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1 Un texto nunca es cosa de una o dos personas, aunque vaya firmado por dos nombres,
como ejercicio de responsabilidad de lo que en él se dice y cómo se dice. En el caso concreto
de este texto, su redacción no habría sido posible sin la disponibilidad generosa y la
inteligencia de vecinos y vecinas de Lavapiés y San Cristóbal de los Ángeles. Nos gustaría dar
especialmente las gracias a Nacho y Cristina, por su tiempo y su paciencia para mostrar,
presentar, criticar y comentar, a Perico, por abrirnos varias puertas, a Redouan, por la
confianza y la frescura, a Raúl, por el aliento constante, a Marie José, Alberto e Inmaculada,
por estar siempre dispuestos a escuchar, y a Gabi, Agustín y otros profesores de secundaria,
por su mirada lúcida y comprometida. Queremos dar también las gracias a todas las gentes
que participaron y/o participan en las experiencias colectivas del CSOA El Laboratorio, la Red
de Lavapiés, Paso de Cebra y la Eskalera Karakola, auténticas universidades lavapiesinas
(algunas ya desaparecidas, otras todavía vivas) y, muy especialmente, a las personas que
componen el Ferrocarril clandestino, fuente de estímulo y aprendizaje constante. Dedicamos
un agradecimiento muy especial a Paulina, Paula, Hanan, Anouk, Ethel, Marga, Marisa y Pepe,
por tener la paciencia de leer y comentar un primer borrador de este texto y por atreverse a
criticarnos y descolocarnos con lucidez y afecto, obligándonos a ver muchas cosas desde otro
lugar. Por último, no quisiéramos dejar de dar las gracias a todas aquellas personas que nos
han dedicado un rato de su tiempo para contar, charlar, criticar y pasear, y al Observatorio
Metropolitano y todos los que lo componen, sin cuyo apoyo e impulso nunca nos hubiéramos
puesto manos a la obra. Los agradecimientos son para todos ellos, la responsabilidad de este
texto y sus defectos, enteramente nuestra.
que hay más delincuencia, y además la mayoría de los que están aquí están
indocumentados». Otros se indignan de la imagen que a partir de todo esto
se está dando de Lavapiés: «hoy venía leyendo en El País que Gallardón [...]
va a iniciar un programa de choque, ¿qué programa de choque? Inclusive
tildando al barrio de gueto, ¡esto no es un gueto! Éste es un barrio donde
hemos confluido gentes de diferentes pueblos y de diferentes culturas que
sabemos respetarnos y sabemos apreciarnos y ése es el único secreto de
Lavapiés».2
3 El texto completo de la canción puede leerse en el blog que se abrió del corto «Entre
trenes», realizado por jóvenes de San Cristóbal de los Ángeles con el apoyo de la asociación
Educación, Cultura y Solidaridad. La canción es la banda sonora del corto. La url es:
http://entretrenes.blogspot.com/.
de contrarrestar las nuevas modalidades de estigmatización del barrio, que
culpan de la misma a los nuevos vecinos migrantes y alimentan formas de
racismo popular?
***
¿Qué nos separa? No creemos que esta pregunta tenga una respuesta
única y, desde luego, una de sus principales virtudes es su capacidad de
interpelación. No obstante, nos atrevemos a dar una primera contestación,
que no agota la cuestión, pero sí señala algunas dinámicas clave. ¿Qué nos
separa a los vecinos, nuevos y viejos, que compartimos espacio en los
barrios de San Cristóbal de los Ángeles y Lavapiés? Nos separa nuestra
memoria del barrio, nuestro momento de llegada a él, lo que significa para
nosotros, el bagaje que trajimos a nuestra llegada, los tipos de relaciones
que mantenemos con nuestros lugares de origen, las territorialidades, en
muchos casos transnacionales, que creamos a partir de ahí. Nos separan
también, de un modo probablemente muy distinto, los dispositivos
institucionales de frontera, apoyados en la ley de extranjería y en las
normativas europeas sobre migraciones, que generan lo que llamamos
«fronteras internas», estableciendo distintas clases de «vecinos» con
4 Precarias a la deriva, grupo ligado a la casa de mujeres de Lavapiés La Eskalera Karakola,
en los lemas con los que saldría a la calle en los días siguientes a los atentados.
distintos derechos al barrio, la ciudad, el trabajo, la ciudadanía. Nos separa,
además, la percepción de que esa división entre categorías de «vecinos» y
«ciudadanos» tiene sentido porque da cuenta de diferencias entre (maneras
de ver el) mundo(s) y, por lo tanto, nos protege de la catástrofe. Es decir: si
los dispositivos fronterizos tienen legitimidad, si son aceptados, es porque
interiorizamos líneas divisorias entre un «nosotros» y un «ellos» que
justificarían que «ellos» («los otros») sean objeto de políticas específicas.
Nos separa, por último, sin duda, una nueva forma de gubernamentalidad
que, en lugar de tratar la diferencia como problema que hay que eliminar,
toma las diferencias como elementos de una nueva tecnología de gobierno
que genera desigualdad, desconfianza y rivalidad.
La lista no es exhaustiva, pero de lo que estamos convencidas es que
estos cuatro elementos, sobre los que intentaremos reflexionar en este
texto, generan un desacople entre los espacios del habitar, los sentimientos
de pertenencia y el derecho a un lugar. Es decir, ya no existe
necesariamente una coincidencia entre los lugares que recorremos en
nuestra cotidianidad, el o los lugares de los que nos sentimos parte (y/o
cuyos habitantes percibimos como «uno de los nuestros») y la legitimidad
para estar en un lugar a título de igualdad con sus demás habitantes y de
participar en él sin limitaciones. Puedo llevar ocho años viviendo en Madrid
y, sin embargo, no tener derecho a trabajar más que en la construcción y
andar con el corazón dividido entre Lavapiés, Derb el Sultan y Barbés.
Puedo llevar más de 15 años viviendo en San Cristóbal y, sin embargo,
pasar todas mis vacaciones en República Dominicana, mientras sueño con
el día en que me retiraré a la casita que construí con mis ahorros en Santo
Domingo. Puedo tener todo una vida construida en Lavapiés y, por un golpe
de mala suerte, quedarme sin papeles y no atreverme a pasear
tranquilamente por sus calles por miedo a verme deportado a Bangladesh.
Habiendo nacido y crecido en San Cristóbal, puedo encontrarme sin un duro
pero no conseguir que la trabajadora social de la zona me conceda una
ayuda porque «no entro en el perfil» establecido en un momento dado,
mientras que otros vecinos con más recursos que yo sí. Puedo haber nacido
en Villaverde y, como el rapero villaverdino Black bee, sentir añoranza por
Guinea «no porque haya estado nunca, que nunca he estado, sino añoranza
y rabia porque tengo gente allí que nunca he visto». 5 Puedo haber
conseguido la nacionalidad española tras 15 años viviendo en Lavapiés y
que, sin embargo, se me recuerde una y otra vez que de «origen» soy
senegalesa. La enumeración podría seguir, pero creemos que el argumento
está claro: hoy es posible habitar en un lugar y no tener derechos en él;
habitar en un lugar y no sentirse parte de él; tener derechos sólo a medias
en un lugar que habitamos y sentirse sólo a medias parte de él; compartir
espacio con personas que tienen distintos derechos que nosotros y a los
que, por eso mismo, les espera un destino diferente.
¿Cómo se construye horizonte común a partir de aquí? Porque el
hecho es que, pese al desacople, unos y otros vivimos en los mismos
barrios, tal vez compartimos bloque, instituto o plaza. ¿Qué efectos tiene,
pues, este desacople en el día a día de la convivencia? ¿Qué dilemas
plantea para la construcción de un común dentro de una «comunidad de
espacio», que no de experiencia? Y también: ¿quién y por qué tiene derecho
a un lugar? ¿Dónde y cómo nacen prácticas y discursos que expanden el
9 Para una formulación teórica de estos modelos, véase Ubaldo Martínez Veiga, Pobreza,
segregación y exclusión espacial, Barcelona, Icaria, 1999, pp. 121-22.
