid, 1944, p. 104.
17
Tema para un estudio de extraordinaria importancia es el de la Constitución de Cádiz
y el liberalismo español en el espíritu peruano; un análisis profundo —aún no realizado—
de los aspectos, religioso, social y político.
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Asunto conectado con el anterior y con la posible existencia de un paralelismo entre
el liberal español y el caudillo insurgente.
19
Ob. cit. p. 57.
20
Jaime Delgado, ob. cit. p. 42.
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En el fondo, hay incomprensión de la realidad de Indias; pocos son los que
vislumbran la justicia de la actitud y menos los que reconocen la gloria
creacional de España en la rebelde actitud de la autonomía americana.
A la ignorancia del problema y a su incomprensión se agrega un inevitable
rencor, fruto de la lucha y consecuencia de la derrota. Háblase de ingratitud y
se predica el desastre anárquico de las nuevas repúblicas y el posible retorno al
seno de España. Aún en muchos no hay conciencia de la permanente autonomía
de América. "La creencia en una posible y espontánea recuperación de
Hispanoamérica, no por absurda deja de obrar como un calmante respecto al
dolor que experimentarán los españoles sensibles a la pérdida de los reinos o
provincias de Ultramar"21.
Mas, luego de la fricción de la lucha y del mutuo ignorarse durante el
liberalismo del siglo pasado —salvo aisladas ocasiones— llega la hora del
reencuentro y de la comunidad espiritual.
Sin embargo, en esta sucesión de planteamientos queda una pregunta sin clara
respuesta: ¿Contra quiénes es la emancipación?
proceso de afirmación espiritual; la autonomía política es un resultado de la
creación nacional. Esto no niega la realidad de la oposición contra el mal
funcionario y contra los vicios del gobierno, si no, las entiende en su verdadero
lugar.
Se lucha contra España no por débil o inconveniente, sino por que no reconoce
la justicia y la necesidad de la separación.
Los jefes de nuestra guerra no persiguen la reivindicación de las desgracias de
España, sino procuran la creación del Estado que la nueva nacionalidad
requiere.
Y llégase al centro del problema, la emancipación es justa y necesaria, pues
existe una nacionalidad, una entidad distinta, con el derecho soberano a
gobernarse ella misma.
La nacionalidad —resultado de una singular obra de creación constituye el
verdadero impulso de la guerra; el Estado —que surge a consecuencia de la
lucha— tiene su legitimidad en la preexistencia de la Nación.

La Emancipación del Perú, en el espíritu de sus precursores y jefes, en la tónica La República es el fruto de la guerra; la nacionalidad es la causa de la
de documentos y periódicos, en todas sus genuinas manifestaciones, nunca ruptura22.
reniega de la cultura occidental ni de la obra misionera de España. No hay un
afán de destrucción, sino, simplemente, un justo anhelo de singularidad. Sevilla, 1950.
Nuestra guerra no es contra la obra de España.

Pero tampoco puede decirse que es sólo contra los malos funcionarios y los
gobernantes equivocados. Coincide, es verdad, con una etapa sombría de la
Historia de España, más, la lucha separatista no tiene como finalidad esencial
la censura del mal gobierno o del jefe injusto. Es ésta una visión disminuida de
nuestra autonomía, una arbitraria interpretación de "resentimiento", que
reduce el hecho emancipador a una simple actividad negativa y concede
categoría esencial a vulgares y siempre constantes quejas contra los sistemas
de gobierno. Nuestra separación —ya se ha dicho muchas veces— obedece a un
21
La predominante influencia hispánica en la formación de los Cabildos y su
consecuente acción autonomista, la libre determinación de las provincias americanas, la
"revolución" de las instituciones virreinales luego de la Independencia, la repercusión de
la noticia de Ayacucho y el desarrollo del concepto de Emancipación en los Españoles y
peruanos del siglo XIX, son temas que sugieren una fecunda investigación.
Merece estudio aparte la equivocada visión "españolista" de las causas de la
emancipación americana; la Historia de España del Siglo XIX, favorece ciertos aspectos
de nuestra independencia, pero, nunca puede decirse que es la causa de la autonomía
22
americana Ya llegará el tiempo de un análisis profundo de este tema. Fernández Almagro, ob. cit. p. 143.
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