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¡Despertad! 1989
g89 22/4 págs. 12-14
Me obsesionaba caer bien a mis compañeros de escuela, así que intenté por todos
los medios que me aceptaran. Nada dio resultado, y para cuando tenía quince años
de edad, pensaba que todo estaba perdido. Hasta traté de suicidarme, aunque sin
éxito.
Empecé a fumar tabaco y marihuana, pues pensaba que eso ayudaría a mejorar la
situación. Pero no fue así. Al cabo de un tiempo decidí dejar la organización de
Jehová y buscar felicidad en otro lugar. Comuniqué a mis compañeros de escuela
que ya no era testigo de Jehová, y parece que eso les agradó.
Quería cambiar, volver a casa y empezar de nuevo. Echaba de menos a mis padres y
la vida que llevaba antes, así que oré a Jehová para que me ayudase. Lo más difícil
fue abordar a mis padres y pedir su perdón. Me sentí agradecido de que fueran
capaces de perdonarme.
enfermedad venérea. Mi médico me dijo que si hubiese esperado tan solo un mes
más, habría muerto. ¡En cuántas complicaciones me había metido!
Algún tiempo después fui restablecido y hasta me casé con una joven de una
congregación vecina. Las cosas iban mejorando. Sin embargo, todavía no apreciaba
el amor de Jehová. Trataba de hacer las cosas por mi propia cuenta en lugar de
apoyarme en Él para tener fuerzas.
Menos de dos años después, nos habíamos divorciado y fui expulsado de nuevo por
inmoralidad. Me había enredado con unas personas mundanas. Al principio todo era
bastante inocente, pero la advertencia bíblica siempre resulta acertada: “Las malas
compañías echan a perder los hábitos útiles”. (1 Corintios 15:33.)
Tampoco perdí tiempo en enredarme en la inmoralidad, pues para mí era una forma
de sentirme pretendido. Y me pretendían mucho. Aprendí a valerme de las
relaciones sexuales para aprovecharme de otras personas y conseguir lo que
deseaba. Viví así durante años.
Recuerdo vívidamente una ocasión en que tuve una fiebre muy alta y me quedé
sumamente débil. El médico no sabía lo que tenía. Con el tiempo, se me pasó.
Hasta tres años después no supe lo que había contraído.
Por aquel entonces también empecé a tener dificultades con los demonios, y en una
ocasión hasta me atacaron. Noté como si un demonio tratase de entrar en mi
cuerpo. Por más que me esforzaba, no podía pronunciar ninguna palabra. Lo intenté
una y otra vez hasta que por fin pude gritar: “¡Ayúdame Jehová!”. El demonio se fue
inmediatamente.
Deseo cambiar
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16/7/2019 Algo peor que el SIDA — BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Deseo cambiar
Un día, mientras estaba en una fiesta con unos amigos, empezamos a hablar sobre
los acontecimientos mundiales. Cuando me preguntaron qué pensaba acerca del
futuro, empecé a hablarles del propósito de Dios para la Tierra y sus habitantes.
Estaban asombrados. Pero una persona se enfadó mucho conmigo y me llamó
hipócrita. Tenía toda la razón, ya que yo estaba viviendo una doble vida. Sin
embargo, en lo profundo de mi corazón, sabía que Jehová era nuestra única
salvación y que no había otro lugar donde estar aparte de su organización.
Por aquel entonces, mi vida y la de los que me rodeaban empezó a cambiar. Muchos
de mis amigos estaban cayendo enfermos de SIDA. Me dolía ver cómo unas
personas que habían estado sanas iban apagándose lentamente y morían. Me
sentía tan impotente para confortarlos. Y lo que más me frustraba era que conocía
una forma de vida mejor. Entonces supe que quería regresar al amor de Jehová.
¿Pero cómo?
Empecé a orar a Jehová en busca de ayuda. Me resultaba muy difícil hacerlo, pues
me sentía muy avergonzado y sucio. Un día recibí una llamada telefónica. Era mi tía,
a quien no había visto desde hacía más de nueve años. Quería venir a verme.
Aunque ella no compartía las creencias de mis padres, le dije que deseaba cambiar
mi vida y volver a ser testigo de Jehová. Pudo percibir mi sinceridad y quiso
ayudarme.
Tan pronto como me trasladé, me reuní con los ancianos. Les conté toda mi vida y
les dije que verdaderamente quería servir a Jehová. Ellos sabían igual que yo que mi
restablecimiento de ningún modo vendría de la noche a la mañana, puesto que tenía
malos antecedentes. Pero esta vez estaba determinado. Oraba constantemente —
todos los días y todas las noches— para que Jehová me ayudase. Solía verme como
una persona muy débil, y supongo que, sin ninguna ayuda, lo soy. Pero es
sorprendente lo fuerte que uno se vuelve con la ayuda de Jehová.
Durante muchos años había tomado drogas para enfrentarme a la vida cotidiana,
pero ahora tenía que pasar sin ellas. Sentía miedo. Las muchedumbres me
asustaban, y literalmente me ponía enfermo si estaba rodeado de gente durante
mucho tiempo. Además, también intentaba dejar de fumar después de estar
acostumbrado a fumarme casi cuatro cajetillas diarias Lo único que me ayudó a
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16/7/2019 Algo peor que el SIDA — BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
acostumbrado a fumarme casi cuatro cajetillas diarias. Lo único que me ayudó a
superar todo aquello fue la oración y el continuamente recordarme a mí mismo que
lo que estaba haciendo para corregir mi proceder era algo que agradaba a Jehová.
También encontré consuelo y paz en la asistencia regular a las reuniones. Aunque
no podía hablar con nadie debido a que estaba expulsado, aun así sentía el amor y
el cariño que me tenían aquellos futuros hermanos espirituales.
Lo primero que hice fue llorar. Pasaron por mi mente todo tipo de pensamientos.
Recuerdos de mi pasado cruzaron ante mis ojos. Había visto de cerca lo que esta
enfermedad le hace a una persona y también la reacción de otros hacia las
víctimas. ¡Qué insensato fui al pensar que el mundo tenía algo que ofrecer! ¡Y qué
pérdida de tiempo valioso!
Sin embargo, algo que también he aprendido es que sin importar lo malo que uno se
haya vuelto o los males que uno haya cometido, Jehová Dios todavía ayuda y
perdona si la persona sinceramente quiere agradarle y le ora con todo su corazón.
Estoy muy agradecido de volver a encontrarme dentro del pueblo de Jehová, porque
aunque muriese antes de que Él se vindique en Armagedón, tengo la esperanza de
la resurrección. Créanme, vivir sin el amor y el favor de Jehová es mucho peor que
tener el SIDA.—Contribuido.
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