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Staff

Moderadora
Lu_Rodriguez
Traductoras
Lu_Rodriguez ♥KeSofy♥
Auro Kyle Kenia20
PrisAlvS covibg
Thelovestory guga
Jhos Jeni♥

Correctoras
Auro Kyle Marta_rg24
Cat J. B Mayelie
Flor25 Marisaruiz
Revisión y Recopilación
Auro Kyle& Marta_rg24
Diseño
Lectora
Contenido
Sinopsis ............................................................................................................................................... 5
Prólogo ................................................................................................................................................ 6
Capítulo 1 .......................................................................................................................................... 11
Capítulo 2 .......................................................................................................................................... 22
Capítulo 3 .......................................................................................................................................... 27
Capítulo 4 .......................................................................................................................................... 42
Capítulo 5 .......................................................................................................................................... 54
Capítulo 6 .......................................................................................................................................... 60
Capítulo 7 .......................................................................................................................................... 67
Capítulo 8 .......................................................................................................................................... 74
Capítulo 9 .......................................................................................................................................... 79
Capítulo 10 ........................................................................................................................................ 91
Capítulo 11 ...................................................................................................................................... 107
Capítulo 12 ...................................................................................................................................... 113
Capítulo 13 ...................................................................................................................................... 121
Capítulo 14 ...................................................................................................................................... 130
Capítulo 15 ...................................................................................................................................... 141
Capítulo 16 ...................................................................................................................................... 155
Capítulo 17 ...................................................................................................................................... 166
Capítulo 18 ...................................................................................................................................... 172
Capítulo 19 ...................................................................................................................................... 182
The Rookie ....................................................................................................................................... 184
8 seconds ride ................................................................................................................................. 191
Sinopsis

E
ste vaquero está buscando más que una monta de ocho segundos.

Mustang Jackson hace dos cosas —montar toros y amar mujeres.


Así que la lesión que lo saca de la arena le deja sólo una forma de
ganarse la vida. Desafortunadamente, cobrar por ser un semental delante
de la cámara no es tan divertido como las conquistas privadas. Cuando
ve a la pequeña Sage Beckett, sin las gafas, brackets y coletas, que él recuerda, pasar
tiempo en su ciudad natal de repente se vuelve algo mucho más interesante.

Sage estaba enamorada de Michael mucho tiempo antes de que comenzara a usar
ese ridículo apodo “Mustang”. Aunque de lo que oye por casualidad sobre su serie
de conejitas de hebilla, el hombre hace honor a este. En el pasado, él siempre veía a través
de ella. Ahora que está de nuevo en casa, ella está decidida a capturar y domesticar a este
semental salvaje, no importa lo que necesite.

Ella tiene la intención de satisfacer su curiosidad y seguir adelante, pero con cada
toque está menos segura de que alguna vez lo vaya a purgar de su sistema. Una vez
acorralado entre sus brazos, Mustang se encuentra pensado que la domesticación puede no
ser tan mala después de todo.

Salvo que, una vez ella se entere de su trabajo, ella podría no quedarse para la
siguiente ronda.
Prólogo
Traducido por Lu_Rodriguez
Corregido por flor25

S
age Beckett se dejó caer de rodillas y miró más allá de las motas de polvo
debajo de la cama. Dejando de lado el cobertor blanco, entornó sus ojos en la
oscuridad en busca de lo que sabía estaba allí en alguna parte.

—Oye, Cosita. ¿Qué estás haciendo ahí abajo?

El sonido de la voz familiar tenía su corazón latiendo con fuerza y no sólo porque él
la había sorprendido. El pulso de Sage corría rutinariamente de sólo pensar en el chico que
vivía al otro lado de la calle.

Ella giró la cabeza para encontrar esos ojos azules penetrantes que la derretían
desde adentro hacia fuera enfocados en ella.

—Um. Nada, —Sintiéndose culpable, dejó las sabanas caer en su lugar y se puso de
pie—. ¿Dónde está Rosemary? ¿Sabes? —Michael se inclinó casualmente contra el marco
de la puerta como si no tuviera ni idea de lo que su mera presencia le hizo a su cuerpo
adolescente.

Por supuesto, él no tenía ni idea de cómo la afectaba, cómo se sentía por él. Para él
no era más que la hermana pequeña de Rosemary, la estudiante de segundaria que los
seguía a casa y que se veían obligados a dejarla jugar a sus juegos de preparatoria. Michael
nunca la vería como una mujer, nunca conocería los muy reales y adultos sentimientos que
tenía por él. No mientras Rosemary estaba alrededor de todos modos.

—No lo sé. Ella todavía no ha llegado a casa del instituto. —Lo cual era el por qué
Sage había estado bajo la cama de su hermana en busca del diario de Rosemary. Su
hermana nunca le diría qué estaba pasando con Michael, pero ese diario sí.

—¿Crees que tu abuela tiene una de esas empanadas que hizo ayer en la nevera? —
La sonrisa diabólica de Michael atrajo la mirada de Sage a los perfectos labios e
inmediatamente la hizo pensar qué se sentiría besar esos labios.

Rosemary había besado esos labios, de hecho, su hermana y el objeto del afecto
secreto de Sage no sólo se habían besado. Ellos habían hecho más que eso ya y Sage había
leído cada detalle desgarrador.
Se llevó una mano a su estómago revuelto. El dolor de lo que había leído la última
vez que había husmeado en el diario de Rosemary estaba todavía muy presenta. El miedo a
lo que leería la próxima vez la enfermó.

Sus ojos cayeron a la mano apoyada en el marco de la puerta. Lo que daría por
sentir esa mano tocando sus propios pechos.

¡Ha! ¿Qué pechos? Rosemary era la hermana que tenía las tetas en la familia. Sage
no tenía nada.

Nada de lo que pudiera atraer a Michael en comparación con lo que Rosemary tenía.

—Cosita, ¿te sientes bien?

Sus palabras la patearon a la acción. ¿Qué era lo bueno de revolcarse en la


autocompasión? Él estaba aquí. Rosemary no. Al menos por ahora él era todo suyo.

—Sí. Estoy bien. Vamos a la cocina. Te calentaré esas empanadas.

Su rostro se iluminó con una amplia sonrisa. —Eres la mejor.

A medida que se abría camino a la otra habitación, Sage rezó que un día pronto
Michael se diera cuenta de que era verdad absoluta y se olvidara por completo de
Rosemary.

Metiendo la mano en la nevera, Sage hizo a un lado la lechuga y agarró el paquete


de aluminio que había escondido allí la noche anterior.

Ella siempre recordaba esconder algunas empanadas para Michael, sabiendo que él
estaría ahí buscando las sobras al día siguiente. Por otro lado, Rosemary obviamente, no
podía recordar incluso volver a casa justo después de clase. Era bastante evidente para Sage
que una de ellas lo merecía más y no era su hermana mayor.

Michael corrió la silla de la cocina por el suelo y se sentó a horcajadas por lo que la
miraba mientras que ella calentaba la comida.

Sabiendo que él estaba mirando, Sage deseaba aún más profundo que su cuerpo
madurara y atraparlo con el resto de ella. Ella estaba haciendo trabajo escolar avanzado que
la ponía al nivel con chicos dos años mayores que ella. Emocionalmente era adulta, capaz
de cuidar de él mucho mejor que su egoísta hermana. Así que, ¿Por qué no conseguía sus
dientes derechos ya así los brackets podían irse? Y ¿cuándo tendría la edad suficiente para
usar lentes de contacto y deshacerse de sus feas gafas? Algo de senos sería bueno también.
No unas enormes, pero lo suficiente para captar la atención de Michael.

—¿Te he dicho? Conseguí ese trabajo de verano. —Sage se apartó del mostrador
para enfrentarse a él.

—¿Lo hiciste? ¿El único en el rancho?


—Sí, ese único.

—Eso es tan genial. Sé que realmente lo querías.

Él rió.

—Oh, sí. Estaba desesperado. Mi padre estaba buscándome trabajo con él todos los
días durante el verano.

—Eso hubiera sido malo. —Sage se encogió ante el pensamiento. No podía contar
el número de veces que Michael se había presentado en su puerta de atrás con la cara roja y
hosco después de una pelea con su padre.

—Sí, ni que lo digas. De todos modos, algunos de los trabajos serán cosas como
limpiar el granero, pero también voy a aprender a manejar el inventario. Y los chicos con
los que voy a trabajar me dijeron que me enseñarían cómo montar toros como ellos.

—¿En serio? ¿Ellos montan toros? —Se inclinó hacia delante, la emoción evidente
en la expresión de su rostro bronceado.

—Diablos, sí. ¿Sabes cuánto dinero ganan? Un chico montó en una competencia la
semana pasada y ganó. Consiguió cinco mil dólares y esta hebilla de cinturón realmente
genial.

—Cinco mil. Guau. Eso es muy bueno.

—Lo sé. —Su cabeza se balanceaba con un movimiento de cabeza entusiasta—.


Podría trabajar todo el verano con mi padre y no hacer siquiera cerca de eso.

Todo el cuerpo de Michael visiblemente vibró con su emoción. Tanto así que ella
odió sacar la siguiente pregunta—: ¿Le has dicho a tus padres acerca de cómo conseguiste
el trabajo?

Ojos bajos, él comenzó a coger un chip en el borde de la mesa de la cocina.

—No. Supongo que tengo que hacerlo pronto, sin embargo. Se supone que tengo
que empezar a trabajar este fin de semana.

El estado de ánimo de Sage cayó justo con el de él. Su sentimiento de culpa por
haber asfixiado un buen estado de ánimo con la mención de sus padres la abrumó.

La tostadora del horno sonó y el aroma de la comida casera de su abuela llenó la


cocina, contándole las sobras se calentaron. Agradecida por la distracción, Sage cogió una
agarradera y tiró en la bandeja caliente de pasteles rellenos de carne fuera. Los deslizó en
un plato y se volvió a Michael, con la esperanza de que ver su comida favorita lo animara
de nuevo después de que ella lo había deprimido.
Poniendo el plato en la mesa, ella resistió el impulso de rosar su mano sobre la de
él.

—Oye. ¿Quieres venir a cenar luego de tu primer día de trabajo? Tal vez la abuela
pueda hacer algo especial y podamos celebrar.

Sus ojos se elevaron. —Bien.

—¿Celebrar qué? —Rosemary entró por la puerta de tela y dejó su bolso sobre la
mesa, pasando muy cerca del plato de comida.

—Michael tiene un trabajo nuevo con toros en un rancho. —Sage compartió la


noticia con el entusiasmo que merecía, sabiendo lo mucho que Michael había querido ese
trabajo.

Ella sólo esperaba que su padre lo dejara mantenerlo cuando escuchara lo que
estaría haciendo. Su hijo limpiando paradas y manejando el inventario de una granja no
haría al Sr. Jackson feliz. Montar toros seria aun peor. Sage conocía al hombre lo suficiente
como para saber que era un hecho.

—¿Un rancho? ¿Haciendo qué? ¿Palear estiércol? Adorable. —Rosemary dejó


escapar un bufido—. Bobby está trabajando en la empresa de su padre para el verano.

Tomando un gran bocado de comida, Michael masticó y tragó saliva. —¿Usando un


traje de negocios, hablando por teléfono mientras estas atrapado en el interior de una
oficina todo el día vendiendo seguros? Sí, eso suena como una manera muy divertida de
pasar el verano.

—Como sea. —su hermana rodó los ojos antes de que vieran la última empanada
desaparecer en la boca de Michael. Rosemary giró para enfrentar a Sage—. Pensé que no
había sobras de la comida de anoche. Quería otra y cuando te pregunte, dijiste que todas se
habían ido.

Quizá si su perezosa hermana se hubiera levantado de la mesa y caminado a la


cocina para buscar ella misma las habría encontrado. Como era, Sage se alegró de que ella
no lo hiciera para poder guardarle estas a Michael.

—Um, encontré unas pocas en otra bandeja la abuela las dejó calentando en el
horno. Lo siento.

Detrás de Rosemary, Michael sonrió y se levantó. —Lo siento, Rose. Todo se ha


ido. ¿Estás lista para estudiar para la prueba?

—Sí. Coge mi bolsa de libros, ¿quieres? —Rosemary campante salió de la cocina


con las manos vacías y se dirigió por el pasillo hacia su habitación sin mirar atrás.

—Claro que sí. —Agarrando la bolsa, Michael hizo un guiño a Sage—. Gracias,
Cosita pequeña. Esas golpearon en el clavo.
Ella sintió que sus mejillas se calentaban. —De nada.

Entonces él se había ido también. Oyó la puerta del dormitorio de Rosemary


cerrarse detrás de él. No hay duda de que habían bloqueado la puerta y había más que
estudio pasando. Sage tragó para liberarse del sabor acido en su garganta.

La vida simplemente no era justa.


Capítulo 1
Traducido por Kenia20
Corregido por Marisaruiz

M
ustang Jackson apretó la hebilla de la última de las seis correas de cuero
envueltas alrededor de sus muslos. Enderezándose, echó un vistazo a las
rampas. Uno de los niños más jóvenes se estaba situando en la parte
posterior de un toro particularmentedesagradable. El animal seguía saltando, golpeando
contra los rieles de metal. A juzgar por la expresión en el rostro del jinete, el
comportamiento del animal estaba empezando a ponerlo nervioso.

Normalmente Mustang saltaría allí e intentaría ayudar. Como jinete experimentado


con muchos años en el circuito profesional a sus espaldas trataba de guiar a los chicos más
jóvenes cada vez que podía, pero en este momento él tenía su propiamonta para la que
prepararse.

Finalmente, un ganadero subió a lidiar con el animal y Mustang pudo dejar de


preocuparse por el otro jinete y concentrarse en sí mismo.

Se puso un guante de cuero en la mano de agarre y se ató una tira de cinta adhesiva
firmemente alrededor de la parte superior del guante en la muñeca. Rompiendo la cinta
adhesiva con los dientes, Mustang volvió a echar un vistazo a lo que sucedía en la rampa.
El jinete se levantó del toro, poniéndose a horcajadas en los rieles mientras el ganadero
ajustaba la correa del flanco alrededor de los cuartos traseros del animal.

Slade se acercó mientras Mustang estirabalos tríceps uno a uno mientras observaba
el proceso.

—¿Eres el siguiente?

—Uno más después de él y luego yo. —Deseoso de montar su toro y superar


estamonta, Mustang dejó escapar un largo suspiro llenodefrustración—.Parece que eso
podría tardar un rato.

—Sí, seguro. —Slade asintió—. ¿Estás listo para enfrentarte a Ballbreaker?


—Siempre estoy listo. —Mustang enganchó el tacón de una bota en el riel inferior
mientras esperaba por Dios sabía cuánto tiempo. Hizo una mueca al sentir eldoloroso tirón
de los músculos en una zona donde preferiría no tenerlo.

—¿Ese tirón en la ingle de la semana pasada te está dando problemas todavía, o te


volviste a lesionar durante las actividades de anoche?

Mustang nunca podía ocultarle nada a Slade, esa era una de las razones por las que
nunca jugaba al póker contra él.

—Para tu información, listillo, no hubo “actividades” anoche. —Desgraciadamente,


porque seguro que le gustaríatener alguna actividad en ese departamento—. La ingle está
sólo un poco sensible todavía. Estaré bien.

Slade le lanzó una mirada de soslayo.

—Eso espero.

También lo hacía Mustang. Ambos sabían que tenía que estar en su mejor momento
para montar en El Toro del Año de la pasada temporada.

Ballbreaker pudo haber arrojado a Mustang a la tierra después de dos segundos la


primera y única vez que había estado sobre él, pero el animal lo había hecho mucho peor
con Slade durante su enfrentamiento.

Mustang miró de nuevo a las rampas y vio que el jinete aún no estaba listo. Dejó
que su mirada vagara por la multitud mientras esperaba.

—¿Jenna consiguió un buen asiento?

—Sí. No está en primera fila, pero al menos está en la sección VIP. Cuando la dejé,
estaba tratando hacerle preguntas a una de las esposas de los jinetes brasileños para la
investigación de su próximo libro.

Él se echó a reír.

—Eso suena como la típica Jenna. Curiosa como siempre.

—Sí, sólo Jenna estaría tratando de hablar con ella en lo que sonaba como el
español que aprendió en la escuela secundaria. No tuve el corazón para decirle que los
brasileños hablan portugués.

Mustang se echó a reír.

—Ah, hombre. Va a estar cabreada contigo por no decírselo.

Slade sonrió.
—Eso está bien. Puede estar tan cabreada como quiera. Disfrutaredel sexo de
reconciliación.

—Sí, sí. Regodéate en eso.—Él negó con la cabeza. Hubo un tiempo en el que
ambos habían disfrutado del sexo con Jenna. Ese acogedor trío había sucedido antes de que
Mustang hubiera visto cómo ella y Slade se fueron enamorando el uno del otro. Se había
retirado para que pudieran estar juntos, pero eso no significaba que todavía no mirase hacia
atrás con cariño aquellos tiempos. Era un saludable varón con sangre en las venas en su
mejor momento sexual después de todo.

—Ahí está Ballbreaker. —Inclinando la cabeza, Slade hizo un gesto hacia la


derecha.

El aviso de Slade disipó cualquier pensamiento de sexo y atrajo toda la atención de


Mustang hacia donde los ganaderos estaban metiendodentro deuna rampa al enorme toro al
otro lado.

—¿Lo están metiendo para liberarlo por la izquierda? —Mustang frunció el ceño.

Slade observabatambién el procedimiento.

—Eso parece. Estaba en una rampa del lado derecho en nuestras dos montas.

Mustang asintió.

—Exactamente, y se giró repentinamente a la derecha la primera de esas dos veces.

—Entonces, ¿qué va a hacer ahora que la rampa se abrirá en el otro lado? —Slade
levantó una ceja interrogante.

—Eso es lo que me gustaría saber. —Mustang examinó en el área inmediata, con la


esperanza de encontrar al gerente de los ganaderos. Lo localizó hablando con el
entrevistador de televisión justo cuando el chico que se había tomado su tiempo haciendo el
tonto en la rampa finalmente saliendo para su monta.

No había tiempo para estar divagando preguntándose sobre los hábitos del
Ballbreaker. Mustang tenía que poner el culo sobre ese toro o correr el riesgo de ser
penalizado por retrasar la competición. El otro jinete ya estaba encima de su toro y
esperando que la pista fuera despejada para poder montar, entonces sería el turno de
Mustang.

—Mierda. Supongo que pronto averiguaremos hacia donde se gira porque me toca.
—Mustang se bajó dando un salto, ignorando el tirón en los músculos de la ingle.

Bajándose de los rieles, Slade sonrió.


—No sería nada divertido si las cosas fueran fáciles, ya sabes.

Mustang dejó escapar un bufido.

—Sí, tú y Ballbreaker tuvisteis un montón de diversión en Tulsa. Estoy esperando


un poco menos de diversión esta noche.

Slade se dirigió hacia la rampa con él.

—Oye, yo tuve unamonta de noventa puntos y me lleves el cheque del segundo


puesto. Yo llamaría a eso diversión.

Mientras más difícil sea el toro, mayor será la puntuación. Si lo montabas hasta la
señal y no parecías un saco de patatas mientras lo hacía, por supuesto.

—Cierto, y obtuviste ese bono al hospital también. —Dejando que los celostomaran
el mando, Mustang miró a la sección VIP donde se sentaban las familias de los jinetes,
sabiendo que Jenna estaba sentada allí en alguna parte—. Supongo que, si Jenna estuviera
dispuesta a atenderme de la misma manera en que cuidó de ti después de tu monta, tampoco
me importaría tener una excursión por la pista debajo de las pezuñas de Ballbreaker.

Era tan fácil tomarle el pelo a Slade, especialmente sobre Jenna. El hombre tenía
una vena celosa de un kilómetro de ancho.

Con un rápidovistazo a su amigo, Mustang se dio cuenta que Slade ya no estaba


sonriendo, pero seguro que él si lo estaba mientras se subía por encima a los rieles.

Mustang se arrepintiódel estúpido comentario que le había hecho a Slade acerca de


Jenna en el momento en que se subió a la espalda del toro. Tal vez fue el mal karma o algo
así, no es que Mustang creyera particularmente en esas gilipolleces, pero en el momento en
que posó el culo en Ballbreaker, las cosas fueron mal.

Por un lado, el maldito toro seguía recostado en sus cuartos traseros, apoyado contra
el final de la rampa.

Mustang estaba familiarizado con este pequeño truco de su otro enfrentamiento


contra Ballbreaker, pero no por ello era menos molesto o más fácil lidiar con ello ahora. Era
difícil conseguir colocarse en un lomo lleno de huesos que se inclinaba hacia atrás.

Luego estaba la cuestión de la salida, izquierda versus derecha. Cuando la puerta se


abriera a la izquierda de Ballbreaker, ¿comenzaría el toro a girar a la izquierda? ¿O que
siempre iba a la derecha, sin importarpor dónde salía?
Mustang inhalóprofundamente. ¿Cómo diablos podía saber lo que estaba pensando
este toro? Si Ballbreaker no estaba pensando más que en cómo conseguir desmontar al
jinete de su espalda.

Se enrollo la cuerda del toro con fuerza alrededor de la mano izquierda dos veces y
luego la entrelazó entre los dedos, tratando de no pensar que frecuentemente se referían a
ese método como la "envoltura suicida", ya que a veces no se liberaba cuando el jinete se
caía. Por el momento, Mustang estaba más preocupado por mantenerse encima que por
caerse.

Casi tan equilibrado como podía estarlo, se imaginó que el retraso no estaba
ayudando nada. A pesar de que Ballbreaker todavía estaba apretujado en la parte trasera de
la rampa, Mustang asintió para que abrieran la puerta y salir.

No tenía que haber estado preocupado por la salida izquierda versus derecha,
porque Ballbreaker no giró a la izquierda ni a la derecha. En su lugar, el toro salió
corriendo a la pistay dio un gran salto alto en el aire. Aterrizando con fuerza, Ballbreaker
dejó caer la cabeza hacia abajo, mientras sus pateabancoceaban directamente hacia atrás.
Mustang sintió la increíble fuerza del toro cuando este se retorcía debajo de él, cada
cabriola y giro con la intención de deshacerse del jinete.

Mustang se concentró en mantener su brazo libre elevado y su peso centrado


mientras Ballbreaker aumentaba de velocidad y empezaba a girar a la izquierda en la
dirección de la mano de montar de Mustang.

Con esa maneraincreíble en que a veces las cosas parecen moverse a cámara lenta,
Mustang oyó el aviso de los ocho segundos, se inclinó hacia abajo y sin esfuerzo se
desenvolvió la cuerda de su mano izquierda. Una vez libre, saltó al suelo.

Corrió a los rieles después de aterrizar en una caída perfecta. Saltó, se agarró de la
parte superior y esperó en la relativa seguridad mientras los toreros se afanaban en sacar a
Ballbreaker de la pista hacia los corrales en la parte trasera.

Aún asombrado de lo fácil que había sido la monta, Mustang saltó abajo una vez
que la pista estuvo despejada, aterrizando con una nube de polvo bajo los pies. Con la mano
sin guante, se quitó el protector bucal y se lo guardó en un bolsillo, sonriendo todo el
tiempo por su gran monta.

Uno de los toreros recuperó la cuerda del toro del suelo y se acercó para
devolvérsela.Dándole las gracias, Mustang estiro hacia ella la mano izquierda enguantada.

Con el ceño fruncido, el torero se quedó mirando elextendidomiembro de Mustang.


—Oye, tu brazo se ve un poco raro. Será mejor que hagas que el Doctor Tandy te lo
revise.

Al mirar hacia abajo, Mustang tuvo que estar de acuerdo. Parecía como si se hubiera
tragado una pelota de tenis y se hubiera quedado atascado en su brazo.

—Lo haré. Gracias, hombre.

Agarró la cuerda con la mano derecha y se dirigió detrás de las rampas,


preguntándose qué demonios podía haberle sucedido a su músculo durante unamonta casi
absolutamente perfecta.

El primer indicio de que algo andaba mal fue las serias caras del equipo de medicina
deportiva que lo rodeaba, seguido de cerca por la expresión preocupada en el rostro de
Slade, mientras se acercabapor detrás de ellos y se unía al grupo, mirando el brazo de
Mustang.

Oh sí, y además estaba el hecho de que su miembrose estaba hinchando rápidamente


como un globo. Estaba empezando a parecerse mucho al famoso antebrazo de Popeye, sin
el tatuaje del ancla.

La idea de que tal vez debería considerar hacerse de un tatuaje se deslizó en su


mente de la nada. Esaerrática idea fue sofocada como su estómago comenzó a sentirse un
poco revuelto.

—Siéntate, Mustang. –El doctor Tandy le puso una mano en el hombro.

—No necesito sentarme. Estoy bien. Sólo es un tirón en un músculo del brazo, es
todo.

Alguien arrastró la silla más cercana debajo de su culo y lo empujaron hacia abajo a
pesar de su protesta. El doctor Tandy sacó una linterna de bolsillo y alumbró los ojos de
Mustang.

—¿Qué estás haciendo? No me golpeé la cabeza. –Le entrecerró los ojos al doctor
hasta que una asistente vino hacia la manga de la camisa con unas tijeras. Entonces, toda su
atención estuvo sobre ella. Deslizó las hojas de metal bajo la manga enrollada justo por
debajo del codo y oyó el material ceder con un rasgón—. Oye. Cortaste mi camisa.

El Doctor Tandy negó con la cabeza.

—Mustang, estoy bastante más preocupado por el brazo que por la manga. Puedes
comprarte una camisa nueva.

Slade se puso en cuclillas delante de la silla de Mustang.


—¿Estás bien, hombre?

—¿Aparte del hecho de que necesito una camisa nueva? Sí. ¿Por qué? —¿Por qué
estaba todo el mundo actuando como si hubiera algo mal con él?

—Porque tu cara es tan blanca como las sábanas de la cama del tráiler. Además de
eso, sé que ni siquiera has mirado tu puntuacióntodavía, porque si lo hubieras hecho,
estarías presumiendo conmigo de eso.

—Claro que lo vi —¿No vio su puntuación en el monitor? Él debió hacerlo.

—Oh, ¿sí? ¿Cuál era? —Slade frunció los labios y esperó.

Mustang frunció el ceño, maldita sea si podía recordar cual había sido, eso sí para
empezar la hubiera visto.

—Está conmocionado por la rotura. —El doctor le habló directamente a Slade,


como si Mustang no estuviera allí.

—¿Rotura? ¿Qué rotura? Nada está roto. —Mustang comenzó a levantarse y fue
empujado rápidamente hacia abajo por más de una mano.

El rostro del médico apareció delante de él, justo al lado del de Slade.

—Tienes el brazo roto.

Mustang negó con la cabeza.

—No, no lo está. Ni siquiera me duele.

—Lo hará cuando esa adrenalina desaparezca. La adrenalina es una droga poderosa,
hijo. —El doctor palpó el antebrazo hinchado.

No había dolido antes, pero seguro que estaba empezando ahora que el doctor
estaba trasteándolo.

Mustang se limpió el sudor de la frente con la manga de la camisa de su brazo


bueno, preguntándose por qué estaba sudando cuando sentía tanto frío.

—Está bien. Sólo tengo un esquince en un músculo o algo así. ¿Verdad, doctor?

La cabeza del médico oscilo lentamente de un lado a otro.

—No, Mustang. Me temo que no. Seguro que está roto. Tenemos que llevarte al
hospital para hacerte radiografías para ver como de mal está, pero no me sorprendería si
necesitara cirugía.
Roto. Cirugía. Las palabras golpearon a Mustang como un mazazo en la cabeza.

—Mi brazo no puede estar roto. Ni siquiera golpeé el suelo. No se puede romper un
hueso sólo montando.

Chase Reese se debía haber acercado en algún momento, pero Mustang no se dio
cuenta hasta que empezó a hablar.

–Seguro que puedes. Vi que le pasaba a un chico mientras yo estaba montando en el


rodeo de la universidad.

Mustang frunció el ceño, encontrando más difícil de lo que debería haber sido
concentrarse en lo que estaba diciendo Chase.

—¿Fuiste a la universidad?

—Sí. Incluso me gradué. —Chase, sonrió.

—Huh. —Por alguna razón Mustang encontró ese hecho particularmente


sorprendente, más aún que la posibilidad que hubiera conseguido herirse sin caerse del toro.
La palpitación del brazo comenzó a aumentar, y se encontró con que estaba teniendo
problemas para comprender algo.

Chase continuó.

—En fin, el toro corcoveó con tanta fuerza, que le rompió el brazo a este chico. Ni
se dio cuenta hasta que el rodeo acabó.

Mustang volvió a mirarse elbrazo sin manga. El extraño bulto en el centro del
antebrazo era menos obvio ahora que todo se había hinchado a una buenas tres veces su
tamaño normal.

—Bueno. Tal vez es una leve rotura. Iremos al hospital. El doctor lo recolocara
rápidamente, y estaré de vuelta a la competición dentro de unas semanas.

El doctor Tandy negó con la cabeza una vez más. Mustang estaba empezando a
cansarse bastante de esto.

—Estás fuera durante al menos tres, tal vez cuatro meses.

Chase asintió vigorosamente.

—Sí. Eso es aproximadamente lo que otro chico estuvo fuera cuando le sucedió. Se
perdió todo el final de la temporada.
Mustang resistió el impulso de golpear el joven jinete en la cara por esas noticias.
Cuatro meses.Eso lo dejaría fuera de la competición hasta el otoño. Tendría apenas dos
meses para montar antes de las finales y del final de la temporada.

—No, no estaré fuera tanto tiempo. Me curo realmente rápido. ¿No es así, Slade?
Volveré en ocho semanas.

De alguna manera, Mustang pensaba que contando su tiempo fuera del circuito en
semanas en lugar de en meses lo haría sonar como menos. Había estado equivocado.

Slade negó con la cabeza.

—Mustang, te curarás, pero llevará algún tiempo. Debes estar agradecido que no
sea peor. Escucha al doctor. No insistas.

Era fácil para Slade estar tranquilo. No era su maldita carrera o su cheque lo que
estaba en juego. Tal vez Sladesólo tenía miedo de un poco de competencia por el título
mundial.

Todo el mundo parecía estar alineándose contra él, incluso el médico.

—Vas a estar lo suficientemente sano como para hacer un montón de cosas mientras
se recupera tu brazo. Pero no puedes montar un toro, no en la competición y no en casa,
antes de que esté totalmente curado.

Las normas del circuito profesional decían que la decisión del médico era definitiva.
Si él decía que un jinete no podía competir, eso era todo.

Mustang tenía que hacer cambiar de idea al médico.

—Pero yo podría…

—Por Dios, hombre. Es el brazo de montar. Sabes la clase de golpes que el brazo
recibe durante una monta. —La mirada de Slade cayó deliberadamente al brazo parecido a
un globo de Mustang.

—No puedes montar, Mustang. La rotura será peor y tal vez la próxima vez no
seremos capaces de arreglarlo. ¿Quieres estar fuera para siempre? ¿Estás listo para jubilarte
a los veintitantos? Porque eso es lo que va a pasar si montas en un toro con ese brazo antes
de que esté curado. —¿Por qué el médico de repente sonaba tanto como su padre cuando le
daba un sermón cuando niño?

—Montaré con la mano derecha. —Sí. Eso era perfecto.

—¿Puedes hacer eso? —Los ojos de Chase se abrieron con asombro. Los chicos
más jóvenes eran tan fáciles de impresionar.
—No, no puede —se mofó Slade.

—Podría intentarlo.

Slade dejó escapar un suspiro.

—Sólo te harás más daño cuando te caigas. Cristo, Mustang. Simplemente tomate
un descanso. Date la oportunidad de sanar. Vuelve saludable así todavía tendrás una carrera
a la cual regresar.

—Esto es una mierda, Slade. Sabes que tú estarías en un toro de nuevo la próxima
semana si fueras tú, herido o no. —A medida que el dolor lo recorría con cada latido de su
pulso, Mustang encontraba que su temperamento aumentaba.

—No. Tal vez eso podría haber sido cierto hace unos años, cuando era joven y
estúpido, pero no ahora.

¿Qué había hecho repentinamente a Slade todo maduro y conservador?


Probablemente salir con Jenna. Mustang frunció el ceño. Si el amor convertía a un hombre
en un débil marica, de la misma manera en que Slade estaba actuando ahora, entonces
Mustang no quería tener nada que ver con eso.

El médico interrumpió las cavilaciones de Mustang sobre el amor.

—Escucha a tu amigo, Mustang.

No quería escuchar y no estaba considerando a Slade un amigo ahora que estaba en


su contra. Era su brazo y su cuerpo. Él lo sabía mejor.

El doctor Tandy observó el rostro de Mustang durante su protesta silenciosa.

—Mira, realmente necesitamos llevarte al hospital para hacerte radiografías.

Estaba a punto de estar de acuerdo, si sólo era para conseguir las malditas
radiografías para probar al viejo médico que estaba equivocado, cuando Chase, tomó la
palabra,

—Esto, Slade. Seguridad parece tener a Jenna en custodia.

—¿Qué? —La cabeza de Slade giró rápidamente.

Mustang alzó los ojos. Jenna estaba de hecho en medio de una discusión con no
uno, sino dos oficiales de seguridad, que se habían atrevido a detenerla mientras estaba
tratando de llegar detrás de las rampas, donde él estaba sentado.

Los señaló a ellos ahora.


—Mira, él está justo ahí. Sólo quiero asegurarme que está bien.

Slade dejó escapar un gran suspiro y se puso de pie.

—Mejor voy a arreglar esto antes de que alguien termine con sangre o en la cárcel.

Si él conocía a Jenna y su actitud toda Nueva York, Mustang tenía la sensación que
serían los guardias quienes terminarían con sangre y Jenna en la cárcel. Mustang sonrió por
primera vez desde que recibió la noticia de que Ballbreaker le había roto el brazo.

—Mustang. Al Hospital. Ahora. —El médico entregó la orden con secas y severas
palabras que no dejaban lugar a discusión.

Inexplicablemente mareado, tal vez estaba entrando en estado de shock, Mustang


asintió.

—Está bien, doc. ¿Conduzco yo o lo haces tú?

El doctor Tandy levantó una ceja.

—Que gracioso. Vámonos.


Capítulo 2
Traducido por Auro Kyle
Corregido por flor25

—U
mm... ¿señorita Beckett?

Sage levantó la vista de la mesa cubierta de


pegamento que había estado tratando de limpiar
antes de que más pequeños dedos pegajosos se
metieran en ella. Delante de ella había una
temblorosa niña de cinco años. —¿Sí, June?

—Yo... yo... —los temblores de la chica se convirtieron en sollozos. Una mirada


más cercana a la mancha de humedad en la entrepierna de los pantalones de June reveló la
causa.

Sage miro y llamó la atención de la señora Ross. La maestra estaba sentada, con un
libro de imágenes en la mano, en el centro de un círculo de niños.

—Voy a estar de vuelta, —Sage articuló en silencio.

La señora Ross asintió y siguió leyendo en voz alta al grupo.

—Vamos, cariño. Podemos hacernos cargo de eso. —Tomando a la niña por el


hombro, Sage la condujo hacia la puerta. Se detuvo momentáneamente en su viaje al cuarto
de baño de las chicas que parar en su escritorio.

Sage agarró un par de diminutas bragas nuevas desde el cajón de abajo. —Nosotros
nos encargaremos de esto y nadie sabrá nada. Será nuestro pequeño secreto. ¿Bien?

La niña en edad preescolar asintió, todavía temblorosa sin aliento entre sollozos.
Unos minutos más tarde, Sage mantenía la entrepierna húmeda de los vaqueros de June
frente a la de aire caliente que soplaba fuera del secador de manos eléctrico. Con June
esperando impaciente bailando de pie a pie en sus nuevas prendas íntimas.

Sage sonrió con indulgencia. —Sólo un minuto más, cariño.


June asintió y pasó a caminar en círculos mientras esperaba. Un minuto para un
niño en edad preescolar puede ser que también sea una hora. Sage sostuvo los pantalones
más cerca del dispensador de aire y deseó que el tejido se secara mientras el teléfono
celular en el bolsillo de su propio pantalón vibro.

Sólo otro día en la vida y la formación de una estudiante para maestra de preescolar.

Se las arregló para agarrar el teléfono con una sola mano y miró el identificador de
llamadas. Era su hermana, que debería haber sabido que ella estaría en el trabajo. Sage la
llamaría más tarde cuando no literalmente tuviera sus manos llenas. Sólo podía complacer a
una persona a la vez. Rosemary tendría que esperar su turno.

Con otra mirada a June, que había casi agotado su paciencia a la espera de sus
pantalones se secaran, Sage suspiró. Ella sostuvo la prenda para otra evaluación. La tela
estaba húmeda, pero estaba lo suficientemente seco para que la mancha no fuera notable.
Eso tendría que bastar porque por su aspecto, June estaba lista para correr de nuevo a las
aulas en nada más que su camiseta, zapatillas de deporte y su pequeña ropa interior de color
rosa.

—Así está bien. Ven aquí, cariño.

Los ojos de la niña se iluminaron ante la indicación que sería liberada de su prisión
de azulejos. Sage se inclinó y sostuvo los pantalones cerca del piso. June se preparó con
una pequeña mano en cada uno de los hombros de Sage y se metió en los pantalones
vaqueros. Un tirón rápido hacia arriba, una cremallera y un broche de presión y ella estaba
vestida y lista para salir, y lo hizo.

Sage rió mientras la chica entró corriendo en el salón de clases y tomó su lugar en el
círculo de historias como si nada hubiera pasado. Si sólo los adultos pudieran recuperarse
de las cosas tan rápidamente.

El gran reloj en la pared le dijo a Sage que había media hora antes de que los padres
comiencen a llegar para recoger a los niños. Mientras tanto, el endurecimiento rápido
pegotes de cola blanca esperaba ser raspados, los juguetes necesitaban ser devueltos a sus
contenedores de plástico y, ya que era un día inusualmente frío, cada uno de los niños
necesitaría ayuda colocándose y cerrando sus chaquetas de primavera cuando sus paseos a
casa llegaran.

En algún momento, ella también tendría que llamar a su hermana o soportar su ira.
Rosemary nunca entendería lo ocupada que la vida de Sage podía volverse. Su mundo y sus
problemas nunca podrían igualar los de Rosemary, según Rosemary de todos modos.

Mientras movía un montón de papeles, donde los estudiantes habían estado


practicando sus letras, Sage recordó que tenía su propio trabajo escolar que hacer por sus
cursos universitarios cuando llegara a casa, seguido por una cita en la noche.
Una cita. El estómago de Sage revoloteó ante la idea. Ella estaba reuniéndose con
Jeremy después del instituto para una película temprano. No había tenido ninguna razón
para decir que no cuando le había preguntado. Él era bastante agradable y ella no había
estado fuera socialmente hace siglos, como su hermana casada le recordaba.

Odiaba las primeras citas, no es que hubiera tenido un montón de ellas. Un sordo
sentimiento de temor en lugar de anticipación la envolvió mientras volvía a la lucha contra
la mesa desordenada.

Sage terminó de limpiar la parte en que había estado trabajando antes del accidente
de June y se trasladó al otro lado. Todavía estaba cubierto con el periódico que había
fallado en proteger a la mesa, así como habían esperado que sería. Cuando comenzó
doblando las hojas grandes en un intento de contener el desorden, una sola foto la detuvo en
seco. Estaba salpicado con pegamento y rociado con brillo, pero todavía podía distinguir
muy claramente la figura de la página de deportes. Sabía de qué sería sin siquiera leer el
título. Siendo una masoquista, lo leyó todos modos.

La buena racha del jinete de toros local Mustang Jackson continúa mientras el tour
se dirige a Trenton, Nueva Jersey.

Sage soltó un bufido. Mustang no había vuelto a su ciudad natal por más de unos
pocos días aquí y allá desde que se graduó de la escuela secundaria y comenzó a montar
profesionalmente. Sin embargo, el diario de la ciudad todavía lo llamaba un "local" y lo
trataba como el hijo pródigo. Obviamente este pueblo lo amaba más de lo que él amaba esta
ciudad.

Lo que apestaba más era que sólo la visión de su nombre tenía su corazón acelerado.
Con el ceño fruncido por su propio corazón necio, Sage arrugó los papeles. Con un viejo
cuchillo de mantequilla y un renovado vigor y quizás un poco demasiado entusiasta, ella
atacó el desorden y empujó todos los pensamientos de Mustang a un lado.

Más tarde esa noche, después de una cita aburrida pero perfectamente agradable,
Sage colgó su bolso y chaqueta en el gancho detrás de la puerta de la cocina. Tenía toda la
intención de agarrar un vaso de agua y dirigirse directamente a la cama cuando oyó el
sonido de la televisión.

Encontró a su abuela en su silla habitual en la sala de estar. —Hey, Abue. ¿Qué


estás haciendo todavía despierta?

Los ojos de su abuela se abrieron ampliamente detrás de sus gafas mientras apretaba
una mano a su corazón.

—Mija. Casi me matas de un susto.


—Lo siento. No me di cuenta que estabas durmiendo. —O que alguien podía
dormir con la televisión encendida y el volumen alto. Sage se inclinó para darle un beso en
la mejilla a la mujer que había criado a ella y su hermana desde la muerte de sus padres en
un accidente de auto hace tantos años.

Abue cogió el control remoto y bajó el volumen. —¿Cómo estuvo tu cita con
Jeremy?

—Eh. Bien. ¿Estabas esperándome? —Su abuela nunca la esperaba. Aunque, a


decir verdad, Sage no había salido bastantes veces tarde para basar un patrón de
comportamiento.

Patrón de comportamiento. Escúchala. Su clase de psicología de la universidad


estaba empezando a llegarle. Sage necesitaba un descanso. Lo bueno es que el semestre
terminaría pronto.

—Sí, te esperé. Sabía que querías escuchar esto. Yo estaba hablando con Myra
Jackson. Michael se lesionó montando uno de sus toros.

Sage sintió que el mundo se cerraba en torno a ella. Agarró la parte posterior del
sillón de su abuela. —¿Qué tan herido esta?

Su abuela se encogió de hombros. —No estoy segura, mija, pero Myra dijo que va a
necesitar cirugía.

Cirugía. Oh Dios. Sage tragó saliva.

Visiones de helicópteros de emergencia volando hacia abajo sobre la arena para


salvar la vida de Mustang después de una devastadora caída de algún toro monstruoso
llenaron la cabeza de Sage. ¿Dónde había estado montando? El periódico decía Trenton,
Nueva Jersey. ¿Era la competencia este fin de semana? ¿Qué tan vieja era esa edición?

—Todo lo que Myra sabía era lo que Michael le dijo por teléfono. Que se había roto
algo e iba a necesitar cirugía. Ella no tiene ningún otro detalle. —Su abuela, una verdadera
chismosa en el fondo, parecía decepcionada por la información de mala calidad de Myra.

Sage tomo una respiración profunda inestable. Por lo menos había estado lo
suficientemente bien como para hacer la llamada él mismo.

Él debe estar bien. Tal vez podría encontrar más detalles sobre eso en Internet. —
Gracias por decírmelo, Abue. Si escuchas cualquier otra cosa, asegúrate de hacérmelo
saber. ¿Está bien?

—Lo haré, mija. No te preocupes. Espero que Myra tenga más información la
próxima vez que la llame. Será bueno tenerlo de vuelta en casa de nuevo. Ha pasado
demasiado tiempo desde que nos visitó por última vez.
Eso era algo que Sage no había considerado cuando escuchó la noticia. Mustang
venía a casa. Por supuesto, si no podía competir entonces vendría a casa y durante más de
unos pocos días también.

¿Dónde más podría ir?

—Ha sido un largo tiempo, Abue. —Pero no lo suficiente como para que olvidara
su amor de la infancia.

—Este lugar era mucho más emocionante cuando Michael estaba cerca. Siempre
estaba entrando y saliendo de visita. Comiendo toda mi comida. Me gusta ver a un chico
con un buen apetito.

Mustang en casa de nuevo. En la cocina de su abuela comiendo su comida. Todo


ello mientras Rosemary vivía una hora de distancia con su marido Bobby y su hija. El
corazón traicionero de Sage se aceleró ante la idea.

—Será mejor que te acostumbres a llamarlo Mustang, Abue. La última vez que
estuvo en casa, él no tomó demasiado bien ser llamado Michael. —De repente, Sage se
sentía más ligera. Ella incluso se rió de la imagen del rostro de Mustang cuando su abuela
lo llamará Michael.

Su abuela izó de la silla. —Lo he llamado Michael desde el día en que nació. Soy
demasiado vieja para ir cambiando ahora.

Si alguien podía salirse con la suya llamándolo por su nombre de pila, María Juanita
Consuelos era quien.

Mustang. Aquí. Una vez más. —Me voy a la cama.

—Buenas noches, mija. Duerme bien.

¿Con Mustang en su mente? Dudoso. Ella nunca podría detener la creciente


anticipación dentro de ella lo suficiente para descansar esta noche. —Gracias, Abue. Tú
también.
Capítulo 3
Traducido por Marisaruiz
Corregido por Marta_rg24

—P or lo menos es sólo un brazo roto —señaló Jenna, mientras

Slade abría la puerta de la habitación de hotel.

Mustang se arrastró lentamente detrás de la pareja. Estaba agotado. En primer lugar,


había sufrido el largo y doloroso viaje al hospital en el que había sentido cada bache del
camino, vibrando a través de su brazo roto. Entonces, lo que sea que hubiese en la
inyección que el médico le había puesto para el dolor una vez que había llegado allí, lo
había hecho sentirse somnoliento.

Slade lanzó una mirada de asombro en dirección a Jenna.

—Es su brazo para montar.

Habida cuenta de su estado en ese momento, Mustang había estado a punto de


explicarle a Jenna que el brazo roto de un jinete de toros era bastante malo, cuando era el
brazo que utilizaba para mantenerse sobre el toro. Al final resultó que no tuvo que decir
nada porque Slade lo había hecho.

Un ceño arrugó sus cejas.

—¿Qué significa eso?

Mustang no podía culpar a una chica de ciudad como Jenna por no darse cuenta de
las ramificaciones de su lesión. En comparación con la forma en que ella había visto a
Slade ser arrastrado y pisoteado por Ballbreaker en Tulsa, la perfectamente hermosa
cabalgada de ocho segundos de Mustang y el aterrizaje, deberían haberle parecido un ballet.
El cómo se las había arreglado para romperse el cúbito, como el médico le había
informado que se llamaba oficialmente el hueso destrozado, probablemente desconcertó a
Jenna tanto como a Mustang.

—Significa que estoy fuera de la competición. No podré montar de nuevo la mayor


parte de la temporada.

—Oh. Lo siento mucho, Mustang. —Parecía casi tan destrozada como él se sentía,
mientras se acercaba y le rodeaba suavemente la cintura los brazos.

Él se echó a reír. ¿No era un sinsentido? Ahora quería ser cariñosa. Podría haber
utilizado este interés ayer por la noche, cuando se fue a la cama cachondo y solo.

