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Andrés Felipe Peña Romero*

La personalidad de la historia:
relatando a Colombia
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The personality of the story: telling Colombia

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Fecha de entrega: 02 de agosto de 2019

Profesor: Carlos Medina

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*Estudiante asociado a la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad


Nacional de Colombia en Bogotá. Estudiante del Programa Curricular de Ciencia Política en la materia de
Historia Política y Socioeconómica de Colombia del siglo XX. Correo electrónico: anpena@unal.edu.co
Nuestra historia está determinada por otras historias. La constante paradoja que se presenta en
el desarrollo de nuestro propio relato se manifiesta en el qué tan determinados estamos por un
conjunto de sucesos que van más allá de nosotros. La historia de Colombia es una historia
relativamente prematura, que ha reproducido sus propias cualidades -incluso sus vicisitudes- en
la realidad de los individuos que habitan en este nicho cultural. Una historia nacional que obedece
a otros factores históricos externos, y que se encuentra en un constante pero dificultoso proceso
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de búsqueda de identidad, lo cual se manifiesta en el contexto social colombiano.
Por esta razón, al ser una historia que es sumamente volátil y que recoge la gran diversidad
cultural que representa a la débil Colombia, la historia es vista desde distintos puntos de vista, y
más específicamente, desde la experiencia intradiegética de cada colombiano. Tenemos
dificultades sociales, somos ignorantes; nuestra historia es analfabeta, pero llena de recuerdos y
sensaciones imprecisas que dan vida al relato de una perspectiva, más que a la historia fáctica de
nuestro país.
Cada sentimiento, cada experiencia es contada por individuos que se enfrentan a la realidad
colombiana cual mesa de billar, pero siempre manteniendo el sistema tradicional de los relatos
históricos y culturales que tanto nos caracterizan. Somos algo más profundo que nuestra propia
experiencia. Somos una línea paralela con la realidad colombiana.
Es increíble cómo la historia se reproduce a través de los individuos. Cecilia Rodríguez y Pedro
Garzón, oriundos del municipio de Chaparral – Tolima en los años 30, lugar de origen de algunos
presidentes de Colombia, cuna de los Pijaos, y un fortín liberal que se vería reflejado en la
ideología política de mi bisabuela Cecilia. La familia de Pedro –cuenta Gladys- era “goda” hasta
la médula, entre las demás familias de la región.
Como está casi que inculcado, Cecilia se casa a temprana edad con Pedro, reproduciendo el
tradicionalismo que ha imperado en la sociedad por siglos respecto a la cosificación del
matrimonio y la edad “ideal” dela mujer para casarse. Mis bisabuelos se mudan a Pereira, en busca
de algún resguardo de la violencia que representó Pereira en las décadas en que se gestaría la
violencia. Nacen Nelly, Daniel, Isabel, Ligia, Aracely, Gladys (mi abuela materna), Aleida, Iván,
Durley y José Ever. Todos y todas se mudan a Pijao - Quindio, considerado en la época como “el
pueblo más hermoso del Quindio”, y vecino de Génova-Quindio, de donde es oriundo Manuel
Marulanda, cofundador de las FARC. Pijao, comop materialización de la búsqueda de gestar un
proyecto familiar en el campo de los años 40 y 50.
¿Cómo sería nacer en el año 1955 para Gladys Garzón? Después de Bogotazo aumenta la
violencia, y se desencadena una guerra civil entre liberales y conservadores. Todas las niñas “bien
vestiditas”, con el cabello largo y vestidos largos, mientras están rodeadas por aquellos que mi
abuela denomina a “Los pájaros”, que eran la guerrilla conservadora naciente en los años 50.
Después de los castigos que Pedro y Cecilia les propinaban a sus 10 hijos, después de
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golpearlos con el mismo rejo con que arreaban las vacas, después de la sangre derramada por los
golpes, llegaban los juegos como manera de sopesar la violencia familiar que ha sido reproducida
en nuestra historia. Los juegos de aquella época se resumían en ir a jugar con los perros que
arreaban las vacas, “fumar” mata de guayabo, ordeñar las vacas, recorrer la gran finca, y consentir
