Los Niños de Hoy PDF

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN LUIS

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS


CARRERA DE LICENCIATURA Y PROFESORADO EN EDUCACIÓN INICIAL
CATEDRA DE PSICOLOGIA DEL DESARROLLO 2009

Documento de Cátedra Elaborado por: Lic. Lorena Bower

EL NIÑO EN EL CONTEXTO POSMODERNO….

¿Los niños de hoy no son como los de antes?

LA ÉPOCA ACTUAL: ¿RUPTURA O CONTINUIDAD?

El siglo XXI se desarrolla en medio de profundas transformaciones que afectan todos los
niveles de la cultura. Los habitantes de esta época asistimos a cambios en lo histórico-
social; lo científico, tecnológico e incluso lo ideológico.

Algunos autores utilizan la palabra “posmodernidad” para referirse a esta época dando
cuanta que se trataría de un tiempo que aparecería a continuación de la “modernidad”. Lo
posmoderno revelaría la caducidad de algunos de los principales postulados modernos que
se centraban en la búsqueda racional de la verdad y del progreso garantizado por el
desarrollo científico.

Otros autores, en cambio, prefieren hablar de “nueva modernidad” o de “modernidad


actual” porque entienden que el tiempo presente no implica una ruptura con la era anterior,
sino por el contrario, su continuidad esperable e incluso su punto de apogeo.

Esta falta de consenso respecto de la denominación da lugar a un fuerte debate que


atraviesa el pensamiento contemporáneo.

Entre los autores que abogan por el uso de “posmoderno” se encuentran pensadores tales
como: Lyotard; Vattimo quienes resaltan la diversidad, la pluralidad y la coexistencia
pacifica de las diferencias como elementos que se promueven en la sociedad posmoderna y
que vendrían a romper con la idea totalizadora de la modernidad.

Desde otra posición teórica, Habermas pone el acento en el proyecto transformador de la


modernidad, este llamado “proyecto de la Ilustración” que estaba ligado al desarrollo de la
ciencia, la moralidad y el arte. El autor sostiene que en la actualidad este proyecto
permanece inconcluso y que la posmodernidad expresaría la alianza con una
premodernidad que anularía el espíritu innovador de la modernidad. Castoriadis por su
parte señala que el término posmodernidad daría cuenta de la incapacidad de la época
actual para pensarse como algo positivo, en su definición de “pos-algo”. Entiende que en la
posmodernidad la idea central parece ser el conformismo a la par que la proclamación del
final de las cosas (el fin de la historia, el fin de las ideologías, etc.).

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En suma: es posible observar que existen al menos dos posturas bien diferenciadas respecto
del debate entre modernidad y posmodernidad. Sin embargo existe lo que se podría
denominar una tercera posición y es la representada por autores que luchan por evitar
opiniones polarizadas. Jameson, por ejemplo, considera que en lugar de alabar o denostar
una época resultaría más conveniente: “evaluar la nueva producción cultural a partir de las
hipótesis que implica una modificación general de la cultura misma”. Del mismo Foster y
Follari destacan que en la posmodernidad coexisten dos facetas claramente diferenciables:
la contestataria y la complaciente / adaptativa.

Para poder comprender cabalmente cual es el fundamento de este debate resulta


conveniente conocer algunas de las características centrales de lo que hasta aquí hemos
llamado modernidad y posmodernidad. Para ello a continuación se resumen sus trazas
fundamentales.

LA MODERNIDAD O LA ERA DE LA RAZÓN

La modernidad es un concepto filosófico y sociológico, que puede definirse como el intento


de imponer la razón como norma trascendental a la sociedad; es también la época en la
cual la confianza en el porvenir reemplaza la mirada tradicionalista orientada hacia el
pasado.