—No es culpa tuya, cariño.

Echando un vistazo a la cara infeliz de Slade, estrujó a Jenna con su brazo sano y
luego la soltó.

—Voy a darme una ducha y luego me apartaré de vuestro camino.

Jenna extendió la mano y le tocó el brazo sano.

—No creo que debas estar solo esta noche.

—Estoy bien. De verdad. Lo que sea que el médico me dio, funcionó. Voy a
ducharme e irme a remolque. Estoy a punto de quedarme frito. —Ahora mismo, se sentiría
feliz con el agua caliente sobre sus cansados músculos y una suave almohada bajo su
cabeza. Podía preocuparse por cómo conseguir el importe de los gastos y los pagos de tres
o cuatro meses, mañana por la mañana en el remolque.

Jenna inspiró fuertemente y se subió la manga de la camisa por encima del reloj.

—Eso me recuerda que necesitas tomarte una pastilla para el dolor.

Fue corriendo a por la pequeña bolsa de papel blanco que habían recogido de la
farmacia del hospital.

—Slade, ¿Puedes traerle un poco de agua del cuarto de baño?


Mustang negó con la cabeza.

—Jenna. Para. No creo que quiera tomarme ninguna de esas píldoras en este
momento.

Los ojos de Jenna se abrieron de par en par.

—¿Qué quieres decir? Tienes hacerlo. El médico dijo que fue casi una fractura
abierta. Si hubiera sido un poco peor, el hueso roto te habría atravesado la piel.
Esa era una imagen de Mustang no necesitaba ocupando su cerebro. Gracias, Jenna.
Ella y su vívida capacidad de descripción.

Por más devastadora que fuera la gravedad de la ruptura no fue la peor noticia que
el médico le había dado. También había dicho que el hueso se había torcido, no sólo roto.
Mustang tenía que someterse a una operación para ponerle una placa de metal y unos
tornillos en el antebrazo o nunca montaría de nuevo. El cirujano ortopédico no podía hacer
la operación esa noche. De hecho, no podía darle cita por unos días, por lo que le habían
vendado el brazo como una momia, le dieron algunas pastillas y un cabestrillo, y lo envió a
su casa.

Por suerte, el cerebro del Mustang estaba tan nublado por haber sido bombardeado
con analgésicos, que no le importó demasiado no poder ser operado de inmediato.

Cuando Jenna se acercó a él, mientras luchaba con la tapa del bote a prueba de
niños, Mustang se pasó la derecha mano a lo largo de la parte posterior del cuello. Los
medicamentos que el médico de urgencias le había dado realmente lo habían dejado listo.
No podía imaginarse tomando nada más por el momento.

—No en este momento, Jenna. Voy a estar bien. Las tomare más tarde esta noche si
el dolor se hace demasiado fuerte.

Jenna negó con la cabeza, tan vigorosamente, que un mechón de pelo se salió de su
cola de caballo, aterrizando delante de uno de los ojos.

—Pero el médico dijo que no suprimieses la medicación para el dolor. Dijo que
tomaras las píldoras según lo prescrito.

Mustang suspiró, mirando a Slade.

—¿Siempre es así?

Slade se rió.

—Sí. Más o menos.

—Me voy a la ducha. —Se alcanzó los botones, y estaba a punto de dirigirse hacia
el cuarto de baño cuando Jenna estuvo de repente frente a él, ayudándole a sacarse el
cabestrillo y a desabrocharse la camisa.

La camisa, de todos modos, tendría que ir a la basura, ya que ahora tenía una sola
manga, así que incluso no le importa si se arrancaba un par de botones por accidente. Si no
iba a tener relaciones sexuales con una mujer, prefería que no lo desvistiese, pero estaba
demasiada conmocionado con todo esto del brazo roto para molestarse en luchar contra
ella.

Una vez quitada la camisa, ella le deslizó suavemente el cabestrillo por encima del
brazo y lo miró.
—¿Puedes conseguir quitarte el resto de la ropa por tu cuenta?

—Sí, estoy bien. Gracias, de todos modos.

Slade soltó un bufido.

—No te preocupes. Si trata de seguirte al cuarto de baño, se lo impediré.

—Bueno. No nos precipitemos. —Mustang sonrió.

Jenna hizo girar los ojos.

—Supongo que los analgésicos no te han afectado demasiado.

—No. Estoy seguro que podría reunir la energía para... —Mustang se detuvo en
mitad de su broma subida de tono cuando Jenna cruzó la habitación y comenzó a hurgar en
la basura—. ¿Qué demonios estás haciendo, mujer?

Tirando de la bolsa de basura medio llena de la papelera, rebuscó en el fondo y


emergió con una bolsa de plástico doblado y una sonrisa triunfante.

—Es para cubrirte el cabestrillo en la ducha. Me he dado cuenta en mis viajes, que
las limpiadoras en los hoteles dejan bolsas de repuesto en la parte inferior de las papeleras.
Ves. Podemos taparlo para que no se moje. —Se acercó a él, y extendió la bolsa sobre el
cabestrillo y el brazo vendado. Se puso de puntillas para atársela alrededor del cuello.
Mustang le atrapó la mano, y empezó a pensar que era definitivamente posible que lo
siguiera a la ducha y no para algo que él disfrutara. Empezaba a recordarle a su madre, y si
eso no enfriaba la fantasía sexual de un hombre, nada lo haría.

—Jenna. Simplemente me quitaré el cabestrillo y las vendas. —Empezó a tirar del


nudo de la bolsa de plástico que tenía alrededor del cuello con la mano sana.

—No. Se supone que no te debes quitar la venda del brazo. Espera, Mustang. Esto
funcionará.

—Jenna. —Slade se acercó—. Deja al hombre tranquilo.

—Pero...

La mirada de advertencia de Slade la hizo callar, pero no se veía feliz. Mustang se


sintió mal, y dejó el maldito de plástico como ella lo había atado, pero decidió aprovechar
la oportunidad para huir, mientras Jenna estaba ocupada recibiendo la regañina.

—Slade, ¿me prestas una camisa?

—Claro. Están en el armario.

Mustang sacó una camisa de una percha y se escapó al cuarto de baño. Cerró la
puerta tras él y abrió el agua caliente a tope. Mientras que la habitación se llenaba de vapor
y se esforzaba por sacarse el resto de la ropa con una sola mano, la realidad de la situación
lo golpeó con fuerza.

Tres meses fuera del circuito. Posiblemente cuatro.

Incluso si el dinero no fuera un problema, que lo era, ¿qué diablos iba a hacer todo
ese tiempo? Si Mustang Jackson no era un jinete de toros, entonces, ¿quién y qué era él?
Se metió debajo de la ducha y dejó que el agua le golpeara en plena cara, esperando que se
llevara todas las cosas horribles que habían sucedido hoy. No lo hizo, pero, al menos, se
sentía un poco mejor al lavarse

Terminó de ducharse lo mejor que pudo y cerró el grifo. Desde su brazo derecho
estaba bien, podría haber terminado con algo más también, como normalmente hacía en la
ducha después de las competiciones cuando no se traía una mujer a casa, pero no tenía
ánimo. Encontró esta revelación casi tan aterradora como estar fuera de la competición
durante la mitad de la temporada.

Se secó con la toalla, y vestirse le tomó más tiempo de lo normal, dado su nuevo
hándicap. El vapor en el baño había comenzado a desaparecer para cuando estuvo vestido,
pero aun así, una ráfaga de aire más frío de la habitación lo golpeó cuando abrió la puerta.

Entró descalzo en la habitación, con las botas y los calcetines en una mano. Pensó
que sería mejor sentarse en una silla de verdad y no tratar de mantener el equilibrio sobre la
tapa del inodoro cerrada para ponérselos con una sola mano.

Se encontró a Slade solo, acostado en la cama, con la cabeza apoyada en los brazos,
mientras veía la televisión. Mustang miró por de la habitación.

—¿Dónde está Jenna?

—La envié abajo para conseguirte algo de comer de la máquina expendedora.

—¿Por qué hiciste eso?

—Porque necesitaba hacer algo para sentirse útil o probablemente habría para
lavarte el culo, por eso.

—Bueno, como he dicho antes... —Mustang se rió de la advertencia escrita en la


cara de Slade—. Solo bromeaba. De todos modos, no estoy seguro de que esté para eso en
este momento.

La expresión de Slade fue de duda. Mustang no podía culparlo. Nunca había habido
un momento en el que Mustang que no estuviera para eso.

—Así que, ¿qué vas a hacer ahora?

Mustang se encogió de hombros.


—Voy a ir a pasar la noche en el tráiler.

—No quise decir esta noche. Estoy hablando del resto de la temporada.

—Sí, ya sé lo que quisiste decir. Estaba tratando de no pensar en ello. —Enganchó


el calcetín en el dedo gordo del pie y utilizó la mano derecha para subírselo.

—Necesitas conseguir que te operen, Mustang.

—Lo sé. Lo haré. —Fijó la vista en el estúpido programa en la pantalla del


televisor, esperando que las risas grabadas de la comedia hicieran su propia situación
parecer menos mala.

—¿Vas a irte a casa a de tus padres? Te puedes operar en Texas y recuperarte allí.
Mustang gruñó. Odiaba la idea de arrastrarse herido a la casa de sus padres.

—No sé. Tal vez debería operarme aquí, en Nueva Jersey. Podría recuperarme en el
tráiler. Ya sabes. Seguir el rodeo. Verte a ti y a los otros chicos montar. Tú podrías ocuparte
de conducir por un tiempo después de la operación.

Slade hizo una mueca.

—¿Por qué demonios querrías hacer eso? Pasar todo ese tiempo en la carretera.
Desperdiciar todo ese dinero en gasolina. Todo para nada. ¿Por qué no te vas a casa,
descansas y tratas de disfrutar del tiempo que estás fuera?

Sus padres, o más bien su padre, en particular, había estado en contra de que él
montar, en el primer lugar. No aparecería ahora lamiéndose las heridas. Mustang frunció el
ceño.

—No lo entiendes.

—Sí lo hago. Eres demasiado orgulloso.

—No. Eso no es todo. —No del todo, de todos modos. Mustang suspiró. Slade tenía
razón en una cosa. No tenía fondos para derrocharlos cruzando el país en el tráiler si no
obtenía ningún ingreso de ello. Vivir en la carretera costaba dinero—. De todos modos, no
importa. No puedo seguir al rodeo. Necesitaré encontrar trabajo para hacer los pagos del
tráiler.

Slade se enderezó y se inclinó hacia delante, con el ceño fruncido.

—¿Qué hiciste con todo el dinero que has ganado durante los últimos años?

Mustang frunció el ceño.

—Tu culo ha estado montando en él durante el año pasado.

—¿Te gastaste todos tus ahorros comprando este tráiler?


—No todo. Pasé un par de semanas en Las Vegas durante el último descanso. No lo
hice exactamente bien en las mesas de juego. Sin embargo, el pago inicial del tráiler acabó
con la mayor parte de mi cuenta de ahorros. Pensé que estaría todavía ganando
regularmente, y podría hacer más. Más que suficiente para cubrir los pagos y los gastos
habituales.

Mujeres. Cerveza. Comida rápida. Luego, por supuesto, estaba la gasolina, los
peajes, las habitaciones del hotel de vez en cuando o los vuelos. El seguro de salud, gracias
a

Dios por eso.

—Gastarte todo lo que tenías en un tráiler fue una planificación bastante mala. ¿No
te parece?

—No soy como tú, Slade. Ahorrar todo tu dinero, sentar la cabeza con una mujer.
Soy un derrochador y definitivamente no voy a establecerme. Y si quisiera un sermón,
podría ir a casa de mi padre.

Slade suspiró profundamente.

—Mira, tengo un montón de dinero ahorrado y tienes razón. He estado viajando


contigo desde hace un año. Déjame cubrir los pagos mientras estás fuera del rodeo.

—No, de ninguna manera. —Negó con la cabeza para no dejar ninguna duda en la
mente de Slade de cómo de rotundamente se oponía a lo que estaba sugiriendo.

Slade frunció el ceño.

—¿Por qué no?

—No acepto limosnas.—Metió un pie y luego el otro en las botas, listo para salir de
aquí.

—No es una limosna. Es el pago por los anteriores servicios prestados.

—Tú pagas la mitad de la gasolina y de los peajes. Has pagado más de la mitad de
los cambios de aceite, creo. Así que no. Estás en paz.

—Entonces, un préstamo. Me puedes pagar cuando estés de vuelta y montes de


nuevo este otoño.

—No. —Mustang se levantó justo cuando la puerta se abría y entraba Jenna.

—Te conseguí algunas bolas de queso y patatas fritas. Ah, y galletas de chocolate
en el caso de que quieras algo dulce. —Descargó una brazada de aperitivos en la mesa—.
¿Te tomaste las pastillas para el dolor ya?
¿Cómo podía un hombre permanecer enojado frente a toda esta dulzura? No pudo
controlar la sonrisa que le atravesó la cara.

—No, señora. Todavía no.

—Espera ahí. —Le lanzó una mirada a Slade mientras se dirigía al cuarto de baño—
. Te dije que te aseguraras de que las tomara tan pronto como saliera de la ducha.

—Lo siento —refunfuñó Slade.

Mustang respiró hondo y plantó el culo en la silla. Slade era un amigo. Un buen
amigo. Igual que Jenna. Se preocupaban por él. Esperó hasta que ella desapareció en el
cuarto de baño y oyó correr el agua del lavabo.

—Vale. Estoy de acuerdo en ir a casa para operarme y quedarme allí mientras me


recupero. Debería ser capaz de encontrar un en la zona por algunos meses.

—Muy bien, y si no puedes trabajar…

—Consideraré tu oferta de un préstamo. Tal vez.

Slade asintió.

—Eso me vale.

Parecía que Mustang se dirigiría a su casa, por primera vez en mucho tiempo. Que
Dios le ayudase.

—Magnolia, Texas, allá voy. —Maldita sea. Necesitaba un trago. Mustang alzó la
voz para que Jenna pudiera oírlo en el cuarto de baño—. Hey, cariño ¿Esas píldoras dicen
algo sobre tomar alcohol?

—Mustang Jackson, no se puede mezclar alcohol y analgésicos. —Ese tono de


nuevo. Jenna iba a ser una excelente madre de los niños de Slade algún día.

Opinión médica de Jenna o no, Mustang se tomó la píldora que ella le obligo, y
luego se escapó. Él salió del hotel y cruzó la calle en busca de alcohol para calmar la
sensación de temor que había tenido desde que decidió ir a casa.

Abrió la puerta del bar con el brazo que no tenía el cabestrillo, esperanzado con que,
tanto el licor como la diversión, conseguirían apartar su mente de la lesión. No estuvo para
nada sorprendido al ver la sala llena de jinetes de toros, así como las mujeres de todas las
edades. Los vaqueros atraían a las mujeres, tanto jóvenes como mayores.

Los vaqueros aparentemente heridos eran aún más atractivos que la variedad
cotidiana. Mustang notó cada mirada femenina que le lanzaban, mientras se dirigía hacia
donde Chase y algunos de los otros chicos estaban.
—Hey, Mustang. ¿Qué te dijeron en el hospital? —Los ojos de Chase se fijaron en
el cabestrillo.

—Necesitare una placa de metal, unos tornillos... y una cerveza. —Hizo un gesto al
camarero, señalando la botella de Chase y levantando un dedo.

Teniendo en cuenta todas las clases de alcohol que podría mezclar con la pastilla
para el dolor que Jenna le había impuesto, la cerveza parecía lo más inofensivo.
Probablemente no había necesitado la píldora de todos modos, pero Jenna había sido
implacable.

—Maldita sea. Una placa y tornillos. Lo siento, hombre. Eso realmente es una
mierda.

—Su joven ceño se frunció debajo sus rizos rubios.

—Sí, dímelo a mí. —¿Por qué estaba tardando tanto la cerveza? Mustang divisó al
camarero en la caja registradora cobrándole a otro cliente y suspiró. Desde que había
llamado a sus padres desde el teléfono público del vestíbulo del hotel y les dijo que iba a ir
a casa, realmente había necesitado un trago.

—¿Te dijeron por cuánto tiempo te dejará fuera?

—Más o menos dijeron lo mismo que el Doc Tandy. De tres a cuatro meses. —
Mustang volvió a desear que el camarero se diera prisa.

Finalmente, el hombre le entregó la bendita botella de cerveza. Logró sacarse la


cartera del bolsillo, pero sacar un billete con una sola mano iba a ser un reto.

—Aquí. Cóbrate de aquí. —Chase, empujó el montón de dinero en efectivo que


estaba frente a él, hacia el camarero.

—Gracias, chico. —Se metió la cartera en el bolsillo y tomó un largo trago de


cerveza.

La espuma fría se deslizó por su garganta.

Chase le hizo un saludó a Mustang con su propia botella y una sonrisa.

—Sin problemas. Cuando quieras. Además, puntué muy bien esta noche así que lo
estoy celebrando.

—Felicidades. —Mustang tomó otro trago y luego bajó la botella, sintiendo que su
propia tristeza le hiciera imposible sentirse feliz por Chase y su alta puntuación.
Notando una pequeña tarjeta blanca en la madera, la cogió y la leyó en voz alta.

—Guy Little. Fotógrafo deportivo. ¿Qué diablos es esto?


—Oh, sí. Te lo perdiste. Este chico, Já, eso es divertido ya que su nombre es Guy,
bueno, él entró y nos dio todas esas tarjetas, junto con un rollo sobre nosotros ganando
cientos de dólares a la hora por posar para él.

—Cientos de dólares a la hora, ¿eh? —Mustang sabía que a algunos modelos les
pagaban verdaderas cantidades de dinero, pero estos chicos eran jinetes de toros, no
modelos—. ¿Por adelantado?

Chase, asintió con la cabeza.

—Sí. Supuestamente tomaría las fotos para un sitio web de deportes que están
desarrollando en estos momentos. Él pagaría ahora, pero el sitio no estaría abierto y
funcionando hasta más tarde en este año.

Mustang bajó de nuevo la vista a la tarjeta, su mente trabajando.

—¿Quieres esto?

Riéndose, Chase negó con la cabeza.

—No. ¿Tú sí?

—Um. —Mustang sostenía la tarjeta de visita con dos dedos. No podía decirle a
Chase que en realidad estaba considerando ganar dinero mientras estaba convaleciente. Los
duros jinetes de toros tejanos como él, simplemente no hacían cosas como hacer de modelo.
En ese momento se le ocurrió una idea.

—El potencial para una broma pesada de este pequeño papel es ilimitado. Les
puedo decir que Slade mientras él estaba encerrado en la habitación de hotel con Jenna, me
contrataron como un impresionante.

—Hey, nunca se me hubiera ocurrido eso. —La admiración atravesó la cara de


Chase, seguido de cerca por una diabólica mirada. —Podrías incluso accidentalmente
sacarla rápidamente delante de una chica y decir: “¿Qué es esto? Oh, sí. Soy modelo.” Ya
sabes, para impresionarla.

—Claro que podría. Bien pensado, chico. —Sus aspiraciones como modelo para
pagar sus facturas eran todavía un secreto y Chase estaba aprendiendo a ser taimado. La
vida era buena. Mustang felizmente se metió la tarjeta en el bolsillo.

—Así que, ¿qué vas a hacer ahora?

Esa parecía ser la pregunta de la noche. Mustang alzó la vista para encontrarse a
Chase mirándolo con preocupación. Lo último que quería era compasión. Forzó una
sonrisa.
—En primer lugar, voy a encontrar una mujer y a tener sexo. Una lesión es como un
imán para las chavalas, especialmente en la noche de que suceda. Tengo que tomar ventaja
de ello mientras pueda.

Sacudiendo la cabeza, a Chase le apareció una sonrisa asombrada.

—Eres el amo, Mustang. Me inclino ante ti, hombre.

—Pégate a mí, chico, y te enseñaré todo lo que sé. —Su sonrisa era ahora genuina.

Echando un vistazo alrededor del bar, en busca de posibles candidatas, Mustang se


dio cuenta de los dos amigos de Chase.

Garret y Skeeter parecían estar intentando conseguir a un par de chicas calientes,


quienes parecía que hubieran preferido estar en otro lugar. Él movió la cabeza.

—¿Esos dos todavía no han aprendido la lección sobre conquistar chicas que están
fuera de su alcance?

Chase, se apoyó en la barra y se echó a reír.

—Supongo que no. Me viene bien si son rechazados de nuevo. Estamos


compartiendo una habitación. Si se enrollan, me veo al sereno, o durmiendo en la bañera
esta noche. Así que, ¿a por cual mujer vas a ir?

Mustang dio un sorbo y exploró las muchas opciones. Tomar al joven jinete bajo su
ala y enseñarle el arte de la seducción era traer de vuelta la emoción que le había faltado
últimamente. Casi se olvidó de su brazo, pero no del todo.

—Dime, chico. Si pudieras tener a cualquier mujer de las que hay aquí, ¿Cuál
querrías?

—Eso es fácil. La escogí en el momento en que ella entró por la puerta. En realidad,
la vi en las gradas traseras del estadio. —La mirada de Chase saltó directamente a una mesa
en la esquina, donde una madura morena estaba sentado al lado de un hombre.

Parecía unos quince años mayor que Chase.

El chico realmente se apegaba al mismo tipo. Esta mujer se parecía mucho a Jenna.
No era ningún secreto que Chase había estado tremendamente encaprichado de ella en
Tulsa.

Mustang tragó otro sorbo de cerveza.

—Así que, ¿por qué demonios estás aquí y no hablando con ella?

Las cejas de Chase se le elevaron hasta el nacimiento del pelo.

—Porque está aquí con un tipo.


—¿Sí? ¿Y qué?

—¿Estás loco? No puedes intentar ligar con una mujer delante de su novio.

—Bueno, no deberías hacer eso. En ese caso, espera a que su novio vaya a mear, y
entonces intentas ligar con ella mientras que él no está. —Mustang observó la interacción
de la pareja y llego a esta aún más convencido de que no eran una pareja en absoluto—. No
están saliendo.

Chase entrecerró los ojos, mientras los miraba a través de la sala.

—¿Cómo lo sabes?

—¿Ves la manera en que la mujer está mirando por todo el bar, pero casi nunca a
él? Y mira cómo el chico se fija en el culo de esa joven que está jugando al billar. Ningún
hombre haría eso delante de su chica a no ser que esté buscando pelea.
Entonces, como si fuera una señal, la mujer se dio cuenta de la mirada de Mustang y sus
miradas se encontraron. Ella finalmente se rompió el contacto visual primero, pero no antes
de Mustang viera su interés.

—Oh, sí. Ella está disponible.

—Pero el chico…

Mustang negó con la cabeza.

—No te preocupes por él. Si estuviera con él, no quiere estarlo, pero te estoy
diciendo que no son pareja. Mira. Él se está levantando. Venga.

—¿Qué? —La voz de Chase se elevó al nivel del chillido de un preadolescente.

—Vamos a ir allí para hablar con ella. —Mustang poso su botella en la barra de
madera con un determinado golpe seco.

—¿Qué pasa si regresa y nos da una paliza por hablar con su chica? sólo tiene un
brazo con el que pelear.

Atravesó la habitación con Chase apurándose detrás de él, quejándose todo el


camino, Mustang le lanzó una mirada de disgusto por encima del hombro.

—Te llevas una paliza cada semana de un toro de novecientos kilos, ¿y estás
preocupado por un chico? Compórtate como un hombre, Chase, o nunca tendrás sexo.

—Hey, lo hago bien por mí mismo con las mujeres.

—Sí, sí. Sólo cállate y sígueme.


Un vistazo a la expresión de Chase, le dijo, que aunque no era feliz, iba a hacer, al
menos, lo que le estaba diciendo. Con el chico bajo control, Mustang centró su atención en
la mujer.

—Hola. ¿Te vi en las gradas, mientras estaba montando en el estadio esta noche?
Nunca me olvido de una bella dama. Soy Mustang Jackson, por cierto.

Ella no se derritió ante el cumplido de la manera que esperaba, pero no lo ignoró.

—Sí, ya sé quién eres. Estaba allí esta noche. ¿Cómo está el brazo?
Mustang le restó importancia a la lesión.

—Eh. Sólo un hueso roto.

Ella levantó una ceja y se echó a reír.

—¿Sólo un hueso roto?

A juzgar por su acento, era de aquí. En su experiencia pasada, las chicas de Nueva
Jersey eran normalmente desenfrenadas. Esta, con un poco más de edad, probablemente le
haría serlo aún más.

El innegable calor irradiaba a través de la dura cáscara exterior de esta mujer. Lo


usual anticipación que siempre se sentía justo antes de tener sexo palpitó en su pecho.

—Sí. No es nada. Las he tenido peor. —Mustang se estiro hacia atrás y agarró el
hombro de Chase, tirando de él hacia delante.

—Este es el actual Novato del Año, Chase Reese.

—También sé quién es él. Vi su victoria en la televisión el año pasado.


Felicitaciones por ser el Novato del Año.

Mientras Chase farfullaba algo que podría haber sido un “gracias”, su mirada
marrón chocolate se movió de Chase a Mustang, y se quedó allí.

Oh sí. Mustang comenzó a formular un plan para la educación superior de Chase en


mujeres.

—¿Cuál es tu nombre, cariño?

—Marla. —Su sonrisa se amplió y se convirtió en risa sofocada.


Mustang sonrió.

—¿Qué es tan divertido?

—No escuchamos a los hombres decir cariño en Nueva Jersey con demasiada
frecuencia.
Si le gustaba eso, definitivamente podría conseguir un acento más tejano mientras
estuviese enterrado dentro de su caliente coño de Nueva Jersey.

El codo de Chase se hinco con fuerza en el costado de Mustang. Le frunció el ceño


al chico, que estaba demasiado ocupado mirando a algo a través de la habitación para darse
cuenta. Mustang miró por encima del hombro y vio al compañero de Marla, saliendo del
baño de hombres.

No importaba. Mustang procedió como estaba planeado.

—¿Podemos invitarte a una bebida, cariño? —Los ojos de Chase se abrieron de par
en par, y Mustang y decidió que mejor se encargaba de la situación antes de que la cabeza
del chico explotara—. ¿A tu novio no le importará, ¿verdad?

Ella sonrió.

—No es mi novio. No es más que un amigo que arrastré conmigo, para no tener que
venir sola.

Bingo. La polla de Mustang se removió en sus pantalones. Le lanzó a Chase una


mirada de “te lo dije” y volvió al trabajo.

—¿Vinisteis en coches separados?

Sus ojos se estrecharon con lo que sólo podría ser etiquetado como excitación
sexual.

—Sí.

Mustang miró intencionadamente alrededor de la habitación.

—¿Sabes?, realmente odio los bares atestados y ruidosos. Mi tráiler está aparcado
en el estacionamiento de al lado. Es agradable y tranquilo y tengo cerveza fría y buen
whisky. ¿Te gustaría unirte a Chase y a mí allí para tomar una copa? ¿O hacer algo entre
los tres?

Ella vaciló y, por un breve segundo, pensó que tal vez se había movido demasiado
rápido.

—Claro. Sólo déjame decirle a mi amigo que me voy. —Se puso de pie y caminó
hacia donde su compañero ya estaba coqueteando con las chicas de la mesa de billar. Él no
se opondría a deshacerse de ella más de lo que Mustang lo despacharía a él. En este caso
particular, tres eran compañía, cuatro, multitud.

Junto a él, Chase se atragantó.

—Dios mío. Ella realmente va a ir a tu remolque.


—Sí. ¿Crees que puedes dejar de actuar como una virgen el tiempo suficiente como
para follarla?

Esa pregunta causo que otra divertidísima expresión cruzara la cara de Chase, pero
él se las arregló para protestar.

—No soy virgen.

Mustang alzó una ceja.

—Si nunca has tenido un trio, entonces es posible que lo seas.

Caza palideció.

Temiendo que el chico pudiera desmayarse ante la idea, Mustang se lo tomo con un
poco más de calma.

—Solo ten la boca cerrada y haz lo que te diga y esta será una noche que nunca
olvidarás. Confía en mí.

Tragando con fuerza, Chase asintió, justo mientras Marla se encaminaba hacia ellos.

—Aquí viene. Consigue quitar esa expresión desconcertada de tu cara y vámonos.


Capítulo 4
Traducido SOS por Lu_Rodriguez
Corregido por Marta_rg24

¿ — Estás seguro de que estarás bien conduciendo todo el camino a casa


hasta Texas por ti mismo?

Mustang pacientemente respondió a lo que tenía que ser la décima


pregunta de Jenna con respecto a él yendo a casa solo—: Sí, señora.

—Porque podemos encontrar algo…

—Jenna. Estaré bien. Mi brazo derecho está bien para dirigir. El remolque tiene una
transmisión automática, así que no voy a tener que cambiar de nuevo luego de ponerlo a
andar e irme.

Su ceño fruncido por la preocupación.

—Pero ¿qué si necesitas las dos manos para retroceder el remolque o algo?

—Me comprometo a solo ir hacia delante. ¿De acuerdo? —Se inclinó y le dio un
beso en la frente—. Ahora, no más preocupación.

La expresión de su cara le dijo a Mustang que la petición a Jenna era probablemente


igual a pedirle que no respirara. A garró la mano de Slade y la sacudió en un apretón de
manos.

—Va a preocuparse de todos modos, ¿no es así?

—Sí. —Slade asintió—. Recuerda lo que hablamos. Si necesitas algo…

No Slade también. Mustang rodó los ojos.

—Lo recuerdo. No voy a necesitarlo de cualquier forma.

—Pero si lo haces —pidió Slade.

—Te llamaré. Promesa.


El labio de Slade se torció en una mueca llena de duda.

—Me vas a llamar, ¿eh? ¿Por lo menos tienes mi número?

—Sí. —Jenna se acercó más—. Programe el tuyo y el mío en su nuevo celular.

Las cejas de Slade se dispararon hasta el nacimiento de su pelo mientras se dirigía a


Mustang.

—¿Tu nuevo qué? ¿Pensé que no necesitabas un celular?

—No se suponía que le dijeras. —Mustang frunció el ceño ante Jenna por decírselo.

—Lo siento. —Jenna se encogió de hombros y no parecía en absolutos que lo


sintiera.

Con un suspiro, decidió que era mejor explicarse o arriesgarse a una buena
tomadura de pelo por parte de Slade después de toda la tortura que él le había infringido a
su amigo. Aunque en defensa de Mustang, el uso del teléfono celular de Slade se había
hecho extremo en el momento en que él y Jenna se habían vuelto una pareja a larga
distancia.

—Fue bajo protesta. Tu novia me hizo conseguir uno de esos teléfonos paga-lo-que-
consumas porque está convencida de que voy a morir por la carretera en algún lugar entre
Nueva Jersey y Texas.

Ella plantó sus manos en sus caderas.

—Eso es como mil millas. Podrías vararte y necesitar ayuda o algo así. En este día y
época es simplemente arcaico no tener un teléfono para emergencias. No puedo creer que
hayas vivido tanto tiempo sin uno.

En este punto, agradecía que ella luciera como el camino a seguir.

—Lo sé. Tienes razón. Gracias por preocuparte.

Jenna parecía más feliz de lo que la había visto desde su lesión. Eso había sido
simple. Debe ceder y complacerla con mayor frecuencia, al igual que Slade acostumbraba.
Slade no era ningún tonto después de todo.

Mientras ella estaba feliz y dejándolo solo, Mustang pensó que era mejor mientras
era bueno.

—Supongo que debería irme ahora. Largo camino por delante.

—¿Tomaste tu pastilla para el dolor?


—Sí, señora. Lo hice. —Jenna asintió, satisfechas.

—Bien, ya comprobé. Está bien que conduzcas mientras las estés tomando.

Mustang lanzó una mirada de reojo al vehículo gigante estacionado cerca. El que
estaría conduciendo con una sola mano medio camino por el país.

—Es bueno saberlo.

—Puse una botella de agua en la consola junto a ti en caso de que tengas sed o
necesites tomar otra pastilla. —Arrogó Jenna rápidamente mientras Mustang estaba a punto
de volverse hacia el remolque.

Slade pasó un brazo alrededor del cuello de ella, probablemente para evitar que ella
saliera corriendo y le mostrara a Mustang exactamente dónde en la consola estaba el agua.

—Jenna. Él vive en el tráiler. Tiene todo lo que necesita en el interior.

—Lo sé, pero cuando esté conduciendo podría no querer detenerse o puede que no
haya ningún lugar para detenerse.

—Si ese es el caso no debe beber porque eventualmente el hombre tendrá que parar
y tomar una meada por toda esa agua. —Slade besó la parte superior de su cabeza, mientras
una mueca torcía los labios de ella.

Sacudiendo la cabeza, Mustang abrió la puerta del lado del conductor, pero no
puedo resistir la tentación de volverse para el último abrazo de Jenna.

—Condúcete a salvo de regreso a Nueva York. ¿De acuerdo, cariño?

—Lo haré. —Sus ojos se veían un poco brumosos mientras Mustang se movía antes
de que se ahogara a sí mismo.

Esto estaba empezando a sentirse demasiado como una despedida. Tres o cuatro
meses nos eran para siempre, pero seguro que se sentía como un maldito largo tiempo en
este momento.

Se movió hacia Slade, dándole una palmada en la espalda.

—Ten cuidado en ese auto muscular mal culo tuyo. No aceleres demasiado rápido
en el camino a Baltimore porque no voy a estar allí para liberarte de la cárcel bajo fianza si
te pillan.

—No lo hará —respondió Jenna con una mirada de advertencia a su novio.

Slade sonrió.
—No te preocupes por mí, hombre. Sólo cuídate y deja que ese brazo sane.

—Lo haré. —¿Qué opción le quedaba?

—Llámame cuando llegues a casa. —Saltó Jenna—. O incluso antes de llegar allí
desde la carretera. ¿Sí? Tienes quinientos minutos cargados en el teléfono para comenzar y
recuerda que puedes añadir más cuando sea necesario.

Después de encontrar un trabajo, hacer los pagos del remolque y hubiera dinero de
sobra, iba a hacer precisamente eso, pero seguro que no estaría pidiéndole dinero prestado a
sus padres. Por encima de su cadáver.

Mustang asintió.

—Lo recuerdo. Gracias.

Al ver que Jenna podía posiblemente haberse quedado sin instrucciones por el
momento, tomó la oportunidad de subir a la cabina del remolque.

Cerró la puerta y bajó la ventanilla. Mientras encendía el motor a gasolina, gritó un


último adiós. Mustang se aseguró de verse extra confiado conduciendo con una sola mano
hasta que estuvo fuera de la vista de Jenna y Slade. Luego dejó escapar un suspiro.

Se había aferrado a su cara de felicidad para el beneficio de ellos, pero iba a ser un
largo y solitario viaje. No estaba mirando hacia delante en ello. La operación en el brazo y
la recuperación con su padre diciéndole te lo dije por lo menos durante los tres meses no se
veía demasiado fantástico tampoco.

Alegre de que Jenna no estuviera ahí para verlo, Mustang hizo un giro bastante
descuidado hacia la calle principal, en dirección a la entrada de la carretera cuando un
vehículo blanco brillante aceleró detrás del remolque.

La veloz, camioneta nueva empujó contra él, pitando todo el camino. La ventana
automática de pasajeros se deslizó suavemente hacia abajo y Chase se inclinó por encima
del asiento del conductor.

—Mustang, oye, ¿te vas?

Mustang se detuvo a un lado de la calle, pensando que no necesitaba más


distracciones cuando conducía con un a brazo con cabestrillo. Chase se empujó delante de
él, bajo y salto sobre los estribos en el lado del conductor del remolque.

—Oye, Chase. Sí, me voy a casa por la cirugía.

—Maldita sea. Buena suerte con eso.


Mustang asintió. Gracias.

—Así que, ayer por la noche con Marla… —Chase negó con la cabeza—. Guau.
Quiero decir fue increíble.

Mustang no pudo evitar sonreír ante el entusiasmo del niño. —Sí, supongo que lo
fue.

Chase sonrió como un niño pequeño en la mañana de navidad.

—Tengo su número de teléfono.

Solo este chico planearía llamar a una mujer a la que había recogido en un bar para
un trió, pro eso era lo que hacía a Chase quién era. Un maíz-alimentado, temeroso de Dios,
de buenos modales, vaquero de Oklahoma hasta los huesos.

—Bien por ti, chico.

—Voy a esperar hasta el día de hoy para llamarla, sin embargo. No quiero parecer
demasiado ansioso. Ella probablemente dormirá hasta tarde después de esa noche. Oh
bueno, ¿vas a llamarla también? Porque, es decir, si haces eso está bien conmigo.

—No, estoy bien. Gracias. —Mustang rió y luego miró el reloj en el salpicadero—.
De todos modos, será mejor que consiga en el camino.

—Sí. Todos te vamos a extrañar mucho por aquí. —Chase se apoyó en la ventana y
lo abrazó. Un rápido, de hombres, pero más que nada Mustang quería o espera del chico.
Especialmente después de haber estado con él desnudo apenas unas horas antes, incluso si
no hubiera habido una mujer en medio de ellos.

Incómodo con la muestra de afecto, Mustang rápidamente se acercó con algo que
decir.

—Vuelvo en unos pocos meses. Será como si nunca me hubiera ido. —Si tan sólo él
creyera que era cierto.

—Claro. Nos veremos. Buena suerte en Baltimore.

—Gracias. —Chase saltó y con una última ola, volvió a subir a la camioneta.

Alcanzando su mano derecha hacia el lado izquierdo de la columna de dirección,


Mustang encendió el intermitente. Arrojó el camión al camino y se alejó de la acera, pero a
medida que se alejaba Mustang no vio el camino delante de él. En su lugar, vio su futuro.

No le gustaba lo que veía.


Slade y Jenna estaban emparejados y más felices por su cuenta que pasando el
tiempo con él.

Claro, podía seguir pasando el rato con chicos más jóvenes como Chase, hasta que
todos encuentren novias estables o se casen. Luego, ¿Qué? Mustang podría pasar a salir
con el siguiente grupo de chicos solteros.

Se convertiría en el más viejo, el más joven de los chicos estaría hasta que
consiguiera una cicatriz, se retirara, el antiguo campeón de monta de toros con una vitrina
de trofeos llena de hebillas y no mucho de cualquier otra cosa. Viejo. Solo. Solitario.

De repente sentirse libre, soltero y disponible para estar con cualquier mujer que
quisiera en cualquier noche no era tan atractivo. Se imaginó a Jenna mientras ella ataba la
bolsa de plástico alrededor de su cuello para poder ducharse.

Tal vez tener una mujer maternal y diciéndole lo que podía o no hacer no sería tan
malo después de todo.

Deprimido ahora, se dirigió por la autopista celoso de todo el mundo. Slade, quien
probablemente estaba en su camino de regreso a la habitación ‘para tener sexo sudoroso
con Jenna. Chase, por ser tan joven y soñador que en realidad puede hacer que las cosas
funcionen con su nueva aventura de una noche, Marla. Y cada otro jinete de toro en el
circuito, ya que no se dirigían a casa para conseguir una placa de metal y tornillos puestos
en su brazo, o0h, no. Ellos estarían montando en Baltimore la próxima semana mientras él
estaba en el infierno, recuperándose de una cirugía en casa de sus padres.

La vida realmente no era justa.

En los próximos días la sensación de temor alojada en el pecho de Mustang


aumentó constantemente cuanto más cerca llegaba al lugar de su nacimiento. Alcanzó su
punto máximo cuando vio el cartel de Huntsville, Texas.

Acelerando más rápido de lo prudente pasando la cuidad, se volvió muy consciente


de que estaba siguiendo la misma ruta que su abuelo tenia, y que su padre todavía tenía, por
la prisión Huntsville todos los días laborales de sus vidas adultas. Al igual que Mustang
suponía que si hubiera cedido a la presión de su padre hace años y seguido sus pasos.

Convertirse en un guardia de tercera generación en la prisión no había sido


exactamente la ambición de toda la vida de Mustang. No es que su padre alguna vez
entendiera la voluntad de Mustang por renunciar a lo que ante sus ojos era un buen trabajo
estable con beneficios para tener una oportunidad de ganarse la vida montando toros, de
todas las cosas.
Dio gracias a Dios que había conseguido ese trabajo en el rancho y descubrió que
podía sentarse en un toro, aunque su decisión de montar profesionalmente no había ido muy
bien en casa. Las predicciones de su padre en ese entonces habían sido que Mustang
finalmente vendría arrastrándose a casa, ya sea en quiebra o roto.

El tráiler golpeó un bache en el camino y él sintió l punzada como si le hubieran


jalado el brazo con el cabestrillo. Eso sirvió como recordatorio muy real de que estaba de
hecho viniendo a casa un poco roto, así como un poco e quiebra por el momento.

Mustang sintió el duro bulto de la hebilla de su cinturón de Novato del Año bajo el
brazo roto. Su padre no había estado en lo cierto. Él había hecho algo de sí mismo y tenía la
prueba allí mismo, presionada contra su estómago donde vivía su falta de confianza.

Huesos sanos y Mustang no tenía duda de que estaría de vuelta en el circuito


ganando de nuevo en unos pocos meses, si sobrevivía con su padre tanto tiempo. Con ese
alegre pensamiento, empujó el tráiler a los límites de la ciudad de Magnolia y desaceleró
hasta el límite de velocidad local.

Con la excepción de la señal de “SE VENDE” en lo que había sido Hackett’s


Hardware durante su juventud, la calle principal parecía más o menos la misma como la
última vez que había pasado a través de una rápida visita dolorosa a casa.

Como terminó su camino fuera del centro de la ciudad y hacia la carretera que
conducía a la casa de sus padres, Mustang vio otros cambios. Algunos árboles grandes
habían caído. Habían sido arrancados en realidad.

Había habido algunas tormentas desagradables en Texas durante el año pasado.


Vientos altos, tornados, inundaciones.

Reprimiendo la culpa, se recordó que había llamado a casa para ver a su familia
después de cada episodio de mal tiempo que había pasado por la zona. ¿Qué más podía
hacer desde la carretera cuando tenía competiciones casi todas las semanas?

Ocupado justificándose a sí mismo que sus largas ausencias eran inevitables, no


sólo intentó evitar a su padre, Mustang no notó el coche extraño estacionado frente a la
casa. No lo vio hasta que había sacado el tráiler bajo los árboles que lo rodeaban y se
dirigía a la puerta.

El coche blanco desconocido era del tamaño de un juguete. No podía imaginar ni a


su padre de seis pies de altura o a su madre de generosas proporciones escogiéndolo como
su nuevo vehículo. El padre de Mustang, al igual que el padre de él, era un hombre de
furgonetas y su mamá era de un sedan cuatro puertas con un maletero lo suficientemente
grande para caber un cuerpo del tipo de una mujer.
Todavía preguntándose por el auto, Mustang alzó la mano para abrir la puerta de la
entrada mientras pateaba el polvo de sus botas en el tapete. No se molestó en llamar. Las
puertas de esta casa nunca se habían cerrado y muy probablemente nunca lo harían, incluso
si hubiera sabido donde estaba la llave.

Mustang no tuvo oportunidad de girar el pomo antes de que este tirara de su mano y
la puerta se abriera. De repente, un abrazo de su madre. Ella se envolvió alrededor de su
cuello mientras besaba su rostro.

—Mira el brazo, Ma. —No había tomado la pastilla para el dolor en un rato. Lo
bueno es que Jenna no estaba ahí. Ella estaría empujando una por su garganta antes de que
él pudiera detenerla.

Su madre dio un paso atrás, centrándose en su cabestrillo.

—Dios mío. Michael, lo siento mucho. ¿Te duele?

—No está mal. —A excepción de cuando se había quedado dormido después de la


diversión suya y de Chase con Marla sin primero tomar la pastilla y se había despertado con
agonía. No menciono eso y en su lugar se encogió de hombros—. Voy a estar bien. Bien
tan pronto como el doctor opere.

—Por lo menos es tu brazo izquierdo. Ya que eres diestro, si tu brazo derecho


hubiera estado fuera de servicio probablemente nunca hubiera sido capaz de con verlos de
contratarte en el trabajo. —Al sonido de la voz de su padre, Mustang giró la cabeza para
localizar al hombre. Lo encontró acechando en las sombras al lado de la puerta.

—¿Qué quieres decir? ¿Me conseguiste un trabajo en la cárcel?

Querido Dios, si no se recuperaba completamente, si no podía montar de nuevo,


¿iba a tener que hacer las cosas que había evitado al dejar este pueblo? ¿Se vería obligado a
seguir la ruta de su padre y abuelo si quería o no?

—Tan pronto como el cirujano diga que puedes trabajar, tienes una posición
esperando en la prisión. Y déjame decirte, no fue fácil de conseguir tampoco, con tu brazo
roto y todo. Tuve que llamar con algunos favores.

Genial, así que ahora él estaba esperando deberle a su padre el conseguirle un


trabajo que no quería.

—No es nada en las áreas de alta seguridad, tenlo en cuenta. Es más, como un
secretario glorificado, sobre todo viendo los monitores, haciendo un informe, pero es un pie
en la puerta. Te ayudará cuando finalmente lleguen tus sentidos y decidas que es hora de
crecer y conseguir un trabajo real.
Y allí estaba, el golpe verbal esperado y que sólo había sido, Mustang miró el reloj
en su muñeca derecha, dos minutos más o menos desde que había entrado por la puerta.

Claramente había dos opciones aquí. Podía decirle a su padre que tomar su oferta de
trabajo y su actitud y lo empujara donde el sol de brillaba, después de lo cual tendría que
volver al remolque. Supuso que podía recuperarse mientras estaba estacionado en el
aparcamiento detrás del hospital. O podría hacer lo que siempre hacia, emborracharse y
echar un polvo y alejar su mente de todo.

Mustang apretó su mandíbula. No había manera de que pudiera aguantar cuatro


meses de esto. Ni con alcohol y las mujeres de todo el mundo ayudándolo.

—Tendré que ver cuáles son mis planes. Estaba esperando irme tan pronto el doctor
dijera que estaba bien que viaje. Ya sabes, volver a la carretera. Unirme a los chicos en la
gira otra vez.

Tendría que tomar la oferta de dinero de Slade, pero valdría la pena. Tragarse su
orgullo sería más fácil que morderse la lengua por su padre durante todo este tiempo.
Probablemente mordería su lengua por el tiempo que sus huesos sanen.

Su madre le tocó el brazo derecho con suavidad.

—Oh, no. Michael. Tenía la esperanza de tenerte por un tiempo esta vez. Te
extraño.

Como su padre se volvió y salió de la habitación, Mustang Escuchó—: Como si le


importara alguien más que sí mismo.

Mustang apartó la mirada de la espalda rígida de su padre. Dejar a su madre sería su


único pesar cuando se fuera de esta maldita ciudad.

—No te preocupes, mamá. Me tendrás el tiempo suficiente para enfermarte de mí.

Su padre al parecer ya lo estaba. Soltó un profundo suspiro y decidió cambiar el


tema.