10 Ibid, p. 14.
11 Ibid, p. 29.
no pueden considerarse propiamente un gueto, 12 puesto que no suelen
desarrollarse en ellas instituciones paralelas a las de la sociedad dominante,
ni se trata de formaciones socioespaciales uniformes, sino que tienden a
albergar grupos de procedencias distintas. 13
12 Loic Wacquant, uno de sus principales estudiosos, define un gueto como «una formación
socioespacial delimitada y uniforme social o culturalmente basada en: (1) la relegación
forzada (2) de una población marcada negativamente, tales como los judíos en la Europa
medieval o los afroamericanos en los Estados Unidos en el presente, (3) a un territorio de
frontera segregado, en el cual esta población (4) desarrolla un conjunto de instituciones
paralelas que sirven como sustituto funcional y a la vez de barrera protectora contra las
instituciones dominantes de la sociedad más grande, pero (5) duplican estas últimas
únicamente a un nivel completo e inferior, mientras (6) que se mantiene a los que se sirven
de ellas en un estado de dependencia estructural» (citado en Martínez Veiga, Pobreza,
segregación y exclusión espacial, Barcelona, Icaria, 1999, p. 26).
13 Sobre segregación y exclusión espacial en España de la población migrante y, en concreto,
sobre la adecuación de la noción de gueto para el caso español, véase ibid.: pp. 26-30.
14 Con este término, adaptación libre de la expresión francesa «bobo», contracción de
bourgeois-bohème [burgués-bohemio], hacemos referencia a la llegada de nuevos vecinos
con mayor poder adquisitivo a barrios del casco antiguo de una ciudad a causa de la
revalorización simbólica y remodelación material de dichos barrios. Preferimos este término
al más corriente de «gentrificación», del inglés gentrification, derivado de gentry, término
que designa tanto a la alta burguesía como a la pequeña nobleza. ¿Por qué? Porque nos
parece que recoge mejor la complejidad de un proceso que, tal y como se ha dado en los
barrios del centro de Madrid, tiene como protagonistas a gentes que combinan sus simpatías
por la vida bohemia con una condición económica holgada.
15 En el periodo entre junio de 2005 y junio de 2006, el distrito de Villaverde, al que
pertenece San Cristóbal de los Ángeles, ocupaba el sexto lugar de los barrios de Madrid
capital en lo que a incremento del precio de la vivienda nueva se refiere, con un porcentaje
del 15,32 %, frente a una media de Madrid capital del 7,86 %. Estos altos porcentajes de
incremento empezaron a darse en el año 2002: entre junio de 2002 y junio de 2003, la
vivienda nueva subió en Villaverde un 29 %, frente a una media de Madrid del 22,18 %; para
el mes de diciembre, el incremento registrado en aquel año fue de un 33,27 %, frente a una
media de la Capital de 17,16 %. No obstante, Villaverde sigue siendo el distrito más barato
del municipio, con un precio de 2801,04 euros el metro cuadrado de vivienda nueva (fuente:
Sociedad de Tasación, S.A., www.st-tasacion.es).
información, ayuda mutua, entrada en circuitos de economía informal...) que
les facilitará el primer asentamiento. En otras ocasiones, las mujeres
inmigrantes que trabajan en el servicio doméstico acaban asentándose en
los cascos viejos de las zonas en las que trabajan, lo que eleva las cifras de
población extranjera en las zonas más prósperas de Madrid.
En este sentido, los procesos de «guetificación» no sólo no serían una
tendencia sino que no parecen en absoluto deseados por las
administraciones públicas: la experiencia de otras ciudades europeas (en
especial, Francia) ha demostrado que los guetos son entidades mucho más
inmanejables desde el punto de vista de la gobernabilidad, por lo que las
continuas inversiones económicas en estos barrios pueden interpretarse
como un intento de evitar este tipo de dinámicas.
16 Esta situación está a punto de cambiar: hace apenas tres meses se ha inaugurado una
boca de metro, que une el barrio con el centro de la ciudad. Los efectos que pueda tener o no
este hecho son aún una incógnita.
17 Las citas acompañadas de asterisco son citas extraídas de entrevistas y/o conversaciones
informales que no recogimos con grabadora. Así pues, se trata de una reproducción
aproximada a partir de las notas que tomamos.
un barrio con espacios para que la gente haga calle. Los niños no tiene
donde jugar ni hacer deporte. La infraestructura del barrio no permite el
ocio ni hay espacios para salir»; «esto no es Villaverde, ahí hay un montón
de espacio, de parques… aquí no tienes zonas para hacer eso. Aquí si
quieres hacer una zona verde habría que tirar manzanas, no hay metros
para hacer nada».
Mucha menos historia tiene a sus espaldas San Cristóbal. Como tal, el
barrio se construye a finales de los años cincuenta sobre un antiguo tejar
del siglo XIX. En sus primeros momentos, combina viviendas de
trabajadores (de la EMT, la RENFE), un poblado dirigido de realojo de
vecinos expulsados de otras zonas de Madrid por operaciones urbanísticas,
viviendas de obra social... sus vecinos son mayoritariamente inmigrantes
interiores procedentes de Andalucía y Extremadura. La mayoría de las
viviendas se conciben como viviendas provisionales que, sin embargo, se
permanentizarán en el tiempo. Este hecho, unido a una inadecuada
cimentación sobre terreno arcilloso, ha provocado un grave deterioro de las
viviendas, que hacen de éste un problema que ha atravesado toda la
historia del barrio: «Hace unos veinte años, empezó a haber amenaza de
ruina de los edificios. Esto había sido una laguna, se rellenó y por eso al
construir había poco cimiento. Además, por ahorro y por la subcontrata de la
18 Embajadores se sitúa a la cabeza de los barrios con un mayor índice de edificios en mal
estado o ruinoso (un 42,4 % del total, mientras que la media de Madrid capital es del 15 %).
En algunas de sus calles, los porcentajes de infraviviendas detectadas se sitúan entre el 20 y
el 80 % del total. (fuente: censo de población 2001, www.munimadrid.es).
19 El barrio de Embajadores, delimitación administrativa a la que pertenece Lavapiés, se
sitúa ya en 2002, con un porcentaje del 25,47 %, en el segundo puesto en lo que a
porcentaje de población extranjera censada se refiere. Dicha posición se mantiene en el año
2006, con un porcentaje del 35 %, muy por encima de la media de Madrid capital que se
sitúa en el 16,6 %. (fuente: Padrón municipal de habitantes, www.munimadrid.es).
subcontrata, se construyó con malos materiales. Así que hace veinte años
los pisos empezaron a resquebrajarse», nos cuenta Tomás, el cura del
barrio.
***
27 Embajadores se sitúa entre los barrios que ocupan la franja intermedia de renta disponible
bruta per cápita dentro de Madrid capital (10.000-12.500 euros) en el año 2001. La misma
posición ocupa en lo que a tasa de desempleo se refiere, con una tasa del 7 %, en el año
2003, que coincide con la media de Madrid capital (fuente: Boletín estadístico de Renta
Familiar y Paro Registrado elaborado por la Dirección General de Estadística del Ayuntamiento
de Madrid; www.munimadrid.es).
La respuesta debe ser negativa, pues en caso contrario deberíamos
reconocer que Sol (con un 32,3 % de población extranjera) es un barrio tan
inmigrante como Lavapiés (apenas dos puntos por encima). Y sabemos que
esto no es así. O no es ésta la percepción común. ¿Qué hace entonces de un
barrio un barrio «inmigrante»?