En términos sociales e históricos, puede situarse el inicio de la Modernidad entre los siglos
XV y XVI con la transformación de la sociedad preindustrial, rural y tradicional en
sociedad industrial y urbana moderna, transformación esta en la que decisivo
el papel de la Revolución Industrial y el triunfo del capitalismo. Cabe aclarar
sin embargo que no hubo un paso brusco de la Edad Media a la época
moderna, sino una transición lo que implica que los principales fenómenos
históricos asociados a la Modernidad: capitalismo, humanismo, estados
nacionales y otros venían gestándose desde mucho tiempo antes.
Estos cambios se produjeron simultáneamente en distintas áreas que se retroalimentaron: en
lo económico con el desarrollo del capitalismo; en lo político con el surgimiento de estados
nacionales y de los primeros imperios ultramarinos; en lo bélico con los cambios en la
estrategia militar derivados del uso de la pólvora; en lo artístico con el Renacimiento, en lo
religioso con la Reforma Protestante; en lo filosófico con el Humanismo y el surgimiento
de una filosofía secular que reemplazó a la Escolástica medieval proporcionando un nuevo
concepto del hombre y la sociedad; finalmente en lo científico se produce el abandono del
magister dixit y el desarrollo de la investigación empírica propia de la ciencia moderna.

En este contexto de cambios aparece un nuevo estamento social: la burguesía, que tenía
valores ideológicos propios y particulares tales como el individualismo, el trabajo, el
mercado, el progreso. No obstante, el predominio social de clero y nobleza se mantiene
durante la mayor parte de la Modernidad y los valores tradicionales: el honor y la fama de
los nobles, la pobreza, obediencia y castidad de los votos monásticos, son los que se
imponen como ideología dominante, justificando la persistencia de una sociedad
estamental.

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El proyecto de la modernidad sostenía la necesidad de sacrificio de las
generaciones presentes a cambio de que generaciones venideras disfruten de un
gobierno científicamente construido que derroque las formas de explotación, que
vivan en una sociedad ordenada racionalmente. Son estas promesas de la
modernidad las que se socializan e instauran como “metarrelatos”, es decir:
sistemas de pensamiento elaborados y complejos con un corpus de verdades universales y
absolutas que requieren sujetos especializados que los transmitan en el marco de
instituciones. Como ejemplo de estos metarrelatos encargados de ordenar y guiar la vida de
los hombres podemos nombrar: el hombre de ciencia que busca la paz universal; la
igualdad, la justicia y la libertad que pregonaba la revolución francesa.

LA POSMODERNIDAD

Resulta dificultoso circunscribir la posmodernidad a un período histórico determinado e


incluso resultaría contradictorio con el permanente cuestionamiento que esta época hace de
la historia lineal. La posmodernidad sostiene que tanto el pensamiento moderno como el
pensamiento religioso institucional, con pretensiones de sustentarse en metafísicas, son por
igual metarrelatos en los que el hombre no debe cabe creer más. Igualmente utópico resulta
creer en la las promesas de la modernidad respecto alcanzar progresivamente, algún día
remoto, elevados niveles de bienestar para todos los hombres.

En resumen: esta era advierte que hay que desconfiar de los discursos modernos, en sus
diferentes versiones ideológicas y llama a creer en lo cotidiano, en el presente poblado con
metas individuales alcanzables. Se proclama que los hombres pueden ser más inteligente,
más bello, más deseado, más amado, más sano y alcanzar el paraíso en el propio lugar
donde vive por sus propios medios y sin depender de otros: “aquí y ahora cada quien
puede ser lo que desee” (felicidad a la medida de cada uno).

Podríamos decir que las características esenciales de esta etapa histórica son:

1. Pérdida de vigencia de las ideologías, de los metarrelatos y de todo interés por


aquello que no resulte de utilidad inmediata. No interesan las concepciones globales
sobre qué es el hombre o el mundo sino que se elige el “relato pequeño”; lo micro
de cada uno y cada lugar.
2. En el plano ético se promueve el resolver situaciones concretas de acuerdo con el
sentido común o bien con la opinión de la mayoría y dejar de lado el análisis de
principios y teorías. De esto resulta que el bien y el mal son relativos o irrelevantes
y se llama a descreer de las verdades absolutas. Se aceptan todas las posiciones sin
necesidad de justificarlas con rigor racional adoptando el modelo de lo que se ha
llamado “eticidad”.
3. La calidad de vida se sustenta en la búsqueda del placer, lo hedónico donde el
displacer, el dolor y los problemas deben ser evitados por todos los medios. La
consecuencia directa de esto es la entrega al consumismo que se convierte en una
práctica determinante de las identidades culturales y criterio definitorio de posición
en la estratificación socioeconómica de la sociedad.