—¿Qué hay para cenar? Tengo tanta hambre que mi estómago se está comiendo mi
columna. —Mustang se volvió hacia la cocina y se detuvo en seco al ver que lo saludó.

Su brillante cabello castaño oscuro le llegaba hasta los hombros y sencillamente


pidiendo un hombre que enredé sus manos en él. Pero lo que realmente le llamó la atención
fue el sol de la tarde inclinado por la ventana detrás de ella.

Destacó el largo, magro, caliente como el infierno cuerpo de chica de al lado a


través de la fina capa de algodón. O al menos la chica que vivía en la calle de al lado en una
casa donde había pasado una cantidad considerable de su juventud, y hombre, oh hombre
ella había crecido.

Frunció el ceño, sorprendido.

—¿Cosita?

Una sonrisa inocente y tímida iluminó su rostro fresco y dulce.

—Ha sido un largo tiempo desde que he sido llamada así. Bienvenido a casa,
Mustang.

Seguro como el infierno que había pasado mucho tiempo. El tiempo suficiente para
que la hermana más joven de Rosemary ya no fuera tan pequeña.

—Gracias. Es bueno estar en casa.

¿Es bueno estar en casa? ¿Realmente acababa de decir eso? Maldita sea, estaba
teniendo problemas para pensar con la versión adulta de Sage en la habitación.

—Para responder tu pregunta sobre la cena, Sage acaba de llegar a dejar empanadas
de María especialmente para ti —respondió su madre a su pregunta anterior ya olvidada
atrapando su atención.

El hecho de que la abuela de Sage había cocinado sólo para él calentaba su corazón
cuando más lo necesitaba. Las nuevas de sus empanadas caseras lo habían tenido saltando
de alegría cualquier día. A esto añadido el hecho de que Sage había venido a saludar al
momento en que había llegado a casa y que estaba excitado de una forma completamente
diferente. La dulce, chica más joven de los Beckett siempre le había mostrado bondad,
incluso en los viejos tiempos cuando era sólo una niña. Por otra parte, ella parecía más
madura mental y emocionalmente de lo que su niña exterior indicaba. Lo había escuchado
quejarse de sus padres con la paciencia de alguien mucho más mayor. Mucha más paciencia
que la de Rosemary incluso mostraba por algo.

Dejó su mirada vagar sobre ella de nuevo. Rosemary pudo haber sido la reina de
Magnolia en la segundaria, pero Sage, la tranquila, nerd tardía en florecer, ahora había
superado a su hermana. ¿Quién diablos podría haber adivinado que las rodillas gruesas,
gafas desgastadas, silenciosa hermana terminaría convirtiéndose en la belleza natural de la
familia?

Entonces eso le cayó como un ladrillo en la cabeza. No podía pensar en Sage como
una mujer. Seguro como el infierno que no podía tratarla de la forma en que usualmente
trataba a las mujeres. La abuela yendo por todos los problemas para hacerle su comida
favorita sólo sirvieron para recordarle que la nieta más joven de la mujer que había sido
como una segunda madre para él estaba fuera de los limites, sobre todo desde que él no
tenía planes de quedarse aquí por más tiempo de lo necesario.

Mustang dejó escapar un largo y profundo suspiro para mantener el equilibrio. Con
demasiada frecuencia pensaba con su polla. Esta era una chica con la que no podía hacer
eso.

—¿Cómo está tu abuela, Sage?

Ella rió, dándole un aspecto aún más joven del que tenía antes, pero eso no impidió
que el calor se extendiera a través de él por el sonido.

—La abuela es la misma de siempre. —Los hoyuelos en las mejillas mientras


sonreía.

¿Qué edad tendría ahora? Hizo rápidamente los cálculos, tratando de recordar la
edad que tenía ella cuando él dejó la ciudad hace muchos años. Tenía que tener veinte, más
o menos un año. Lo suficientemente mayor, lo que la hacía demasiada tentación.

Sí. Necesitaba mantener sus hormonas bajo control, pero eso no significaba que no
podía ponerse al día con una vieja amiga. Ella siempre había buena oyente y tan buena
manteniéndose tranquila y sentada con él en silencio cuando él no había estado de humor
para hablar.

Eso estaría bien, tener una amiga con quien nunca tendría sexo. Seguro como el
infierno que sería nuevo.

—Asegúrate de decirle lo mucho que aprecio la comida. Ha pasado tiempo desde


que he tenido comida casera.

Comida casera generalmente requiera un hogar, lo que significaba regresar a casa


para el infierno que era su padre.

Hasta ahora eso había sido menos que atractivo. Tomando otro vistazo de Sage,
toda crecida y luciendo bien, e imaginando lo bueno que esas empanadas iban a saber,
Mustang estaba repasando su anterior opinión. Quizás Magnolia ofrecía algunas tentaciones
después de todo. Pero mierda, sólo una de esas dos cosas era un placer libre de culpa que
sería capaz de permitirse.

Su madre pasó su mano de arriba debajo de su brazo bueno, tirando de su atención


de lo único que había sido capaz de centrarse desde que ella había salido de la cocina.

—Bueno, vas a conseguir comida casera por el tiempo que estés aquí.

—Gracias, Ma. Eso será genial


—Vamos. Siéntate y come. Sage tuvo la amabilidad de traer la comida todavía
caliente por lo que está lista para comer. Parece que tu padre ya está hurgando en ella.

—Um, me dirijo a casa ahora. Bueno verte de nuevo. —Sage se acercó a la puerta,
poniéndose más cerca de Mustang.

Él respiró profundamente y cogió una bocanada de cualquier aroma florar que ella
llevaba. Eso mesclado con el olor de las empanadas de la abuela y él no pudo resistirse.
Quería mantenerla alrededor por un poco más de tiempo.

—¿Por qué no te quedas a comer con nosotros?

—No quiero molestarlos.

Su madre negó con la cabeza.

—No seas tonta. María envió comida suficiente para la mitad de la ciudad. Nos
encantaría que te quedes. Puedes poner al tanto a Michael de todo lo acontecimientos con
los jóvenes de la ciudad.

—Sí, Cosita. Quédate. Dime de todo lo que me he perdido. —Definitivamente no


quería que ella se fuera y no tenía nada que ver con su deseo de oír hablar sobre Sage.

Ella vaciló.

—Bueno. Me quedaré. Gracias, Sra. Jackson.

—Es un placer, querida. —Su madre se apresuró a la cocina, pero Mustang se


quedó.

Él negó con la cabeza.

—Seguro que has crecido.

Sage ladeó una ceja oscura.

—Me alegra que te hayas dado cuenta. —El tono bajo, sensual de su voz cortó
directo a través de él.

Ella giró y siguió a su madre en la cocina. Él observo sus caderas balanceándose y


dejó escapar un suspiró largo y lento. Se fue sin dejar rastro de cualquier parecido con la
niña que él conocía. ¿Cómo demonios iba a mantener sus manos fuera de ella? Estaba
absolutamente seguro que no iba a ser fácil.
Capítulo 5
Traducido SOS por Thelovestory
Corregido por Marta_rg24

—R
ealmente no tienes que ir al hospital.

Como Mustang se sentó y trató de no babear


sobre los restos del desayuno que quedaban en los
platos de sus padres, su estómago protestó al estar
vacío con un gran estruendo. El aroma del tocino
recién preparado todavía flotaba en el aire, pero vientre refunfuñando o no, no habría nada
de comida ni agua para él hasta después de la cirugía.
Su madre dejó su taza de café y frunció el ceño.

—Por supuesto que te voy a llevar al hospital. Eres mi bebé y estás teniendo una
operación.

—Ma. Acabo de cumplir veintiséis años. —Él no pudo evitar sonreír.

—No me importa la edad que tengas. Siempre serás mi bebé.

—Maldito inconveniente el programar la cirugía en el medio de la semana para que


tu madre tenga que dejar de trabajar —murmuró su padre desde detrás del periódico de la
mañana.
Mustang respiró profundamente para calmarse antes de que fuera a usar su brazo bueno en
una forma que ningún hijo debería pensar en usarlo contra su padre.

—Era el único día en que el cirujano podría hacerlo. No dejes de trabajar, Ma. Lo
digo en serio. No tienes que venir conmigo. Voy a conducir yo mismo al hospital.

—No seas tonto. Está bien. Ya he llamado a mi jefe y le expliqué. Ellos pueden
hacerlo sin mí por un día. Además, no podrás manejar a tu casa después de la cirugía.

Un bufido molesto salió de detrás del periódico y tan estúpido como una idea era,
Mustang todavía tenía la tentación de conducir por su cuenta. No le importaba si tenía que
dormir en el aparcamiento del hospital hasta que estuviera bien para viajar a casa. Su mente
daba vueltas. Tal vez podría decir que ya le había pidió a un amigo que lo llevara al
hospital. No es que le quedaran amigos cercanos en Magnolia, a menos que contara a Sage.

Mmm. Sage. Los pensamientos de su dulce sonrisa y cuerpecito caliente le


levantaron el ánimo, pero no hicieron absolutamente nada para resolver el problema en
cuestión.

Había acompañado a Sage a la puerta después de la cena. Tal vez sus padres podrían
creer que él le había pedido que lo llevara. Aunque el hecho de que su remolque no estaba
cuando se suponía que debía estar en un coche con Sage podría ser un indicio de que estaba
mintiendo, incluso para su denso padre, absorto en sí mismo. Tal vez podría decir que
estaba estacionado en la casa de ella, pero su madre podría comprobar con Abue.

Mierda. Debería haberse quedado en Nueva Jersey.

—Bueno, es tiempo para el trabajo. —La silla de su padre raspo de la mesa. Se puso
de pie y se dirigió a la puerta.

Viendo a su padre irse sin decir nada más, Mustang pensó que no iba a conseguir
tanto como un simple “buena suerte con la operación”. O infiernos, un “no mueras en la
mesa porque no estoy pagando para enterrarte” de él.

El hombre estaba a medio camino de la puerta cuando se dio la vuelta.

—No te olvides de preguntarle al médico cuándo puedes empezar a trabajar.

Mustang apretó la mandíbula.

—Preguntaré.—Le preguntaré cuando puedo salir pitando de aquí.

Con un gesto satisfecho, él se había ido.

Después de ese comienzo, el día sólo podía ser mejor, incluso con el hueso roto y la
cirugía. Sólo estar lejos de su padre levantó una nube oscura del cerebro de Mustang. Los
medicamentos que le dieron en el hospital no dolían tanto.

—Michael. Voy a darte un poco de algo que llamo jugo risita cuando estoy
hablando con los niños, pero es realmente… —Clavando la aguja intravenosa en el brazo
derecho de Mustang, el médico habló de esa manera que todos los médicos hacían mientras
trataban de hacer que incluso las cosas complejas parezcan sencillas.

—Eso está bien. No necesito saber nada más que eso. Jugo Risita está bien. Y me
llaman Mustang. —Sintiéndose mareado de sólo mirar la aguja deslizarse en su vena,
Mustang pensó que era mejor interrumpir antes de ir más lejos con la explicación.
—Eso es correcto. El famoso Mustang Jackson. Tenemos un poco celebridad aquí
hoy con nosotros. —Él sonrió y habló con la enfermera mientras inyectaba una jeringa
llena de lo que supuso que era el jugo risita en la vía IV.

Mustang desvió la mirada y trató de concentrarse en las paredes menta verde en vez
del constante goteo, goteo de líquido filtrando lentamente en su brazo. Incluso los hombres
más duros tenían sus debilidades. La suya era agujas.

Una enfermera con un culo del tamaño de Texas condujo una silla de ruedas a
través de la puerta y hasta la cama.

—Súbete aquí, cariño. Calificas para un viaje gratis a la sala de operaciones.

Mustang comenzó a protestar que podía caminar cuando empezó a sentirse en babia.
Resolviendo que estaría prácticamente impotente para detenerla y no preocupándose tanto
más, dejó que la enfermera lo ayudara en la silla. Su bolsa IV lleno de jugo risita salió de
paseo mientras ella lo rodaba por las puertas dobles hacia cirugía.

El tiempo comenzó a pasar de manera extraña y lo siguiente que supo, fue que le
estaban diciendo que suba sobre la mesa de operaciones. En una neblina, se acostó,
cruzando las piernas como siempre lo hacía cuando era relajante.

—Descruza las piernas, por favor.—El anestesiólogo era menos de persona que el
médico. Sin bromear. Sólo órdenes.

Mustang estaba bastante seguro de que cumplió con la solicitud, pero no podía estar
seguro. No era consciente de otra cosa hasta que despertó en recuperación, solo, hambriento
y sintiéndose como si se hubiera bajado una botella de tequila.

Ojalá fuera cierto...

—Mira quién está despierto. ¿Cómo te sientes? —La enfermera bien redondeada se
acercó a la cama.

—Sediento. También hambriento, creo.

—Bueno. Te conseguiremos algo de beber y comer tan pronto como el médico te


vea.

El doctor entró en torno a la cortina en el momento justo.

—Hola. ¿Oigo a alguien que tiene hambre?

Comida estaría bien, pero un informe de que estaría a montando antes en lugar de
más tarde sería aún mejor.
—¿Todo salió bien, doc? Con la operación, me refiero.

Consultando la tabla al final de la cama, el doctor asintió.

—Perfecto. El cúbito estaba torcido. Básicamente, la mitad del hueso hizo un giro
de ciento y ochenta grados cuando se rompió. Tuvimos que llegar, girarlo de vuelta y luego
fijarlo con una placa. Eres ahora el orgulloso nuevo propietario de una placa de metal y
cuatro tornillos, pero el hueso se curará bien.

Buena cosa que vívidas imágenes de huesos quebrados en su cuerpo no molestaran


a Mustang tanto como lo hacían agujas o eso hubiera sido demasiada información.

—¿Voy a sonar en los detectores de metal en el aeropuerto ahora?

Metiendo su pluma en el bolsillo, el médico se rió.

—No. El nuevo metal que utilizamos no hace sonar los detectores de metales.

El cerebro mareado de Mustang se tomó un breve momento para considerar por qué
los delincuentes no obtenían armas hechas de este nuevo metal así no hacían saltar a los
detectores. Él luchó por enfocarse de nuevo en lo que era realmente importante.

—¿Cuándo cree que voy a ser capaz de utilizar el brazo de nuevo?

Reemplazó la tabla al pie de la cama.

—Eso depende de lo que estamos hablando. Siempre y cuando tengas cuidado, no


veo por qué mañana no se podrías hacer casi todo lo que estás acostumbrado a hacer, sólo
con el cabestrillo puesto. Puedes conducir y ducharte tanto como mantengas el vendaje de
que se moje.

—¿Y cuándo puedo montar de nuevo?

El médico sacudiendo la cabeza tenía tanto a las esperanzas de Mustang y a su


intestino hundiéndose.

—Voy a ser capaz de montar de nuevo, ¿verdad?

—Lo harás, sí. Mustang, no eres el primer vaquero profesional que he remendado.
Esto es Texas, ya sabes. Te lo estoy diciendo ahora mismo, vuelves a un toro antes de estar
listo y no puedo garantizar que no terminara tu carrera.

Mustang tomó un segundo para respirar y resolverse para eso.

—Está bien.

El médico levantó una ceja.


—¿Eso significa que seguirás mi consejo o simplemente que vas a hacer lo que
quieres de todos modos?

—Significa que no estoy listo para retirarme. —Incluso si eso significaba tener que
tragarse su orgullo por los próximos cuatro meses. —Voy a hacer lo que se necesita para
volver a competir al cien por ciento saludable, doc. Lo prometo.

—Es bueno oírlo. —Se volvió hacia la enfermera. —Vamos a encontrarle algo de
comer y ver si no podemos sacarlo de aquí esta tarde.

Mustang suspiró. ¿No importaba eso? La única vez que él habría preferido
permanecer en el hospital por un tiempo a que lo enviaran a casa. Parecía que su suerte no
había mejorado mucho.

Aunque la operación había salido bien y su brazo sanaría. No había manera de que
Mustang pudiera quejarse de eso.

—Abue. Creo que voy a pasar por lo de Jackson. Ya sabes, para recoger los platos
en que traje las empanadas y se me olvidó traer de vuelta.

—No, no tiene que hacer eso, mija. Myra dijo que los dejaría en la semana. Ella no
podía hacerlo hoy. Michael tenía su operación hoy.

Como si eso no hubiera sido la única cosa en su mente todo el día.

—Sí, lo sé. ¿Has oído hablar de ella desde entonces?

La abuela de Sage negó con la cabeza.

—No, mija.

—Oh. Me preguntaba cómo fue. Tal vez debería llamar y ver si ella me necesita
para recoger cualquier cosa para ella en la tienda. Quiero decir, si ella está en casa cuidando
de Mustang, puede no querer salir.

Sage levanto vista y vio una expresión divertida en el rostro de su abuela.

—¿Qué?
—Nada. He cambiado de opinión. ¿Por qué no vas a conseguir esos platos ahora, de
esa manera puedes preguntar en persona si necesita algo? Tal vez voy a hacer más
empanadas y tratar de poner un poco de peso en ese chico. Asegúrate de decirle que espero
verlo aquí al menos una vez antes de que se vaya de la ciudad de nuevo.

Antes de que se vaya. Eso fue un recordatorio muy real para Sage. Él puede estar
aquí ahora, pero aun así se iría de nuevo.

—Está bien, Abue. Voy a correr, ya sabes, para conseguir los platos. Sólo voy a
quitarme mi ropa de trabajo primero.

Su abuela sonrió.

—Buena idea. Ponte ese bonito vestido azul tuyo.

—¿No crees que es demasiado? —Ella lo había llevado a su ceremonia de


graduación y la fiesta después.

—No, mija. Pienso que es perfecto.

—Está bien.—Asintió Sage, y con el pulso acelerado, fue a cambiarse de ropa.


Capítulo 6
Traducido por Flor

—¿
Corregido por Cat J. B

Quieres algo más? ¿Helado, tal vez?

Los recuerdos de cuando le quitaron las


amígdalas hacía años y su madre le había dado todo el
helado que él quería, le hicieron sonreír.

—No gracias, ma. Estoy bien.

—Voy a empezar a hacer la cena entonces. Tú descansa.

Aparentemente su madre iba a alimentarlo hasta que o bien su brazo se curara o él


se pusiera tan gordo que no pudiera montar toros nunca más.

—Sí, señora.

La recuperación en el sofá de su mamá no había sido hasta ahora tan mala como
Mustang había previsto. Por otro lado, no hacía más de unas horas que había sido soltado
del hospital y su padre no había llegado a casa del trabajo todavía. Le echó un vistazo a su
reloj. Aún tenía otra hora o así de paz y tranquilidad. Intentaría tomar ventaja de eso.

Él apenas había cerrado los ojos para una pequeña siesta de media tarde cuando
hubo un suave toque en la puerta de atrás seguida de una voz que Mustang reconoció al
instante saludando a su madre.

—¿Puedo traerte algo de beber, querida?

—No, gracias, Sra. Jackson.

—Déjame saber si cambias de idea. Michael está dentro.

—Gracias señora.

Sonriendo, esperó a que ella diese la vuelta a la esquina desde la cocina y cuando lo
hizo, su sonrisa se ensanchó.
—Hey mira quién está allí, Cosita. —Maldición, ella se veía estupenda con ese
vestido azul.

Mustang estaba arrastrando su trasero después de la cirugía, pero ahora que ella
estaba en la habitación se sentía completamente despierto.

—¿Cómo te sientes? —Ella mantuvo la voz baja, supuso que en consideración a su


recuperación.

—Estoy bien. —Incluso mejor ahora que ella estaba allí.

—¿No has tenido que ponerte puntos? —Sentada en el borde de la silla que estaba
al lado del sofá, ella posó sus ojos en su brazo vendado en el cabestrillo.

—Nop. La placa de metal o cualquier clase de cosa de la era espacial que me hayan
puesto ha hecho el trabajo de los puntos. Solo necesito unos vendajes de compresión y
cabestrillo en los siguientes meses o algo así para sujetarlo. —Con suerte ella continuaría
visitándolo regularmente y haciéndole aquellos meses más soportables—. Aunque tengo
que regresar en una semana y retirar las grapas de la incisión.

Ella se encogió. Aparentemente ella se sentía del mismo modo sobre las grapas a
como él se sentía respecto a las agujas.

—Ya sabes, si necesitas un aventón a algún un sitio mientras estés aquí, solo tienes
que llamarme. Estaré feliz de llevarte a dónde quiera que necesites.

Él apartó sus ojos del lugar donde se veía el escote de su vestido, justo donde podía
ver el borde de encaje de su sujetador.

—Creo que debería aceptar tu oferta.

Seguro que el médico había dicho que él podía conducir por sí mismo, pero tener a
Sage llevándolo sería bonito, especialmente si ella estaba usando aquella pequeña pieza que
vestía ahora.

—Okay. Genial. Te daré mi número de teléfono. —Agarró el bolígrafo de encima


de la mesa donde su madre lo había dejado después de que ellos hiciesen el crucigrama
juntos y miró alrededor buscando algo para escribir.

Mustang buscó en el bolsillo de sus jeans y sacó un ticket de la gasolinera donde


había llenado el depósito, en la autopista entre Trenton y Magnolia. ¿Hacia tan solo unos
días desde que había dejado el circuito y se había dirigido a casa? Parecía que había sido
hacía un millón de años, aunque pasar algo de tiempo con su padre siempre le hacía sentirse
así.
Él le alcanzó el pequeño trozo de papel y ella anotó su número y se lo devolvió
luego. Quizás tener un teléfono móvil no había sido tan mala idea después de todo. Él
podría grabar su número en la agenda, si solo tuviese una idea de cómo hacerlo.

—Gracias Cosita.

Sus ojos se estrecharon.

—¿Vas a dejar de llamarme así alguna vez?

—Nop. —Él sonrió. Si ella supiese que había protagonizado sus ensoñaciones
inducidas por analgésicos desde que habían comido juntos.

—Hmm. Tal vez podría volver a llamarte otra vez Michael entonces.

Mustang se rió.

—Cielo, tú puedes llamarme como quieras.

Esa oferta había sonado un poco más coqueta de lo que debería considerando la
decisión que había tomado sobre mantener a Sage fuera de los límites mientras estuviese en
casa. Sin embargo, ¿qué daño podría hacer un poco de inocente flirteo?

Una oscura ceja se alzó.

—Recordaré eso.

—Espero que lo hagas. —Maldición, ella podía pasar de la inocente a la zorra en un


instante. Le gustaba eso.

Mustang se preguntó por un breve momento cómo le llamaría ella, qué palabras de
cariño usaría si estuviese en la cama con él.

Su conciencia le aguijoneó. Sage estaba fuera de los límites.

—Encontré el video en internet de cuando te rompiste el brazo. —Afortunadamente,


ella había cambiado de tema a un territorio seguro. Tocó su brazo bueno ligeramente—. Lo
siento. Sé que estás fuera de la competición hasta el otoño.

—¿Cómo sabes eso? —Él ni siquiera les había contado a sus padres exactamente
hasta cuándo estaría fuera dela competición, por razones evidentes. Si necesitaba hacer una
escapada de la tortura paterna o de su vida con un guarda de prisión, él solamente tenía que
pretender que regresaba a inscribirse al circuito.

Ella se sonrojó y bajó sus ojos.

—Lo leí en el informe online de jinetes de toro lesionados.


Él frunció el ceño.

—¿Hay un informe de lesionados?

—Oh sí. En internet. —Asintió.

Un día él podría estar más dispuesto a rendirse y finalmente aprender algo de


ordenadores, e incluso de hecho a tener uno. Pero lo que era más sorprendente que su
herida fuera retransmitida por toda la web, era Sage. De hecho, ella se había tomado el
tiempo de buscarlo en internet.

Sage estaba interesada y Mustang encontraba este hecho muy interesante. Ella
estaba sentada tan cerca que él podía ver sus oscuros ojos, heredados de su abuela
mejicana. Y después estaban aquellos labios, perfectamente moldeados para ser besados.
Por no mencionar esas caderas que él adoraría aferrar firmemente mientras los llevaba a
ambos en una cabalgada salvaje.

Sacudió ese pensamiento lejos.

—Bien, mientras esté aquí, cualquiera que sea ese tiempo, sería agradable ponernos
al día otra vez. Tú y Abue son buena gente. La clase de gente que echaba de menos cuando
estaba fuera.

—¿Y a Rosemay también? —le dijo ella y lo miró más de cerca, casi como si
estuviese esperando por su reacción—. ¿La echabas de menos?

Él no había pensado exactamente en Rosemary cuando había hablado de la buena


gente de Magnolia.

—Seguro. Ella también.

Rosemary siempre había tratado a Sage como a una molesta hermanita pequeña,
cuando no estaba ignorándola completamente. Él supuso que se sintió culpable por
ignorarla también alguna vez cerca del final. Justo antes de la graduación del Instituto
cuando Sage estaba constantemente colgando alrededor de ellos y todo lo que él quería era
conseguir la oportunidad de meter su mano en los pantalones cortos de Rosemary. Él
finalmente había conseguido meter mucho más que su mano allí.

Mustang levantó su brazo bueno y rozó con su dedo un lado de la cara de Sage,
repentinamente ensombrecida.

—Tú sí que has crecido. Yendo a la escuela y trabajando como profesora. Rosemary
no tiene nada que ver contigo.

Ella finalmente encontró su mirada.


—Hay una o dos cosas que no tengo y ella tiene.

—¿Estás hablando de un marido y un hijo? —Él se había enterado de cómo


Rosemry se había casado con Bob durante la cena. No es que Sage hubiese venido y le
hubiese contado que su hermana había atrapado a su marido quedándose embarazada, pero
Mustang había sabido leer entre líneas por el tono y la expresión de Sage—. No me
apuraría tanto para eso si fuese tú. Tienes aún un montón de cosas que hacer en la vida
antes que todo eso.

Sage lo estudió más de cerca por un momento.

—Tienes razón. Tengo mucha vida por vivir.

Luego ella se inclinó....

En el momento en que sus labios se acercaron a los suyos, todo su cuerpo se tensó,
preparado para saltar. Cuando su boca se presionó con la suya, si no hubiese estado en la
sala de estar de sus padres, con su madre justo de pie en la habitación de al lado, él tendría a
Sage en el sofá debajo de él antes de que ella pudiese decir Vaya, Mustang.Maldito
cabestrillo.

Se suponía que no debía estar besando a Sage. Había hecho un trato consigo mismo
para mantenerse alejado de ella mientras estuviese en casa. Quizá si hubiese tenido alguna
pista de lo que pensaba hacer podría haber sido capaz de detenerla.

Sí ya. ¿A quién quería engañar?

Así era, incluso con su madre justo al lado en la cocina, Mustang no podía
detenerse, ni dejar de enrollar su mano en el pelo de Sage y pegar su boca más cerca de la
de suya. Él no se lo pensó dos veces mientras ladeaba su cabeza y metía su lengua en la
boca de ella. Estuvo a punto de correrse en sus pantalones cuando ella gimió
suavemente mientras su lengua encontraba la de él.

Y de pronto todo terminó. Ella le empujó lejos y cuando él pudo volver a


concentrarse de nuevo, oyó los pasos de su padre en las escaleras de fuera.

Su madre apareció en la puerta de la cocina.

—¿Quieres quedarte y comer con nosotros Sage? Nada tan bueno como a lo que
estás acostumbrada después de la cocina de María, si no te importa.

Con la interrupción el momento se fue, pero la excitación aún permanecía en él.

—Quédate —le susurró, respirando todavía más fuerte de lo normal.


La mirada de Sage encontró la suya. Él vio allí una necesidad que igualaba la
suya. Parecía que iban a quedarse así para siempre antes de que sus ojos finalmente se
separaran y ella respondiese a su madre.

—Gracias Sra. Jackson. Me encantaría.

La puerta delantera se abrió y su padre entró, su mirada centrada en Mustang.

—Hmmm. Veo que estás bien.

Tan agradable como siempre.

—Sí, señor. Lo estoy.

—Myra, ¿cuándo estará la cena?

Aparentemente eso era todo loque en lo concerniente a Mustang iba a obtener del
hombre, lo que en realidad para él estaba bien. Sage estaba allí y esa era distracción
suficiente para hacerle olvidar incluso a su padre.

—Como en una hora.

—Voy a cortar el césped rápido. Avísame cuando la comida esté lista. —Su padre le
lanzó una mirada, como si Mustang hubiese sido demasiado vago para cortar el césped
cuando llegó a casa después de la cirugía. Puede que otra vez Mustang estuviese
reaccionando exageradamente. Él podría haber tenido un chip en su hombro para el resto de
su vida, su padre podría haberle traído una docena de rosas amarillas en la sala de
recuperación y él aún continuaría dudando de la sinceridad del hombre.

Él suspiró y sintió que Sage le tocaba el brazo suavemente.

—Mi abuela dijo que te dijera que cuando estuvieras mejor fueses a visitarla. Si me
dices cuando te encuentres suficientemente bien para salir, vendré y te recogeré cuando
salga del trabajo. El día que tú quieras.

Mustang sonrió.

—¿Qué tal mañana?

Ella enarcó una ceja con sorpresa.

—¿De verdad? ¿Tan pronto? ¿Te sentirás losuficientemente bien para hacerlo?

Él oyó la cortadora de césped arrancar. Un sonido enfadado, como si pudiese ser un


reflejo de la propia opinión tendenciosa de Mustang. En cualquier caso, él no quería estar
por allí mañana por la noche cuando su padre regresara a casa.
Evitar el enfrentamiento no era la única razón que Mustang tenía para querer ir a la
casa Beckett al día siguiente. Miró a Sage, sus mejillas continuaban rosadas y sus ojos
brillaban con intensidad después de su beso.

Mustang asintió.

—Mañana es perfecto.
Capítulo 7
Traducido por Mlle. Janusa
Corregido por Cat J. B

N
o pasó mucho tiempo antes de que su padre sacara el tema del trabajo
esperándolo en la prisión. Todo el día.

En realidad, eso tomó más tiempo del que Mustang pensó que
tomaría. Él había asumido que el tema sería planteado inmediatamente después de que
consiguiera salir del hospital. La razón más probable de que no lo hubiera hecho era la
presencia de Sage. Luego, esa noche, Mustang había hecho un acto de desaparición, y se
había ido a casa de ella. Eso no detuvo a su padre de golpearlo con la pregunta en el
momento en que llegó a casa.

Él sabía que debería haberse quedado hasta más tarde, en lugar de irse justo después
del postre Grams de plátanos fritos y helado. La comida de la casa de Sage había sido tan
tentadora como su único beso. Incluso si él no obtuviera la oportunidad de repetirlo, el
calor de su memoria era casi bastante para hacerlo olvidar la promesa de mierda que
finalmente había hecho sobre el trabajo.

Mustang había cedido a la presión de su padre y aceptó la única cosa que él nunca
pensó hacer. Después de ver al cirujano de nuevo a la semana siguiente y conseguir el visto
bueno, Mustang comenzaría a conmutar diariamente a la prisión de Huntsville.

Su brazo se sentía bien, al parecer, así que por supuesto, comenzaría con trabajo
ligero. ¿No sería eso divertido? Él y su padre. Conmutando juntos. Trabajando juntos.
Mustang resistía la urgencia de golpear su cabeza contra el muro ante la idea. En lugar de
eso, se miró a sí mismo en el espejo, sobre la cómoda de madera en la habitación de su
niñez.

—Tres meses —le dijo a su reflejo. Para entonces, él o bien habría hecho suficiente
dinero trabajando para cubrir los pagos en el tráiler hasta que pudiera regresar a la
competencia, o habría estrangulado a su padre en alguna carretera entre Magnolia y
Huntsville.

De cualquier manera, él estaría fuera de allí después de doce semanas. Mierda.


Calcular su tiempo en semanas todavía sonaba peor que hecho en meses, no importaba cuán
mucho él lo intentara.
Eso no importó. Podría hacerlo, lo haría. Un hombre podía resistir lo que fuera por
una limitada cantidad de tiempo. Él lo demostraba cada vez que montaba una tonelada de
bovino tronzado para el zumbador.

Pensamientos sobre montar de nuevo hicieron a Mustang suspirar. Extrañando la


vida en el camino con el circuito profesional, ojeó su celular en el vestidor. Supuso que
podría llamar a Slade, aunque eso únicamente lo haría extrañar más.

Llamar a Sage ahora estaba, probablemente, fuera de la cuestión también. Ellos se


habían visto el uno al otro solo menos de una hora antes.

¿Cuán lamentable era él? Debatiendo si llamar o no a una chica. Usualmente estaba
dentro y fuera, literalmente, pero Sage era diferente. Ella era una amiga, así como una chica
que lo hacía levantarse y tomar nota. Mientras su cabeza se peleaba con su polla, él no
estaba seguro de si eso era bueno o malo. ¿Podía una mujer ser ambos para un hombre?

Su cerebro estabamuy cansado de pensar ya esta noche, incluso aunque fuera


temprano. Tiempo para desnudarse y golpear el heno. ¿Qué más podía hacer? ¿Sentarse en
el sofá entre su madre y su padre y ver televisión como cuando era niño? Definitivamente
debería haberse quedado más tarde con Sage.

Demasiado tarde.

Sacando su cartera del bolsillo de sus jeans, Mustang la sacudió encima de la


cómoda. Patinó a través de la madera, yendo a descansar contra la base de la lámpara
cuando una carta blanca se escurrió del doblez. Frunció el ceño. ¿Qué tarjeta de
presentación tendría él en su cartera?

Mustang leyó el nombre y sonrió. El tipo fotógrafo de deportes. Se había olvidado


por completo de él. ¿Qué había dicho Chase sobre la paga del trabajo? Un par de cientos la
hora o algo así. Demonios, eso era mejor que ser torturado por su padre en la prisión. Pero
mierda, este chico estaba en Nueva Jersey.

Sabía que él debería haberse quedado en la Costa Este. Tal vez Mustang pudiera
contactarlo y preparar algunos lanzamientos en una semana o dos. Si el chico le prometía
ingresos garantizados, tal vez él no tendría que trabajar con su padre en absoluto. Podría
recuperarse durante unas pocas semanas, luego conducir de vuelta a Jersey.

Mustang cogió su teléfono, jurando nunca admitir también a Slade o Jenna cuán
dependiente se había vuelto en eso. Era bastante tarde en Nueva Jersey para que un negocio
estuviera abierto, pero él podía dejar un mensaje. El fotógrafo podía devolverle la llamada
en la mañana. Golpeó los números y escuchó el timbre.

Mustang saltó cuando una voz en vivo en lugar de una máquina lo saludó.
—Pequeño chico.

Él tropezó con su lengua por tener que hablar con una persona cuando estaba
esperando dejar un mensaje de voz.

—Hey, um, sí. Tengo aquí tu tarjeta. Sobre modelar deportes.

Modelar. ¿Quién habría pensado alguna vez que él haría eso de buena gana? Pero
demonios, era un hombre de aspecto decente, incluso con las variadas cicatrices. ¿Por qué
no hacer algo dinero de eso? Tiempos desesperados llamaban a medidas desesperadas.

—Grandioso. Cuéntame un poco sobre ti.

—Um. Está bien. Soy un jinete de toro. Um, solo alrededor de seis pies de altura.
Unas ciento setenta libras, pon o quita. Cabello marrón claro. Ojos azules.

—¿Cuál es tu edad?

—Veintiséis. —¿Era demasiado mayor para un modelo de deportes? Mustang no lo


sabía. De hecho, él no sabía una mierda sobre todo este acuerdo.

—Okay. Bueno. Dime, ¿tienes algún problema con la desnudez?

Mustang se detuvo en seco a través de su cuarto.

—¿Mía o de alguien más?

Quizá fueran a tener alguna mujer con poca ropa en una tanga colgando de él
mientras él vestía su traje. Eso sería genial.

El hombre rió.

—Tuya, pero me gusta como piensas.

—¿Qué? Espera, ¿estaré desnudo?

—Parcialmente. Nosotros hacemos desnudo artístico.

Lo que sea que eso significara.

Él había dicho parcialmente. Probablemente solo querían algunas fotos de él sin


camisa. Eso estaba bien. Sus músculos no eran enormes, pero él era apto.

Aunque tendría que averiguar cómo esconder la incisión de la operación.

—Esos está bien, supongo.


—Quisiera algo contigo, vestido en tu cosa jinete de toros también. ¿Tienes tu
propio par de chaparreras?

—Seguro.

Más de uno en realidad, gracias a un nuevo par que había ganado en una apuesta
contra Slade el año pasado.

—¿Y botas y un sombrero de vaquero?

—Sí.

¿Qué texano que se llame a sí mismo respetable no tendría sus propias botas y un
sombrero? Entonces, de nuevo, este chico era de Nueva Jersey, así que Mustang lo dejó
pasar.

—Genial. Trae todo contigo cuando vengas.

—Bien, verás, ese es el problema. Ya no estoy en Nueva Jersey. —Mustang se


apresuró a añadir—: Pero puedo volver allí si me das algo de tiempo.

—¿Dónde estás ahora?

—¿Texas?

—Eso está bien. Tengo un fotógrafo que trabaja conmigo fuera de aquí. ¿Puedes
venir a Houston?

—Demonios, sí. No hay problema.

Escuchó el sonido de papeles crujiendo.

—Perfecto, lo llamaré. Su nombre es Joe. Déjame tu nombre y número.

—Es Mustang Jackson.

El hombre rió.

—Mustang, ¿huh? Perfecto. Me encanta. ¿Él debería llamarte a este número o a uno
diferente?

Los ánimos de Mustang se elevaron. Esto podría funcionar. Este loco plan podría
salvar su cordura y salvarlo de tener que trabajar con su padre.

—Este número está bien. Uh, ¿puedo preguntarte cuál es la paga?

—Ciento cincuenta la hora, paga fija y tendrás que firmar una liberación completa,
¿tienes algún problema con eso?
—No, eso está bien.

Había firmado liberaciones todo el tiempo diciendo que él no demandaría a la arena


si se hería montando. Eso era bastante estándar. Aunque cómo se podría lastimar
modelando, no lo sabía.

—De acuerdo, estamos listos, entonces.

Sí, lo estaban y él no podría estar más contento. Después de decir adiós y


desconectarse con el chico, Mustang echó un vistazo hacia abajo al teléfono en su mano y
no pudo resistir compartir su felicidad. Encontró el número de celular de Sage fácilmente,
en su muy corta lista de contactos y llamó, esperando por su dulce “¿Hola?”.

Mustang sonrió solo por escuchar el sonido de su voz.

—Hey, Cosita.

—Mustang. Hola. —Él podía escuchar su sonrisa.

—Adivina qué.

—¿Qué?

—Conseguí un empleo modelando. —Preferiría morir que admitir lo que estaba


haciendo a alguno de los chicos o sus padres, pero por alguna razón contarle a Sage se
sentía bien.

—¿Modelando? —Su voz se convirtió en un chillido.

Él rió, realmente rió. Desde lo profundo de su vientre.

—Sí y no suenes tan consternada. Soy un chico bien parecido. ¿No lo soy?

—Claro, y modesto también. —Ella se rió.

—En serio, el fotógrafo nunca me había visto, así que tuve que enviarle un embalaje
antes, él incluso me tomó una fotografía. Además, es para un sitio web de deportes, no GQ
Magazine o cualquier cosa lujosa como esa.

Mustang se extendió en su cama, relajándose. Se sintió bien no tener más la presión


del peso del cabestrillo alrededor de su cuello.

—No lo sé. Podrías estar en GQ si tú quisieras, creo. Te vi vestido para la fiesta de


graduación. —La voz de Sage se suavizó.

Mustang sostuvo el teléfono más cerca de su oído, así podía disfrutar cada matiz de
cada sonido.
—Sí, supongo que puedo asearme bastante bien.

—Mmm, hmm. Lo haces. Te recuerdo en tu esmoquin con tus botas negras de


vaquero.

Él rió de nuevo.

—Esas botas nuevas me costaron una fortuna y todo lo que tu hermana hizo fue
regañarme porque no usé zapatos reales. Ella quiso conseguirme esas estúpidas cosas
negras con cordones que tenían en el lugar donde rentaban esmóquines.

—Me gustaron tus botas. Lucías perfecto.

La respiración de Mustang quedó atrapada en su garganta ante la sinceridad con la


cual ella había entregado ese increíblemente conmovedor cumplido.

—Gracias.

—De nada.

—Debería dejarte. Probablemente tienes cosas que hacer y estoy impidiéndotelo.

Aunque la última cosa que él quería hacer era colgar.

—No, no en realidad.

Él escuchó la mentira en su voz. Ella siempre había sido la peor mentirosa.

—¿Sin tarea? ¿Segura?

—Bueno, tal vez un poco.

—Ya me lo imaginaba.

Él todavía no tenía las palabras de despedida.

—¿Mustang?

—¿Sí?

Su voz sonó ronca a sus propios oídos y él se aclaró la garganta.

—En serio me gustó nuestro beso de la otra noche.

Su pulso se aceleró.

—A mí también.
Otra declaración como esa que saliera de ella y él estaría allí entrando a hurtadillas a
su habitación por la ventana en un latido.

—¿Quieres venir de nuevo para cenar en algún momento de esta semana? ¿Tal vez
mañana o la próxima noche?

—Sí.

Mañana y la noche siguiente y cada noche después de eso… hasta que él se fuera.
El pensamiento de irse y no ser capaz de ver a Sage retorció sus intestinos. Tragó duro.

Estaba sumergido en mierda.


Capítulo 8
Traducido por Kenia20
Corregido por Cat J. B

—G
enial. ¿Puedes abrirte la camisa? —dijo Joe sin bajar la
cámara, pero Mustang estaba acostumbrando a eso después de
las decenas de disparos que el chico ya había tomado.

—Claro. —Mustang utilizó su mano derecha para desabrochar la camisa, fingiendo


que su brazo izquierdo estaba bien.

Se había quitado las vendas, cubrió la incisión con cinta quirúrgica clara y no
llevaba puesto el cabestrillo para la sesión de fotos con la esperanza de que el fotógrafo no
se diera cuenta.

Incluso si le hicieran quitarse su camisa totalmente y decidieran que no podían


utilizarlo debido a la cicatriz, ya estaban demasiado lejos. Todavía conseguiría la paga de
una hora. Bien, valdría la pena el viaje a Houston.

Logrando unas cuantas poses, todavía se sentía un poco incómodo. Estaba


acostumbrado a ser fotografiado, pero en los eventos deportivos. Allí se tomaron
fotografías de acción. Nada de esto posando y la mierda de "gire ligeramente hacia la
izquierda y mire al suelo a su derecha".

—Perfecto. —Joe bajó la cámara y jugueteó con algo en ella—. Vamos a tomar
unas pocas sin los pantalones vaqueros.

Mustang giró la cabeza.

—¿Disculpa?

—Solo las chaparreras, sin los vaqueros.

—¿Quieres decir que me quieres en ropa interior con mis chaparreras? —¿Qué ropa
interior llevaba puesta, de todos modos? Esperaba que no fuera el par rasgado. ¿Y por qué
diablos el chico quería una foto de eso? Eso no era atractivo.

Joe se echó a reír.

—No, Mustang. Sin ropa interior. Solo las chaparreras.

—¿Quieres decir... con mi asunto colgando? —Frunció el ceño.


El fotógrafo sonrió.

—Tu asunto. No he oído llamarlo así antes, pero sí, eso es lo que queremos.

¿La gente, en un sitio web deportivo, quería ver eso?

—De nuevo, ¿dónde van estas fotos?

—El sitio no está abierto todavía. ¿Guy no te ha dado la dirección web?

—Sí. Está en su tarjeta de negocios.

—Él dijo que habría desnudos, ¿verdad?

—Sí. —Guy había dicho desnudez artística. ¿Qué demonios había de artístico en su
polla? Joe esperó expectante hasta que Mustang continuó—. No estoy seguro de por qué
alguien querría verme desnudo, es todo.

Especialmente en un sitio dedicado a los deportes.

—Te sorprenderías. Créeme. —Joe negó con la cabeza.

Mustang realmente necesitaba obtener una computadora y aprender a usarla, sobre


todo si su polla iba a estar allí en público.

—¿Cuántas horas más crees que vamos a estar filmando?

—Por lo menos una hora.

Trescientos dólares como mínimo. Solo por algunas fotos. No podía dejar pasar eso.
Mustang suspiró y empezó a desabrochar su pantalón. Luego tuvo un pensamiento y bajó el
sombrero sobre sus ojos.

—¿Crees que tal vez podríamos poner un nombre falso allá arriba, en el sitio web?
¿Así nadie sabe quién soy yo?

—¿Quieres decir que Mustang es tu verdadero nombre? —El asombro se mostró


claramente en el rostro de Joe.

—Sí, bueno, quiero decir que es el nombre que uso en el rodeo y todo el mundo me
conoce por ese nombre. Así que tal vez no debería estar haciendo esto con el mismo.

—No te preocupes. Van a buscar algo bueno para ti.

—Está bien. —Sintiéndose mejor acerca de eso, al menos, Mustang comenzó a


desabrochar las correas de sus chaparreras, mientras que Joe miraba. Eso fue lo
suficientemente espeluznante, pero ni la mitad de malo como cuando empujó sus
pantalones y luego la ropa interior hasta los tobillos. Mustang de repente tuvo el impulso de
cubrirse con las dos manos y correr desnudo por las colinas.

Dobló sus chaparreras de nuevo tan rápido como pudo, feliz por algún tipo de
cobertura, a pesar de que las malditas cosas no tapaban ninguna de las cosas importantes.
Ni atrás ni en la parte delantera.

—Saca totalmente la camisa también. Te está cubriendo.

Mierda. Desgraciadamente, Mustang hizo lo que le dijo. Ya no le importaba un


comino si el fotógrafo veía su incisión o no. En ese momento él estaba más preocupado por
el hecho de que el hombre estuviera haciendo un zoom tan grande y largo de la lente, en su
polla.

Cuando pensaba que las cosas no podían ir peor, Joe dijo:

—Eso está muy bien. Para esta próxima ronda de disparos, ¿puedes ponerte duro?
Hay un poco de aceite de bebé sobre la mesa, si lo necesitas.

Mierda. ¿En qué demonios se había metido?

Mustang condujo a casa con trescientos dólares en efectivo en su bolsillo y sacudió las
manos. Apenas podía concentrarse en mantener el remolque en la carretera mientras
discutía consigo mismo. De modo que había estado más o menos desnudo en una
habitación con un hombre extraño. Gran cosa. El tipo no lo había tocado ni nada. Los
hombres estaban desnudos juntos en los vestuarios todo el tiempo.

Aunque era una mierda espeluznante tener a Joe estudiándolo a través de la lente de
la cámara y, que Dios lo ayudara, dirigiéndolo sobre qué hacer con él mismo.

Mierda. Se sentía... violado. A su juicio, se sentiría diferente si el fotógrafo hubiera


sido una mujer. Si una mujer caliente con una cámara se hubiera centrado en él, diciéndole
que frotara su pene y lo pusiera duro para ella, sí, que habría sido muy diferente.