En primer lugar, creemos que más que la concentración de
inmigrantes residentes, influye fundamentalmente la visibilidad que éstos
tengan. Así, tanto Lavapiés como San Cristóbal se caracterizan por ser
barrios con mucha «vida de calle», lo cual evidentemente acentúa la
visibilidad de los migrantes. También la acentúa el desarrollo de negocios
regentados por extranjeros (locutorios, tiendas al por mayor, teterías y
restaurantes que se multiplican en las calles de uno y otro barrio) y el hecho
de que ambos actúen como lugar de encuentro y referencia para los
inmigrantes, lo cual atrae a muchos más extranjeros de los que realmente
viven en los barrios.
nuevos movimientos migratorios, cada vez más importantes, entre los nuevos epicentros
industriales en esos mismos este y sur del planeta. En lugar de estos modelos, Papastergiadis
propone la metáfora de la «turbulencia»: «a falta de pautas estructuradas de migración
global, con causas y efectos directos, la turbulencia es la mejor formulación para los procesos
móviles de compleja autoorganización que están teniendo lugar en la actualidad. Estos
movimientos pueden parecer caóticos, pero hay en ellos una lógica y un orden. Se puede
establecer una analogía con los fenómenos que antes se pensaba que carecían de estructura,
como los flujos turbulentos, y que ahora se entiende que poseen intrincadas pautas de
interconexión. Tal y como observó Manuel Landa, "un flujo turbulento está hecho de una
jerarquía de remolinos y vórtices dentro de más remolinos y vórtices"». Para Papastergiadis
las migraciones actuales son, pues, una turbulencia global y lo importante es entender la
interrelación entre la energía que impulsa el movimiento y los efectos a su alrededor. Véase
Nikos Papastergiadis, The Turbulence of Migration. Globalization, Deterritorialization and
Hybridity, Cambridge, Polity Press, 2000, pp. 4-5.
35 «Somos extraños, estamos aquí, ¡vete acostumbrando!». El lema original no dice weird
[extraño] sino queer [rarito, marica]. Francia es uno de los lugares donde las luchas de los sin
papeles cobraron más fuerza y visibilidad. Al respecto, es interesante consultar Mogniss H.
Abdellah y la red No Pasarán, J'y suis, J'y reste! Les luttes de l'immigration en France depuis
les années soixante, París, Éditions Reflex, 2001.
36 Texto enviado por correo electrónico, comentando un primer borrador de este escrito.
desigualdad sancionada por ley y empapada de presupuestos que
establecen jerarquías e incompatibilidades entre «orígenes nacionales».
En concreto son tres las fronteras internas instituidas en las que nos
centraremos: frontera como control selectivo de la movilidad, frontera
ciudadana y frontera laboral. Los dispositivos que las crean no son
equivalentes entre sí, pero todos ellos tienen una cosa en común: dibujan
una línea de inclusión/exclusión que, aunque móvil, determina una inclusión
diferencial para los inmigrantes, a modo de recordatorio permanente de que
su estancia aquí, en España en particular y en Europa en general, es
«condicional».
¿Cómo afecta todo ello la vida de barrios como San Cristóbal de los
Ángeles y Lavapiés? Claramente, introduce una división entre sus
habitantes: entre quienes son susceptibles de ser parados por la policía y
quienes no. Con estas palabras nos lo cuenta un grupo de chavales de San
Cristóbal: «Cuando parábamos en el poli con un montón de colombianos y
dominicanos, íbamos por la calle cuatro españoles y tres dominicanos y a lo
mejor había habido una movida y pasábamos nosotros y no nos decían
nada, y según llegaban ellos por detrás les pedían el DNI». Pero, ante la
realidad de esta división, se nos abren un sinfín de interrogantes: ¿cómo
perciben esta división unos vecinos y otros? ¿De qué manera marca a los
vecinos inmigrantes el hecho de ser objeto reiterado de controles policiales?
¿Cómo les determina subjetivamente y cómo determina su imagen a ojos de
otros vecinos? Preguntas todavía abiertas para nosotras: ignoramos su
respuesta. Lo que sí sabemos es que, a día de hoy, muchos chavales de San
Cristóbal de los Ángeles utilizan el apelativo de sin papeles como un insulto,
que se lanzan entre sí en los típicos piques entre adolescentes.
La frontera ciudadana
39 Concepto acuñado por B. Anderson para explicar los procesos que dan lugar a la
generación de una sensación personal y cultural de pertenencia a una nación. Véase B.
Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del
nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
40 Cfr. S. Castles y A. Davidson, Citizenship and migration. Globalization and the politics of
belonging, Londres, Macmillan Press, 2000, un libro clave sobre la historia de la noción de
ciudadanía y su crisis actual.
más limitadas de ius domicili (cierto tiempo de residencia en el territorio de
un país permite acceder a la nacionalidad: eso sí –y el matiz es importante,
como veremos más adelante– siempre con contrato de trabajo mediante).
No obstante, en ningún momento ha dejado el ius sanguinis de ser el
principio predominante.41
De hecho, en los últimos años, la crisis de soberanía de los Estados-
nación sobre su territorio, desencadenada por las dinámicas de la
globalización, ha tenido como correlato una reacción defensiva de
endurecimiento de los mecanismos de acceso a los derechos y a la
ciudadanía, que no ha dejado de ser sinónimo de nacionalidad (y, a decir
verdad, se utiliza como tal en innumerables documentos oficiales). Con la
creciente presencia de inmigrantes extracomunitarios dentro del territorio
de la Unión Europea, esto ha supuesto, en la práctica, la denegación total o
parcial de la igualdad de derechos para un número en aumento de la
población residente. Es decir: la institución de fronteras ciudadanas internas
que no son sino lindes de la democracia, esto es, puntos de suspensión de
los derechos democráticos para todos.42
41 Mención aparte merece el ius familiaris, esto es, la unión familiar con un nacional (a través
del matrimonio o la adopción) como vía de acceso a la ciudadanía. Habrá quien lo considere
una variación del ius sanguinis: sin embargo, implica un contrato entre partes y eso lo hace
cualitativamente distinto. Sin ir más lejos, en el caso de la unión conyugal, vuelve a poner a
la orden del día el matrimonio como un contrato despojado de toda mística romántica, que
implica servicios sexuales y de cuidado a cambio de un estatus (en este caso, el de
ciudadana –y el femenino aquí es intencionado). Implica también buenas cotas de
subordinación, en especial en aquellos países (no es el caso de España) donde un divorcio
puede suponer la anulación retroactiva de la ciudadanía. Cierto es que el matrimonio entre
extracomunitario y miembro de la Unión Europea está sometido a crecientes sospechas de
fraude y restricciones cada vez mayores, pero sólo se considera fraudulento cuando se
prueba que no hay de por medio convivencia y sexo, aunque haya amor. Al fin y al cabo lo
otro (convivencia y sexo sin amor) es el matrimonio de toda la vida.
42 Véase «fronteras, ciudadanía, guerra, clase», un diálogo con Étienne Balibar y Sandro
Mezzadra moderado por Manuela Bojadzijev e Isabelle Saint-Saëns y recientemente
publicado en castellano en la revista Archipiélago 73-74, diciembre 2006.
años de estancia en el país. Como le sucedió a Abdel, que perdió los papeles
tras divorciarse de su esposa española, por una conjunción de desempleo y
mala suerte: «nunca me imaginé que me iba a pasar esto».* Es decir: la
carrera se parece más bien a una construcción de tacos, erigida pieza a
pieza, que puede ser derrumbada de un solo mazazo.
La frontera laboral
Por más que las trabas legales para trabajar puedan superarse con el
tiempo, con el paso de tarjeta en tarjeta, lo cierto es que las condiciones
subordinadas de ingreso en el mercado de trabajo suponen de por sí una
dificultad para la movilidad ascendente. Las largas jornadas laborales, el
esfuerzo físico que requieren estos primeros trabajos y los salarios tan bajos
dejan poco margen para buscar otros empleos e invertir en formación. A ello
se suman en muchos casos las dificultades con el idioma, los escollos para
la convalidación de títulos y el racismo en los procesos de selección. El tipo
de estratificación del mercado de trabajo resultante se ve reforzada por
toda clase de discursos de estereotipación de la diferencia cultural, que
adscriben a cada grupo concreto determinadas características: los
marroquíes son «duros pero camorristas», las rumanas, «trabajadoras pero
secas», las ecuatorianas, «cariñosas pero zalameras»... Todo ello refuerza
las divisiones internas y la desolidarización.
Está por ver en qué medida estas formas de estratificación laboral se
perpetuarán en los hijos y nietos de los inmigrantes, como ha sucedido en
Francia. El papel de las escuelas es aquí esencial, y lo cierto es que los
problemas que está generando la aplicación de la ESO y la tendencia a la
diferenciación escolar no ofrecen muy buenos augurios. Volveremos sobre
ello. En todo caso, no cabe duda de que, por el momento, los padres se ven
en la mayoría de los casos abocados a trabajos no sólo duros y mal
pagados, sino con frecuencia de menor cualificación que los que
desempeñaban en su país, y esto es motivo de no pocas frustraciones.
