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Tema 7
Tema 7
(1596-1650)
1. Contexto histórico, cultural y filosófico.
El siglo XVII, en el que vive nuestro autor, está marcado
por una creciente inestabilidad en Europa. Factor clave son las
conflictivas relaciones, entre los católicos y los protestantes del
viejo continente. Por ello, para comprender el siglo XVII es
necesario hacer referencia a las reformas que Lutero, Calvino y
Zwinglio introducen con respecto al catolicismo en el siglo XVI.
El protestantismo es contestado desde Roma con el Concilio de
Trento (1545-1563). En el surgimiento de la reforma protestante
tuvo un papel destacado la invención de la imprenta (hacia la
mitad del siglo XV), ya que permitió una expansión generalizada
de los textos clásicos y de la Biblia, sacando el conocimiento y el
estudio de las escuelas monacales y catedralicias, haciéndolo
accesible a los laicos, con la consiguiente pérdida de control de los RENÉ DESCARTES
mismos por parte de la Iglesia.
Las disputas religiosas en el seno del Imperio Alemán, la intención de Suecia por
controlar el Báltico y la antigua disputa entre Francia y España por la hegemonía en Europa,
desembocan el la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) en la que se ven involucradas las
grandes potencias del momento y en la que participó Descartes como soldado de ambos
bandos (el católico y el protestante). Con la paz de Westfalia (1648), en la que se reconoce la
igualdad de derechos de los estados católicos y protestantes, se pone término a esta guerra. El
Sacro Imperio Germánico acaba dividido y fragmentado; España está al borde de la
extenuación, pues ha agotado todas sus posibilidades humanas y económicas en la guerra, y
Francia, aunque salió mejor parada, entra en una crisis económica.
La brutalidad de esta guerra (masacres en aldeas y ciudades, hambre, epidemias, odio
religioso y político...) golpea la conciencia de algunos intelectuales, que se preguntan cómo
ciudadanos europeos, supuestamente civilizados, pueden mostrar tanta falta de racionalidad.
El intento de alcanzar una ética racional, válida para todos, por encima de sentimientos
religiosos, se perfila como una de las tareas más acuciantes. El proyecto cartesiano está
presidido por esta idea, aunque Descartes morirá antes de trazar una ética racional.
Este intento de racionalización, alcanza también a la economía y al derecho. A finales
de la Edad Media se había producido un fuerte crecimiento de las ciudades, que se convierten
en el centro económico y social. En el siglo XVII, los burgueses 1 dedicados al comercio
sienten la necesidad de unas leyes de libre comercio iguales en todas partes, de ahí que se
muestren partidarios de un poder político centralizado y fuerte que se imponga a los señores
feudales. El Estado tiene, para estos burgueses, un fin utilitario: facilitar los negocios. De esta
manera, surgen los estados nacionales centralistas, con leyes absolutistas, y una nueva clase
social: la burguesía, cuya máxima virtud es el éxito en el trabajo personal, que se traduce en
riquezas. En esta época aparecen organizaciones mercantiles, para racionalizar el trabajo y
1
Los burgueses son mercaderes y artesanos que, a partir del siglo XI se establecieron en los burgos, una especie
de fortaleza (esas fortalezas pronto se convirtieron en pequeñas poblaciones) desde donde el señor feudal
vigilaba su territorio. Su independencia (y pretensiones) pronto les hizo enfrentarse a la nobleza y al clero.
Filosofía II Descartes
obtener el máximo beneficio, organizaciones económicas (la Banca y la Bolsa), para mejorar
los rendimientos económicos, así como el Derecho Internacional.
Pero las disputas de religión no solamente afectaban al orden político y económico,
sino que también tenía efectos en el orden cultural: en 1633 la Santa Sede condena la obra de
Galileo, y Descartes renuncia a publicar su Tratado sobre el mundo, porque defendía las ideas
heliocéntricas de Galileo. Hacia 1643 arrecian las polémicas contra Descartes, siendo atacado
tanto por los jesuitas como por los protestantes, que tampoco llegan a comprenderle. Cansado
de todo esto, acepta las reiteradas invitaciones de la reina Cristina de Suecia y se traslada a
ese país. En 1650 morirá allí, víctima de la pulmonía.