Suspiró. Trescientos eran solo una gota en el océano de lo que necesitaba para
cubrir sus gastos durante los próximos meses. Sus sueños de una larga y muy bien pagada
carrera como modelo fueron fusilados después de hoy. Si esto era el modelaje, podrían
guardárselo. Ciento cincuenta por hora no valían la pena.
Ahora tendría que trabajar con su padre y vivir con los recuerdos de pie en nada más
que chaparreras mientras se acariciaba su semi erección delante de un hombre. No era de
extrañar que no hubiera sido capaz de ponerse totalmente duro. No estaba con hombres.
Añádele a eso, que el aire acondicionado giraba bajo cero así que la habitación estaba fría.
¿Quién diablos podría haberse puesto duro en esas condiciones? Fue un milagro que
hubiera sido capaz de conseguir, aunque sea estar parcialmente duro.

Genial, desnudo y casi impotente para que todo el mundo lo viera, todo por unos
míseros trescientos dólares.

La multa impuesta a un jinete por impugnar la decisión de los jueces en la


competencia era más que eso.

Un escalofrío le recorrió la espalda al recordar todo. Necesitaba un trago, o mejor


aún, hundirse a sí mismo en una mujer agradable, suave. Sage pasó por su cabeza y
rápidamente descartó la idea.

Mustang pasó el desvío de la casa de Sage y lo miró con nostalgia. Infiernos, Sage
era una buena amiga y él realmente necesitaba hablar. Tocó el freno con el pie y consideró
hacer pivotar el remolque en un giro en U.

Ella probablemente estaría sentada en la pequeña mesa vieja en la esquina de la


cocina. La que se usaba cuando no tenían compañía. Probablemente tendría sus piernas
cruzadas y sus pies escondidos bajo ellas como una niña pequeña. Esa había sido su
posición favorita para comer cuando eran más jóvenes. Cuando habían comido juntos
durante esta semana se había dado cuenta de que ella todavía lo hacía.

¿Qué habría puesto sobre la mesa la abuela para la cena? Algo ligero, ya que hacía
calor hoy. Pico de gallo quizás, hecho con pepino fresco y melón y empapado en jugo de
cítricos frescos y ají picante.

Su boca comenzó a volverse agua y alejó de su mente esos pensamientos de la


cocina de la abuela y pisó el acelerador. No podía pensar en comida sin que su estómago
protestara desde que se había saltado la comida antes de irse para las fotos. No quería
pensar en la sesión fotográfica tampoco.

Su mente viajó de regreso a Sage, el único tema con el que pensaba que estaría a
salvo, hasta que la fantasía de ella allí en la sesión de fotos ayudándole a conseguir ponerse
duro surgió con fuerza en su mente.

Maldita sea. Definitivamente no podría ir a llamar a su puerta ahora. Tenía que


llegar a casa y tomar una ducha. Eliminar el aceite que Joe le había dado, extendido por
todo el cuerpo para esas fotos, y los recuerdos que iban junto con él.
Mustang tomó el siguiente giro en la calle de sus padres cuando su teléfono celular
sonó. Sabía instintivamente quién era antes de mirar el identificador de llamadas.

—Hey, Cosita.

—¿Cómo fue la sesión fotográfica?

Suspiró. Ella era la única en el mundo que sabía de la sesión de fotos, excepto por el
fotógrafo. Podía decirle que había ido muy bien y nunca hablar de ello de nuevo.
Demonios, podría decirle que no sucedió en absoluto, que el chico canceló, y que sería
demasiado. Pero si Mustang iba a purgar esta sensación horrible e incómoda hablando de
ello con alguien, sería con ella.

—Bueno, no tan bien.

—Oh, no. ¿Qué pasó?

¿Cuándo en el infierno su vida se había jodido tanto? Echó un vistazo al cabestrillo


en el asiento de al lado, el que tendría que deslizarse antes de que su madre se diera cuenta
de que se lo había quitado. Sí, cuando había conseguido ese cabestrillo fue cuando su vida
se había ido en picada hacia el suelo, pero él no lo necesitaría para siempre. Si una cosa era
cierta era que Mustang Jackson aterrizaría en sus pies. Eventualmente.

Sage le diría que estaba bien. Que los desnudos artísticos estaban perfectamente
bien. Entonces se sentiría mejor.

Tragó saliva y se lanzó en su historia.

—Bueno, comenzó un poco raro porque yo no estoy acostumbrado a ese tipo de


cosas, pero luego las cosas se pusieron más extrañas…
Capítulo 9
Traducido por Florff3
Corregido por Auro Kyle

E
l primer día como guardia de prisiones con su viejo había sido tan malo
como esperaba que fuese. La presentación constante de su padre a todo el
mundo cada vez que se encontraban durante su gran tour de la instalación
fue un plus añadido que Mustang no había anticipado.

—Aquí está el tonto de mi hijo, Michael. Se rompió un brazo montando un toro,


pero ahora él está preparado para enfrentarse al trabajo de un hombre de verdad.

Pese a este menos que glorioso principio para su carrera temporal como guardia de
prisiones, Mustang regresó a por más castigo. El segundo día trabajando en la prisión de
Huntsville con su padre no fue mucho mejor de lo que había sido el día uno. De hecho, fue
infinitamente peor.

Mustang fue pillado durmiendo delante de las pantallas de video. En su defensa, la


tarea era la más aburrida sobre la faz de la tierra. Incluso todo el café que había bebido no
había ayudado a mantenerle estimulado mientras estaba sentado en aquella minúscula
habitación sin ventanas mirando fijamente a un montón de pantallas. Mustang
prácticamente sintió sus músculos atrofiándose por la inactividad, pero su padre insistió que
él no podía desempeñar ningún otro deber en la prisión con el brazo en cabestrillo.

El camino a casa había estado lleno con la enfadada conferencia de su padre sobre
cómo Mustang lo había avergonzado, siguiendo con el inevitable, —Es difícil para mí creer
que tú realmente seas mi hijo. —Después añadió el argumento verdaderamente
contundente, —Gracias a Dios tu abuelo está muerto y no puede ver tu actuación de hoy.

Gracias a Dios que tu abuelo está muerto. Si. Realmente encantador.

Después hubo un tratamiento de silencio enfadado por el resto del camino, lo que en
verdad Mustang prefería.

Su madre no había necesitado más que una mirada a sus caras cuando atravesaron la
puerta para saber su humor. Ella no preguntó cómo había ido el trabajo. En su lugar,
anunció —La cena estará en media hora.

—Gracias Ma. Voy a la ducha.


Ella asintió y desapareció en la cocina, probablemente tan ansiosa de escapar del
relato del día de su padre como Mustang lo estaba.

Los tiesos pantalones azules de poliéster del uniforme de Mustang chasqueaban


mientras se arrastraba hasta su dormitorio. No había trabajado ni una semana completa
todavía. ¿Qué más se encontraría?

Él sacó su cartera y su teléfono del bolsillo y los arrojó sobre la cómoda. Cruzó la
pequeña habitación y se desplomó hacia atrás en la cama después de aquel día infernal.
Ni siquiera había pasado una semana, y aún quedaban tres meses más. Quizás debería
desglosarlo en días y marcarlos en una pared cercana a su cama como hacían los
prisioneros. Eso parecía apropiado.

Necesitaba un trago. Necesitaba echar un sueñecito. Necesitaba una mujer. Pero lo


que más necesitaba era alejarse de su padre.

El teléfono móvil sonó. Solamente tres personas tenían ese número. Slade, con el
que había hablado justo ayer, Jenna y Sage. Oh, espera. Había alguien más ahora. Guy y
Joe, los discutibles fotógrafos. Hmm, él sólo tenía el maldito teléfono hacia menos de una
semana y ya tenía llena su agenda.

Arrastrándose fuera de la cama, agarró el teléfono y miró el número. Lo abrió con


una sonrisa. —Sage.

—Hey. Quería ver qué tal te había ido la primera semana de trabajo.

Él gimió. —¿Está tu abuela a una distancia suficiente para oír?

—No. Estoy sola en mi habitación.

Mustang se entretuvo con una rápida fantasía de Sage, tumbada sobre su barriga
vistiendo nada más que una camiseta y un pequeño par de braguitas de esas que se ajustan a
las nalgas, elevándose en el aire mientras ella hablaba.

—Bien. Si ella no puede oír entonces estoy a salvo para decirte que mi jodido
trabajo apesta. —Su vida entera apestaba en ese momento.

—Oh no. Lo siento. ¿Qué sucedió?

—Bien déjame ver... Empezó cuando mi padre me presentó con mi propio uniforme
y de ahí fue todo cuesta abajo. —Se dejó caer sobre su propia cama, pegándose el teléfono
a la oreja. Se quedó mirando fijamente el celular y se dió cuenta de que la última cosa que
quería hacer era contar su día. —¿Podemos cambiar de tema? Estoy empezando a
deprimirme. ¿Qué has hecho hoy?
—Hmm. He pasado pañuelos por algunas narices llenas de mocos, limpiado un
derramamiento masivo de pegamento y oh si, hice una lectura dramática de Thomas el tren.

Mustang se rió. —¿Tienen algún puesto vacante allí pronto? Eso suena mucho
mejor que mi día.

Ella se rió. —Veré que puedo hacer, pero mientras tanto, ¿qué te parece un picnic
abajo junto al lago?

—¿Esta noche?

—Sip. Está precioso ahí fuera.

Él no se había dado cuenta de esto con todo el asunto de tener que protegerse del
infierno y eso. —Seguro. Sólo déjame darme una ducha y cambiarme. Nos encontraremos
allí.

—Suena bien. Te veré allí.

Mustang le dijo a su madre que iba a salir y afortunadamente, una vez que oyó que
era con Sage, no parecía que le importase que se estuviese saltando la cena. Después él se
duchó, con una bolsa de plástico cubriendo el vendaje y todo. Se iba a sentir muy feliz
cuando su brazo sanase, y por más de una razón.

Finalmente, cambiado con ropas normales y sintiéndose mejor, dirigió a sus pies
hacia el lago, que estaba a medio camino entre la casa de Sage y la suya. Estaba
probablemente a una milla de casa de ella, pero tomando el camino corto y atajando por los
jardines traseros, el camino que solía hacer cuando era un niño, sólo había unos pocos
minutos.

Llegó para encontrar que ella ya estaba allí. Estaba doblada sobre una cesta. Él
arrancó sus ojos de su trasero mientras ella se levantaba, una manta doblada agarrada de su
mano.

—Oye, estás aquí. —Él sonrió por la simple y pura alegría de verla. —Pareces de
mejor humor.

Él tomó la manta de su mano y la ayudó a extenderla sobre la hierba. —Sí lo estoy.

Sage balanceó la bolsa de picnic colocándola sobre una esquina de la manta y se


sentó sobre sus rodillas de cara a él. —¿De verdad? ¿Y por qué es eso?

Mustang se sentó también, estirando sus piernas delante de él. —Porque sé que tú y
Abue han empaquetado cosas buenas para mí en esa cesta.
¡Si ella supiese la verdad de por qué él estaba sonriendo! Trató de ponerse cómodo
sin apoyarse sobre su brazo malo. Y finalmente terminó por darse la vuelta sobre un lado y
sostener su cabeza en alto con su mano derecha. Desde esa posición, tenía los ojos al nivel
de los preciosos pechos de Sage.

Cada vez más las mujeres estaban agrandándoselos mediante implantes. Sin
embargo, Sage no lo había hecho. Sus pechos eran perfectos. Él se imaginó tomando un
pezón con su boca, y entonces tuvo que sacudir esa imagen de su cerebro.

—De modo que tu trabajo apesta, ¿eh? Lo siento.

—Así es. —Mustang se encogió de hombros. —Será un alivio cuando no tenga que
depender de ese hombre ni deberle un estúpido trabajo que de todas maneras nunca quise.

—Supongo que siempre puedes convertirte en un modelo a tiempo completo y dejar


la prisión —Ella se rió diabólicamente.

Él rodó sus ojos. —No gracias. No quiero hablar sobre la prisión o sobre un
estúpido trabajo de modelo. Cuéntame más de lo que has hecho hoy.

Ella gimió y cruzó sus piernas, metiendo su vestido entre ambas. —Umm, vamos a
ver. Después de la escuela fui a casa e hice mis tareas para mis clases de la Universidad.

Él sonrió por la pequeña arruga que apreció entre sus cejas cuando mencionó las
tareas. —Oh, eso suena como una tonelada de diversión. Eres una mujer salvaje.

—Tenía que conseguir hacerlas si quería hacer algo divertido contigo esta noche.
¿Ves? Tengo un plan.

Si, ella lo tenía, y él tenía otro. Su plan era salir de este pueblo tan pronto como
fuese posible. Desafortunadamente otras partes de su cuerpo se rebelaban y actualmente
estaban tramando cómo conseguir poner sus manos y su boca sobre Sage tan pronto como
fuese posible.
Sage era tan dulce, inocente y tentadora como el infierno, y no encajaba en sus planes. Una
noche con Sage le haría desear quedarse pegado alrededor. No quería querer eso. Él quería
volver a juntarse con Slade. La única razón que le detenía de regocijarse por el pensamiento
de hacer eso exactamente estaba sentada delante de él, luciendo completamente demasiado
tentadora.

Ella estaba mirándole con aquellos ojos suyos en los que un hombre podía perderse
y de repente algo le golpeó.

—¿A dónde se han ido tus gafas?


Sage sonrió. —Conseguí lentes de contacto mi primer año en el Instituto1.

Él ya había abandonado la ciudad por aquel entonces. Cuando fuese que había
sucedido, estaba contento de que hubiese pasado. —Siempre he pensado que era una pena
esconder unos ojos tan preciosos detrás de unas gafas.

—No lo hacías. —Ella refunfuñó. —Tú nunca me miraste lo suficientemente cerca


para ver mis ojos en aquel entonces.

Mustang frunció el ceño. —Eso no es verdad. Te lo juro. Yo siempre pensé que eras
una chica bonita, incluso cuando llevabas aquellos feos aparatos dentales con las bandas de
goma rosa y verde.

Ella se rió. —Gracias, supongo. Y aquellos eran los colores más de moda en
aparatos dentales de entonces, quiero que lo sepas.

Él consideró cuidadosamente cómo es que recordaba todos aquellos detalles desde


hace más de una década. Si su vida dependiese de ello, no podría recordar el color de los
ojos de la última mujer con la que había estado, aunque hubiese pasado la mayor parte de la
noche teniendo sexo con ella. E incluso cuando estuviese mirándola a la cara durante algo
de ese tiempo. Sin embargo, recordaba muchos detalles sobre Sage, y él probablemente lo
seguiría haciendo después de abandonar Magnolia de nuevo.

Él presionó una mano sobre su estómago encogido con el pensamiento de irse. Se


dió cuenta de que ella le estaba mirando y se lanzó a decir algo. —Tal vez podríamos
comer ahora.

—Seguro, podemos hacer eso. ¿Te sientes bien? ¿Sigues tomando pastillas desde la
operación? Ya sabes que pueden darte revoltura de estómago.

—Ya he terminado con los antibióticos y prácticamente ya estoy acabando con los
analgésicos también. Tomé uno la noche pasada cuando estaba dolorido y no podía dormir,
pero hoy no he tomado ninguno.

Afortunadamente la discusión sobre medicina le dió algo de tiempo para pensar


además de quererla y no poder tenerla, pero incluso eso no pudo frenarle de concentrarse
cien por cien en la forma de su trasero mientras ella se daba la vuelta alejándose de él y
abría la cesta de la comida.

Él se imaginó acurrucándose cerca detrás de ella. Deslizando sus manos por sus
caderas. Agarrándola cerca de él. Ella se giró y él se dió cuenta de ella le estaba mirando y
esperando expectante.

1
High school: Preparatoria.
—Um, lo siento. ¿Qué dijiste?

Ella sonrió. —Tú realmente debes haber tenido un duro día en el trabajo. Pareces a
un millón de millas de distancia. Te pregunté si querías algo de beber.

Dios, sí. Bourbon, honestamente. —¿Qué tienes?

—Agua o té dulce.

Él se rió. ¿Qué más podría una joven e inocente chica tener para ofrecer a modo de
bebida?

—Té dulce está bien. Gracias.

Ella se lo alcanzó. Él tuvo que sentarse para poder agarrarlo.

—Mi abuela hizo tu plato favorito.

—¿Empanadas?

Sage asintió. —Así es. Quiero que sepas que tuve que rogar para que las hiciese
para mí. Ahora ella está cocinando para ambos, normalmente yo sólo las consigo para mi
cumpleaños y algunas otras pocas veces durante el año. Pero tú vuelves a casa y ya las ha
hecho dos veces desde que llegaste.

Él se encogió de hombros, sonriendo. —¿Qué puedo decir? Tengo un don con las
damas. Soy simplemente encantador, supongo.

—Sí, lo eres. —La expresión de su cara se volvió seria. Ella se inclinó más cerca,
quitándole el té dulce de las manos y poniéndolo abajo sobre el suelo. Entonces su boca
estaba demasiado cerca para resistirse, así que no lo hizo.

Si fue ella o él el que cerró la distancia final que les separaba, no lo sabía ni le
importaba, pero se atraían el uno al otro como dos imanes.

Tan pronto como sus labios se tocaron, él se hundió en el éxtasis más absoluto. De
alguna forma él acabó sobre su espalda con ella encima. Sus piernas enredadas con las de
él, sus caderas presionando contra la cremallera de sus jeans. Él no se atrevía a moverse por
el riesgo de perder el contacto que se sentía tan bien.

Su lengua se deslizó dentro de su boca. Él ladeó su cabeza para poder hundirse en


ella más profundamente. Envolviendo sus brazos alrededor de ella, la presionó contra él, no
queriendo dejarla escapar.
Mustang la sintió moler sus genitales contra el muslo de él. Su respiración
haciéndose más rápida mientras ella se frotaba contra él. Él gimió, mientras se encendía
hasta no poder soportarlo.

Besándola como si su vida dependiese de ello, ella empezó a estremecerse en sus


brazos. Él rompió el beso y la empujó hacia atrás para ver su cara. Sus ojos cerrados y
apretados, la boca abierta, ella era suficiente para hacer perder el control a un hombre. Le
tomó cada jirón de control que tenía no lanzarse sobre ella, levantarle la falda y follarla
hasta que perdiese la conciencia. Nunca había visto a una mujer parecer una belleza tan
tentadora.

—¡Oh Dios, Sage! —Él tomó una larga inhalación temblorosa.

Eso la sacó del asunto y ella trató de deshacerse de él, pero él la mantuvo agarrada
cerca. Sus mejillas se pusieron sonrosadas, ella finalmente se encontró con su mirada. —Lo
siento.

—Estás loca. Esto es la cosa más caliente que alguna vez he experimentado. No lo
sientas.

Él agarró su cabeza con su mano derecha y besó la vergüenza de su cara.


Maldiciendo el cabestrillo, tuvo que contentarse con agarrarla con un solo brazo mientras
ella estaba tumbada bajo él. Estaba duro como una roca, no había manera de que ella no se
diese cuenta con él presionándose contra ella, pero él no se movió. Ella tampoco lo hizo
mientras miraba fijamente hacia abajo con aquellos ojos marrón chocolate. —¿Aún quieres
comer?

Mustang se rió y sacudió la cabeza con la imagen XXX que llenó su cabeza. Ella no
tenía ni idea de lo que él se estaba imaginando comer. Era buena cosa que ella quisiese
decir comida.

—Sí, seguro. Vamos a comer.

Era mejor que hicieran algo ara distraerlo porque el impulso de hacer el amor con
ella era demasiado abrumador. En lugar de hacer lo que él quería, él la dejó deshacerse de
él.
¿Qué iba a hacer los próximos meses si no podían ni siquiera comer juntos sin que él
quisiera hundirse en ella?

Ella dejó un plato de papel cargado con comida delante de él. —Tus favoritas.

—¿Cebollas y jalapeños?

—Por supuesto.
—¿Para ambos? Tus favoritas son pollo.

Ella se sonrojó. —¿Recuerdas eso?

—Por supuesto.

Con las mejillas sonrosadas aún, ella se rió. —Wow. Bien bueno, sí, para ambos.
Abue solo ha hecho de tu clase favorita.

—Porque soy demasiado encantador, ¿recuerdas?

Por la manera en que ella dejó caer sus ojos, ella estaba recordando. Él sonrió, feliz
de que a ambos les gustase el sabor de las cebollas por si había una repetición de aquel
beso. Su pulso se aceleró con el pensamiento.

Excitándose de nuevo sólo por un beso. Estaba reviviendo todos sus años de
Instituto de nuevo. Divertido por cómo aquello no le importaba ni un poco.

Una hora o así más tarde, de regreso a casa con los recuerdos de un malditamente
precioso beso de despedida desde el que aún estaba caliente, Mustang entró en su
habitación.
Vaciando sus bolsillos mientras podía deshacerse de sus vaqueros e ir a limpiar la
necesidad que estar cerca de Sage toda la noche le había creado, Mustang lanzó su teléfono
móvil justo cuando empezó a sonar. Echándole un vistazo a la pantalla, no reconoció el
número, pero eso no significaba mucho.

Era un código del área de Houston. Quizá Joe quería que él posase prácticamente
desnudo para un sitio deportivo otra vez. Tal vez esta vez él estaría en un equipo de futbol
porque le había mencionado que había jugado un poco en el Instituto. Otra semana de
trabajo como la pasada y él debería de saltar ante la oportunidad.

—Hola.

Una voz femenina le dió la bienvenida. —¿Mustang Jackson?

Uh oh. ¿Quién era esa y qué quería? Revisando las docenas de mujeres con las que
había pasado una noche mientras recorría este país, y también Canadá y México, para la
competición, Mustang recordó por qué no había tenido un celular antes. Pero ¿cómo
demonios cualquiera de ellas podía haber conseguido ese número? —Umm, ¿quién es?
—Mi nombre es Missy Love. Dirijo una compañía productora de video y estoy
contactando con usted por Joe Parisy, él me dió el número de un vaquero llamado Mustang
que es a quién necesito para un video que vamos a filmar este fin de semana.

Las cejas de Mustang se alzaron. —De verdad. ¿Y qué clase de video sería ese?

—¿Es usted Mustang?

¡Qué demonios! Él bien debería admitir eso al menos. —Sí, soy Mustang.

—Genial. Es un placer hablar contigo. Joe me habló muy bien de tu sesión de fotos.

—¿Lo hizo? Huh. Ok. Así que ¿qué clase de video sería ese? Si quieres filmarme en
acción, tengo que ser honesto. Acabo de salir de una cirugía en mi brazo y no puedo montar
justo ahora.

Ella se rió. —Yo estoy buscando acción, sí, pero no de esa clase. Mustang,
produzco videos para adultos.

—¿Quieres decir porno?

—No nos gusta usar ese término en esta industria. Da una impresión equivocada.
Preferimos decir que lo que producimos es videos de alta calidad para uso como ayuda
sexual para parejas en una relación comprometida.

Seguro, y él leía revistas de lolas2 por los artículos. Por lo que sea que le hubiese
llamado, no podía creer que ella le quisiese a él.

—Nunca he hecho nada como eso. —Y no estaba muy seguro de que quisiese
hacerlo.

—Está bien si no tienes experiencia previa. Queríamos que vinieses un poco


temprano, antes de que la filmación empiece para darte algún tipo de orientación. Te
mostraremos el set de rodaje y te presentaremos al equipo. Oh, y tendrás que ir a hacerte las
pruebas.

—¿Ir a qué? —Mustang reprimió una risa. ¿Orientación y pruebas? Eso sonaba más
como entrar a la universidad que como una porno.

—Todos nuestros artistas son regularmente revisados para pruebas de SIDA


3
y ETS . Tendrías que estar de acuerdo con esto antes de poder firmar el contrato. Puedes ir
a tu médico habitual si lo prefieres. O cualquiera de las clínicas de salud de la zona te
harían la prueba también.

2
Pechos.
3
Enfermedades de transmisión sexual.
Wow. Mustang se sentó en el borde de su cama antes de caerse al suelo. Esta mujer
realmente quería que él follara delante de una cámara. Por dinero. —Si. Revisarme está
bien. Um, ¿de cuánto dinero en efectivo estamos hablando aquí?

—Oh, nosotros no pagamos en efectivo. Te pagaríamos mediante un cheque


registrado. Nuestros intérpretes son pagados como contratistas independientes y lo único
que se les pide es que rellenen los formularios adecuados y la ficha de impuestos sobre sus
ganancias. De cualquier manera, si tu pregunta era cuánto pagamos, serían quince mil por
película.

Quince mil. Su mente releyó imaginándose cuánto tiempo tendría que trabajar en
aquella prisión del demonio para ganar tanto. —¿Cuánto tiempo tarda en rodarse una
película?

—Bueno estaría hecha en un día. Tengo la localización reservada para el sábado.


¿Estás disponible?

El corazón de Mustang golpeó a toda marcha. Quince mil dólares por un solo día.
—¿De verdad no te importa que no tenga experiencia en esa clase de cosas? Quiero decir,
no me malinterpretes, he estado con un montón de mujeres, sólo me refería a la parte del
video.

—Eso es lo que nos gusta de ti. Estamos buscando una cara nueva y Joe dijo que tú
tenías los activos que buscábamos.

—¿Activos?

¿Eso qué era? ¿Sus ojos azules? ¿No tener barriga cervecera? No quería ni siquiera
considerar el informe de Joe sobre su más obvio activo.

—No quiero ser indiscreta pero las palabras exactas de Joe fueron que “te colgaba
como a un caballo”.

Mustang tragó duro, luchando con el sentimiento inquietante que trepaba por su
columna sobre lo que el fotógrafo masculino había dicho sobre él, fuese o no verdad.

—Lo siento. ¿Le he ofendido Sr. Jackson?

Su pregunta le sacó de su silencio. —No, está bien. Y llámame Mustang. Um,


espera, hay otra cosa. ¿Puedo usar un nombre diferente?

—Por supuesto. Eso es el procedimiento habitual en este negocio para proteger a los
actores.
Lo que Slade había dicho el año pasado, cuando pensó que Jenna era una reportera
en busca de un escándalo sobre el que escribir, sobre su sexualidad estalló llenando el
cerebro de Mustang. Básicamente era algo de como los fans del Cinturón Bíblico4 no
aceptarían nunca a un jinete que tuviese mala reputación con las mujeres. Él necesitaba
proteger algo más que su cara. Mustang también necesitaba proteger su carrera. ¿Qué
pasaría si un fan reconocía su cara o la prensa conseguía el vídeo?

—¿Hay alguna posibilidad de que puedan filmarme con mi sombrero de vaquero


puesto sobre mi cara para que no se me vea demasiado?

—Eres afortunado. Vamos a filmar en un rancho, así que sí, pienso que eso
funcionará mejor para el guión.

—¿Un guión? ¿Tengo que memorizar muchas líneas?

Ella se rió. —No. No demasiadas, en absoluto. No te preocupes. ¿Así que estamos


de acuerdo? Si todas las pruebas médicas salen bien, ¿aceptarás el trabajo?

Él tragó el nudo en su garganta. ¿Cómo podía decir que no? —Está bien, haré el
trabajo, acepto.

—Tengo más rodajes programados donde podría usarte si las cosas salen bien el
sábado. Vamos a ver como lo haces. ¿De acuerdo?

—Ok. —Una película y tendría un buen fajo de billetes para los pagos del tráiler.
Dos películas y él probablemente podría dejar su trabajo en la prisión y continuar
efectuando bien sus pagos de los próximos tres o cuatro meses.

—Genial. Déjame darte la información.

Ignorando la reacción visceral al concepto de sexo-con-una-extraña-ante-una-


cámara-por-dinero, echó una mirada a su habitación. —Ok. Espera. Déjame encontrar un
bolígrafo y papel.

Él de verdad iba a hacer esto. Follar por dinero. Mierda. Mustang puso el teléfono
boca abajo y se pasó una mano por la cara, tratando de borrar la ridiculez de la idea. No
estaba seguro de sí debería sentirse el hombre más afortunado de la tierra o como un
patético prostituto. En cualquier caso, conseguir esa cantidad de dinero por un sólo día de
trabajo era su sueño hecho realidad. Si esto daba resultado, esta podría ser la última semana
que estaba bajo el pulgar de su padre y dependiendo de él.

4
Es un término coloquial utilizado para referirse a una extensa región de los Estados Unidos donde el
cristianismo evangélico tiene un profundo arraigo social, circunstancia que se manifiesta nítidamente en la
forma de vida de la población, en la moral y en la política.
Capítulo 10
Traducido SOS por Flor
Corregido por Cat J. B

—H
ola, Mustang.

Conduciendo calle abajo el sábado por la


mañana temprano mientras trataba de seguir las
instrucciones para llegar al rancho para su primer
rodaje porno, Mustang no se había molestado en
comprobar el número de la llamada entrante antes de responder el celular. Ahora deseaba
haberlo hecho. La voz de Sage, llena de dulzura y exuberante inocencia le hacía sentir
como un diablo en la tierra.

—Sage. Um, hola.

—Me estaba preguntando si querías hacer algo juntos. Tú no tienes que trabajar
hoy, ¿verdad? Pensé que podrías querer hacer algo divertido.

Él ahogó una risa amarga. Normalmente, pensaría en un día completo de follar


como algo divertido, pero de alguna forma hoy no era precisamente eso lo que estaba
deseando.

Recordar la clase de diversión que él y Sage habían tenido en el lago, le trajo una
nueva oleada de culpa. Ellos no tuvieron para nada una cita, y todo lo que habían hecho fue
besarse, pero se sentía como si estuviese a punto de engañarla.

Peor que eso, se había habituado a contarle todo. Incluso el vergonzoso asunto de
posar desnudo. Pero esto no podía contárselo. Tenía miedo de que si ella se enterase jamás
quisiese volver a hablar con él.

Pero necesitaba el dinero. Tal vez ella lo comprendería. Aunque puede que no. Él
tenía un trabajo. Un buen trabajo según su padre, en cualquier caso. No tenía por qué hacer
esto.

Decidió mantener su boca cerrada. No podía arriesgarse a perder su amistad.


Además, puede que no funcionase. Tal vez esa mujer ni siquiera lo quisiera en su película.
Después él podría conducir de vuelta a casa, encontrar a Sage y pretender que no había
pasado nada.

—Um, no puedo. Perdona. Tengo, ehh, planes. —Tenía que colgar el teléfono y
dejar de hablar con ella antes de que cambiase de idea sobre hacer esto.
—Oh. De acuerdo. —Ella se quedó extrañamente silenciosa.

—Es, ya sabes, relacionado con el trabajo. —Eso no era exactamente una mentira y
ella había sonado bastante decepcionada, él tenía que explicárselo de alguna manera—.
¿Quizás mañana? Podría hacer algo entonces.

Sage se animó un poco.

—Seguro. Llámame. ¿De acuerdo?

—Lo haré, Cosita. Gracias por pensar en mí. Adiós por ahora.

—Adiós por ahora. —Él oyó la sonrisa en su voz.

Mierda. Lanzó el teléfono en el asiento del pasajero y clavó los frenos, virando
bruscamente a la derecha mientras casi se pasaba del giro al rancho.

Allí estaba delante de él. La puerta de entrada. Dos trabajadores balanceaban una
señal mientras un tercer hombre sobre una escalera le hacía girar a un lugar por encima de
la carretera... Mustang frenó el remolque y leyó: “Rancho Doble P”.

Oh, Dios. El argumento de esta película, por lo que podía ver de esto, estaba
comenzando a tomar forma. Debería haber pedido más detalles antes de estar de acuerdo
con esto.

Un hombre le saludó con la mano a través de la puerta y él condujo a paso de


tortuga a la entrada para autos, no demasiado ansioso por llegar pronto. La casa se extendía
delante de él, pero la mayor parte de la acción parecía estar centrada en el granero. Se
acercó al arcén cerca de una furgoneta y aparcó.

La gente se movía afanosamente alrededor, y por primera vez empezó a comprender


realmente que hasta el último de ellos estaría allí mirándolo tener sexo con una mujer
extraña.

Señor, esperaba que fuese una mujer. No había preguntado. ¿Qué pasaba si era una
porno gay? ¡Mierda! Si era así, lo dejaba. Eso era todo. Sin daño, no hay pena.

Una rubia de cabello corto con un portapapeles y vistiendo un traje de negocios y un


auricular vino corriendo hacia él.

—¿Mustang?

—Sí.

Ella sonrió.

—Missy Love.
Estrechó la mano que ella le extendía, pero sin estar seguro de qué decir, así que no
dijo nada. Ella no pareció darse cuenta mientras se giraba y empezaba a bajar corriendo con
una lista de instrucciones para él. Él se marchó rápidamente siguiéndola. Ella tenía las
piernas cortas, pero se movía deprisa.

—Los resultados de tus pruebas de SIDA y ETS5 han llegado y están bien así que
por esa parte todo está perfecto. —Missy miró de reojo hacia él—. Estaba preparada con
ropa para el rodaje, pero lo que llevas se ve bien. Te mantendremos con eso.

Mantenerle con la ropa sonaba bien para él.

—Tus coestrellas ya están aquí así que vamos a encontrarnos con ellos y te
presento.

Ellos, eso era más que uno. Él inhaló.

—¿Con quién, uhm, estaré trabajando?

—Arizona. Debes haber oído hablar de ella, ganó el premio a la estrella de películas
para adultos el año pasado, a la mejor protagonista femenina, y Jon Long. Él ha estado en la
industria desde siempre. Le reconocerás.

Él no se molestó en decirle que había visto un total de dos películas porno en toda
su vida y que en verdad no seguía los premios de cine para adultos.

—Yo, ehh, vi la señal que estaba colgada sobre la puerta.

Ella le sonrió.

—Así es. ¿No es genial? Ese es el nombre de la película también. El Doble P.


Inteligente, ¿eh?

—Sí. Así que supongo que nosotros seremos...

Él nunca llego a obtener una respuesta final a su pregunta porque ella ya estaba
hablando con alguien por la cosa esa sujeta a su oreja. Después le estaba gritando a alguien
más acerca de las luces. Y en medio de todo esto, él fue metido entre una mujer con aspecto
infeliz y dos hombres.

—Hola chicos. Este es Mustang. Preséntese ustedes mismos. Él es un novato así


que denle un resumen detallado por mí, ¿bien? Tengo que encargarme de algunos asuntos.
Empezamos a rodar en quince.

Quince minutos. Supuso que el “resumen” era su orientación. No era lo que se había
imaginado, pero de nuevo, él no tenía ni una maldita pista de lo que podía esperar.
Un hombre vistiendo una bata y sospechaba que nada más, estrechó su mano.

5
ETS: Siglas deEnfermedades de Transmisión Sexual.
—Soy Jon Long. Mustang, ¿eh? Ese es un gran nombre artístico.

—De hecho, Mustang no es mi nombre artístico. Sin embargo, supongo que


necesito inventarme uno. —Había olvidado esa parte.

—¡Qué lástima! Mustang da a las fans ciertas expectativas, ¿sabes? —Jon Long,
cuyo nombre también daba cierto nivel de expectativa, le guiñó un ojo. Las pobladas y
oscuras patillas le daban al hombre un aspecto desagradable. Eso hacía que Mustang se
sintiese aún más incómodo, pensando que en menos de quince minutos iba a estar desnudo,
y pegado de una forma muy personal a él. De verdad esperaba que no fuese demasiado
cerca o personal.

El pelo de la parte de atrás de su cuello se erizó con ese pensamiento mientras se


giraba hacia la única mujer entre ellos.

—Hola. Supongo que, uhh, vamos a trabajar juntos.

La mujer, que debía ser Arizona y estaba también ataviada con una bata, expulsó el
aliento mientras sacudía su cabeza.

—Otro novato.

Él reprimió la urgencia de disculparse con ella por su escasa experiencia en las


películas para adultos mientras se preguntaba cómo demonios iba a ser capaz de “actuar”.
Una diva zorra, un setentero retro y una audiencia en vivo compuesta por toda la plantilla
no hacían las condiciones ideales para que Junior quisiese salir y jugar.

—Hola. Soy Clint. El novio de Arizona. —El hombre que estaba de pie junto a
Arizona dio un paso adelante y se presentó, y la situación, increíblemente, se puso incluso
peor.

¿Su qué?

—Hola. Soy Mustang Jackson. —Mustang estrechó la mano del novio de la chica
que estaba por follar.

—¿Ese Mustang Jackon? ¿El jinete? ¿El Primer Novato del Año?

Mierda. Clint le conocía.

—Uh, sí.

—Oh, hombre. No puedo creer que seas realmente tú. Vi tu última monta en Trento
en la televisión. ¿Qué mierda sucedió allí? Un minuto estabas alcanzando noventa de
puntuación y lo siguiente que nos dijeron fue que estabas de camino al hospital.

¿Cómo de extraña era esta conversación?


—Sí. Me rompí mi cúbito. —Había dejado el cabestrillo en el camión, pero no
podría sostener nada con su brazo izquierdo—. Supongo que debí mencionárselo a Missy.
El médico me puso una placa y algunos tornillos así que puedo usarlo un poco, pero no
puedo, ya sabes, sostener el peso de mi cuerpo entero con él todavía.

—Genial. —Arizona rodó sus ojos—. Voy a arreglarme el maquillaje.

—No hay problema, Mustang. No te preocupes. Resolveremos el problema de tu


brazo. —Jon ignoró la salida de Arizona como si ya estuviese acostumbrado a eso.

Mustang miró a su coprotagonista femenina alejándose resoplando.

—¿Dije algo malo? Normalmente me lleva más de un minuto hacer que una mujer
se largue cabreada.

Clint sacudió la cabeza.

—No eres tú, hombre. Ella simplemente está harta de trabajar con novatos. A Missy
le ha dado últimamente por descubrir nuevos talentos, pero Arizona es la que tiene que
tratar con esas sandeces.

—Quizás no debería hacer esto. Realmente no sé qué estoy haciendo.

—Estarás bien. Solo sigue mi guía. —Jon se ajustó el cinturón de la bata, atándola
más fuerte. Mustang estaba feliz por eso. No necesitaba un avance justo ahora.

—Así es. Jon es un veterano. Y puedo darte algunas pautas para que así no cabrees
a Arizona, si quieres —le ofreció Clint.

Mustang se dio cuenta de que su mano estaba empezando a temblar ante la idea de
lo que iba a hacer. Las metió en sus bolsillos.

—Lo agradecería.

—Primero de todo, no manosearla. —Clint empezó a sermonear con los consejos


para no cabrear a la estrella porno. Tal vez el hombre debiera escribir un libro de Porno
para Tontos.

—¿Qué quieres decir con manosear? ¿No puedo tocarla? Pero entonces, ¿cómo voy
a… ya sabes?

—Puedes tocarla, solo no puedes actuar como un novio. Eso es lo que de verdad la
pone como una moto.

Mustang frunció el ceño. Ellos iban a tener sexo, ¡por amor de Dios! Eso era lo que
hacían los novios y las novias.

—No estoy seguro de lo que quieres decir.


—No actúes de forma demasiado familiar, ¿sabes?

Esta era la conversación más surrealista que Mustang había tenido alguna vez.
Hablando con un hombre que le estaba dando consejos sobre cómo follar mejor con su
novia. ¿Cómo demonios podría un hombre ver a la mujer que amaba haciéndolo con otro?
Se estaba volviendo loco.

Mustang dejó morir el pensamiento. Él recordaba que Slade se había puesto como
loco cuando ambos habían estado con Jenna. Quizá ahora sí entendía cómo se sintió Slade.
Mustang solamente no había querido ver su lado oscuro entonces porque estaba disfrutando
demasiado el sexo.

Su atención volvió a Clint, Mustang continuaba confuso. Agitó su cabeza y Clint se


esforzó por explicarse.

—Para principiantes, nada de besar. No en la boca. Tampoco en el cuello. Y nada


como acariciar o alguna mierda de familiaridad como esa.

Jon saltó para clarificar.

—Básicamente lo que está diciendo es que lo trates como un trabajo. Aunque vayas
a estar hundido diez pulgadas profundamente dentro de ella, sé profesional sobre esto. Es
trabajo. No sexo.

¿Diez pulgadas? ¿Cómo demonios de grande era este hombre? Mustang exhaló una
profunda respiración.

—Um, de acuerdo.

Jon dio unas palmadas en su espalda.

—Relájate. Este es el mejor trabajo del mundo. Yo no habría estado en este negocio
haciendo setenta y cinco películas al año durante los últimos veinticinco años si no lo fuese.

—¿Setenta y cinco en un año? —Mustang miró al hombre con un nuevo... respeto


no era la palabra apropiada. ¿Agradecimiento? ¿Asombro? ¿Conmoción?

—Sip. ¿Sabes cuánto dinero es eso?

Mustang rápidamente hizo matemáticas. Durante un buen año, él hacía esa cantidad
montando toros. Decidió mantener eso para sí y no fanfarronear, especialmente justo ahora
que no podía montar.

Desde la puerta del granero alguien gritó:

—A sus puestos. Cinco minutos.

Él entró en pánico.
—No he visto el guión aún. Ni me sé mis líneas. Ni siquiera conozco la historia.

Jon sonrió y Mustang tuvo la impresión de que estaba divirtiendo al hombre.

—Aquí está tu historia. Arizona y yo se supone que somos una pareja casada que
tiene su propio rancho. Estamos ocupados en el granero. Tú entras, dices algo como, “Ya
he hecho las tareas” o algo parecido a lo que diría un vaquero. Entonces ella te dice que
pases y que te unas a nosotros, lo que harás. Solo sigue nuestra guía y las instrucciones del
director desde ahí.

—¿Eso es todo?

Clint sonrió.

—Esto no está hecho para la Academia del Cine, aunque los premios para películas
de adultos en Las Vegas el año pasado estaban bastante cerca de ser la polla.

Jon compartió la broma de Clint a costa de Mustang riéndose entre dientes. Todavía
riéndose, apretó el cinturón de la bata una vez más y se giró hacia el granero.

—Vamos. Te enseñaré dónde nos estamos preparando para grabar.

Mustang tragó el nudo de su garganta.

—Gracias.

En una ráfaga de actividad Mustang fue colocado afuera de la puerta del granero en
la brillante luz del sol mientras Jon y Arizona dejaban caer sus batas a las manos de un
tramoyista y sin pestañear, se pavoneaban desnudos como el día que nacieron en la
oscuridad del granero.

Él se dio cuenta de que estaba temblando como una hoja de la cabeza a los pies
cuando Missy gritó:

—¡Acción!

La cosa no mejoró mucho cuando algunos minutos más tarde, después de algunos
ruidos de sexo que llegaban del interior del granero, alguien le dio un empujón en la
espalda.

—Te toca. Adentro.

Después de un momento de estar absolutamente congelado en el sitio, Mustang


consiguió que su cuerpo se moviese. Encarar al toro más completamente tremendo del
circuito palidecía en comparación con esto que estaba a punto de hacer. Se encasquetó su
sombrero más abajo sobre su cabeza y entró en el granero.
Cegado por el sol, no podía ver ni una maldita cosa dentro excepto por los focos
durante unos segundos, incluso con las luces puestas casi en cada ángulo posible.

Una vaca inesperada mugió desde uno de los establos al que le habían hecho saltar.
Entonces recordó que él tenía una línea.

—Uh, señora. He finalizado mis tareas.

Buena cosa que el diálogo, si se le podía llamar así, no fuese algo más complejo.
Él había conseguido bastante ya.

—Mmm y veo que vienes colocado y sudoroso de hacerlas también. —Arizona se


puso en pie sobre sus rodillas después de estar ocupada chupando la enorme polla de Jon
insanamente.

Santa mierda. Mustang empezó a sentirse deficiente. Él era grande, pero demonios,
Jon probablemente podría chuparse su propia polla sin esforzarse demasiado, la cosa era lo
bastante larga.

De pronto Arizona estaba allí, desabotonando su camisa. Lo empujó bruscamente


abajo por sus hombros. Él trato de no encogerse cuando ella encontró su antebrazo y su
mano golpeó la incisión tapada con una cinta.

Ella se puso a trabajar en su cinturón acto seguido.

—Oh, qué gran hebilla tienes aquí. Espero que lo que tienes debajo sea igual de
grande.

Sospechaba que era una advertencia para la vida real. Él mejor colmaba sus
expectativas o más. Mustang echó otra vez un vistazo a Jon, que estaba empezando a
acariciarse a sí mismo mientras los miraba a los dos.

Compartir una mujer con Chase o Slade, amigos a los que conocía bien, era una
cosa. Un trío con este tío y su polla tamaño bate de béisbol delante de todo el equipo y con
las cámaras era otra cosa completamente distinta. Mustang empezaba a dudar de su
decisión.

Las manos de Arizona deslizaron sus jeans y sus bóxers por sus caderas. Después
estaba tirando de Junior con ambas manos.

—Mmm. ¿Qué tienes aquí para mí, chico grande?

Él miró hacia abajo para ver que realmente no tenía mucho de nada para ella.
Concentrándose, Mustang esperaba que su polla se pusiese dura, pero cuanto más pensaba
en dura, más blanda se volvía.

Gimiendo para las cámaras, Arizona cayó sobre sus rodillas y tomó aquella cosa
pequeña que tenía en ese momento en su boca. Incluso eso tampoco ayudó mucho. Él se
movió para guiar sus manos sobre la espalda de ella y así no se tropezaría, luego se detuvo
a sí mismo. Se suponía que no debía tocarla, pero maldita sea, ella lo estaba trabajando tan
duro que estaba perdiendo el equilibrio.

Esto era todo lo que él necesitaba, tropezar y volver a romperse su brazo mientras
tenía sus jeans por los tobillos. Probablemente no debería estar pensando sobre huesos rotos
si quería conseguir que se le levantase. Trató de concentrarse otra vez, pero entonces ella le
dejó caer como una patata caliente y se levantó.

Girándose hacia alguien que estaba a la izquierda de él, Arizona alzó ambas manos
al cielo.

—Ni siquiera puede conseguir ponerse duro.

—¡Corten!

La actividad empezó de nuevo a su alrededor. Missy y Clint se apuraron para


calmar a Arizona mientras Jon se acercaba a Mustang.

—¿Estás bien?

Sintiéndose expuesto lo suficiente hablando con un hombre desnudo completamente


erecto, Mustang empujó sus pantalones hacia arriba y así al menos uno de ellos estaría
vestido.

—No sé si puedo hacer esto aquí, algo como esto.

—Tengo algo para ti. Cógelo. —Con el culo al aire, Jon caminó con tanta confianza
en sí mismo como si estuviese vistiendo un traje de tres piezas hacia una pequeña mesa
colocada en la esquina del establo. Después de envolver una toalla alrededor de su muñeca,
buscó algo en su bolsa de viaje, toqueteó algo y luego regresó con Mustang—. Toma, aquí
tienes. Agárralo. —Jon le empujó una botella de agua y una pequeña pastilla azul.

Los ojos de Mustang se abrieron como platos.

—Esto es....

Jon miró alrededor y bajó la voz.

—Shh. Sí. Solo tómala y no le cuentes a nadie que te la he dado.