Como nos contaba en una ocasión Khaled: «estoy hecho mierda. Yo era
funcionario en Marruecos y me cogí una excedencia para venirme aquí.
Justo cuando cogí mis papeles coincidía que se me acababa la excedencia
en Marruecos. Me lo pensé y me dije: con los papeles la situación mejorará.
Y me quedé. Y perdí mi puesto de funcionario allá. Y la situación no mejoró.
Sólo encuentro trabajo en la construcción. Yo no estoy hecho para eso. Estoy
jodido, que se dice».*
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¿Cuáles son esos «otros mundos» que hacen al otro diferente? Una
primera respuesta, que sale casi sin pensar, nos lleva a afirmar que esos
«mundos» son todos los que están más allá del territorio español, mundos
del extranjero, del que viene de allende las fronteras. Pero no a todo el
mundo que llega de fuera se le pone en suspenso el derecho a estar o, lo
que es lo mismo, se le considera inmigrante. Un empresario noruego puede
establecerse sin ningún problema en nuestro país (de hecho, se considera
algo positivo), un turista estadounidense no necesita un visado para entrar
en España, un ciudadano francés no experimenta la aplicación de ningún
tipo de régimen de fronteras.
Afinemos un poco más, entonces, nuestra respuesta. Tanto en nuestra
vida cotidiana como en el uso que se hace del término en muy distintas
ocasiones (investigaciones, discursos políticos, medios de comunicación…)
nadie parece tener ninguna duda en definir quién es inmigrante. ¿De dónde
viene esa certeza? ¿Por qué, si un inmigrante es alguien que ha recalado en
la ciudad tras un viaje, algunas personas se ven obligadas a conservar la
condición de viajero a perpetuidad y otras son dispensadas de ello? ¿Cómo
es posible que esta obligación se extienda incluso a las futuras
generaciones? Manuel Delgado44 sostiene que esto se debe a que lo que
hace de alguien un inmigrante no es una cualidad, sino un atributo, y un
atributo impuesto desde fuera, como un estigma y un principio negativo, de
tal forma que aquél sobre el que recae queda automáticamente asociado a
determinadas características negativas: será percibido como extranjero,
procedente de países del tercer mundo, y también como intruso, que llega
sin invitación previa y sin recursos.
Pero ¿es igual de inmigrante un chileno que llega al barrio de
Lavapiés y monta, junto con su compañera italiana, una heladería, que el
camarero bengalí que atiende en un restaurante hindú del mismo barrio?
¿Son iguales el estudiante mexicano que llega a hacer un doctorado a
Madrid que el senegalés que vende CD’s en las calles de esta ciudad? ¿Por
qué un ciudadano de Guinea Ecuatorial necesita dos años de residencia
legal en España para empezar a tramitar el acceso al pleno reconocimiento
de la ciudadanía, mientras que ese tiempo de espera se quintuplica para
quienes proceden del vecino Camerún? ¿Qué es lo que permite reunirles a
todos ellos bajo la categoría de «inmigrantes» y, a la vez, darles un
tratamiento diferente dentro de la legislación de extranjería?
Lo cierto es que el atributo «inmigrante» es menos exacto de lo que
su uso común permitiría deducir. Debajo de esta designación
aparentemente rotunda y unificadora, vive una multiplicidad: no sólo de
experiencias de vida, sino también de condiciones materiales, simbólicas y
jurídicas. Pero es también cierto que el atributo inmigrante se sostiene y
funciona. De hecho, su realidad se demuestra en su capacidad para
designar al «ellos» sobre el que se aplican (de manera diferencial) los
dispositivos fronterizos y separa el «ellos» del «nosotros», los autóctonos.
¿Cómo se traza e incorpora esa línea que separa al «nosotros» del (los)
«otro» (otros)?) ¿Es estable o se mueve según quién hable, desde donde lo
haga y hacia quién se dirija?
Contestar a estos interrogantes es una tarea sumamente compleja,
que aún no podemos dar por concluida. Por el momento, nos atrevemos a
poner sobre la mesa, en cinco epígrafes diferenciados, algunos
«ingredientes» que pensamos ayudan a comprender y reflexionar sobre esta
complejidad. «Ingredientes» que se juegan en un terreno principalmente
simbólico y subjetivo.
La amenaza fantasma
¿Qué hay detrás de ese miedo? ¿Qué es lo que lo provoca? ¿Por qué
enunciar en términos de invasión o asedio los sentimientos que produce el
contacto con lo desconocido? La respuesta de los vecinos oscila entre
muchos distintos motivos, pero una palabra parece resumirlos a la
perfección: la gente tiene miedo porque se siente amenazada, ya sea en su
integridad física («lo desconocido causa miedo, y más si ese desconocido es
conflictivo»), material («hay competencia y hay lucha por ayudas, por
trabajos... Les han quitado recursos que ellos se supone deberían tener y ya
no los tienen») o simbólica («piensan el barrio como suyo y se sienten
invadidos... "¿Quién eres tú y qué haces aquí?"»).
45 Suely Rolnik, «Geopolítica del chuleo», Brumaria, núm. 7, 2006, pp. 1–2, consultable vía
web en http://brumaria.net/textos/Brumaria7/13suelyrolnik.htm.
46 Ibid.
resumen, su attitude, choca con nuestro habitus y nos hace sentir
vulnerables. Si una de las profesionales del IES de San Isidro, en Lavapiés,
afirmaba que «la salida nuestra es mortal, cuando ves todo el barullo de
niños corriendo, asusta muchísimo» es porque en esa velocidad los otros
existen como una presencia viva que desborda. La misma que ponía
«nerviosos a los españoles» que juegan en un equipo «multiétnico» de
baloncesto en Lavapiés «porque no saben interpretar algunas actitudes
aparentemente violentas de los inmigrantes».*
47 Ibid.
«Ni aquí eres de aquí, ni allí eres de allí». 48 Esta frase expresa a la
perfección hasta qué punto la migración supone siempre una doble
desafiliación para quien migra. Abandonar el lugar de origen es de algún
modo romper, dejar atrás parte de lo que ese lugar significa, parte de lo que
éramos, a la vez que no acabamos de pertenecer del todo al lugar en el que
nos instalamos, de manera temporal o definitiva, porque llevamos en la
memoria y en el cuerpo marcas que recuerdan que venimos de otro sitio. No
es sólo que, como dice Ania, «cuando emigras tienes que cambiar para
renacer, porque todo es diferente», sino que uno está atravesado por una
escisión: la sensación de ser parte de dos mundos y, a la par, de ninguno se
repite una y otra vez como experiencia fundamental del viaje migratorio.
Cuando le preguntamos a Fatiha «tú, ¿de dónde te defines?», exclama: «¡la
pregunta de la crisis! Parte de mí está aquí, parte en Marruecos, he
adquirido parte de las cosas de aquí, quiera o no soy de dos mundos».
Escisión que es también desajuste encarnado: «¿ves aquí?» –dice
Konstantinos, tocándose la garganta– «tengo algo, no, no es algo físico, es
mi voz, siempre la oigo, como una voz rara... que no habla bien alemán,
pero ya tampoco habla bien griego. Cuando hablo con mi sobrina, que vive
en Grecia, siempre me lo dice: ¡qué raro hablas, tío! Nunca dejo de oírme la
voz».49
54 Ibid.
55 Hanan Dalouh, «La doble mirada», op. cit., p. 66.
56 Ibid., p. 69.
57 Paula Calderón, texto citado. Véase nota 36.
¿Deja un inmigrante en algún momento de ser inmigrante, de ver su
presencia puesta en entredicho en el lugar que habita? –preguntaron
muchos en ambos barrios, en conversaciones al hilo de nuestra
investigación. Depende, nos inclinamos a responder nosotras: de la
velocidad con la que consigamos la nacionalidad. Depende también de
nuestro cuerpo, sus marcas, su acento, su memoria –y de los dispositivos,
institucionales e informales que nos recuerden su diferencia, su disonancia.
