ESCRITURAS

ESCRITURAS
bitado, mosquitos, noches sin dormir,
preocupación por la salud, tumbas sin
nombre de blancos, el agente de la socie-
dad enfermo y con fiebre, la cura de un
adolescente indígena que una bala le ha-
bía atravesado la cabeza. Nos encontra-
mos, pues, muy lejos de aquel país que
Conrad desde pequeño había querido co-
nocer. “Cuando sea mayor estaré allí”,
dijo en su infancia, señalando las partes
vacías de un mapa de África. La reali-
dad estaba muy alejada de la idealiza-
ción infantil de aquellos espacios vacíos
que representaban en los mapas de su
época el corazón de África. La épica de
los descubridores como Stanley se ha-
bía transformado en la mezquindad de
los blancos cosmopolitas que llenaban
aquellos remotos lugares en busca de
preciados marfiles blancos. “Una gran
melancolía se apoderó de mí”, comenta-
rá posteriormente Conrad.
Cuando llega a Kinshasa, su vapor es-
tá fuera de servicio y tiene que ir en el
“Roi des Belges” remontando el río. A

Miércoles, 31 julio 2002

partir del 3 de agosto Conrad cambia la
narración y la convierte en un conjunto

Un año después de su
regreso aún expresaba
su temor a la locura,
a tal punto lo había
trastornado su viaje

Culturas La Vanguardia
de notas profesionales sobre la forma de
navegar. A partir de este momento, el JOMA
río y el barco de vapor se convierten en
los protagonistas de este viaje completa-
mente ignorante de lo que sucede en las
dos orillas del ancho río. El día 19 de Ensayo Dietrich Schwanitz propone un ameno
agosto interrumpe su descripción. Su Georges Simenon y provocador canon de la cultura europea
destino final eran las cataratas de Stan-
ley donde tenían que recoger un agente moderna frente al vacío cultural imperante
de la compañía denominado Klein que

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Operación
estaba enfermo y que muere en el cami-
no de regreso, un claro referente a Kur-
tz. Cuando se le preguntó a Conrad si
Kurtz era una persona real, contestó:

“lo vi morir”.
Se ha especulado sobre la interrup-
ción brusca del diario. Dos hipótesis se
han planteado. Una que empieza a tener
problemas de fiebres tropicales y la otra
que no consigue el comando de su barco
de vapor en el Congo tal como aspiraba.
Muy probablemente ambas hipótesis
sean ciertas. Ante sus quejas constantes
contra la Compañía belga, una carta de
su tío Brodowski le advierte claramente
de que no puede romper el contrato si no
quiere verse acusado de irresponsabili-
dad. “Si tu salud no se ve afectada, tie-
nes que mantenerte en el puesto” acaba
contundentemente la carta. Efectiva-
mente, Conrad tuvo tres ataques de di-
sentería y los aprovechó para romper el
contrato con la compañía por razones
médicas. Llegó el 4 de diciembre a Mata-
di, continuó hasta Boma y de allí tomó
un barco de regreso hacia Europa. Ha-
bía estado en el Congo solamente seis
meses. Su experiencia había sido un
asalto a sus principios morales y a sus
principios psíquicos. Pudo contemplar
como la civilización se convierte en bar-
barie y cuan frágil es el principio de civi-
lización cuando éste es desplazado a los
trópicos. Todos los colonizadores blan-
cos –cosmopolitas y cultos como Kurtz–
pierden su identidad civilizada en el co-
razón de las tinieblas. Esta experiencia
la vivió también como un asalto a su frá-
gil salud mental. Un año después de su
regreso del Congo expresa su temor so-
bre su locura. “Estoy asustado de que ha-
ya algo malo en mi aparato psíquico. To-
do son tinieblas”. Nueve años después
de esta experiencia escribirá el “Cora-
zón de la tinieblas”. |
En 1993 la editorial Tusquets
inició la tarea de publicar toda la
obra del prolífico Georges
Simenon (1903-1989), el padre
del célebre comisario Maigret.
El último título publicado es “En
casa de los Krull”, una novela
de reminiscencias biográficas
escrita en 1938
PATROCINADO POR
sensatez
Dietrich JOSÉ ENRIQUE RUIZ-DOMÈNEC
Schwanitz En medio del debate sobre el creciente
“La cultura. vacío cultural, nos llega este libro de un
Todo lo que profesor de Hamburgo preocupado des-
hay que saber” de hace años por encontrar una guía de
Traducción de aprendizaje para la juventud que consi-
Vicente Gómez ga aunar al mismo tiempo el interés por
Ibáñez la cultura y el rechazo por lo banal. De
TAURUS sus experiencias como director de una
558 PÁGINAS compañía de teatro universitario ex-
24,95 EUROS
trae la necesidad de que el estudio ven-
ga acompañado de una cuidada es-
cenificación dramática, simbolizada en
el provocador subtítulo “Todo lo que
hay que saber”, queriendo indicar con
ello que “menos que eso” situaría al lec-
tor en la indigencia cultural. Tras una
larga disquisición sobre la situación de
la enseñanza en su país (suprimida en la
edición española), Schwanitz comienza
su presentación de la cultura europea.
Una presentación organizada como
un tríptico, un recorrido por el pasado
de Europa en tres etapas. En la primera
etapa analiza de forma sucinta la histo-
ria de los últimos tres siglos: el punto de
partida es el año 1688, con la revolución
gloriosa en Inglaterra, que permite con-
densar todas las energías que proceden
de las etapas anteriores y lanzar el desa-
fío de la industrialización, el verdadero
motor de Occidente. A continuación, se-
gunda hoja del tríptico, se mueve en to-
dos los territorios habitualmente valo-
rados como cultura: literatura, música,
arte, pensamiento, teoría de la ciencia,
debates ideológicos, donde establece su
propio canon estético, mucho más sose-
gado que el de Harold Bloom, pero aún
así un claro producto alemán. La cultu-
ra es el resultado de un encuentro vigo-
roso del modo de pensar francés, los
equilibrios narrativos ingleses y la sín-
tesis alemana. Lo demás, salvo quizás el
“Quijote” y “Guerra y paz”, puede darse
por sabido sin que sea necesario llegar a
conocerlo. Ambas partes desembocan
por fin, en la tercera hoja del tríptico, en
lo que el autor llama “Poder”, que no es
más que las estrategias empleadas por
la gente para mostrarse culto o enmasca-
rar su incultura.
A este punto del relato, el libro se me-
tamorfosea en eso tan del gusto actual,
una guía para perplejos que no saben a
qué atenerse con relación al mundo de
la cultura. El ser una persona culta de-
pende de la capacidad por vencer la ten-
tación de lo banal que se nos ofrece en
forma de pestilentes programas de tele-
visión, de vulgares productos cinemato-
gráficos, de preocupantes obsesiones
por las crónicas deportivas (que poco tie-
nen que ver con el deporte), de humo de
pajas recubierto de una sensibilidad pos-
moderna hacia el hecho religioso, hacia
lo políticamente correcto o hacia el con-
sumismo cultural. “Sólo es culto >