¿Qué demonios le haría el Viagra a un hombre joven y sano que no tenía,


usualmente no tenía, problemas para que se le levantase? Mustang supuso que iba a
descubrirlo. Se tragó la píldora con un sorbo de agua. Justo a tiempo también porque Missy
estaba de repente a su lado y muy cerca de ver lo que había tomado.

—¿Cuál es el problema aquí Mustang?


—Dale al muchacho un respiro Missy. Es su primera vez —le defendió Jon.

—El tiempo es dinero, Jon. Tú lo sabes. No puedo tener a un equipo entero sentado
alrededor esperando que a él se le levante.

—Lo siento. —Mustang dejó caer la cabeza sintiéndose culpable.

—Estará bien en unos minutos. Solo necesita acostumbrarse a todo esto. ¿No es
cierto, camarada? —Jon le palmeó la espalda.

Mustang asintió.

—Así es. Pienso que hay demasiada gente mirando.

Por no mencionar que Arizona era como una bruja chiflada. Él normalmente no
podría encontrarse a menos de diez pies de ella, y olvidar cualquier deseo de follarla, o al
menos de sobarla.

Quizá necesitara una bebida para hacer esto. Viagra y alcohol y lo que sea que
quedase de los analgésicos que estaban en su sistema, todo antes de comer. Mustang se
preguntaba cómo sería aquel combo de letal.

—Despejaré el set, salvo por el personal imprescindible. Eso es lo mejor que puedo
hacer por ti. Consíganlo juntos. Tienen cinco minutos. —Con esto, Missy salió, gritando
órdenes mientras dejaba el lugar.

Él miró a Jon.

—¿Estas píldoras funcionarán en cinco minutos?

—No. Tendrás que ayudarlas durante un rato. ¿Tienes una novia fija, Mustang?

—No. —No habría forma de que hiciese esto si la tuviese. No importa cuánto le
pagasen.

—¿Qué me dices de una chica caliente y guapa en casa a la que has hecho o esperas
hacer esto y puedes imaginártela chupándote en lugar de Arizona?

Mustang sintió la boca seca, no sabía si era por los nervios o por las píldoras que
Jon le había dado, no estaba seguro. Tomó otro sorbo de agua y consideró la pregunta. La
imagen de los labios de corazón de Sage envueltos a su alrededor le saltaron
inmediatamente a la mente.

—Sí.

—Piensa en ella entonces. Si puedes solamente levantártela, la píldora hará el resto


y te la mantendrá arriba.

Dio una respiración temblorosa.


—Creo que necesito un poco de tiempo a solas.

Jon asintió.

—Lo tienes.

Mustang deambuló por el exterior. Probablemente ya habían pasado los tres


primeros minutos de los cinco que tenía permitidos para que se le levantase. Echó un
vistazo. Nada como un poco de presión.

Un toro permanecía en el corral no lejos del granero. Mustang se sintió atraído por
el animal. Todo lo que había dentro le resultaba extraño, era diferente de su mundo, pero
esto era algo que conocía.

—Hola, tipo grande.

El toro levantó la cabeza, mirándole desconcertado. La mayor parte de las veces si


les dejabas solos en el campo los toros eran tan solo unas grandes y perezosas mascotas.
Cuando los forzabas en un conducto no más grande que ellos, apretándoles con una correa,
era cuando saltaban sobre sus espaldas con espuelas y se volvían intratables.

Enganchó el tacón de su bota en el listón de abajo de la verja.

—¿Has tenido que servir alguna vez a una novilla bruja y has tenido problemas con
tu actuación, amigo mío?

Él animal le miró con una expresión en blanco como si dijese que por supuesto que
no había tenido problemas. Era una bestia estúpida y tener celo era instintivo para él.
Natural. Nada de lo que preocuparse. Qué lástima que Mustang no pudiese adoptar la
actitud de la bestia, al menos para las siguientes horas, en cualquier caso.

Unas pocas horas. Mustang mantuvo eso en mente. En unas pocas horas él se
dirigiría lejos de este lugar quince mil dólares más rico. Podría volver a casa y si las cosas
iban realmente mal, podría decirle a su padre que abandonaba el trabajo en la prisión.

Después mañana tras tres o cuatro duchas entre ahora y entonces para lavar el
sentimiento desagradable del porno, iría a buscar a Sage y pasarían algún tiempo de calidad
juntos.

Imaginándose la manta de picnic en la hierba junto al lago, Mustang se figuró la


cesta llena de comida sabrosa de Abue y a Sage, ambos tumbados hablando. Ella llevaría
puesto un pequeño vestido de verano que escondiese justo lo sufriente y se aferrase en los
lugares correctos.

Recordaba como su boca se curvaba fácilmente en una sonrisa cuando bromeaba


con ella. Dios, cómo quería besar esos labios otra vez.
Ahora estaba feliz de que Arizona no le hubiera permitido besarla en la película. Él
podría follar a la zorra de la mujer, pero al menos besar sería algo especial que solo haría
con Sage. Incluso si no se permitía ir más allá con ella que eso, sería suficiente.

Recordó el calor de su boca en el beso que se dieron la otra noche. Se imaginó el


sentimiento de su cuerpo pegado contra el de ella. La calidez se esparció por su cuerpo con
el pensamiento.

Algo empezó a revolverse hacia abajo. Su mano bajó a la delantera de su pantalón y


rozó el creciente bulto a través de la tela vaquera. ¿Cuántas veces se había tocado a sí
mismo mientras pensaba en Sage antes de volver a casa? Ni siquiera podía empezar a
contarlas. Ella era su nueva fantasía favorita.

Recordando el sentimiento de la boca de Arizona trabajándole hacia unos


momentos, Mustang la reemplazó por Sage en su cabeza, y se frotó más fuerte. Él quería
esto muchísimo con Sage, pero no la boca de ella sobre él, él quería tumbarla de espaldas y
levantar el vestido de verano para así poder saborearla. Trabajarla hasta que se retorciese
liberándose sobre su boca y sus manos. Cuando rogase que parase y él continuaría,
haciéndola correrse una y otra vez.

Mustang se dio cuenta de que podía sentir cada latido de su corazón palpitando en
su polla. Todo lo que el trabajo de Arizona no había conseguido, con el simple pensamiento
de Sage lo había logrado. Estaba duro. No solo semiduro como en el estudio del fotógrafo.
Lo que estaba luciendo ahora era un completo hecho y derecho azul nervado cortador de
diamantes que podía rivalizar incluso con el equipo de Jon.

Mustang se dio la vuelta de regreso al granero, y salió disparado en una carrera.


Franqueó la puerta de entrada tirando del botón de sus jeans y buscando a Missy, o a
Arizona y Jon.

—Estoy listo. Vamos.

Jon sonrió y dejó caer su toalla.

—De acuerdo, entonces.

Arizona frunció sus labios.

—¿Ahora él está listo y todos tenemos que saltar?

—Sí, tenemos que hacerlo. El tiempo es dinero. ¡Vamos gente! Preparados para
rodar. —Missy di unas palmadas y empezó a gritar órdenes—. Mustang, bájate esos jeans
otra vez. Arizona, vuelve a ponerte de rodillas. Empezaremos justo donde lo habíamos
dejado.

Mustang hizo lo que le dijo. Missy gritó: “¡Acción!”, y la boca de Arizona se cerró
alrededor de él. Estrechó sus ojos cerrándolos.
Es Sage. Es Sage. Es Sage.

Cantaba ese mantra y se aferraba con fuerza a la fantasía mientras ella le tomaba
profundamente dentro de su garganta. Ella gemía y eso enviaba vibraciones a lo largo de su
espina dorsal resonando a través de todo él. Sus expertas manos le trabajaban toda la
longitud junto con su boca. Él adoptó una postura más holgada, para que ambos tuviesen
mejor equilibrio y así darle mejor acceso. Ella se aprovechó de eso y empezó a acariciar sus
huevos. Se levantaron contra su cuerpo apretándose.

—Mueve tu mano izquierda, Mustang. Está bloqueando el plano.

Tan perturbador como unas uñas sobre una pizarra, la orden de Missy le sobresaltó,
arrancándolo de un tirón fuera de su mundo de fantasía. Él movió su mano y Arizona
continuó pero el mundo de fantasía que había creado se había destrozado.

—No te vengas en su boca. Queremos un plano de frente cuando te vengas. ¿De


acuerdo?

Los ojos de Mustang se agitaron abriéndose y se giró a mirar a Missy.

—Um, no creo que pueda correrme justo ahora. —Especialmente contigo dándome
órdenes a gritos sin parar.

¿Cuánto tiempo tendría que pasar antes de que él pudiese terminar? Nunca había
tomado esas píldoras antes. Quién demonios sabía lo que podían hacerle.

—Está bien. Grabaremos el plano del dinero más tarde. Vamos a movernos al trío.

Arizona dejó su polla deslizarse fuera de su boca con una audible pop y se giró
regresando a la manta que cubría las balas de heno desde donde Jon había estado mirando.
Mustang advirtió que una cámara había sido puesta ante Jon además de ante ellos mientras
él supuestamente se divertía con la acción entre su mujer en la pantalla y su vaquero
contratado para echar una mano.

A Mustang le dieron un condón y le dijeron que se lo pusiese. Al menos practicaban


sexo seguro. Otra cosa más que había olvidado preguntar antes de estar de acuerdo con
esto.

Fuera de cámara, en un lado, Arizona estaba haciendo alguna cosa que él, en todos
sus años de estar con mujeres, nunca había visto antes. Trató de no quedarse mirando
fijamente antes de que ella lo pillara mirándola y lo mandara al infierno. En lugar de eso,
envió en dirección a Jon una mirada interrogativa.

—Ella está estirando su agujero —le dijo Jon.

La mandíbula de Mustang cayó abierta. Él estiraba sus músculos antes de una monta
de toros, pero no ese músculo, y definitivamente no como ella lo estaba haciendo.
Jon se rió.

—No parezcas tan sorprendido. ¿Cómo crees que las chicas en estas películas
toman todo el material en sus culos? Puños, consoladores, botellas, enormes pollas. Tú
puedes subir bastante sobre cualquier cosa que quieras si estás adecuadamente preparado.

No pudo resistir echar una mirada otra vez. Arizona debía haberse estirado ya
suficiente porque se dirigía hacia ellos.

Apartando su mirada antes de que le acusase de quedársele mirando como un


pervertido, Mustang esperó por las instrucciones que sabía que Missy les estaría bramando
pronto.

Se preguntaba cuál sería su lugar en el trío. Considerando que la película se llamaba


La Doble P, estaba bastante seguro de que sabía cuáles serían las elecciones.

Un hombre del que no se había dado cuenta antes en el público le alcanzó un gran
bote con un dosificador.

—Lubrícate bien, hombre.

Después de esas instrucciones de lubricarse bien y de los preparativos de Arizona,


él podía suponer dónde estaría. Era su sitio absolutamente favorito para estar dentro de una
mujer, pero lo que él deseaba no era estar dentro de esta mujer en particular.

Mustang sintió un pequeño escalofrío recorriéndolo con el pensamiento de cómo se


sentiría enterarse profundamente dentro de Sage así.

Sus traviesos pensamientos sobre ella le ayudaron a mantenerse duro incluso


cuando un tipo extraño estaba delante de él impaciente mientras se lubricaba su polla así
podía regresarle el bote. Mustang acabó el trabajo y le alcanzó el lubricante, feliz de enviar
al tipo lejos.

—Jon, te quiero sobre tu espalda. Arizona, de rodillas delante de él. Empezaremos


contigo soplándosela a Jon primero mientras nuestro vaquero se coloca en tu trasero.
Mustang ponte justo aquí detrás de su culo y asegúrate de que la cámara tiene un plano
claro. No queremos perdernos tu entrada. —La diversión empezó de nuevo cuando Missy
comenzó a ladrar.

Ella era como un entrenador de futbol y su equipo se movía según sus instrucciones,
como una máquina bien engrasada. De hecho, ellos estaban literalmente engrasados.

La cámara se movió tan cerca que él podía oírla funcionando. Arizona se arrodilló y
empujó su culo hacia arriba delante de él y Mustang se encontró cara a cara con su asunto
final estirado. Titubeó, tratando de imaginarse qué hacer con sus manos y preocupándose
por si agarrarla por las caderas constituía tocarla demasiado o si Missy gritaría que le estaba
bloqueando el plano.
Arizona se giró para lanzarle una mirada molesta sobre su hombro.

—Vas a follar mi culo antes de que tenga que volver a estirarme otra vez. —
Murmurando, añadió—: Malditos novatos.

La mandíbula de Mustang se apretó, sus dientes traseros tensándose hasta quedarse


insensibles.

—Es un placer, cielo.

Nada como una zorra para devolverle a un hombre la confianza suficiente. Si ella lo
quería, lo tendría, y podía estar segura de que no tendría nada de lo que quejarse al jefe
tampoco.

Novato, ¡su dulce trasero! Este negocio de follar podría ser nuevo para él, pero
había estado follando con mujeres durante años. Había dos cosas que hacía
excepcionalmente bien y una de ellas era esta. Él se libró de sus inseguridades y volvió a
tener las riendas de la situación. Nunca más.

Mustang se deslizó con un buen empujón. Folló su culo duro y rápido hasta que oyó
su gemido con la polla de Jon en su garganta. No era tampoco uno de esos falsos gemidos
del porno. Lo que estaba oyendo era el sonido de una mujer que estaba disfrutando.

Sintió que se estaba acercando y decidió darle a Missy su toma del dinero. Justo
antes del punto de no retorno se salió, se arrancó el condón y se corrió sobre la baja espalda
de Arizona desmadejadamente, satisfecho hasta las espuelas.

Aún duro por la adrenalina o por la Viagra, no lo sabía, giró la cabeza y encontró a
Missy detrás de él.

—¿Quieres que siga?

Ella sonrió.

—Denle al hombre otro condón y más lubricante. ¿Puede alguien por favor limpiar
a Arizona?

Se colocaron de nuevo y el grupo se movió bajo la dirección de Missy, en una


posición más, la vieja Doble P con Jon abajo, Arizona sentada a horcajadas sobre él y
Mustang equilibrado en su posición inicial en la entrada del culo de Arizona, que
definitivamente no necesitaba estirarlo otra vez después del fino trabajo que él había hecho.

Mientras todos ellos esperaban a que Missy gritase acción, Jon sonrió en su
dirección.

—Lo estás haciendo bien.

Mustang se rió vehementemente.


—Gracias.

—¿Has hecho esto antes? —Jon señaló con la cabeza al trío que componían y cómo
él y Mustang pronto estarían ambos dentro de la misma mujer a una muy corta distancia,
separados nada más que por una fina membrana.

—Sí. Unas pocas de veces. No hay problema.

Jon levantó una ceja.

—¿De verdad? Humm. ¿Quién sabría que los jinetes de toros tienen una vida sexual
tan interesante?

Él se rió.

—Oh, hombre. No tienes ni idea.

—¿Están bien aquí? —Missy metió su cabeza cerca de ellos.

Mustang trató de ignorar que básicamente ella estaba dirigiendo su pregunta a su


polla. Como Junior no podía responderle, lo hizo él.

—Todo bien. Preparados para ir si tú lo estás.

Jon se rió.

—Trabajaré con este tipo de nuevo siempre que quieras, Missy.

Dios le ayudase. Él seguramente haría esto otra vez. Mientras estuviera de reposo,
recuperándose y sin poder montar, el dinero era demasiado malditamente bueno para no
hacerlo.

—Es bueno saberlo. —Ella retrocedió lejos—. De acuerdo. Acción.

Mustang se zambulló otra vez en Arizona, que no tuvo nada desagradable que
decirle esta vez. Con un gran sentimiento de satisfacción porque ella no tendría nada por lo
que quejarse después sobre su actuación, se mantuvo dentro bien profundo y esperó hasta
sentir a Jon colocarse dentro de ella también. Entonces Mustang volvería a casa. Si tenía
que hacer algo, maldita sea si no lo haría bien.

Con ese pensamiento, finalmente entendió lo que Jon había estado diciendo. Esto no
tenía nada que ver con el sexo, esto era un trabajo. La pregunta era, por mucho que amase
el sexo, ¿quería convertirlo en un trabajo? Mustang sabía la respuesta sin pensar más en
ello.

Definitivamente no, pero ¿qué otra opción tenía?


Capítulo 11
Traducido por Mlle. Janusa
Corregido por Cat J. B

S
age se inclinó y mordisqueó el labio inferior de Mustang de una manera que
él normalmente habría amado. No hoy. En lugar de eso, sintió la necesidad
de ir a darse una ducha —de nuevo— después de lo que él había hecho ayer.

No debería haber estado de acuerdo en encontrarse con Sage en el lago solo


veinticuatro horas después de haberse prostituido a sí mismo por dinero. Pasó el día entero
follando a una mujer extraña en cámara y en realidad había creído que podría elegir lo
correcto apoyado en Sage. Eso no estaba siendo muy fácil.

Su lengua se deslizó entre sus labios y él trató de dejar de lado pensamientos de


cualquier cosa excepto ella. Entonces Sage alcanzó la hebilla de su cinturón y trajo de
vuelta a su memoria las ásperas manos y la boca de Arizona en él.

Se apoderó de la mano de ella y la detuvo.

—Quiero. —Sus palabras fueron suaves y dulces. Exactamente lo opuesto al tono


airado y duro de Arizona ayer.

Él sacudió su cabeza.

—No, Cosita.

—Para de llamarme así. Lo haces cada vez que nos acercamos para hacer cualquier
cosa más que besarnos.

—Nosotros hemos hecho más que besarnos. —Recordó cómo ella se había frotado
contra él hasta que casi ambos se vinieron.

—Tocarnos el uno al otro con las ropas puestas no se califica como más. —Su voz
fue sonando de casi furiosa a triste—. ¿Por qué no me quieres?

—Lo hago. No tienes idea.

—Entonces, ¿por qué nunca quieres hacer más?

Dando una profunda respiración, la hizo rodar sobre su espalda.


—Quiero hacer más. Créeme.

Mustang observó su expresión suavizarse.

—Entonces dame más.

Se incorporó en sus rodillas, miró alrededor. El lugar estaba aislado, pero ellos
estaban fuera, a plena luz del día. De alguna manera eso lo hacía más excitante para él. A
juzgar por la expresión en el rostro de Sage, el escenario estaba haciéndole lo mismo.

Deslizando su vestido de verano por sus piernas, él consiguió su primer vistazo de


sus muslos sin obstrucción. Habían desaparecido las flacuchas piernas de pollo que
recordaba de su juventud. El cabestrillo estaba en su camino así que lo quitó, echándolo a
un lado. Sin restricciones ahora, corrió ambas manos sobre sus curvas, empujando su
vestido más alto para exponer por completo las bragas de algodón y finalmente, la satinada
piel de su vientre.

Sage alcanzó y empujó la ropa interior más allá de sus caderas redondeadas,
lentamente. Él tragó el bulto en su garganta y observó como más carne quedaba a la vista.

No debería haberlo hecho, pero cuando la braga llegó a sus rodillas, él deslizó el
resto fuera de su camino, arrojándola a la manta junto a ellos.

Entonces ella extendió sus piernas y todo estuvo allí en frente de él, listo para ser
tomado. Realmente quería tomarlo, demasiado. Había pasado la mayor parte del día de ayer
follando y a pesar de todo deseaba tanto a Sage que estaba estremeciéndose.

Él entreabrió sus labios con manos temblorosas y corrió uno de sus dedos,
ligeramente, sobre su punto más sensible. La respiración de Sage quedó atrapada en su
garganta mientras su cuerpo se sacudía por aquel pequeño toque. Mustang repitió la acción
y los ojos de ella se cerraron.

Su cuerpo, húmedo y acogedor, estaba tan listo para él que podría haberse enterrado
dentro de ella sin ningún esfuerzo. Se había prometido a sí mismo que no lo haría. Era una
promesa dura de mantener hasta el momento.

Sumergiendo su cabeza abajo, Mustang dio un golpecito con su lengua contra su


clítoris. Sus caderas se sacudieron debajo de él. Trabajó más duro y consiguió una respuesta
igualmente satisfactoria. Ella estaba cerca. No tardaría mucho en terminar.

Entonces tal vez ellos podrían, no lo sabía, rebotar rocas en el lago o algo. Cualquier
cosa, así él no estaría tentado a tomarla.

Deslizó un dedo dentro y ella gimió. Mustang apretó el dulce lugar dentro de ella
mientras la trabajaba con la punta de su lengua y ella gritaba. Cada reacción lo conducía un
poco más a la locura. Solo esperó poder detenerse de deslizarse en su interior cuando ella se
viniera, que él sabía iba a ser en cualquier segundo ya que sentía sus músculos apretarse.

Ella explotó debajo suyo y él condujo a su orgasmo fuera, al final, hasta que estaba
en agonía deseándola. Estaba tan duro que palpitaba. Necesitaba esconder la tentación de su
vista, tiró su vestido abajo después de que ella terminara de estremecerse.

Tirándose sobre su espalda, trató de recuperar su propia respiración y resolución.


Sage jadeó cuando se colocó al lado de él y Mustang se concentró en cualquier cosa que
podía además de ella, en espera de que su casi dolorosa erección bajara.

Todavía podía saborearla en su lengua, escucharla allí al lado de él, sentir la calidez
de su muslo apoyado contra el suyo. Se dijo que se ocuparía de sí mismo más tarde, Junior
no estaba comprando el argumento. Especialmente una vez que Sage se dio la vuelta y
comenzó a correr un dedo arriba por su pierna. Él palmeó su mano abajo hasta la de ella.

Ella se sentó y se arrastró encima de él, montando a horcajadas sus piernas.

—No, Sage —dijo firmemente.

—Sí. —Ignorando su protesta, ella desabrochó su cinturón y luego bajó su cierre.

Era cierto, no era como si ella pudiera dominarlo, incluso con uno de sus brazos no
tan fuerte como debería ser. A pesar de todo, él parecía incapaz de detenerla.

Hizo otro intento.

—Por favor, Sage, no.

—Shh —dijo ella mientras bajaba su cabeza y empujaba la pretina de su bóxer


abajo.

Sintiendo su respiración en su polla, se estremeció. Entonces la caliente humedad de


su dulce boca lo rodeó y él supo que estaba dejándola hacerlo. Peor, realmente quería que
lo hiciera.

Mustang se rindió de pelear con él mismo y observó la punta de su longitud


desaparecer entre sus hermosos labios. No podría tomarlo todo dentro, pero no le importó.
Sage miró hacia arriba y su respiración quedó atrapada en su pecho cuando ella observó
dentro de sus ojos.

Comenzó a usar ambas manos y boca, incrementando la velocidad. Tanto como él


quería observar, no podría mantener los ojos abiertos por mucho más tiempo. Lanzó su
cabeza atrás contra la manta y cogió su rostro con ambas manos. Sintió sus bolas apretarse
y empujó hacia arriba, dentro de su boca. Sosteniéndola, se vino profundo en su garganta.
Sage se mantuvo trabajando en él hasta que su cuerpo se sacudió, sensible hasta el
punto del dolor. Respirando bruscamente entre dientes, jaló de la cabeza de ella. Una vez
libre de su boca, trató de recuperar el juicio.

La culpa lo golpeó cuando su cerebro comenzó a funcionar de nuevo. Al menos no


habían tenido en toda regla relaciones. No había roto completamente su promesa de no
tener sexo con ella antes de dejarla. Ella lo contempló con una expresión de completa
satisfacción en su rostro y él gimió. La quería una vez más. Estos iban a ser unos largos
meses.

Incapaz de mirarla, miró arriba al cielo.

—No deberías haber hecho eso.

—Yo quería. —Sintió el peso de su cabeza descansando en su estómago.

—Dios, ayúdame. Yo también lo quería.

—¿Cuál es el problema entonces? —Sabía que estaba sonriendo incluso sin verla.
Una contenta, dulce sonrisa.

Una vez él se fuera de aquí, había planeado no mirar atrás en sus meses de
purgatorio. Pero ahora…

—No sabes nada sobre mí, Cosita.

—Sé un montón sobre ti. Siempre lo hago.

Él levantó la cabeza, lo suficiente para ver la determinada expresión en su rostro.


Ella se incorporó. Vio todavía el rosáceo en sus mejillas, producto de lo que habían hecho.
Tan dulce. Tan inocente. Tan poco lista para escuchar su confesión sobre él teniendo sexo
con otra mujer en cámara, no importaba cuál fuera la razón.

Se empujó a sí mismo hacia arriba con su brazo bueno. Poniéndose de pie, extendió
el brazo para ayudarla. Con mentirosa culpa en sus intestinos como una roca, recogió sus
pantis del suelo y se las dio, incapaz de encontrar sus ojos cuando lo hizo.

—Vamos, caminemos a casa. Llevaré la canasta de comida, ¿puedes tomar la


manta?

Su rostro mostró la duda que él supo que había causado en ella. Él había ensuciado
las cosas pensando con su polla de nuevo. Tal vez algún día aprendería a parar de hacer
eso.

Cuando ella se quedó esperando con la manta en su mano, él agarró su rostro y


plantó un beso rápido y duro en sus labios. Se apartó y miró duramente en sus ojos.
—No soy bueno para ti, Sage.

Un aspecto diabólico apareció en su sonrisa.

—Tal vez por eso me gustas.

Mustang rió. Quizá eso era.

La cabeza de Mustang se remolinó con pensamientos de Sage cuando caminaba a


casa solo después de dejarla. Entonces vio el camión de su padre estacionado en el camino
y sus mezclados sentimientos sobre las últimas pocas horas fueron reemplazados con pavor
ante otra semana de trabajo asomándose a solo horas de distancia.

Estaba tan sumergido en su miseria pensando sobre el trabajo que el sonido del
teléfono timbrando en su bolsillo lo hizo saltar.

—¿Hola?

—Tengo otra película para ti, si estás interesado.

Mustang apretó más el teléfono. ¿Interesado? No. ¿Desesperado? Bastante. Los mil
quinientos que había ganado no eran suficientes para asegurar que él podría pagar sus
facturas por posiblemente cuatro meses. ¿Y qué si se subía de nuevo a un toro y no podía
montar? Tendría que seguir trabajando con su padre.

Ese pensamiento obligó su decisión.

—¿Del mismo tipo?

—No exactamente. Sé que dijiste la última vez que solo estabas interesado en
películas donde pudieras mantener tu rostro mayormente cubierto y fuera de cámara. Esto
es perfecto para ti, pero es para un nicho de audiencia.

¿Qué demonios significaba eso?

—Pero el pago es mayo debido a eso —continuó Missy.

¿Más que mil quinientos?

—¿Cuánto más?

—Dos mil.

Mierda, ahora estaba muy interesado.


—¿Por un día?

—Sí, por un día, pero tengo que decirte que esto es para el mercado BDSM.

—¿Quieres decir, látigos y esas cosas?

—Mmm hmm. Entre otras cosas.

Mustang no sabía si podría azotar a una mujer, incluso si solo estaba fingiendo para
las cámaras, pero dos mil dólares…

Recordando cómo se había olvidado de hacer las preguntas adecuadas la última vez,
decidió no cometer el mismo error de nuevo. Consideró que además él quería saber sobre
esta actuación.

—¿Sería con Arizona otra vez?

—No. Tenemos una chica quien hace todos nuestros filmes BDSM. Ama Lena.
¿Alguna vez escuchaste de ella?

Mustang sofocó una risa por el nombre.

—No. Lo siento.

—Es buena haciendo lo que hace, Lena será capaz de conducirte a esto, no hay
problema. ¿Estás en el juego?

Mustang reprimió algo más de culpa. La única mujer con la que él quería estar era
Sage. La única mujer con la que él no debería estar también era Sage. Mientras tanto,
estaba acordando follar otras extrañas por dinero.

Esto no es sexo. Es trabajo. Jon había dicho eso y Mustang hizo su mejor esfuerzo
para creerlo. Clint y Arizona sentían lo mismo que Jon, juzgando por la completa división
entre sexo-novio y la cosa de sexo-trabajo.

Dos mil dólares. Mustang miró abajo a su holgazán brazo al que todavía le faltaban
meses de curación antes de que pudiera ir al ruedo.

—Sí, estoy en el juego.


Capítulo 12
Traducido por Kenia20
Corregido por Cat J. B

—A
quí tienes tu máscara.

Mustang tomó el objeto negro en su mano,


con el ceño fruncido en lo que parecía más como
parte de un traje de superhéroe que algo que se
usara para el bondage.

Cubriría su rostro perfectamente. Supuso que era la parte más importante.

El chico le dio un par de pantalones de vinilo negro a continuación.

—Y estos son para que te los pongas.

Eso fue todo. Las manos del hombre estaban vacías.

—¿Sin camisa?

—Sí.

La incisión de Mustang seguía siendo muy visible, pero la había protegido con cinta
quirúrgica clara de nuevo. Desde que Missy no había mencionado que fuera un problema la
última vez, no pensaba que tuviera que preocuparse hoy.

Miró a su alrededor. Este rodaje era en lo que él solo podía llamar una mansión, a
juzgar por las enormes columnas exteriores, el vestíbulo con suelo de mármol más grande
que la mitad de la casa de sus padres y la escalera que conducía a un pasillo del segundo
piso abierto alineado con puertas.

—¿Dónde podría cambiarme? —Las cejas del chico se elevaron y Mustang supuso
que a pesar de que estaban de pie en el vestíbulo, había sido una pregunta estúpida.

—¿Aquí, supongo?

—Sí. Aquí está bien. —El asistente de Missy señaló una mesa contra la pared—.
Puedes dejar tus cosas por allá. Estaremos filmando aquí en el vestíbulo.

—Bien. ¿Cuándo tendré mi látigo y esas cosas? —Él como que quería tener una
idea de ello antes de que las cámaras empezaran a rodar.
—Lena es la única que toca los látigos. —El tipo se rió de él—. Ella es la
dominatrix. Tú eres el esclavo sexual. ¿No lo sabías?

—Um, no. Supongo que no pregunté.

—Oh, hombre. ¿Estás listo para un día en el infierno? —Se alejó sin dejar de reír.

Ella manejaba los látigos. Seguro explicaba por qué no se le había dado una camisa.
Desabrochando su cinturón, Mustang comenzó una charla interna para calmarse. ¿Qué tan
malo podía ser? Podía manejar el dolor. Era un jinete de toro por el amor de Dios. Además,
ella realmente no le haría daño. Esto era todo para el espectáculo. Podía manejarlo.

Sintiéndose mejor, se bajó los vaqueros y desplegó los pantalones negros... y las
cosas se pusieron un poco peor.

Los levantó y los inspeccionó más de cerca y sí, tenía razón, no había culo ni
entrepierna.

Tal vez su espalda no fuera a ser la única cosa azotada hoy. Mierda.

Se puso los pantalones, sintiéndose como un idiota con su asunto a la vista y luego
sintiéndose incluso más estúpido tratando de atar la máscara alrededor de la parte posterior
de su cabeza.

—¿Necesitas ayuda con eso, azúcar?

Una mujer vestida de cuero negro, hasta las botas altas, y llevando un látigo se
paseó hasta él. Ama Lena, supuso.

—Sí. Gracias. —Él levantó su brazo izquierdo—. Me operaron hace unas semanas y
aún está un poco rígido.

—No hay problema. —Ella dejó el látigo y se colocó detrás de él, tomando la
máscara y haciendo el trabajo rápido de atarla—. Esto está hecho. Ahora vamos a ver qué
más puedo poner un poco rígido, además de tu brazo, ¿de acuerdo?

Ella golpeó su culo desnudo con la palma de la mano abierta con fuerza suficiente
para causar una buena picadura.

Sus cejas se alzaron con sorpresa. ¿Ella estaba coqueteando con él? ¿Qué pasó con
la regla de “este es un trabajo, no sexo”?

Lena no podría haber sido más diferente de Arizona y no estaba seguro de que le
gustara.

—¿Estás listo para empezar?


—No me han dicho mis líneas todavía.

—No se habla, excepto para responder si te hago una pregunta. Si yo digo,


“Llámame ama”, tu respuesta es: "Sí, ama". Es fácil. Conseguirás cogerle el ritmo. Y si te
equivocas, eso está bien también. Simplemente será jugar en la escena.

—Creo que estoy listo, entonces.

—Genial. Missy, estamos listos, cariño. Solo necesito el resto de las cosas que traje.

Missy apareció.

—La has oído. Estamos listos. Que alguien traiga a Lena sus cosas. En sus puestos.

Las luces se encendieron, dejándolo ciego.

—Vendrás por las escaleras, azúcar. De rodillas en el escalón inferior, los brazos
colocados unos pasos arriba.

Oh, hombre. Mustang tragó saliva.

—Bien.

Se arrodilló, dándose cuenta de que la posición lo dejaba totalmente fuera allí para
que todo el mundo lo viera cuando sintió el aire frío golpeando sus bolas.

—¡Acción!

Lena se lanzó a sus líneas, algo acerca de que había sido un chico malo y necesitaba
un azote.

Luego procedió a darle nalgadas hasta que estuvo seguro de que su carne estaba tan
roja como el culo de un mandril.

—Creo que te gustan las nalgadas. ¿Te gusta el azote?

Oh, oh. La hora de su línea.

—¿Sí?

—Sí, ¿qué? —gritó ella, acompañando a la pregunta con otra bofetada.

—Sí, ama.

—¡Más fuerte!

—¡Sí, ama!
Ella sacó el látigo que había colgado de su cinturón y comenzó a golpearlo con eso
mientras hablaba más sobre su necesidad de castigo, a lo que no prestó demasiada atención
mientras se preguntaba qué clase de gente se corría viendo estas cosas. Su mente vagaba
cuando de repente, los azotes se detuvieron y sintió algo frío y húmedo prensando contra su
ano.

Mustang saltó y giró la cabeza para mirar hacia atrás a ella.

—¿Qué estás haciendo?

Mientras observaba, tomó otra cucharada de lubricante de un frasco que alguien


debía de haberle entregado detrás de cámaras.

—Te estoy enseñando una lección. No me cuestiones. —Lena empujó su hombro


hasta que enfrentaba los escalones de nuevo y no podía ver lo que temía que iba a suceder.
Seguro que lo sentía mientras ella lentamente empujaba su dedo profundamente en su
interior—. ¿Te gusta eso?

—No, ama.

Ella se echó a reír.

—Yo creo que sí. Creo que estás mintiendo, y la mentira merece ser castigada.

Su dedo se retiró y volvió, sintiéndose más pulido que antes. Añadió un segundo
dedo y sus músculos se apretaron contra la invasión. Eso no la detuvo. En cambio, ella los
bombeó dentro y fuera un par de veces y luego lo dejó totalmente. Se atrevió a volver la
cabeza para ver lo que estaba haciendo, sin atreverse a esperar que esa parte hubiera
terminado y que ella volviera a azotarlo.

Deseó no haber mirado cuando la vio lubricar el mango del látigo. Tragó saliva y
miró con horror. Por primera vez, tomó un buen vistazo de su látigo y se dio cuenta de que
el mago tenía forma de pene.

Era un gran mango y tuvo el mal presentimiento de que estaba a punto de empalarse
en un lugar muy pequeño, mientras él no podía hacer nada más que arrodillarse allí con su
culo lubricado esperando en el aire para ella. El corazón le latía con tanta fuerza que podía
sentirlo vibrar en su garganta.

Ahora sabía para lo que era el extra de quinientos dólares en el pago. Debía ser el
bono de intrusión anal. Consideró gritar "corte" por sí mismo y salir. ¿Cómo de enojada
estaría Missy? Teniendo en cuenta el número de colaboradores y la cantidad que debía de
haberle costado alquilar este lugar para el día, pensó que estaría muy enfadada. Además de
que había firmado unos papeles cuando había llegado. Probablemente debería haber leído
esos.
Seguramente podría demandarlo por incumplimiento de contrato o algo así.

Lena no paraba de hablar, pero no podía concentrarse en otra cosa además de su


temor de lo que estaba por venir. Esta era solo la primera escena. Él estaría ahí durante todo
el día. Mierda. ¿Qué más le harían?

Ya era demasiado tarde. Mustang tenía que soportar cualquier cosa que Lena
hubiera planeado. Tragó saliva y decidió que sería mejor si no veía lo que estaba
sucediendo. Al pulsar la frente contra el escalón delante de él, cerró los ojos y contuvo un
aliento inestable, orando porque todo terminara pronto, al mismo tiempo que Lena apretaba
ese grande mango con forma de pene contra él y empujaba.

El teléfono celular de Mustang sonó durante el camino a casa. Realmente no quería


hablar con nadie. Cada vez que movía su trasero en el asiento, el dolor le recordaba lo que
había sucedido ese día.

Un teléfono que sonaba era difícil de ignorar, pero lo consiguió. Ni siquiera miró el
identificador de llamadas. Si se trataba de Sage habría tenido la tentación de responderle.
No podía hablar con ella ahora mismo. No cuando ni siquiera podía enfrentar lo que Lena
había hecho con él con un mango de látigo fálico tan grande.

Nunca había tenido nada allí. Ninguna vez. Una mujer se había aventurado cerca del
área con la punta del dedo una vez mientras estaban follando y había desechado ese plan
enseguida.

Sin embargo, por el dinero había dejado a Lena deslizar no solo sus dedos en él,
sino empujar esa cosa obscena profundamente dentro. Lena no era nada sino paciente y
minuciosa. Oh, sí. Se había tomado su tiempo deslizándolo dentro y fuera de él
angustiosamente despacio. Una y otra vez mientras hablaba alguna tontería y daba una
palmada en la mejilla de su culo. Él no podía comprender nada de lo que decía.
Simplemente se había arrodillado allí, con su cabeza apoyada contra el escalón de mármol
fresco, y sintió esa cosa empujando y pasado en sus músculos y sabía que debería haber
tratado de relajarse, pero no pudo.

Empuje y retira. Dentro y fuera. Cada vez que ella lo sacaba, él oraba porque fuera
la última vez.

Cuando finalmente lo fue, lo que sucedió después fue peor.

Lena atada en un arnés, con un consolador aterradoramente realista, lubricado hasta


que brillaba. Lo había hecho colocarse de frente, con las rodillas contra el pecho. Después
del tamaño del mango de látigo, la polla de color carne más pequeña se había deslizado
fácilmente en su interior. Como si su cuerpo hubiera sido hecho para eso. Él sintió la sangre
en su rostro solo de recordar eso.

Lo que Jon le había dicho la semana anterior no ayudó en la situación ni lo hizo


sentir mejor al respecto. Puedes colocar casi cualquier cosa allí si te preparas.

Ella había agarrado sus caderas y empujado hacia él como si él fuera la mujer y ella
fuera el hombre. Luego se había despertado. No solo parcialmente, sino una erección a toda
velocidad, apuntado-al-cielo.

Mustang ni siquiera podía concebir eso. Sabía a ciencia cierta que no era gay. Le
encantaba el sexo con las mujeres por encima de todo. Así que, ¿por qué Lena deslizando
esa cosa que se parecía a la polla de un hombre en su culo le puso duro? No solo duro
tampoco. Cuando ella ordenó que se hiciera venir a sí mismo, él se acarició apenas una
docena de veces y, más allá de toda comprensión, se había disparado como un cohete.

Mientras ella presionaba esa cosa muy dentro de él, había llegado con uno de los
orgasmos más intensos que jamás había experimentado. ¿Qué diablos tenía eso que decir
sobre él?

El teléfono sonó de nuevo y esta vez no pudo ignorarlo. Cualquier cosa era mejor
que revivir las escenas de hoy, así que lo recogió y pulsó el botón de altavoz.

—Hola.

—Hola. No has llamado desde después de la operación. Estábamos preocupados.


¿Cómo estás?

La voz familiar de Jenna llenó la cabina del camión.

—Estoy bien. El brazo está sanando. Lo puedo usar más o menos. De hecho, estoy
manejando en este momento.

—¿Estás conduciendo? Mustang. Ya es bastante malo que estés conduciendo con un


brazo roto. No deberías estar hablando por teléfono también.

—Jenna. Él es un niño grande. Deja al hombre en paz. —La voz silenciada de Slade
llegó a través del teléfono.

—¿Estás allí con Slade? —Él no se había dado cuenta de lo mucho que los había
echado de menos hasta que había oído sus voces de nuevo.

—Sí. Yo como que he estado viajando con él las últimas dos semanas.
Mustang pudo ver exactamente que no estaba siendo extrañado por su mejor amigo.
Supuso que no podía culparlos por tomarse un tiempo para estar solos.

Su mente volvió a algunas de las cosas que él, Slade y Jenna habían hecho juntos y
no pudo resistirse a preguntarle sobre lo que más le preocupaba.

—Um, Jenna. ¿Puedo preguntarte algo personal?

Ella se echó a reír.

—Sí, claro. Supongo que sí.

Era una pregunta tonta considerando su pasado juntos, que era exactamente lo que
la convertía en la persona perfecta para preguntar.

—Cuando estábamos todos juntos. Cuando tú, uh, te corriste con, uh, conmigo en tu
culo, ¿era mucho más intenso de lo habitual?

Hubo un momento de silencio antes de que ella finalmente dijera:

—De todas las posibles preguntas que me podría haber imaginado que harías, esa
era probablemente la última que nunca se me habría ocurrido. Y la respuesta es sí,
increíblemente intenso. ¿Debo molestarme en preguntar por qué necesitas saber eso?

Suspiró y se lamentó haber preguntado inmediatamente. Él solo había estado


tratando de encontrar una explicación a lo que había sentido hoy.

—No hay razón. Solo me preguntaba —mintió.

—Hey, Slade, creo que puede haber una chica en la vida de Mustang. —La voz de
Jenna se tornó más suave ya que ella debía de haber alejado el teléfono de su boca para
informar a Slade.

Slade, resonando en el silencio, le respondió.

—Hay cientos de chicas en la vida de Mustang, cariño.

Mustang negó con la cabeza. Gran amigo.

—Hey, Jenna. Dile a Slade que muchas gracias.

Ella se echó a reír.

—¿Quieres hablarme de ella y probarle a Slade que está equivocado?


—No hay nada que contar. —No acerca de Sage, a quien no podía dejar que fuera
su chica ya que se iría. Definitivamente no acerca de Lena, a quien esperaba borrar de su
memoria más tarde esa noche. Y Arizona a quien había casi olvidado ya.

—Hmmm. Me parece que el hombre protesta demasiado.

—Sí, sí. Ustedes los escritores y su charla de lujo. —Mustang sonrió. Era bueno
hablar con sus amigos de nuevo, incluso si estaba en el infierno por el momento.

—Bueno, te dejaré ir para que puedas concentrarte en la carretera. ¿Te acuerdas de


cómo poner más minutos en el teléfono cuando los necesites?

Mustang rodó los ojos.

—Sí.

—Llámame si necesitas algo, ¿de acuerdo?

—Sí, Jenna.

—Ten cuidado.

—Lo haré. Tú y Slade también. Adiós. —Desconectó la llamada justo cuando


entraba por el camino de sus padres.

Cuando él había oído por primera vez que estaría haciendo dos mil dólares por día,
había considerado decirle a su padre que tomara su trabajo y se alejara. Había pensado que
si necesitaba más dinero, solamente haría otra película. Ahora sabía que no podría volver a
hacer ese tipo de películas nunca jamás, no importaba lo mucho que necesitara el dinero.
No podía abandonar el trabajo en la prisión por el momento. Además, el temor de decirle a
su padre que quería renunciar casi igualaba a los recuerdos terribles de Lena.

Mustang había soportado suficiente ya para un día.


Capítulo 13
Traducido por Auro Kyle
Corregido por Marta_rg24

S age miró el reloj en la esquina de la pantalla de su ordenador. Las siete y

media, y Mustang todavía no le había regresado la llamada después de que le había dejado
un mensaje de voz hace horas.

Ella debatió si llamarlo de nuevo, entonces se convenció de no hacerlo. ¿Cuán


patética parecería? Llamando a un chico una y otra vez cuando él no regresaba la llamada.

Especialmente a un tipo como Mustang.

Ella todavía tenía que descubrir a dónde había desaparecido a para dos sábados
consecutivos. Siempre era tan vago cuando ella trataba de sacarle información.
Pasando las manos sobre su rostro en pura frustración, empujó la silla de la mesa.
Se puso tan loca pensando en él apenas podía quedarse quieta en su asiento. Pensaba en él
día y noche, recordando la aspereza de sus manos sobre su piel desnuda. El calor de su
lengua en ella.

No podía concentrarse en las tareas escolares. Su mente seguía volviendo a las muy
pocas veces que ella y Mustang habían estado solos y cómo evitaba tener sexo real con ella,
no importaba lo mucho que le diera a entender. Si se quitarse la ropa interior y colocarse
como un día de campo en la manta no le decía que estaba lista y dispuesta, ¿qué lo haría?

Todo esto era confuso.

Tal vez ella estaba loca por quererlo. Querer tener sexo con el chico malo de la
ciudad que había amado desde la pubertad a sabiendas de que se iba de la ciudad de nuevo
en unos meses era una locura.

Sage estaba tan inmersa en sus pensamientos que el timbre del teléfono la
sobresaltó.

Mustang.
Se lanzó hacia adelante para agarrar el teléfono celular sobre el escritorio y
contestó.

—Hey, Cosita. Siento no haber llamado antes. Acabo de descubrir como escuchar
los mensajes de mi teléfono. —La voz que la hacía sentir cosquilleas en el interior llenó su
oído.

Parecía cansado. Cualquiera que sea misterioso recado por el que había
desaparecido hoy debe haber sido muy intenso.

—Está bien. —Ella sólo había pasado un par de horas en agonía autoimpuesta. No
es gran cosa.

—¿Dijiste algo en tu mensaje acerca de un plan?

Sage había sacudido su cerebro por una excusa para estar a solas con él de nuevo y
finalmente se había encontrado la perfecta. Bueno, tal vez no era perfecta, pero era algo.

—La competencia de jinetes de toros está en la televisión esta noche. Recuerdo que
dijiste que no tienes un televisor en tu dormitorio allí y pensé tus padres no lo verían en la
sala, así que pensé que podrías querer venir aquí y verla conmigo—. En mi habitación. En
mi cama.

Ella estaba balbuceando. Lo sabía. Pero eso es lo Mustang le hacía a veces. Sobre
todo, últimamente.

Era como si ella fuera una niña de doce años, con gafas gruesas y brackets de
nuevo.

Sage pensó que iba a morir esperando que él respondiera, pero finalmente lo hizo.

—Está bien. Estaré allí en un rato.

—Genial. Nos vemos. —Cerrando el teléfono, lo dejó caer sobre la mesa y se puso
en acción. Tenía que arreglar la habitación y cambiarse de ropa.

¿Qué diablos debía usar? Sería mejor que cepillarse los dientes también. Con un
poco de suerte, habría besos, y ojalá mucho más.

Tal vez debería poner nuevas sábanas en la cama. Por otra parte, ¿en qué estaba
pensando? Su abuela estaba en casa. Besarse era una cosa, pero hacer algo más era otra
muy distinta. En particular, la única cosa que realmente quería hacer con Mustang.