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4. En la mentalidad postmoderna, el hombre es el único sujeto constitutivo de la
sociedad. Desaparecen los proyectos colectivos que se gestaban bajo las formas de
clase, nación, Estado, humanidad o pueblos de modo que no hay cabida para
acciones que no tengan por destinatario al individuo concreto.
5. Se refuerza la diferencia entendida como una multiplicidad de
identidades culturales o realidades que existen en nuestro planeta y
que cobran voz a través de las comunicaciones haciéndonos
partícipes de su existencia. Este reconocimiento de las diferencias
genera una conciencia en nosotros mismos de que somos una entre
muchas culturas. Esto hace que a la consideración de que el hombre se conforma de
maneras distintas en distintos lugares y épocas por lo que no puede considerarse
que exista una mejor que otra. Los medios de comunicación, el turismo y las
migraciones han contribuido a que se descubra la valía de las prácticas sociales y
expresiones culturales distintas a las occidentales que habían sido menospreciadas o
sometidas durante la época del colonialismo y el proyecto civilizatorio de la
modernidad eurocentrista.
6. Ligado a la diferencia aparece la pluralidad como muestra de la multiplicidad de
racionalidades: ya no se trata de pensar en una razón universal unificadora sino en
muchas racionalidades y en muchas maneras de ver y vivir el mundo.
7. Vivir en un mundo plural implica que no hay una razón unificadora de valores y
conocimientos, lo que cada quien crea será válido según la cultura o la realidad en
que se viva Esto de alguna manera genera un vacío de ideales en el que no existe un
modelo de perfección humana, un tipo ideal. El relativismo se opone así al
universalismo, que plantea como tal una escala de valores universales que no tienen
lugar en la sociedad plural.
8. El auge de la tecnología y la comunicación en masa que han convertido la sociedad
posmoderna y al mundo en un lugar complejo puesto que al
mismo tiempo que muestran diferentes realidades; múltiples
identidades en toda su individualidad y peculiaridad también
muestran “irrealidades”, realidades artificiales o virtuales.
9. Se afianza el descreimiento generalizado respecto de la idea del
progreso garantizado por la ciencia y la razón así como en la historia como un
proyecto de superación. Se acepta que hay progreso pero no “el progreso”. La
ciencia entonces es un metarrelato inútil si no tiene aplicación práctica en forma de
tecnología capaz de hacer la vida más cómoda y placentera.
10. En la medida que se exalta el “todo vale” se afirma la idea de la posmodernidad
como la época del vacio de las ideologías, al menos con el sentido que estas tenían
en la modernidad es decir como un sistema ordenado de ideas compartidas por
buena parte de los hombres. Hoy las ideologías han sido reemplazadas por
“mentalidades” conjunto de valores e ideas compartidas por pequeños grupos de
personas dentro de una sociedad.

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Diferencia
Pluralidad
POSMODERNIDAD Relativismo
Comunicación en Masa
Vacío de Ideologías

Si estas son las características destacadas de la posmodernidad debemos asumir que las
mismas se reflejan en las cualidades que asume el hombre actual. Este hombre al que se ha
llamado “light” es:

Pragmático Todo lo interesa pero a nivel superficial Hedonista

Egoísta, egocéntrico Trivial, ligero, frívolo Vulnerable

Permisivo Relativista

Consumista Narcisista

Temeroso del fracaso Incrédulo

Ocupado Materialista

Neutral Cómodo

Trata de vivir sin angustias Pasivo Aburrido Temeroso de la vejez Exitista

Niños de antes y niños actuales

“Los niños de hoy no son como los de antes…” es una frase que se escucha reiteradamente
de la boca de muchos abuelos, padres y docentes pero… ¿es así? ¿Los niños de hoy son tan
diferentes? …Parece que sí y ello en buena medida porque las transformaciones
económicas, políticas y culturales que dieron forma a ese contexto que hemos llamado
posmodernidad han impactado fuertemente en la infancia actual.
¿En que son diferentes estos niños? Podríamos decir que los niños de antes jugaban más y
con menos objetos: una latita podía ser un carro, una olla, un auto y más;
las muñecas no necesitan hablar, las casitas no se compraban en la
juguetería….no había o- games, mundos virtuales ni chat; se vestían como
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sus padres querían no con la ropa de…., no sabían de marcas ni psicopedagogos, ni
hiperactividad ni déficit atencional. Le temían al reto, al terrible “ya vas a ver cuando
venga tu padre”, a la penitencia y a las malas notas.

Frente a todo esto hoy es posible sostener que la noción tradicional de infancia como un
tiempo de inocencia y dependencia del adulto se ha debilitado, en parte propiciada por el
acceso de los niños a la cultura popular durante fines del siglo XX y principios del siglo
XXI.

Este acceso infantil al mundo adulto ha originado nuevos discursos entre los infantes
quienes ahora, devenidos en consumidores, tienen otra conciencia de si mismos: ya no se
perciben como entidades inexpertas y dependientes de los adultos sino que se asumen como
individuos independientes y capaces, en muchos planos, de arreglárselas sin el auxilio de
un mayor.

Según María Cristina Rojas (2004) hay un mito de época que al equiparar el niño con el
adulto tiende a descartar la fragilidad infantil y a dejar de lado la cuestión de la
responsabilidad de los mayores. Los niños asumen rápidamente este nuevo
posicionamiento y se comportan como “grandes” lo que despierta las quejas de
los padres quienes los consideran desafiantes, casi incontrolables, incapaces de
respetar a nada ni a nadie… en definitiva: tan distintos a los de antes.

Podemos preguntarnos que hay detrás de este cambio, ¿por qué sobre el trasfondo de la
niñez moderna se dibuja un “niño-grande “que parece capaz de autoabastecerse y que por
tanto, no necesita de otros?

Tal vez la respuesta más sencilla es decir que esto ocurre porque los niños ya no se
perciben a si mismos como seres pequeños que necesitan del permiso del adulto y dependen
absolutamente de ellos para actuar.
Si bien es cierto que no todos los niños reaccionan del mismo modo a la “nueva realidad” y
algunos pueden seguir manteniendo las pautas de conducta “esperadas” a la vieja usanza lo
cierto es que la “nueva actitud”; los “nuevos niños” no son como los de antes y no dudan
en imponerse frente a adultos que han perdido su autoridad.

Pensemos ¿en que se sostenía la autoridad del adulto? En el poder que otorgaba el saber
cosas que los niños (protegidos de tanta información) desconocían. Hoy
los adultos y los niños se encuentran en pie de igualdad respecto de la
información que manejan e incluso hay sectores en los que los infantes
aventajan a los mayores (por ej. computación, internet, manejo de
aparatos electrónicos, etc.).

Los abuelos y padres que antes eran férreos defensores de los valores familiares
tradicionales y la disciplina severa para los niños están comprendiendo que algo ha

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cambiado, que por alguna razón la autoridad (adulta) se ha perdido, o mejor dicho se ha
replanteado o resignificado.

Ahora bien no se trata de decir con todo esto que la infancia ha desaparecido, que ya no hay
niños por que no sería verdad. Lo que se puede decir es que existe una declinación de la
infancia moderna que ha mutado hasta dar lugar a esta “nueva infancia”. La infancia
moderna que podía ser caracterizada como la “espera por ser adultos”, la preparación para
el advenimiento de la adultez (mediatizado por una serie de ritos y ceremonias de
iniciación: los pantalones largos, la fiesta de quince años, el primer baile, la presentación
en sociedad, el primer sueldo, el ingreso al servicio militar entre otros) ha desaparecido.

