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Cine y Fe Artc3adculos
Cine y Fe Artc3adculos
http://www.mercaba.org/Cine/cartel_cine_y_fe.htm
Damián Cimpersek
http://www.mercaba.org/Cine/blade_runner_o_el_cuestionamient.htm
Blade Runner es uno de los faros esenciales de la historia del cine de ciencia ficción.
En el artículo que ofrecemos a continuación en Temakel, Damián Cimpersek, egresado
de la carrera de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires, explora las
diferencias entre la novela de Philip K. Dick (Los androides sueñan con ovejas
eléctricas) y el afamado film de Ridley Scott. Y nos propone reveer la obra de Scott
mediante el sendero de una idea, una tesis: en Blade Runner el hombre intenta vencer
su condición natural, mortal, para acceder a una existencia eterna que, por ser ajena al
cambio y el desgaste, es artificial, no-natural para la vida humana. Mediante esta
indagación, Blade Runner, la obra conocida, adquirirá una nueva aura que nos
estimulará a repensar qué es lo humano y lo distinto de lo humano.
Recursos Cinematográficos
Escenarios y decorados.
La ciudad presenta características de moderna Babel, conglomerado
poupurri de diferentes estilos arquitectónicos: es calles de Praga, es templos
Mayas, es Callejuelas de Edad Media, es Edificios de acero y metal de
principios de siglo, es Catedrales Góticas...
Siempre es de noche. Se ha perdido la esperanza o la alegría del día a pleno
sol. Siempre llueven o lloviznan sustancias nocivas. El Hombre ha alterado el
equilibrio climático y la naturaleza le devuelve la moneda. Basura y
desperdicios (acumulación del desorden)- por doquier. La acción humana
"ordenadora" de sus creaciones/producciones se ha perdido en gran parte, ya
que la mayoría ha emigrado a las colonias exteriores.
Anuncios publicitarios audivisuales "agrediendo" a los transeúntes, un
bombardeo constante de información que no informa: por el contrario deforma,
atrofia e hipnotiza.
La Iluminación
Todas las luces, frías o cálidas, tienen la facultad de atravesar una atmósfera
densa, sofocante. Dialécticamente, la mayoría de los ambientes están en
penumbras, en los cuales se producen los destellos de fuertes luces, haces
potentes que los surcan, o en forma de relámpagos breves, cual fogonazos.
El montaje
El ritmo de los planos, en su mayoría recargados, pesados de información,
"ricos" visualmente, hace que se la haya tildado de "preciosista", pero lo que
los planos nos entregan es toda esa "densidad" de recorrido, hasta llegar al
asombro, por lo extraño y lo cotidiano que, a un mismo tiempo, nos resultan las
imágenes.
Vestuario
En cierto modo, se respetan las líneas clásicas: Holden viste saco y corbata
(connotación de profesionalidad); Rachael un ajustado y sobrio vestido negro
estilo años veinte (connotación seriedad y eficiencia); Deckard camisa y
sobretodo (connotación detective indepeniente); Gaff viste como dandy
excéntrico (connotación independencia). Hábilmente no se innova con
extravagantes diseños: es poco probable que en sólo décadas la moda cambie
tanto como para desechar lo clásico. Los más "osados" podrían ser los
androides, que poseen cierto viso "punk", acorde con ciertas tendencias de la
juventud de los años ochenta - los androides son muy jóvenes... y por eso
"rebeldes"-.
Arte y Efectos
La utilería y objetos "comunes" de uso diario combinan elementos de
sofisticada tecnología con otros, arcaizantes y/o neobrutales, creando una
amalgama en el diseño que tiene que ver más con una acumulación, que con
una síntesis.
La Banda Sonora
Toda la riqueza de Vangelis para hacer contrapuntos entre melodías
"celestiales" producidas electrónicamente -ejemplo: cuando Rick y Rachael
están en el departamento de él- y el ruido o aparente "desorden sonoro" de las
calles y la atmósfera de la ciudad, estudiado al máximo. Los ambientes bien
caracterizados por su sonoreidad, e inclusive juega con el silencio para crear
tensiones.
¿Qué es ser un Replicante? ¿Qué es ser/no ser humano?
Si el "aura" de las obras de arte originales (de acuerdo con Walter Benjamin)
se va "perdiendo" con la industrialización de los medios de producción artística,
cabe hacer la comparación entre el aura y el alma humana. ¿Deja de tener
aura un replicante, tan sólo porque es copia -fiel o no- de un ser humano
normal?¿Son "obras de arte" estas réplicas perfectas? ¿Es el ser humano
natural, una obra de arte, por tener alma, o "aura"?
La Simbología. Los Signos
" A partir del siglo XIX, los signos se encadenan en una red inagotable,
infinita, no porque reposen sobre una semejanza sin límites, sino porque hay
una apertura irreductible." (Foucault)
Los signos, que nos remiten a otros, como en un infinito juego de espejos, en
la reinterpretación múltiple. Juego de espejos, el que hace Deckard con el
análisis Esper, operación (físicamente imposible) de analizar una fotografía con
un dispositivo especializado hasta el mínimo detalle en los reflejos de los
espejos. (Así descubre el rostro de Zhora, utilizando la foto que había obtenido
del apartamento de Leon).
Los Nombres de los personajes.
* Roy, Rachael y Rick se asemejan. ¿Un indicio de la condición replicante de
Deckard? ( Replicantes de ciertas clases/modelos comienzan con R).
* Deckard se llama también Rick, como el personaje de Humpfrey Bogart
dueño del Rick`s Cafe Americain en durante la ocupación nazi en Casablanca.
* Y hablando de Rick Deckard, ¿no sería equivalente a pronunciar The Card, o
Rick THE CARD, con lo cual asume nuevos niveles interpretativos su status de
comodín (Joker) o "carta ganadora" con la que cuenta su jefe, o la ciudad, o la
humanidad entera. Y siendo el Joker, tiene el privilegio o capacidad de "ser"
tanto humano como replicante al mismo tiempo. (dialéctica bufonesca)
Los Ojos, las Miradas y sus reinterpretaciones
Todo el film está atravesado por una continua aparición del tópico de la
mirada, poniendo sucesivo énfasis en el sujeto espectador, en el objeto
observado, en el acto de mirar, o en el objeto-ojo. Varios ejemplos:
* El ojo "en llamas" del comiezo, el ojo de Holden, ¿o el ojo nuestro?
* Los ojos de los replicantes que se usan para determinar su humanidad en la
aplicación del Voigt-Kampff test. Los ojos aquí, ¿son acaso la ventana del
alma.?
* Leon "juega" con los ojos diseñados por Chew, el ingeniero genético que creó
sus propios instrumentos para "ver". ¿Puede acaso "ver" un androide, un
replicante?
* Leon tratando de matar/cegar a Deckard, intentando destruir sus ojos.
* Roy Batty a Chew: "Si pudieses ver lo que hago con tus ojos..."
* En casa de J.R.Sebastian, Roy juega con unos ojos saltones,
* Pris deja los ojos en blanco.
* Batty cuando mata a Tyrell le destruye los ojos.
* Batty a Deckard: "¡He visto cosas que vosotros nunca creeríais!"
* Pris se pinta con aerosol un antifaz negro.
* El búho mira y observa con sus ojos grandes,curiosos. ¿Artificiales?
* Las gafas de Tyrell ocultan la verdadera expresión de sus ojos. Parece un
ciego, y de hecho, puede ser alguien que cometió la ceguera de creerse un
Dios.
* Rachael tiene los ojos pintados como una muñeca de porcelana.
* Rick se reinventa como un personaje espión/fisgón para acercarse a Zhora.
La ambigua relación Mentira/Verdad
En la película es fuerte la posiblidad que Rick Deckard sea, él también, un
Replicante. La pista nos la ofrece un plano en el cual él sueña con un unicornio:
ya sería o bien un "recuerdo falso" (los unicornios "no existieron") o un sueño.
El Uniconio de Origami del final, dejado por Gaff, que Deckard encuentra al huir
con Rachael, nos induce pensar que Gaff conoce (y se lo hace saber así,
mediante la figura de Origami) los sueños/recuerdos de Rick (así como él a su
vez sabía, o tenía acceso a los de Rachael). Con esto Gaff ofrece un doble
mensaje a Rick: que conoce su "verdadera"naturaleza y que los "perdonó" (por
su amor, por un acto de Empatía- la vida a ambos androides)...
Otros indicios de la naturaleza replicante de Rick es su nombre (con R), su
obsesión por las fotografías (tiene muchas sobre el piano), y algunos diálogos
sueltos:
Bryant: "Si no eres un Blade Runner, no eres nada..."
Rachael: "¿Se ha hecho el test a sí mismo alguna vez?"
Batty: "Vamos, Deckard. ¡Muéstrame de que estás hecho!"
Gaff: "Has hecho un buen trabajo de hombre..."
La Película como Texto inmerso en nuestra "realidad"
Otra cuestión relevante en el film es la oposición entre el artificio y la realidad
pretendida. En Blade Runner, curiosamente, se dan ambos casos de
desplazamiento: por un lado las maquetas (autos voladores) y decorados
(panorámicas de ciudad) pretenden que aceptemos esas falsedades (réplicas)
como objetos reales de ese mundo o, dicho de otro modo, lo que sabemos
ficticio allí resulta verdadero. Es el típico caso de ficción cinematográfica. El
reverso de la cuestión, es que en el film se utilicen actores y animales
"verdaderos" para simular o pretender que son sofisticadas réplicas. Lo que
sabemos real, allí es ficticio.
Refiriéndose a una serpiente: "-¿Es natural?"
"-Claro que no. Si tuviera plata para comprarme una de verdad no trabajaría
aquí."
Este doble juego apunta siempre a aceptar la falsedad/artificio o la inversión
como postulado de lectura del film.
El Extrañamiento de la Auto-Conciencia
"Ni el animal ni la máquina se saben mortales: de ahí su peculiar
invulnerabilidad y también lo relativo de la emoción que despiertan. Para
empezar de veras a conmovernos tienen que soportar la proyección de nuestra
conciencia de acabamiento, de nuestro riguroso presagio de muerte. La
proximidad de su extinción les humaniza." (Fernando Savater).
Al final del film el replicante Roy Batty descubre por primera vez la empatía o
acto de solidaridad, o sea que nace a una humanidad nueva (justo antes de
destruirse, ¿o autodestruirse?): se ve como por vez primera, se entiende y se
acepta, se comprende.
Con su deicidio Roy deja de ser replicante, pues al asegurarse del carácter
inevitable de la muerte, se asegura de su acta de nacimiento como hombre. La
escena que precede a la muerte de Roy es típicamente humana...
Con esta "ansia por durar", una "longevidad" sería homologárseles (a sus
creadores) porque esta "búsqueda de humanización" equivale aspirar a otro
destino que el "funcional" de su creación. No "servir" y no "desaparecer" es una
pretensión inconmensurable: sería ser iguales a lo humano: poder sólo...
envejecer.
Conclusiones...
Este es un film en el cual se borronean (adrede) los contornos entre lo natural
y lo artificial, y nos habla sobre la paradoja del perfecto facsímil (copia) de un
ser tan naturalmente imperfecto como el hombre: La naturaleza es imperfecta
en el sentido "aceptado" por la Humanidad de hoy día como Perfección...
La dialéctica entre muerte y eternidad es similar entonces, homologándose al
par natural-artificial, ya que lo natural es la muerte, la renovación, el cambio, el
ciclo vital universal, y lo artificial es la noción de lo eterno, lo estático, lo
inmodificable...
Un reflexionar que nos instaura las preguntas -porque nunca respuestas
definitivas- mediante la (re)creación de los replicantes, punto extremo en el cual
lo artificial aspira -y logra- "naturalizarse", es decir, "humanizarse".
Al abordar el costado artificial, mecánico y automático, que hay en cada uno de
nosotros, paradójicamente nos resalta o nos hace ver lo natural, lo empático, lo
solidario, lo sensitivo que tenemos los humanos y que nos define como tales.
No sea cosa que nos convirtamos en Replicantes...
Bibliografía
- Blade Runner, la película de Scott. 1982, reeditada en 1991 (corte del
director).
- ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Philip K. Dick, Edhasa,
Barcelona, 1997.
- Blade Runner, autores varios, Tusquets, Barcelona, 1996.
- Aquí yace el Wub, (Cuentos Completos 1), Philip K.Dick., Martínez Roca,
Barcelona, 1989.
-TextoVarios de Benjamin, Foucault, Sklovsky, Gadreault, Deleuze.
- Internet, varias páginas dedicadas al film y a la novela.
http://www.mercaba.org/Cine/tres_nuevos_mitos_de_la_industri.htm
Después de las lamentables guerras mundiales del siglo pasado, y últimamente tras los
acontecimientos de los «11», de septiembre 2001 en Nueva York y de marzo 2004 en
Madrid, las perennes preguntas sobre la dicotomía entre el bien y el mal, el sentido
del sufrimiento y el trasfondo de la libertad, han sido la constante no sólo a nivel
político y social sino también en la literatura y el cine.
Esta semana se estrenó en cine un capítulo más de la saga de «Harry Potter», un joven
mago que nace hace pocos años en la mente de la escritora J.K. Rowling, pero que
tiene claras raíces del tronco añoso de la literatura fantástica inglesa, en donde el
clásico «El Señor de los Anillos» de Tolkien, es el padre de lo que hoy podríamos
llamar los «nuevos mitos de la industria cultural».
No sólo el mundo del mago Potter tiene vínculos con la historia del Anillo del poder,
sino también, otro clásico producto cinematográfico de culto mundial: «La Guerra de
las Galaxias».
Las tres producciones culturales asumen formatos literarios que hacen que las tramas
–más allá de sus escobas voladoras, de anillos de poder o de sables láser- resulten
actuales y cercanas para diversos públicos.
Sin embargo, lo central a nivel antropológico es que las tres producciones muestran
debates y preguntas ontológicas que el hombre se ha hecho desde tiempos
inmemoriales, sobre la relación entre las fuerzas del bien y el mal, la trascendencia, y
los valores que tienen una fuerte raíz religiosa, aunque aparezcan mezclados con la
magia.
«El Señor de los Anillos», ahora llevada al cine, se desarrolla en un mundo propio de
ficción, la Tierra Media, perfeccionada con descripciones físicas, con lenguajes
propios, pueblos, tradiciones y costumbres peculiares que le dan un valor literario y
antropológico reconocido mundialmente; pero que además, tiene fuertes
vinculaciones no sólo con la historia de Europa, sino también con las preguntas
valóricas que emergieron en el sentir de muchos ciudadanos tras las guerras
mundiales del siglo pasado. En esta producción de Tolkien, aparece una fuerza de
maldad, el Señor Oscuro «Sauron», quien por un anillo de poder somete a todas las
criaturas haciéndolas esclavas; pero a la vez surge la bondad en los magos sabios, las
criaturas diáfanas como los elfos, los valientes enanos, los nobles hobbits –sencillas
criaturas de la Tierra Media en quienes recae la responsabilidad de cargar la balanza
en favor del bien- y los hombres, que aparecen entre dos aguas: siempre tentados por
el mal, pero a la vez con el desafío de ser los herederos de la Tierra y de promover el
bien.
A través de todos estos personajes y de sus constantes dudas en el intento de anular el
poder del Anillo de Sauron, descubrimos muchas de nuestras propias fortalezas y
debilidades.
El mal finalmente es destruido sólo con sacrificio y con la humildad característica de
los hobbits, en un universo en el que se exaltan los valores de la amistad y el
heroísmo. «Los héroes de la película soportan todo por amor de la salvación del
mundo, con la amistad como un aspecto de este amor que empuja a compartir las
cargas de los demás y que contribuye al triunfo del bien. Si Dios ha escogido lo que es
débil para confundir a los poderosos, los Hobbit expresan plenamente este concepto»
señala Claudia Di Giovanni, Oficial del Pontificio Consejo para las Comunicaciones
Sociales y colaboradora en la Filmoteca Vaticana.
Y es que el Señor de los Anillos tiene una fuerte «... Si Dios ha escogido lo
raíz cristiana, reconocida por su mismo autor
que es débil para
Tolkien, profundamente católico, donde se reflejan
confundir a los poderosos,
diversas relaciones, entre ellas, la de la muerte y la
los Hobbit expresan
inmortalidad que se evidencia entre el misterio de
amor por el mundo de criaturas diáfanas como los plenamente este
elfos y los magos que están condenados a dejarla concepto»
para partir hacia otra vida mejor que no acaba; y
por otro, la angustia de los hombres quienes deben permanecer y llevar el curso de
una nueva Historia, a partir de la derrota del mal.
Tolkien hace una fuerte relación también entre el mal y el bien, dando luces sobre el
debate si las criaturas nacen con tendencias al bien o al mal, o se convierten
culturalmente en personas éticas. En el libro de Tolkien quedan mucho más
desarrolladas estas dicotomías que en el filme, sobre todo, las dudas morales de los
diversos personajes, como en el caso de la criatura «Gollum» que de ser un amable
hobbit se convierte en un ser traicionero e individualista, o del mismo Sauron, el
Señor Oscuro, de quien se dice que no fue malvado desde el principio, sino que fue el
ansia de poder y control lo que le llevó a cambiar.
Otra relación que surge es entre el «poder» y el «dominio» y la libertad. Tolkien
dibuja una clara alegoría respecto de las consecuencias que puede tener el uso del
poder como ejercicio de dominio sobre otros, sobre todo, colocando a las ansias de
poder como motor de las acciones de muchos de los personajes de la historia. La
libertad surge como la posibilidad de que cada pueblo en la Tierra Media viva sin la
dominación negativa que ha producido el poder del Anillo, y también como la
posibilidad de elegir el bien.
Respecto de los valores, surgen ideas en torno a la lealtad, los ideales por los que
luchar, el riesgo de la degradación de los seres más sublimes, el rol de cada uno en su
propia vida, el aprovechar el tiempo que le toca a cada uno vivir, el sacrificio, la
amistad, la alegría de vivir, valores que pueden transforman radicalmente la faz de la
tierra. Detrás emerge una antropología positiva y esperanzadora de la sociedad y de
los cambios que cada uno, por muy pequeño que sea, puede hacer en la Historia.
Tolkien se preocupó siempre de generar historias humanas, cercanas a lo que la gente,
según él, le interesaba, sobre todo en su contexto: tras dos guerras sangrientas.
. La versión actualizada: «Harry Potter»
Es en la historia de Tolkien publicada en 1957 y llevada al cine tan sólo hace tres
años, donde toma raíces el otro mito de la industria cultural actual: Harry Potter, con
la ventaja de que el lenguaje y la estructura literaria es mucho más simple permitiendo
que llegue a un público de menor edad.
En las peripecias del mago «Harry Potter» aparece nuevamente la lucha entre el bien
y el mal, claro que esta vez, sin el acento religioso que Tolkien da a su obra. En Potter
el bien suele ser asociado a fuerzas fantásticas, mientras que el mal aparece como algo
más cotidiano y propio tanto de hombres como de criaturas. Sin embargo, los valores
como la amistad, la generosidad, la fortaleza y la templanza son referencias
constantes en la relación que mantiene el pequeño mago con sus amigos. Surge la idea
de que el estudio da buenos frutos como es el caso de la sabelotodo brujita Hermione;
la riqueza de mantener un espíritu de niño en el gigante Hagrid; o la serenidad y
sabiduría en la toma de decisiones del profesor Dumbledore, o la humildad y la
alegría de vivir de la familia amiga de Harry.
Pero en este mundo también emerge la envidia y el afán de aparentar estatus social en
el caso de los tíos de Harry, haciendo que la vida en la tierra mortal el protagonista
viva el papel de una Cenicienta moderna. La diferencia con Tolkien donde el mundo
fantástico es el real, en el de Potter, el protagonista parte y regresa de un mundo real a
uno fantástico, aunque plasma en sus historias la crueldad y el horror, la belleza y el
bien.
«Harry Potter vence sobre el mal porque usa la inteligencia, pero también porque sabe
recurrir a su propia humanidad; la amistad
refuerza sus armas de héroe. El mal es derrotado a «Harry Potter vence sobre
través de opciones morales muy concretas, que
el mal porque usa la
dependen de la libertad y de la compasión que
inteligencia, pero también
renuncia a la venganza para hacer triunfar el bien.
porque sabe recurrir a su
En suma, los “malos” no lo son por naturaleza,
sino por opción», destaca Claudia Di Giovanni. propia humanidad; la
amistad refuerza sus armas
. Desde la literatura al cine de héroe...»
En esta película nuevamente aparece la lucha entre el bien y el mal, y las constantes
dudas éticas de los personajes centrales entre la lealtad, la amistad y la desconfianza,
la traición y el afán de poder. Cambian los nombres pero la alusión es la misma;
mientras en «El Señor de los anillos», el mal es la oscuridad, en la «Guerra de las
Galaxias» es el lado oscuro, y el bien en una es la Luz, mientras que en la otra es la
Fuerza.
En «La Guerra de las Galaxias» por venganza y por ansias de poder, el Bien se
«corrompe» y se transforma en Mal, pero de nuevo se trata de un problema de opción
que puede ser evitado. Como quiera que sea, «la destrucción final del emperador
malvado no es realizada por el héroe bueno, sino por el malvado mismo que se redime
y paga con la propia vida como sacrificio» destaca Claudia Di Giovanni.