Ella acababa de terminar en el cuarto de baño y revisaba su reflejo en el espejo


cuando oyó voces en la cocina.
—Gracias, Abue. Estoy bien. Cene en casa. —La voz de Mustang se hizo más
fuerte cuando entró por el pasillo hacia su habitación.

Dejando escapar un suspiro largo y se estabilizo, Sage intentó una pose que parecía
casual. No, ella no había volado alrededor como una loca preparándose para su llegada.
Ella siempre se pasaba tiempo en su habitación por la noche usando brillo labial y un
vestido coqueto que proporciona fácil acceso a sus flamantes bragas de encaje, si alguien
estaba interesado en tener acceso.

Claro.

Ella lo tenía mal. Sage negó ante lo lamentable que era mientras Mustang apareció
en la puerta abierta. Levantó un puño y golpeó con los nudillos suavemente en el marco de
madera.

—Toc, toc.

—Hey. —Su voz sonaba entrecortada en sus propios oídos. —Vamos entra. Um,
creo que está empezando pronto. Supongo que debería encender la televisión y encontrar el
canal correcto.

Él bajó la cabeza en acuerdo y entró, echando un vistazo alrededor de la habitación.


Su mirada pasó de la cama a la silla.

—Ponte cómodo. La mejor vista de la televisión es desde la cama. —Si él se


sentaba en la silla del escritorio nunca tendría la oportunidad de atacarlo.

—Está bien. —Él se sentó en el borde de la cama, con las botas todavía en el suelo
mientras se sentaba con la espalda recta contra la cabecera. Parecía incómodo, pero al
menos estaba en la cama donde ella podía sentarse a su lado.

Sage escuchó la televisión en la sala de estar, con el volumen alto y en español, y


supo que su abuela se había instalado en su silla esta noche en donde muy probablemente
caería dormida.

Rosemary solía colar chicos en su habitación después de que su abuela se había ido
a dormir todo el tiempo. Sage intentó recordar eso a medida que se sentía culpable por
conspirar sobre la mejor manera de seducir a Mustang bajo el techo de su abuela.
Recordó el objetivo de su visita y encendió su propia televisión, agarrando el control
remoto de la parte superior y llevándolo de nuevo a la cama. Ella se sentó en el otro lado de
la cama, pero ya que era una de tamaño individual aún estaban bastante cerca. Por primera
vez en los últimos años estaba feliz de que el colchón fuera tan estrecho.
Buscando el canal correcto, ella subió el volumen lo suficiente para que pudieran
escucharlo y puso el control remoto en la mesita de noche.
—Parece que acaba de comenzar.

—Sí.

Él se encontraba en un estado de ánimo extraño. —Te ves cansado.

—Un poco. —Mustang se encogió de hombros—. Fue un día largo.

Sage saltó sobre la oportunidad.

—¿Sí? ¿Qué hiciste?

—Trabajo.

Umm. Una sola palabra por respuesta. Debe haber sido un día realmente malo. Sage
gimió en conmiseración.

—¿Tuviste un mal viaje con tu papá?

—No. Trabajo diferente. —Sus respuestas cortas le dijeron que no quería hablar de
ello.

—Oh. Está bien. —Sage cruzó las manos sobre su regazo y fingió que se interesaba
por lo que estaba sucediendo en la pantalla.

Oyó a Mustang suspirar y luego su brazo estaba alrededor de su hombro. Por suerte,
se había sentado en el lado donde estaba su brazo bueno, no el del cabestrillo, a su lado.
Sage miró de reojo a Mustang y él respondió a su pregunta no formulada.

—Creo que podría utilizar un abrazo.

Mustang Jackson, el poderoso jinete de toros, pidiendo un abrazo. Incluso en los


viejos tiempos, cuando su padre había arremetido contra él por algo que había hecho, o,
posiblemente, no había hecho, nunca le había pedido a nadie un abrazo. No a Rosemaray o
Abue o a ella. Algo estaba definitivamente mal. Su mirada se encontró con la de él.

—Por suerte para ti, soy buena dando abrazos.

Todavía luciendo triste, logró una media sonrisa torcida.

—Lo sé.

Mientras ella se apoyó en su brazo, él echó la cabeza hacia abajo, rozando su frente
con sus labios. Inclinando la cabeza hacia arriba, ella tocó con sus labios su barbilla, y
luego besó su camino a la comisura de los labios. Mustang vaciló, pero no necesito más
persuasión antes de que sus labios se encontraran con los de ella de lleno.
A mitad del beso, él se apartó.

—Tu abuela.

—Ella se instaló delante de sus programas. No vamos a verla por el resto de la


noche.
Él respiró profundamente y luego la besó de nuevo. Esta vez más y con más energía. No
parecía cansado ya. Mustang sólo dejó de besarla tiempo suficiente para deslizar el
cabestrillo de su cuello. Su mano se acercó a tomar su pecho. Él pasó el pulgar sobre el
pezón a través de la tela de su vestido. Sintió que se endurecía bajo su tacto.

Ella gimió y luego se separó.

—¿Tu brazo está bien?

—¿Brazo? ¿Qué brazo? —Bajó la cabeza para besar una línea a lo largo de su
cuello.

Empujó la parte superior de su vestido hacia abajo con su sujetador y tomó su pezón
entre los labios, torturándola con los dientes y la lengua.

Con los ojos cerrados, Sage se recostó contra las almohadas, memorizando cada
sensación que disparó a través de ella. Su boca enviaba una corriente eléctrica directamente
a través de cada parte de su cuerpo. Ella quería más.

Sage guió su mano en un camino hasta el muslo de Mustang hacia el largo y duro
bulto empujando su cremallera. Ella lo había probado, sentid lo que era tener su longitud en
su boca. Ella quería eso en otros lugares.

Le acarició a través de sus pantalones vaqueros y él gimió, soltando su pecho con un


pop.

—No vamos a ir más lejos que esto. —La advertencia sonaba severa y definida,
hasta que ella le acarició de nuevo, con más fuerza. Él cerró los ojos y respiró tembloroso—
. Vas a ser mi muerte, mujer.

—Mmm, pero va a ser una forma divertida de irse. —Sonriendo, Sage se aprovechó
de sus defensas debilitadas.

Busco la lengüeta de su cremallera hasta que su mano tomó medidas drásticas sobre
la de ella.

—Eres una cosita determinada, ¿verdad? —Él se rió entre dientes.

Fue agradable escucharlo reír, aunque no la dejara salirse con la suya. Tal vez el
enfoque sutil no funcionaba en Mustang. Acerando sus nervios, Sage reunió valor.
—Te deseo.

—Te deseo también, Sage, pero no siempre podemos tener lo que queremos.

Trató de mover la mano para tocarlo de nuevo, pero él la sostuvo con firmeza.

—¿Por qué no haces el amor conmigo?

Él se echó a reír.

—¿Además del hecho de que tu abuela está en la habitación de al lado?

Sage sintió un puchero formándose en sus labios.

—Pero incluso en el lago no lo hiciste.

Mustang respiró profundo.

—Te lo dije. No soy bueno para ti.

—No me importa.

Se llevó la mano a los labios y la besó. —Sé que no y soy un hombre lo


suficientemente malo para tomar ventaja de eso.

Ella frunció el ceño.

—No te has aprovechado de mí. —No tanto como ella le hubiera gustado.

—Sí, lo he hecho. Egoístamente me convencí de que lo que estamos haciendo está


bien, siempre y cuando eso es lo más lejos que llegue.

—Ah. La definición de Bill Clinton del sexo. Mientras que no sea el coito no
cuenta. —Ella soltó un bufido cuando finalmente entendió el plan de Mustang y su
renuencia a tener sexo con ella.

Se echó a reír.

—Sí, supongo que algo así.

Sage negó con la cabeza.

—Odio tener que decírtelo, Mustang, pero sólo porque no hemos hecho, ya sabes,
no significa que lo que hemos hecho no es sexo.

La expresión de su rostro se puso seria.


—Tienes razón. —Mustang sacó su brazo alrededor de sus hombros—. Es por eso
que tenemos que dejar de hacer nada en absoluto.

Oh, no. Ese no era el resultado que había estado buscando.

—¿Qué? No. Por eso debemos ir a por ello y llegar hasta el final.

—No. —Mustang negó con la cabeza.

—No se puede poner la leche derramada de nuevo en el cartón, Mustang. Ya hemos


hecho un montón de cosas. Detenernos ahora no va a cambiar lo que pasó—. Ella se cruzó
de brazos y frunció el ceño.

Él se rió, tocando sus labios con la punta del dedo.

—Eres adorable cuando haces pucheros. —Suspiró—. Pero tienes razón acerca de
la leche. Desde luego que hemos derramado un montón. ¿Qué tal si simplemente volvemos
a hacer lo que hacíamos antes?

—Bueno. Por ahora.

Con la esperanza de que se refería a los besos y los orgasmos y no a ver la


televisión, ella avanzó su mano hasta su muslo. Riendo, la acercó de nuevo con un brazo
alrededor de su hombro.

—Puedo sentir tu mano en mi cremallera de nuevo, Cosita. Te dije que no.

La había cogido in fraganti.

—Pero ya lo hemos hecho, por lo que está permitido.

Mustang bajó la voz.

—Aun así, yo no me voy a sentar aquí en tu dormitorio con mi polla fuera y tu


abuela en la sala de estar.

—Bien. Se de esa manera. —Sage cruzó los brazos de nuevo.

Riendo, la mano de Mustang bajó y comenzó un viaje por el interior de su pierna


desnuda.

—Tal vez podría compensártelo de alguna manera.

—Tal vez. —Ella continuó frunciendo el ceño, pero movió más sus piernas mientras
él paso su dedo por debajo del borde de sus bragas. Se movió, suave y seguro, directo a
donde ella lo necesitaba, enfocándose en su punto más sensible.
Su gemido se atascó en su garganta y cerró los ojos. Sage levantó las caderas de la
cama mientras rodeaba el dedo. Se apretó con más fuerza contra su mano, pero no fue
suficiente.

Ella dejó escapar un gemido de frustración y luego sintió su aliento caliente contra
su cara.

—¿Qué te pasa, cariño?

—Más.

Riéndose, Mustang deslizó un dedo dentro y comenzó a realizar su magia especial.


Un pequeño sonido escapó de ella.

—¿Mejor? —Al oír la sonrisa de satisfacción en su voz, ella no respondió. En


cambio, levantó la mano y tiró de sus labios hacia abajo para encontrar los de ella mientras
su cuerpo empezó a temblar. Él gimió contra su boca mientras se venía.

Quería que el momento nunca terminara. Finalmente, el orgasmo finalizo, pero el


beso continuó hasta que él se apartó de repente y se sentó.

—¿Qué pasa?

Él la hizo callar con suavidad, toda su atención en la televisión de la habitación. Se


puso de pie y se acercó más.

Empujando su vestido de vuelta por sus piernas, ella se levantó también y se acercó
a donde estaba parado al lado de la televisión.

Vio lo que tenía la atención de Mustang y se le hizo un nudo en la garganta. Empujó


el botón en la parte frontal del aparato para subir el volumen.

La voz de un locutor llenó la habitación.

—El guante de Skeeter todavía está atrapado en su cuerda. Los toreros están
tratando de soltarlo, pero Six Strings no está desacelerando.

Ella vio con horror como lo que parecía más como una muñeca de trapo que un
hombre era aventado y arrastrado por el toro gigante.

—Vamos, —susurró Mustang. —¡Mierda! La cuerda no se liberará. Maldita sea,


Skeeter.

Se pasó una mano por el pelo, sacudiendo la cabeza.

El toro y jinete fueron finalmente separados, lo que sólo le permitió al toro para
descender y golpear con mayor eficacia el cuerpo inmóvil del jinete en el suelo. Un grupo
de hombres saltó, agarrando al toro por los cuernos, golpeándolo en el culo, haciendo
cualquier cosa para alejar su atención del jinete, que era el único centro de su atención.

Un caballo y jinete aparecieron en pantalla, lanzando una cuerda alrededor de los


cuernos del toro para alejarlo del hombre herido. Finalmente, el toro fue expulsado de la
arena mientras el anunciador mantuvo en marcha sus comentarios.

—El equipo de medicina deportiva esta con Skeeter. Nunca se puede decir en este
momento que tan graves son las lesiones.

La cámara se acerca más y Sage observo con horror a la inmóvil figura arrugada en
el suelo. La arena estaba tan silenciosa como su dormitorio mientras todos esperaban. Una
camilla apareció y la estación fue a un corte comercial.

Mustang tenía su teléfono celular y estaba presionando botones.

—Slade. ¿Qué está pasando con Skeeter? La maldita estación lo corto.

Él comenzó a pasearse por la habitación, alternativamente hablando y escuchando.


Sage se quedó fuera de su camino hasta que finalmente termino la llamada.

—¿Cómo está?

—No saben todavía. Está inconsciente. Quieren trasladarlo al hospital, pero su


espalda podría estar rota por lo que tienen que ser cuidadosos. ¡Mierda! Es mi culpa.

Ella frunció el ceño y se acercó más a él.

—¿Cómo puede ser tu culpa?

—Skeeter me pidió que le mostrará cómo hacer un nudo suicida y lo hice. —Él dejó
escapar una risa amarga —. ¡Qué estúpido! Debería haber dicho que no. Maldita sea. Se
llama nudo suicida, por el amor de Dios. ¿En qué demonios estaba pensando?

Sage había visto suficiente monta de toros a través de los años para saber de lo que
estaba hablando.

—Un montón de jinetes usan ese nudo.

—Sí, pero yo no sé los enseñe. —Mustang negó con la cabeza de nuevo.

La cobertura del evento regreso de nuevo, y Sage y Mustang se quedaron pegados a


la televisión hasta que sonó su teléfono móvil. Él le echo un vistazo y respondió.

—Slade. ¿Qué has descubierto?

Mustang escuchó un poco y luego dejó escapar un suspiro tembloroso.


—¡Maldita sea! Mantenme informado. ¿Está bien? Gracias. —Cerró el teléfono y
ella esperó. —Parece que no es una fractura en la espalda, pero no están seguros de cuan
graves son las lesiones internas. Está en el hospital ahora. Él estuvo consciente un poco,
pero realmente estaba fuera de sí.

—Gracias a Dios que al menos se despertó.

Agotamiento empañado su rostro.

—Sí. Mira, odio tener que irme, quiero decir después de... —Miró a la cama—. No
voy a ser buena compañía en este momento. Creo que debo irme.

Sage asintió, ocultando su decepción de que no quería que su consuelo.

—Está bien.

—¿Segura?

¿Qué se suponía que debía decir? No, no está bien que estés molesto y te vayas
porque tu amigo está en el hospital y piensas que es tu culpa. La necesidad de él de estar
solo era más grande que su egoísta deseo de su compañía. Por mucho que quería que
Mustang la dejara confortarlo, tenía que entender eso. —Sí, estoy segura. Estoy aquí si me
necesitas. Me refiero a día o de noche. Lo sabes, ¿verdad?

Él asintió con la cabeza.

—Sí, lo sé. —Mustang se inclinó y, rozando su mejilla con la mano, la besó en la


frente.

—Buenas noches.

—Buenas noches. —Sage lo vio salir de su habitación y suspiró. Él era un solitario


y probablemente siempre lo sería. Tonta ella por esperar que podría convertirlo en cualquier
otra cosa.

Capítulo 14
Traducido por Thelovestory & Lu_Rodriguez
Corregido por mayelie
E
l timbre de su teléfono celular despertó a Mustang de un sueño inquieto. Se
encontró de espaldas acostado transversalmente en su cama con las luces
encendidas y las ropas todavía puestas.

Buscó el teléfono y finalmente consiguió abrirlo.

—¿Hola?

—Hey, es Slade.

—Slade. ¿Cómo está Skeeter? —Mustang frunció el ceño al reloj de la cómoda. Era
justo después de las once pm. Él debió caer dormido al minuto en que su cabeza golpeó el
colchón hace unas horas.

—No hemos oído nada más del hospital todavía, pero estoy a punto de ir dormir por
la noche. Quería hacerte saber. Te llamaré por la mañana cuando me entere de lo que pasa.

—Bueno. Gracias, hombre. —El cerebro de Mustang comenzó a disparar de nuevo


como se despertaba lentamente—. Hey, ustedes chicos van a volver hacia el oeste luego,
¿no?

—Sí. Guthrie, Oklahoma y luego Weatherford, Texas. ¿Pensando en marcharse?

—Sí, en realidad lo estoy. Llamare y te hare saber.

—Es conveniente tener un teléfono celular, ¿no es así?

Mustang escuchó la suficiencia en la voz de Slade.

—Sí, sí. Buenas noches, Slade.

—Buenas noches, hombre.

Colgó y se pasó una mano por la cara.

Mustang seguía pensando en el peor de los casos, en lo que podría haber sucedido.
¿Qué pasaría si Skeeter se hubiera quedado paralizado en ese accidente? Eso sería un
destino peor que la muerte para Mustang. A pesar de que Skeeter no estaba paralizado,
todavía no significaba que su carrera a caballo no había terminado.

Ver los restos de Skeeter había sido una revelación. ¿Qué pasaba si Mustang se
lesionaba de nuevo y no podía montar más? Un trabajo estable con un sueldo y beneficios
regulares, incluso uno en la cárcel con su padre, podría ser bastante bueno.

Mierda. Estaba empezando a sonar como su padre.


Bien despierto ahora, miró el reloj de nuevo. De ninguna manera se estaría
durmiendo pronto de nuevo. Se sentía como si hubiera sido arrastrado fuera de su piel si no
salía de esta pequeña habitación y se movía.

Cogió las llaves de la cómoda y luego se deslizó pasando dormitorio de sus padres.
Salió por la puerta trasera, no seguro de adonde se dirigía, sólo que tenía que salir de allí
por un tiempo.

Unos minutos más tarde, se encontró estacionado y mirando a la oscura silueta de la


casa de Sage. Ella había dicho que estaría allí para él cuando la necesitara, de día o de
noche. Él la necesitaba ahora.

Caminando tranquilamente al lado de la casa para que no despertar a su abuela,


Mustang se acercó y tocó el cristal de su ventana. Suavemente al principio, luego más
fuerte cuando ella no vino.

Finalmente, vio las cortinas moverse y su rostro apareció. Levantó la ventana y se


inclinó.

—Mustang. ¿Está todo bien?

No. Todo estaba al revés y nada tenía sentido ya.

—Sí. ¿Puedes salir y hablar?

Ella no lo dudó.

—Claro. Sólo déjame ponerme unos pantalones cortos y zapatos. Voy a estar allí.

Él asintió, dándose cuenta que venir aquí a Sage ahora era la cosa más estúpida que
había hecho recientemente. Entonces se acordó de cómo había pasado la mayor parte de ese
día con Mistress Lena haciendo lo impensable y revisó esa opinión.

La puerta pantalla de la cocina chirriaba y Sage apareció con una enorme camiseta
que él apostaba que era con la que dormía, pantalones cortos y chanclas.

Llegó a su lado y envolvió sus brazos alrededor de su cintura.

—¿Estás bien?

No lo suficientemente fuerte como para luchar por más tiempo, la atrajo hacia él y
la abrazó con fuerza.

—No. Ellos todavía no saben exactamente qué tan grave está Skeeter.

—Lo siento.
Miró hacia la casa y se dio cuenta de lo cerca que estaban.

—Tal vez deberíamos ir a hablar en el remolque antes de que despertemos a Abue.

—Bueno.

La luna casi llena iluminaba el camino al remolque. Mustang abrió la puerta para
Sage, haciéndole subir al salón antes de que la siguiera al interior. Encendió una pequeña
luz que funcionaba con baterías que lanzaba una suave iluminación sobre el interior.

Ella estaba de pie junto a la cama y miró a su alrededor antes de darse la vuelta y
mirarlo, esperando a que él hable, supuso. Por desgracia, al verla allí y dado su estado de
ánimo actual, hablar era lo último que necesitaba.

—Sage. —Dio un paso más cerca y le tocó la cara. Su expresión le dijo que no iba a
decir que no, no importaba lo que le preguntara—. No me estoy quedando por aquí más
tiempo de lo necesario.

—Lo sé, y estoy de acuerdo con eso.

Maravillado por ella, sacudió la cabeza.

—¿Por qué diablos quieres involucrarte con alguien como yo?

Se encogió de hombros.

—Me parece que no puedo ayudarme a mí misma.

Bajó la cabeza y permaneció cerca de sus labios.

—Yo tampoco puedo. Me prometí que no dejaría que las cosas fueran más allá
contigo, pero maldita sea, Sage. La vida es malditamente demasiado corta. Lo que pasó con
Skeeter esta noche podría pasarme fácilmente a mí.

El dedo de ella se acercó y se apoyó en sus labios.

—Shh. Deja de hablar y haz el amor conmigo.

Sage se quitó los zapatos y los pantalones cortos, luego levantó la camiseta sobre su
cabeza y la dejó caer en el suelo. No había estado usando sujetador o bragas. Se quedó de
pie desnuda delante de él.

Un gemido de derrota pura retumbó profundamente en su garganta. Pasó las manos


por sus curvas expuestas, temblando junto con ella cuando sus pulgares rozaron sus
pezones en el viaje hacia abajo.
Las manos de ella comenzaron a trabajar en su cinturón y él se lo permitió. Bajó la
cabeza y tomó su boca con la suya mientras sus dedos encontraron primero su cremallera y
luego la erección detrás de él. Metió la mano en su ropa interior y lo acarició mientras
gimió contra su boca.

—Ya he esperado demasiado tiempo por ti, Mustang Jackson. Quítate las botas y la
ropa y vamos a meternos en esa cama.

¿Quién era él para discutir? Hizo lo que le dijo, deteniéndose sólo para apoderarse
de los condones y el lubricante del cajón. Se tumbó en la cama y Sage se arrastró hacia
arriba, sentándose a horcajadas entre sus piernas.

Alcanzó los condones y se detuvo a su lado.

—Espera. No vas a estar lista todavía.

Sage rió.

—Estoy lista. Créeme.

Mustang negó. Ella no entendía. Él era grande. No tan grande como Jon Long, pero
aun así. Y Sage era joven y dudaba que muy experimentada. Ese pensamiento no ayudó a
su culpa, pero como lo demuestra la erección que sobresale hacia arriba entre ellos, no
había disminuido su necesidad de ella tampoco.

—No, Cosita. No quiero hacerte daño.

—Si me llamas Cosita una vez más, te haré daño. Ahora déjame poner esto en ti. —
Ella sostuvo el condón, amenazándolo con él. Él se rio de su determinación.

—Está bien, pero por favor, utiliza el lubricante, Sage. Realmente no quiero hacer
daño... Ah, santa madre. —Él no tenía el tiempo ni el ingenio para terminar la frase porque
Sage ya lo había enfundado y había comenzado a bajar por encima de él.

Sus ojos se cerraron y su cabeza golpeó el colchón mientras sentía que su cuerpo
comenzaba a envolverlo. Él finalmente obligó a sus párpados a abrirse lo suficiente como
para poder ver a su longitud desapareciendo lentamente dentro de Sage.

—¿Estás bien? —Su voz sonaba extraña a sus propios oídos.

Ella respiró fuerte mientras él se hundía más profundo.

—Sí.

—No quiero hacerte daño.


—No me voy a romper. Te lo prometo. —Inclinándose, ella dio un beso suave en
sus labios y bajó un poco más sobre su polla.

Él la mantuvo inmóvil con una mano en cada una de sus caderas.

—Lo sé, pero dime si yo...

—Mustang. Cállate y haz el amor conmigo. A menos, claro, que no sepas cómo.

Se echó a reír. Era diferente estar con una mujer que conocía. Realmente conocía.

—Sé cómo hacerlo.

—Entonces es mejor que lo pruebes.

Aflojando su control sobre ella, Mustang dejó de luchar. Dejó que Sage trabajara
hasta que estaba completamente asentado en su interior. Ella marcó un ritmo lento que lo
tenía temblando cada vez que se incorporaba y luego se deslizaba hacia abajo. Observó su
rostro y su mirada no se apartaba de él.

Esto era más que sexo. Mucho más.

No preparado para la intensidad de lo que se sentía con Sage, Mustang trató de


hacer lo único con lo que estaba familiarizado. Complacerla.

Encontró su clítoris con el pulgar y luego el ritmo que ella dispuso no era más tan
lento.

En un frenesí de movimiento, sabía que no podría durar mucho más tiempo. Cuando
ella gritó y él sintió que su cuerpo lo agarraba, se vino justo después de ella con una
liberación sacude almas que no había sentido en mucho tiempo, o alguna vez.

Sin aliento, Sage se desplomó sobre el pecho empapado en sudor.

—Una vez no va a ser suficiente.

Aún dentro de ella y en estado de shock en la conexión que había sentido entre
ellos, Mustang tuvo que estar de acuerdo.

El sonido distante de su celular despertó a Mustang al amanecer. Sage estaba tirada


encima de él.
Dos envolturas de condones desechados yacían a su lado de la cama. Los recuerdos
de la segunda ronda de la noche anterior tuvieron su cuerpo despierto de una manera muy
obvia. Ese tenía que esperar.

Su teléfono estaba en algún lugar en el suelo dentro de sus jeans, pero cómo iba a
llegar a ellos con Sage encima de él, no lo sabía.

Mustang se abrió camino por debajo de ella.

Ella gimió y se dio la vuelta por la interrupción, acurrucándose en posición fetal.


Abrazando su almohada, estaba de nuevo dormida así que él no se sintió tan mal. Sin
embargo, el teléfono dejó de sonar mucho antes de que llegara a sus jean arrugados y lo
encontrara en el bolsillo.

Le tomó un minuto localizar las llamadas perdidas, pero en poco tiempo había
golpeado los botones correctos y estaba escuchando el timbre a través de la línea. Echando
una mirada a la cama y a la figura pacíficamente dormida de Sage, Mustang se encerró en
el diminuto baño. Tenía que orinar de todos modos.

Finalmente, Slade respondió.

—Hola, Slade. Lo siento perdí tu llamada. ¿Qué pasa?

—No, yo lo siento. Es demasiado temprano en un domingo por la mañana para que


tú te levantes, pero pensé que te gustaría saber lo que estaba pasando. Obtuvimos
información de Skeeter. Tiene un hígado lacerado, contusiones en ambos pulmones y
costillas fracturadas. Todavía está en el hospital. Los doctores dicen que lo más probable es
que esté fuera de tres a seis meses.

—Maldición, pero aun así, gracias Dios que no fue peor. —De tres a seis meses
fuera de la competencia, pero al menos no había sido una lesión que finalizara su carrera.
Después de ver ese accidente y la reacción de los médicos deportivos por ello, Mustang no
había estado tan seguro. Skeeter estaba mal, pero era un alivio que no era peor. Todo
sanaría. Él había tenido suerte… esta vez.

Dejó escapar un suspiro largo y lento.

—Gracias por decírmelo, hombre.

—No hay problema.

Mustang se despidió y le colgó a Slade, se hizo cargo de sus negocios en el baño y


luego vagó de nuevo a la cama. Era demasiado temprano para estar despierto.
Desafortunadamente, tendría que despertar a Sage y escabullirla de regreso a su casa.
Si su abuela despertara y no la encontrara, lo más probable es que mirara afuera,
viera su tráiler y sabría que su nieta no estaba perdida del todo. Simplemente estaba
ocupada con Mustang. La última cosa que él necesitaba era a la abuela, la mujer que lo
había visto crecer, sabiendo que él se había aprovechado de su nieta.

Se arrastró sobre la cama y se situó cerca de la espalda de Sage para poder


despertarla lentamente.

El problema era que, Junior no se despertó lentamente. Él se había bajado muy bien
durante la llamada telefónica, pero ahora él detectó el calor del cuerpo desnudo de Sage, y
surgió a la vida. Se presionó cerca contra la grieta de su culo, Mustang estaba empezando a
perder el incentivo de enviarla a casa.

Cuando ella gimió suavemente y se acarició contra él, todo sentido huyó. La mano
de él se deslizó sobre su cadera y se coló entre sus muslos. Otro sonido somnoliento, feliz,
retumbó de Sage y ella inclinó una rodilla, dándole acceso total. Lamentablemente, él se
aprovechó. Comenzó rodeando su clítoris con el dedo mientras su erección se burlaba de
ella.

Descubrir que ella ya estaba mojada lo hizo gemir. Dejó que la punta de su polla se
deslizase dentro y sus ojos cerrados fuertemente por la sensación. Ella empujó hacia atrás y
se deslizó más dentro. Él trabajó su mano más rápido y las caderas de ella empezaron a
moverse. Antes de darse cuenta, él se estaba empujando completamente dentro de ella. Sus
músculos empezaron a pulsar alrededor de él y él bombeó con más fuerza.

Ella gritó cuando se vino y Mustang sintió el cosquilleo comenzando en su interior.


Se hundió en ella una última vez, con la intención de terminar en lo profundo de ella, y
entonces se dio cuenta de lo que había hecho. Empujando a Sage hacia adelante, tiró de sí
mismo fuera mientras se venía en las sabanas.

—Mierda. —Dejó escapar un suspiro tembloroso sobre la llamada cercana—. No


puedo creer lo que acabo de hacer.

Sage rodó sin fuerzas, acostada de espalda a su lado.

—¿Qué está mal?

—Olvidé el condón. No puedo creerlo. Nunca he hecho eso antes, Sage. Nunca. Es
decir me salí, pero aun así, ni siquiera me di cuenta de lo que había hecho hasta que fue
demasiado tarde.

—Pero no fue demasiado tarde, así que está bien.

Él negó con la cabeza.


—Ese no es el caso.

—¿Lamentas que hiciéramos el amor? —Ella lo mira de cerca, esperando una


respuesta.

Él tomó su rostro.

—No, no lo lamento, pero estoy malditamente molesto conmigo mismo por ser
estúpido.

Ninguna mujer lo había hecho olvidarse de sí mismo de la forma que lo había hecho
con Sage.

Su olvido con Sage era una prueba de que algún día en el futuro, ya sea por elección
o por accidente, es posible que necesite un trabajo estable con beneficios de salud y un plan
de pensiones y eso significaba el fin de su carrera.

Eso asustó el infierno fuera de él. Su cabeza estaba empezando a doler.

Sage irrumpió sus pensamientos.

—No fuiste estúpido. Ahora detente. Todo está bien. Cambiemos de tema. ¿Qué
quieres hacer este fin de semana?

—Estaba pensado en hacer un viaje por carretera para ver a Slade y los chicos en
Oklahoma. Quedarme y ver la competencia.

—Ah, ¿sí? Eso suena divertido.

Mustang podría ser denso a veces, pero este no era uno de esos momentos. Sage
estaba esperando que la invitara a ir con él.

¿Cómo demonios iba a hacer eso? Jenna todavía viajaba con Slade. Lo más
probable era que su pasado juntos pudiera salir. A pesar de que no quería mentirle a Sage,
pensó también que ella no podía manejar esa revelación.

Luego estaba Chase, quien podría trotar fácilmente y empezar a salir de su boca el
reciente trío suyo y de Mustang.

Se sintió lo suficientemente como el diablo en la tierra en comparación con Sage y


ella ni siquiera sabía una fracción de lo que él había hecho en su vida. Sí, eso era antes de
que ellos estuvieran juntos, pero aun así.

Ella tranquilamente esperó que él dijera algo. Se sentía muy mal por ella, pero
necesitaba salir de llevarla con él de alguna manera.
—Um, te invitaría, pero voy a pasar todo el tiempo poniéndome al día con los
chicos, y Slade siempre solía alojarse en el tráiler conmigo…

Sage rio.

—Sí. Esto estaría un poco atiborrado. Los tres en este pequeño remolque.

Él había tenido más de tres personas en su cama una o dos veces. Aprisionando la
culpa, Mustang dejó escapar un suspiró.

—Exacto. Tú entiendes, ¿verdad?

—Por supuesto, pero te echaré de menos. —Ella mordisqueó suavemente la barbilla


de él con sus dientes.

—Te voy a extrañar demasiado, Cosita. —Pasando una mano por su cuerpo,
Mustang inclinó la cabeza hacia abajo. Sus labios se cernieron tentadoramente por encima
de ella y entonces lo pensó mejor. Con un gemido, se apartó—. Mejor no empiezo algo que
no tenemos tiempo para terminar.

Los rápidos simplemente no eran posibles con Sage. Descubrió que nunca quiso que
su tiempo con ella terminara, por lo que trató de no pensar en el día que lo haría. Tal vez
esa era otra razón para no salir de la cárcel. Trabajando allí harían las semanas restantes de
Mustang en Magnolia sentirse como una eternidad.

Sage suspiró y salió de la cama.

—Mejor me voy a casa antes de que Abue despierte. ¿Cuándo sales para
Oklahoma?

—Justo después del trabajo el viernes, supongo.

—Supongo que no tendremos mucho tiempo juntos antes de que te vayas ya que
tienes que trabajar toda la semana. —Ella sonaba triste mientras se ponía los pantalones
cortos.

—Estaré en casa el domingo por la noche. —Lamentablemente viéndola tirar de su


camiseta por encima de su cabeza, cubriendo lo último de su hermosa desnudez expuesta,
Mustang se levantó de la cama.

—Es mejor que seas bueno mientras estés fuera. —Ella se puso en puntillas y lo
besó en la boca.

—Lo seré. —Como si tuviera elección. Ni siquiera había pensado en otra mujer
desde la primera noche que había visto a Sage en casa de sus padres. Después del tiempo
que habían pasado juntos, no estaba seguro de que incluso fuera capaz de no pensar en ella
de nuevo.

—No te subas a un toro para ver si tu brazo está mejor. —Sus ojos se estrecharon
con una advertencia.

Él se echó a reír. Ella no había estado hablando de otras mujeres en absoluto.

—No subiré en ningún toro. Lo prometo.

—Está bien. —Ella se cernía en la puerta del remolque—. Nos vemos.

—Nos vemos, Cosita.

Viéndola poner los ojos y desaparecer por las escaleras, se dio cuenta de que estaba
en un gran problema. La extrañaba ya.
Capítulo 15
Traducido por ♥KeSofy♥
Corregido por Marta_rg24

D
espués de arrastrar el culo durante la mayor parte del viaje, Mustang se
detuvo en el estacionamiento de la arena alrededor de las once la noche del
viernes. Se bajó de la cabina con un gemido, estirando sus músculos
rígidos luego de sentarse en la misma posición durante muchas horas.

No se había detenido, sólo condujo sin parar. Ahora podía consumir una
hamburguesa poco cocida y una cerveza fría. Un baño de hombres sería útil también. Por
suerte, sabía dónde podía encontrar todo eso y más.

El faro de neón en la calle le llamó la atención. Slade y Jenna habían llamado una
hora antes. Habían estacionado en el pueblo antes de esa noche y se habían registrado en el
hotel. Ya deberían estar en el bar esperándolo. Cuando empujó la puerta y oyó el chirrido
de Jenna, supo que lo estaban.

—Lo hiciste. — Ella saltó de su silla.

—Sí. Lo hice, cariño. —Mustang aceptó su abrazo, antes de estrechar la mano de


Slade y mirar su cerveza sobre la mesa.

—Hey, hombre. Es bueno verte. Maldita sea, seguro que puedo tomarme una de
esas.

Slade rió.

—Seguro que sí. Te conseguiré una.

Jenna le agarró el brazo.

—Espera. ¿Sigues con los analgésicos? No puedes beber si lo estás.

Mustang sonrió.

—No, mamá. No estoy con las pastillas para el dolor.

Habría tenido la tentación de mentirle si todavía las estaba tomando. Por suerte,
había terminado con las pastillas, hasta la próxima lesión, por lo menos.
Slade se detuvo, levantó las cejas.

—¿Tengo permitido conseguirle una cerveza?

—Sí. —Jenna entrecerró sus ojos. Mientras Slade se dirigió a la barra, agregó, —
arrogante.

Mustang se rió.

—Uh oh. ¿Hay problemas en el paraíso?

—Nah. Estamos bien. Acabamos de pasar un montón de tiempo juntos. Cuando


estás en la carretera es veinticuatro-siete.

—Dímelo a mí. He estado viajando de un extremo del país al otro con él durante
mucho más tiempo que tú.

—Lo sé. ¿Cómo nunca se mataron el uno al otro? —Jenna negó con la cabeza con
asombro.

Con dos botellas en mano, Slade se acercó justo en ese momento. Mustang aceptó
su cerveza y la levantó en salud a Jenna.

—El alcohol ayuda.

Jenna levantó su propia bebida en un brindis a Mustang, envió una mirada inocente
a Slade y tomó un largo trago.

Mustang sonrió.

—Realmente los he echado de menos, chicos. Díganme todo lo que ha pasado desde
que he estado fuera. ¿Cómo está Skeeter?

—No tan mal. Dice que volverá la próxima temporada.

—Me alegro de ello.

Jenna apoyó un codo sobre la mesa.

—Dinos qué está pasando contigo. ¿Cómo es eso de estar en casa?

Slade se encogió ante la inocente pregunta de Jenna.

—Probablemente no deberías sacar ese tema.

—¿Por qué? —Ella miró de Slade a él.


—No soy un gran fan de visitar la casa, es todo. No es gran cosa —explicó
Mustang.

—Pero, ¿por qué no te gusta ir a casa? Con ustedes estando en la carretera tanto,
creería que estar en casa sería un buen cambio.

Mustang se rió.

—No has conocido a mi padre.

La comprensión cruzó el rostro de Jenna.

—Ah. Oye, ¿Paraste a comer durante el viaje? Creo que la cocina sigue abierta.

—Sí, podría comer, pero espera un minuto. Tú, la curiosa escritora que tiene una
pregunta para todo, ¿estás dispuesta a dejar el tema de por qué no me gusta ir a casa? ¿Sólo
así?

Jenna se encogió de hombros.

—No es necesario. Lo entiendo completamente.

Aún confundido, Mustang miró a Slade por una respuesta.

—Problemas de madre —suministró Slade.

Parecía que esos dos realmente habían llegado a conocerse el uno al otro viviendo
juntos en el camino. Definitivamente había una historia allí y Mustang no estaba seguro de
querer oírla en ese momento.

—Escucha, necesito golpear la cabeza. Si pregunta una camarera, ordéname una


hamburguesa que esté poco cocida y papas fritas.

—Ya lo tienes. —Asintió Slade.

Mustang volvió a la mesa momentos después y encontró un cubierto, una botella de


salsa de tomate y una cerveza fresca que habían dejado en su asiento. Las cosas estaban
mejorando.

Hasta que Jenna comenzó a hablar de nuevo.

—Entonces, ¿quién es la chica?

Frunció el ceño y miró alrededor de la barra.

—¿Qué chica?

—La que es esa casa que no estás contándonos.


—¿Qué te hace pensar que hay una chica? —Trató de mantener su rostro neutral.

—Para empezar, hay una barbie apoyada en la barra con sus senos el noventa por
ciento fuera de su top y ni siquiera la has mirado.

—Eso es porque estoy demasiado ocupado mirándote a ti, cariño. —Le sonrió y
dejo caer su mirada sugerente por su cuerpo.

— Chorradas. No has tratado de besarme ni pillé un sentimiento cuando te abracé.


Hay una chica—. Jenna entrecerró sus ojos en él.

Mustang miró impotente a Slade, quien se limitó a reír.

—Lo siento. Estás tú solo ahí, amigo. Ya tengo mis manos llenas con ella.

—¿Qué se supone que significa eso? —La mirada infeliz de Jenna se redirigió en la
dirección de Slade.

Slade frunció el ceño en dirección a Mustang.

—Mira. Ahora me metiste en problemas.

Mustang se rió.

—Lo hiciste todo tú solo, hombre. No es mi culpa.

La hamburguesa y papas fritas llegaron y la vida fue buena. Slade y Jenna estaban
proporcionando su entretenimiento comedor. Su alojamiento felizmente libre de padres
para la noche estaba aparcado convenientemente al otro lado de la calle. ¿Qué más podría
pedir un hombre? Está bien, tal vez Sage en su cama esta noche estaría bien. Y su nombre
en ese tablero piloto para mañana también, ahora que lo pensaba.
Mordió la hamburguesa y los jugos inundaron su boca. Por ahora, esto era lo
suficientemente bueno.

—Maldita sea. —Jenna de repente buscó su siempre presente saco de una bolsa que
parecía seguirla a todas partes.

Mustang se limpió la boca con la servilleta.

—¿Qué pasa?

—Se me olvidó que tenía que enviar un correo electrónico a mi agente con la lista
de fechas y ciudades donde Slade estará compitiendo.

La mirada de Mustang volvió a Slade.

—¿Por qué?
Slade rodó los ojos.

—Ellos van a planear un montón de eventos literarios durante todo el recorrido.


Sacando rápidamente de su bolso la computadora más pequeña que jamás había visto,
Jenna la puso sobre la mesa y la abrió—. Es brillante. Quiero decir, el libro es sobre jinetes
de toros, ¿no? Entonces, ¿qué podría ser mejor que tener la firma de libros en los eventos?

Los ojos de Mustang se abrieron.

—¿Al igual que dentro de la arena?

—Afuera, en los lobbies, probablemente. En algunos lugares van a estar librerías


ubicadas muy cerca del evento, pero sobre todo, sí, en las plazas de toros.

—Pero, eh, ¿entonces la gente no se dará cuenta de que, uh, ya sabes... que somos
nosotros?

Su trío fue objeto de esa maldita novela romántica que Jenna había escrito.

Prácticamente había muchos detalles hasta donde había leído.

Jenna lo miró.

—He encontrado que generalmente existen dos tipos de personas. Los que creen
que el autor ha hecho personalmente cada una de las cosas sobre las que escriben, sin
importar cuán pervertida o absurda es la historia, y los que piensan que todo es falso,
incluso cuando es absolutamente real.

—Uh, sí, pero Jenna. —Bajó la voz—. Realmente hicimos todo eso lo de tu libro.
Normalmente, al menos hace unos meses, a Mustang no le importaría que supiera lo que
había pasado en Tulsa. Eso era antes que Sage entrara en el escenario.

— Lo que estoy diciendo es que no importa si lo hicimos o no lo hicimos. La gente


va a creer lo que quiera de todos modos, así que no estoy preocupada. —Se encogió de
hombros.

Con una mirada a Slade, quien hizo eco del encogimiento de hombros de Jenna,
Mustang dejó escapar un largo suspiro.

—Bueno. Si tú lo dices.

Jenna cliqueó en su diminuto artefacto durante unos minutos. Entonces escribió tan
rápido que apenas se podían ver sus dedos, antes de cerrar la tapa.

Él frunció el ceño.

—¿Qué acabas de hacer?


—Envié un correo electrónico con la lista de eventos a mi agente.

—¿Puedes conseguir sitios de Internet y más con esa pequeña cosa?

—Sí. Cool, ¿eh?

Él asintió con la cabeza.

—¿Podría yo, uh, entrar en un sitio web?

La cerveza de Slade se detuvo a medio camino de su boca.

—Tú. ¿En Internet?

Mustang frunció el ceño ante su comentario.

Jenna sonrió.

—Tal vez quiere enviarle un correo electrónico a su novia.

—No sabría cómo si quisiera —admitió Mustang.

Los ojos de Jenna se abrieron.

—Ah, já. Así que hay una chica. Aquí tienes. Es todo tuyo.

Slade rió mientras Jenna le pasaba a Mustang su ordenador. Le echó una mirada y
se deslizó de nuevo a ella.

—No estoy enviando un correo electrónico a nadie. Sólo quería comprobar algo.
¿Podrías hacerlo por mí? Quiero ver si este sitio está activo todavía.
Extrayendo su cartera de su pantalón, sacó la tarjeta de Guy.

Ella lo leyó.

—¿Fotografía deportiva?

Él trató de que sonara genial.

—Sí, este chico ha hablado con algunos de los novatos acerca de modelar para su
sitio. Pienso que me gustaría mirarlo.

De ninguna manera iba a decirle a ella o a Slade sobre el posar desnudo o las otras
cosas. Aunque, si este sitio web estaba en marcha y Junior era la imagen de portada, tenía
que hacerlo. No había pensado en eso antes de entregarle la información a Jenna y su
agudizada curiosidad. Mierda.
—Claro, puedo comprobarla por ti. —Jenna cliqueó alrededor un poco y luego
sacudió la cabeza—. Nop. Dice que es muy pronto.

—¿No dice cuándo estará?

—No. Espera un segundo, sin embargo. Déjame ver algo. — Frunciendo el ceño
con determinación a la pantalla, comenzó con la rápida escritura de nuevo.

—¿Qué estás haciendo?

—Estoy investigando quién posee el nombre de dominio y ver si tiene cualquier


otro sitio activo.

No estaba seguro de lo que todo eso quería decir y no estaba seguro de que le
hubiese gustado, de todos modos. Cuando los ojos de Jenna se abrieron y ella dijo—:
Mierda,

—Mustang lo supo a ciencia cierta. Tendría que haber mantenido la boca cerrada.

—¿Qué pasa?

—Mustang, este chico opera sitios de porno suave masculinos. —Su mirada
sorprendida se centró en él.

Uh, oh.

—Supongo que es una buena cosa que ninguno de esos tipos acordó modelar para él
entonces, ¿eh? —Realmente deseaba que ella dejaría esa cosa. Llegando a más, trató de
empujar la tapa para que se cerrara—. Gracias por comprobar. Les voy a hacer saber.

—Algunas de estas cosas son realmente... Wow. —Golpeó su mano y las mantuvo
pulsando teclas y él empezó a entrar en pánico.

Las cejas de Slade se dispararon hasta el nacimiento de su pelo.

—Si es tan malo, Jenna, entonces tal vez no deberías estar mirándolo.

—No dije que fuera malo. —Ella sonrió mientras Slade frunció el ceño. Entonces se
detuvo y se acercó más a la pantalla, antes de mirar a Mustang con la boca abierta.

Él tragó saliva.

—Um, ¿qué?

Ella hizo girar la pantalla para que lo viera y allí estaba él, casi en toda su gloria. —

Esto es qué.
Él negó con la cabeza.

—No sé lo que estás hablando. Y deja de mostrarme hombres desnudos. No quiero


ver esa mierda.

Cerrando la tapa, esperó que ése fuera el final de ello, pero ella simplemente lo
abrió de nuevo y allí estaba él.

—¿Qué está pasando? —preguntó Slade.

Mustang observó horrorizado mientras ella giraba la pantalla para Slade. Él


palideció y desvió la mirada inmediatamente.

—Por Dios, Jenna. No quiero ver esa mierda tampoco.

—Mira más de cerca —exigió—. ¿No reconoces esos tipos y ese sombrero?

Slade obligó a sus ojos de nuevo a la pantalla y luego dio un respingo.

—Mierda.

—Mira aún más cerca y hay una cicatriz reciente en su brazo izquierdo, justo donde
la de Mustang debería estar. Luego está su... ya sabes.

Slade la desafió.

—¿Qué pasa con su “ya sabes”?

—Bueno, quiero decir, la reconocería... No importa.

Mustang sintió su rostro cada vez cálido.