En San Cristóbal, Maite nos cuenta que los chavales dominicanos que ya
han conseguido su DNI siempre lo llevan consigo. «Lo hacen para poder
darle en las narices a la policía cuando les paran por negros»,* añade. Con
Mama tuvimos la siguiente conversación en su restaurante de Lavapiés:
La frontera colonial
58 Ibid.
tarde, de «explicación» de la desigualdad global, sigue operando hoy y, de
hecho, está en el centro de la experiencia migratoria.
Lo está en tanto que Europa (y España como país europeo) sigue
construyéndose y percibiéndose como lugar del bienestar y la civilización, al
que es deseable ir a vivir, del que es deseable formar parte. «Sueñan con
irse a España, grandes y pequeños...», «pagaría para irme, aquí no tengo
nada que hacer», «yo no quiero quedarme aquí, quiero un trabajo, un
futuro...», «yo también me quiero ir, tengo dos hermanos en Europa, uno
lleva 7 años, otro tiene papeles en Francia, me dan envidia...», «he visto
mucho la tele española y no he visto niños en la calle...»: murmullos como
éstos (recogidos en Paralelo 36, un magnífico documental sobre el paso del
estrecho de Gibraltar)59 recorren Tánger, pero también, con sus variantes,
Quito, Dacca o Dakar. «Yo he venido a Europa a aprender» –explica
Boubacar– «los africanos tenemos que aprender de Europa, África es un
desastre, no hay más que corrupción y guerras, por eso los europeos
pudieron con nosotros».*
Por supuesto, a menudo, tras un tiempo de estancia en Europa,
sobreviene la decepción: se viene «con el mito de España» y luego uno se
encuentra «viviendo en pisos de muy malas condiciones, con muy pocos
recursos, hay que empezar todo de nuevo, es el "sueño traicionado"»,
cuenta Fatiha. «Nada más llegar a Lavapiés... a mí se me cayó la idea de
Europa como un sitio civilizado... hay mucha gente drogada en la calle, y
con botellas, españoles en su mayoría... eso en mi país no lo hay», dice
Ania. Y, sin embargo, todo indica que, en los lugares de origen, la seductora
imagen de Europa sigue funcionando, producida y reproducida por spots
televisivos, turistas aventureros y emigrantes que regresan a casa con
grandes coches y trajes caros.
59 Jose Luis Tirado et al., Paralelo 36. Documento y ficción en la frontera sur de Europa,
Tarifa, ZAP, 2004.
60 Comunicación privada.
Así pues, lo que podemos calificar de colonialismo interno, con su
correspondiente jerarquización de las culturas, reaparece en el corazón de
las metrópolis europeas, en plena época postcolonial, 61 para legitimar que
«protejamos» Europa, la civilización europea, de la «invasión bárbara»,
incluso a riesgo de ser bárbaros nosotros mismos en la defensa de nuestras
fronteras: no podemos permitir, se nos dice, que personas procedentes de
pueblos distintos, con costumbres extrañas, cargadas de irracionalismos,
arrasen los principios de nuestras «civilizadas» sociedades. Éste es, por
ejemplo, el núcleo de la argumentación del recién elegido Presidente de la
República francesa, Nicolas Sarkozy.
En el trasfondo de esta argumentación, hay siglos enteros de
representación de los indios y los negros como animales, como seres
inferiores, y de los «moros» como peligrosos infieles que hay que combatir:
«Los moros –dice Rodolfo riéndose, no sin cierta sorna–, como se dice, como
les dicen, del tiempo de los moros y cristianos...». Siglos en los que la
historia se ha escrito y reescrito siempre con Europa en su centro y cúspide
y con los blancos como raza nacida para dominar el mundo. Siglos inscritos
en el inconsciente colectivo. Del lado del colonizador, pero también del lado
de los colonizados, como memoria común de la subordinación, de la
dominación... y de la resistencia anticolonial, de la lucha descolonizadora.
Mama, recordando el expolio de África por parte de los europeos, exclama
con indignación: «Antes, cuando nos traían como esclavos, todo estaba
bien, pero ahora, que venimos sin cadenas, no nos quieren dejar entrar».*
En el documental de Mujeres Creando, Las exiliadas del neoliberalismo,
compuesto a partir de entrevistas con mujeres bolivianas que trabajan de
domésticas en España, hay un diálogo muy revelador tanto de la memoria
de la experiencia colonial como de lo que supone la matriz colonial del
régimen de fronteras en el nivel más micro:
61 En este sentido, escriben Sandro Mezzadra y Federico Rahola: «El tiempo postcolonial es
aquél en el que la experiencia colonial parece estar, de manera simultánea, consignada al
pasado y, precisamente debido a las modalidades en las que se produce esta "superación",
instalada en el centro de la experiencia social contemporánea –con toda la carga de
dominación, pero también con toda la capacidad de insubordinación, que distingue esta
experiencia». Véase S. Mezzadra y F. Rahola, «The Postcolonial Condition. A few notes on the
Quality of Historical Time in the Global Present», Postcolonial Text II, núm. 1, 2006.
62 Mujeres creando y PAT, Las exiliadas del neoliberalismo. Madres bolivianas en España,
Madrid, Barcelona y La Paz, 2004.
El problema es la cultura
«¿Por qué son ellos el problema? Porque están todo el día bebiendo
en la calle y arman mucho ruido con la música… son los que montan jaleo...
Bueno, el problema es la cultura. Cada cual llega con su cultura y eso a
otros les puede no gustar».* Las palabras son de Willie, dominicano de
nacimiento y vecino de San Cristóbal de los Ángeles desde hace diez años.
Su colega Raúl, nacido en San Cristóbal y de padres españoles, asiente. La
conversación que manteníamos con ellos había derivado a los problemas
que ambos veían en el barrio: señalaron a los perucuatos (calificativo
despectivo para denominar a los migrantes venidos de Ecuador y Perú)
como unos de los responsables.
¿Por qué se señala como problema a un grupo de población y no a
unos hechos concretos? ¿Por qué hablar de «los ecuatorianos» o «los
peruanos» como un colectivo de personas irremediablemente unidas e
iguales entre sí en virtud de su origen? ¿El beber alcohol y escuchar música
alta es algo que todos los ecuatorianos y peruanos no pueden evitar hacer
porque su cultura así se lo exige? ¿Pueden las culturas transportarse sin
más, traérselas uno de allí e instalarlas aquí?
– Ésos son los que sí que salen, que se van a Pinto porque están los
mariposas o como se llamen y ahí sí «soy de san Cristóbal, ¿qué pasa?»...
– Y eso... ¿estás hablando de gente española de toda la vida?
– Sí, sí. Es que el rollito bakala con la gorrita... Y eso de lo de las bandas, las
bandas latinoamericanas, que si aquí en el barrio hay un montón… y te vas a
Pinto y ni latinoamericanos ni cojones, son todos españoles que llegan y
como seas de San Cristóbal te meten el palizón del siglo, sólo por ser de San
Cristóbal, ya seas blanco, verde, azul o amarillo, les da igual...
¿Por qué hoy por hoy estas líneas de división por barrio o por la ropa y
los estilos de vida a los que ésta va asociada no tienen tanto eco mediático
como las que se trazan por lugar de origen? ¿Por qué apenas las recogen,
magnifican y alimentan los medios de comunicación, los representantes
políticos o las investigaciones académicos, pese a que en determinados
contextos devienen líneas hostiles de enfrentamiento abierto? Tal vez
porque no resuenan con otros fenómenos y discursos sociales hegemónicos,
como los dispositivos fronterizos, la sensación de amenaza por parte de
muchos autóctonos, el fundamentalismo cultural, el colonialismo... Tal vez
porque, como dice Jose Luis García, «la magnificación de las diferencias
culturales no se deriva de la realidad de los hechos a los que habitualmente
nos referimos al hablar de la cultura, sino de fenómenos sociales de otra
naturaleza».64 El choque real no es, por lo tanto, entre diferencias
irreconciliables de las distintas culturas sino entre comunidades imaginadas
y copresencia física: el reto es cómo lograr que comunidades imaginadas no
nos coloquen continuamente en enfrentamiento con aquellos con los que
compartimos un espacio.