Lo que sí hace la «Guerra de las Galaxias» es tomar ciertas figuras míticas que «El
Señor de los Anillos» intenta transmitir como ejes centrales para la relación bien-mal:
la figura del maestro que orienta al protagonista que es noble y poderoso («Obi Wan
Kenobi» en la «Guerra de las Galaxias» y «Gandalf» en «El Señor de los Anillos»); el
elegido que es de carácter sencillo pero que termina siendo el salvador de la historia
(Luke Skywalker en la primera, Frodo Bolsón en la segunda); el compañero y amigo
leal y fiel que apoya en la búsqueda del bien (Han Solo en la primera, y Sam en la
segunda); las mujeres que cumplen un rol de apoyo aunque trascendental en la
defensa del bien (La princesa Leia en una, la princesa Elfa Arwen, en la otra). Y en el
lado del mal, las figuras míticas de la obra de Tolkien también surgen en la película de
Lucas: personajes que en principio aparecen como buenos, pero que atraídos por el
poder y la codicia, caen en el lado oscuro del mal (Darth Vader en la «Guerra de las
Galaxias» y el mago Saruman en «El Señor de los Anillos»); y la misma encarnación
del mal (El Emperador en una, y El Señor Oscuro en la segunda).
Como se ve en estos tres mitos de la industria cultural actual, las preguntas que
históricamente la persona se ha hecho en torno al bien y el mal, las dudas éticas y los
valores emergen constantemente, aunque una y otra la van desvinculando de alusiones
explícitas a la religión cristiana.
Aunque también en las tres se deja ver cierta esperanza: el mal se aprovecha de la
debilidad humana para reclutar nuevos súbditos, pero pese a ello, siempre queda el
horizonte abierto para un retorno, a la manera del Hijo Pródigo.
«La convicción cristiana es que el mal no tiene entidad divina (no hay dos principios
divinos equivalentes, sino uno solo: Dios que es el Sumo Bien), sino que es fruto de la
libre opción. Usando erróneamente la libertad, el bien se contamina. Esto nos retrotrae
a la historia de Lucifer, el ángel más bello, que cayó precisamente a causa de su
orgullo», destaca Claudia Di Giovanni, quien recalca que con la presencia de Cristo,
este mal es vencido.
Este problema entre el bien y el mal ha sido llevado al cine y a la literatura, incluso
difuminando la presencia directa de Dios, pero dejando ver que late la esperanza de
que la humanidad construya un mundo mejor.
Harry Potter
¿consumismo o hechizo literario?
*
Ignacio Ruiz Velasco Nuño
http://www.mercaba.org/Cine/harry_potter.htm
Sin embargo, que sea un producto de moda puede ser mal precedente.
La peor recomendación que nos pueden hacer a muchos es: «todo el mundo lo
está leyendo». En la época de Homero seguramente era un elogio, pues pocos
y críticos lectores constituían ese «todo el mundo». Pero hoy los diarios de
mayor tirada suelen ser los de menor calidad y otro tanto se puede decir de las
revistas o de multitud de pasquines. Ése peligro corren los libros de Harry
Potter, sumado a la primera película sobre el pequeño mago.
¿Mercadotecnia o fantasía?
El humor salta con frecuencia para romper la tensión. Por ejemplo, los
personajes de los cuadros de Hogwarts tienen vida, se mueven, se visitan entre
ellos, hablan, y ocasionalmente se les suben las copas en un festejo; o la
frustración de Nick Casi Decapitado, uno de los fantasmas del colegio, quien no
puede integrarse a una orden de caballería de fantasmas decapitados por no
poder jugar polo con su cabeza.
Lo mismo sucede con la ironía que refleja situaciones muy humanas,
como la del profesor de la materia Defensa contra las Artes Oscuras, quien
plaga su despacho de fotografías suyas que por las noches se ponen tubos
para ensortijarse el pelo y así mostrarlo más atractivo a las alumnas y
admiradoras.
Me decía una persona que sólo por este hecho valdría la pena comprar y
recomendar esos libros. No creo que sea suficiente argumento, hay muchos
temas eróticos o sensacionalistas que pueden inducir a los adolescentes a la
lectura, pero cuando se unen la calidad literaria y la distinción entre bien y mal,
estamos frente a una obra poco común que crea el hábito de la lectura.
En casa de incrédulos
Antes de su traslado a Hogwarts, Harry vivía con sus tíos, los Dursley,
quienes lo despreciaban y humillaban. Forjado en esa dureza de trato, es un
niño tranquilo con un carácter bien definido.
Ellos contrastan con las otras dos familias que han aparecido hasta el
momento: los Dursley del mundo muggle y los Malfoy del mundo mágico,
ambas con hijo único, amplios recursos económicos, una soberbia mayúscula y
falta de humanidad y de alegría verdadera, porque carecen del cariño natural y
humano de un hogar.
¿Magia demoníaca?
Tal como plantean las cosas algunos de los críticos —como los de
www.prevenir.org—, Cri-Cri sería un ser cruento y despiadado que enseña a los
niños la crudeza del padre desobligado (La Patita) y la falta de cariño entre los
seres (El comal y la olla).
Quizá uno de los efectos mejor logrados por Rowling sea esconder hasta
el final de cada novela la verdadera identidad del nuevo protagonista. En este
terreno plasma de maravilla aquella lección que otro anglosajón, Chesterton,
trató en El Club de los Incomprendidos, que también podría haberse llamado
«Las apariencias engañan».
*
Licenciado en Filosofía por la Universidad Panamericana. Doctor en Filosofía por el
Ateneo Académico Romano, Italia. Maestría en Comunicación por la Universidad
Panamericana. Ha sido profesor de Historia de la Ideas en el ITAM.
El Dios necesario
de Krzystof Kieslowsky [1]
Virgilio Fantuzzi
http://www.mercaba.org/Cine/dios_necesario__de_krzystof_kies.htm
El infierno de la ética
Los diez episodios del Decálogo narran otras tantas historias que, aun siendo
independientes una de otra, están relacionadas por una profunda afinidad
temática. Los personajes de una historia regresan a veces en otra, ya sea
como protagonistas, ya sea como simples comparsas. Incluso el ambiente es el
mismo, el barrio Stowki, en la periferia de Varsovia. Arquitectura racional,
departamentos iguales, en los que viven personas dedicadas a los más
variados oficios: médicos, músicos, empleados, jueces, actores... Detrás de sus
rostros, duros como máscaras, se esconde la universalidad de la condición
humana... Tomemos, por ejemplo, el primer episodio, Decálogo uno. Un joven
padre single, ingeniero, positivista, tiene un hijo de diez años que quiere patinar
sobre un pequeño lago helado. "Simple -dice el padre-, basta con calcular la
masa de agua, la profundidad del hielo, la temperatura externa, insertar los
datos en el computer, etcétera". Una tarde, al regresar del trabajo, el hombre
se da inmediatamente cuenta que la ambulancia del poblado vecino al pequeño
lago está ahí por él... "No harás otro dios que yo". El dios razón, ciencia,
cálculo... no tomó en cuenta lo imponderable.
Con excepción del quinto episodio, en el que la referencia al mandamiento "No
matarás" es evidente, no siempre es fácil descubrir la relación entre la historia
narrada y lo que debería ser su punto de partida. A veces el concepto
expresado en la ley divina es derrumbado en términos paradójicos; otras veces
da la impresión de que Kieslowsky y Piesiewicz hablan de otra cosa. El
cineasta repitió en muchas ocasiones que con su Decálogo no quiso ilustrar los
mandamientos bíblicos ni proponer una actualización de ellos. "Para mí, los
mandamientos son -dice- diez frases, escritas bien, que tratan de regular las
relaciones entre personas. Son normas simples y elementales. Todos estamos
de acuerdo con el hecho de que son justos, pero al mismo tiempo todos los
violamos diariamente; permiten indagar en la duplicidad del hombre."
Al día siguiente de la muerte de Kieslowsky (el 14 de marzo de 1996), como
sucede normalmente en circunstancias análogas, en los diversos periódicos
aparecieron perfiles biográficos del cineasta acompañados con evaluaciones
generales sobre su obra. Al hablar del Decálogo, muchos sintieron tener que
hacer alusión a la actitud problemática del cineasta en relación con la religión.
"Kieslowsky no creía en Dios -escribió Alberto Crespi en La Unidad-. Nos lo dijo
él. No teníamos y no tenemos motivos para no creerle." Silvana Silvestri,
después de haber definido el Decálogo como "una película laica y sin salida,
que clava al espectador en sus opciones", sigue con el manifiesto: "Un
verdadero y propio trabajo político, un modo para terminar con los robos, los
falsos testimonios, la insolencia general y, como si fuera poco, incluso con la
cola para la carne". Irene Bignardi en La Repubblica le hace eco: "Un cine
sobre el 'infierno de la ética' en un mundo del que Dios se ha ido desde hace
tiempo y el peso de cada opción moral está sobre las frágiles espaldas de los
hombres". Mucho más matizada es la posición que expresó Tullio Kezich en el
Corriere della Sera: "Con el sentido de los límites de quien no tiene la
pretensión de hacer arte, este autor, considerado el campeón de la
espiritualidad, no lanza mensajes y nunca pronuncia el nombre de Dios. En sus
historias metafóricas no da explicaciones: se limita a proponer enigmas,
describiendo tipos psicológicos, sentimientos y acciones".
Krzysztof Zanussi, cineasta polaco, amigo de Kieslowsky, rechaza la definición
de "'laico" que generalmente le atribuyen a su colega. "Yo tendría cuidado con
una definición tan tajante -declaró en una entrevista telefónica con Mirella
Poggiolini que apareció en el Awenire—. Krzysztof era cerrado, riguroso, con
frecuencia agresivo y polémico en relación con la Iglesia en cuanto institución,
pero antes de morir pidió al padre Tischener, filósofo y amigo suyo, que
celebrará la misa en su funeral". Monseñor Gianfranco Ravasi, siempre en el
Corriere della Sera, declaró: "Kieslowsky tiene el mérito de haber sabido hacer
reflexionar sobre los diez mandamientos, mirándolos con ojos nuevos. No
importa tanto que se declarara creyente o no creyente: su trascendencia es
laica, la intuición de la existencia del misterio que rodea a cada ser y juega con
el destino de los seres humanos".
Quién sabe qué diría el interesado si pudiera intervenir en un debate en el que
se confrontan puntos de vista tan divergentes sobre lo más íntimo que había en
él. Quizá repetiría lo que tuvo ocasión de declarar en otras circunstancias: "Lo
fundamental para mí es hablar con la gente. En general, hago todo lo posible
por intercambiar opiniones hasta con las personas que no conozco. Es la
manera más directa para comprender cómo las personas viven los cambios
que se manifiestan en su tiempo, se respiran los perfumes, se transmiten los
humores... Tomemos la generación de los que tienen veinte años... Son
totalmente diferentes de como éramos nosotros a su edad. Nosotros nos
rebelamos contra ciertos dictámenes que llovían de lo alto. Hoy, creo que más
que rebelarse, ni siquiera escuchan. El lenguaje de las prohibiciones y las
imposiciones ni siquiera los roza. Existen maestros que usan un lenguaje que
no llega a su destino. Independientemente de que tengan razón o de que estén
equivocados, el mensaje no pasa; esos términos, esas razones, ese modo de
argumentar hoy son incomprensibles para una persona de veinte años... Si
hago una película sobre el amor (en el sentido más extenso del término), es
porque para mí no hay nada más importante. El amor, si lo entendemos como
aquello que empuja hacia algo, gobierna completamente el sentido de nuestra
vida..."
Opacidad y transparencia
Una botella de leche cae y derrama su contenido sobre la mesa. Una botella de
tinta revienta; la mancha se extiende sobre el papel. Un vaso de té, empujado
por una mano hacia la orilla de la mesa, cae y se rompe; el contenido salta en
todas direcciones. La mano de un hombre hace chocar uno contra otro dos
vasitos de vidrio puestos sobre una mesa a contraluz. Ojos que se extienden
hacia un microscopio o un telescopio. Una llama oxhídrica siega una barra de
hierro; los dos trozos incandescentes resplandecen en la oscuridad. La mano
de un joven que corre trata de aferrar la manija de la puerta de un tren en
movimiento que va a salir de la estación; ¿logrará subir antes de que sea
demasiado tarde? Los dedos de una muchacha sostienen una pequeña esfera
de cristal contra la ventanilla de un tren que corre sobre los rieles; ahí el paisaje
se refleja empequeñecido y de cabeza. Las ramas de un árbol brillan en el
parabrisas de un automóvil; desde la ventanilla una mano femenina se tiende
para acariciar la corteza del tronco. Una avispa, caída en un vaso de jarabe, se
arrastra fatigosamente sobre el mango de una cuchara...
Sería muy fácil recoger en estas imágenes, esparcidas por aquí y por allá en
las películas de Kieslowsky, referencias simbólicas a conceptos presentes bajo
otra forma en las historias en las que se insertan. La mujer que llora sobre la
leche derramada en el Decálogo seis (se llama Magda) tiene otras razones
para dejar escapar las lágrimas. La avispa que se arrastra por la cuchara en el
Decálogo dos, mientras un enfermo lucha entre la vida y la muerte, indica que,
si el insecto se salva, también el hombre se salvará. Interpelado sobre este
aspecto de su trabajo, Kieslowsky siempre se ha obstinado, incluso a costas de
negar la evidencia, en rechazar un paso inmediato de este tipo: de este lado
está el símbolo, allá está el significado. Él repitió muchas veces que la avispa
que se arrastra sobre la cuchara es una avispa y nada más. Recientemente
nos ha tocado hablar de estas cosas con Gian Vittorio Baldi, un cineasta
italiano que se siente ligado por profundas afinidades estéticas y espirituales
con el colega polaco. [4]
"A los artistas no se les debe tomar al pie de la letra cuando hablan de sus
obras --dice Baldi-. Cuando el artista habla de sí mismo, casi nunca dice la
verdad. Kieslowsky, por ejemplo, repitió tantas veces que no era católico, que
no era creyente, que no tenía ningún interés en relación con la religión...
cuando por el contrario sus películas son sólo un alarido lanzado a Dios.
También Fellini hizo lo mismo. Sólo el que no conoce a los artistas se puede
maravillar de estas contradicciones. Los artistas actúan así por dos razones. La
primera es de naturaleza casi supersticiosa. Evitando revelar cuáles son las
auténticas fuentes de su inspiración, piensan que pueden preservarlas mejor
del riesgo de sequedad. La otra razón es que el artista actúa más con el
instinto que con la razón. Hace las cosas de determinada manera porque siente
que tiene que hacerlas así, pero luego no es capaz de explicar por qué se
comportó de esa manera; si quisiera ser sincero debería decir, simplemente,
que no lo sabe".
"Los maestros de la pintura -prosigue Baldi-, desde Giotto hasta Cézanne, han
demostrado que el arte se basa en la capacidad de proponer una síntesis. El
pintor que pinta una manzana no maneja los colores y los pinceles de tal
manera que te haga ver una manzana tan hermosa que te den ganas de
sacarla del cuadro para comértela. Si es un verdadero artista, con unas
pinceladas logra darte la idea de la manzana y, junto con ello, sugiere la del
mundo ideal (interno a la mente del artista) del que la manzana forma parte. El
cine, desde este punto de vista, siempre estará un paso detrás de la pintura
porque en cuanto técnica de reproducción audiovisual de la realidad, el cine
siempre está demasiado cercano a las cosas que reproduce. El cine no permite
que un cineasta, aquel que sea un artista auténtico, tenga la libertad y el
despego de las cosas que, por el contrario, la pintura permite al pintor. En el
cine de Kieslowsky la imagen nunca es la representación pura y simple de lo
que está frente a la cámara; es siempre la sugestión de algo que no está, pero
que se supone que está ahí. Para Kieslowsky, la imagen no está adentro del
encuadre, sino más allá de él. Es como si su cine se desbordara continuamente
fuera de la pantalla para invadir toda la pared de la sala en la que es
proyectado".
Animados por las palabras de Baldi, contagiados por su entusiasmo, quisimos
tratar de llevar a cabo un análisis del mundo en el que Kieslowsky propone a la
atención del espectador los objetos mínimos sobre los que nos detuvimos
anteriormente. En el mayor acercamiento posible al objeto, para obtener en la
pantalla el agrandamiento máximo del más mínimo detalle, el cineasta polaco
parece proceder desde el exterior para lograr instalarse idealmente en el
interior del objeto mismo; su movimiento sugiere la idea de atravesar una
barrera o un diafragma, que separa el exterior del interior de las cosas. Quizás
es por esto, o también por esto, que escoge como especímenes, para una
forma de investigación introspectiva, objetos transparentes. Pasar a través, ir
más allá, penetrar con la mirada es el procedimiento que se sugiere de mil
maneras al elegir obsesivamente objetos minúsculos y transparentes. En este
procedimiento, quizás, está implícita una reflexión sobre el cine comprendido
como medio técnico, sobre la cámara vista como un ojo mecánico. Una parte
esencial de la cámara es el objetivo, un conjunto de lentes a través de los que
se ve. A veces Kieslowsky hace perceptible la presencia de los lentes, que
forman parte de los instrumentos que usa, recurriendo al uso de lentes
anamórficos, que deforman la imagen que se propone al espectador. En otras
circunstancias mete en escena dispositivos ópticos (lentes de
engrandecimiento o telescopios) que "acercan" al ojo el objeto de la visión:
evidentes metáforas del cine, comprendido ya sea como microscopio o como
telescopio, dirigido hacia el microcosmos o hacia el macrocosmos.
Con mucha frecuencia los personajes que se esconden o huyen, se ven a
través de vidrios de colores que permiten que unos vean sin ser vistos y que
otros se muevan en el campo visual no como seres corpóreos, sino como
formas evanescentes... Al concepto de transparencia se opone el de opacidad.
En el cine de Kieslowsky, en el que los contrarios no se rechazan, sino que se
atraen recíprocamente, opacidad y transparencia son características presente»
simultáneamente en el mismo objeto. El liquido que llena un recipiente de
vidrio, lo vuelve más o menos opaco, con base en su densidad y en su color;
pero la opacidad, que impide ver a través de ella, es también ella misma objeto
de la visión... Transparentes o bien opacos, de vidrio o de metal, los objetos
encuadrados por Kieslowsky son, por lo más, lucidísimos, capaces de reflejar
todo aquello que, alrededor, está dotado de la más mínima luminosidad. La
transparencia y la capacidad de reflejar con frecuencia se juntan
recíprocamente. El macrocosmos se refleja así en el microcosmos en el mismo
instante en que el objeto abre sus secretos a una mirada, dotada de
extraordinaria capacidad de penetración, que logra escudriñarlo hasta en sus
más íntimos recovecos o atravesarlo para mirar más allá.
Es evidente que imágenes de este tipo están destinadas a producir sentido en
el interior de la película que las acoge. Su significado, sin embargo, no puede
captarse sobre la base de una referencia simplista entre símbolo y concepto,
semejante a aquella a la que nos referimos hace poco. Se trata, quizá, de
saber aprehender, aunque de manera gradual y esfumada, cierta analogía que
interviene entre el modo en el que Kieslowsky procede cuando se trata de
retomar objetos inanimados y aquel en el que se comporta cuando se
encuentra frente a personas vivas. La visión superficial, que vuela sobre las
cosas, contrapuesta al ojo que escruta, indaga y escarba en lo íntimo; la
opacidad y la transparencia; lo más grande que se refleja en lo más pequeño y
viceversa... son huellas de recorridos, diversamente cruzados, que pueden
atravesar en múltiples direcciones el tejido de una película. Esta vez
Kieslowsky parece no ser completamente ajeno a un enfoque de este tipo,
referido a su modo de hacer. Hablando de la aversión instintiva que siempre ha
tenido en relación con los panoramas, de las visiones abiertas sobre lo exterior,
dijo que muy probablemente eso depende del interés siempre creciente que
pone en la intimidad del hombre.
Estructuras complejas
"Lo íntimo me atrae -declaró Kieslowsky-. Por eso trato de acercarme, lo más
posible, con la cámara. Trato de bajarme, porque lo que me interesa está en los
ojos, en la boca, en la mueca, en la palabra de la persona que está frente a mí;
en todo lo que es estrictamente íntimo. También por esta razón dejé el género
documental. No me permitía filmar lo que quería. La intimidad es eso que el
hombre trata de esconder. La cámara que trata de violarla es desvergonzada,
invasora, villana... Es algo que no se debe hacer. Es necesario permitir que el
hombre guarde en la intimidad lo que considera justo. La película de ficción, por
el contrario, no conlleva algunos límites y dificultades. Para mí sólo cuenta lo
que el hombre siente en su interior; no lo que enseña afuera. Por eso me
acerco cada vez más. La cámara baja cada vez más y uso objetivos cada vez
más amplios, que son muy estáticos, y me acercaría todavía más si tuviera
buenos micrófonos y una cámara más silenciosa, mientras que por el contrario
ésta hace ruido... No se puede grabar un sonido pleno, y esto es lo que me
limita en relación con la amplitud de campo".
Baldi, después de haber observado que en las películas del cineasta polaco los
actores no declaman, sino que se limitan a atravesar la historia, precisa:
"Kieslowsky ha logrado hacer hablar a los objetos y ha dejado al actor mudo.
Cuando te hace ver una gota que cae, o bien las notas musicales, dibujadas en
el pentagrama, que se vuelven grandes como toda la pantalla, entonces
entiendes que aquella gota o aquellas notas tienen la misma dimensión, la
misma importancia, que tiene el ojo de la protagonista de la película, filmado a
una distancia extremadamente cercana. Si los actores actuaran, como sucede
en las películas de otros cineastas, todo sonaría falso. Pero en una película en
la que los objetos son tan elocuentes, los actores no pueden actuar. En un
contexto diverso, Roberto Rossellini había llegado a resultados similares. Él no
quería que los actores actuaran, sino que pretendía que en el set sintieran
emociones auténticas, como sucede en la vida. Robert Bresson teorizó estos
principios diciendo que en sus películas sus actores no deben actuar, sino
tomar una pose como los modelos. Kieslowsky logró completar el dibujo, que
había quedado en estado de esbozo en la obra de otros autores de películas,
que consiste en dar al cine, como punto de referencia, no la realidad externa,
que se puede percibir con los sentidos, sino una realidad interior que puede ser
captada sólo por las capacidades más rarificadas de la mente, aquellas sobre
las que se basa la experiencia espiritual y la percepción estética".