En su lugar se alzan “nuevas infancias”, infancias posmodernas que se distinguen por la


demanda de inmediatez acrecentada por la cultura mediática de satisfacción
consumista: “no sé qué es lo que quiero pero lo quiero ya”. La idea de
espera y de iniciación a la adultez ha caducado: la infancia es ahora un
periodo que debe atravesarse lo más rápidamente posible. Son niños que
con el control remoto en la mano se convierten en “todopoderosos
emperadores mediáticos”, capaces de recorrer los cientos de canales de la televisión por
cable sin dudar ni un instante y crecen adueñándose de experiencias y saberes que a los
adultos les costó décadas procesar.

Son los chicos “sobre-estimulados”, curiosos al extremo, que “saben todo” y


con cinco años enseñan a sus padres como usar una computadora. Los que
tienen un nuevo lenguaje poblado de vocablos que podríamos clasificar como
propios de un “tecnoespañol” (mail, web, soft, “messengear”, “googlear”) o
bien plagado de abreviaturas aptas para “mensajearse” con amigos en el menor tiempo
posible y con el menor esfuerzo por ejemplo: “str” por “estar”, “msj” por “mensaje”,
“mñn” por “mañana”; “t vo n ksa” por “te veo en casa”; “tkm” por “te quiero
mucho”, “ymm” por “llámame” a toda esta gama se le agrega el uso permanente de
“emoticones” (caritas sonrientes) para expresar estados de ánimo.

Hasta aquí mucho de lo que se escucha permanentemente en los medios, de lo que todos
sabemos y observamos diariamente pero hay otra cara en la moneda: estos son también los
chicos aburridos de pantallas, saturados de pantallas, adoradores de pantallas y navegadores
de pantallas; reyes de una virtualidad que les permite hacer y ser todo por ej. Juegos de
video game que simulan carreras de motos y que se manejan con una
moto…. ¿Verdadera? No importa porque que los límites de lo verdadero se
desvanecen en el momento en que la carrocería tiembla y el jugador toma
conciencia -visualmente por medio de la pantalla, pero táctilmente por medio
del temblor del volante - de que la moto ha chocado.

La vida de la “nueva infancia” se juega detrás de una pantalla donde no hay que esperar,
donde todo está cuando y donde se quiere: canales infantiles en los que los dibujitos ya no
se transmiten de cinco a seis de la tarde solamente, por lo que no es necesario esperar la
hora de la merienda para verlos; están todo el día al servicio del niño televidente.

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Son también los niños de la “adolentización temprana” aquellos que ingresan rápidamente
en el mundo “teen” con lo cual no dudan en vestirse, maquillarse y
comportarse como adolescentes aún cuando apenas están iniciando la
escolaridad. En algunas ocasiones, cuando se trata de niñas, se denomina a
este grupo “between” (entre) para dar cuenta de estas actitudes que anticipan
una edad cronológica aún distante. Este fenómeno se ve propiciado, claro
está, por una pantalla en la cual los envíos que se ofrecen apuntan a ese público: Casi
ángeles, Patito feo, Niní, Floricienta entre otros que se han dado en llamar
“programas infanto-juveniles”… todos ellos han dado origen a una
generación de seguidores que cantan, se comportan y hablan como los
protagonistas. Tratando de emular a los míticos: Cielo, Thiago, Rama, Flor,
Antonella consumen (compran, piden, exigen) ropa, calzado, maquillaje y
accesorios que los hagan verse/sentirse como ellos….

Cabe resaltar que si bien esta faceta de la infancia posmoderna es la que parece predominar,
no podemos olvidar que hay “otros niños” y “otras infancias”. Son infancias autónomas,
independientes pero porque sus protagonistas viven en la calle, porque trabajan desde muy
pequeños y porque en ellos la figura del adulto no tiene atisbos de protección. En la misma
vertiente se encuentran los “chicos y chicas de la noche”, estos que han construido una serie
de códigos que les dan cierta autonomía económica y cultural. Son niños pero no infantes;
no son dependientes sino independientes en la negociación diaria para lograr su sustento.
Podríamos decir que no es la infancia de la realidad virtual, de las redes de computación y
de los canales de cable sino la infancia de la realidad real aquella sobre la que pesa la
exclusión (física e institucional); son los nuevos analfabetos (digitales). Es la infancia
“sospechada”, considerada altamente peligrosa por la sencilla razón de que se sospecha de
su carácter infantil y se afirma que detrás de su máscara a la que debemos ternura por ser
niños biológicos, se encuentran los adultos en pequeño dispuestos a todo, incluso a robar, a
matar.