Desde el siglo XV al siglo XVII se van a ir proponiendo innovaciones a la física
aristotélica que conducirán a la creación de la “NUEVA CIENCIA”, personificada, entre otros,
por Copérnico, Kepler y Galileo. Entre otras innovaciones, Copérnico propone un universo
Heliocéntrico y Geodinámico (en lugar de Geocéntrico y Geoestático); Kepler formula
matemáticamente, en 1609, la teoría de que los planetas se mueven alrededor del sol
describiendo órbitas elípticas en vez de circulares; y Galileo construye uno de los primeros
telescopios astronómicos a la vez que sistematiza el nuevo método científico: el método
hipotético-deductivo. Esta “Nueva Ciencia”, de enorme influencia en la filosofía de
Descartes, se caracteriza por:
1. La matematización del mundo: «el mundo está escrito en lenguaje matemático»,
dirá Galileo, por lo que el conocimiento científico y verdadero del mundo será un
conocimiento matemático del mismo, en el que todo lo que ocurre –los fenómenos- se
reduce a variables cuantitativas. Esta idea presidirá la filosofía cartesiana, cuyo
método tiene como modelo el proceder matemático.
2. El mecanicismo: el mundo deja de entenderse como un enorme organismo viviente,
para ser entendido como una gran máquina, similar a las construidas por el hombre.
Así pues, los fenómenos quedan explicados cuando descubrimos la causa eficiente de
los mismos, eliminando la búsqueda de causas finales.
3. La experimentación: La única manera de acercarse a un conocimiento verdadero de
la realidad es experimentar. Este no es un rasgo muy presente en la filosofía
cartesiana, precisamente por su carácter deductivo, basado en la matemática. De
hecho, incluso en la ciencia también tiene un valor secundario y casi exclusivo para la
verificación de hipótesis matemáticas previamente construidas. A veces, el cálculo o
el razonamiento sustituían al experimento. Tal era la confianza que se tenía en la
capacidad de la razón.
4. La practicidad: no se busca un conocimiento meramente teórico sino un
conocimiento útil y práctico que mejore la vida de los seres humanos. En el siglo
XVII, se inicia la unión entre la ciencia y la técnica.
Esta “Nueva Ciencia”, que tantos descubrimientos y éxitos alcanzará con su nuevo
método, es la “reina” del panorama intelectual de los albores de la Edad Moderna.
Conocimiento verdadero será igual a conocimiento científico.
Junto al entusiasmo por la nueva ciencia, que aparece como algo infalible a los ojos de
algunos, encontramos una fuerte corriente de PENSAMIENTO ESCÉPTICO que reaparece sobre
todo en Francia, y de la que destaca Michel de Montaigne (1553-1592). Para este autor la
mayor “peste” del hombre es creer que puede llegar a conocer verdaderamente las cosas. Los
últimos fundamentos de nuestro conocimiento son inseguros y la experiencia de los sentidos
es engañosa, por lo que la ciencia de la naturaleza no es más que una bella poesía sofística.
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Descartes Filosofía II
Vida y obra
El mayor filósofo francés de todos los tiempos, padre de la filosofía moderna, e iniciador del
racionalismo. Nació en La Haye, en Turena, en el seno de una familia de la pequeña burguesía en
1596. Tercer hijo de Joachim Descartes, consejero en el parlamento de Bretaña, y de Jeanne Brochard,
que murió de parto al año siguiente. Tras casarse de nuevo su padre en 1600 con Anne Morin, pasó al
cuidado de su abuela, quien le educó hasta 1606, fecha en que ingresa en el colegio de los jesuitas de
la Flèche, fundado dos años antes, una «de las más célebres escuelas de Europa», y cuyas enseñanzas,
en particular la filosofía escolástica aprendida de 1612 a 1614, Descartes enjuicia en su Discurso.