Las palabras de Baldi nos impulsan a ir más allá, a tratar, si esto es posible, de
volver explícito el sentido de la búsqueda de Dios presente en las películas de
Kieslowsky. La capacidad de observar las cosas con un ojo que va del exterior
hacia el interior, de colocar en el centro de la pantalla un objeto mínimo, que
refleja en sí mismo todo el universo, hacen del cine de Kieslowsky, cuyos
personajes viven generalmente en mundos cerrados, atravesados por múltiples
barreras, el lugar en cuyo interior se impone, como necesidad inevitable, la
máxima apertura hacia el absoluto. Si en la observación a distancia cercana de
los objetos inanimados se confrontan, como lo notamos, microcosmos y
macrocosmos, cuando en el lugar de los objetos se encuentran personas vivas
(no actores que "fingen" ser lo que no son, sino personas que se ofrecen a la
cámara como un terreno sobre el que se puede desarrollar una investigación
minuciosa en búsqueda de aquello que el hombre normalmente esconde, su
interioridad, la conciencia...) he aquí que se manifiesta, como exigencia
inherente al estilo cinematográfico de Kieslowsky, la necesidad de la relación
hombre-Dios, que corresponde a la relación microcosmos-macrocosmos que
ya se verificó en relación con los objetos inanimados. Aquí nos encontramos en
otro nivel en relación con la contraposición entre "caso" y "necesidad", presente
como argumento en los diversos episodios del Decálogo. El argumento de una
película, que se filtra más o menos explícitamente entre los pliegues de la
narración, puede tener la misma fuerza persuasiva que un recurso retórico.
Cuando una película es una obra de arte, sólo el estilo logra hacer que el
contenido se vuelva perceptible con la fuerza de la evidencia. El lenguaje
humano siempre se revela inadecuado cuando trata de hablar de Dios.
Kieslowsky, que se abstiene de hacerlo de manera explícita, advierte la
presencia de lo divino y la comunica sirviéndose de los medios del arte.
Por eso siente la necesidad de dar a sus películas estructuras cada vez más
complejas, ya sea en el plano de la narración, ya sea, y todavía más, en el
visual, yendo más allá de las medidas que se han vuelto normales para los
espectadores de las películas comerciales: los diez capítulos del Decálogo,
diez horas de proyección consecutiva, delicioso tormento para los aguerridos
frecuentadores de los festival, la trilogía de los colores de la bandera francesa,
realizada en varios países europeos en el transcurso de 1994. El acercamiento
de Kieslowsky a lo más íntimo y más elevado en el hombre no pasa a través de
un proceso de simplificación y reducción. En sus películas las dificultades no se
evitan, los problemas no se eluden con la propuesta de soluciones fáciles. Por
el contrario, se pone de lado el tipo de lógica que pretende hacer entrar el
curso tumultuoso de los acontecimientos dentro de los diques tranquilizadores
de la normalidad. En las películas de Kieslowsky, cuyos contenidos
desbordantes tienden a derramar continuamente de uno a otro, los contrarios
se tocan, las contradicciones se sobreponen. Del marasmo y del caos, así
como de la oscuridad de la prisión más negra, sube el aullido hacia Dios del
que hablaba Baldi.
Muchas veces se ha dicho que en sus películas, Kieslowsky pone las almas al
desnudo. Esto no se entiende en el sentido anecdótico que pueden sugerir los
casos humanos singulares que él considera de vez en cuando, la intimidad
agarrada in fraganti y revelada públicamente... sino en el sentido del rechazo
sistemático de una percepción superficial, alimentada con sensacionalismo
exterior, y en el de la elección de un punto de vista interno a las cosas, que
toma en cuenta la complejidad de las situaciones, la contrariedad y la
ambigüedad sutil que atraviesa al actuar humano, rechaza cualquier toma de
posición preconcebida, cualquier juicio apurado o sumario, y alcanza el nivel de
una pietas radical y profunda. En esta tarea difícil le ayuda la potente polisemia
que caracteriza al cine, entendido como medio de expresión, y la capacidad, de
que dispone el cineasta, de establecer relaciones de interdependencia
recíproca entre hechos mínimos, aparentemente insignificantes, que se vuelven
para él elementos de una construcción compleja, basada en las figuras
simétricas de una geometría abstracta, recíprocamente relacionadas con
recorridos cuyo éxito permanece imprevisible. Un cine que se caracteriza por
imprevistas perturbaciones, por un uso anticonvencional de las nociones más
elementales, a partir de los principios de la Revolución Francesa, simbolizados
por los tres colores (azul-libertad; blanco-igualdad; rojo-fraternidad), tomados a
contrapelo, en las respectivas películas, en el filo de ese paradójico modo de
expresarse que Kieslowsky ya había experimentado en relación con el
significado literal de los mandamientos.
El paraíso de la poesía
Carente de reticencias o falsos pudores, Kieslowsky indaga en las cavidades
oscuras de la conciencia, sigue los recorridos laberínticos de psicologías
torcidas, lanza inquietantes rayos de luz sobre las pulsiones de muerte, las
cerrazones, las aversiones, los rencores, todo el pulular de fenómenos
anormales en los que se manifiesta la patología del comportamiento, que llevan
a los seres humanos a prevaricar unos sobre otros, a engañarse, a quitarse la
libertad, a sofocarse. Mientras conduce su investigación con objetividad
desencantada, no olvida, sin embargo, que hasta en el corazón más árido
brilla, aunque cubierta por tenaces incrustaciones, una chispa del espíritu de
vida. Por eso nos gusta imaginarlo inclinado hacia el abismo de las miserias
humanas, como quien tiene la intención de escarbar en los deshechos
acumulados en un basurero, para recoger piedras preciosas justamente ahí en
donde nadie pensaría buscarlas. Los minúsculos objetos que al final logra
recuperar, quizá son sólo fragmentos de vidrio coloreado, carentes de valor
para quien no sabe dar importancia a las pequeñas cosas de la vida, pero no
para él. Aprendió muy bien que la grandeza de lo que es grande se nos
manifiesta a través de reflejos apenas perceptibles, que podemos captar sólo
en la pequeñez de las cosas que cotidianamente nos circundan y que por ello
corren el riesgo de no desaparecer ante nuestra atención.
Kieslowsky considera que en la vida del hombre lo sórdido se une
inextricablemente con lo sublime. Por eso no se cierra ante ninguna
obscuridad, ante ninguna bajeza. En su mirada, que a veces puede parecer fría
e impasible, arde la confianza de quien sabe que la vida logrará siempre
prevalecer sobre la muerte, el bien sobre el mal. Este concepto, expuesto con
variaciones infinitas en las secuencias de sus películas, encuentra su expresión
más lograda en el final de la película Azul, en donde, acompañadas por el
canto de una melodía purísima, aparecen en la pantalla imágenes caóticas,
que toman forma poco a poco: dos cuerpos abrazados en el gesto del amor,
encerrados bajo tierra en una urna de vidrio entre raíces que se extienden, un
muchacho que se despierta en la mañana y se lleva la mano a una pequeña
cruz colgada en su cuello, una anciana que inclina la cabeza con los párpados
cerrados, en la última noche de la vida, una muchacha que ejecuta un número
de striptease en un tabarin, una señora en estado avanzado de embarazo
sobrepuesta a la ecografía que devela el misterio de la nueva vida que pulsa en
su vientre... Las palabras del canto (en griego antiguo), que acompaña el
desenvolvimiento de estas imágenes, son las que cierran el capítulo 13 de la
primera carta de San Pablo a los Corintios: Nuni de menei pistis, elpis, ágape,
ta tría lauta: meizon de touton e ágape (Estas son las tres cosas que
permanecen: fe, esperanza, caridad; pero la más grande de todas es la
caridad).
Para las columnas sonoras de sus películas, Kieslowsky se confió a un
compositor polaco, Zbigniew Preisner, cuyo ostentoso clasicismo contrasta con
el estilo moderno y antiacadémico que distingue al aspecto visual. En algunas
películas la música forma parte directamente de la narración. En Azul, un
reconocido músico muere por un accidente automovilístico. La viuda, también
músico, termina una composición de su marido que había permanecido
incompleta. En La doble vida de Verónica, película filmada entre Francia y
Polonia en 1993, la cantante Weronika, copia polaca de la casi homónima
Véronique francesa, muere durante un concierto en el que ejecuta una
composición sobre los versos de Dante. Así, la música se asocia repetidamente
con el tema de la muerte y de la sobrevivencia. La viuda del músico descubre
el verdadero rostro del marido después de su muerte y lo revive al completar su
trabajo. Weronika, que muere cantando, revive en Véronique, cuya vida
prosigue en la onda de esa música interrumpida y que ella desconoce, aunque
de vez en cuando cree percibir su lejano eco. En los títulos al final de la
película, las palabras del canto se indican con la frase: "Dante: subida al cielo".
Se trata de los primeros nueve versos del canto II del Paraíso.
Para el espectador que se siente desorientado frente a las películas de
Kieslowsky, no siempre de fácil lectura, los versos del poeta llegan
fragmentados en sílabas y sonidos de apariencia incomprensible. Cuando
logra, aunque con dificultad, captar el sentido de las palabras, podría encontrar
en ellas un motivo de nueva perplejidad. "Regresen a ver sus querellas".
Defensor de un cine de compromiso en el plano moral y estético, Kieslowsky no
concede nada a las atracciones del espectáculo ordinario. Él está consciente
de pertenecer a la familia de los poetas. Junto con ellos surca las aguas del
océano que lleva a la eternidad... Mientras lo vemos alejarse no podemos
impedirnos imaginar que su proa apunta hacia el paraíso de la poesía.
"Minerva expira, y me conduce Apolo". Dante, maestro de metáforas, al decir
Apolo piensa en Jesucristo, al indicar a Minerva sugiere la Sabiduría que surge
incontaminada de la mente de Dios».
Notas
[1] Este artículo apareció originalmente en la revista La Civiltà Cattolica, 1996, II, pp.
52-65.
[2] Krzysztof Kieloswsky murió el miércoles 13 de marzo de 1996 en una clínica de
Varsovia en la que, el día precedente, había sufrido una intervención quirúrgica para
implantarle un bypass. La operación había tenido éxito, pero a continuación el cineasta
tuvo un infarto. Nació en Varsovia el 27 de junio de 1941; al principio de los años
noventa se transladó a París. Sus últimas películas, realizadas con medios amplios y
cast internacionales, forman parte de la producción europea de calidad.
[3] Esta declaración de Kieloswsky, y las siguientes, se sacaron del volumen Kielowsky,
bajo la dirección de M. Furdal y R. Turigliatto, Museo Nacional del Cine, Turín, 1989.
[4] Encontramos a Gian Vittorio Baldi, del que recordamos la película Zen (Cf. Civiltá
Cattolica. 1988. II pp 262 27). pocos días después de la muerte de Kieslowsky, en los
alrededores de Brisighella (Ruvenu) en donde vive aislado en una especie de ermita en
las pendientes de los Apeninos.
Fuente: Revista Ixtus. Espíritu y Cultura . Cuernavaca, Morelos, México, Número 39,
Año X, 2003
«La etiqueta de católico no gusta a nadie
en la sociedad»
Krzysztof Zanussi, Director de cine
La Razón
http://www.mercaba.org/Cine/krzysztof_zanussi.htm
-Existe desde hace años una cierta hostilidad recíproca entre los
cristianos y el mundo de la cultura. Los católicos no aman estos
medios porque estos medios no aman a los católicos. Esto ha
provocado que el público creyente no espere mucho del arte y esto es
terrible. La Iglesia aportó mucho al cine en los 50, en Italia y España,
creando salas parroquiales y dando una orientación en lo
cinematográfico. Pero hoy, cuando hablo con los curas, me dicen que
están cansados y que sólo ven telenovelas. Incluso los obispos no van
al cine porque piensan que es una pérdida de tiempo y no valoran
que puede aportar elementos inspiradores. Sin embargo, los jóvenes
creyentes, católicos de convicción, han decidido buscar un mayor
acercamiento a los medios de masas.
-Si. Toda Europa necesita una nueva visión del mundo, porque está
un momento de crisis. El consumismo ya no es fascinante. Los
eslóganes contemporáneos ya no interesan a los jóvenes. Percibo el
inicio de una ola con un nuevo idealismo que puede sustituir al
cinismo postmodernista. Viene una generación más entusiasta, más
idealista, con más fe, no en el hombre que siempre es una fe débil,
sino fe en Dios. La experiencia de los totalitarismos en el siglo XX ha
confirmado que todos somos débiles y capaces de hacer muchas
cosas terribles si no nos apoyamos en Dios.
*
Gloria María Tomás y Garrido
El cine —como todas las artes— en su buen hacer, coloca a la altura del hombre su
misterio: su grandeza y su real indigencia. no existe el momento de no llegar cuando
en la vida misma nos adentramos por los caminos de la ética y de la estética. Con el
cine, se nos ofrece la oportunidad de hacerlo en compañía. Sencillamente.
Hace tiempo, por los años treinta, la normativa del cine parecía
defenderlo como entretenimiento lo que, aparentemente, aparece como arte
menor. Sin embargo, la importancia humana de la distracción, del juego, del
pasar un cierto tiempo distendido sin otro fin, es algo universalmente
reconocido como válido, incluso como necesario.
Incluso puede ocurrir que supere la realidad que nos impregna, pues si
una película posee valor estético nos atraerá mejor por las interconexiones
poéticas que se salen de la realidad; si, además, entraña un modelo ético
mostrará significados para que, en lo ordinario, descubramos tantos pequeños
significados extraordinarios que son los que nos humanizan y hermanan: es la
ética de la estética y la estética de la ética; el cine como escuela
complementaria de la bondad y la belleza que anhela toda persona.
Sirva este preámbulo para trabajar un poco más este sentido que
plasma la belleza y la bondad a través de la imagen, para seguir llegando, para
avanzar... porque en los seres humanos siempre hay más, no existe el
momento de no llegar.
El tiempo como alternativa
Ver cine requiere cierto tiempo, menos que leer un libro (probablemente
también influye mucho menos); pero vale la pena sacar tiempo para hacerlo.
Nuestra civilización, casi entitativamente, se puede clasificar por la prisa. En
realidad, el tiempo es el bien más democráticamente repartido: todo el mundo
dispone de él en su totalidad.
Pero esto exige mucho esfuerzo. Desde Hegel se formula que, aunque
la configuración de nuestros actos conforma la historia, todos advertimos que
es como si esa historia en algunos aspectos nos hubiera burlado, porque los
resultados que nos ofrece no son los que queríamos ni buscábamos. Si nos
quedamos con ese resultado como único referente, aun la persona más
cuerda, incluso por serlo, ante ese sarcasmo que nos juega la historia,
reaccionará desdeñando necesariamente el futuro, y buscará sólo en el
presente la justificación de su existencia en una ética del instante que es, a su
vez, una especie de esteticismo que nos guía a ser y valorar sólo las acciones
en que aparecemos como magníficos, y a las obras de arte que son
grandiosas. Algunos autores ven en esta actitud el dandismo; hoy, con la
desilusión de la modernidad, en su lugar encontramos la indiferencia total; en
lugar del esteticismo, el movimiento estético pendular es el feísmo.
Auténtica luz
Santo Tomás de Aquino (I-II, q.27, a.1) señala que la belleza añade al
bien (en nuestras palabras, la estética a la ética) cierto orden de potencia
cognoscitiva, de tal modo, que «se llama bien a todo lo que agrada en absoluto
al apetito, y bello a aquello cuya aprehensión nos complace». Nos confirma una
experiencia común: existen aspectos de la realidad que sólo se captan a través
de su forma bella; formoso viene de forma y de ahí deriva hermoso... el arte,
dirá Borobio, es aquello que de una manera inefable nos dice algo.
A veces, puede parecer que es tan sublime que no se sabe cómo
alcanzarlo; sin embargo no es así. Ya desde Platón se acepta universalmente
que todo lo creado, tiene algo de esa luz; todo lo que es, irradia bien, belleza,
verdad... aunque la limitación humana nos dé una cierta ceguera que, como un
fruto amargo, nos impide esa visión.
Mas si en todo existe esa luz, cuánto más puede recibirse esa claridad
por el camino del arte. Gómez Pérez aplica este paradigma a una obra
maestra del siglo XVI, La divina comedia, en la que encuentra la espléndida
conjunción del bien y la belleza, e incluso concluye que así surge esa obra
maestra; mas, en la cima de estas cuestiones, puede incluso dar lugar a algo
paradójico que podríamos llamar la belleza del mal que aparece de alguna
manera al referirse al bien que se niega. Las relaciones entre el bien y la
belleza no pueden ser simplistas cuando rozan la condición ética del hombre.
Desde el punto de vista estético, si una obra maestra camina entre los
senderos del mal, deja traslucir como una desesperada nostalgia del bien: ¡no
existe el momento de no llegar!
Esos mensajes que tan asequiblemente descubren los que tienen el don
de la ingenuidad de espíritu, como los niños. ¿Quién no ha descubierto la
belleza de un niño y con un niño? Junto a la limpia inocencia, todos detectamos
que ellos suelen estar en cuclillas, juegan en el suelo, miran mucho y les
sorprende cualquier brizna o insecto, como hábitat o reducto del espíritu. Pero
después nos hacemos grandes, nos alejamos de la tierra, y no sabemos jugar
así, como los niños, que hacen de su juego el mejor ejercicio para la vida: tocar
fondo.
Estas cosas, con menos explicaciones, con cierto impacto, pueden
aprehenderse en el buen cine. Apuntemos dos películas: El festín de Babette
y La edad de la inocencia.
Babette tiene contacto con París: un billete de lotería que compra cada
año. Un año gana una cantidad considerable. Las ancianas piensan que se irá.
No ocurre así: Babette gasta todo su dinero en preparar una maravillosa cena
para esas ancianas y los fieles y huraños seguidores del pastor y, milagro de su
esplendidez, de su señorío, de su finura, todos descubren el lado precioso y
alegre de la vida. Ella no tomará nada de esa comida, en la que no sólo ha
invertido su dinero, sino también su esfuerzo, su imaginación y su personal
impronta. No toma nada porque ya ha tomado todo: es lo que pasa en lo
espiritual, que cuando más se da más se tiene. Sólo el amor compone, algo
que Babette logra al abrazar libremente la obra creada: cariño a las ancianas,
categoría en el trabajo, y toda una serie de símbolos que no hace falta decir
sino hacer... Babette les ha dado todo lo que tiene, y lo ha dado de la única
manera que Dios lo acepta: con un espíritu libre y generoso, en una donación
que es celebración y vida, amor y esperanza. Es un homenaje a la belleza del
arte, a la auténtica tradición de una espiritualidad que ve en todas las criaturas,
sin excepción, la luz ya citada. A través de Babette se intuye a un Dios Padre
de toda la belleza que no pide a los seres humanos que le amen sin ella, sino
por encima de ella, y aún mejor, a través de ella.
Fuente: Revista Istmo. Humanismo y Empresa , Año 40, Número 235, Marzo/abril 1998
A los críticos no les ha gustado Matrix Revolutions porque les parece demasiado
cristiano. La saga recuerda ciertas interpretaciones del Evangelio en clave de ciencia
ficción. Pero el capítulo final revela una visión ajena al cristianismo
Notas
[1] Los bogomilos pertenecían a una secta dualista medieval que se originó en
Bulgaria en el siglo X. Su fundador fue el maniqueo Teófilo, conocido allí por
Bogomil. La secta se extendió por Serbia y Bosnia, alcanzando su máxima
difusión en el siglo XIII. Desapareció en el siglo XIV. No tenían sacerdotes y
negaban la validez de los sacramentos.
. Avalancha de preguntas
Del mismo modo en que mencionamos en nuestros artículos anteriores
sobre el filme (http://www.observatoriodigital.net/bol229.htm#matrix)
la primera entrega de Matrix dejó en el aire varias preguntas: ¿qué es la
realidad?, ¿es posible conocerla saliendo de la fantasía colectiva en que
vivimos?, ¿qué valor tiene vivir «en la realidad» si la ficción es
confortable y segura?, ¿las máquinas están destinadas a tomar el control
de un ser humano perdido en el ensueño? La libertad como desafío, y el
doloroso «nacimiento» al mundo real están dibujados con intensidad en
esta primera parte. Estas cuestiones no son nuevas: léase el mito
platónico de La Caverna, en clave de sociedad mediática y de «realidad
virtual».
En Matrix Reloaded se complican los interrogantes: ¿quiénes somos?,
¿por qué estamos aquí?, ¿existe el libre albedrío o estamos destinados a
actuar un guión prefijado por un Arquitecto frío y calculador?, ¿cuál es el
papel del amor en la redención del mundo?, ¿las profecías religiosas son
ciertas o son una mentira destinada a ser desenmascarada?
En la segunda película están mucho más explícitos los elementos
religiosos que en la primera parte apenas se podían entrever, pero son
tomados de diversas creencias: el vestuario de Neo recuerda la sotana
de un sacerdote católico; en sus paseos por Matrix aparecen imágenes
del Sagrado Corazón y la Virgen de Guadalupe; la ciudad subterránea se
llama Zión; sus habitantes reciben a Neo como si fuese un santón
milagrero; la profetisa es llamada «el Oráculo», como en la visión
religiosa griega; la celebración en Zión, tiene mucho de rito pagano de la
fecundidad; el Arquitecto puede sugerir una visión masónica de la deidad
creadora.
El esquema de fondo de este relato épico contiene mucho de una visión
pagana y maniquea, muy frecuentes en los grandes mitos y en la
mayoría de las narraciones capaces de captar la atención del público.
Las fuerzas del bien y el mal luchan en casi igualdad de circunstancias.
