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De la anonimia al olvido​

Memorias Comunes de Las Masacres en Colombia

Tradicionalmente el sujeto del común ha sido relegado en los análisis culturales y políticos de la
dinámica de la violencia en Colombia, en los que se ha privilegiado a los protagonistas centrales
del conflicto armado y sus discursos. El sujeto del común sin embargo, no es simple caja de
resonancia o espectador pasivo de aquellos, sino que se configura con perfiles propios en el
escenario donde se gesta la violencia. En tal escenario el sujeto común juega un papel en tanto
auditorio y en tanto botín de las iniciativas guerreristas o pacifistas de unos y otros; pero también
sus representaciones se desdoblan en muy diferentes ámbitos de la interacción social y política
incluida la dinámica misma de la violencia. Para ilustrar este planteamiento adelantamos una
investigación en Bogotá en varios sectores socioeconómicos y poblacionales sobre las
representaciones del fenómeno de violencia en el país. En esta presentación recrearemos en el
análisis de las narrativas de sujetos de origen socioeconómico bajo, los límites de la memoria y
la identidad en un escenario de violencia crónica y generalizada como es el caso de Colombia.

En los testimonios de citadinos sobre la violencia en Colombia las masacres ocurridas son
recordadas con la expresión genérica de ‘las matanzas’. El término alude en primer lugar al
carácter repetitivo de los hechos aludidos. Y en segundo lugar, en el plural de la expresión,
parecen diluirse las particularidades de cada uno de estos hechos de violencia.
La memoria de las matanzas ocurridas en el país responde más a una imagen vaga y difusa, que a
la evocación de una historia, para retomar las palabras de S.Sontag​1​. Las matanzas como
recuerdo inscrito en la memoria de situaciones o hechos de violencia en Colombia describen
básicamente una modalidad de violencia y no hechos concretos o precisables ya sea política,
histórica o geográficamente.
Con el término general de matanzas se hace alusión a un tipo de violencia particular por los
mecanismos, víctimas y lugares de ocurrencia. En lo referido a los mecanismos, las matanzas
parecen designar asesinatos colectivos indiscriminados (masacres); en lo concerniente a las
víctimas, personas ‘desconocidas’ o que no tienen figuración en la vida pública nacional y que se
presumen son inocentes; y en lo referido a lugares de ocurrencia a hechos de las anteriores
características cometidos generalmente en zonas rurales apartadas de Bogotá, lugar de habitación
de nuestros entrevistados. Las matanzas en este sentido parecen remotas , convirtiéndose en un
recuerdo difícil de aprehender y en esta medida de reivindicar.

Muchas las veces a uno lo impacta de la violencia que hay mortandad de campesinos, que
inocentemente los matan… (...) La gente está pacíficamente en sus parcelas, y llega algún grupo
de subversivos, y digamos por adueñarse de lo ajeno pues le quitan la vida a las personas.
Entonces las personas tienen que salir huyendo a la muerte.​ ​(Ciro)

Y lo de esas matanzas que han habido y todo eso… todo eso si lo deja a uno como pensativo.
Porque a veces uno aquí no se da cuenta pero a uno le da mucha… Que día casualmente leía
una historia de una mujer de por allá … de Chocó… de… no me acuerdo ahorita pero es de una
región de esas de por allá. Y a ella le mataron el esposo y dos hijos. (Alejandrina)

El recuerdo abstracto de las matanzas describe una violencia constante en el tiempo y diseminada
en numerosas zonas del país. Ellas constituyen de forma paradójica el hecho más rememorado
del fenómeno de violencia en el país y de forma simultánea, el menos precisable.

Las matanzas tienen una significatividad baja en la cotidianidad de las personas consultadas.
Esto se debe quizás a la lejanía del escenario de ocurrencia de estas con respecto a su entorno
vital y por lo tanto al correlativo desconocimiento en una relación cara a cara de la identidad de
las víctimas. En esta dirección, las masacres aparecen en la vida cotidiana como un dato de
referencia de un mundo distante que es aprehendido como anónimo y que no es ni objeto de
pensamiento, ni de acción, sino sólo de evocación lejana. Las matanzas describen así una doble
anonimia, primero, la de las víctimas, de las cuales sólo son identificados rasgos genéricos:
mujeres, ancianos, campesinos, niños etc.; y segundo, la de los lugares de ocurrencia, los cuales
no son recordados o precisables generalmente por los entrevistados. Las matanzas generan la
conmiseración de los entrevistados hacia las víctimas, pero no generan solidaridad. La lejanía
física y social constituyen obstáculos en la transformación de esa difusa y pasiva memoria en una
acción o memoria reivindicativa
Del mismo modo, los autores de las matanzas y sus motivaciones son parcialmente anónimos.
Respecto a las matanzas la autoría o participación directa se atribuye principalmente a la
guerrilla. Sin embargo, tanto las circunstancias como las motivaciones de la guerrilla son
ignoradas o enmarcadas en retóricas macro, que cobijan a todos los actores armados ilegales.

