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♫ Enciende los parlantes


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--Escrito por la Sra. A. Bell en 1853.

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 No olviden que los
niños son hombres y
mujeres en miniatura, y
que aunque debe
permitírseles actuar como
niños, debemos tratarlos
de manera adulta,
evitando siempre la
aspereza. Se debe
también tener en cuenta
que cada mirada,
palabra, tono de voz o
ademán, e incluso la
forma de vestir, deja en
ellos una impresión.
 Jamás se debe
disciplinar a un niño
basándose en
suposiciones, ni sin estar
perfectamente al tanto de lo
que haya sucedido. No se
debe tampoco manipular
los sentimientos del niño
cuando se le corrija.
 Debemos procurar
ser siempre amables y
alegres cuando estemos
delante de ellos;
tenemos que ser
comunicativos, sin caer
jamás en la
extravagancia, en la
frivolidad ni en las
palabras o los gestos
vulgares. No se le debe
tomar a la ligera cuando
se comporte mal, ni
rogarle que obedezca.
 Se debe supervisar de cerca el
cumplimiento de nuestras órdenes,
hasta que hayan concluido, y no
permitirles que abandonen la tarea,
o que no la cumplan tal como se les
ha pedido que la realicen, a menos
que lo soliciten expresamente y les
sea concedido.
 Nunca se les debe
hablar de forma
impaciente o irritada
cuando se les
descubra en falta.
 Jamás debemos
defraudar la confianza que
el niño deposite en
nosotros, ya sea que se
trate de algo que nos ha
dado para que lo
cuidemos o de alguna
promesa realizada.
 Debemos estar
siempre prestos a
atender al niño cuando
nos hable, para evitar
así que deba insistir en
requerir nuestra atención
y para que aprenda a
acudir de inmediato
cuando lo llamemos.
 Incluso cuando se encuentre enfermo, es mejor para
el niño que le ayudemos amablemente a guardar la
disciplina, y no que le consintamos los caprichos.
 Jamás se debe tratar de impresionar
a un niño con principios religiosos
cuando estemos enojados con él, ni
hablarle en esas ocasiones de Dios,
pues tal cosa no cumpliría el efecto
deseado. Debemos buscar para ello
situaciones más propicias.
 Se debe tratar de
realizar el máximo de
progreso en los diez
primeros años, pues se
trata de una oportunidad
de oro que tal vez nunca
regrese. Es la época de
la siembra, y la cosecha
posterior dependerá de
la semilla que
sembremos entonces.
 Ese tipo de egoísmo que
encadena a los avaros y
endurece el corazón no
debe ser tolerado jamás.
 Debemos evitar reprender
severamente al niño delante de
otras personas, ponerlo en ridículo
o burlarse de sus debilidades.
 Deberá enseñársele
que en la mesa tiene
que estar bien sentado
y comportarse
educadamente, no
importunar a los
mayores ni levantarse
de su asiento sin
permiso. En tales
ocasiones los deseos
de los padres deben
ser para el niño
órdenes indiscutibles.
 No se debe permitir que existan
dos códigos de comportamiento,
uno de carácter doméstico y otro
frente a las visitas. Se debe exigir
siempre un comportamiento cortés.
 No debemos decirle jamás a un niño: "No creo lo que dices", y ni siquiera
expresar dudas. Si uno tiene alguna sensación de ese tipo debe guardarla para
sí, y esperar. Al final la verdad siempre saldrá a relucir.
Quizás si los padres modernos
siguieran el consejo de la Sra.
Bell (dado hace 150 años), se
produciría una nueva generación
de niños bien comportados,
educados, con buenos valores y
mejores oportunidades de tener
éxito en la vida.

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