Hay un héroe, es verdad, y este héroe es un hombre noble y capaz de
amar. Pero las fuerzas con que cuenta para «el bien» se equivalen -a
duras penas- a las del mal, con lo cual el sentimiento de soledad y
desvalimiento que se provocan en el espectador son intensos. Más aún,
cuando en los últimos minutos de la segunda parte, parece confirmarse
que el «Elegido» (Neo) no decidió salvar a la humanidad, sino a su
propia novia Trinity, y que todas las profecías en las que Morpheus creía
firmemente, eran falsas. Entonces, conceptos como verdad y mentira,
mal y bien, están tan entremezclados que no se sabe dónde empiezan
unos y terminan otros. En otras palabras, se constata que vivimos en un
mundo del «todo vale», no importan los medios, (algo muy parecido a
nuestra sociedad actual).
¿Es «Matrix» sólo un espectáculo con fines comerciales?, ¿contiene algo
más que peleas orientales, vestuarios de microfibra y persecuciones
adrenalínicas?, ¿el gran público, y en particular los niños y jóvenes, ve
en el filme algo más que efectos digitales? Hay quienes de antemano, la
consideran una gran decepción.
Es difícil responder categóricamente estas preguntas, o más bien, habría
que decir que tienen más de una respuesta. Se trata de un fenómeno
comercial, sin duda, que está impactando no fuertemente la moda y el
imaginario juvenil. «Matrix» aprovecha una serie de referencias
cinematográficas que son ya «cultura general» de nuestra sociedad y les
saca provecho incluyendo referencias y pinceladas que hacen a los
espectadores sentirse «en casa». Pero además, parece fuera de duda
que sus contenidos recogen, casi como una ensalada, una serie de
inquietudes e interrogantes humanos nada superficiales.
.
Algunas interpretaciones
Sin duda la trilogía de «Matrix» tiene varias claves de lectura: es una
serie muy bien hecha, técnicamente hablando, realizada con inteligencia
y con medios suficientes para alcanzar el éxito comercial. No se trata de
una banalidad ni es frívola; siendo entretenida propone valores básicos
como la búsqueda de la verdad, la fidelidad, la amistad, el amor, el valor
de la vida humana. Todo ello, dentro de un formato espectacular y con
grandes dosis de violencia, aunque la «virtualidad» de los personajes
elimina la sangre como elemento visual alarmista.
Por otra parte, y desde una visión cristiana, la serie presenta una visión
teísta -no realmente religiosa- que parece reducir las bases para una
auténtica esperanza. Además, deja totalmente fuera de foco el elemento
amoroso de la creación, el amor y la misericordia de Dios creador, la
total entrega que significa la redención, y el triunfo escatológico («ya,
pero todavía no») del bien sobre el mal. El bien en «Matrix» es cuestión
sólo de opción personal, no hay fundamento en nada exterior al hombre
mismo. Tal y como se puede leer en Epoca.es: «…su contenido, en el
que el destino rige todos los actos, es lo más opuesto al cristianismo. De
él toma los términos, que no los conceptos».
Por su parte, Joaquín R. Fernández redactor de La Butaca.net afirma que
la historia de «Matrix» «no es otra que la de un nuevo Cristo que ha
llegado para construir un punto de partida hacia un mundo mejor
utilizando para ello un arma nueva: el amor». Destaca también el
antagonismo entre el Oráculo y El Arquitecto -ambos inteligencias
artificiales - que expresan la permanente necesidad de elección a la que
está sometido el protagonista: él mismo debe decidir el papel que quiere
desempeñar en la vida.
Para el editor de la revista Miradas de Cine «los adolescentes, parecen
haberse sentido especialmente identificados con una premisa que
supone el descreimiento total de la sociedad adulta donde han nacido:
"Todo es mentira", tan falso, tan huecamente calculado como la misma
existencia. «Matrix» se ha convertido pues para muchos en un credo y
una forma de pensar, y son muchos los "Neo" que han tomado
conciencia de una realidad que cada vez más, por alienante, parece
preprogramada, si no por un ordenador, sí por programadores,
ciertamente siniestros. La explicación a esta sinrazón, ha sido pues
adoptada por una generación que se debate entre el placer como único
medio de escapatoria para huir del cuadriculado tablero donde han sido
arrojados, y la tecnología, como instrumento ambiguo, en cuanto a que
no sabemos si servirá para liberarnos de esta realidad imperante, o
esclavizarnos más aún… En este sentido, a veces uno ha tenido la triste
sensación de que «Matrix» pueda ser la última película neorrealista del
cine».
El Profesor en la Facultad de Teología de Cataluña, Xavier Melloni, en su
estudio «El cine y la metamorfosis de los grandes relatos»
(http://www.fespinal.com/espinal/castellano/visua/es124.htm) propone
que «a través de las gestas de ciertos personajes, se transmite un
código ético que queda asociado a ellos en la memoria afectiva de una
determinada cultura o generación». Específicamente en cuanto a
«Matrix» afirma que «cabe el riesgo de que nos esté dando una visión
del mundo desde el interior de una secta. La tesis de la película es que
todo, sin excepción, es falso. Los que aparentan ser personas, ni
siquiera existen. Únicamente son personas “los nuestros”, y quienes no
son “los nuestros”, son enemigos que quieren la destrucción de la
humanidad. La paradoja es descomunal: esa “humanidad” se identifica
exclusivamente con un reducido grupo de iniciados. Todo ello influye –
sostiene Melloni- sobre los valores y los esquemas mentales de millones
de espectadores y afecta la manera de percibir su convivencia, lo cual
está promovido por quienes controlan el universo mediático
norteamericano (a menudo vinculados a los sectores más
conservadores, industrias de armamento etc.)».
Desde una perspectiva centrada en la filosofía, Francisco Nieto Carroza
sostiene que con «Matrix» queda de manifiesto «cómo hoy en día, pese
a la modernidad que nos envuelve y a la revolución que supone el
descubrimiento de nuevas tecnologías, es imposible que tratemos de
desgajarnos de lo que son los fundamentos del pensamiento occidental,
ya que estos suponen la base de nuestro conocimiento y de nuestro
modo de pensar, del mismo modo que influyen en nuestra capacidad
creadora. Por tanto es necesario que continuemos aferrándonos a todos
esos principios filosóficos si queremos comprender, no sólo la literatura y
el arte que nos ha precedido, sino la que está por venir»
(http://www.ideasapiens.com/actualidad/conocimiento/
filosofia/MatrixylasteoriasdePlaton.htm).
Independientemente de la ambigüedad simbólica de la película, de la
que surgen las señaladas y muchas otras interpretaciones, cabe destacar
una consecuencia positiva que surge de su aparición: es que dada la
amplia aceptación que tuvo en el público, constituyó y sigue
constituyendo una gran oportunidad para iniciar un diálogo en torno a
cuestiones filosóficas y trascendentales, como las esbozadas en el filme.
Todo ello, a partir de un lenguaje profundamente anclado y basado en
los códigos de la cultura contemporánea. Es, sin duda, un interesante
momento para la investigación y para el diálogo entre Fe, Cultura y
Medios.
BOLETÍN SOI/226
El bien y el Dios de las hormigas
Un acercamiento al cine de Lars von Trier
Pedro Bonnin
El danés Lars von Trier es una de las figuras más representativas no sólo del nuevo
cine europeo sino del drama espiritual del cristianismo en el mundo de hoy. En el
presente ensayo, Pedro Bonnin, pintor, crítico de arte y miembro del Comité Editorial
de Ixtus, analiza la que tal vez sea la película más importante de Lars von Trier,
Breaking the waves , para introducirnos en las paradojas de su universo espiritual y
ético.
And under the oppression of the silent fog, the tolling bell.
T.S. Elliot.
Cuando los novios se alejan, Terry, el mejor amigo de Jan, que camina
tras ellos, se topa con el ministro que observa impávido la escena. “Haga
sonar las campanas”, le pide el joven con entusiasmo. Sin perder la
compostura el ministro responde: “Nuestra iglesia no tiene campanas”.
Breaking the waves [1], según lo contó el propio director, Lars von Trier,
pretende ser una película sobre el bien. La fuente de inspiración de la historia
es incluso un muy simple cuento de hadas danés en el que la protagonista, una
pequeña niña llamada Corazón de oro, se interna en el bosque llevando
consigo pan y otras cosas, para terminar, después de atravesar una serie de
prueba difíciles, desnuda y sin ninguna pertenencia. La última frase de Corazón
de oro es: “De todas maneras estaré bien”. Para Von Traer, en este cuento,
leído innumerables veces durante su infancia, está un retrato del mártir en su
forma más extrema. Años más tarde, Bess es la Corazón de oro de Breaking
the waves. El parecido es grande: su candidez, su pureza de intenciones y
hasta su supuesta condición mental –que hace que toda la comunidad la mire
con condescendencia cuando no prefieren simplemente ignorarla- la hacen ser
como una niña, en el sentido en que Cristo pide que seamos como niños para
entrar en el Reino de los cielos. La confianza de Bess en el Dios de las alturas
es absoluta. Su fe, si bien en apariencia simple porque está enmarcada por la
visión del mundo de su congregación y su propia simpleza, le permite hablar
directamente con el Padre celestial. En efecto, a lo largo de la película, Bess se
dirige a Dios y se responde cambiando el tono de su voz –haciéndola más
grave y autoritaria- con las palabras que en su conciencia le dirigen desde el
cielo. Muy pronto en la cinta, la encontramos en la iglesia, arrodillada y con los
ojos cerrados, susurrando:
Bess (con su propia voz): Te doy gracias por el más grande regalo, el
regalo del amor. Te doy gracias por Jan. Soy tan afortunada por recibir estos
regalos…
(La misma Bess, con una voz grave y gruñona): Pero recuerda ser una
buena chica, Bess, sabes bien que Yo doy y Yo quito…
Sin embargo, las cosas no son tan simples como en un cuento infantil.
Von Traer sabe que en la realidad el bien rara vez es una evidencia luminosa y
que el mal, a menudo disfrazado de bien, se nos presenta generalmente como
algo deseable. Además, el bien es la última instancia uno, mientras que el mal
es fragmentario y por ello no es extraño verlo extendido y actuando por todas
partes. Quizá, ahora más que nunca, el bien se ha vuelto difícil de reconocer y,
más aún, de entender.
Por un lado, una comunidad con una iglesia sin campanas. Por otro,
Bess.
Bueno es lo que da más realidad a los seres y las cosas. Malo, lo que
les quita.
Bess está otra vez en la iglesia. Jan regresó desde hace unos días a la
plataforma marina y ella encuentra la distancia y la espera insoportables. En un
momento de debilidad, Bess se dirige a Dios:
(Voz grave): Me extraña de ti, Bess. Allá hay gente que necesita a Jan y
su trabajo. ¿Qué pasará con ellos?
Bess: Una mujer debe escoger por sí misma... pero no entiendo lo que él
dice, es como si alguien hablara desde su interior, como si dentro de él hubiera
bien y mal al mismo tiempo.
Epílogo
Ayudado por sus amigos, Jan ha logrado robarse el cuerpo de Bess para
arrojarlo al mar y evitar que el ministro la condene al infierno durante el
entierro; en su lugar han llenado de arena el ataúd.
Notas
[1] Por razones seguramente comerciales, Breaking the waves salió en nuestro país con
el melodramático título de Contra viento y marea. Hubiera sido más honesto y sencillo
dejar la traducción literal: Rompiendo las olas. Por supuesto esto hubiera significado
frenar el talento creativo de un traductor inspirado. En este artículo preferimos
conservar el título original en inglés.
[2] Carlos Díaz, Diez miradas sobre el rostro del otro, Caparrós editores, Madrid, 1993,
p. 164.
Fuente: Revista Ixtus. Espíritu y Cultura . Cuernavaca, Morelos, México, Número 39,
Año X, 2003
- Stephen Simon.
Productor cineasta.
En esta sección quiero recomendarte todas aquellas películas en las que he sentido
una franca inspiración y una gran razón para seguir creyendo en que existe una
Nueva Conciencia en innegable expansión por el mundo. Te presento mis "10
favoritas", aunque te confieso que fue un gran trabajo para mí el escoger tan solo
10, y precisamente por ello, más adelante te recomiendo otras que se han unido a
mis favoritas y que son dignas de mencionar. Se las ves con toda tu atención y con
tu franca intención de recibir un gran mensaje, te esperan horas de mágica
transformación aquí. -ArizA.
Matrix
La primera parte de esta trilogía me cautivó desde el primer momento en que la
vi. Y lo que me cautivó fue la gran verdad que vi detrás de una película de
ciencia ficción. El concepto de "realidad" que aquí se explica es lo que yo mismo
he alcanzado a vivir y sé que existe. La filosofía que sustenta esta obra de arte
le abre las puertas a aquella persona que quiera conocer más de las
dimensiones en que nos movemos en esta vida. Verla varias veces hace que
recibas más mensajes en cada ocasión.
Joe Black
Si quieres reflexionar acerca de lo que es verdaderamente importante en la
vida, esta película es un "deber verla". Muchas veces en la vida valoramos lo
verdaderamente trascendente hasta que la muerte nos acecha. En lugar de
esperar a nuestra muerte, mejor es ver esta película y salir con otros juicios de
valor en nuestra vida.
Todopoderoso
Sin duda una de mis películas favoritas más recientes. Aunado a mi gusto por la
actuación de Jim Carrey, me encantó el divino mensaje que nos muestra. Mi
admiración para el escritor Steve Oedekerk al mostrar una hermosísima
manifestación de Dios en esta película. Algún día escribiré un ensayo acerca de
todos los divinos mensajes que capté en esta cinta.
El Rey León
Una historia más que hermosa que ví más de 40 veces cuando estaba en el
cine. Todos los seres humanos debemos de encontrar a nuestro héroe interior y
vivir nuestro viaje vital así. Joseph Campbell nos habla de esto en su libro "The
hero's journey" y en esta película se pone de manifiesto toda la gama de
valores que se requieren para vivir de verdad
La vida es bella.
Un sublime mensaje donde se celebra la fuerza del amor y el enorme poder
para reenfocar la vida gracias a él. Esta película es otro "deber verla". El
espíritu humano se engrandece cuando la fuerza del amor nos hace ver la vida
como bella, como siempre se ve con los ojos del amor, independientemente de
las circunstancias
Cadena de favores.
Sin duda una película dentro de mis "top ten". Toda mi vida he creído y vivido
en la fuerza de la colaboración en virtud de un comportamiento humano divino:
la dicha de ayudar a otros. En Nueva Conciencia siempre he tenido la bendición
y oportunidad de gestar esta ayuda en miles de personas, y gracias a Dios una
de mis mayores alegrías es haber tenido la suerte de contagiar Nueva
Conciencia y así ver cómo estas personas están haciendo lo mismo por otras
tantas. La vida es una cadena de favores cuando se tiene la noble misión de
ayudar. Esta película es un "deber verla".
Powder
Algunas personas desarrollan una gran capacidad para manejar su energía. Aquí
hay una muestra de lo que varias personas en la actualidad pueden hacer. Por
supuesto que con sus debidas proporciones y entendiendo la ciencia ficción, pero el
mensaje se da. Además, es tan real la discriminación que se sucede cuando alguien
descubre "ser diferente" a la mayoría que vale la pena reflexionar en el por qué
Billy Elliot
Si de la lucha por vivir la verdadera vocación se trata, esta sublime película se
impone! Recuerdo haber vibrado de la emoción como pocas veces en mi vida
cuando ví esta fenomenal película. Esta es otro "deber verla" cuando se trata de
entender la fuerza que las personas experimentamos cuando reclamamos nuestro
verdadero ser, cueste lo que cueste y le guste a quien le guste.
Leyendas de vida.
Una de las películas que más verdad manifiestan. El origen de que esta historia,
originalmente un libro, llegara a la pantalla grande, fue la recomendación de dicho
libro que hiciera en un programa de Opra, mi maestro y colega Wayne Dyer. Los
momentos cumbres de decisión en la vida se suceden cuando uno se funde con el
Todo; un místico caddy y la alusión al golf como metáfora de la vida, hacen una
hermosa historia llena de verdad para aquel que quiera vivir una Nueva Conciencia
de la vida. Hay una gran cantidad de mensajes místicos en esta obra de arte.
Corazón valiente.
Mel Gibson en una sublime historia de un verdadero hombre con todos los valores e
ideales de un ser dignamente llamado así. El liderazgo y la lucha por un ideal se
muestran dignamente manifiestos en este recomendable filme
Contact
Mi pasión por la literatura de Carl Sagan fue muy manifiesta desde que yo tenía 18
años. Esta película, basada en su libro del mismo nombre, fue un momento
reveladorsísimo que me cautivó desde los primeros segundos. A últimas fechas he
podido constatar muchos de los principios que se muestra abiertamente en este
film. Es una película digna de estudiarse
El gladiador.
La fuerza del liderazgo se pone muy manifiesta en esta extraordinaria producción.
Cualquier persona que aspire a un liderazgo tiene en esta película un "deber verla"
Patch Adams.
En mi carrera como médico atestigüé lo deshumanizada que está la atención al
paciente en una gran cantidad de hospitales. Me uno con toda mi Nueva Conciencia
a la filosofía del Dr. Patch Adams al comprobar con mi vida misma que "el trato" al
paciente suele ser más benéfico y sanador que la misma medicina. Este filme es un
verdadero despertar de conciencia para un área tan importante de la humanidad y
con tanta responsabilidad como es el sector salud.
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INDIVIDUALISMO EGOÍSTA. Jerónimo José Martín
Años difíciles
"El destino no fue muy benévolo conmigo –decía Kieslowsky-. Guardo el
recuerdo de mi padre que estuvo enfermo de tuberculosis hasta que murió cuando
tenía 16 años. Presionados por la preocupación financiera, nos veíamos obligados a
escoger, no entre el bien y el mal, como sucede con frecuencia en la vida, sino
entre un mal mayor y un mal menor. A los doce años ya nos habíamos cambiado
19 veces de un pueblo a otro, de un sanatorio a otro, siguiendo a mi padre en sus
peripecias. Pienso que mi madurez no se debe atribuir, o no del todo, a la profunda
moralidad o sabiduría de mis padres, sino a su continuo enfrentamiento con la
adversidad." [3]
Al salir de la Escuela Superior de Cine de Lodz, en donde se recibió en 1966,
Kieslowsky inició su actividad como documentalista. De la ciudad de Lodz (1969),
20 minutos de duranción, es un homenaje a la ciudad que él consideraba
fascinante con sus patios, sus blanqueados que se caen, sus viejas casas que no
han sido restauradas durante años. Curriculum vitae (1975), 45 minutos, está a
medio camino entre el documental y la ficción. Ahí describe la junta de una
comisión del Partido que se reúne para examinar el caso de un activista cuya
expulsión fue propuesta. No sé (1977), 45 minutos, Kieslowsky dice que lo filmó
porque había conocido a alguien que tenía algo interesante que contar sobre las
actividades subterráneas de la policía. Las cabezas hablantes (1980), 15 minutos,
es el último de muchos cortometrajes, una treintena, que el cineasta filmó al inicio
de su carrera. En el momento en que la gente alcanzó cierta libertad de palabra,
negada hasta ese momento, el cineasta se dio cuenta de que Polonia estaba
atravesada por una gran esperanza de cambio. Es el sentido de las respuestas de
los 79 polacos, de diversas edades y condiciones, entrevistados brevemente en la
película.
Mientras tanto, Kieslowsky había comenzado a realizar, junto con los
documentales, películas para la televisión. Sólo los que frecuentan los festivales
han podido ver los primeros largometrajes como El personal (1975), La
tranquilidad (1976), La cicatriz (mismo año). En 1981 realizó El caso, película en la
que expone su visión del mundo, antiideológica, cínica sólo en apariencia,
alimentada en realidad de amargura y pesimismo, pero también de adhesión
humana a los casos imprevisibles de la vida. Siguen Una breve jornada de trabajo
(mismo año) y Sin fin (1984), obras dedicadas a los problemas del mundo del
trabajo, a partir de los más pequeños y aparentemente insignificantes, sostenidas
por una alta inspiración moral, en las que, tras la fachada de la investigación
documental, se adivina una actitud crítica en relación con la sociedad y la
naturaleza humana.
Secuestrado por la censura, El caso se "descongeló" sólo en 1988. Kieslowsky
se había atrevido a dividir a un único personaje en tres destinos diferentes para
demostrar cómo las circunstancias imprevistas de la vida pueden influir en el futuro
de un hombre haciendo de él un militante del Partido, un activista de la oposición
clandestina o bien un tranquilo profesionista sin pretensiones. Un tren tomado a
tiempo o, por el contrario, perdido; las mujeres conocidas durante los estudios... El
caso conduce al personaje por caminos divergentes o, quizá, secretamente afines.
Probablemente este aspecto fue el que inquietó a las autoridades polacas. Otra
película, Sin fin, filmada durante el estado de emergencia, molestó al poder y a la
oposición. Kieslowsky adquirió la fama de ser una persona intratable.
"Sin fin -recordaba el cineasta- es una película sobre la gente que, para
sobrevivir, acepta doblar la cabeza, como lo han hecho casi todos en Polonia
después de la guerra. ¿Quién podía disfrutarla? Evidentemente, no las autoridades
que creían haber actuado bien y esperaban ver presentadas sus razones, ni la
oposición que aspiraba a que se le mostrara como vencedora. La Iglesia, tercera
fuerza en Polonia, siempre se ha opuesto a películas como ésta por su
transgresividad. Mujeres desnudas, un suicidio, el abandono de un niño... En su
conjunto, una película que nadie hubiera podido avalar. Por mi parte, siempre me
he esforzado por ser independiente, o mejor, puesto que no es posible serlo, me
fijé la independencia como finalidad. Una meta hermosa, hacia la cual tender,
incluso sabiendo que nunca se alcanzará."