—Bueno. Soy yo. Estaban pagando ciento cincuenta la hora y no sabía que estaría
desnudo cuando me llamaron.

—¿No te dijeron?

—Bueno, sí, en el teléfono lo hicieron, pero me dijeron que era desnudez artística.
Pensé que... No sé lo que pensé, pero no creía que esto.

Ella siguió mirando en la pantalla hasta que Mustang comenzó a sentirse bastante
incómodo. Luego frunció el ceño e hizo clic una vez más y la reacción en su cara le dijo
que debería mirar también.

Cargó otra página. En la imagen, sus ojos estaban cerrados mientras agarraba a
Júnior en la mano y tiraba de él, intentando colocarse a sí mismo duro para la siguiente
toma como el fotógrafo había solicitado, concentrándose con tanta fuerza que no supo del
maldito chico que estaba sacando fotos todo el tiempo.

—Mierda.

Entonces se dio cuenta de otro hombre detrás de él en la foto. Estaba sentado en una
silla y masturbándose con entusiasmo mientras veía a Mustang haciendo lo mismo.

— Mierda. ¿Quién demonios es ese? Te lo juro, no había nadie en esa habitación,


excepto el fotógrafo y yo. — No es eso lo mejorara, pero aun así, él sólo lo había hecho
delante de un chico y para la cámara, no para ese otro tipo lo disfrute.
Jenna se inclinó más cerca—. Él está superpuesto. Es un trabajo bastante malo, pero se ve
bastante real a primera vista.

Slade se inclinó y miró también, antes de enderezarse rápidamente de nuevo.

—Maldita sea. Te dije que yo te hubiera prestado el dinero. No tenías que hacer eso.

Él respiró hondo, pensando en qué más habría hecho antes que pedirle dinero
prestado a Slade.

—Lo sé.

Entonces otro pensamiento lo golpeó. El fotógrafo conocía a Missy Love. Él fue el


que recomendó a Mustang para el trabajo. ¿Y si los dos sitios estaban vinculados de alguna
manera? Tragó saliva.

—No hay nada más allí, ¿verdad?

Si lo hubiera, Jenna y sus habilidades de espionaje de escritora lo encontrarían.


Mejor Jenna que Sage. Dios, ¿cómo reaccionaría Sage si lo sabía? No podía ni siquiera
pensar en ello.

Jenna hizo clic un poco más.

—No, no veo nada más, pero eso plantea una pregunta muy buena. ¿Qué otra cosa
podría haber estado allí? ¿Qué más hiciste, Mustang?

Ella se echó hacia atrás y cruzó los brazos y él supo que no saldría de allí hasta que
hubiese confesado. Levantó el brazo.

—Camarera. Otra ronda.

Poco después Jenna se sentó con los ojos abiertos y, sorprendentemente, sin
palabras. Mientras tanto, Slade se cubrió los ojos con la mano mientras apoyó su cabeza en
gran medida en el brazo que había apoyado en la mesa.
Mustang tragó el seco de su garganta. Había sido bastante gráfico. Conociendo a
Jenna, sería capaz de encontrar los malditos videos de algún modo con un poco de
investigación. Supuso que mejor debía preparar a Slade para ese descubrimiento.

—Por lo tanto, eso es todo. Tengo tres mil quinientos dólares de las películas, tres
mil ochocientos si contamos el uh, el modelado. Mirando hacia atrás, me gustaría devolver
cada centavo si pudiera recuperar lo que le hice para ganarlo.

Jenna frunció el ceño.

—Eso es lo que no entiendo, sin embargo. Te enorgulleces de tu potencia sexual.

Ese término hizo que Slade se riera pero ella continuó de todos modos.

—¿Por qué estás avergonzado?

Bien podría dejar todo claro. Estas dos personas eran sus mejores amigos en el
mundo, sin contar Sage, y eso era complicado.

—Porque tienes razón. Hay una chica y no sé lo que va a hacer si se entera de lo que
he hecho. Ella sabe que posé desnudo, pero eso es todo.

Mustang pasó a describir brevemente su relación con Sage, tanto del pasado como
del presente.

Cuando terminó, Jenna miró con aire de suficiencia a Slade.

—Te dije que había una chica.

Slade se levantó.

—Sí, lo hiciste. Me golpearé la cabeza. He estado esperándolo desde que comenzó


esta historia. No quiero perderme nada.

Ella lo vio alejarse hasta el final al baño de hombres, obviamente, orgullosa de sus
poderes de deducción.

Cuando él desapareció por la puerta de vaivén, se volvió de nuevo a Mustang.

—Estoy segura de que todo estará bien. Quiero decir, que sólo lo encontramos
porque lo estábamos buscando.

—Lo sé, pero se siente como la mierda mentirle. Ocultarle las cosas. ¿Sabes?

—Guau. Realmente eres serio acerca de esta chica. Debes serlo. Ni siquiera
sugeriste que volvamos a tu remolque. Creo que estás enamorado.
Mustang se puso serio y dejó que la idea se hundiera un poco.

Tal vez lo estaba. Eso era algo de mierda pesada.

Jenna se rió.

—No estés tan miserable. Estoy feliz por ti. Me alegro de que encontraras a alguien
especial. ¿Lo hiciste?

—Sí, lo hice. —Él dejó escapar una risa amarga—. Creo. — De lo que no estaba tan
feliz era de la idea de volver a la carretera y dejarla. Suspiró y luego cambió de tema—.
Entonces, ¿estás pensando en viajar con Slade durante el resto de la temporada?

Ella negó con la cabeza.

—No, regresaré a Nueva York después de esta etapa de la gira. Ellos se dirigen a la
Costa Oeste y tengo cosas en casa que tengo que cuidar.

Su rostro visiblemente se entristeció.

—Vas a extrañarlo.

Ella respiró hondo.

—Sí.

Mustang y Jenna estaban sentados en el silencio de miseria compartida cuando


Slade regresó.

—¿Por qué lucen tan serios de repente?

Jenna salió de su ensimismamiento.

—No hay razón, pero volviendo a la situación de Mustang. Creo que tienes que
decirle. Si sientes fuertemente acerca de ella y crees que pueden tener un futuro juntos, no
puedes empezar con una mentira.

La cabeza de Slade giró, diciéndole a Mustang que no estaba de acuerdo.

—Nop. Mantén tu boca cerrada, hombre. Que ella no lo sepa no te meterá en


problemas. Lo más probable es que nunca se enterará de todos modos. Ella no suena del
tipo que está fuera alquilando porno.

Jenna se volteó para enfrentarse a Slade.

—¿Iniciarías una relación ocultando las cosas al otro?


Esta era una pelea de perros donde Mustang se estaba quedando fuera. Tomó otro
trago de cerveza y observó la acción en silencio.

—Estoy diciendo que si la verdad la herirá y no va a cambiar nada que lo sepa de


todos modos, ¿por qué decirle?

Las cejas de Jenna se dispararon.

—Oh enserio.

—Mira, Jenna. Si hubiera ido y tomado un trabajo que requiriera tener relaciones
sexuales con otras mujeres antes de que empezáramos a salir en serio, ¿de verdad quisieras
saberlo? ¿Especialmente si nunca iba a hacerlo de nuevo? —preguntó Slade.

—Sí, lo haría.

Esa había sido una pregunta tonta por parte de Slade. Incluso Mustang sabía la
respuesta a ésa. Por supuesto, ella lo haría. Jenna había sido mordida por el insecto de la
curiosidad. Ella tenía que saberlo todo.

Mustang no pudo callar más y se metió.

—Está bien, Jenna, estoy de acuerdo que piensas que te gustaría saberlo, pero la
verdadera pregunta es ¿serías capaz de aceptarlo? ¿Podrías superarlo, perdonarlo y seguir
adelante como si nada hubiera pasado?

Ella estuvo durante un segundo pensando y luego negó con la cabeza.

—No puedo visualizar a Slade haciendo eso así que es difícil de imaginar.

—¿Pero si me puedes imaginar a mí haciéndolo? —Mustang frunció el ceño, sin


saber si simplemente había sido insultado.

—Tú lo hiciste. —Recordó.

—Entonces vamos a elegir otro escenario. Digamos que Slade empezó a ver a otra
mujer de vuelta a casa en Texas después de conocerte en Tulsa, pero antes de encontrarte
en Nueva York. Si después de volver a estar juntos juró nunca volver a verla, ¿todavía
quieres saberlo?

—Eso no sirve tampoco. —Jenna dejó escapar un suspiro—. Sé que ambos estaban
viendo a otras mujeres después de Tulsa. Si es que "ver" es realmente el eufemismo que te
gustaría utilizar para lo que estaban haciendo.

—¿Eso es realmente lo que piensas? —Slade frunció el ceño—. ¿Que yo estaba con
otras mujeres todo el tiempo?
Jenna asintió.

—Trato de no pensar en ello, pero en realidad, no teníamos un compromiso.


Ustedes eran tan mujeriegos y luego nunca me llamaron. ¿Qué se supone que debía pensar?

Slade le lanzó una mirada desagradable a Mustang. Esta conversación no iba según
lo planeado.

—No lo hice, tú sabes, “ver” o hacer cualquier otra cosa con otra mujer mientras
estábamos separados después de Tulsa. —Slade extendió su brazo y tomó la mano de
Jenna.

Su rostro se suavizó.

—¿No lo hiciste?

—No, no lo hice. —Slade negó con su cabeza.

—Aww. No vi a ningún otro hombre tampoco. — Su voz sonaba toda suave y


cariñosa.

Mustang puso sus ojos en blanco.

—Um, perdón. Ahora que tenemos eso aclarado, ¿podemos volver a mi problema?

Los dos tortolitos continuaron mirándose a los ojos del otro hasta que Mustang se
inclinó hacia delante y rodeó el antebrazo de Jenna.

—¿Qué tal esto? Digamos que Slade había estado con otra persona después de
reunirse de nuevo contigo en Nueva York. —Antes de meter a Slade en problemas,
Mustang añadió rápidamente—: Lo que no ha hecho, por cierto, pero si lo hubiese hecho,
¿serías capaz de perdonarlo y olvidar?

Ella frunció el ceño.

—No, porque eso significaría que me habría engañado después que nos pusimos de
acuerdo para no ver a nadie más. Pero esa no es una buena situación hipotética a menos que
tú y esta mujer acordaran tener una relación monógama antes de hacer los videos. ¿Lo
hiciste?

Él negó con la cabeza.

—Por supuesto que no. No habría estado de acuerdo con las películas si lo hubiese
hecho. Ni siquiera había tenido relaciones sexuales con ella aun cuando tomé los trabajos.
No voy a asumir más películas ahora que estamos juntos de esa manera.

—Así que no estabas engañándola.


—No.

—Entonces, técnicamente, ella realmente no puede enojarse contigo —razonó


Jenna.

Slade soltó una bocanada de aire. Mustang lo miró.

—¿Qué piensas, Slade?

—Sin importar si técnicamente puede o no enojarse contigo, todavía no puedo creer


que estés incluso teniendo en cuenta la confesión de todo. Te lo dije. Si no vas a hacerlo de
nuevo, mantén la boca cerrada.

Jenna le dio a Slade una mirada triste.

—Realmente creo que tenemos que hablar de esta propensión que tienes para
guardar secretos.

—¿Cómo es que siempre me meto en problemas por tu culpa? —preguntó Slade a


Mustang.

Él no podía preocuparse de esos dos. Mustang tenía sus propios problemas.


Respirando hondo, miró a Jenna. Ella era todo para él confesando sus pecados a pesar de
que conocía lo suficiente como para creer que sería la primera en tener rencor, no importa
lo que ella dijo. Miró a Slade, quien sacudió la cabeza para reforzar su opinión en contra de
decirle a Sage algo.

—Bueno. No voy a decirle. — Mustang se echó hacia atrás, pero esa decisión ralló
en su consciencia. Se inclinó hacia delante de nuevo—. Pero tal vez ella lo entendería. Ella
sabe cómo es mi padre y lo mucho que odio mi trabajo en la prisión. Caray, no lo sé.

Slade negó con la cabeza.

—Estás realmente jodido, hombre.

No lo sabía.
Capítulo 16
Traducido por Lu_Rodriguez & PrisAlvS
Corregido por Auro Kyle

—M
mm. te extrañé.

—También te extrañé, Cosita. —


Mustang movió el cabello de su cuello y envió
escalofríos a través de su columna cuando besó
la sensible piel justo debajo de su oreja.

El aliento de Sage se atascó en su garganta mientras él mordía con sus dientes y


luego calmaba el roce con sus labios.

—Oh, ¿en serio? ¿Entonces por qué me evitaste toda la semana desde que volviste?
—Ella trató de que sonara como si estuviera tomándole el pelo, pero la pregunta era
totalmente valida.

Sería fácil simplemente sumergirse en el placer y olvidar sus sentimientos. Por su


propia cordura, ella no podía dejar eso sucediera. Mustang había regresado de Oklahoma la
noche del domingo y luego había dicho que estaba demasiado cansando para verla todas las
noches durante la semana.

—Estoy aquí ahora, ¿no? —¿Él vaciló antes de contestar o ella estaba paranoica?

Sólo estaban juntos ahora porque ella no había sido capaz de sopórtalo más y había
caminado hasta su casa después de la cena. Él hizo alguna excusa a sus padres acerca de
llevarla al pueblo por un helado, cuando en realidad estaban en el remolque estacionado
detrás de los arboles por el lago.

Los escenarios corriendo por su cabeza los últimos días del por qué la estaba
evitando le habían hecho atravesar un loco terror. Imaginó todo de él reuniéndose e
involucrándose con otra mujer mientras estaba ausente, él teniendo una esposa secreta e
hijos viviendo en Oklahoma.

—Sí, estás aquí. Finalmente. —Ella estaba empezando a sonar como una perra.

Él movió la mano a la cintura de sus pantalones cortos. —Tal vez puedo llegar a ti.

Él deslizó la mano en sus bragas y la hizo temblar en cuestión de minutos. Entonces


la desnudó y se despojó de su propia ropa. Vistiendo un condón como si hubiera sido
nombrado el chico del cartel para evitar el embarazo después de que una vez lo había
olvidado, se deslizó dentro. Continuó acariciando dentro y fuera de ella hasta que ambos
jadearon para respirar.

Yaciendo agotada en su cama, Sage sabía que era adicta a Mustang y la retirada iba
a ser mala. Lástima que no había ningún tipo de rehabilitación para este tipo de adicción.

El celular de Mustang sonó y él lo buscó en sus pantalones en el suelo. Frunció el


ceño a la pantalla. —Debería tomar esta. Un segundo, Cosita.

Levantó un dedo y, volviéndose de espaldas a ella, él se acercó a la otra punta del


remolque.

Ella sólo pudo escuchar la mitad de la conversación e incluso menos una vez que él
desapareció en el baño, por lo que podía determinar, él le estaba diciendo a alguien que
estaba ocupado este fin de semana.

Se preguntó con quién exactamente estaba ocupado. Cuando él regresó a la cama y


arrojó el teléfono a su lado, ella luchó contra el impulso de preguntar cualquier cosa sobre
la conversación.

Desafortunadamente, perdió la pelea. —Así que, ¿tienes planes para este fin de
semana?

Ahora que el sexo había terminado, su mente había vuelto a trabajar en hacer su
locura.

Luciendo diabólico, él arrastró la punta du su dedo por el estómago de ella. —¿Por


qué? ¿Tienes algo en mente?

—Eso depende de si estas demasiado cansado o no. —Eso sonó insolente.

Él arqueó una ceja. —¿Oh en serio?

Se negó a ceder a la distracción cuando él deslizó sus manos entre sus muslos y en
cambio mantuvo sus piernas firmemente cerradas… hasta que él empezó a besar un sendero
por su vientre. Cuanto más bajaba su boca, más su determinación disminuía, hasta que no
pudo resistir más.

Él abrió sus piernas con bastante facilidad una vez que ella dejó de luchar.

—No estoy cansado. —Sonriendo, bajó la cabeza y, repentinamente, ella no pudo


recordar de qué habían estado hablando.

Una hora más tarde, cuando se redujeron a dos enredados, cuerpos sudorosos,
Mustang gruñó—: Tengo que levantarme.
—¿Por qué? —Ella rodó en su pecho y tocó el hoyuelo en su barbilla.

—Tengo que usar el baño. Déjame levantarme, limpiarme, y entonces estaré de


vuelta. Lo prometo. —Con un gemido de protesta, ella le dio tregua, pero no se resistió a
ver los músculos de su culo mientras caminaba hacia el baño.

La puerta se había cerrado cuando ella oyó un ruido sordo procedente de la maraña
de mantas. El teléfono de Mustang estaba sonando.

Sage sabía que lo que había que hacer sería ignorarlo y decirle que había sonado
cuando regresara. Podía gritarle y preguntarle si quería que ella respondiera. O podría ceder
a la curiosidad morbosa y mirar el identificador de llamadas.

Saltando hasta el origen del ruido, pateó a través de la manta hasta que encontró el
teléfono al mismo tiempo que dejó de sonar. Pero antes de que la pantalla cambiara a
decir Llamada Perdida, claramente se leía Jenna.

La puerta del baño se abrió de golpe y ella dejó caer el teléfono, agrupando las
mantas sobre él. Temblando, hizo todo lo posible para lucir casual, pero una cosa seguía
invadiendo su mente.

¿Quién demonios era Jenna?

Mustang se arrastró sobre la cama y la tomó en sus brazos. Ella se puso rígida.

—Creo que mejor me voy.

Él suspiró.

—Sí, supongo que tienes razón. Es tarde. Tu abuela empezará a preocuparse. Te


llevaré.

—Puedo caminar.

—No seas tonta, Cosita. Mis padres piensan que te llevé al pueblo. Por supuesto, te
llevaré a casa también.

Ella dudo que esta Jenna tuviera algún tonto apodo que la hacía sonar de diez años.

De repente se sintió enferma, Sage tragó duro, debatiéndose entre preguntarle quién
era ella y agarrar su ropa y correr a encontrar un lugar privado para vomitar.

—Bien —susurró—. Gracias.


—Muchas gracias por devolverme la llamada, Mustang.

—¿Qué? —Apenas reconoció el sarcasmo de Jenna en su estado de sueño.

—Llamé ayer por la noche y te dejé un mensaje. Nunca me llamaste. —Mustang


pasó una mano por su cara y miró el reloj en la mesilla. Era demasiado malditamente
temprano para un sermón.

—Lo siento. No vi un mensaje. ¿Qué pasa? ¿Por qué estás levantada tan temprano
en un sábado por la mañana?

Jenna rió. —Levantado hasta tarde anoche, ¿verdad?

—Tal vez. —Había estado parado, en verdad. Dos veces para ser exactos, que en
realidad eran menos veces de las que le gustaría estar cuando estaba con Sage.

—De todos modos. Decidimos irte a visitar.

—¿Qué? —Eso despertó a Mustang. Se sentó de golpe—. ¿Están viniendo aquí?

—Sí. Tenemos un mapa que nos muestra cómo llegar a Magnolia, pero tenemos que
saber a dónde ir desde ahí una vez que lleguemos al pueblo. Slade no tiene GPS y se niega
a dejar que le compré uno.

—Pon a Slade al teléfono por favor, Jenna.

—Está conduciendo.

—Por favor, simplemente ponlo en alta voz.

Oyó la transferencia del teléfono y luego la voz de Slade. —Le dije que no nos
recibirías con los brazos abiertos.

—Por Dios Slade. ¿Qué demonios? ¿No llamas primero?

—Ella te llamó anoche. Tú no contestaste.

—¿De dónde vienes? —Mustang trató de recordar la programación de la gira, pero


esa parte de su vida había tomado un segundo plano últimamente por todo lo demás.

—Tenemos este fin de semana libre, así que traje a Jenna a casa para conocer a mi
padre. Ha estado en mí oído acerca de venir a verte toda la semana.

—Resististe por una semana. ¿No podías resistir un poco más?

Slade rió entre dientes. —Tú no sabes lo que hizo para convencerme.
Mustang lo podía imaginar. Oyó una bofetada y un “Ay” de Slade. —Te merecías
eso, hombre.

—Sí, supongo que sí. De todos modos, estamos aquí ahora dinos a dónde ir.

—Ve por la cafetería de Main Street y te veré allí. —Tenía hambre ahora que estaba
despierto y manteniendo a Slade y Jenna en el pueblo era también mantenerlos alejados de
Sage y su padre, lo que era una buena cosa.

Colgaron y él tiró de su ropa. Su madre ya estaba haciendo café, pero pasó por alto
eso y se dirigió a la puerta, diciéndole que algunos amigos estaban en el pueblo. Esto fue
seguido por la usual invitación para visitarlos, la cual Mustang esquivó con alguna excusa
mientras agarraba sus llaves y escapaba.

Hasta ahora, todo bien. Ahora, si simplemente Jenna se llenara rápidamente él


podría enviarlos felizmente de vuelta al padre de Slade.

No mucho después, Mustang se sentó frente a Jenna y Slade, una humeante taza de
café en su mano y el ceño fruncido en su rostro. —Así que, Señorita Curiosidad, ¿por qué
exactamente estás aquí?

—Para verte, tonto. —Ella tenía la inocente mirada hacia abajo.

Él dejó que su mirada vagara por ella y se dio cuenta de que todavía vestía como si
estuviera en Nueva York, incluso cuando estaba en un hoyo en la pared como Magnolia,
Texas.

—No te creo, querida.

—¿Por qué habríamos de estar aquí?

—Quieres verla.

Jenna intentó controlar su sonrisa.

—¿A quién?

—Sabes muy bien a quién. Eres capaz de envolver a Slade alrededor de tu dedo con
cualquier cosa perversa que usaste con él, pero no va a funcionar conmigo. —Entonces lo
pensó—. Hmm. A menos que desees darme una oportunidad y ver si funciona. ¿Qué fue de
todos modos?

Miró de Jenna a Slade.


—No te gustará saber —Desafió Jenna—. Además, era para la investigación de un
libro, de todos modos. Conseguir hacer que Slade quisiera y viniera a visitarte a causa de
ello fue sólo una buena ventaja.

—¿Fui una investigación para un libro? —Slade frunció el ceño.

Ella se encogió de hombros.

—Perdón, bebé.

Mustang levantó una ceja.

—Dime cuando se publique el libro, ¿bien?

Jenna rió.

—Te enviaré una copia autografiada.

Slade gruñó e indicó por más café mientras Jenna se inclinaba hacia adelante.

—Entonces, ¿cuándo la conoceremos?

Él miró hacia el techo.

—Uhm, veamos. ¿Uh, nunca?

Jenna frunció el entrecejo.

—Oh, vamos. ¿Cuál daño podría causar?

—Querida, no podría ni empezar a enlistar el daño que podría causar el que ella los
conozca. —Se imaginó esa cálida presentación.

Sage, estos son Slade y su novia, Jenna. Ella es la mujer con la que compartimos
una semana en Tulsa. Deberías leer su libro. En esté cuenta todo sobre eso, hasta abajo a
la vieja doble P. Sí, claro. También podría agregar: Oh, por cierto, ese es el nombre de la
porno que protagonicé.

Él sacudió su cabeza con fuerza.

—No.

—Hay una buena probabilidad de que la conozcamos accidentalmente.

—¿Cómo pasaría eso cuando se van justo después del desayuno?


—Oh, ¿no te lo dije? Paramos en el hotel en el límite del pueblo. Tienen suficiente
campo en caso de que decidamos quedarnos la noche. —La sonrisa de Jenna era más
malvada que lo que Mustang había visto nunca.

Él se giró hacia su supuesto amigo.

—Slade, vamos, ayúdame aquí.

Slade negó con la cabeza.

—Ella tiene mente propia, hombre.

—¿Qué haría? ¿Amenazar con cortarte si no haces lo que ella quiere? —sugirió
Mustang.

Bebiendo de su café, Slade asintió.

—Eso y más.

—Si solo nos presentas seré feliz, y entonces Slade también será feliz.

—Te estás olvidando una cosa, cariño. Realmente no me importa si Slade es


feliz. —Mustang se estaba anotando una victoria propia cuando su teléfono sonó.
Sacándolo, vio el identificador de llamadas y se debatió. Finalmente, lo abrió—. Hola,
Missy.

—¿Missy? Creí que su nombre era Sage, —Jenna le siseó a Slade.

Slade le indicó a Jenna que hiciera silencio y por suerte ella lo hizo para que
Mustang pudiera lidiar con eso.

—Hola, mi estrella. Sé que dijiste que hoy estabas ocupado, pero realmente serías
útil en el plató. Jon es la estrella y pidió volver a trabajar contigo específicamente.

—Sí, sobre eso. Realmente no podía hablar anoche cuando llamaste, pero la cosa es
que no voy a, uhm, trabajar más en esa área.

Los ojos de Jenna se abrieron cuando lo entendió. Slade se tomó otro segundo hasta
que ella movió la boca con la palabra porno.

Mustang llevó su atención de regreso a la voz de Missy.

—Realmente lamento escuchar eso. La cámara te ama, Mustang.

Bueno, él no amaba la cámara o, ahora que lo pensaba, el mango con forma de pene
de un látigo en su trasero.
—Gracias, pero no es para mí.

—Podríamos hablar de dinero si ese es el problema.

—No, ese no es el problema, pero gracias por la oferta.

Ella suspiró profundamente.

—Bien. ¿Me llamarás si cambias de opinión?

—Sí, señora. —Esperaba por Dios nunca necesitarlo.

—Oh, y pensé que te gustaría saber que Rancho Doble P ya está a la venta y que El
Castigo de la Amante Lena Parte XII saldrá la otra semana.

Él sintió su rostro calentarse y en serio esperó que la voz de Missy no hubiese


llegado hasta Jenna o Slade al otro lado de la mesa. Él no necesitaba contestar ninguna
pregunta sobre cuál había sido su castigo con detalles gráficos. Ese había sido el aspecto
específico que había dejado fuera de su confesión. Algunas cosas un hombre no podía
contárselas ni a su mejor amigo.

—Genial. Gracias por decirme, Missy. Buena suerte hoy y saluda a Jon por mí.

—Lo haré. Si cambias de opinión estaremos en el rancho donde se grabó Doble P.

—No creo que lo haga, pero gracias.

La mesa quedó en un extraño silencio. Dos pares de ojos estaban sobre Mustang
mientras él cerraba su teléfono.

—Guau. —Jenna dejó salir el aire lentamente—. Sé que nos dijiste sobre los videos,
pero escuchar la mitad de esa conversación lo hizo incluso más real.

Ella solo debía saber cuán real se sentía ser el sujeto que la cámara enfocaba para
obtener dinero.

—Oh, es real, bien. —Sacudió la cabeza. Miró alrededor para ver quién podría
escuchar, bajó su voz—: Me ofreció más dinero para que no renunciara.

—¿Más dinero que dos mil dólares al día? ¡Maldición! —Slade dejó salir un
silbido.

—Tal vez estoy en el negocio equivocado. —Jenna rió.

Slade levantó una ceja.

—Ni siquiera lo pienses.


—¿Qué tal si lo hacemos juntos? Apuesto que aceptarías eso.

Mustang levantó una mano para silenciarlos.

—Bien, basta de esta conversación, por favor. Vivo en este pueblo.

Jenna sacudió la cabeza.

—Oh chico. Para un hombre quien no tenía ni un teléfono móvil hasta hace un mes,
de seguro recibes llamadas interesantes.

Como si fuese una señal, su teléfono volvió a sonar. Bajó la mirada y lo metió de
regreso a su bolsillo. Sage. Esa llamada no podía contestarla frente a Jenna.

—¿Quién era? Era Sage, ¿no? —Jenna se enderezó en su asiento.

—No. —Mustang sacudió la cabeza y metió el teléfono más profundamente en sus


pantalones.

—Sí, lo era. ¿Por qué no contestaste?

—Porque conociéndote, me lo quitarías de la mano y te presentarías a ti misma, y


luego la invitarías a desayunar.

—¿Y? ¿Qué habría de malo en eso? Dame el teléfono. —Jenna saltó y empezó a
buscar en su bolsillo en intento de agarrar el teléfono.

Mustang no podía ni empezar a imaginar cuán mala idea sería que Jenna llamara a
Sage. Nunca antes había tenido que presentar una antigua amante a su novia actual. Debía
haber alguna etiqueta para esas situaciones, pero él de seguro que no se la sabía.

Por supuesto, él no podía explicarle nada de eso a Jenna mientras ella le hacía
cosquillas en un intento de quitarle su teléfono. Riendo y molestándose al mismo tiempo, él
terminó con ella en su regazo mientras seguía buscando su teléfono.

—Ay, ay, ay. Mi brazo.

—Oh Dios mío. Lo lamento. ¿Estás bien? —Ella saltó y Mustang sonrió.

—Estoy bien. Solo fingía. Ahora siéntate y actúa como una adulta.

—Uhm, Mustang. Tal vez debiste haber contestado esa llamada. —Slade observaba
más allá de él, miraba hacia la puerta delantera del restaurante.

Mustang frunció el ceño.

—¿Por qué?
—¿Cómo se ve Sage? —Slade preguntó.

¿De qué iba esto?

—Linda. Cabello oscuro. Ojos cafés. Como media cabeza más baja que yo. Copa C,
supongo. —Levantó sus manos como si sostuviera dos pechos.

Jenna rodó sus ojos ante la descripción.

—¿Conduce uno de esos diminutos carros que les gustan a las personas que abrazan
los árboles? Uno blanco —preguntó Slade.

Esto no sonaba bien.

—Sí, ¿por qué?

Slade sacudió la cabeza.

—Creo que estaba aquí. Te vio con Jenna en el regazo, corrió por la puerta y acaba
de pasar por la Calle Central.

—Mierda. —Mustang saltó de su silla, luchó por sacar su teléfono mientras corría
hacia la puerta. Presionó el botón de regresar la llamada, pero saltó al buzón de voz por lo
que dejó un mensaje.

—Sage. Escucha, sé que se ve mal, pero Jenna es solo una amiga. Llámame.
Tenemos que hablar.

Regresó a la mesa, la cabeza colgando.

—Lo lamento tanto. Si hubiese sabido… —Jenna parecía miserable.

—Lo sé. No es tu culpa. —Él suspiró—. Tal vez es lo mejor.

Slade frunció el ceño.

—¿Cómo?

—Ella está en la universidad y trabaja en el pueblo. ¿Qué futuro tenemos juntos? —


Mustang vio a Jenna—. Tú puedes trabajar en cualquier lugar, pero yo no puedo arrastrar a
Sage fuera de su vida aquí para que me siga por el país.

—Esa decisión la debe tomar ella, ¿no? —señaló Jenna.

Mustang soltó una risa amarga.

—Ella apenas tiene veinte, Jenna. ¿Tomabas decisiones inteligentes a esa edad?
Jenna lo consideró por un momento.

—Ahora que lo recuerdo, no. Pero en ese momento pensaba que sí. Ustedes dos
necesitan hablar, no solo sobre hoy, sino sobre el futuro.

—Hablaremos. —La pregunta era si Sage escucharía.


Capítulo 17
Traducido por PrisAlvS
Corregido por Auro Kyle

S
age tomó el teléfono mientras sonaba, pero no contestó. Vio el nombre de
Mustang aparecer en la pantalla y luego, después de lo que pareció una
eternidad de timbrazos, escuchó el sonido de un nuevo mensaje de voz.

¿Le había dejado un mensaje? ¿Él, quien tenía a otra mujer en su regazo mientras
ambos reían, se había molestado en dejarle un mensaje?

Una glotona por castigo, ella bajó la velocidad a una segura y presionó el botón para
escucharlo.

—Jenna es solo una amiga —dijo la voz de Mustang en el mensaje.

Jenna. El mismo nombre que había aparecido en su teléfono la noche anterior. Al


menos ahora sabía cómo se veía esta Jenna, no que la hiciera sentir mejor.

Sage presionó el botón para borrarlo para no estar tentada de escucharlo y torturarse
a sí misma de nuevo.

Condujo sin rumbo fijo mientras luchaba con las lágrimas. Si iba a casa su abuela
sabría inmediatamente que algo estaba mal.

Estacionó el auto cerca del lago. Ese punto era tan doloroso como cualquier otro en
lo referido a los recuerdos entre ella y Mustang. Donde sea que veía había recordatorios de
él. Probablemente nunca sería capaz de volver a comer en el restaurante.

Eso era bueno, en serio. Exactamente lo que necesitaba. Una dosis de realidad para
probar que sus cuentos de hadas no existen. Sabía que estar con un mujeriego como
Mustang sería riesgoso.

Sage había estado enterrando su cabeza en la arena por semanas, evitaba las
llamadas de Rosemary para poder continuar en negación y olvidar que él ya había estado
con su hermana antes que con ella. Ella no había querido que la realidad entrara y arruinada
su fantasía con Mustang.

Presionó una mano contra su enfermo y vacío estómago, Sage intentó tragarse las
lágrimas, pero era inútil. Lloró por todo y luego salió del carro y mojó su rostro con el agua
fría del lago.
Después de comprobar su reflejo en el espejo retrovisor, Sage se dirigió a casa. Solo
tenía que pasar a su abuela y llegar a su habitación, entonces estaría bien. La tarea siempre
era buena para encerrarse por todo el día. La abuela la dejaría sola.

Lo que no había esperado era ver el tráiler de Mustang estacionado junto a su casa y
lo que le haría. Ella quería entrar corriendo y dejarlo convencerla de que todo era un error.
Ella quería creerle, hundirse en sus brazos y en el cuento de hadas.

Con un suspiro, Sage abrió la puerta y se encontró con Mustang paseándose. Él se


detuvo de golpe y giró hacia la puerta.

—Sage. He estado esperando.

Ella miró alrededor.

—¿Dónde está la abuela?

Ella no sabía cuánto tiempo podría controlarse con él ahí. ¿Qué significaba que
había dejado a Jenna en el pueblo y fue corriendo a explicarle las cosas? Sage intentó no
analizar eso. No se atrevió a tener esperanza.

—Recibió una llamada de la iglesia pidiendo ayuda para dividir algunas donaciones
para la venta o algo así. —Él soltó el aire—. Como sea, se fue. Estamos solos y estoy feliz,
porque necesitamos hablar.

Mustang nunca pudo empezar esa conversación porque un golpe sonó en el marco
de la puerta que ella había dejado abierta.

—Oye, Sage. Eres una chica difícil de contactar.

Con una última mirada a Mustang, Sage se giró hacia la puerta. ¿Qué más le podía
pasar al mismo tiempo?

—Hola, Jeremy. Lo siento, he estado ocupada.

—Está bien. Aunque creo que deberías llevar a revisar tu teléfono porque he
llamado un montón de veces e incluso dejé mensajes. Cuando no me llamaste supuse que se
rompió.

—Sí. Debe ser. Lo llevaré a revisar.

Él finalmente se dirigió a Mustang ya que Sage no había hecho el intento de


presentarlos. Dio un paso hacia adelante.

—Hola, soy Jeremy.

Mustang le dio un apretón de manos.


—Mustang.

—Es un vecino. Creció en la otra calle —explicó Sage, sabía que llamarlo un vecino
menospreciaba lo que tenían juntos, pero no le importaba.

—Un placer conocerte. Como sea, vine porque estaba limpiando mi auto el otro día
y encontré esto. —Jeremy sacó un labial de su bolsillo y se lo ofreció con una sonrisa—. Sé
que no es mío, por lo que supuse que era tuyo. Supongo que lo dejaste caer la otra noche en
nuestra cita.

Sage observó las emociones mezclarse en el rostro de Mustang.

—Gracias. Aprecio que lo vinieras a dejar.

—No hay problema. —Con una rápida mirada hacia Mustang, como si estuviese
decidiendo si quería una audiencia para lo que iba a decir, Jeremy continuó—: Entonces te
llamaré, ya sabes, cuando arregles tu teléfono. Hay unas buenas películas próximas a
estrenarse que pensé podemos ver.

¿Qué se suponía que debía decir? Ella no le había dado una oportunidad a Jeremy y
Mustang se iba a ir, sin mencionar el desastre con la otra mujer.

—Bien.

El rostro de Jeremy se iluminó.

—Genial. Nos vemos pronto entonces.

Ella asintió y repitió con menos entusiasmo:

—Genial.

¿Cómo podía regresar a una vida normal, a un chico normal como Jeremy, luego de
estar con Mustang? Todo lo demás palidecía comparado a su vida.

—Muy bien entonces. Chao por ahora. Oh, y un placer conocerte, Mustang.

—Sí. Igualmente. —Su voz sonaba vacía.

La puerta se cerró detrás de Jeremy y Sage quedó sola con Mustang de nuevo. Su
corazón empezó a golpear. La mitad de ella rezaba para que él se acercara y la tomara en
sus brazos y lo arreglara todo.

En su lugar, él se quedó a una distancia segura al otro lado de la habitación.

—¿Querías hablar? —ella preguntó finalmente cuando él no mostró señas de


empezar la conversación.
—Sí. Me voy del pueblo. Quería despedirme.

Mustang condujo la corta distancia hasta la casa de sus padres luchando contra la
urgencia de detenerse y vomitar. ¿Cómo podía hacer lo correcto provocar que un hombre se
sintiera tan mal?

Sage había tenido a alguien en su vida antes de que él apareciera. Si él no hubiese


llegado al pueblo, si él no se hubiese dejado jugar con el cuerpo y el corazón de Sage, ella
todavía estaría con ese Jeremy y sería feliz en lugar de estar dolida y ser miserable.

Él todavía podía ver el dolor en su rostro cuando le dijo que se iba. Apestaba para
ambos, pero en cuanto él estuviese fuera de la imagen ella regresaría a su estudioso novio.
Eran perfectos el uno para el otro. Un hombre con una educación secundaria que se ganaba
la vida con los toros no tenía futuro con una maestra de preescolar salida de la universidad.
Ella necesitaba a un hombre al que le gustara leer y ver películas artísticas y cosas así.

Jeremy era bueno para Sage al igual que Mustang era malo, pero despedirse de ella
había sido lo más difícil que hizo nunca. De hecho, hizo que la siguiente temida tarea en su
lista se viera como un paseo en el parque.

Mustang se estacionó detrás de la casa y entró por la puerta de la cocina.

—Ma, ¿dónde está papá? Tengo que hablar con él.

—Está en la sala de estar, querido. ¿Hay algo mal?

¿Además del agujero donde su corazón solía estar?

—No. Es solo que decidí volver al camino y viajar con el circuito. Estoy cerca de
sanar. Los doctores deportivos mantendrán un ojo en mi brazo. De esta forma estaré ahí y
listo cuando digan que puedo volver a montar.

Su padre apareció en el umbral.

—¿Entonces tomas una decisión y solo te levantas y te vas? Solo así sin notar o
considerar a los demás. ¿Qué se supone que les diga en el trabajo?

Mustang respiró hondamente para calmarse.

—Agradéceles por el trabajo y la oportunidad. Realmente lo aprecio, pero es hora


de que regrese a mi vida.

Su padre bufó y dejó la habitación.


—¿Hay una dirección a la que pueda enviar tu último cheque? —La madre de
Mustang mantuvo su voz baja. Él hizo lo mismo cuando contestó. No había necesidad de
crear más ira por parte del hombre infeliz en la otra habitación. Era mejor dejarlo en el
silencio.

—¿Puedo solo dejarte un número de depósito? Mi cuenta está en el banco del


pueblo.

—Por supuesto, cariño. No hay problema.

Él rodeó a su madre.

—Te extrañaré, ma.

—Yo también. ¿Y por qué no llevas tu cabestrillo?

Ella estaba cambiando el tema. Eso era lo mejor para ambos. Él sabía que ella
estaba peleando contra las lágrimas y él mismo estaba cerca.

—Iré a ponérmelo.

—Y lo harás. Hay falda para la cena. ¿Estarás aquí para comer?

—Sí, me aseguraré de quedarme. Me iré en la mañana.

Ella asintió y regresó a la encimera para terminar lo que fuera que estaba haciendo y
Mustang quedó libre para… ¿qué? ¿Lamentarse?

Regresó a su habitación y sacó su teléfono. Presionó un botón y escuchó.

—¿Hola?

—Hola, Slade.

—Oye, ¿qué pasó? ¿Arreglaste las cosas con Sage?

—Uhm, podemos hablar de eso cuando llegue allá.

—¿A dónde?

—El siguiente lugar es este fin de semana en Weatherford, ¿cierto?

—Claro que sí.

—Saldré en la mañana. Te estaré esperando cuando llegues allá.

Slade quedó en silencio por un segundo.


—Bien. Íbamos a pasar donde mi padre por un rato más, pero ya que estarás allá
también nos iremos temprano. Te llamaré cuando lleguemos a Weatherford.

—Hablamos entonces.

Sí, esto era bueno. De regreso a la normalidad. La vida en el camino. Viajar con el
circuito. Estar alrededor de Slade y los chicos de nuevo. No podía esperar.

Mustang se frotó el estómago y se preguntó si su madre tenía antiácidos en la casa.


Capítulo 18
Traducido por Kenia20
Corregido por Auro Kyle

E ntró en el bar más cercano al coliseo y vio que no era el primero en llegar a

la ciudad. El staff siempre llegaba a los lugares temprano para establecer las mangas y
corrales, conseguir la acción resuelta, y básicamente tener todo listo para el evento.

Bien. Mucha acción lo mantendría ocupado. Tal vez con la suficiente distracción
dejaría de sentirse como mierda. Por supuesto, suficiente cerveza ayudaría a eso también.
Mustang plantó su trasero en un taburete vacío y ordenó una.

—Mustang Jackson. ¿Ya estás de vuelta? —Uno de los locutores de la red le dio
una palmada en la espalda.

—Hey, JW. No estoy montando, pero sí, estoy de vuelta.

JW sonrió. —Perdiste tu vida, ¿eh?

—Algo así.

La cerveza de Mustang llegó y JW empujó un billete de veinte por la barra. —


Tráeme uno de esos y sácalos de aquí.

Como se dice, a caballo regalado no se le mira el diente, sobre todo ahora que
estaba una vez más desempleado, Mustang alzó la botella a modo de saludo. —Gracias,
hombre. Te lo agradezco.

—El placer es mío. Saldrá de mi cuenta de gastos, de todos modos.

—Incluso mejor. —Mustang sonrió.

El hombre se sentó en el taburete junto al Mustang y se volvió de lado para mirarlo.


—Me alegra que me haya encontrado contigo. Hemos estado dándole vueltas a la idea de
tener un locutor por las rampas por la duración del evento. Ya sabes, agarrando a los chicos
cuando por primera vez se bajan del toro, recibiendo comentarios de los jinetes en la tabla
de líderes, que como sabes cambia con casi todos los rodeos.
Mustang asintió. —Sí, suena como un buen plan. A los aficionados les va a encantar
eso.

—Yo también lo creo. También creo que podrías ser nuestro hombre.

Tomando un trago de cerveza antes de que lo escupiera ante esa sugerencia,


Mustang frunció el ceño. —¿Yo? No tengo experiencia.

—La cámara te adora.

Esa no era la primera vez que Mustang había oído eso en los últimos días, pero
estaba bastante seguro de que Missy Love no había estado hablando de su rostro cuando
ella lo había dicho.

JW continuó. —¿Qué tal si probamos la noche del viernes? Si esto no funciona, nos
olvidaremos de todo el asunto. Si lo hace, puedes ser nuestro hombre en la tierra por el
resto del tiempo que estés fuera de la competencia. ¿Por cuánto tiempo es eso de todos
modos?

—Un par de meses, más o menos.

—Así que ¿qué dices? Te pagaremos, por supuesto. Voy a tener que hablar con la
red acerca de cuánto.

¿Qué le paguen por pasear por las rampas y no montar? Guau. Por primera vez en
mucho tiempo, Mustang podía visualizar una vida después de que se retirara del rodeo de
toros. Una carrera que no iba a odiar, una que realmente amaría y sería capaz de hacerla
una forma de vida. Si las cosas funcionaban la noche del viernes.

Sonriendo, él extendió su mano derecha. —Bien. Es un trato.

JW selló el acuerdo con un apretón de manos. —Maravilloso.

Casi una semana sin Mustang. Se sentía más como un mes. Teniendo en cuenta que, ¿cómo
es que ella no se sentía un poco mejor?

Probablemente porque incluso ahora, en lugar de llamar a Jeremy y ver si quería


salir, Sage se sentó en el borde de su cama esperando para que el rodeo de toros inicie. El
por qué lo estaba mirando, no lo sabía.
¿Realmente quería atraparlo en cámara con su amiga Jenna en su regazo otra vez?
En realidad, quería. Tal vez eso metería algo de sentido en ella. Ella era lamentable.
Absolutamente lamentable. Eso todavía no impidió que ella se incline hacia adelante
cuando la voz del locutor se encendió.

—Tenemos un regalo especial para la gente en casa esta noche, Jim. Mustang
Jackson, que es posible que recuerdo fue llevado fuera de competición el mes pasado
cuando Ballbreaker rompió su cúbito y lo envió al hospital para la cirugía, va a ser nuestro
hombre en la tierra hoy.

¿Qué? ¿Mustang era ahora un locutor? ¿Cuándo había sucedido eso?

—Así es, JW. Mustang estaría de regreso en la gira, pero el Doctor Tandy del
equipo de medicina deportiva confirma que no estará de nuevo en un toro en un buen par de
meses.

—Exactamente, pero Mustang está dispuesto a tomar una puñalada que estar al otro
lado del micrófono esta noche. Él va a estar entrevistando a los pilotos abajo en el piso de
la arena, detrás de las rampas y muy probablemente de regreso con el doctor. Y sabemos
que la sala de medicina deportiva es un lugar con el que Mustang está familiarizado.

—Puedo escucharlos allí, saben, y me gustaría señalar que he pasado menos tiempo
en la enfermería que la mayoría. —La voz de Mustang sobresaltó a Sage.

Se puso de pie y se puso tan cerca del conjunto como pudo sin distorsionar la
imagen. Entonces ahí estaba él, esos ojos intensos que había mirado fijamente cada vez que
hicieron el amor, esos labios que habían cubierto la mayor parte de su cuerpo.

Los otros dos locutores rieron. —Hey, Mustang. Este es Jim. ¿Cuál será tu mayor
desafío para ti en tu nuevo papel de esta noche?

—Eso es fácil, Jim. Va a tener algunos de estos vaqueros hablando. Los jinetes de
toros no son grandes conversadores por lo general. Pega un micrófono en la cara de uno
después de que acabe de comerse una cara llena de tierra antes del timbre y estoy con
probabilidades de terminar de nuevo con el Doctor Tandy.

Jim se rió. —Eso te mantendrá rápido en tus pies, por lo menos.

—Claro que lo hará —acordó Mustang, sujetando el auricular, pero sin olvidarse de
mirar a la cámara, lo que significaba que parecía estar mirando directo a Sage.

JW se hizo cargo del interrogatorio. —El primero de los pilotos está en las rampas.
Es el “Novato del año” del año pasado, Chase Reese, a bordo de Jersey Boy. Mustang. ¿A
quién eliges en este encuentro?
—Esa es una pregunta difícil, JW. Si Chase mantiene sus ojos donde pertenecen,
debe ser bueno para ir y no tener ningún problema con un toro como Jersey Boy.