Baldo, el perro “casi-caballo”. La diversión era infinita hasta que llegaban las guerrillas liberales
a la casa de Cecilia, Pedro, y sus 10 hijos. Pedro alertaba a sus hijos que se metieran debajo de la
cama y que no hicieran ruido. Pedro era conservador, a pesar de que Cecilia fuera liberal, porque
la idea del hombre ha de predominar; sin embargo, Pedro le decía a las guerrillas liberales ser afín
a su ideología. Muy juiciosa, Cecilia preparaba la casa para las guerrillas liberales, para que no la
mataran a ella y a su familia.
Pedro queda cuadripléjico años después a cusa de una bala disparada por su vecino liberal,
Alcibíades Acosta. ya que Pedro no quería proveerle el canal del agua que tanto necesitaba y esto
llevaría a una fuerte discusión que terminaría con un revólver. A los pocos meses, Pedro muere a
causa de una infección y deja a Cecilia junto a sus 10 hijos como madre cabeza de hogar. Las
niñas son enviadas al convento, en donde eran “educadas” con golpes de regla y con puntos
negativos en su presentación personal. Cecilia era ahora Cecilia, madre cabeza de hogar, que
curiosamente era racista, pero de tradición liberal.
La finca “La Selva”, hogar de mi abuela Gladys y sus 9 hermanos, que ahora era custodiada
por Cecilia junto a sus 3 hijos menores, había sido tomada por el M-19. Justo en la cima de la
montaña, al borde de la gran extensión de la finca, a dos horas de distancia, se ubicaba uno delos
campamentos del M-19. Cecilia era ahora Cecilia. Ya no existía Pedro, ni el prepararles las onces
a las guerrillas liberales para que no la mataran. Ahora Cecilia le servía agua de panela con arepa
a Carlos Pizarro y Vera Grabe, descritos por Gladys como “buenas personas”, consejeras, y
siempre atentas a escuchar los dolores de viuda de Cecilia. Ahora, Cecilia vendería la finca y se
mudaría a Ibagué – Tolima, siempre siguiendo de cerca la campaña política de Carlos Pizarro, y
presidiendo los eventos preparados para él.
Gladys Garzón Rodríguez se casaría en 1975 con Héctor Romero Herrera, en Bogotá, después
de haber escapado de aquél convento al que Gladys llama “espantoso y demoniaco”. Escapamos
del campo y nos mudamos a la gran ciudad, siempre buscando sobrevivir a esta vida. Tiempo
después, nacería mi madre, Ana Milena, en donde se replica una vez más “la personalidad de la
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historia”, dentro un sistema machista, violento, tradicional, y que manifiesta las vicisitudes den
nuestra Colombia. Ana Milena siempre será mi heroína. ¿Cómo no ha de serlo si está viva aquí
conmigo?
En los años 70, Alcibíades Acosta, el vecino liberal que mató a Pedro y que dejaría a Cecilia
viuda, sería asesinado mientras estaba sentado en el sanitario de su casa, cuando una bala que
saldría por encima de la teja perforaría su cráneo a las 5 de la mañana. Ni siquiera los dos
revólveres que cargaba –uno en cada mano- lo salvaría del disparo del sicario que lo había vigilado
toda la noche. Cecilia dice que el M-19 mató a Alcibíades Acosta.
La historia de nuestras vidas es una historia con personalidad, reproductora de vicisitudes,
replicadora de tradiciones, enmarcadora de realidades. La historia de Colombia apuñala a sus
ciudadanos y ciudadanas, y nos encierra en setos ideológicos que se mantienen después de cerca
de 60 años de guerra, que, aunque ha mutado en diversidad de discursos partidistas, sigue
martirizándonos con la ilusión de una construcción de identidad colombiana. Incluso Gladys, en
los años 90, con dos hijos y un esposo en casa, tendría que encontrarse de frente con la posibilidad
de ser víctima de la historia, cuando un carro bomba explotaría cerca del bus en el que ella se
transportaba para llegar a su pequeña casita en el barrio Tibabuyes.

¿Cómo podemos hablar de la pluralidad de personalidades que hay por retratar? ¿Cómo
podemos relatar los millones de colombianos nuestro reflejo individual de la historia de
Colombia? Héctor Romero Herrera, Alcibíades Acosta, Nelly Garzón, Cecilia Rodríguez, y sus
hijos, y los hijos de sus hijos, tendrán que enfrentarse a la personalidad de la guerra. Una
personalidad volátil, construida socialmente a la fuerza, replicando la violencia y haciendo de
nuestra vida un infierno.

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