Una vez en Cimitarra, que yo tenía mucha familia allá que trabajaban y estaban en una siembra
de arroz, pero eso hace años. Yo estaba pequeña, pequeña pero yo me alcanzo a acordar porque
a mi me impactó muchísimo eso. Que según cuentan y dicen era que estaban los obreros, eso era
sólo selvático, y que estaban almorzando y llegaron unos soldados y dispararon contra toda la
gente que estaba comiendo, y dijeron que eran guerrilleros, entonces de ahí para acá yo le cogí
como mucho temor a eso. Era gente que estaba trabajando para una siembra de yuca y arroz.
Los que llegaron eran, dicen que eran soldados, que era gente del gobierno.

La descripción ofrecida por Alejandrina sobre esta matanza aludida, que tuvo lugar en la
población de Cimitarra se diferencia con claridad de las realizadas por los demás entrevistados,
no sólo por el hecho de que es el ejército el autor de la masacre, sino porque en ésta se ofrecen
detalles de lo ocurrido pudiendo ser precisadas las circunstancias de la acción, el lugar de los
acontecimientos y los actores involucrados, en lo que creemos cumple una función determinante
la experiencia cercana de la entrevistada, y el hecho de que esta matanza representa una especie
de iniciación de ella misma en la memoria de la violencia al ocurrir en su infancia. En esta
medida, esta masacre pareciera constituir un hito para la entrevistada. No obstante, pese al
reconocimiento de la ocurrencia de otras matanzas en el país por parte de Alejandrina estas
tienen en el anonimato su principal descriptor.

Ahora bien, más allá de la atribución de las matanzas a la guerrilla, los paramilitares, la
delincuencia o al ejército, la incertidumbre o el escepticismo es la sensación que prima entre los
entrevistados, lo que parece conducirnos otra vez al terreno de la anonimia.

Han (sic) habido muchas cosas, hechos han sucedido muchísimos pero vaya uno a saber si
realmente fue la guerrilla, o fue el gobierno, o fue quién porque uno... Ahí si uno no puede
confiar porque qué…cómo (Alejandrina)

Que la guerrilla, que la guerrilla es la que hace todo entonces no se sabe si son ellos o quiénes,
pero nombran la guerrilla, entonces?(Uriel)

La anonimia respecto a los actores armados involucrados se ve alimentada por los elevados
índices de impunidad que se registran con respecto a la autoría de las matanzas y en general
sobre todas las formas y tipos de violencia.

en eso era que si tomaran conciencia las fuerzas militares, sobre todo la policía, bueno en fin
todo eso, la gente del gobierno; y en lugar de tal vez cogerlos y meterlos sólo allá en la cárcel,
muchas veces hasta gente inocente; ¡hombre! aprender de que haiga más apuro en el
descubrimiento, escudriñar las personas, sacarle los… los temas de los crímenes, bueno en fin:
el que sea inocente que salga pronto; el que no sea inocente hijuemadre si lo van a meter que lo
metan (Enrique)

Las alianzas e intercambios episódicos entre los diferentes actores en la ejecución de crímenes
incluidas las matanzas no permite dilucidar a nuestros entrevistados con claridad ni los
responsables, ni sus interrelaciones.
Hemos señalado hasta ahora algunos elementos de la experiencia de gentes del común que
promueven o limitan la memoria o el esclarecimiento del conflicto. Es preciso moverse entonces
hacia otro escenario en el cual esas violencias extremas se ocultan, se distorsionan , o se
esclarecen.
El conocimiento de nuestros entrevistados alrededor de las matanzas ocurridas en el país es de
tipo indirecto, siendo precisamente la principal fuente de información los medios de
comunicación masiva, que cumplen un muy importante papel en la representación social de este
tipo de eventos.