ESCRITURAS
> quien es capaz de estructurar su pro-
pio saber”, es decir, quien es capaz de
distinguir entre lo que debe conocer y lo
que debe ignorar. Resulta absurdo se-
guir pensando que el “saber no ocupa lu-
gar” o que una persona tiene tiempo pa-
ra todo. Pero, tras todo esto, está el pro-
blema de cuál de las dos culturas debe-
mos elegir.
Con la expresión “las dos culturas”,
C. P. Snow abordó a comienzos de los
cincuenta el abismo que separaba a la
cultura científico-técnica de la cultura
humanística y literaria, que daba lugar
a la gran paradoja del siglo XX: mien-
tras el desconocimiento de quién es
Rembrandt es síntoma de incultura, no
así el desconocimiento del segundo prin-
cipio de la termodinámica. Por contra,
resulta evidente que el capitalismo libe-
ral favorece económicamente a los que
poseen conocimientos técnicos y cientí-
ficos, frente a los que poseen conoci-
mientos humanísticos, e incluso hay
Miércoles, 31 julio 2002
Sólo es culto quien
es capaz de distinguir
entre lo que debe
conocer y lo que
debe ignorar
una tendencia a que la cultura técnica
sea la elegida mayoritariamente por
Culturas La Vanguardia
hombres y la humanística por mujeres.
En el largo y denso ensayo de
Schwanitz hay lugar para el pequeño re-
lato ejemplar, un homenaje a su adora-
do Dickens (aunque también a Dosto-
yevsky), que muy bien hubiera podido
novelar la historia de Sabine y Trosten
como perfecto ejemplo de la asimetría
en el ascenso social de los hombres y mu-
jeres de nuestro tiempo. Nos encontra-
mos ante dos niños educados en el mis-
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mo ambiente social que se enamoran du-
rante el bachillerato y planean casarse
cuando acaben la carrera; él elige cien-
cias y ella letras. Al cabo de los años, él
se ha convertido en un sólido profesio-
nal con excelente proyección pero insen-
sible a la cultura; ella en cambio ha evo-
lucionado en el plano espiritual, su siste-
ma simbólico ha sufrido una profunda
transformación, tiene buenos amigos
en los diversos países que ha recorrido
perfeccionando sus estudios de arte y li-
teratura. No tienen nada que decirse:
son dos seres diferentes. Si se casan ter-
minarán divorciándose, y ella entrará a
formar parte de las filas feministas, y él
en el amplio grupo de hombres que bus-
can una segunda esposa entre las secre-
tarias. La moraleja de ese relato permite
situar la crítica de Schwanitz que es tan-
to a los males de la sociedad actual, co-
mo a los defectos de la naturaleza huma-
na: el crimen lleva implícito siempre su
castigo.
“Todo lo que hay que saber” es un en-
sayo provocador y ameno, decididamen-
te partidario de la cultura europea, y crí-
tico con el multiculturalismo y la revi-
sión “correcta” de los sistemas simbóli-
cos, como también de buscar un pasado
remoto a nuestros problemas. Para él, la
historia (literatura, arte, ciencia) “que
se debería saber” comienza con el huma-
nismo (primer autor: Dante). Todo lo an-
terior es una amalgama confusa, los clá-
sicos grecolatinos quizás, pero los auto-
res medievales apenas si tienen valor, y
los de otras geografías ni existen. Una
postura valiente, de la que sin embargo
no estoy del todo conforme. Pero esto es
una pequeña menudencia en un océano
de aciertos de este inteligente libro que
valoro como una apuesta por la sensatez
y el buen gusto frente a la majadería y el
vacío cultural. |
Entrevista a Dietrich Schwanitz Profesor en la Universidad de
Hamburgo, su proyecto, en medio del caos de la enseñanza, pretende
ayudar a la gente a manejarse en el mundo de la cultura
“El canon de Bloom es dogmático,
el mío invita a la lectura”
JOSÉ ENRIQUE RUIZ-DOMÈNEC
Coinciden en nuestras librerías dos
importantes libros sobre la cultura
europea, publicados por Taurus. Uno es
el polémico ensayo de Jacques Barzun,
“Del amanecer a la decadencia: 500
años de vida cultural en Occidente”,
donde el distinguido profesor analizaba
los motivos de un pesimismo por el
futuro. Completándolo, aunque con un
tono optimista, el libro de Schwanitz.
¿Qué le impulsó a escribir un libro
de estas características?
La experiencia y el contacto directo con
los estudiantes. Era un proyecto de
seminario donde se escenificaron
diversas obras de teatro. Luego, les hice
la pregunta: ¿Qué saben sobre el
contexto cultural de esas obras? Ante su
desconocimiento decidí escribir el libro.
¿Cree que los debates sobre la
enseñanza superior en Alemania
pueden extrapolarse a otros
países europeos?
Es difícil extrapolarlos, porque Alemania
es muy peculiar. La situación actual es el
Dietrich
Schwanitz
Historiador de la
generación de los
sesenta
comprometido con
la renovación de la
enseñanza en
Alemania y con la
búsqueda de un