Abandona esta escuela y en el año 1616 se halla en Poitiers cursando estudios de derecho.
En 1618 se enrola en el ejército de Maurice de Nassau, príncipe de Orange, y participa así en
la guerra de los Treinta Años. Este mismo año conoce a Isaac Beeckman, un investigador holandés,
momento a partir del cual Descartes se interesa por la investigación científica, que une la matemática y
la física. Por la correspondencia de Beeckman se sabe que Descartes por esta época buscaba ya, como
había hecho Ramón Llull, un «arte general para resolver todas las dificultades». Rota la amistad con
Beeckman, Descartes abandona Holanda y se enrola en el ejército católico de Maximiliano de Baviera.
En noviembre de 1619, en Ulm, según su propio relato, descubre «los fundamentos de una ciencia
maravillosa», tras interpretar el sentido de tres sueños habidos la noche del 11 de noviembre, que se
considera el punto de arranque de su nuevo método.
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Filosofía II Descartes
Sigue de 1620 a 1629 un período de 9 años de viajes, de los que hay que destacar que, en
1622, adquiere un patrimonio familiar que le permite autonomía económica y que, pese a llevar a cabo
un viaje a Italia, no llega a conocer a Galileo.
Hacia 1625-1627 se halla en París, donde llega a ser conocido entre los medios literarios,
científicos y filosóficos, como «excelente matemático» y perfecto hombre de mundo. Entre sus
amigos, se cuentan sobre todo Mersenne y el cardenal de Bérulle. En este ambiente participa en la
discusión entre el valor y sentido de la filosofía tradicional escolástica y los métodos innovadores de la
«nueva ciencia» que, por aquel entonces, se hallaba mezclada con las llamadas «ciencias curiosas»
(magia, alquimia, astrología). Por esta época Descartes comienza a redactar las Reglas para la
dirección del espíritu (en 1628) aunque fueron publicadas póstumamente. En ellas consta ya la
conocida afirmación cartesiana de que, al menos una vez en la vida, conviene poner todo en discusión,
y el rechazo frontal y total de la filosofía escolástica y, con ella, del aristotelismo. Frente a las
confusiones y ambigüedades de la mezcla de la nueva ciencia con las ciencias curiosas, propia del
Renacimiento, Descartes presenta los puntos esenciales de su método deductivo de razonar,
esencialmente matemático, proponiendo como ciencia ideal aquella que primero justifica el método en
que se fundamenta, cuyos puntos esenciales son: la intuición, la deducción, la enumeración o
inducción y la memoria o recuento de todos los pasos dados.
Tras una importante discusión pública, en casa del nuncio y ante lo más selecto de París,
Descartes expone su método, que denomina «método natural» de razonar. El cardenal de Bérulle le
dedica grandes elogios y le anima a desarrollar una filosofía fundada en dicho método, Descartes se
marcha a la región de Bretaña y luego, hacia 1629, se instala definitivamente en Holanda. En este país,
extrañamente aislado, aunque en contacto epistolar con científicos y filósofos, con Mersenne sobre
todo, y cambiando continuamente de lugar de residencia para no ser hallado, encuentra la paz de
espíritu necesaria para desarrollar sus investigaciones, matemáticas primero y luego filosóficas, con la
intención de hallar razonamientos filosóficos más evidentes que los geométricos.