CONCLUSIONES:

Este nuevo siglo nos confronta con una infancia (y con un niño) diferentes. El niño
moderno era un ser indefenso, que necesitaba del amor, cuidado y enseñanzas de los
adultos (padres muchas veces) a los que debía obediencia porque su razón era incompleta y
sus conocimientos no eran útiles en la sociedad adulta. Infancia era igual a dependencia,
obediencia y heteronomía es decir que se regían por imperativos que estaban fuera de ellos
mismos; el niño era un ser privilegiado al que se debía proteger….

Ahora los niños son los que gozan del saber (virtual, informático y telemático); su mundo
es tan legítimo como el mundo adulto: consumen, luego existen; y si no consumen,
emergen con violencia y finalmente existen (aunque esa emergencia les cueste el encierro,
la cárcel y hasta la muerte). Son chicos que, portadores de una cultura legítima, obligan a
sus padres y maestros a adaptarse a ella; los conocimientos se elaboran o se vetan en otros
espacios: la televisión con sus reality, los programas de opinión donde el “no experto”

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adquiere voz y critica. Niños cada vez "más adultos" por su capacidad de elección y su
independencia tecnológica pero, paradójicamente, cada vez más indefensos frente a la
influencia massmediática y la compulsión al consumo: lo que los hace poderosos,
obviamente, también los debilita.

Para finalizar compartimos algunos dichos de estos “niños posmodernos”:

Karen (9 años): “Me da risa cómo vivían los chicos antes. Pero no me gustaría vivir como
lo hacían ellos. A los cuatro le enseñé a mi abuela a usar la computadora, con un
programa infantil. Creo que lo bueno de ser chico es que podés decir las cosas con más
libertad"

Joel (7 años): "Mi personaje favorito es Harry Potter. Me gustaría ser como él porque
puede hacer magia, volar sin avión ni helicóptero y hacer hechizos. Pero no tengo ganas
de crecer. Me gusta ser como soy ahora, juntarme con mis amigos e imaginar cosas. De la
escuela, lo que más me gusta son los recreos, la clase de música, natación y computación"

Camila (8 años): "Me dice mamá que cuando sos grande te querés hacer chiquito otra vez.
Pero yo no creo que a mí me vaya a pasar eso. Igual, me gusta ser chica porque puedo
hacer un montón de cosas. Más que los chicos de otras épocas, que tenían una vida muy
aburrida. Se vestían bien, estaban todos armaditos. Además, la escuela era cortita, no
estudiaban tanto como estudiamos nosotros."

Bibliografía

1. Ariès, Phiilippe (1993) La infancia. Revista de Educación, Nº 254.


2. Corea, C. y Lewkowicz, I. (1999) ¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la destitución
de la niñez, Lumen Humanitas, Buenos Aires.
3. Duek, C. (2006) Infancia, Fast food y consumo (o cómo ser niño en el mundo
Mcdonald´s) en Carli, S. (Comp.) La cuestión de la infancia. Entre la escuela, la
calle y el shopping, Paidós, Buenos Aires.
4. Lipovetsky, G. (1998) La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo
contemporáneo, Anagrama, Barcelona.
5. Rojas, M. C. y Sternbach, S. (1997). Entre dos siglos. Una lectura psicoanalítica de
la posmodernidad. Lugar editorial, Buenos Aires.
6. Rojas, M. C. (2004). El niño grande. Entrevista realizada por diario Página 12.
Edición 17/08/04
7. Minzi, V. y Dotro, V. (2005) Los niños de hoy no son como los de antes. Artículo
publicado en Ediciones Novedades Educativas, T. 63, Buenos Aires.
8. Volnovich, J.C. (2004) El futuro depende, ante todo, de cómo circule la infancia por
el imaginario social. Extraído de educ.ar El Portal educativo argentino.
9. Volnovich, J.C. (1987). Psicoanálisis y educación. Ed. Nueva Visión. Bs. As.

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