—Él le ha dado el visto bueno y se van... Aw, y él está en la tierra. ¿Qué pasó ahí,
Mustang?

La cámara corta en Mustang, que estaba sacudiendo la cabeza. —Él miró al suelo.
Si miras ahí, te vas a ir allí.

—¿Puedes conseguir algunas palabras con Chase, Mustang?

—Voy a asegurarse de darle una oportunidad. —Mustang sacó el micrófono de su


cara y le gritó —Oye, Chase.

La expresión del rostro del joven vaquero era casi cómico cuando Mustang llegó a
él con el micrófono.

—Eh, hola, Mustang. —-Sus ojos se cortan en la cámara con un poco de una
mirada-de-venado en los faros.

—Hey, chico. Es bueno verte de nuevo. ¿Sabes lo que salió mal ahí fuera?

El jinete se centró de nuevo en Mustang y tomó una respiración profunda llena de


frustración.

—Sí, lo sé. Miré hacia abajo, justo como me dijiste que no lo hiciera.

Mustang le dio una palmada en la espalda. —¿Tienes un plan para la próxima vez?

—Sí, no voy a mirar hacia abajo.

—Bien. —Él sonrió dándole fuerza al chico y luego miró a la cámara. —De vuelta
con ustedes en la cabina.

JW rió. —Nosotros no sabíamos que teníamos al maestro Zen de toro montando ahí
abajo en el suelo.

Jim estuvo de acuerdo. —No estás bromeando, JW. Echemos un vistazo a Garret
James a continuación, montando a Full House.

—¿Alguna idea sobre éste, Mustang?

—Bueno, Jim, tienen a un jinete diestro cargado para una entrega por el lado
izquierdo. Lo más probable es que el toro vaya a la izquierda de la rampa, lejos de la mano
de Garret. Eso puede ser un problema para los chicos más jóvenes como Garret con menos
experiencia.
—Gran observación, Mustang. Vamos a ver cómo lo hace.

Las bromas continuaron mientras Sage se quedaba pegada a la pantalla. Quería


odiarlo, al menos para olvidarlo. Pero viendo cómo fue el mentor de los jóvenes jinetes,
realmente parecía importarle, ablandado el corazón que no había hecho un muy buen
trabajo de endurecer contra él. Al oír su risa, al ver su sonrisa, sólo la hacía extrañarlo más.

Hubo una pausa en la acción y Mustang fue a las gradas y se sentó junto a nadie
más que Jenna. El corazón de Sage se atascó firmemente en su garganta mientras Mustang
hablaba. -Me gustaría presentarles a alguien. JW, Jim, Estados Unidos, esta es Jenna Block,
la novia de Slade Bower. Di hola a los espectadores y a los chicos de la cabina, cariño.
Jenna era la novia del mejor amigo de Mustang. Él no había estado mintiendo. No era más
que una amiga. Sage miraba con la boca abierta mientras la mujer parecía sorprendida por
su puesta en cámara.

—Slade Bower es el jinete actualmente ocupando el segundo lugar en el mundo y


todavía tiene que montar esta noche. Mustang, ¿puedes preguntarle a la señorita Block
cómo se siente acerca de ver a su novio montando en el toro que puso a Skeeter en el
hospital no hace mucho tiempo?

Mustang abrió la boca para retransmitir la pregunta cuando Slade apareció en la


toma. —Mustang, ¿Qué mier…?

—Y aquí está el hombre mismo. Slade, voltea hacia la cámara y saluda a la gente
viendo en casa.

Los hombres en la cabina del locutor se rieron. —Buen trabajo manteniéndonos


Clasificación G para los sensores en la parte de Mustang.

Riendo, Mustang logró obtener comentarios bastante coherentes tanto de Slade y su


novia mientras Sage se sentó temblando en la cama.

La mente de Sage comenzó a desgranar. Si él no se había ido porque quería estar


con Jenna en lugar de ella, entonces ¿por qué lo había hecho? Debe de haberse ido porque
ella reaccionó de forma exagerada. Ni siquiera le había permitido explicarse.Ella tenía que
disculparse. Esta noche.

¿Dónde diablos estaban de nuevo? ¿Weatherford? Podía llegar en pocas horas. Con
la decisión tomada, Sage comenzó a lanzar ropa en una bolsa.
A punto de subir las escaleras y abrir la puerta de su remolque, Mustang sintió un golpecito
en el hombro. Se giró y encontró a la última persona que esperaba ver. La única persona
que realmente quería que estuviera allí.

—Sage.

—Lo siento mucho. Yo debería haber confiado en ti. Debería haberte creído cuando
llamaste y dejaste el mensaje diciendo que Jenna era sólo una amiga. —Ella comenzó a
llorar antes de que terminara la disculpa.

La tomó en sus brazos. Se sentía realmente bien abrazarla. —Shh. Está bien.

—No está bien. Te fuiste. Meses antes de que tuvieras que hacerlo, te fuiste por mi
culpa. Porque yo no te dejaría explicar acerca de quién era ella.

—Sage, podría haberte tenido escuchándome. Diablos, yo habría hecho que me


escucharas, pero cuando conocí a Jeremy me di cuenta de que tenías un buen tipo y
constante quien debería ser tu novio en lugar de mí. Necesitas a alguien como él. —
Mustang barrió su brazo para abarcar su entorno. El coliseo, el remolque, el bar. —Esta es
mi vida. No puedo pedirte que la hagas tuya.

—¿Te fuiste para que yo pudiera estar con Jeremy? Nosotros somos sólo amigos.

Se echó a reír. —Él no quiere ser sólo amigos, créeme.

—No importa lo que él quiere, porque te quiero a ti.

—Yo también te quiero, pero no puedo ser egoísta. Tienes que terminar la escuela.
Es necesario un tipo con un trabajo real y un sueldo fijo y un plan de pensiones y,
demonios, no sé, un 401K6.

—No quiero nada de eso. Sólo te quiero a ti.

Mustang negó con la cabeza. —Hay muchas cosas que no sabes sobre mí, Sage. He
hecho algunas cosas de las que no estoy orgulloso.

Ella se aferró a él con más fuerza. —He hecho cosas de las que no estoy orgullosa
también.

Él soltó una breve carcajada. —Tengo serias dudas de eso.

6
Un 401(k) es un plan de retiro suministrado por el empleador. De cada cheque del sueldo un porcentaje del
pago, irá a una cuenta especial de ahorro antes de los impuestos.
—Mira, no me importa lo que hiciste antes de que estuviéramos juntos.

—No puedes decir eso porque no lo sabes. —Mustang negó con la cabeza,
totalmente destrozado.

Jenna estaba en lo cierto. Él y Sage no podían iniciar una relación seria ocultando
cosas el uno del otro. Por otra parte, Mustang había hecho la mayoría de las cosas mucho
antes de haber vuelto a conectar con Sage.

Esas cosas no le afectaban a él ni a Sage. El amorío que había tenido con Jenna y
Slade nunca se repetiría y había sucedido meses antes de que Sage hubiera vuelto a entrar
en su vida. Además, no era sólo su historia para contar. Jenna tenía una reputación que
mantener.
Pero las cosas que habían sucedido después de que había empezado a construir una relación
con Sage, eso confesaría.

—Escúchame. No me importa. —Ella enunció cada palabra con cuidado. —Todo lo


que me importa eres tú.

—Me preocupo por ti también. Más que cualquier otra cosa. Es por eso que quiero
decirte lo que he hecho. Quiero empezar nuestra vida juntos con un borrón y cuenta nueva.
O una cuenta nueva como su borrón muy sucio podría ser.

—¿No podemos simplemente entrar y estar juntos? Iniciar nuestras vidas. Yo no


quiero hablar del pasado.

Parecía asustada. Él no la culpaba. Él estaba asustado también.

—Vamos a ir dentro, pero vamos a hablar.

—Bueno.

Mustang abrió la puerta y la dejó ir antes de él. Se sentó en la cama. Eso casi lo
distrajo lo suficiente para mandar a la mierda su confesión y hundirse en ella. Él no podía
hacer eso. Él le debía esto a ella.

—¿Recuerdas esos dos sábados que no pude verte?

—Sí.

Tragó saliva. Esto era más difícil de lo que pensaba que sería. Podía fácilmente
alejarse de él y nunca mirar hacia atrás después de esto, pero tenía que hacerlo. —Bueno,
cuando te dije que era por trabajo, era verdad. Tomé un trabajo del que no estoy muy
orgulloso…
Y eso comenzó toda la sórdida historia. Él la salvó de los peores detalles y mantuvo
sólo los hechos. Los fundamentos crudos de lo que había hecho y el por qué eran
suficientes. Él había tenido sexo en cámara por dinero. Ella no necesitaba saber nada más
que eso. Con él teniendo esas imágenes en su cerebro era suficiente. Sage no necesitaba
esas también.

Después de que terminó, ella se sentó en silencio durante un minuto. Para Mustang
se sentía más como una eternidad.

—Así que tuviste sexo con otras mujeres.

—Sí.

—¿Después de que tuviste sexo conmigo?

—No. Antes. Ellos me llamaron y me pidieron que hiciera otra después de haber
estado contigo y les dije que no. No pude, no haría eso.

—¿Por qué?

—Porque yo no podía estar con otra mujer, aunque sea por dinero, después de haber
estado contigo. Yo no quiero. La única mujer que quiero ahora eres tú. —Con su pulso
acelerado, añadió. —Si me aceptas.

Ella respiró entrecortadamente y negó con la cabeza. —Creo que necesito un poco
de tiempo.

—Lo entiendo. —Él se levantó. —Voy a ver si consigo una habitación de hotel para
ti. Probablemente no querrás quedarte aquí conmigo.

Esperó, pero la respuesta que obtuvo fue un movimiento de cabeza mientras se


levantaba y se dirigía a la puerta. Él la dejó ir. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Sintiéndose enferma, Sage se dirigió ciegamente en la calle y dentro del bar. Haciendo caso
omiso de todo mientras se concentraba únicamente en entrar en el cuarto de baño antes de
que se rompiera, ella mantuvo la cabeza baja y no miró a ninguno de los otros clientes que
pasaban.

Llegó a la puerta antes de que la primera lágrima escapara. Miró el papel marrón
rígido en el dispensador de la pared.
—Aquí. —Una mujer que no había notado en el interior le entregó un pañuelo de
papel.

Al levantar la mirada, ella reconoció a Jenna inmediatamente. —Um, gracias.

—¿Problemas con hombres?

Sage se rió entre lágrimas. —Sí. ¿Cómo lo sabes?

—He derramado algunas lágrimas en los baños públicos por un determinado


vaquero, pero la buena noticia es que ahora me está esperando afuera y las cosas son
maravillosas.

Ella hablaba de Slade. Sage no estaba segura de poder ver una maravilla en su
futuro con Mustang, no mientras ella no pudiera ver más allá de lo que él sólo le había
dicho.

—Vamos. Te voy a comprar una bebida.

—No soy lo suficientemente mayor para beber.

Jenna se rió. —Oh, ser joven otra vez. Entonces te voy a comprar una soda. Parece
que podrías usar a alguien para hablar.

Sage negó con la cabeza. —Probablemente debería ir a buscar una habitación de


hotel.

—Tal vez no sea tan fácil con la competencia en la ciudad. ¿Viajaste desde lejos
para llegar hasta aquí?

—Sólo conduje desde Texas.

—¿En serio? ¿De qué parte? Slade es de Texas.

—Magnolia.

Los ojos de Jenna se abrieron. —Um, esto puede sonar como una pregunta loca,
pero tu nombre sería Sage, ¿no es así?

—Sí. —¿Cómo Jenna sabía su nombre?

—Soy amiga de Mustang. Me ha dicho todo sobre ti. Soy Jenna Block.

—¿Él te ha hablado de mí?


—Por supuesto que sí. Bueno, quiero decir que no quería hacerlo porque Dios
prohíba a Mustang admitir que se ha enamorado locamente de una chica, pero sí, por fin lo
admitió.

—¿Se ha enamorado locamente de mí?

Jenna asintió. —Oh sí. No le digas que dije esto, pero está loco por ti. Es como que
es un hombre totalmente diferente desde que te ha conocido.

Sage se dio cuenta de que sus lágrimas se habían detenido. Ella levantó el pañuelo.
—Gracias por esto, y por la charla.

—De nada. Así que, ¿qué tal la soda? Estoy segura de que a Slade le encantaría
conocerte también.

—Gracias, pero creo que tengo un vaquero propio que necesito ir a ver. —Había
esperado demasiado tiempo para que él estuviera en su vida. Ella no iba a perder un
momento más.

—Te entiendo completamente. Tal vez nos veamos mañana por la mañana. Todos
podemos ir a desayunar, nosotros cuatro.

Sage sonrió. —Me gustaría eso.


Capítulo 19
Traducido por Lu_Rodriguez
Corregido por Auro Kyle

—¿N
o hay ninguno disponible? —Mustang suspiró con
frustración—. Está bien, gracias.

Acababa de colgar cuando hubo un ligero


golpe en la puerta. Salto a la puerta, abriéndola de
golpe. —Sage.

—Hola.

—Hola. —Su corazón revoloteó—. ¿Quieres entrar?

Ella asintió con la cabeza.

—¿No consigues una habitación de hotel para esta noche todavía? —Sage jugueteó
con la correa de su bolso.

Mustang levantó el teléfono.

—Todavía no. Los dos más cerca de la arena están reservados, pero estoy a punto
de llamar a los que están un poco más adelante en la ciudad.

—No tiene que hacerlo. No quiero una habitación de hotel. Quiero quedarme aquí
contigo. —Alzó los ojos para encontrar los de él.

—¿Estás segura?

—Sí. Muy segura. —Dejando caer su bolso en el suelo, dio un paso adelante—.
Necesito que sepas que me enloquece incluso pensar en ti con otra mujer, pero entiendo por
qué lo hiciste. Sé lo que preocuparte por tu futuro y trabajar con tu padre te hizo. Y sé que
tenerte en mi vida, no importa cuán difícil, tiene que ser mejor que no tenerte en absoluto.
He intentado vivir sin ti. No me gusta.

Él corrió ambas manos arriba y debajo de sus brazos y bajó la frente para descansar
contra ella.

—¿Cómo conseguiste ser tan sabia tan joven, Cosita?

Ella se alejó, una arruga estropeando su frente.


—Eso es otra cosa. Me molesta cómo aún sigues insistente en
llamarme Cosita cuando he oído que le dices a mi hermana y a Jenna y quien sabe quién
más cariño.

Él se echó a reír.

—Ah, Sage. Llamo a casi todas las mujeres que conozco cariño, pero tú eres la
única en el mundo a quien he llamado Cosita. ¿Eso te hace sentir mejor al respecto?

Su expresión se suavizó y él juró que sus ojos parecían vidriosos. —Sí, lo hace.

—Bueno. Pero todavía hay algo que me molesta. Esta es una vida dura, Sage. Estoy
en el camino todo el tiempo. Jenna viaja con Slade mucho, pero tú no puedes hacer eso.
Tienes la escuela…

—Tomo clases en línea, Mustang. Puedo hacerlo desde cualquier lugar.

—Pero tu trabajo…

—Casi ha terminado por este año, luego tengo un largo descanso de verano.
Además, he estado pensando en cambiar mi especialidad. Estoy disfrutando mucho de mis
clases de psicología. Si puedo cambiar, ya no voy a ser estudiante de enseñanza.

—Tienes una respuesta para todo, ¿verdad? —Mustang sonrió.

—En realidad no. No estoy segura de lo que quiero hacer con la escuela o el trabajo.
Quizás tome un año de descanso para pensar en ello. Todo lo que sé es que quiero estar
contigo. ¿Tienes problemas con eso? —Sage sonrió.

—Ni un poco. Mi único problema es que la gran cama detrás de mí ha pasado


muchas noches sin ti. No tengo intención de pasar otra. ¿Eso está bien contigo?

Sage asintió. —Sí, está muy bien.

Fin.
The Rookie
(Escena eliminada)
Traducido por pussyharry_xx
Corregido por Auro Kyle

Mustang abrió la puerta del tráiler y dio un paso atrás, observando el trasero en
forma de corazón de Marla dentro de esos pantalones tan apretados que se movía mientras
ella caminaba frente a él.

Él la siguió dentro y respiró con alivio cuando vio que recordó planchar las sábanas
de la gran cama después de haberse despertado ese día, cuando él tenía dos manos buenas
en vez de una. Despertar esa mañana se sentía como hace millones de años.

Yendo directamente al armario, cogió una botella y dos vasos. No planeaba beber
nunca más, por lo que salpicó whisky en los vasos para Chase y Marla. Chase
definitivamente necesitaba algo de coraje líquido y Marla, bueno, esta mujer parecía que
podía soportar su licor.
Le pasó uno a Marla, y llevó el otro a Chase, quien estaba todavía dudoso, con sombrero en
mano, dentro de la puerta abierta. —Cierra la puerta, chico.

Esa orden sacó a Chase de su hechizo. Retrocedió, cerró la puerta y se paró ahí de
vuelta como si estuviera esperando a que empezara la tortura.

Le empujó el vaso y Chase sacudió la cabeza. —No quiero. Gracias.

Mustang mantuvo su voz baja, pero autoritaria. —Estás temblando. Bébelo.

Tras un duro y no dudoso trago seco, Chase finalmente se rindió y cogió la bebida,
bajándolo muy rápido y tosiendo.

Sacudiendo la cabeza ante eso, Mustang giró con el tacón de una bota, y miró de
vuelta a Marla.

Ella ya se había quitado sus zapatos y estaba sentada seductoramente en la gran


cama. Palmeó la manta con una mano. —¿Aquí es donde duermes cuando estás fuera
compitiendo?
—Exacto. Dormir y otras cosas —sonrió, hasta que vio la expresión en la cara de
Chase. El chico estaba congelado en el lugar con miedo. Esto iba a tomar más trabajo del
que pensó. Mustang suspiró y se inclinó hacia Chase. —Ve y siéntate a su lado en la cama.

Los ojos de Chase se abrieron.

—Confía en mí —haciendo de ejemplo y esperando que Chase le siguiera, Mustang


caminó la corta distancia hacia la cama. Se sentó en el espacio más alejado de Marla,
dejando el otro lado para Chase, quien se movía a la velocidad de un perezoso.

—¿Te duele el brazo? —ella afortunadamente estaba centrada en el cabestrillo de


Mustang y no notó a Chase, vacilante, tembloroso, sentarse en la cama.

—Nah. El doctor me tiene tan inyectado en pastillas para el dolor que no siento
nada.

—Definitivamente espero que puedas sentir algo —la mirada de Marla cayó al bulto en la
entrepierna de los pantalones de Mustang. Escuchó a Chase respirar con dificultad.

—No te preocupes por mí, cariño. Todo está perfecto para trabajar excepto mi vago
brazo aquí.

—Bien.

Chase dejó su sombrero en la cama detrás de ellos y Mustang, sabiendo que esa
zona se iba a convertir en el espectáculo de una actividad energética, lo cogió y lo dejó en
la mesa a su lado.

—Aunque sí que es sumamente duro vestirse... y desvestirse —Mustang dejó esa


sugerencia colgar en el aire como un pequeño empujón en la dirección de esas varias
actividades que tenía en mente.

—Estoy segura que te puedo ayudar con eso.

Una astuta sonrisa cruza la roja boca de Marla. No le importaría ver ese pintalabios
rodear su polla muy pronto.

Mustang asintió, una conjunta sonrisa en sus propios labios —Eso sería muy
apreciado. ¿Sabes qué más sería apreciado?

—¿El qué?

—Si le dieras aquí a mi amigo Chase un pequeño beso de cumpleaños.

Ahora, de todas las veces, Chase decidió abrir su boca —No es mi cumpleaños.
Mustang le lanzó una mirada detrás de la espalda de Marla que con suerte lo
silenciaría —No, tienes razón, chico. No es hasta mañana, pero pensé que será medianoche
pronto.

Marla se giró en la cama para encarar a Chase —Siempre he pensado que nunca es
muy temprano para empezar a celebrar. ¿Tú no?

Chase tragó duro —Sí, señora.

—Por favor, llámame Marla.

Mustang tendría que quitarle ese hábito de “señora” si Chase iba a apegarse a seguir
su tipo usual. Las mujeres mayores, especialmente aquellas que no fueran del sur, no
tomaban muy bien ser llamadas señoras por un joven con el que estaban a punto de tener
sexo.

Pálido, Chase asintió —Sí, señora.

Mustang se encogió cuando Chase lo dijo de nuevo, pero Marla solo rió.
Su mano aterrizó en la rodilla de Chase, se inclinó y Mustang sinceramente empezó a temer
que el chico se desmayara.

El beso empezó suficientemente inocente, solo un toque de labios, hasta que Marla
levantó una mano llena de joyería, y enredó sus dedos en el pelo de Chase. Entonces, por
suerte, las hormonas de Chase debieron haber pateado porque empezó a meterse en el beso.
Dejó de actuar como un chico del coro y empezó a comportarse como el cachondo, chico
de veintiún años que Mustang quería que fuera.

Con Chase ocupado de manera segura, Mustang se movió cerca detrás de Marla.
Fue a alcanzarla con ambos brazos hasta que el cabestrillo le recordó que tendría que
hacerlo con una mano esta noche. Ningún problema. Una era todo lo que necesitaba.

Encontró primero el cálido toque de piel donde su camisa no acababa de alcanzar la


parte superior de sus pantalones bajos. Sacar esos pantalones con una mano sería un reto,
pero Mustang tenía a ambos Marla y Chase para ayudarlo con esa tarea.

Por ahora, dejó su mano subir para encontrar sus apenas ahí pechos. Mustang no era
un snob de pechos porque sabía por experiencia que los pechos pequeños eran muy
sensibles. Ella gimió mientras él enrollaba un pezón entre sus dedos y sabía que su teoría se
mantenía cierta.

Abandonó su pecho y se movió abajo para acariciar entre sus muslos a través de los
vaqueros, sonsacando otro sonido de placer de ella.
Ese gemido tuvo a Chase respirando más duro y besándola con más entusiasmo
mientras Mustang movía su boca a su oreja —Quiero tocarte.

Su única respuesta fue el sonido de la cremallera siendo bajada. Mustang serpenteó


su mano dentro de sus bragas y sonrió cuando descubrió que ya estaba mojada. Ella tembló
cuando él conectó con su clítoris.

Mustang miró sobre su hombro para descubrir que Chase había parado de besarla y
ahora estaba mirando con asombro como Marla se reclinaba contra Mustang, jadeando.

—Quítate los pantalones —articuló Mustang silenciosamente. Los ojos de Chase se


abrieron un poco más ante su instrucción. Cuando no se movió para cumplir, Mustang le
lanzó una mirada para dejarle saber que era una orden, no una sugerencia.

Mustang casi se ríe ante la expresión mezclada de miedo y anticipación en la cara


de Chase mientras se levantaba y desabrochaba sus vaqueros. El chico intentó quitárselos
sobre sus botas y se cayó, cogiéndose a sí mismo en el borde de la cama. Mientras tanto,
afortunadamente, los ojos de Marla estaban cerrados y estaba muy cerca de venirse, se
perdió la comedia de errores justo enfrente de ella.

Cuando Chase finalmente se quitó las botas y los pantalones sin romper nada,
Mustang tomó la oportunidad para avanzar las cosas —Cajón. Condones —murmuró a
Chase justo cuando Marla le dejó saber a todo volumen que su orgasmo finalmente había
llegado.

Eso causó otra reacción graciosa por parte de Chase. Por dios. Este chico era un
novato en muchas maneras.

Mientras Chase estaba parado con la boca y ojos abiertos en sus calzones mientras
sujetaba una tira de gomas enrolladas en papel de aluminio en una mano, Mustang susurró a
una sin aliento Marla.

—¿Sabes por qué me llaman Mustang?

—No —respiró.

—¿Quieres descubrirlo?

Ella abrió los ojos y le contempló con párpados pesados —Sí.

Mustang sonrió —Ayúdame a quitarme los vaqueros y te mostraré.

Todavía tambaleante, se giró para enfrentarlo. Arrodillándose en la cama,


desabrochó sus pantalones. Él gruño mientras sus manos acariciaban su palpitante
erección.
Mustang pateó sus botas y se levantó, dejando que le ayudara a quitarse los
vaqueros y dejándolos en una pila en el suelo —Tú turno, querida. Ponte cómoda porque
todavía no he acabado contigo.

Marla se sacó sus propios pantalones y bragas, enseñándole lo que él ya sentía. Ella
estaba perfectamente depilada. Eso debería enviar a Chase al nerviosismo.

Sonriendo ante ese pensamiento, Mustang se contoneó hacia atrás en la cama —


Vale, ¿preparada para conocer a mi tocayo?

Asintió, ojos ya amansados en el bulto presionando sus boxers.

—Ven aquí entonces y ayúdame a liberar a Junior, pero te advierto, él es más que
un bocado. No te preocupes si no puedes manejarlo.

Marla enarcó una ceja —¿Es eso un reto, vaquero?

—Podría ser —sonrió Mustang.

—Nunca retes a una chica de Jersey —entonces Marla comenzó a demostrarle a


Mustang que se equivocaba, lo cual era exactamente el punto para comenzar.

Mientras su caliente y húmeda boca lo envolvía, Mustang se acostó, cerró los ojos y
disfrutó la sensación que no había sentido en semanas. Demasiado, en su opinión.
Entonces, recordó a Chase y abrió los ojos. Como predijo, el chico estaba parado justo
donde Mustang lo había visto por última vez. Mustang le señaló que se acercara y una
mirada de incertidumbre cruzó la cara de Chase.

Nunca tuvo esta clase de problemas cuando Slade estaba alrededor. Con un suspiro,
Mustang apartó el pelo de la cara de Marla. Su boca todavía presionada alrededor de su
circunferencia, ella abrió los ojos —Vaya, eres una vista preciosa así.

Levantó la cabeza de él —Te dije que podía manejarte.

—Sí, lo hiciste y tenías razón. Nunca he tenido una mujer tan buena como tú —
Marla sonrió y Mustang presionó las cosas al siguiente nivel, sabiendo que ella
probablemente le daría todo lo que le pidiera— ¿Sabes qué es lo que realmente me
gustaría?

—¿El qué?

—Quisiera ver a Chase follarte mientras me chupas —Mustang no endulzó las cosas
como podría haber hecho con otra mujer. Juzgando como las cosas habían progresado hasta
ahora, Marla no era del tipo que necesitaba llamarlo “hacer el amor”.
Chase, por otra parte, era una historia diferente. Casi deja caer los condones ante esa
declaración. Chase era definitivamente un tipo de hombre de “hacer el amor”, o al menos lo
había sido antes de ahora.

Mustang tenía un presentimiento de que eso iba a cambiar después de esta noche.

—Eso te excitaría ¿no? ¿Ver a un hombre follarme? —preguntó Marla con una
sonrisa coqueta.

—Muchas cosas me excitan, pero supongo que eso es un buen comienzo por ahora.

Sentándose en sus rodillas enfrentando a Chase, Marla alcanzó y agarró su camisa y


le empujó cerca —Ven aquí. No muerdo.

Mustang rió —No puedo dar fe de eso. Aunque sí que disfruto un poco de dientes
de vez en cuando.

—Recordaré eso —sonrió sobre su hombro y fue de nuevo a enfocarse en Chase —


Pareces estar muy vestido.

Con un erótico, merecido movimiento de striptease, Marla movió lentamente los


calzoncillos de Chase por sus caderas, sobre su polla y pasando sus muslos. Pasó una uña
larga y pintada sobre la erección de Chase y los ojos del chico casi ruedan detrás de su
cabeza.

Marla burló su raja y Chase exhaló en un profundo, tembloroso respiro. El cuerpo


entero de Chase se tensó y Mustang sintió su dolor. El chico se iba a venir antes de entrar
en la mujer.

Ella cogió un poco de líquido pre-seminal y lo restregó alrededor de la cabeza de la


polla de Chase y el chico empezó a temblar. —¿Sabes lo que me gusta acerca de los
hombres jóvenes, Chase?

Él tragó —No, señora.

Sonriendo ante el comentario de “señora”, Marla continuó —Me encanta como se


pueden venir y luego otra vez inmediatamente.

Entonces Chase estaba envuelto entre los labios de Marla mientras lo trabajaba duro
y rápido con ambas boca y manos. Chase no tuvo ninguna posibilidad. Él le cogió la
cabeza, probablemente porque estaba a punto de caer si no lo hacía. Se vino en menos de
un minuto, su cuerpo entero temblando como si una corriente eléctrica se hubiera disparado
en él.
Marla no desperdició tiempo rompiendo el condón y deslizándolo sobre la polla
todavía dura de Chase —Ahora estás listo para follarme.

A Mustang le estaba empezando a gustar esta mujer. Le gustó incluso más cuando
se giró y le tomó en su boca otra vez, su coño en el aire esperando por Chase.
Afortunadamente esta vez, sin vacilación, la tomó.

Con nada más que preocuparse a parte de su propio placer, Mustang se acostó, cerró
los ojos y se perdió en las sensaciones de una buena mujer que sabía lo que su técnica podía
causar al cuerpo de un hombre.

Un poco más tarde, cuando los tres estaban sudados y colapsados en la cama, Marla
subió la cabeza y miró a Mustang —¿Te gustaría que te probara que puedo manejar a
Junior aquí en otros lugares también?

Sonriendo, Mustang cogió prestado una página del libro de juego de Chase ya que a
Marla parecía gustarle —Sí, señora. Me gustaría.

El aspecto en la cara de Chase cuando finalmente se dio cuenta de qué otros lugares
podrían ser, hizo a Mustang reír. Quitando el brazo roto, esta se estaba convirtiendo en una
noche maravillosa.
8 seconds ride
Traducido por Auro Kyle
Corregido por mayelie
Y el reloj comienza...

C
hase, estaba lleno de temor, disfrutando de las columnas de piedra que se
elevan a ambos lados de él. Su mirada las siguió arriba, arriba, hasta lo que
le pareció ser una mansión frente a la pequeña granja en la que había
crecido.

La Sra. Jensen, Jenny como ella le había pedido que la llamara cuando manejó aquí,
se aclaró la garganta.

—¿Chase? ¿Vienes o no? —Se puso de pie en el escalón más alto, las manos
firmemente plantadas en las caderas, obviamente esperando a que él la siguiera.

La casa había sido lo suficientemente impresionante para llamar su atención lejos de


ver su culo en forma de corazón meneándose mientras subía los escalones de la entrada en
expansión, y eso era decir algo.

—¿Vives aquí?

—Claro que sí. —La mujer le dedicó una amplia sonrisa llena de perfectos dientes
blancos y brillantes. Bajó los pocos escalones que los separaban y plantó una mano en su
cinturón con la hebilla del Novato del Año—. Ahora, vamos.

Ella prácticamente lo arrastró hasta el resto de las escaleras y a través de una puerta
lo suficientemente grande para que él montara un toro a través.

El sonido de sus botas sobre el suelo de mármol resonó en las paredes de la sala
principal. No había visto un lugar así de grande o de lujo, desde que había estado en un
museo, mientras fue de gira a la ciudad de Nueva York hace unos meses.

Quitándose el sombrero ahora que estaba en el interior, puede que no hubiera sido
criado en una casa como ésta, pero aun así tenia buenos modales. Chase miró la gran
escalera que conducía al segundo piso abierto con sus muchas puertas.

—Es, um, muy agradable.

—¿Vas a hablar de mi maldita casa todo el día, o me vas a besar? —Ella se acercó
más hasta que sus pechos prácticamente se tocaron. Su dedo trazó un camino por su camisa,
directamente hacia lo que esperaba que fuera su objetivo final.
No había ninguna decisión que tomar. Tan seguro como que él estaba allí de pie,
Chase iba a besarla, y más también, la buena voluntad del Señor. Él sólo había empezado a
bajar la cabeza hacia la de ella cuando sus uñas cuidadas se deslizaron por el pelo y ella se
estrelló contra él bloqueando sus labios y enredados sus lenguas.

Ella se apartó a preguntar:

—¿Tiene condones?

Condones. Plural. Y sus amigos siempre estaban molestándolo por su gusto por las
mujeres un poco mayores. Una chica de dieciocho años no habría hecho esa pregunta en los
primeros treinta segundos de que estaban solos.

Chase sonrió.

—Sí, señora. Los tengo.

¿Cuándo el circuito regresaba a Texas de nuevo? Seguro que no le importaría


repetir con ella la próxima vez que estuviera en la ciudad.

Luciendo como si el diablo se le hubiera metido, ella le dedicó otra sonrisa llena de
promesas.

—Bien. Sígueme.

Como si pudiera detenerlo.

Tomó su mano y lo llevó a una habitación que haría que cualquier hombre se
viniera en los pantalones incluso si había una mujer en ella o no.

—¡Mierda! ¿Es del tiempo de la regulación? —Chase, se acercó a la mesa de billar


con el más hermoso tallado de madera que había visto jamás.

—Sí. —Ella se acercó y dio a una de las bolas un empujón. Esta chasqueó fuera de
los carriles y a un bolsillo—. ¿Te gusta?

—Sí, claro. —¿A quién no le gustaría?

—Bueno. Entonces quítate esos pantalones vaqueros tuyos y vamos a probarla, ¿de
acuerdo?

Mientras Chase, todavía estaba absorbiendo esa orden, sus manos hicieron el trabajo
por debajo de su propio botón y cremallera. Se las arregló para conseguir sus manos en la
hebilla de su cinturón, pero la repentina aparición de sus diminutas bragas de encaje y
piernas largas culminando con tacones altos lo tuvo mirándola.
Ella se cansó de esperar por él para hacerlo por sí mismo y desabrochó la hebilla y
pantalones vaqueros. Eso lo sacó de su trance bastante rápido. Tuvo que quitarse las botas
antes de salir de sus pantalones, pero entonces estaba listo para la acción.

—Levántame —le ordenó.

Oh sí. Chase levantó su peso fácilmente sobre la mesa de billar.

Recostada sobre los codos, se humedeció los labios y esperó. Él tragó saliva, el
pensamiento de lo que esos labios podían hacer con él lo puso a temblar.

—¿Qué estás esperando? Ese condón no se va a poner solo, dulzura.

Espera hasta que los chicos de vuelta en la arena se enteraran de esto.

Se agachó y recogió la cartera de sus vaqueros, deslizando dos condones de un


bolsillo oculto. Dio gracias a Dios que su amigo Mustang le había enseñado a llevar
siempre más de uno, por si acaso. Los jinetes mayores podían enseñar mucho más que la
forma de permanecer en un toro. Chase tenía la intención de aprender todo lo que pudiera.

Deslizando el repuesto y su cartera de nuevo en sus pantalones, brevemente bajó su


boxers, los pateó por sus piernas y al suelo. Él estaba muy duro, así que no fue un
problema, pero deslizar el condón tuvo algunos intentos. Estaba de dentro hacia fuera al
principio, pero se dio cuenta de eso bastante rápido y entonces finalmente estaba preparado.
Al igual que ella al parecer. Ella había empujado las bragas rojas fuera y les daba vueltas
tentadoramente en un dedo.

Chase, se interpuso entre sus muslos. Ella estaba completamente depilada y a él


seguro le gustaba la vista. Pasó la mano por la piel suave y sin pelo antes de ponerse
valiente y deslizar un dedo por la ranura y, a continuación, dentro de ella. La sensación de
ella, caliente y ya mojada, tenía su corazón acelerándose más rápido.

—Vamos por las cosas buenas. No hay tiempo para jugar un poco con los juegos
previos. —Ella movió sus caderas más cerca del borde de la mesa.

—Claro que sí. ―Por lo general disfrutaba del juego previo, pero demonios, una
mujer con prisa para llegar a las cosas buenas no era algo malo. Estaba tan lista para él, se
sumergió en el interior fácilmente. Impulsado por sus manos en sus caderas, se retiró y
luego entró para otra ronda.

—Sí. Más duro. —Echando la cabeza hacia atrás, ella soltó sus manos y apretó las
piernas alrededor de su cintura más fuerte de lo que hizo durante un paseo en toro.

—Sí, señora. —Él sonrió, siempre dispuesto a complacer a una dama.


La adrenalina de la competencia se había calmado, pero la euforia se mantuvo.
Maldita sea, por lo que sentía, él podría ir toda la noche y tenía la intención de hacerlo.
Cuando se quedarán sin condones, solo tenía que ser creativo. Había aprendido algunas
maneras de ser creativo con las mujeres de Mustang también.

Al mirar hacia abajo en la expresión de codicia en la cara mientras entraba en ella,


Chase no tenía duda de que estaría dispuesta a todo.

Estaba realmente entrando en el ritmo cuando un sonido desde el frente de la casa se


entró en su razón. Chase, se detuvo a mitad de movimiento.

—¿Qué fue eso?

—Nada. Sigue adelante. —Jadeante, ella se aferró a sus caderas.

Empujando hacia delante de nuevo, Chase estaba listo para adjudicar lo que él había
pensado que escuchó a su imaginación, cuando definitivamente escuchó la puerta principal
cerrarse de golpe.

—Querida, estoy en casa. —Y eso era sin duda la voz de un hombre gritando desde
el vestíbulo.

Los ojos de Chase se abrieron de como platos mientras miraba hacia ella.

—¿Quién es ese?

Ella sonrió, luciendo como si el mismo diablo realmente la había poseído.

—Mi marido.

—¡Tu marido! ¿Qué demonios? ¿Estás tratando de hacer que me maten? —Todavía
enterrado profundamente dentro de ella, luchó para liberarse, pero su dominio sobre él era
demasiado apretado. La maldita mujer tenía músculos de las piernas como un jinete de
toros profesional.

—No. Estoy tratando de enseñarle que no puede salir a correr por todo el país en los
llamados viajes de negocios con su putita secretaria. —Ella luchó contra sus esfuerzos para
conseguir soltarse, entonces, peor, ella gritó—: Oye, nene. Estoy en la sala de juegos.

—¡Mierda! ¿Estás loca?

Chase finalmente se liberó de su agarre, se agachó y recogió sus pertenencias.


Buscando desesperadamente cualquier forma de salir aparte de la puerta por la que su
marido estaba a punto de entrar, vio a las puertas de cristal que daban a una terraza. Corrió
desnudo con el culo al aire, su rápidamente desinflada erección cubierta con el condón.
—¡¿Qué mierda?!

Con una mano apoyada en la barandilla, Chase apenas consideró la caída de dos
metros y medio al suelo cuando el vozarrón del marido tras él anunció que no había
conseguido alejarse sin ser visto.

Chase, aterrizó en el suelo, cayendo con fuerza en una rodilla antes de ponerse de
pie y correr por la parte trasera de la propiedad. Atreviéndose a mirar hacia atrás, vio a un
marido muy enojado y muy grande insultarlo encima de la barandilla, antes de que el
hombre se diera la vuelta y echara a correr hacia el interior. Entonces oyó el ruido de un
motor de automóvil encendiendo en el camino de entrada.

—Mierda. —Chase tropezó. Chocó contra el tronco de un árbol, la corteza raspando


la piel de su cadera. Con ropa y botas aferradas a su pecho y la polla todavía colgando hacia
fuera, él siguió corriendo. Si pudiera entrar en el patio de un vecino y ocultarse, al menos
podía vestirse y tal vez esperar hasta que la costa estuviera libre.

El patio era del tamaño de campo de béisbol. Dejándolo fuera a la intemperie,


desnudo y, probablemente, a punto de ser fusilado. Ese pensamiento lo motivó a correr un
poco más rápido.

En el momento en que llegó a la propiedad del vecino, oyó el chirrido de


neumáticos cuando un convertible rojo dio la vuelta en esquina de la cuadra siguiente.
Pensó en correr de regreso, pero estos malditos ricos tenían patios tan grandes, que para el
momento en que llegara a la otra calle, el marido enojado estaría allí esperándolo. Era un
poco como ser un corredor atrapado entre las bases mientras la primera y segunda bases
arrojaban el balón hacia atrás y hacia adelante.

Chase, corrió por el jardín del vecino, saltando por encima de las flores y en un
caso, un gato infeliz, ya que el coche se acercaba. Se imaginó que se trataba de él. Su vida
se había acabado, y todo por unos segundos dentro de una mujer. Entonces una camioneta
negra procedente de la otra dirección se desvió hacia el césped de la casa más cercana a él.

La puerta se abrió de golpe.

—Entra.

No pudiendo cuestionar la generosidad de los extraños con su vida en la línea,


Chase saltó. La camioneta arrancó incluso antes de haber cerrado la puerta, acelerando para
pasar al marido enojado que lanzó el coche en una vuelta y comenzó a perseguirlos.

El tipo de cabello oscuro conduciendo dejó escapar un grito emocionado, con una
sonrisa hacia Chase.

—Genial. ¿Viste cómo maneja ese coche?


Seguro que lo había hecho, entre tirar de su ropa interior hasta las piernas y tratar de
recuperar el aliento. Chase se había dado cuenta de que el condón todavía colgaba de su
ahora flácida polla. Con un rápido vistazo al desconocido que le había salvado para
asegurarse de que estaba mirando a la carretera, Chase sacó la goma fuera. Él la arrojó por
la ventana abierta. Una mirada hacia atrás le dijo que había sido una muy mala idea. Golpeo
el parabrisas del coche deportivo detrás de ellos y se quedó allí. Nada como literalmente
restregar en la cara del tipo que acababa de estarse tirando a su esposa.

Chase giró en su asiento.

—Él nos está alcanzando. —Y ahora estaba realmente molesto, como si no lo


hubiera estado antes.

—Bueno, sí. Por supuesto que lo está. Tiene muchos más caballos de fuerza que yo,
pero tenemos algo que él no.

No sabía lo que era eso, pero sabía que si iba a morir, lo haría con las botas puestas.
Chase luchó por entrar en sus vaqueros y tenía una bota en la mano antes de que él le
preguntara:

—¿Qué tenemos que él no?

Fuera lo que fuera, estaba seguro de que lo iban a necesitar. Con las botas puestas,
él reunió el valor para mirar hacia atrás una vez más.

Sosteniéndose con una mano para permanecer en su asiento mientras su nuevo


amigo tomó un giro muy rápido, Chase vio el coche persiguiéndolos desviarse de un lado
de la carretera al otro, tratando de llegar junto a ellos.

—Tenemos un todo terreno. —Luciendo como si estuviera disfrutando de esto un


poco demasiado, el conductor salió de la carretera y se dirigió directamente al arroyo junto
a ella.

El camión se estrelló contra el banco y por el agua mientras el coche patinó hasta
detenerse detrás de ellos.

En el otro lado del agua, el hombre loco al volante soltó otro grito gigante mientras
el camión se detuvo por el lecho del arroyo y rebotó hacia otro camino.

—¡Eso fue genial! ¡Me encanta!

Finalmente dejándose respirar libremente otra vez, Chase deseaba poder decir lo
mismo.
Una vez que era bastante obvio que el auto deportivo no podía seguirlos, y que
estaban fuera de la vista, Chase empezó a pensar que podría vivir para ver otro día.

El conductor finalmente desaceleró el camión a algo más cerca del límite de


velocidad y miró por encima.

—¿Dónde puedo dejarte?

—Mierda, mi carro está de regreso en la arena. —Esa sería la última vez que Chase
estaría de acuerdo en que una mujer lo llevara. A partir de ahora, él la seguiría en su propia
camioneta. También pensaría en preguntarle si estaba casada o no.

—No hay problema. No estamos muy lejos de la arena. Soy John Dollar por cierto.
La gente por lo general sólo me llama Dólar.

—Chase Reese. Oh, hombre. No sé cómo darte las gracias.

John le dedicó una sonrisa torcida.

—No te preocupes. No he tenido tanta diversión en mucho tiempo.

—No, en serio. Sé que debo haber parecido un hombre loco, corriendo por el
camino, ya sabes, desnudo de esa forma, y te detuviste de todos modos. —Eso hizo a Chase
preguntarse si él hubiera hecho lo mismo—. ¿Por qué me recogiste?

—Solo estoy devolviendo el favor, amigo. He estado en una situación similar,


gracias a la señora Jenny.

Los ojos de Chase se abrieron cuando la realización lo golpeó.

—¿Quieres decir... tú...? ¿Y ella?

No había sido su primer jugueteo de esta mujer en el lado de engaño. Chase supuso
que no debería estar sorprendido por eso.

—Sí. —Dólar sonrió ampliamente—. Ella ha estado tratando de enseñarle a su


marido una lección desde hace años. Uno pensaría que él habría aprendido para ahora. O al
menos se hubiese cansado y divorciado de ella. Hey, ¿quieres tomar una cerveza? Hay un
bar en el camino.

—Oh sí. Me vendría bien una. —Sacudiendo la cabeza, Chase todavía no podía
creer todo. No se había llegado a terminar lo que había empezado, pero seguro que había
sido un infierno de monta de ocho segundos. Una que no olvidaría pronto.
Fin.
Siguiente libro

El jinete profesional Chase Reese sabía que las cosas se


mueven más rápido que una ronda de ocho segundos en
Las Vegas. Solo que nunca espero dirigirse a casa con
un campeonato nacional en su haber y un anillo de
bodas en su mano izquierda sin tener ni idea de cómo
había llegado hasta allí.

Sin embargo, no se puede quejar de la novia


stripper junto a él. Desde el momento en que sus amigos
le compraron un baile erótico de ella, sus temblores le
dijeron que había más de ella que los tacones de aguja.

Leesa Santiago ha conocido al hombre perfecto.


Su tiempo no podía ser peor, sin embargo. Si fuera sólo
su sexo explosivo, podría alejarse. Pero desde el
momento en que su baile la llevó tan cerca a añorar la
maternidad, estaba enganchada. No puede mentir sobre
que no podría estar más feliz de llevar su apellido o más
culpable que lo está usando y a su granja en Oklahoma
para esconderse de un sicario de la mafia.

Eso es antes de que la familia de Chase se


involucre. Y su determinación de hacer lo correcto la empuje a hacer lo único que lo
mantendrá a salvo. Romper su corazón.

¿Las botas de vaquero se mezclan con tacones de stripper? ¿Y puede un amor que
empezó mal terminar bien? Ese es el riesgo que tomas al despertarte en las Vegas.
Sobre la autora

Todo comenzó en el primer grado cuando


Cat Johnson ganó el concurso de ensayos en la Escuela
Primaria Hawthorne y llegó a montar en el coche del
Jefe de la Policía en el desfile del Memorial Day... y el
resto, como dicen, es historia. Como adulta, Cat
generalmente intenta mantenerse alejada de los coches
de policía y está encantada de escribir para ganarse la
vida. Ha sido publicada con un nombre diferente en el
género Adulto joven, pero lanzó su primer romance en
2006.

Hoy, es una best-seller de NY Times y USA


Today, galardonada autora de romance contemporáneo y
contratada con Kensington & Samhain Publishing.
También está patrocinando verdaderos vaqueros de
monta de toros.
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