equilibrio en los
años venideros,
Schwanitz nació en
1940 y es profesor
de Cultura y
Literatura Inglesa en
la Universidad de
Hamburgo
resultado del 68, entonces el programa
educativo (de formación integral de la
persona) se deshizo, dando lugar a una
sociologización de los seminarios de
enseñanza, y de ese modo se
desmontaron los mecanismos de la
enseñanza alemana que venían de la
época de Humboldt. Mi proyecto es
poner fin al vacío generado pero
actualizando el concepto de cultura.
Usted identifica cultura con la
cultura europea moderna y
contemporánea. ¿Es así?
Sí, mi libro es conscientemente
eurocéntrico.
¿Qué opinión tiene entonces de
los teóricos del multiculturalismo?
El multiculturalismo es un fenómeno
americano, surgido de su mezcla cultural,
algo que hemos exportado como tantas
otras cosas de esa civilización, pero que
no tiene nada que ver con nuestros
problemas. La inmigración musulmana
en Europa, por ejemplo, no tiene nada
que ver con el multiculturalismo. El
multiculturalismo es una democratización
de las diferencias, lo que permite el
respeto a la diversidad religiosa. Eso al
menos es la teoría, hacerla realidad es
nuestro reto.
De algún modo su libro plantea de
forma implícita una especie de
canon de la producción cultural.
Mi canon es pragmático, y lo he hecho
en medio del caos de la enseñanza. No
pretendo esbozar un ideal de cultura de
tono aristocrático sino más bien hacer un
esbozo educativo que ayude a la gente.
Por eso es un canon abierto, sometido a
modificaciones, que invita a la lectura.
Lo contrario del de Harold Bloom.
En efecto. El canon de Bloom es
dogmático e ideologiza los problemas.
TAURUS
Su actitud es cerrada, lo que resulta de
una extremada esterilidad. Cierra el
debate, y eso el algo que no comparto.
Me ha interesado mucho su
manera de escenificar el
aprendizaje de la cultura como si
fuera una obra de teatro. ¿Qué
respuesta tiene esa forma entre
sus estudiantes?
No me interesa un sistema de enseñanza
basado en el culto a la personalidad de
tradición protestante, tan habitual en
nuestras universidades; prefiero un
programa comunicativo, abierto,
interactivo. El paradigma de la
enseñanza introspectivo debe dar paso a
un contacto con el mundo del
estudiante.
¿Podría hacer un breve
diagnóstico del futuro de la
cultura alemana y de la europea?
Soy bastante escéptico en todo lo
referente a hacer previsiones de futuro.
Además me desorienta lo que puede
llegar a ocurrir en los años venideros.
Los ejemplos del 68 y la caída del muro
de Berlín demuestran la imposibilidad de
predecir el futuro. El viejo mito de una
historia lineal se ha roto en nuestros días.
A pesar de este futuro incierto creo que
Alemania debería afrontar de forma
crítica la experiencia de la Segunda
Guerra Mundial, y poner fin al victimismo
de las generaciones anteriores.
¿Qué postura ha adoptado en el
gran debate en Alemania sobre el
código genético?
Ese debate demuestra hasta qué punto
es cierto el trauma alemán surgido de la
experiencia nazi. Es un debate
silenciado, apenas si se habla de él. El
simple enunciado del tema puede
acarrearte la sospecha de ser un
neconservador, o algo peor aún.
¿A qué pensador tiene como
referente en este momento?
A Niklas Luhmann, sin duda.
¿El teórico de los procesos de
modernización, el autor de aquel
bello libro sobre la “Sociología de
la Ilustración” que nos enseñó a
distinguir sistema y ambiente?
Sí, ese.
He observado que en “Todo lo que
hay que saber” hay poca presencia
de cultura española. ¿Por qué?
Antes de contestarle a esta pregunta me
gustaría decir que estoy gratamente
sorprendido de la recepción de mi libro
en su país. Estoy inmensamente feliz por
ello. Pero debe tenerse en cuenta que mi
libro está pensado para un público
alemán, y por ese motivo los ejemplos
son prioritariamente de mi país. Además
España perdió el peso cultural al
comienzo de la modernidad debido a su
inmensa carga política y social. Las
guerras imperiales emplearon recursos
que hubieran podido ir a la cultura.
Pero, ¿y Cervantes?
Precisamente el “Quijote” es la mejor
prueba de este fracaso de
modernización pues él representa al
héroe aristocrático venido a menos
enfrentado a la naciente sociedad
burguesa y comerciante. Su tono de vida
demuestra la pervivencia de todo eso.
Le hablo desde Barcelona. ¿Tiene
una idea hecha sobre el papel de
la cultura catalana?
Por supuesto. Barcelona y Cataluña
tienen una vocación europeísta antes
que cualquier otro pueblo de España,
precisamente por el empuje de su
sociedad burguesa, lo que se pone de
manifiesto en el modernismo, el “art
nouveau”. Además jugó un papel
decisivo contra el franquismo centralista.
Barcelona es la capital pionera de la
moderna España