Al respecto, el cubrimiento de los medios de comunicación sobre estos hechos de violencia se


caracteriza por: primero, la recreación del hecho de violencia sobre si mismo (forma de las
acciones, número de muertos etc.); segundo, la presentación de una información marginal del
contexto del hecho y del conflicto en que se inscribe (lugares, actores involucrados); tercero, la
apelación a fuentes de información únicas; cuarto, la presentación de estos hechos de violencia
de forma sucesiva generalmente en la forma de imágenes; y quinto, un escaso seguimiento de los
hechos de violencia y su procesamiento judicial.
Este manejo de la información por parte de los mass media tiene impactos directos en la
representación de la violencia por cuanto normalmente a través de estos se transmiten imágenes
de atrocidades, de hechos individuales o colectivos, fragmentados, sin contextos que les den un
sentido (motivos para y motivos por qué). La violencia termina por parecer un asunto de unos
pocos, en alguna medida caprichoso o azaroso, perdiéndose de vista su configuración como
proceso o producto social, al cual deben remitirse los eventos aparentemente inconexos.
A partir de este tipo de representaciones, los mecanismos de difusión se crean incómodas
jerarquizaciones de las víctimas. Hay unas víctimas prominentes en el orden social y político,
digamos reconocidas como tales por los medios, y a otras víctimas, las víctimas del común
relegadas a la anonimia. Como lo señala Susan Sontag​2 hablando de la fotografía de guerra, la
mayoría de las veces se le concede el nombre sólo a los famosos, lo cual “degrada a los demás a
las instancias representativas de su ocupación, de su etnicidad, de su apremio”.
Porque póngale cuidado que cuando matan a cinco o seis pobres, por ahí obreros, nadie dice
nada y se muere uno sólo, uno sólo de los altos y hay televisión, hay radio hay de
todo…entonces, ahí uno se da cuenta de muchas cosas (Alejandrina)

En este sentido, es posible observar que el espacio conferido a las matanzas dentro de los
noticieros de televisión es cuantitativa y cualitativamente menor al dado a otras formas de
violencia, como los denominados magnicidios, excepto cuando la matanza resulta demasiado
escabrosa ya sea por el número de víctimas o la forma misma de la acción.
Todos los días uno prende el televisor, y el día que no hay un muerto, eso es muy difícil… que no
haiga un asesinato? Y eso que ahí sólo salen los de tres pa´lante. Realmente que mataron a uno
ya ni lo toman en cuenta. Eso ya no es noticia, para el periodismo, no? Uno escucha todos los
días, se acostumbra uno, como que le da igual.(Ramiro)

La anonimia, rasgo de la memoria del común sobre las matanzas, termina de configurarse con el
carácter reiterado de estas. No es por azar. Entre 1982-2006 ocurrieron en Colombia
aproximadamente 2500 masacres con un saldo de 14.591 víctimas​. La “guerra de masacres”​3 que
ha vivido el país y el exceso de violencia que se despliega en estas, paradójicamente hacen de
difícil aprehensión lo sucedido. La capacidad de comprensión y recordación se extravía ante
tanta violencia.
En toda parte del país, que mataron, que robaron, que asaltaron, que quemaron… Ya ni me
acuerdo de tanta violencia que ha habido. Todos los días uno ve por las imágenes de televisión.
Muchas las veces yo creo que exageran… o no exageran? No se.(Ciro)

Las numerosas matanzas terminan por ser asimiladas como acciones propias del contexto de
violencia que se vive. Sobre la violencia parece fundarse una memoria habitual, entendida esta
como una memoria que no contribuye a organizar o interpretar el pasado, sino simplemente a
registrar una sucesión del presente.
Es que cuando salen esas cosas en los noticieros, eso da sentimiento. Eso no recuerda uno ya,
porque eso pasa cada segundo. Uno no se puede grabar en el cerebro todo lo que sale ahí…
(Belarmina)

El anonimato reiterado en las representaciones de la violencia es la negación de hecho a la


posibilidad de la construcción de la memoria. Y es que la memoria se construye sobre el
reconocimiento de la identidad. Más que condiciones para el ejercicio de la memoria, la
anonimia genera una saturación de la misma, dejando el campo abierto para la amnesia o el
olvido. Para una sociedad como la colombiana con una violencia tan prolongada en el tiempo y
tan omnipresente en la geografía nacional, parecería ser que el único recurso de sobrevivencia,
históricamente repetido, es el olvido.
María Isabel Cristina González Moreno
Socióloga.
Magister en Estudios Políticos.
Investigadora del Grupo ​Democracia Guerra y Nación​ del Instituto de Estudios Políticos y
Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia
Ponencia elaborada con base en la investigación “Narrativas sobre el fenómeno de violencia en
Colombia. La mirada del Hombre Común”.
1​ Susan Sontag. Ante el dolor de los demás. Editorial Alfaguara.
2​ Ibid.
3​ Gonzalo Sánchez. Introducción al Informe de la Comisión de Memoria Histórica sobre la
Masacre de Trujillo.

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