En 1637 aparece el Discurso del método, que publica en Leiden, en francés, sin su nombre,
junto con tres ensayos científicos, Dióptrica, Meteoros y Geometría, que él afirma que son ensayos
hechos según su nuevo método. Mientras tanto, en 1633, el Santo Oficio condena las afirmaciones de
Galileo sobre el movimiento de la tierra, por lo que Descartes interrumpe la redacción de Mundo; en
1635, de Helène Jans, mujer que le cuidaba, tiene una hija (Francine) a la que legitima; en 1640,
mueren su padre, su hermana y su hija de cinco años («el dolor más grande de su vida»). En 1641
publica una redacción en latín de Meditationes de prima philosophia -iniciadas hacia 1628-, junto con
las objeciones que Mersenne había podido recoger previamente, sobre todo de Gassendi y Hobbes, y
las respuestas de Descartes. Nuestro filósofo va siendo cada vez más conocido en Holanda, y mayor es
el número de amigos, científicos y filósofos que lo visitan, pero arrecian también las críticas y la
oposición a su filosofía. Hobbes le se entrevista con él, pero no logran ponerse de acuerdo; Hobbes se
alinea con la nueva ciencia, mientras que Descartes, que no acepta ni la filosofía escolástica ni la
nueva ciencia, pretende que su filosofía llegue a sustituir a la antigua escolástica. De hecho, sus
Meditaciones van precedidas de una carta dirigida a los profesores de la Sorbona de París para
captarse su benevolencia. En realidad, lo que obtiene son ataques, principalmente de Pierre Bourdin,
jesuita influyente, y de Gilbert Voët, profesor de la universidad de Utrecht. Tuvo que intervenir la
autoridad política para lograr que cesaran los ataques contra Descartes en las universidades
holandesas, que lo acusaban de ateísmo y pelagianismo. En 1644 aparecen, también en latín, los
Principia philosophiae: con ellos intenta ofrecer un manual de su propia filosofía, redactado al estilo
de los que entonces se utilizaban. Los dedica a la princesa Isabel, hija de Federico V, rey de Bohemia,
refugiado entonces en Holanda, tras la batalla de la Montagne Blanche (1620). La princesa había
conocido y tratado a Descartes y mantenía con él correspondencia sobre temas de filosofía; en sus
Cartas a Isabel, puede apreciarse la moral definitiva cartesiana. El interés de esta princesa por
cuestiones psicológicas hizo que Descartes compusiera en 1649 un tratado sobre Las pasiones del
alma, que es interesante para comprender las relaciones entre mente y cuerpo en su sistema. Durante
los años 1647-1649, aparecen las traducciones al francés de las Meditaciones y los Principios y, en
1648, vuelve por última vez a París, donde coincidió con los tumultos de la Fronda. En 1649 aceptó no
de muy buen grado la invitación de la joven reina de Suecia, Cristina, interesada en su filosofía desde
1646, a trasladarse a su corte. El clima riguroso de Suecia y el horario intempestivo - las cinco de la
mañana- de las lecciones que debía dar a la reina acabaron con la vida de René Descartes, que murió
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Descartes Filosofía II
de pulmonía el 11 de febrero de 1650, a los 53 años de edad. Tras la muerte de Descartes, en las
universidades holandesas comenzaba el cartesianismo.
VERDADERAS
FACULTAD DE
CONOCIMIENTO
Razón Sentidos
Ciencias experimentales
MODELO DE CIENCIA Matemáticas
(Física)
ACTITUD FRENTE A LAS Optimismo epistemológico: Pesimismo epistemológico:
POSIBILIDADES DEL «Nada hay tan alejado que no lo podamos «Nuestro conocimiento se reduce a la
CONOCIMIENTO
conocer» experiencia»
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Filosofía II Descartes
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Descartes Filosofía II
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El Racionalismo toma como modelo a las matemáticas, de ahí que su método sea eminentemente deductivo y al
margen de la experiencia, mientras que el Empirismo tomará como modelo a las ciencias empíricas de la
naturaleza, con lo cual su método de conocimiento será inductivo.
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Claridad: presencia inmediata de una idea en la mente. Se trata de un pensamiento del que soy consciente.
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Distinción: una idea es distinta cuando está perfectamente delimitada y no la confundimos con ideas parecidas.
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Filosofía II Descartes
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Se trata de zamarrear fuertemente el edificio del saber, someterlo a un verdadero terremoto, con la confianza de
que las verdades auténticas permanecerán indestructibles ante toda crítica.