Mientras tanto, Kieslowsky conoció a un escritor, Krzysztof Piesiewicz, de
profesión abogado defensor, además, uno de los exponentes de Solidarnosc, que
se volvió el habitual coguionista de sus películas. El "giro" de Kieslowsky se
relaciona con el encuentro con Piesiewicz, su paso "de la política a la metafísica",
del compromiso social a un cine cada vez más dirigido a la interioridad, a lo que no
se ve, pero que a veces aparece a través de detalles imprevistos, imágenes
inquietantes, coincidencias reveladoras, rumores obsesivos, presencias enigmáticas
y recurrentes. Kieslowsky estaba trabajando con Piesiewicz sobre el proyecto de
una película sobre aquellos que habían caído en la cárcel por razones política»,
cuando imprevistamente, quizá desanimados por las previsibles dificultades que
habrían encontrado con la censura, decidieron cambiar el camino. Así nació la idea
del Decálogo: diez películas para televisión, de 55 minutos, dedicada cada una,
aunque de manera indirecta, a uno de los diez mandamientos de la ley de Dios. De
dos de los diez episodios (el quinto y el sexto) se sacaron dos películas de duración
normal (tituladas respectivamente Breve película sobre el asesinato y Breve
película sobre el amor) destinadas a circular en las salas cinematográficas. La
primera se presentó en el festival de Canes en 1988. La segunda, en el festival de
Venecia el año siguiente. Kieslowsky se volvió el caso cinematográfico del
momento. No había un festival o una reseña internacional importante que no
pidiera proyectar toda la serie del Decálogo, de una duración total de cerca de diez
horas.
El infierno de la ética
Los diez episodios del Decálogo narran otras tantas historias que, aun siendo
independientes una de otra, están relacionadas por una profunda afinidad
temática. Los personajes de una historia regresan a veces en otra, ya sea como
protagonistas, ya sea como simples comparsas. Incluso el ambiente es el mismo, el
barrio Stowki, en la periferia de Varsovia. Arquitectura racional, departamentos
iguales, en los que viven personas dedicadas a los más variados oficios: médicos,
músicos, empleados, jueces, actores... Detrás de sus rostros, duros como
máscaras, se esconde la universalidad de la condición humana... Tomemos, por
ejemplo, el primer episodio, Decálogo uno. Un joven padre single, ingeniero,
positivista, tiene un hijo de diez años que quiere patinar sobre un pequeño lago
helado. "Simple -dice el padre-, basta con calcular la masa de agua, la profundidad
del hielo, la temperatura externa, insertar los datos en el computer, etcétera". Una
tarde, al regresar del trabajo, el hombre se da inmediatamente cuenta que la
ambulancia del poblado vecino al pequeño lago está ahí por él... "No harás otro
dios que yo". El dios razón, ciencia, cálculo... no tomó en cuenta lo imponderable.
Con excepción del quinto episodio, en el que la referencia al mandamiento
"No matarás" es evidente, no siempre es fácil descubrir la relación entre la historia
narrada y lo que debería ser su punto de partida. A veces el concepto expresado en
la ley divina es derrumbado en términos paradójicos; otras veces da la impresión
de que Kieslowsky y Piesiewicz hablan de otra cosa. El cineasta repitió en muchas
ocasiones que con su Decálogo no quiso ilustrar los mandamientos bíblicos ni
proponer una actualización de ellos. "Para mí, los mandamientos son -dice- diez
frases, escritas bien, que tratan de regular las relaciones entre personas. Son
normas simples y elementales. Todos estamos de acuerdo con el hecho de que son
justos, pero al mismo tiempo todos los violamos diariamente; permiten indagar en
la duplicidad del hombre."
Al día siguiente de la muerte de Kieslowsky (el 14 de marzo de 1996), como
sucede normalmente en circunstancias análogas, en los diversos periódicos
aparecieron perfiles biográficos del cineasta acompañados con evaluaciones
generales sobre su obra. Al hablar del Decálogo, muchos sintieron tener que hacer
alusión a la actitud problemática del cineasta en relación con la religión.
"Kieslowsky no creía en Dios -escribió Alberto Crespi en La Unidad-. Nos lo dijo él.
No teníamos y no tenemos motivos para no creerle." Silvana Silvestri, después de
haber definido el Decálogo como "una película laica y sin salida, que clava al
espectador en sus opciones", sigue con el manifiesto: "Un verdadero y propio
trabajo político, un modo para terminar con los robos, los falsos testimonios, la
insolencia general y, como si fuera poco, incluso con la cola para la carne". Irene
Bignardi en La Repubblica le hace eco: "Un cine sobre el 'infierno de la ética' en un
mundo del que Dios se ha ido desde hace tiempo y el peso de cada opción moral
está sobre las frágiles espaldas de los hombres". Mucho más matizada es la
posición que expresó Tullio Kezich en el Corriere della Sera: "Con el sentido de los
límites de quien no tiene la pretensión de hacer arte, este autor, considerado el
campeón de la espiritualidad, no lanza mensajes y nunca pronuncia el nombre de
Dios. En sus historias metafóricas no da explicaciones: se limita a proponer
enigmas, describiendo tipos psicológicos, sentimientos y acciones".
Krzysztof Zanussi, cineasta polaco, amigo de Kieslowsky, rechaza la definición
de "'laico" que generalmente le atribuyen a su colega. "Yo tendría cuidado con una
definición tan tajante -declaró en una entrevista telefónica con Mirella Poggiolini
que apareció en el Awenire—. Krzysztof era cerrado, riguroso, con frecuencia
agresivo y polémico en relación con la Iglesia en cuanto institución, pero antes de
morir pidió al padre Tischener, filósofo y amigo suyo, que celebrará la misa en su
funeral". Monseñor Gianfranco Ravasi, siempre en el Corriere della Sera, declaró:
"Kieslowsky tiene el mérito de haber sabido hacer reflexionar sobre los diez
mandamientos, mirándolos con ojos nuevos. No importa tanto que se declarara
creyente o no creyente: su trascendencia es laica, la intuición de la existencia del
misterio que rodea a cada ser y juega con el destino de los seres humanos".
Quién sabe qué diría el interesado si pudiera intervenir en un debate en el
que se confrontan puntos de vista tan divergentes sobre lo más íntimo que había
en él. Quizá repetiría lo que tuvo ocasión de declarar en otras circunstancias: "Lo
fundamental para mí es hablar con la gente. En general, hago todo lo posible por
intercambiar opiniones hasta con las personas que no conozco. Es la manera más
directa para comprender cómo las personas viven los cambios que se manifiestan
en su tiempo, se respiran los perfumes, se transmiten los humores... Tomemos la
generación de los que tienen veinte años... Son totalmente diferentes de como
éramos nosotros a su edad. Nosotros nos rebelamos contra ciertos dictámenes que
llovían de lo alto. Hoy, creo que más que rebelarse, ni siquiera escuchan. El
lenguaje de las prohibiciones y las imposiciones ni siquiera los roza. Existen
maestros que usan un lenguaje que no llega a su destino. Independientemente de
que tengan razón o de que estén equivocados, el mensaje no pasa; esos términos,
esas razones, ese modo de argumentar hoy son incomprensibles para una persona
de veinte años... Si hago una película sobre el amor (en el sentido más extenso del
término), es porque para mí no hay nada más importante. El amor, si lo
entendemos como aquello que empuja hacia algo, gobierna completamente el
sentido de nuestra vida..."
Opacidad y transparencia
Una botella de leche cae y derrama su contenido sobre la mesa. Una botella
de tinta revienta; la mancha se extiende sobre el papel. Un vaso de té, empujado
por una mano hacia la orilla de la mesa, cae y se rompe; el contenido salta en
todas direcciones. La mano de un hombre hace chocar uno contra otro dos vasitos
de vidrio puestos sobre una mesa a contraluz. Ojos que se extienden hacia un
microscopio o un telescopio. Una llama oxhídrica siega una barra de hierro; los dos
trozos incandescentes resplandecen en la oscuridad. La mano de un joven que
corre trata de aferrar la manija de la puerta de un tren en movimiento que va a
salir de la estación; ¿logrará subir antes de que sea demasiado tarde? Los dedos
de una muchacha sostienen una pequeña esfera de cristal contra la ventanilla de
un tren que corre sobre los rieles; ahí el paisaje se refleja empequeñecido y de
cabeza. Las ramas de un árbol brillan en el parabrisas de un automóvil; desde la
ventanilla una mano femenina se tiende para acariciar la corteza del tronco. Una
avispa, caída en un vaso de jarabe, se arrastra fatigosamente sobre el mango de
una cuchara...
Sería muy fácil recoger en estas imágenes, esparcidas por aquí y por allá en
las películas de Kieslowsky, referencias simbólicas a conceptos presentes bajo otra
forma en las historias en las que se insertan. La mujer que llora sobre la leche
derramada en el Decálogo seis (se llama Magda) tiene otras razones para dejar
escapar las lágrimas. La avispa que se arrastra por la cuchara en el Decálogo dos,
mientras un enfermo lucha entre la vida y la muerte, indica que, si el insecto se
salva, también el hombre se salvará. Interpelado sobre este aspecto de su trabajo,
Kieslowsky siempre se ha obstinado, incluso a costas de negar la evidencia, en
rechazar un paso inmediato de este tipo: de este lado está el símbolo, allá está el
significado. Él repitió muchas veces que la avispa que se arrastra sobre la cuchara
es una avispa y nada más. Recientemente nos ha tocado hablar de estas cosas con
Gian Vittorio Baldi, un cineasta italiano que se siente ligado por profundas
afinidades estéticas y espirituales con el colega polaco. [4]
"A los artistas no se les debe tomar al pie de la letra cuando hablan de sus
obras --dice Baldi-. Cuando el artista habla de sí mismo, casi nunca dice la verdad.
Kieslowsky, por ejemplo, repitió tantas veces que no era católico, que no era
creyente, que no tenía ningún interés en relación con la religión... cuando por el
contrario sus películas son sólo un alarido lanzado a Dios. También Fellini hizo lo
mismo. Sólo el que no conoce a los artistas se puede maravillar de estas
contradicciones. Los artistas actúan así por dos razones. La primera es de
naturaleza casi supersticiosa. Evitando revelar cuáles son las auténticas fuentes de
su inspiración, piensan que pueden preservarlas mejor del riesgo de sequedad. La
otra razón es que el artista actúa más con el instinto que con la razón. Hace las
cosas de determinada manera porque siente que tiene que hacerlas así, pero luego
no es capaz de explicar por qué se comportó de esa manera; si quisiera ser sincero
debería decir, simplemente, que no lo sabe".
"Los maestros de la pintura -prosigue Baldi-, desde Giotto hasta Cézanne,
han demostrado que el arte se basa en la capacidad de proponer una síntesis. El
pintor que pinta una manzana no maneja los colores y los pinceles de tal manera
que te haga ver una manzana tan hermosa que te den ganas de sacarla del cuadro
para comértela. Si es un verdadero artista, con unas pinceladas logra darte la idea
de la manzana y, junto con ello, sugiere la del mundo ideal (interno a la mente del
artista) del que la manzana forma parte. El cine, desde este punto de vista,
siempre estará un paso detrás de la pintura porque en cuanto técnica de
reproducción audiovisual de la realidad, el cine siempre está demasiado cercano a
las cosas que reproduce. El cine no permite que un cineasta, aquel que sea un
artista auténtico, tenga la libertad y el despego de las cosas que, por el contrario,
la pintura permite al pintor. En el cine de Kieslowsky la imagen nunca es la
representación pura y simple de lo que está frente a la cámara; es siempre la
sugestión de algo que no está, pero que se supone que está ahí. Para Kieslowsky,
la imagen no está adentro del encuadre, sino más allá de él. Es como si su cine se
desbordara continuamente fuera de la pantalla para invadir toda la pared de la sala
en la que es proyectado".
Animados por las palabras de Baldi, contagiados por su entusiasmo, quisimos
tratar de llevar a cabo un análisis del mundo en el que Kieslowsky propone a la
atención del espectador los objetos mínimos sobre los que nos detuvimos
anteriormente. En el mayor acercamiento posible al objeto, para obtener en la
pantalla el agrandamiento máximo del más mínimo detalle, el cineasta polaco
parece proceder desde el exterior para lograr instalarse idealmente en el interior
del objeto mismo; su movimiento sugiere la idea de atravesar una barrera o un
diafragma, que separa el exterior del interior de las cosas. Quizás es por esto, o
también por esto, que escoge como especímenes, para una forma de investigación
introspectiva, objetos transparentes. Pasar a través, ir más allá, penetrar con la
mirada es el procedimiento que se sugiere de mil maneras al elegir obsesivamente
objetos minúsculos y transparentes. En este procedimiento, quizás, está implícita
una reflexión sobre el cine comprendido como medio técnico, sobre la cámara vista
como un ojo mecánico. Una parte esencial de la cámara es el objetivo, un conjunto
de lentes a través de los que se ve. A veces Kieslowsky hace perceptible la
presencia de los lentes, que forman parte de los instrumentos que usa, recurriendo
al uso de lentes anamórficos, que deforman la imagen que se propone al
espectador. En otras circunstancias mete en escena dispositivos ópticos (lentes de
engrandecimiento o telescopios) que "acercan" al ojo el objeto de la visión:
evidentes metáforas del cine, comprendido ya sea como microscopio o como
telescopio, dirigido hacia el microcosmos o hacia el macrocosmos.
Con mucha frecuencia los personajes que se esconden o huyen, se ven a
través de vidrios de colores que permiten que unos vean sin ser vistos y que otros
se muevan en el campo visual no como seres corpóreos, sino como formas
evanescentes... Al concepto de transparencia se opone el de opacidad. En el cine
de Kieslowsky, en el que los contrarios no se rechazan, sino que se atraen
recíprocamente, opacidad y transparencia son características presente»
simultáneamente en el mismo objeto. El liquido que llena un recipiente de vidrio, lo
vuelve más o menos opaco, con base en su densidad y en su color; pero la
opacidad, que impide ver a través de ella, es también ella misma objeto de la
visión... Transparentes o bien opacos, de vidrio o de metal, los objetos
encuadrados por Kieslowsky son, por lo más, lucidísimos, capaces de reflejar todo
aquello que, alrededor, está dotado de la más mínima luminosidad. La
transparencia y la capacidad de reflejar con frecuencia se juntan recíprocamente.
El macrocosmos se refleja así en el microcosmos en el mismo instante en que el
objeto abre sus secretos a una mirada, dotada de extraordinaria capacidad de
penetración, que logra escudriñarlo hasta en sus más íntimos recovecos o
atravesarlo para mirar más allá.
Es evidente que imágenes de este tipo están destinadas a producir sentido en
el interior de la película que las acoge. Su significado, sin embargo, no puede
captarse sobre la base de una referencia simplista entre símbolo y concepto,
semejante a aquella a la que nos referimos hace poco. Se trata, quizá, de saber
aprehender, aunque de manera gradual y esfumada, cierta analogía que interviene
entre el modo en el que Kieslowsky procede cuando se trata de retomar objetos
inanimados y aquel en el que se comporta cuando se encuentra frente a personas
vivas. La visión superficial, que vuela sobre las cosas, contrapuesta al ojo que
escruta, indaga y escarba en lo íntimo; la opacidad y la transparencia; lo más
grande que se refleja en lo más pequeño y viceversa... son huellas de recorridos,
diversamente cruzados, que pueden atravesar en múltiples direcciones el tejido de
una película. Esta vez Kieslowsky parece no ser completamente ajeno a un enfoque
de este tipo, referido a su modo de hacer. Hablando de la aversión instintiva que
siempre ha tenido en relación con los panoramas, de las visiones abiertas sobre lo
exterior, dijo que muy probablemente eso depende del interés siempre creciente
que pone en la intimidad del hombre.
Estructuras complejas
"Lo íntimo me atrae -declaró Kieslowsky-. Por eso trato de acercarme, lo más
posible, con la cámara. Trato de bajarme, porque lo que me interesa está en los
ojos, en la boca, en la mueca, en la palabra de la persona que está frente a mí; en
todo lo que es estrictamente íntimo. También por esta razón dejé el género
documental. No me permitía filmar lo que quería. La intimidad es eso que el
hombre trata de esconder. La cámara que trata de violarla es desvergonzada,
invasora, villana... Es algo que no se debe hacer. Es necesario permitir que el
hombre guarde en la intimidad lo que considera justo. La película de ficción, por el
contrario, no conlleva algunos límites y dificultades. Para mí sólo cuenta lo que el
hombre siente en su interior; no lo que enseña afuera. Por eso me acerco cada vez
más. La cámara baja cada vez más y uso objetivos cada vez más amplios, que son
muy estáticos, y me acercaría todavía más si tuviera buenos micrófonos y una
cámara más silenciosa, mientras que por el contrario ésta hace ruido... No se
puede grabar un sonido pleno, y esto es lo que me limita en relación con la
amplitud de campo".
Baldi, después de haber observado que en las películas del cineasta polaco los
actores no declaman, sino que se limitan a atravesar la historia, precisa:
"Kieslowsky ha logrado hacer hablar a los objetos y ha dejado al actor mudo.
Cuando te hace ver una gota que cae, o bien las notas musicales, dibujadas en el
pentagrama, que se vuelven grandes como toda la pantalla, entonces entiendes
que aquella gota o aquellas notas tienen la misma dimensión, la misma
importancia, que tiene el ojo de la protagonista de la película, filmado a una
distancia extremadamente cercana. Si los actores actuaran, como sucede en las
películas de otros cineastas, todo sonaría falso. Pero en una película en la que los
objetos son tan elocuentes, los actores no pueden actuar. En un contexto diverso,
Roberto Rossellini había llegado a resultados similares. Él no quería que los actores
actuaran, sino que pretendía que en el set sintieran emociones auténticas, como
sucede en la vida. Robert Bresson teorizó estos principios diciendo que en sus
películas sus actores no deben actuar, sino tomar una pose como los modelos.
Kieslowsky logró completar el dibujo, que había quedado en estado de esbozo en la
obra de otros autores de películas, que consiste en dar al cine, como punto de
referencia, no la realidad externa, que se puede percibir con los sentidos, sino una
realidad interior que puede ser captada sólo por las capacidades más rarificadas de
la mente, aquellas sobre las que se basa la experiencia espiritual y la percepción
estética".
Las palabras de Baldi nos impulsan a ir más allá, a tratar, si esto es posible,
de volver explícito el sentido de la búsqueda de Dios presente en las películas de
Kieslowsky. La capacidad de observar las cosas con un ojo que va del exterior
hacia el interior, de colocar en el centro de la pantalla un objeto mínimo, que
refleja en sí mismo todo el universo, hacen del cine de Kieslowsky, cuyos
personajes viven generalmente en mundos cerrados, atravesados por múltiples
barreras, el lugar en cuyo interior se impone, como necesidad inevitable, la
máxima apertura hacia el absoluto. Si en la observación a distancia cercana de los
objetos inanimados se confrontan, como lo notamos, microcosmos y macrocosmos,
cuando en el lugar de los objetos se encuentran personas vivas (no actores que
"fingen" ser lo que no son, sino personas que se ofrecen a la cámara como un
terreno sobre el que se puede desarrollar una investigación minuciosa en búsqueda
de aquello que el hombre normalmente esconde, su interioridad, la conciencia...)
he aquí que se manifiesta, como exigencia inherente al estilo cinematográfico de
Kieslowsky, la necesidad de la relación hombre-Dios, que corresponde a la relación
microcosmos-macrocosmos que ya se verificó en relación con los objetos
inanimados. Aquí nos encontramos en otro nivel en relación con la contraposición
entre "caso" y "necesidad", presente como argumento en los diversos episodios del
Decálogo. El argumento de una película, que se filtra más o menos explícitamente
entre los pliegues de la narración, puede tener la misma fuerza persuasiva que un
recurso retórico. Cuando una película es una obra de arte, sólo el estilo logra hacer
que el contenido se vuelva perceptible con la fuerza de la evidencia. El lenguaje
humano siempre se revela inadecuado cuando trata de hablar de Dios. Kieslowsky,
que se abstiene de hacerlo de manera explícita, advierte la presencia de lo divino y
la comunica sirviéndose de los medios del arte.
Por eso siente la necesidad de dar a sus películas estructuras cada vez más
complejas, ya sea en el plano de la narración, ya sea, y todavía más, en el visual,
yendo más allá de las medidas que se han vuelto normales para los espectadores
de las películas comerciales: los diez capítulos del Decálogo, diez horas de
proyección consecutiva, delicioso tormento para los aguerridos frecuentadores de
los festival, la trilogía de los colores de la bandera francesa, realizada en varios
países europeos en el transcurso de 1994. El acercamiento de Kieslowsky a lo más
íntimo y más elevado en el hombre no pasa a través de un proceso de
simplificación y reducción. En sus películas las dificultades no se evitan, los
problemas no se eluden con la propuesta de soluciones fáciles. Por el contrario, se
pone de lado el tipo de lógica que pretende hacer entrar el curso tumultuoso de los
acontecimientos dentro de los diques tranquilizadores de la normalidad. En las
películas de Kieslowsky, cuyos contenidos desbordantes tienden a derramar
continuamente de uno a otro, los contrarios se tocan, las contradicciones se
sobreponen. Del marasmo y del caos, así como de la oscuridad de la prisión más
negra, sube el aullido hacia Dios del que hablaba Baldi.