64 Ibid., p. 50.
VI. El gobierno de la diferencia
...Es triste porque cuando tú presentas un proyecto para que te den algo
sabes muy bien lo que tienes que poner para que te lo den, aunque tú no lo
quieras para eso… lo que vende ahora es el inmigrante, integrar al
inmigrante, pues vamos por ahí, el tema de las bandas juveniles, pues
vamos por ahí… El otro día lo hablaba con los chavales, el tema de la
violencia policial, pero es la moda… los chavales son violentos… ¿cómo
trabajar la violencia con los jóvenes? Eso te lo van a conceder. El maltrato a
la mujer, también está de moda, pues presentas un proyecto para la
prevención del maltrato a la mujer. Antes era «sois una mierda y os damos
las migajas» y ahora es «os vamos a dar lo que se vende, pedidlo que se
da... [son palabras de una profesional de lo social y vecina de San Cristóbal
de los Ángeles]
No cabe duda: las ayudas para este o para aquel grupo trazan y
refuerzan los estereotipos y, con ellos, las líneas de división interna entre
personas que conviven en un mismo territorio. Máxime si se tiene en cuenta
que son con esos estereotipos y prejuicios con los que muchas veces juegan
las personas encargadas en última instancia de ejecutar la diferenciación.
Así lo expresaba Maite, profesional de San Cristóbal de los Ángeles:
***
Enfrente tenemos un colegio privado concertado, entonces pues sí, los niños
que van a uno o a otro pues hay algún extranjero, pero son sobre todo o
niñas indias, indias de la India adoptadas por padres españoles, o algún
sudamericano, pero no hay africanos, ni negros, ni musulmanes. Es un
colegio muy curioso, hasta que la educación infantil no fue concertada, todos
los niños iban al Vázquez de Mella a hacer la educación infantil, que además
siempre ha tenido una fama buenísima porque los profesores y el programa
eran buenísimos, y era gratis… en cuanto la educación infantil pasó a ser
concertada, todos los padres españoles, bobos, a sus niños ya no les
llevaban al Vázquez de Mella porque era una porquería.
Los profesores vienen aquí a un barrio así y dicen ¡buah! Estos son todos
unos niñatos… van a acabar aquí todos yonquis […] es que es un instituto
especial [...] y van todos a machete, con todo el mundo […] llegas a las
clases y es que te tratan como delincuentes [asienten todos] pero te lo juro
que como a delincuentes, desde el primer día, da igual que te conocieran o
que no te conocieran… porque siempre hay el típico macarra que te la está
liando… pero aquí como a delincuentes pero a todos. Porque es un instituto
especial y yo siempre pregunto ¿qué es especial? ¿Por qué es especial?
70 Ibid.
del instituto San Isidro: «¿sabes lo que pasa? Que aquí hay un número tan
elevado de inmigrantes que ya no te planteas que son inmigrantes…». En
los IES públicos a quienes se separa y contiene es a los alumnos
problemáticos o disruptivos, es decir, aquellos que perturban el desarrollo
«normal» de las clases. Separación jerárquica, puesto que determinará el
tipo de futuro laboral que le esperará a cada alumno.
71 Ibid.
Porque en el del año pasado, en el taller, estaban todos los gitanos, y todo lo
peor que había en el instituto estaba aquí, cuando me mandan a mí pal
taller, digo, tío, diablo, me consideran uno de los peores, y eso no mola […]
pero la gente se cree que todos los que estamos en el taller somos tontos y
que estamos una clase de tontos, ¿eh, Johny? […] Tú estás en clase dando
matemáticas, tío, y a ti te ponen a hacer matemáticas de chamaquitos de
seis años, a multiplicar y vainas de esas, y los demás a hacer raíces
cuadradas, ¿y tú qué aprendes, tío?
¿Por qué los derivaban? Porque eran latinos, claro. Eran latinos y no sabían
cómo tratarlo… quiero decir, a ver… Había una chica que era un encanto, yo
trabajé con ella que era una maravilla, le gustaba estudiar, le daba miedo
suspender… pero tenía… no me acuerdo si era ecuatoriana… pero tenía este
tipo de voz flojita, entonación muy suave… y me lo comentaban ellos y se
reían mucho… me decían que el profesor le tenía manía, en cuanto se ponía
a leer decía que leía fatal, y leía muy bien, no la escuchaba… te lo puedo
asegurar, porque yo trabajé con ella y era una delicia. Casi todos ellos, no
todos, estaban mal derivados… lo que pasa que yo quería trabajar y víique
de alguna manera iban a estar mejor conmigo que con ese cenutrio que
pasaba de ellos, no les hacía caso y les trataba mal. Y entonces dije, pues
venga, vais a estar conmigo.
***
Tras este largo excursus sobre cómo funciona la contención del riesgo
a través de mecanismos de diferenciación dentro de los institutos, y los
interrogantes que abre, volvamos a la línea argumental. Decíamos más
arriba que, además de esta estrategia, existe una segunda operación de
gestión del riesgo para el gobierno de la diferencia que hemos visto
claramente en marcha en Lavapiés y San Cristóbal: el excepcionalismo. A
través del excepcionalismo, decíamos, se aprovechan determinados
acontecimientos y cierto miedo-ambiente para producir un tipo de
seguridad que legitima el orden constituido. ¿Cómo?
Empecemos por el principio: ¿qué es el excepcionalismo? Un modo de
representación de la realidad, de construcción de los problemas y sus
soluciones, diríamos. Un acontecimiento excepcional atrae la atención de
los medios de comunicación. A través de una retórica sensacionalista, lo
sucedido se magnifica y simplifica. Como en una película de Hollywood, se
pinta a brocha gorda a los malos y los buenos, los héroes y los portadores
de la solución. A través de la machacona repetición de titulares
espectacularizantes, se insiste en la peligrosidad de lo sucedido y se
alimenta una sensación difusa de pánico social. La excepcionalidad de lo
acontecido hace imposible afrontarlo con los medios ordinarios con los que
se suelen afrontar los problemas: hechos excepcionales imponen soluciones
igualmente excepcionales. La urgencia de una respuesta cierra el camino a
la reflexión, a la consideración de alternativas. En medio del clamor del «hay
que hacer algo», los poderes instituidos llegan para imponer una medida o
plan de excepción. Las críticas no caben, tan alarmante y apremiante es lo
que acaba de ocurrir. Pero las medidas excepcionales se mantienen una vez
que el acontecimiento excepcional que las motivó ha transcurrido: hay que
estar prevenidos, lo peor siempre puede volver. Así, el resultado de esta
secuencia es una relegitimación de los poderes instituidos y una limitación
de los espacios para el pensamiento y la acción. 72
El papel de los medios de comunicación aquí es crucial: el
excepcionalismo depende de ese juego retórico y mediático que mezcla
algunas experiencias, las más cotidianas de las poblaciones (por ejemplo,
en materia de delincuencia), algunos de sus miedos (miedo al crimen, a la
vulnerabilidad del cuerpo, a la precariedad y a la pobreza, a la
incertidumbre del futuro) y unos acontecimientos extremos o
extremadamente espectacularizados, para hacer creer que hay una
continuidad entre estas series heterogéneas de la experiencia inmediata y
los acontecimientos más mediatizados que piden con urgencia una solución
de excepción. Sólo así será verosímil la urgencia de actuar, sólo así la gente
se sentirá «salvada» y «protegida», «segura» gracias a las medidas de
excepción. Sólo así la secuencia funcionará como mecanismo de
legitimación institucional.
75 «El gobierno responde con 100 policías a la ola de atracos en Lavapiés. La Delegación del
Gobierno pide la colaboración de las embajadas de Marruecos y Argelia», El País, 27-4-2000.
76 Ibid.
77 «Dos nuevos centros para extranjeros y otros siete educadores sociales»; «La Delegación
del Gobierno propone crear un carné para delincuentes inmigrantes menores»; «Local de
acogida en Marruecos», El País, 6-5-2000.