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El escepticismo es aquella doctrina filosófica que niega la capacidad del conocimiento para alcanzar la verdad,
por lo que únicamente la duda es la posición adecuada. Esta duda escéptica, de origen griego, tuvo su versión
renacentista en Michel de Montaigne y Francisco Sánchez.
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Descartes Filosofía II
2. Cabe dudar de que las cosas sean como las percibimos, pero ello no nos permite dudar
de que existan las cosas que percibimos. De ahí que Descartes añada una segunda
razón -más radical- para dudar: LA IMPOSIBILIDAD DE DISTINGUIR LA VIGILIA DEL
SUEÑO. A veces los sueños nos muestran mundos de objetos con extremada viveza, y
al despertar descubrimos que tales universos no tienen existencia real y otras veces
hay realidades tan paradójicas en nuestra vigilia que parecen una pesadilla surrealista.
¿Cómo distinguir el estado de sueño del de vigilia y cómo alcanzar certeza absoluta
de que el mundo que percibimos es real? Se trata, en definitiva, de la dificultad para
discernir los pensamientos que son fruto del sueño, de los pensamientos que tenemos
cuando estamos despiertos. Como en el caso anterior, la mayoría de los hombres
cuentan con criterios para distinguir la vigilia del sueño, pero estos criterios no sirven
para fundamentar una certeza absoluta. También nos confundimos con frecuencia en
este ámbito.
3. La imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño permite dudar de la existencia de las
cosas y del mundo, pero no parece afectar a ciertas verdades, como las matemáticas:
dormidos o despiertos, los tres ángulos de un triángulo suman 180 grados en la
geometría de Euclides. De ahí que Descartes añada el tercer y más radical motivo de
duda: tal vez exista algún GENIO MALIGNO -escribe Descartes- «de extremado poder e
inteligencia que pone todo su empeño en inducirme a error» (Meditaciones
metafísicas). Esta hipótesis del “genio maligno” equivale a suponer que tal vez el
entendimiento humano es de tal naturaleza que se equivoca siempre y necesariamente
cuando piensa captar la verdad. O que exista un error
intrínseco, incluso en las verdades matemáticas, que nos
conduce a error sin que seamos conscientes de ello. Es una
hipótesis verosímil, en tanto y cuanto que soy capaz de
pensarla. Una vez más se trata de una hipótesis improbable,
pero posible, y que nos permite dudar de todos nuestros
conocimientos. En todo este despliegue de la duda, Descartes
permanece en el plano teórico: las creencias religiosas y las
exigencias éticas están en otra dimensión práctica, que él no
se cuestiona
RENÉ DESCARTES
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Filosofía II Descartes
Descartes sentencia que dicha verdad resiste las más extravagantes suposiciones de los
escépticos y, por lo tanto, constituye el primer principio de la filosofía que andaba buscando:
la piedra filosofal, a partir de la cual podremos intentar descubrir después otras verdades
igualmente seguras. Este principio de la filosofía se presenta en el corazón mismo de la duda
radical a la que nos expone el planteamiento cartesiano.
Mi existencia como sujeto pensante (el cogito cartesiano) no es sólo la primera
verdad y la primera certeza: es también el prototipo de toda verdad y de toda certeza. ¿Por
qué la existencia del sujeto pensante es absolutamente indudable? Porque es evidente, es
decir, se percibe con toda claridad y distinción. De aquí deduce Descartes su criterio 9 de
verdad: todo cuanto perciba con claridad y distinción será verdadero y, por lo tanto,
podrá afirmarse con inquebrantable certeza. Así, dice en las Meditaciones metafísicas:
«En este primer conocimiento no existe sino una percepción clara y distinta de lo que
afirmo; lo cual no sería suficiente para asegurarme de la certeza de una cosa, si fuera
posible que lo que percibo clara y distintamente sea falso. Por tanto, me parece que puedo
establecer como regla general que todo lo que percibo clara y distintamente es verdadero».