Muchas veces se ha dicho que en sus películas, Kieslowsky pone las almas al
desnudo. Esto no se entiende en el sentido anecdótico que pueden sugerir los
casos humanos singulares que él considera de vez en cuando, la intimidad
agarrada in fraganti y revelada públicamente... sino en el sentido del rechazo
sistemático de una percepción superficial, alimentada con sensacionalismo exterior,
y en el de la elección de un punto de vista interno a las cosas, que toma en cuenta
la complejidad de las situaciones, la contrariedad y la ambigüedad sutil que
atraviesa al actuar humano, rechaza cualquier toma de posición preconcebida,
cualquier juicio apurado o sumario, y alcanza el nivel de una pietas radical y
profunda. En esta tarea difícil le ayuda la potente polisemia que caracteriza al cine,
entendido como medio de expresión, y la capacidad, de que dispone el cineasta, de
establecer relaciones de interdependencia recíproca entre hechos mínimos,
aparentemente insignificantes, que se vuelven para él elementos de una
construcción compleja, basada en las figuras simétricas de una geometría
abstracta, recíprocamente relacionadas con recorridos cuyo éxito permanece
imprevisible. Un cine que se caracteriza por imprevistas perturbaciones, por un uso
anticonvencional de las nociones más elementales, a partir de los principios de la
Revolución Francesa, simbolizados por los tres colores (azul-libertad; blanco-
igualdad; rojo-fraternidad), tomados a contrapelo, en las respectivas películas, en
el filo de ese paradójico modo de expresarse que Kieslowsky ya había
experimentado en relación con el significado literal de los mandamientos.
El paraíso de la poesía
Carente de reticencias o falsos pudores, Kieslowsky indaga en las cavidades
oscuras de la conciencia, sigue los recorridos laberínticos de psicologías torcidas,
lanza inquietantes rayos de luz sobre las pulsiones de muerte, las cerrazones, las
aversiones, los rencores, todo el pulular de fenómenos anormales en los que se
manifiesta la patología del comportamiento, que llevan a los seres humanos a
prevaricar unos sobre otros, a engañarse, a quitarse la libertad, a sofocarse.
Mientras conduce su investigación con objetividad desencantada, no olvida, sin
embargo, que hasta en el corazón más árido brilla, aunque cubierta por tenaces
incrustaciones, una chispa del espíritu de vida. Por eso nos gusta imaginarlo
inclinado hacia el abismo de las miserias humanas, como quien tiene la intención
de escarbar en los deshechos acumulados en un basurero, para recoger piedras
preciosas justamente ahí en donde nadie pensaría buscarlas. Los minúsculos
objetos que al final logra recuperar, quizá son sólo fragmentos de vidrio coloreado,
carentes de valor para quien no sabe dar importancia a las pequeñas cosas de la
vida, pero no para él. Aprendió muy bien que la grandeza de lo que es grande se
nos manifiesta a través de reflejos apenas perceptibles, que podemos captar sólo
en la pequeñez de las cosas que cotidianamente nos circundan y que por ello
corren el riesgo de no desaparecer ante nuestra atención.
Kieslowsky considera que en la vida del hombre lo sórdido se une
inextricablemente con lo sublime. Por eso no se cierra ante ninguna obscuridad,
ante ninguna bajeza. En su mirada, que a veces puede parecer fría e impasible,
arde la confianza de quien sabe que la vida logrará siempre prevalecer sobre la
muerte, el bien sobre el mal. Este concepto, expuesto con variaciones infinitas en
las secuencias de sus películas, encuentra su expresión más lograda en el final de
la película Azul, en donde, acompañadas por el canto de una melodía purísima,
aparecen en la pantalla imágenes caóticas, que toman forma poco a poco: dos
cuerpos abrazados en el gesto del amor, encerrados bajo tierra en una urna de
vidrio entre raíces que se extienden, un muchacho que se despierta en la mañana
y se lleva la mano a una pequeña cruz colgada en su cuello, una anciana que
inclina la cabeza con los párpados cerrados, en la última noche de la vida, una
muchacha que ejecuta un número de striptease en un tabarin, una señora en
estado avanzado de embarazo sobrepuesta a la ecografía que devela el misterio de
la nueva vida que pulsa en su vientre... Las palabras del canto (en griego antiguo),
que acompaña el desenvolvimiento de estas imágenes, son las que cierran el
capítulo 13 de la primera carta de San Pablo a los Corintios: Nuni de menei pistis,
elpis, ágape, ta tría lauta: meizon de touton e ágape (Estas son las tres cosas que
permanecen: fe, esperanza, caridad; pero la más grande de todas es la caridad).
Para las columnas sonoras de sus películas, Kieslowsky se confió a un
compositor polaco, Zbigniew Preisner, cuyo ostentoso clasicismo contrasta con el
estilo moderno y antiacadémico que distingue al aspecto visual. En algunas
películas la música forma parte directamente de la narración. En Azul, un
reconocido músico muere por un accidente automovilístico. La viuda, también
músico, termina una composición de su marido que había permanecido incompleta.
En La doble vida de Verónica, película filmada entre Francia y Polonia en 1993, la
cantante Weronika, copia polaca de la casi homónima Véronique francesa, muere
durante un concierto en el que ejecuta una composición sobre los versos de Dante.
Así, la música se asocia repetidamente con el tema de la muerte y de la
sobrevivencia. La viuda del músico descubre el verdadero rostro del marido
después de su muerte y lo revive al completar su trabajo. Weronika, que muere
cantando, revive en Véronique, cuya vida prosigue en la onda de esa música
interrumpida y que ella desconoce, aunque de vez en cuando cree percibir su
lejano eco. En los títulos al final de la película, las palabras del canto se indican con
la frase: "Dante: subida al cielo". Se trata de los primeros nueve versos del canto
II del Paraíso.
Para el espectador que se siente desorientado frente a las películas de
Kieslowsky, no siempre de fácil lectura, los versos del poeta llegan fragmentados
en sílabas y sonidos de apariencia incomprensible. Cuando logra, aunque con
dificultad, captar el sentido de las palabras, podría encontrar en ellas un motivo de
nueva perplejidad. "Regresen a ver sus querellas". Defensor de un cine de
compromiso en el plano moral y estético, Kieslowsky no concede nada a las
atracciones del espectáculo ordinario. Él está consciente de pertenecer a la familia
de los poetas. Junto con ellos surca las aguas del océano que lleva a la eternidad...
Mientras lo vemos alejarse no podemos impedirnos imaginar que su proa apunta
hacia el paraíso de la poesía. "Minerva expira, y me conduce Apolo". Dante,
maestro de metáforas, al decir Apolo piensa en Jesucristo, al indicar a Minerva
sugiere la Sabiduría que surge incontaminada de la mente de Dios».
Notas
[1] Este artículo apareció originalmente en la revista La Civiltà Cattolica, 1996, II, pp.
52-65.
[2] Krzysztof Kieloswsky murió el miércoles 13 de marzo de 1996 en una clínica de
Varsovia en la que, el día precedente, había sufrido una intervención quirúrgica para
implantarle un bypass. La operación había tenido éxito, pero a continuación el cineasta tuvo
un infarto. Nació en Varsovia el 27 de junio de 1941; al principio de los años noventa se
transladó a París. Sus últimas películas, realizadas con medios amplios y cast
internacionales, forman parte de la producción europea de calidad.
[3] Esta declaración de Kieloswsky, y las siguientes, se sacaron del volumen
Kielowsky, bajo la dirección de M. Furdal y R. Turigliatto, Museo Nacional del Cine, Turín,
1989.
[4] Encontramos a Gian Vittorio Baldi, del que recordamos la película Zen ( Cf. Civiltá
Cattolica. 1988. II pp 262 27). pocos días después de la muerte de Kieslowsky, en los
alrededores de Brisighella (Ruvenu) en donde vive aislado en una especie de ermita en las
pendientes de los Apeninos.
Fuente: Revista Ixtus. Espíritu y Cultura. Cuernavaca, Morelos,
México, Número 39, Año X, 2003.
Traducción de Patricia Gutiérrez-Otero
Discurso final de "El Gran Dictador"(Charlie Chaplin)
Me ha tocado en suerte ser último orador, cosa que me alegra mucho porque, como
quien dice, así me los agarro cansados. Sin embargo, sé que a pesar de la insignificancia de mi
país que no tiene poderío militar, ni político, ni económico, ni mucho menos atómico, todos
ustedes esperan con interés mis palabras ya que de mi voto depende el triunfo de los Verdes o
de los Colorados.
Señores Representantes: estamos pasando un momento crucial en que la humanidad se
enfrenta a la misma humanidad. Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre
científica e intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un pigmeo. La opinión mundial
está tan profundamente dividida en dos bandos aparentemente irreconciliables, que dado el
singular caso, que queda en solo un voto. El voto de un país débil y pequeño pueda hacer que
la balanza se cargue de un lado o se cargue de otro lado. Estamos, como quien dice, ante una
gran báscula: por un platillo ocupado por los Verdes y con otro platillo ocupado por los
Colorados. Y ahora llego yo, que soy de peso pluma como quien dice, y según donde yo me
coloque, de ese lado seguirá la balanza. ¡Háganme el favor!... ¿No creen ustedes que es
mucha responsabilidad para un solo ciudadano? No considero justo que la mitad de la
humanidad, sea la que fuere, quede condenada a vivir bajo un régimen político y económico
que no es de su agrado, solamente porque un frívolo embajador haya votado, o lo hayan hecho
votar, en un sentido o en otro.
El que les habla, su amigo... yo... no votaré por ninguno de los dos bandos (voces de
protesta). Y yo no votaré por ninguno de los dos bandos debido a tres razones: primera,
porque, repito que no sería justo que el solo voto de un representante, que a lo mejor está
enfermo del hígado, decidiera el destino de cien naciones; segunda, estoy convencido de que
los procedimientos, repito, recalco, los procedimientos de los Colorados son desastrosos
(voces de protesta de parte de los Colorados); ¡y Tercera!... porque los procedimientos de los
Verdes tampoco son de lo más bondadoso que digamos (ahora protestan los Verdes). Y si no
se callan ya yo no sigo, y se van a quedar con la sensación de saber lo que tenía que decirles.
Insisto que hablo de procedimientos y no de ideas ni de doctrinas. Para mí todas las
ideas son respetables, aunque sean “ideítas” o “ideotas”, aunque no esté de acuerdo con ellas.
Lo que piense ese señor, o ese otro señor, o ese señor (señala), o ese de allá de bigotico que
no piensa nada porque ya se nos durmió, eso no impide que todos nosotros seamos muy
buenos amigos. Todos creemos que nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra
manera de pensar y hasta nuestro modito de andar son los mejores; y el chaleco se lo tratamos
de imponérselo a los demás y si no lo aceptan decimos que son unos tales y unos cuales y al
ratito andamos a la greña. ¿Ustedes creen que eso está bien? Tan fácil que sería la existencia
si tan sólo respetásemos el modo de vivir de cada quién. Hace cien años ya lo dijo una de las
figuras más humildes pero más grandes de nuestro continente: “El respeto al derecho ajeno es
la paz” (aplausos). Así me gusta... no que me aplaudan, pero sí que reconozcan la sinceridad
de mis palabras.
Yo estoy de acuerdo con todo lo que dijo el representante de Salchichonia (alusión a
Alemania) con humildad, con humildad de albañiles no agremiados debemos de luchar por
derribar la barda que nos separa, la barda de la incomprensión, la barda de la mutua
desconfianza, la barda del odio, el día que lo logremos podemos decir que nos volamos la
barda (risas). Pero no la barda de las ideas, ¡eso no!, ¡nunca!, el día que pensemos igual y
actuemos igual dejaremos de ser hombres para convertirnos en máquinas, en autómatas.
Este es el grave error de los Colorados, el querer imponer por la fuerza sus ideas y su
sistema político y económico, hablan de libertades humanas, pero yo les pregunto: ¿existen
esas libertades en sus propios países? Dicen defender los Derechos del Proletariado pero sus
propios obreros no tienen siquiera el derecho elemental de la huelga, hablan de la cultura
universal al alcance de las masas pero encarcelan a sus escritores porque se atreven a decir la
verdad, hablan de la libre determinación de los pueblos y sin embargo hace años que oprimen
una serie de naciones sin permitirles que se den la forma de gobierno que más les convenga.
¿Cómo podemos votar por un sistema que habla de dignidad y acto seguido atropella lo más
sagrado de la dignidad humana que es la libertad de conciencia eliminando o pretendiendo
eliminar a Dios por decreto? No, señores representantes, yo no puedo estar con los Colorados,
o mejor dicho con su modo de actuar; respeto su modo de pensar, allá ellos, pero no puedo dar
mi voto para que su sistema se implante por la fuerza en todos los países de la tierra (voces de
protesta). ¡El que quiera ser Colorado que lo sea, pero que no pretenda teñir a los demás! —los
Colorados se levantan para salir de la Asamblea—
¡Un momento jóvenes!, ¿pero por qué tan sensitivos? Pero si no aguantan nada, no, pero
si no he terminado, tomen asiento. Ya sé que es costumbre de ustedes abandonar estas
reuniones en cuanto oyen algo que no es de su agrado; pero no he terminado, tomen asiento,
no sean precipitosos... todavía tengo que decir algo de los Verdes, ¿no les gustaría
escucharlo? Siéntese (va y toma agua y hace gárgaras, pero se da cuenta que es vodka).
Y ahora, mis queridos colegas Verdes, ¿ustedes qué dijeron?: “Ya votó por nosotros”,
¿no?, pues no, jóvenes, y no votaré por ustedes porque ustedes también tienen mucha culpa
de lo que pasa en el mundo, ustedes también son medio soberbios, como que si el mundo
fueran ustedes y los demás tienen una importancia muy relativa, y aunque hablan de paz, de
democracia y de cosas muy bonitas, a veces también pretenden imponer su voluntad por la
fuerza, por la fuerza del dinero. Yo estoy de acuerdo con ustedes en que debemos luchar por el
bien colectivo e individual, en combatir la miseria y resolver los tremendos problemas de la
vivienda, del vestido y del sustento. Pero en lo que no estoy de acuerdo con ustedes es la
forma que ustedes pretenden resolver esos problemas, ustedes también han sucumbido ante el
materialismo, se han olvidado de los más bellos valores del espíritu pensando sólo en el
negocio, poco a poco se han ido convirtiendo en los acreedores de la Humanidad y por eso la
Humanidad los ve con desconfianza.
El día de la inauguración de la Asamblea, el señor embajador de Lobaronia dijo que el
remedio para todos nuestros males estaba en tener automóviles, refrigeradores, aparatos de
televisión; ju... y yo me pregunto: ¿para qué queremos automóviles si todavía andamos
descalzos?, ¿para qué queremos refrigeradores si no tenemos alimentos que meter dentro de
ellos?, ¿para qué queremos tanques y armamentos si no tenemos suficientes escuelas para
nuestros hijos? (aplausos).
Debemos de pugnar para que el hombre piense en la paz, pero no solamente impulsado
por su instinto de conservación, sino fundamentalmente por el deber que tiene de superarse y
de hacer del mundo una morada de paz y de tranquilidad cada vez más digna de la especie
humana y de sus altos destinos. Pero esta aspiración no será posible si no hay abundancia
para todos, bienestar común, felicidad colectiva y justicia social. Es verdad que está en manos
de ustedes, de los países poderosos de la tierra, ¡Verdes y Colorados!, el ayudarnos a nosotros
los débiles, pero no con dádivas ni con préstamos, ni con alianzas militares.
Ayúdennos pagando un precio más justo, más equitativo por nuestras materias primas,
ayúdennos compartiendo con nosotros sus notables adelantos en la ciencia, en la técnica...
pero no para fabricar bombas sino para acabar con el hambre y con la miseria (aplausos).
Ayúdennos respetando nuestras costumbres, nuestra dignidad como seres humanos y nuestra
personalidad como naciones por pequeños y débiles que seamos; practiquen la tolerancia y la
verdadera fraternidad, que nosotros sabremos corresponderles, pero dejen ya de tratarnos
como simples peones de ajedrez en el tablero de la política internacional. Reconózcannos
como lo que somos, no solamente como clientes o como ratones de laboratorio, sino como
seres humanos que sentimos, que sufrimos, que lloramos.
Señores representantes, hay otra razón más por la que no puedo dar mi voto: hace
exactamente veinticuatro horas que presenté mi renuncia como embajador de mi país, espero
me sea aceptada. Consecuentemente no les he hablado a ustedes como Excelencia sino como
un simple ciudadano, como un hombre libre, como un hombre cualquiera pero que, sin
embargo, cree interpretar el máximo anhelo de todos los hombres de la tierra, el anhelo de vivir
en paz, el anhelo de ser libre, el anhelo de legar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos
un mundo mejor en el que reine la buena voluntad y la concordia. Y qué fácil sería, señores,
lograr ese mundo mejor en que todos los hombres blancos, negros, amarillos y cobrizos, ricos y
pobres pudiésemos vivir como hermanos. Si no fuéramos tan ciegos, tan obcecados, tan
orgullosos, si tan sólo rigiéramos nuestras vidas por las sublimes palabras que hace dos mil
años dijo aquel humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo, sin frac ni condecoraciones:
“Amaos... amaos los unos a los otros”, pero desgraciadamente ustedes entendieron mal,
confundieron los términos, ¿y qué es lo que han hecho?, ¿qué es lo que hacen?: “Armaos los
unos contra los otros”
He dicho...
El bien y el Dios de las hormigas
Un acercamiento al cine de Lars von Traer:
Contra viento y marea
Pedro Bonnin
El danés Lars von Trier es una de las figuras más representativas no sólo
del nuevo cine europeo sino del drama espiritual del cristianismo en el
mundo de hoy. En el presente ensayo, Pedro Bonnin, pintor, crítico de arte
y miembro del Comité Editorial de Ixtus, analiza la que tal vez sea la
película más importante de Lars von Trier, Breaking the waves (Contra
viento y marea (Rompiendo las olas), para introducirnos en las paradojas
de su universo espiritual y ético.
El bien acarrea el mal, el mal el bien, ¿y cuándo terminará esto? Simone Weil.
Después de las lamentables guerras mundiales del siglo pasado, y últimamente tras
los acontecimientos de los «11», de septiembre 2001 en Nueva York y de marzo
2004 en Madrid, las perennes preguntas sobre la dicotomía entre el bien y el mal,
el sentido del sufrimiento y el trasfondo de la libertad, han sido la constante no sólo
a nivel político y social sino también en la literatura y el cine.
Esta semana se estrenó en cine un capítulo más de la saga de «Harry Potter»,
un joven mago que nace hace pocos años en la mente de la escritora J.K. Rowling,
pero que tiene claras raíces del tronco añoso de la literatura fantástica inglesa, en
donde el clásico «El Señor de los Anillos» de Tolkien, es el padre de lo que hoy
podríamos llamar los «nuevos mitos de la industria cultural».
No sólo el mundo del mago Potter tiene vínculos con la historia del Anillo del
poder, sino también, otro clásico producto cinematográfico de culto mundial: «La
Guerra de las Galaxias».
Las tres producciones culturales asumen formatos literarios que hacen que las
tramas –más allá de sus escobas voladoras, de anillos de poder o de sables láser-
resulten actuales y cercanas para diversos públicos.
Sin embargo, lo central a nivel antropológico es que las tres producciones
muestran debates y preguntas ontológicas que el hombre se ha hecho desde
tiempos inmemoriales, sobre la relación entre las fuerzas del bien y el mal, la
trascendencia, y los valores que tienen una fuerte raíz religiosa, aunque aparezcan
mezclados con la magia.
«El Señor de los Anillos», ahora llevada al cine, se desarrolla en un mundo
propio de ficción, la Tierra Media, perfeccionada con descripciones físicas, con
lenguajes propios, pueblos, tradiciones y costumbres peculiares que le dan un valor
literario y antropológico reconocido mundialmente; pero que además, tiene fuertes
vinculaciones no sólo con la historia de Europa, sino también con las preguntas
valóricas que emergieron en el sentir de muchos ciudadanos tras las guerras
mundiales del siglo pasado. En esta producción de Tolkien, aparece una fuerza de
maldad, el Señor Oscuro «Sauron», quien por un anillo de poder somete a todas las
criaturas haciéndolas esclavas; pero a la vez surge la bondad en los magos sabios,
las criaturas diáfanas como los elfos, los valientes enanos, los nobles hobbits –
sencillas criaturas de la Tierra Media en quienes recae la responsabilidad de cargar
la balanza en favor del bien- y los hombres, que aparecen entre dos aguas:
siempre tentados por el mal, pero a la vez con el desafío de ser los herederos de la
Tierra y de promover el bien.
A través de todos estos personajes y de sus constantes dudas en el intento de
anular el poder del Anillo de Sauron, descubrimos muchas de nuestras propias
fortalezas y debilidades.
El mal finalmente es destruido sólo con sacrificio y con la humildad
característica de los hobbits, en un universo en el que se exaltan los valores de la
amistad y el heroísmo. «Los héroes de la película soportan todo por amor de la
salvación del mundo, con la amistad como un aspecto de este amor que empuja a
compartir las cargas de los demás y que contribuye al triunfo del bien. Si Dios ha
escogido lo que es débil para confundir a los poderosos, los Hobbit expresan
plenamente este concepto» señala Claudia Di Giovanni, Oficial del Pontificio
Consejo para las Comunicaciones Sociales y colaboradora en la Filmoteca Vaticana.
Y es que el Señor de los Anillos tiene una
fuerte raíz cristiana, reconocida por su mismo
«... Si Dios ha escogido lo que
autor Tolkien, profundamente católico, donde se
es débil para confundir a los
reflejan diversas relaciones, entre ellas, la de la
poderosos, los Hobbit expresan
muerte y la inmortalidad que se evidencia entre el
plenamente este concepto»
misterio de amor por el mundo de criaturas
diáfanas como los elfos y los magos que están
condenados a dejarla para partir hacia otra vida mejor que no acaba; y por otro, la
angustia de los hombres quienes deben permanecer y llevar el curso de una nueva
Historia, a partir de la derrota del mal.