78 Véase la sección de Notas de prensa de www.munimadrid.es.
de acogida de menores en Tánger y Marraquesh. 79 La finalidad de estos dos
nuevos centros se declara ya sin tapujos: facilitar «el retorno de los menores
marroquíes en situación de desarraigo para recibir educación y formación, y
facilitar así su integración en su país de origen». 80 Lo que en el año 2000,
antes de la excepción de la «banda del pegamento», sonaba a escándalo, se
afirma ahora en una página web oficial sin sonrojo: la «peligrosidad» de los
menores marroquíes «exige», en primer lugar, prevenir su llegada, contener
el impulso que les lleva a emigrar; en segundo lugar, facilitar su
deportación, para una mejor «integración»... lejos de nosotros, ¡en la tierra
que los parió!81 La excepcionalidad de la «banda del pegamento» y otras
parecidas, asociadas a chavales que emigran sin compañía, abrió, pues, la
senda de un tipo de soluciones que forzaron más allá las leyes establecidas
para la protección de los menores.
79 http://www.eldiarioexterior.com/noticia.asp?idarticulo=7066&subtema=.
80 «La comunidad abrirá dos centros de acogida de menores en Marruecos», nota aparecida
en el sitio web de la comunidad de Madrid (www.madrid.org) con fecha del 3-4-2006.
81 Entretanto, los acuerdos entre España y Marruecos para la repatriación de menores no
acompañados no ha hecho sino avanzar: desde el memorando de entendimiento sobre
menores no acompañados que fue firmado por ambos países en diciembre de 2003, durante
la VIII Reunión de Alto Nivel (RAN) hispano-marroquí en Rabat , a su elevación a acuerdo en
marzo de 2007.
82 «La banda de atracadores que operaba en Lavapiés deja el barrio. La policía asegura que
los menores magrebíes han huido», El País, 30-04-2000.
83 Por ejemplo, en el 2003 en El País: «La policía arresta a ocho chicos que asocia a la banda
del pegamento», El País, 26-9-2003; Carmelo Encinas, «El pegamento», El País, 27-9-2003.
Miradas desde dentro, ni su situación ni la de Lavapiés parecen haber
cambiado a mejor, pese a todas las medidas «especiales», tomadas con
absoluta urgencia dada la «peligrosidad» de los acontecimientos de 2000,
pese a los millones invertidos, la policía desplegada, los nuevos educadores
contratados. En palabras de Abdel:
***
– ¡Que se vayan todos! Las cosas tienen que salir de la pelea y la lucha de la
gente del barrio, ya basta que tengan que ser ellos quienes nos ofrecen lo
que necesitamos… yo como cuando tengo hambre y no cuando tú me digas
que coma, eso es lo que hay que recuperar.
VII. La oscilación fronteriza
Nos preguntábamos al principio de este texto: ¿qué nos separa? ¿Qué
nos separa a los vecinos, nuevos y viejos, que compartimos espacio en los
barrios de San Cristóbal de los Ángeles y Lavapiés? Hemos hecho hasta aquí
un largo recorrido por algunos de los elementos que contribuyen a esa
separación. Cabe ahora preguntar, desde otro lugar, ¿qué está pasando,
además, en Lavapiés y San Cristóbal? ¿Qué está sucediendo por encima, por
debajo, a través de todo esto, en relación con el desacople con el que
abríamos este texto? ¿Cómo se están construyendo hoy, subjetivamente,
Lavapiés y San Cristóbal? ¿Quién se percibe como «parte del barrio» y quien
es un intruso en él? ¿Quién es vecino? ¿Quién tiene derecho a Lavapiés y
San Cristóbal? ¿Qué legitimidad tienen entre sus vecinos los dispositivos
fronterizos? ¿Hasta qué punto arraigan en su percepción las técnicas de
gobierno de la diferencia?
***
84 M. Shapiro, «National Times and Other Times: re-thinking citizenship», op. cit., p. 85.
calles, en sus casas, que el padre está en paro, que no es capaz de hacer un
curro porque le pagan una mierda, pero a lo mejor otro que viene de
cualquier otro sitio sí está dispuesto, y eso genera una competición y un mal
rollo que se traslada». Algo parecido piensa Óscar, también profesor, desde
San Cristóbal: «sí, sí, a principio de curso, vamos, la pelea constante en mi
tutoría es esa, pero bueno, es que lo ven en la calle, bueno, tú te callas,
negra de mierda, pues de ésas, comentarios de ésos se les escapan a los
niños cada dos por tres [...] es porque en sus casas lo están oyendo, es que
no me puede sorprender, porque vamos, aquí la gente habla así, mucha
gente».
Sin embargo, ¿qué significado tienen estos calificativos racistas? Una
profesional del instituto San Isidro les quitaba toda importancia: «Yo aquí no
percibo temas de xenofobia o racismo, sí, a lo mejor, alguna vez, si alguien
insulta por algo, pues le puede llamar negra igual que gorda, porque es lo
que le puede herir... pero no porque realmente haya un sentimiento detrás
de... ¿sabes?». Un grupo de chavales de San Cristóbal era de la misma
opinión: «Pues igual que si estoy discutiendo contigo y tú eres mazo de
delgada puedo decirte ¡palillo!, como ¡mira el negro éste! Pero yo eso no lo
considero racista, me sale igual que me sale ¡joder con la gorda!».
Y es verdad que los calificativos racistas son moneda corriente en ese
pique adolescente que busca ver hasta dónde podemos llegar. Por un lado,
no se puede negar que utilizar «negro» o «indio» como insulto participa del
tipo de mirada colonial que equipara negro e indio a malo e inferior y, en
principio, contribuye a la estigmatización de lo negro o lo indio. Sin
embargo, también se pueden dar resignificaciones: en función del contexto,
la relación, los matices. No es lo mismo decir «negra» sin más que decir
«negra de mierda». Tampoco es lo mismo decirlo entre amigos o entre
desconocidos, en medio de un conflicto o a modo de provocación juguetona.
A veces, la inserción de este tipo de apelativos racistas en un juego de
pique mutuo constituye un modo de transformar su sentido, desafiando la
moralidad de lo «políticamente correcto», a la vez que se reconfiguran los
significados del racismo y de lo racial. Como cuando «negro» se convierte
en un apelativo cariñoso. O como cuando Sonia llama a Fátima «mora
delincuente» y Fátima abre los ojos, sin dar crédito, y luego se da cuenta de
la provocación y rompe a reír.
–Mira ese autobús –dice Raúl, señalando con desprecio el único autobús que
une San Cristóbal con el centro de Madrid, del que todos los que bajan son
visiblemente inmigrantes– por eso se han ido todos los vecinos de siempre,
con tanto inmigrante.
– Los vecinos no se han ido por eso, sino por las casas, que están fatal –le
contesta Willie, dominicano de origen y amigo del alma de Raúl.
– Sí, por eso también –concede Raúl.*
Y es que Raúl, como él mismo nos explica con resignación, «no tiene
más remedio» que «parar con éstos» (extranjeros como su amigo Willie) y,
poco a poco, está aprendiendo a amar el rap y, con él, las culturas negras a
uno y otro lado del Atlántico. Por lo tanto, a la vez que se siente atrapado en
un barrio «lleno de inmigrantes» que los «vecinos de siempre» han
abandonado, se abre a nuevos mundos de la mano de sus nuevos amigos.
Ambivalencias de un espacio fronterizo.
***
87 Véase http://vdelavapies.info/vivolavapies.
VIII. Espacios de posibilidad
Fotos del grupo Skylee Crew, San Cristóbal de los Ángeles, 2005
Cuando salimos la gente nos dice que somos muy cerrados, que no nos
mezclamos, ni siquiera por las chicas, pero es que vamos muy a nuestro
rollo, a lo nuestro. No es nada más.*
– Os voy a leer un trocito de una noticia a ver qué os parece. Dice la noticia,
que es de mayo del año pasado «jóvenes inmigrantes y españoles viven su
ocio por separado. Los adolescentes extranjeros e inmigrantes conviven en
las aulas de Villaverde, pero pocos lo hacen fuera. La mayoría no comparte
su tiempo de ocio, tan sólo en algunos grupos de latinoamericanos hay algún
español infiltrado». ¿Qué os parece?
– Hombre, en cierta parte lleva razón, es lógico que cada uno tenga
establecido su grupo, porque es normal… si tu vienes de un país de fuera
pues te vas con tu gente, con la que te vas a entender...