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Descartes Filosofía II
3. Ideas innatas. Según Descartes existen algunas ideas (pocas, pero las más
importantes) que el pensamiento las posee en sí mismo, es decir, que no provienen ni
de la dudosa experiencia externa, ni tampoco son construidas a partir de otras. Esta es
una afirmación fundamental del racionalismo: a saber, que las ideas primitivas a
partir de las cuales se ha de construir el edificio de nuestros conocimientos son
innatas13.
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Como exige la 2ª regla del método.
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Ideas innatas son, por ejemplo, la de “pensamiento” y la “existencia” ya que las encuentro en la percepción
misma del cogito (“pienso, luego existo”).
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Filosofía II Descartes
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Descartes Filosofía II
Es decir, no es posible que la idea de un Ser Infinito y Perfecto (Dios) tenga como
causa a un ser finito e imperfecto 16 (el yo que piensa); la causa tiene que ser tan perfecta o
más que los efectos, por lo que la idea de un Ser Infinito requiere una causa infinita; por lo
que yo no puedo ser la causa de esa idea. Si lo fuera, sería una idea facticia, y ya hemos
dicho que es innata. Y como esa idea es una idea que poseo en mi mente, ésta ha tenido
que ser causada y puesta en mí por un Ser Infinito; luego el ser infinito existe con toda
evidencia.
Por supuesto, tampoco puede tener por causa la nada, ya que de la nada, nada
puede surgir.
El argumento basado en la «CAUSALIDAD APLICADA A LA IDEA DE DIOS» lo podemos
resumir en las siguientes afirmaciones:
Unas ideas son más perfectas (más verdaderas) que otras, dependiendo de la realidad que
representan.
La idea más perfecta es la “idea de Dios” porque representa a la realidad más perfecta que
puede existir.
Todas las ideas tienen un origen o causa de su existencia.
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La idea de infinitud tiene más contenido objetivo que la idea de finitud; por eso, la idea de finitud no puede ser
la causa de la idea de infinitud, sino al contrario.
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Este argumento también lo expone en su obra Meditaciones metafísicas, en los siguientes términos: «Por “Dios”
entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha creado a mí mismo y a todas las
demás cosas que existen [si es que existe alguna]. Pues bien, eso que entiendo por Dios es tan grande y eminente, que cuanto más
atentamente lo considero menos convencido estoy de que una idea así pueda proceder sólo de mí. Y, por consiguiente, hay que concluir
necesariamente, según lo antedicho, que Dios existe. Pues, aunque yo tenga la idea de sustancia en virtud de ser yo una sustancia, no podría
tener la idea de una sustancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una sustancia que verdaderamente fuese infinita ... Por
tanto, no puede haber dificultades en este punto, sino que debe concluirse necesariamente que, puesto que existo, y puesto que hay en mí la
idea de un ser sumamente perfecto (esto es, de Dios), la existencia de Dios está demostrada con toda evidencia ...»
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Que el yo que piensa es imperfecto se manifiesta clara y distintamente en el mismo acto de dudar; si fuera
perfecto no dudaría, conocería las cosas de una manera absolutamente verdadera.
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Filosofía II Descartes
La causa de algo tiene que ser igual o más perfecta que sus efectos.
Una idea perfecta requiere una causa perfecta, por lo que yo no puedo ser la causa de esa
idea. Si lo fuera, sería una idea facticia, y ya hemos dicho que es innata.
Y como esa idea es una idea que poseo en mi mente, ésta ha tenido que ser causada y
puesta en mí por un Ser Perfecto; luego el Ser Perfecto (Dios) existe con toda evidencia.
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Descartes Filosofía II
Dios, cuya existencia se da por demostrada, tiene una naturaleza perfecta, por la que
no puede ser engañador de ninguna manera. Dios posee todas las perfecciones en grado sumo,
y por lo tanto la veracidad. Pretender engañar no es un signo de potencia sino de debilidad, de
malicia, de imperfección... y por tanto, no puede admitirse en Dios dicha voluntad de engaño.