Tolkien hace una fuerte relación también entre el mal y el bien, dando luces
sobre el debate si las criaturas nacen con tendencias al bien o al mal, o se
convierten culturalmente en personas éticas. En el libro de Tolkien quedan mucho
más desarrolladas estas dicotomías que en el filme, sobre todo, las dudas morales
de los diversos personajes, como en el caso de la criatura «Gollum» que de ser un
amable hobbit se convierte en un ser traicionero e individualista, o del mismo
Sauron, el Señor Oscuro, de quien se dice que no fue malvado desde el principio,
sino que fue el ansia de poder y control lo que le llevó a cambiar.
Otra relación que surge es entre el «poder» y el «dominio» y la libertad.
Tolkien dibuja una clara alegoría respecto de las consecuencias que puede tener el
uso del poder como ejercicio de dominio sobre otros, sobre todo, colocando a las
ansias de poder como motor de las acciones de muchos de los personajes de la
historia. La libertad surge como la posibilidad de que cada pueblo en la Tierra Media
viva sin la dominación negativa que ha producido el poder del Anillo, y también
como la posibilidad de elegir el bien.
Respecto de los valores, surgen ideas en torno a la lealtad, los ideales por los
que luchar, el riesgo de la degradación de los seres más sublimes, el rol de cada
uno en su propia vida, el aprovechar el tiempo que le toca a cada uno vivir, el
sacrificio, la amistad, la alegría de vivir, valores que pueden transforman
radicalmente la faz de la tierra. Detrás emerge una antropología positiva y
esperanzadora de la sociedad y de los cambios que cada uno, por muy pequeño
que sea, puede hacer en la Historia. Tolkien se preocupó siempre de generar
historias humanas, cercanas a lo que la gente, según él, le interesaba, sobre todo
en su contexto: tras dos guerras sangrientas.
«Harry Potter vence sobre el mal porque usa la inteligencia, pero también
porque sabe recurrir a su propia humanidad; la amistad refuerza sus armas de
héroe. El mal es derrotado a través de opciones
morales muy concretas, que dependen de la
libertad y de la compasión que renuncia a la «Harry Potter vence sobre el mal
venganza para hacer triunfar el bien. En suma, porque usa la inteligencia, pero
los “malos” no lo son por naturaleza, sino por también porque sabe recurrir a su
opción», destaca Claudia Di Giovanni. propia humanidad; la amistad
refuerza sus armas de héroe...»
Desde la literatura al cine
En «La Guerra de las Galaxias» por venganza y por ansias de poder, el Bien se
«corrompe» y se transforma en Mal, pero de nuevo se trata de un problema de
opción que puede ser evitado. Como quiera que sea, «la destrucción final del
emperador malvado no es realizada por el héroe bueno, sino por el malvado mismo
que se redime y paga con la propia vida como sacrificio» destaca Claudia Di
Giovanni.
Aunque también en las tres se deja ver cierta esperanza: el mal se aprovecha
de la debilidad humana para reclutar nuevos súbditos, pero pese a ello, siempre
queda el horizonte abierto para un retorno, a la manera del Hijo Pródigo.
«La convicción cristiana es que el mal no tiene entidad divina (no hay dos
principios divinos equivalentes, sino uno solo: Dios que es el Sumo Bien), sino que
es fruto de la libre opción. Usando erróneamente la libertad, el bien se contamina.
Esto nos retrotrae a la historia de Lucifer, el ángel más bello, que cayó
precisamente a causa de su orgullo», destaca Claudia Di Giovanni, quien recalca
que con la presencia de Cristo, este mal es vencido.
Este problema entre el bien y el mal ha sido llevado al cine y a la literatura,
incluso difuminando la presencia directa de Dios, pero dejando ver que late la
esperanza de que la humanidad construya un mundo mejor.
Gnosticismo de celuloide
Notas sobre Matrix y religiosidad
María Pérez
Notas
[1] Los bogomilos pertenecían a una secta dualista medieval que se originó en
Bulgaria en el siglo X. Su fundador fue el maniqueo Teófilo, conocido allí por Bogomil. La
secta se extendió por Serbia y Bosnia, alcanzando su máxima difusión en el siglo XIII.
Desapareció en el siglo XIV. No tenían sacerdotes y negaban la validez de los sacramentos.
Simbolismo
Concepto En Matrix
Religiosos
Jesucristo es el Neo es el elegido el
El Elegido Mesías. En hebreo Cristo que salva a la humanidad
significa el elegido. de las máquinas.
En la mitología griega, Morpheus trata de
Morpheus Morfeo es el dios de los despertar a los humanos
sueños. del sueño tecnológico
En el libro de las La única ciudad del
Revelaciones, de la Biblia, mundo en la que los
es en el reino de Dios en humanos viven libres.
Zion
el que viven los que
sobreviven a la
destrucción.
Rey de Babilonia que El refugio de los
Nebuchad
investigó el significado de los hombres de Morpheus.
nezzer
sueños.
Un personaje de
En la Biblia, Judas nombre parecido al del
El Traidor
traiciona a Jesús. diablo traiciona a Neo y
Morpheus.
En la primera parte de
La Jesucristo resucitó al la trilogía, Neo –el elegido-
Resurrección tercer día. resucita, por la fuerza del
amor.
BOLETÍN SOI/226
Harry Potter ¿consumismo o hechizo literario?
*
Ignacio Ruiz Velasco Nuño
¿Mercadotecnia o fantasía?
Para que una obra sea considerada literatura de fantasía o cuento de hadas
debe, entre otras cosas, dejar claro lo mismo que las obras clásicas: la diferencia
entre bien y mal. Homero lo dice de continuo y los buenos libros de fantasía lo
remachan. Eso precisamente vemos en Rowling.
La verdad del relato es asunto relativamente secundario, no porque los
niños se dejen engañar más fácil que los adultos, sino porque si está bien
construido despertará el interés de ambos y comprenderán que «eso» es verdad en
ese mundo secundario creado por el narrador. «Los cuentos de hadas, como es
obvio, no se ocupaban mayormente de lo posible, sino de lo deseable. Y sólo daban
en el blanco si despertaban los deseos y, al mismo tiempo que los estimulaban
hasta límites insufribles, también los satisfacían».
Cuando Hagrid, el gigante, le explica a Harry que es un mago importante,
una de las primeras cosas que aclara del mundo mágico es que existen magos
buenos y malos, que se mezclan, es difícil identificarlos y viven en una batalla
permanente. Lord Voldemort, cabeza de los malos, es «peor que peor» y pertenece
al lado oscuro.
La distinción aparece de continuo a lo largo de la saga, al punto que el
último capítulo del tomo IV, Harry Potter y el cáliz de fuego, describe cómo quedan
las cosas para la gran batalla que afrontará el mundo mágico. En la despedida del
curso de Hogwarts, Dumbledore, director del colegio y cabeza de quienes
defienden el bien y la verdad, habla de un alumno fallecido:
«Recuerden a Cedric. Recuérdenlo si en algún momento de su vida tienen
que optar entre lo que está bien y lo que es cómodo, recuerden lo que le ocurrió a
un muchacho que era bueno, amable y valiente, sólo porque se cruzó en el camino
de lord Voldemort.» (T. IV, p. 626).
En Harry Potter el bien siempre se presenta como arduo, el mal como fácil y
cómodo. El bien exige sacrificios mientras el mal pone cualquier medio para
alcanzar su fin. Y quien dice el bien, dice el amor. Harry se salvó de la maldición
asesina de lord Voldemort porque lo protegía el sacrificio amoroso de su madre,
quien murió para salvarlo.
Pero una obra literaria no necesariamente es una moraleja, y menos un
cuento de hadas. Harry Potter no es un conjunto de moralejas para mentes
infantiles. Es ante todo una serie de aventuras con trama propia, con una
estructura magníficamente estudiada y desarrollada, no sólo coherente, también
con ese toque de suspenso e intriga que atrapa al lector y no lo suelta.
Sorprende que cada nueva novela añada páginas a las historias
precedentes. Parece que conforme se sumerge en el mundo mágico Rowling
descubre más personajes y aventuras, monstruos, enemigos y lugares nuevos.
También es capaz de hacer relativamente autónoma cada entrega, se pueden leer
por separado aun sin conocer las anteriores. Sin embargo, recomiendo seguir el
orden natural para disfrutarlas mejor.
El humor salta con frecuencia para romper la tensión. Por ejemplo, los
personajes de los cuadros de Hogwarts tienen vida, se mueven, se visitan entre
ellos, hablan, y ocasionalmente se les suben las copas en un festejo; o la
frustración de Nick Casi Decapitado, uno de los fantasmas del colegio, quien no
puede integrarse a una orden de caballería de fantasmas decapitados por no poder
jugar polo con su cabeza.
Lo mismo sucede con la ironía que refleja situaciones muy humanas, como
la del profesor de la materia Defensa contra las Artes Oscuras, quien plaga su
despacho de fotografías suyas que por las noches se ponen tubos para ensortijarse
el pelo y así mostrarlo más atractivo a las alumnas y admiradoras.
En casa de incrédulos
Antes de su traslado a Hogwarts, Harry vivía con sus tíos, los Dursley,
quienes lo despreciaban y humillaban. Forjado en esa dureza de trato, es un niño
tranquilo con un carácter bien definido.
Un día, tras un aluvión de misteriosas cartas que le llegan con la descripción
puntual del lugar donde habita, aparece Hagrid volando en una motocicleta y le
descubre a Harry su verdadera identidad y la razón de que le sucedan cosas raras
cuando se enoja o teme algo, como recuperar en una noche el pelo que su tía le
cortó o liberar del zoológico a una boa gigante que cree oír hablar.
Propiamente es cuando comienza la historia imaginada por J.K. Rowling.
¿Qué es? ¿Un cuento para niños, una chifladura punk o new age? Nada de eso. Nos
encontramos ante un nuevo tipo de «cuento de hadas» en el más puro sentido
tolkieniano:
«Un "cuento de hadas" es aquel que alude o hace uso de Fantasía, cualquiera que
sea su finalidad primera: la sátira, la aventura, la enseñanza moral, la ilusión. La
misma Fantasía puede tal vez traducirse, con mucho tino, por Magia, pero es una
magia de talante y poder peculiares, en el polo opuesto a los vulgares recursos del
mago laborioso y técnico. Hay una salvedad: lo único de lo que no hay que
burlarse, si alguna burla hay en el cuento, es de la magia misma. Se la ha de
tomar en serio en el relato, y no se la ha de poner en solfa ni se la ha de
justificar.»
Es cuento de hadas o fantástico, en el sentido de que se mueve en Fantasía.
«Fantasía cuenta con muchas más cosas que elfos y hadas, con más incluso que
enanos, brujas, gnomos, gigantes o dragones: cuenta con mares, con el sol, la
luna y el cielo; con la tierra y todo cuanto ella contiene: árboles y pájaros, agua y
piedra, vino y pan, y nosotros mismos, los hombres mortales, cuando quedamos
hechizados.»
Nos encontramos en un mundo diverso y familiar. Fantasía es una tierra que
inventamos y a la vez descubrimos, autónoma e independiente, pero íntimamente
ligada a nosotros. Es imposible escapar de su influjo, a menos que nos aqueje esa
enfermedad de la vida llamada seriedad y «realismo», en el sentido más peyorativo
que puede encerrar este término. Porque Fantasía es una tierra alegre y triste,
apacible y peligrosa, llena de aventuras, con «un peligro siempre presente» y que
requiere de la capacidad de «imaginar».
En el mundo mágico de Rowling cada personaje es humano —incluso los
fantasmas, que alguna vez lo fueron— pero se mueve en un universo distinto, en
una subcreación. Triunfa al construir personajes definidos, con características
propias, muy humanas. Cada cual padece lo propio de su edad y condición: niño o
adulto, profesor o alumno, y todos los sentimientos, pasiones y vicisitudes: pereza,
valentía, debilidad, soberbia, humildad...
*
Licenciado en Filosofía por la Universidad Panamericana. Doctor en Filosofía por el
Ateneo Académico Romano, Italia. Maestría en Comunicación por la Universidad
Panamericana. Ha sido profesor de Historia de la Ideas en el ITAM.
Krzysztof Zanussi, Director de cine
«La etiqueta de católico no gusta a nadie en la sociedad»
La Razón
El festín de Babette
La edad de la inocencia
El cine —como todas las artes— en su buen hacer, coloca a la altura del
hombre su misterio: su grandeza y su real indigencia. No existe el
momento de no llegar cuando en la vida misma nos adentramos por los
caminos de la ética y de la estética. Con el cine, se nos ofrece la
oportunidad de hacerlo en compañía. Sencillamente.
Hace tiempo, por los años treinta, la normativa del cine parecía defenderlo
como entretenimiento lo que, aparentemente, aparece como arte menor. Sin
embargo, la importancia humana de la distracción, del juego, del pasar un cierto
tiempo distendido sin otro fin, es algo universalmente reconocido como válido,
incluso como necesario.
Ponderar y analizar el tipo de distracciones con que disfruta y a las que
dedica su tiempo libre, incluso con las que sueña, facilita una visión adecuada de la
personalidad de alguien.
Por estas razones, actualmente, el buen cine puede servir como un
instrumento para pensar y amar a través de la imagen. Si se elige bien —y hay
posibilidades de hacerlo—, junto a la sencillez de pasar un buen rato puede surgir
también el encuentro con las personas, con uno mismo, con las cosas... en
definitiva, también un encuentro con el arte, incluso con muchas artes; es ocasión
de admirar, contrastar, convivir con ideales y modelos de vida que esculpe el
tiempo, y con nosotros mismos al aprehender, en la complejidad de argumentos,
interpretaciones, puestas en escena, tantos aspectos que reflejan la realidad viva
que nos atañe.
Incluso puede ocurrir que supere la realidad que nos impregna, pues si una
película posee valor estético nos atraerá mejor por las interconexiones poéticas
que se salen de la realidad; si, además, entraña un modelo ético mostrará
significados para que, en lo ordinario, descubramos tantos pequeños significados
extraordinarios que son los que nos humanizan y hermanan: es la ética de la
estética y la estética de la ética; el cine como escuela complementaria de la
bondad y la belleza que anhela toda persona.
Durante mucho tiempo, el talento de guionistas, directores, intérpretes y
técnicos ha logrado disimular, elegantemente, la complejidad de lo real y, a fuerza
de talento, se han elaborado películas accesibles al público medio: conmovedoras,
denunciadoras, divertidas, etcétera; en definitiva, han hecho del cine casi un
instrumento de felicidad.
El cineasta Tarkoswki explica que en el buen cine se conjugan el arte y la
ciencia. En realidad, son dos de las formas de apropiarse del mundo, en tanto que
formas del conocimiento absoluto del hombre en camino hacia la verdad absoluta;
el arte es símbolo de este mundo, y se presenta unido a la verdad, la ética y la
estética. De modo pragmático y práctico, coloca a la altura del hombre su misterio:
su grandeza y su real indigencia, y eso es lo que magistralmente ha logrado en su
buen hacer.
Sirva este preámbulo para trabajar un poco más este sentido que plasma la
belleza y la bondad a través de la imagen, para seguir llegando, para avanzar...
porque en los seres humanos siempre hay más, no existe el momento de no llegar.
Auténtica luz
La verdadera ética y estética de algo, y más, de alguien, no es medible
exclusivamente por resultados... La auténtica belleza es algo mucho más serio, la
belleza va de dentro a fuera, expresión de lo auténtico y esencial: no es ya
cuestión de mucho, ni de grande, sino de lo mejor, lo coherente, lo teleológico que
encierra todo lo creado.
Ante las cantidades, al buscar el equilibrio, aparece el contrapeso. Ante las
calidades, lo que resurge es la armonía: la profundidad hacia fuera.
Santo Tomás de Aquino (I-II, q.27, a.1) señala que la belleza añade al
bien (en nuestras palabras, la estética a la ética) cierto orden de potencia
cognoscitiva, de tal modo, que «se llama bien a todo lo que agrada en absoluto al
apetito, y bello a aquello cuya aprehensión nos complace». Nos confirma una
experiencia común: existen aspectos de la realidad que sólo se captan a través de
su forma bella; formoso viene de forma y de ahí deriva hermoso... el arte, dirá
Borobio, es aquello que de una manera inefable nos dice algo.
A veces, puede parecer que es tan sublime que no se sabe cómo alcanzarlo;
sin embargo no es así. Ya desde Platón se acepta universalmente que todo lo
creado, tiene algo de esa luz; todo lo que es, irradia bien, belleza, verdad...
aunque la limitación humana nos dé una cierta ceguera que, como un fruto
amargo, nos impide esa visión.
Desde la fe, el pecado es la causa de esta miopía espiritual; y también,
consoladoramente, desde la fe se acepta que Dios no es sólo Belleza; Dios es sobre
todo Amor; la vía estética no es la única para acceder a Él, ni la única para una
vida ética.
Mas si en todo existe esa luz, cuánto más puede recibirse esa claridad por el
camino del arte. Gómez Pérez aplica este paradigma a una obra maestra del siglo
XVI, La divina comedia, en la que encuentra la espléndida conjunción del bien y
la belleza, e incluso concluye que así surge esa obra maestra; mas, en la cima de
estas cuestiones, puede incluso dar lugar a algo paradójico que podríamos llamar
la belleza del mal que aparece de alguna manera al referirse al bien que se niega.
Las relaciones entre el bien y la belleza no pueden ser simplistas cuando rozan la
condición ética del hombre. Desde el punto de vista estético, si una obra maestra
camina entre los senderos del mal, deja traslucir como una desesperada nostalgia
del bien: ¡no existe el momento de no llegar!
Esto puede aplicarse, aunque sea someramente, en la música. Casi seguro
que coincidimos en que a la salida de un espléndido concierto de música clásica
parece que nos vuelve a acompañar cierta nostalgia... como el paso de lo sublime
a la vida rutinaria, que no siempre responde a la armonía anhelada y sentida.
Es que la música, al ser arte en el tiempo (¡otra vez lo temporal!), traza
itinerarios que modelan la intimidad y su despliegue comunicador de lo mejor, nos
adentra en hondones de misterios más esenciales del ser que necesariamente
acaban en la verdad, en la trascendencia que compromete y libera. ¡Qué distinto a
la ética del instante! Aunque, externamente, parezca lo mismo. Es el gusto de la
belleza por la belleza y así, afirma el profesor Tomás Melendo, se construye uno
de los caminos más eficaces para sacar a nuestra civilización del egoísmo, y yo
añadiría, de la soledad.
Es claro: la limitación de la naturaleza humana, de la que deriva su
característica hambre de infinito, puede alcanzarse por la estética-ética: música
grande y ajustada, con espíritu, con intuición, con sonido...
La elección de los films que presentamos a continuación obedece a un criterio general sobre
los medios utilizados en la resolución de conflictos. Paradójicamente la base argumental de
estos films trata sobre formas de agresión y violencia que, en varios ámbitos individuales y
colectivos, están presentes en nuestra sociedad. A partir de las diversas situaciones de
conflicto que se plantean en las películas, se ofrece la posibilidad de reflexionar sobre las
causas de estos conflictos y las posibles maneras de solucionarlos.
La resolución de las tramas argumentales de las películas seleccionadas no aportan
directamente un posicionamiento positivo en el sentido deofrecer alternativas, pero creemos
que son un buen reflejo de las situaciones extremas que se viven precisamente por una
equivocada perspectiva sobre los conflictos y consecuentemente de su resolución.
El tema de la guerra está presente en varios films como Before the Rain, Senderos de gloria,
La delgada línea roja o West Beirut, pero cada una de ellas, al presentar la brutalidad de la
guerra sin ningún tipo de justificación moral, ideológica o política, ponen al descubierto la
arbitrariedad y el absurdo de las situaciones que viven sus protagonistas . No hay razones
aceptables para admitir el hecho de la guerra desde cualquiera de las posiciones que reflejan
los films, y su lectura sesgada permite encontrar las alternativas a los modelos que presenten.
Siguiendo el orden de las películas seleccionadas, sus recorridos dibujan vivencias muy
diversas, desde la de un periodista de guerra macedonio que decide involucrarse en el conflicto
de su país, la de un militar que en la Primera Guerra Mundial tiene que ejecutar una orden
totalmente injusta, hasta el horror vivido sin ningún sentido por los jóvenes soldados
americanos en Guadalcanal o por los adolescentes que recorren las calles de su ciudad. Los
enfrentamientos que parecen motivar las diversas guerras y las supuestas soluciones que
aportan desvelan la inanidad de las razones esgrimidas en el contexto de cada historia. Los
conflictos están presentes, pero las supuestas soluciones incrementan el odio y la destrucción.
Haz lo que debas, La estrategia del caracol y The boxer perfilan los conflictos en el seno de
pequeñas comunidades que por motivos diversos -enfrentarse a los prejuicios raciales, luchar
contra la demolición del edificio dónde viven o los problemas de integración de un ex terrorista
del Ira cuando sale de la prisión-, tienen que encontrar nuevos valores y criterios para
sobrevivir y para solucionar sus problemas. Los dilemas que se presentan en estos films se
sitúan en la difícil confluencia entre los intereses individuales y los colectivos.
Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú? y Cuando el viento sopla tratan la guerra nuclear como
la amenaza real que afecta a toda la humanidad. Pese a que actualmente no es un factor
determinante en la política internacional, creemos que tiene plena actualidad como crítica a
cualquier tipo de política que defienda la carrera armamentística o la intervención bélica como
política de paz. La gran¡ maquinaria de guerra, construida según extrañas razones como
política de paz, lleva a la destrucción de todo el planeta en Teléfono rojo, ¿volamos hacía
Moscú? o a una terrible muerte como la que padecen la pareja de jubilados en Cuando el
viento sopla.
Bajo la aparente ingenuidad del humor de Chaplin en El gran dictador se nos presenta como
una extraordinaria radiografía de los mecanismos morales y psicológicos que hicieron posible el
triunfo del nazismo, y a la vez es un canto a los valores de la libertad y la tolerancia expresados
en el famoso discurso final del barbero judío que suplanta al dictador. La parodia de Chaplin
demuestra que el humor inteligente es uno de los instrumentos más eficaces para luchar contra
cualquier totalitarismo.