– Claro, tú echas de menos tu país… no vas a llegar de nuevo, ponle que
llegas de Rumania, pues no vas a llegar ahí con los españoles ¡hey, hey! No
te entiendo nada pero me voy contigo… uno conecta más con su gente, pero
es que eso pasa siempre...
– Pero es que eso mismo, por ejemplo, cuando pasas al instituto del
colegio… hay tres colegios en el barrio pero tú te juntas con los de tu clase
del cole, aunque haya en tu clase del instituto gente de otros colegios, pues
primero te vas a juntar con los de tu clase del colegio que son los que
conoces…eso siempre pasa, y más si vienes de fuera [...]
– Y que también… yo que sé… si… que no es que haya infiltrados. Las
relaciones no es que haya infiltrados, ¡de topo! Es que las cosas surgen así...
– Tampoco es que tiene por qué haber en un grupo un equilibrio entre
españoles y gente que no sea de aquí, no sé… «¿cuántos somos? Cinco
españoles y dos… ¡pues nos faltan tres!» [risas] ¡no valemos como grupo! A
lo mejor hay grupos que hay más latinoamericanos y sólo dos o tres
españoles y otros que hay sólo un latinoamericano y los demás son
españoles [...]
– Pero eso, hay grupos y grupos… tú llegas al principio a un grupo y te llevas
bien con ellos pues por qué lo vas a romper: «ah! Como somos tantos negros
vamos a irnos con los blancos» [risas], pues no… y luego a lo mejor tienes
otros colegas…
[La conversación la mantenían un grupo de premonitores de la asociación
Educación, Cultura y Solidaridad de San Cristóbal. En el momento de la
discusión, todos los presentes eran nativos, si bien en el grupo suele haber
jóvenes de otras nacionalidades].
Esta «obsesión» por la mezcla olvida muchas veces que ésta de por
sí no garantiza necesariamente nada. Aunque surjan espacios mixtos, en su
seno pueden seguir reproduciéndose formas de fundamentalismo cultural y
de colonialismo interior, donde el referente de autoridad continúa siendo
«blanco» y «español». Como cuando Yossui se siente «obligado» a dar las
gracias y ceder la palabra a su compañero Antonio, pese a que ambos
llevan meses trabajando juntos frente al acoso policial que sufren los
vendedores callejeros inmigrantes. O como cuando Janet se convierte en el
referente público de la asociación con la que colabora, porque a la
asociación le interesa mostrar una cara latina, pero luego no pinta nada a la
hora de tomar decisiones. La existencia de espacios mixtos, lugares de
mezcla, pues, en los barrios fronterizos, no debería llevarnos a dar palmadas
de entusiasmo porque, por fin, hay esperanza contra todo lo que nos
separa, sino más bien a interrogarnos sobre las modalidades de esa
«mixticidad»: ¿cómo se da esa mezcla? ¿Qué es lo que produce? ¿Cuáles
son sus referentes de autoridad?, ¿Cuáles son sus asimetrías y cómo se
trabajan?, etc.
Pili: Las mujeres inmigrantes tienen mucho trato con los mayores de aquí,
muchas de ellas cuidan a mayores no sólo por trabajo sino por solidaridad...
Bonita: Yo es que hago una diferencia, en los sitios donde trabajo, por un
lado están los que te tratan como empleada sin más, y ahí tú haces tus
horas y punto. Y luego los que te tratan como persona y ahí te abres mucho
más...
88 Para una información más concreta al respecto, véase Mogniss H. Abadía, «Face au
"Banlieue–show" à la française. Pour un renouveau de l’action collective dans les quartiers
d’habitat social»: http://fsqp.free.fr/banlieueshambourg.pdf.
Pili: Ellas están haciendo en este barrio un papel de mediadoras con la gente
mayor increíble, por motivos laborales también, pero lo que decía, no es solo
eso, Bonita cuida a un par de señores solo por echarles una mano, porque
ellas tienen una implicación mayor con cómo están los mayores en este
barrio...*
Y entonces cuando salen al recreo pues son primero A, pues primero A, son
todos amigos desde el cole, que es el caso de mi grupo, por ejemplo, que
todos vienen de primaria, y ahí son todos distintos, hay árabes, hay
sudamericanos, hay niños rumanos, hay de todo, pero como son amigos del
cole y tal...
Algo parecido sucede en el Club Deportivo de Lavapiés, aunque las
edades sean más avanzadas. Con estas palabras nos lo cuenta uno de sus
miembros:
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Hood Nation
Sin embargo, tanto en lo que nos cuenta Dany como en las letras que
pueden oírse en los festivales de rap de San Cristóbal, el barrio no es sólo
una realidad concreta que se vive en el día a día. El barrio es también Barrio
con mayúsculas, ese «gueto» mitológico, lugar de autenticidad, cuna de
culturas de resistencia, desde Nueva York hasta París, pasando por Santo
Domingo y Malabo. «El buen rap es el de gueto, el gangsta...», dice Dany. Y,
al hilo, nos explica también qué él «no quiere el estrellato». ¿Por qué?, le
preguntamos, ¿qué pasa cuando se consigue el estrellato, qué pierde el rap
cuando se hace comercial? «Pierde la fragancia», contesta con rotundidad.
Dany no quiere «sacar pasta» del rap: eso «no interesa». ¿Qué es lo que
interesa? Interesa «hablar de verdad, desde el barrio, desde el gueto»,
interesa también «ampliar, extender», no con las discográficas, sino «a
través de internet, con youtube, myspace...». Y no sólo: las radios libres y
comunitarias, los locales de ensayo y grabación, los pequeños sellos, las
revistas, las pequeñas tiendas de música y ropa, los conciertos y los bares
con micro abierto amplían, extienden, y sin duda constituyen un circuito que
infiltra todo Madrid, un circuito en el que subyace un deseo de habitar la
ciudad de otro modo, rompiendo la segregación urbana en un «asalto del
asfalto». Así, Madrid se hace y rehace desde San Cristóbal y tantos otros
barrios.
A la par, en esta infiltración musical de Madrid desde los barrios, no
sólo se revaloriza el barrio a un mismo tiempo como realidad concreta y
como imagen mitológica. Se revaloriza también la negritud, como cultura de
resistencia, como actitud activa y ofensiva del espíritu, inscrita en la
memoria colectiva negra, abierta a blancos, amarillos y aceitunados y
transmitida a través de músicas y fusiones, del blues al rap latino, del
reggea al reggeaton.
Es un ying y un yang,
dispuestos a efectuar
la lucha pasiva como la agresiva.
Es cierto,
descarrilamos la mayoría,
debido a una sociedad
que aún nos observa con anomalía
En nuestros barrios la corrupción se contagia
no hay lugar apenas para ejercer la ley
¡los egos nos ciegan!
¿Como confiar en esos agentes precoces?
A falta de efectivos,
aceleran sus formaciones.
Es un ying y un yang,
las barreras se saltan,
ustedes descuiden.
Es un ying y un yang,
¡mi gente está harta de vivir
en esta puta situación!
[...] Es un ying y un yang,
dispuestos a efectuar
la lucha pasiva como la agresiva.
Opinión:
cruda realidad que palpo a diario.
La verdad sale en el noticiario,
infundada, camuflada...
[...] Ya lo sé
¡mi rap llega sin llave!
Suena fuerte
como ese coche dentro de tu escaparate,
¡me cago en tu proceso de integración!
Fuck police!
Vengo de una violenta generación,
tan sólo queremos evadir
esa miseria
que nos persigue sin cesar
hasta vernos en la quiebra...
Cambiaremos el curso de la historia:
más extranjeros preparados
para joder tu puta industria
es un fuck al sistema judicial,
un hit a los dirigentes de Democracia Nacional
[...] No a la venganza
discípulos de Osama,
no, si matáis por amor
porque no os aman.
No a los políticos que animan a la extrema,
no a los que extreman violencia en la frontera.
No a los racistas que creen que eres único,
no a los colegas que te venden por el pico,
no a la hipocresía de los medios, repito,
[...] no tengo bando ni banda en este brazo,
no quiero que tus nazis
estallen este bazo.
Corrupción por papeles, quieres,
hueles rap
¡olor a nuestras calles!
[...]
[Ying Yang, por Black bee & Gatillo ner]