Para Descartes la existencia de un DIOS PERFECTO Y VERAZ es una pieza clave de su
sistema: reconocida la existencia de Dios a partir de mi yo pensante, el criterio de la
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Filosofía II Descartes
evidencia encuentra su garantía última: Dios es el principio y garante de toda verdad clara y
distinta17.
Por tanto, en la filosofía de Descartes Dios ocupa una posición central, pero este Dios
de Descartes no es ya el “Dios de Abraham”, un Dios Padre, Creador y Providente, que
premia y castiga, que se manifiesta y nos habla a través de los profetas y de Jesucristo y en
donde la razón tiene que someterse a la revelación y no puede contradecirla. El de Descartes
es ya el “Dios de los geómetras”, el “deus ex machina” que la razón descubre como el
creador del Universo, pero que no interviene en su desenvolvimiento o desarrollo.
Demostrada la existencia de Dios como Ser infinitamente Perfecto, encuentra
Descartes el punto de apoyo que necesitaba para SUPERAR TODOS LOS NIVELES DE LA DUDA y
poder afirmar la existencia del mundo objetivo y la validez de los razonamientos matemáticos
para conocerlo. La hipótesis del «genio maligno» es absurda: Dios, la sustancia infinita,
garantiza la capacidad de la razón humana para encontrar la verdad 18, siempre que utilice el
método de la razón adecuadamente. Es decir, Dios garantiza que mis ideas corresponden a
un mundo, a una realidad extramental, pero no garantiza que a todas mis ideas corresponda
una realidad extramental. Solamente serán verdaderas aquellas ideas que tengan las
características de la evidencia (claridad y distinción).
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Descartes Filosofía II
la materia. Dios crea la materia inerte y le comunica una cantidad de movimiento que
permanece constante. Puesto que el mundo es como una máquina perfecta donde existe una
total y absoluta necesidad o determinismo, reducible a un conjunto de fórmulas matemáticas,
el conocimiento científico consiste en describir matemáticamente las leyes que rigen el
movimiento de los cuerpos.
Tomada la definición de sustancia de un modo literal es evidente que sólo podría
existir la sustancia infinita (Dios), ya que los seres finitos (pensantes y extensos) son creados
y conservados por Él. Descartes mismo reconoce que tal definición solo puede aplicarse de
modo absoluto a Dios, si bien la mantiene por la independencia mutua entre la sustancia
pensante y la sustancia extensa, que no necesitan la una de la otra para existir.
Como podemos deducir, la antropología cartesiana es dualista, como la platónica21:
por un lado somos cuerpo (sustancia extensa) y estamos sujetos a las mismas rígidas leyes
físicas que los demás cuerpos. Pero el hombre es también alma, “sustancia pensante”
consciente y libre. El objetivo último de Descartes al afirmar que alma y cuerpo, pensamiento
y extensión, constituyen sustancias distintas, es salvaguardar la autonomía del alma con
respecto a la materia. El alma, al ser una realidad distinta del cuerpo está al margen del
mecanicismo determinista del mundo corpóreo donde no queda lugar alguno para la libertad.
La libertad, y con ella el conjunto de valores espirituales -que nos diferencian radicalmente
respecto de los animales- defendidos por Descartes, sólo podían salvaguardarse sustrayendo el
alma de la necesidad mecanicista, lo que, a su vez, exigía situarla como una esfera de la
realidad autónoma e independiente de la materia.
Por otro lado, al ser el cuerpo una sustancia independiente, permite su estudio
científico sin referencias a su dependencia respecto del espíritu. Con ello se abre el horizonte
de las investigaciones científicas sobre el organismo humano, prohibidas por quienes lo
convertían en algo «sagrado», aunque la manipulación y experimentación fuera con un
cadáver. No hay que olvidar que la medicina naciente tenía sobre sí la vigilancia de la
Inquisición.
21
Fruto de este dualismo, se le plantea el problema de la comunicación de las sustancias. La interacción entre
ambas sustancias es explicada por Descartes del siguiente modo: el cuerpo y el alma se comunican a través de la
glándula pineal (única parte del cerebro que no es doble), situada en la base del cerebelo.
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