ESTRUCTURA DE LOS MATERIALES
Los dossieres de trabajo incluyen en un primer bloque una ficha técnica y una sinopsis de la
película, una presentación general de los objetivos a lograr, de los procedimientos a seguir y
de las actitudes a potenciar.
Entendemos que la formulación de estas preguntas y por lo tanto, la posible información que
podemos extraer como material de análisis, depende, en gran parte, del grado de conocimiento
de los mecanismos propios del cine como proceso de significación y comunicación.
De ahí que, en nuestras orientaciones de trabajo, damos especial relevancia a los aspectos
figurativos y narrativos que se utilizan en cada película para explicar una historia. Lo que
transmiten las imágenes es el resultado de un determinado uso de los signos visuales y
sonoros que se organizan a partir de una estructura narrativa concreta. La composición de los
elementos que intervienen en las imágenes o la distancia de la cámara respeto a las cosas
representadas son los elementos que dan significación a las cosas que se nos muestran, del
mismo modo que la organización de los diferentes planes o secuencias da un sentido
determinado a la historia que se relata. Todos estos aspectos no son simplemente la forma que
adopta una historia sinó que constituyen el significado de esta historia.
PROPUESTAS DIDÁCTICAS
1. Antes de la lluvia
2. Cuando el viento sopla
3. La delgada línea roja
4. La estrategia del caracol
5. El gran dictador
6. Haz lo que debas
7. Senderos de gloria
unidad y el cariño de la familia, han generado algunas de las películas más relevantes de los
últimos años.
Lo constata con ZENIT el crítico y profesor de cine Jerónimo José Martín, que preside desde 1999
Familia. En esta entrevista, Martín sintetiza las principales ideas que expuso en esa conferencia al
Jerónimo José Martín es crítico de cine del diario La Gaceta de los Negocios, del programa Pantalla
También es profesor de Historia del Cine de Animación en la Escuela del Cine y del Audiovisual de
Villanueva, de Madrid.
En este sentido, destacan las aportaciones del nuevo cine social, surgido tras la caída de los
filomarxista, que hace años despreciaban la familia por alienante, y que ahora la reivindican como
un poderoso foco de solidaridad en una sociedad cada vez más insolidaria. Ahí están películas
como Lloviendo piedras, Secretos y mentiras, La habitación del hijo, Italiano para principiantes,
--Martín: Se ha difundido sobre todo en esos ámbitos. Pero, curiosamente, su enfoque elogioso de
la familia coincide con el de muchas películas de Estados Unidos --sobre todo las de procedencia
hispana, como My Family, Spy Kids, Spanglish o Bella-- y de lugares tan diversos como China
(¡Vivir!, El camino a casa), India (La boda del monzón, El buen nombre, Bodas y prejucios) o Irán
(El padre, Niños del paraíso).
Sin duda, la irrupción de un cine étnico en las carteleras occidentales ha fortalecido una tendencia
cada vez más clara, y es que el cine contemporáneo reivindica la familia como la mejor medicina
contra el individualismo egoísta, verdadero causante de los abismos de soledad de tanta gente.
--Ante esos abismos, ¿el cine muestra familias fuertes, que los superan positivamente?
la unidad y el cariño de la familia, han generado algunas de las películas más relevantes de los
últimos años. Basta recordar títulos como Grand Canyon, En América, Lorenzo's Oil, En busca de
Bobby Fischer, El caso Winslow, Magnolia, Jugando con el corazón, Vidas contadas, Cinderella
Man, In Good Company, El tigre y la nieve, El final del espíritu, Después de la boda, Las alas de la
vida, Doce en casa, Crash, Babel, Pequeña Miss Sunshine, La ganadora, Los Increíbles, La
escafandra y la mariposa, El atardecer, Cosas que perdimos con el fuego, Juno, Lars y una chica
de verdad, El incidente...
--Martín: Son películas muy distintas entre sí, pero la mayoría reivindican la familia como un
Es la luminosa visión que ofreció hace décadas Frank Capra --católico practicante-- en obras
maestras como Vive como quieras o ¡Qué bello es vivir! Se trata de una perspectiva
sacrificio.
guionista, Javier Fesser, confirma que no entiende --o no quiere entender-- la actitud cristiana
ante el sufrimiento. Afortunadamente, su militante perspectiva atea es muy minoritaria dentro del
cine actual.
--Martín: Está influyendo menos de lo que parece, a pesar del bombo que se ha dado a tramposas
películas de propaganda gay como Philadelphia, In & Out, La boda de mi mejor amigo, Brokeback
Por un lado, muchos cineastas se niegan a caer en el cierto sexismo gay de esas películas, que
tienden a presentar a todas las mujeres heterosexuales como unas histéricas, a todos los hombres
heterosexuales como unos brutos insensibles, y a los homosexuales y lesbianas como los únicos
equilibrados.
--¿Cómo es esto?
--Martín: La ideología de género surgió dentro del feminismo neomarxista, y fue expuesta en la I
Tal ideología aplica la lucha de clases a la lucha de sexos, desprecia los sexos naturales como
cultural y el carácter cambiante de la identidad sexual. Esta doctrina radical, aplicada en toda su
sino también la zoofilia, el incesto, la pederastia con ciertas garantías, la poligamia, la poliandria,
el sadomasoquismo...
Por eso, el Papa Benedicto XVI habla de la ideología de género como de la tercera revolución
contra el hombre --después del ateísmo y el materialismo, que reducen el ser humano a un ente
contemporáneas la afrontan con el dramatismo y la honestidad de la vida misma, que confirma las
sadomasoquistas. Basta recordar títulos como Mejor, imposible, Truman Capote, Historia de un
crimen, Diario de un escándalo, Retrato de una obsesión y, sobre todo, Las horas (2003), la
premiada película del inglés Stephen Daldry. Este último filme es una poderosa y emotiva
tantos hombres y tantas mujeres de hoy por no tener un agarradero sólido, ni moral, ni religioso.
--Martín: Pasa que el cine refleja una triste realidad: la epidemia de divorcios que asola a las
sociedades occidentales.
Ante esta situación, algunas películas modernas han pretendido desdramatizar el divorcio y la
infidelidad conyugal, causante de muchas de esas rupturas. Ahí están Sra. Doubtfire, Los puentes
Sin embargo, el mejor cine ha seguido presentando el divorcio como un fracaso del amor y como
Kramer contra Kramer marcó época, como también lo hizo, en 1999, In the Mood for Love
(Deseando amar), del hongkonés Wong Kar-Wai, que elogia la fidelidad conyugal con una
delicadeza y una sensibilidad portentosas, similares a las de otra obra maestra: la reciente Once
En todo caso, ha sido el desaparecido maestro sueco Ingmar Bergman quien ha criticado con más
vigor y lucidez la complacencia frívola hacia el divorcio y la infidelidad. Ahí están sus
impresionantes guiones para Encuentros privados (1996) e Infiel (2000), ambas dirigidas por Liv
Ullmann.
De hecho, Infiel comienza con la siguiente cita del escritor alemán Botho Strauss: "No hay ningún
fracaso, ni la enfermedad, ni la ruina profesional o económica, que tenga un eco tan cruel y
--En todo caso, de ese proceso habrán surgido más películas sobre familias
monoparentales.
--Martín: Sin duda. Y, en concreto, las secuelas en los hijos de la ausencia de la madre o del padre
Una ausencia causada a veces por el divorcio, y otras por la muerte de uno de los progenitores. La
lista de títulos es también muy amplia: Campeón, E.T. El extraterrestre, El gigante de hierro,
Aprendiendo a vivir, La princesita, El hombre sin rostro, Deliciosa Martha, Together, Señales, Las
horas, El color del paraíso, El niño de Marte, Todo el bien del mundo, El sueño de Valentín, En
De todas formas, si los buenos aficionados tuvieran que elegir la mejor familia fílmica con un solo
Mulligan, encabezada por Atticus Finch, un abogado viudo que saca adelante a sus dos hijos
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/cultr/documents/rc_pc_cultr_06
031999_doc_i-1999-sym_en.html
¿De dónde surge el interés de la Iglesia Católica por el cine, arte por excelencia del
siglo XX? El Cardenal Paul Poupard, Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura,
responde con toda claridad, en la inauguración del Convenio Internacional de estudio
dedicado al tema "Arte, Vida y Espectáculo cinematográfico". "El cine" -ha dicho el
Cardenal-, "es expresión estética, exigencia espiritual e instancia cultural". El acto se
realizó del 17 al 19 de noviembre de 1998 y tuvo como sede el auditorio AGIS en
Roma.
Nunca como en estos últimos años del siglo XX, afirma el Cardenal – y en la espera del
inicio del nuevo milenio, – el cine se muestra como el arte de mayor vigor, creatividad,
impacto, vitalidad; un arte que me atrevería a llamar "fuerte" y ciertamente insustituible,
porque toca con frecuencia el bien y el mal, al grado de imponer modas y maneras de
vestir, gustos y expectativas. Arte con miles de variantes y posibilidades, de múltiples
proyectos técnicos y expresiones, porque la infinidad de posibilidades es alimentada y
enriquecida por la fantasía humana. Por ésta y otras razones, el arte tiene
cuestionamientos y mucha potencialidad para actuar en lo externo y en el inconsciente
del pueblo; puede ser un sorprendente medio que favorezca al verdadero humanismo,
pero también, puede ser un instrumento capaz de suscitar en personas menos preparadas
y desprovistas de una libre madurez crítica, interrogativos difíciles, angustias,
tendencias peligrosas, investigaciones inútiles. La Iglesia es consciente del reto, pues
conoce la importancia de la cultura y de las comunicaciones sociales, y sabe que ambos
campos son fundamentales para una Pastoral, que conoce la realidad social y en
particular la juvenil.
En el umbral del gran milenio, es significativo el considerar la "fuerza" del cine para el
mundo de las comunicaciones sociales, que se acompaña con la toma de conciencia de
que: los tiempos de las censuras han quedado lejos y que han nacidos otros, tejidos de
inter-relación y de propuestas concretas, de sugerencias y de proyectos. Vienen
señalados los peligros de la degradación moral y humana en la gran pantalla, pero
sopesando su importancia en la fina crítica constructiva y de inteligencia libre orientada
hacia la verdad. Las iniciativas promovidas por dos Dicasterios de la Curia Romana y el
Comité del Festival del Cine Espiritual "Tertio Millennio" (que ha llegado a su segunda
edición gracias a la inteligente dirección artística de Claudio Siniscalchi), son los
indicios del gran interés del mundo católico, por abrir una ventana al abigarrado y
fascinante mundo del cine.
Hoy más que nunca, mientras la humanidad se acerca la gran paso hacia el tercer
milenio, el cine se presenta como el arte más vital, creativo y fascinante que alcanza a
fraguar y casi a imponer, – bueno o malo, – costumbres e ideas, así como orientar gustos
y expectativas. En esta dimensión entra la actividad de la Iglesia porque muchos, como
lo ha indicado Monseñor John Foley, Presidente del Pontificio Consejo de las
Comunicaciones Sociales, en su intervención en el Convenio, señaló: "existen aún
signos de explotación del ser humano con fines únicamente económicos": violencia,
pornografía, rechazo de la vida, superstición, materialismo que, presentes en parte en la
producción cinematográfica, manipulan al hombre y lo hacen vulnerable, orillándolo al
encierro en sí mismo, al individualismo extremo, a la ignorancia y a la esclavitud; ahí
donde debía estar libre y abierto, en la dimensión más profunda del amor y del respeto a
Dios, a sí mismo y al prójimo".
He aquí el reto a tomar, se requiere actuar de tal manera que el cine, capaz como lo es
de crear momentos de especial intensidad, detenga en sus imágenes un instante la vida,
deteniéndola con un lenguaje que puede permitir expresiones de auténtica poesía, se
deje llevar de algo que imprima una marca, quizá dolorosa, pero capaz de hacer conocer
aquello para lo que el hombre ha sido destinado, para lo que ha sido llamado, es decir:
la VIDA. Un mensaje por tanto de VIDA y para la vida; esto debe ser el cine.
El aspecto propiamente teológico ha sido expuesto por el Sr. Obispo, Mons. Rino
Fisichella, con el tema "Cine y Teología; una provocación recíproca" (se publica
íntegramente en esta revista). Directores, guionistas e investigadores en el campo de la
historia de la crítica cinematográfica han tenido un espacio considerable: Giuliano
Montaldo habló de: "Impaciencia, de la imagen por la intolerancia"; Mario Brenta
"¿Cine, real o verosímil?", José María García Escudero venido de Madrid; "Presencia
del espíritu en el cine. Espiritualidad explícita y oculta. Aprender a ver cine". Contexto
ético y estético abordado también por Armando Fumagalli, de la Universidad Católica
de Milán, con el tema: "Los valores en el cine, entre las exigencias éticas y las
dinámicas del mercado", y Jhon Wauck, estadounidense, de la Universidad de la Santa
Cruz con: "El momento cultural actual en los Estados Unidos, confrontación entre cine,
literatura y valores cristiano". El aspecto propiamente artístico ha sido subrayado por el
sector de las artes visivas, con una impactante y fascinante relación por el profesor
Luciano Caramel de la Universidad de Milán, el cual ha impelido la atención hacia "el
arte como proyecto de vida", mientras que Eugen Leahu, venido de Rumanía, ha traído
una sabia disertación enfocada sobre la correlación entre estética y teología con: "La
creación humana frente a la creación absoluta".
Las tres tardes de verdadero y propio cine, han dejado un gran interés también en el
auditorio juvenil, lo mismo que la organización del Convenio, es decir a las tres
proyecciones cinematográficas, vistas con atención y curiosidad. Se invitó a tres
directores de reconocida fama internacional, y tres representantes de casas
cinematográficas diferentes: La Griega, la Italiana y la Rusa. Precedidas de una breve
introducción, las tres películas elegidas fueron: L’eternità e un giorno di Theo
Angelopoulos, I giardini dell’Eden de Alessandro D’Alatri y Madre e figlio de
Aleksandr Sokurov, a saber, las tres dimensiones: Filosófica, Bíblica y Ético–
existencial, todas relacionadas con el tema de la vida. Un recorrido de imágenes,
insinuaciones, palabras y conceptos, subrayados con la presencia de tres directores de
cine, quienes finalizada la proyección han participado en la mesa redonda.
Todos los participantes del Convenio, al finalizar el tercer día de trabajo, han sido
recibidos en audiencia privada por el Santo Padre Juan Pablo II. El mismo Santo Padre
ha recalcado la tarea urgente y primaria del cine en el campo de la cultura y de la
Evangelización. Ha dirigido palabras de valor y estímulo: "La iglesia considera el cine,
como una particular expresión artística del dos mil y lo impulsa en su función
pedagógica, cultural y pastoral. En la secuencia del film, confluyen creatividad y
progreso técnico, inteligencia y reflexión, fantasía y realidad, sueño y sentimientos" y,
puede ser también instrumento insustituible, afirma el Papa, "para transmitir el eterno
mensaje de la vida y para describir las extraordinarias maravillas. Al mismo tiempo,
puede convertirse fuerte y eficaz lenguaje para censurar la violencia y los atropellos.
Así, enseña y denuncia, conserva la memoria del pasado, se hace conciencia viva del
presente e impulsa la investigación para mejorar el futuro".
Palabras que son el signo sensible de la renovada y más responsable colaboración entre
la Iglesia y el mundo de las artes, de las comunicaciones sociales y del cine. No
solamente espectáculo y diversión, sino compromiso para enseñar y disfrutar la sala y la
pantalla con madurez, tomando el cine precisamente en su esencia profunda, de modo
que sirva para el crecimiento personal y de reflexión sobre la existencia. Entre los
efectos especiales y nuevas tecnologías, el mensaje que dirige la Iglesia a todos los
sectores que se dedican y viven del cine es claro y confiable: Devolver a dar al cine las
razones y los fines por los cuales nació hace cien años, crear conciencia de que éste –
continúa el Papa diciendo – "no puede expresar completamente lo que es, sin una clara
y continua referencia a los valores morales y a los motivos por los que nació.
Corresponde a quienes están comprometidos en este campo explorar con capacidad y
experiencia el sentido positivo de la cinematografía, con la ayuda de los escenógrafos,
productores y actores, convertirse con su genialidad y fantasía en mensajeros de
civilización y de paz, de esperanza y de solidaridad; en una palabra, heraldos de
auténtica humanidad".
Las Propuestas de personas de buena voluntad, son promotoras de cine auténtico, son
vehículo de cultura y de espiritualidad y están llamadas a construir el Tertio Millennio
Adveniente.
Rino Fisichella
Obispo Auxiliar de Roma
"Los hombres son en general tanto más actores cuanto más civilizados son: adoptan la
apariencia de la simpatía, del respeto por el otro, de la moderación, del desinterés, sin
por esto desconcertar a ninguno, porque los demás están de acuerdo en que en todo ello
no hay total sinceridad. Pero es muy bueno que suceda así en este mundo. Porque a
través de estos papeles que se recitan, al final también las virtudes, aparentes y
artificiales durante un tiempo, se van despertando poco a poco y pasan a nuestro
sentimiento constante".
¿Por qué la teología habría de ocuparse de cine y viceversa, por qué el cine debería
prestar atención a la teología? La pregunta no es obvia. No se puede evitar tampoco con
una actitud de suficiencia por parte de ambas, como si se tratase de atravesar un campo
minado sobre el cual no se tiene competencia, o, aun peor, como si se invadiese una
zona completamente ajena al propio ámbito científico. Responder a la pregunta en
cambio, equivale a encontrar las diversas provocaciones que merecen ser escuchadas
tanto por la teología como por el cine, de manera que se logre, si no una escucha
recíproca, al menos no un desinterés.
La teología desempeña un doble papel. Por una parte tiene que dirigirse al creyente para
presentarle las razones de su fe (cf. 1Pe 3,15). Nunca como en este momento ha sido
una ciencia completamente peculiar, porque se dirige a quien ya cree, pero precisamente
en cuanto creyente tiene necesidad de interrogar su fe y obtener una inteligencia cada
vez mayor de ella. Por otra parte, la teología es dialógica. Se encuentra por tanto con las
diversas realidades que constituyen la vida del hombre y con ellas busca de alcanzar la
verdad última en las cuales cree, comunicando los frutos del camino ya realizado.
El encuentro con el cine tiene lugar en este segundo ámbito. Un pasaje del Concilio
Vaticano II puede ayudar a comprender la necesidad del encuentro de la teología con el
cine. Se lee en Gaudium et spes: "A su manera, también la literatura y las artes son de
gran importancia para la vida de la Iglesia. Estas buscan expresar la índole propia del
hombre, sus problemas y su experiencia en el esfuerzo de conocer y perfeccionarse a sí
mismo y al mundo, de descubrir su situación en la historia y en el universo, de ilustrar
sus miserias y sus alegrías, sus necesidades y sus capacidades y de plantear una mejor
condición para el hombre. Así, pueden elevar la vida humana, expresada a través de
múltiples formas según los tiempos y los lugares" (GS 62)
Cuánto más eficaz para el hombre sería la comunicación que proviene del cine si éste
hiciese suya la esencia del tema de fe; Cuánto más se escucharía el contenido de la fe si
se transmitiese con el lenguaje de la imagen, al cual nuestros contemporáneos son tan
sensibles. Para que esto se realice en bien del hombre, es necesario que desaparezcan las
incomprensiones, las precomprensiones y las pretensiones que a menudo empujan a los
hombres a pensar que son omnipotentes. Al final, habrá que asumir plenamente la
metáfora que viene precisamente del mundo del teatro y del cine y llegar a la conclusión
de que si es verdad que todos somos actores, también lo es que el actor es solamente un
"huésped" (Thomas Mann) en el escenario. Antes o después tiene que dejar el estudio y
retornar a la vida cotidiana. Entonces ya no será representación de la realidad que, por
muy cercana que sea, es siempre y en todo caso una representación escénica, sino que la
realidad verdadera le saldrá al encuentro pidiendo ser acogida y desafiada.
La teología en este momento podrá ser compañera fiel de viaje porque podrá impedir
que el drama se transforme en tragedia. Ésta, en efecto, no sólo está capacitada para dar
un mensaje de esperanza, sino que por su naturaleza tiene que ser capaz de comunicar
esperanza en la fuerza del amor que la sostiene. Ante los grandes desafíos que la vida
plantea, la teología tendrá que mostrar el verdadero rostro de la existencia redimida e
inserta en Cristo. Aquí se salvaguarda el misterio, la libertad del hombre y su dignidad.
En el curso de los siglos, la Iglesia ha mantenido una reacción discontinua con el mundo
del espectáculo. Desde las violentas expresiones de Tertuliano y Agustín, ha pasado a
ser artífice de lenguaje teatral y fílmico. El cine, con su fuerza expresiva y con la
capacidad narrativa propia que le compete, puede enriquecer la investigación teológica;
como ya se aludió, puede presentarle las instancias típicas de una época y hacerle
conocer el sensus hominis que encierra en sus secuencias. El movimiento, no obstante,
tiene que ser recíproco. También el cine tiene necesidad de confrontarse con la teología
para estar en condiciones de mediar la originalidad del mensaje cristiano y el carácter
paradójico de su contenido, dando a las preguntas existenciales del hombre la respuesta
definitiva. El espectador, entonces, se dará cuenta de que ha tenido lugar algo grande.
Quedará impresionado del lenguaje de lo real, pero sostenido por los contenidos que dan
verdaderamente sentido a la vida. Probablemente deberá comprender que ya no basta
representar un papel en la vida según un guión que otros le han preparado. Descubrirá,
en efecto, que como fundamento de su vida tendrá que estar el descubrimiento de una
misión a la que quiere adherirse haciéndose partícipe de plenamente de un plan de
salvación que está destinado a abrazar el mundo enero.